miércoles, 30 de agosto de 2023

Romanus Pontifex a nemine iudicatur (3/3)

Por numerosas y serias que sean nuestras dificultades con el papa Francisco, sin embargo, sobre todas ellas debe prevalecer un amor de predilección e incondicionado por el Papa, como "dulce Cristo en la tierra". Si a veces ocurre que en lugar de mostrarnos a Cristo, nos oscurece su rostro, no nos desanimemos, no nos escandalicemos, no nos indignemos como ha hecho Lutero. Amar al Papa no quiere decir sólo soportarlo; significa apreciarlo, comprenderlo, seguirlo, colaborar con él, ayudarlo, informarlo, aconsejarlo, consolarlo, confortarlo, corregirlo donde sea posible y lícito hacerlo. En efecto, el Papa, más allá de sus miserias humanas, sigue siendo siempre el Papa, al cual debemos obediencia y con el cual debemos estar en comunión, porque también él, como ha dicho Cristo, nos dice: "bienaventurado el que no encuentra en mí motivo de escándalo" (Mt 11,6). [En la imagen: fragmento de "El Apóstol San Pedro", óleo sobre tabla de alrededor de 1610-1612, obra de Pedro Pablo Rubens, conservado y expuesto en el Museo Nacional del Prado, Madrid, España].

La cuestión de la exhortación apostólica Amoris laetitia
   
----------El padre Lanzetta, en el libro que estamos examinando en estos artículos, se detiene extensamente en los problemas de hermenéutica planteados por la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. Aquí el asunto es efectivamente serio. Pero tampoco aquí es el caso acusar al Papa de herejía.
----------En este documento, publicado el 19 de marzo de 2016, el papa Francisco no da una respuesta a la pregunta que muchos se planteaban de si se puede o no dar la Comunión a los divorciados vueltos a casar. El Santo Padre responde con "se podría en ciertos casos" (nota 351). Lo cual evidentemente no expresa un deber-ser, sino sólo un poder-ser, vale decir, no una norma actual, sino sólo una norma posible. Una norma no se expresa en el modo condicional, sino en el modo imperativo.
----------Por supuesto, los laxistas y los modernistas han forzado el sentido a su favor, pero esto no quita que las palabras del Papa son las que son. El padre Lanzetta se deja impresionar y turbar por el revuelo que se armó en torno a las palabras del Papa, pero basta leerlas con ánimo sereno y se comprende lo que significan.
----------Hay que decir inmediatamente que la cuestión de si un Papa puede o no conceder la Comunión a los divorciados vueltos a casar no es una cuestión doctrinal, que pueda tocar la esencia del matrimonio o las condiciones interiores para recibir la Comunión eucarística, sino que es una cuestión pastoral en la cual un Papa puede cambiar lo establecido por un Papa precedente.
----------Ahora bien, el pronunciamiento de la nota 351, señala indudablemente un cambio. Sin embargo, no se trata de una verdadera y propia norma contraria a la establecida por san Juan Pablo II en el n.84 de la Familiaris consortio, sino de la declaración de la posibilidad de una norma contraria, la cual, por tanto, no tiene valor vinculante, como no tiene valor una ley posible, sino sólo una ley promulgada, lo que el Papa no hace. Por lo tanto, quien quiera claridad y certeza sobre este punto, no tiene más que atenerse a la norma de san Juan Pablo II, que esta sí que es norma en sentido plenamente formal y vinculante.
----------Es interesante notar sobre esta cuestión la diferencia entre el punto de vista de san Juan Pablo II y el punto de vista del papa Francisco, que hace de justificación teórica del cambio de perspectiva pastoral. El papa Wojtyla se basa en la consideración del aspecto jurídico externo, objetivo, legal, del estado de la pareja, es decir, el hecho de que se encuentren públicamente en una situación irregular, que no respeta exteriormente la regla de la fidelidad conyugal. De aquí deduce que la pareja se encuentra en un estado de pecado mortal que no le permite acceder a la Comunión eucarística.
----------El papa Francisco, en cambio, al dar una valoración acerca de la situación espiritual de la pareja, prefiere pensar que se pueda dar el caso de una pareja que, a pesar de su estado de irregularidad, pueda estar en gracia. De hecho, dice en la nota 301: "no es posible decir que todos aquellos que se encuentran en alguna situación así llamada 'irregular' vivan en estado de pecado mortal, privados de la gracia santificante".
----------El papa san Juan Pablo II parece deducir el estado de pecado mortal del simple dato externo y objetivo de la situación irregular: según el papa Wojtyla, se trata de dos adúlteros. El papa Francisco, en cambio, admite la posibilidad de que estén en gracia, no obstante la situación irregular. Francisco parece subestimar la situación irregular al ponerla entre comillas y agregando: "así llamada". Wojtyla parece sobrestimarla: para él la constatación de la situación irregular es suficiente para decir que están en pecado.
----------Las consecuencias pastorales son lógicas: para Wojtyla todos los que se encuentran en una situación irregular están excluidos de la Comunión. Para Bergoglio se debería poder distinguir entre las parejas que viven en gracia y las que rechazan la gracia. Pero, ¿cómo se hace? ¿Quién juzga? ¿El confesor? ¿La pareja misma? ¿Se puede renunciar aquí a una regla, a una ley, a una norma general que dispense del trabajo improbo y aleatorio de examinar detalladamente caso por caso en su complejidad y complicación?
----------Al fin de cuentas, dado el hecho de que en todo caso Dios puede hacer llegar su gracia incluso fuera de los sacramentos, ¿acaso no demuestra mayor sabiduría pastoral jurídica el papa san Juan Pablo II respecto al dictado de la nota 351 del papa Francisco, la cual, aunque la casuística tenga en principio una razón de ser, sin embargo parece resucitar en este caso específico esa esquiva, inaferrable e interminable casuística que constituye un defecto pastoral que el papa Francisco ha dicho explícitamente querer rechazar?
----------Debemos recordar que las normas jurídicas de la Iglesia se basan en el hecho de que nosotros no podemos saber si el prójimo está o no está en gracia de Dios, aunque podamos estar movidos por la presunción de que lo esté. Por eso no hay ninguna falta de misericordia ni ningún fariseísmo cuando la Iglesia prohibe a ciertos fieles ciertas prácticas o ciertas opiniones a fin de mantener un orden comunitario exterior, que no pretende en absoluto sustituir el orden interior de los espíritus y de las conciencias delante de Dios, sino que más bien lo presupone, lo protege y lo salvaguarda.
----------Ciertamente, la prohibición wojtyliana de la Comunión no tiene la absolutez de una ley divina; son siempre posibles las excepciones. Pero, ¿quién tiene facultad de individuarlas o establecerlas? ¿Bajo cuáles criterios? ¿Con cuál autoridad? El Papa ha aprobado la casuística que le propusieron los Obispos argentinos acerca de los "casos" previstos en la nota 351. ¿Pero estamos seguros de que no hay otros casos? ¿No se corre el riesgo de volver a caer de nuevo en esa casuística que pretende encasillar la variedad del actuar humano en esquemas simplistas prefabricados, precisamente lo que Francisco aborrece con razón cuando habla de evitar la rigidez y los esquemas abstractos? Entonces, ¿dónde está su coherencia?
----------Yo puedo dejar mi auto estacionado ilegalmente para socorrer a una persona herida en el camino. Pero en situaciones tan complejas, diversificadas, a menudo intrincadas, oscuras e indescifrables, como son aquellas de las parejas irregulares, quizás con hijos propios o del cónyuge anterior, con dudas de si el matrimonio anterior era o no era válido, donde fácilmente la mentira se mezcla con la sinceridad, la apariencia oculta la realidad, donde juega la ignorancia de la ley y la dinámica de las pasiones, con situaciones económico-laborales-sanitarias diferentes caso por caso, con una precedente historia toda ella a investigar y esclarecer, ¿no hay riesgo de desatender algunas circunstancias y encontrarse en un lío del cual ya no se pueda salir? ¿Excepto pronunciar juicios drásticos o perentorios, simplistas y forzados falsamente tranquilizadores?
----------La nueva pastoral lanzada por el papa Francisco junto con aserciones no siempre claras sobre el valor y el modo de aplicar la ley moral, así como sobre la autonomía decisional de la guía moral que debe conducir a los fieles a aplicarla y sobre la necesidad de evitar rigideces y fariseísmos para hacer uso de un discernimiento dúctil, comprensivo y adaptado a las circunstancias, ha hecho surgir, como es sabido, dificultades y perplejidades en muchos teólogos y moralistas, entre los cuales se han distinguido los famosos cuatro Cardenales de los Dubia: Caffarra, Burke, Brandmüller y Meisner.
----------La formulación de los Dubia estaba hecho de modo tal que parecía arrojar la sospecha de que el Papa hubiera faltado al respeto por los sacramentos del matrimonio, de la eucaristía y de la penitencia, cosa que, refiriéndose a doctrina, donde el Papa no puede errar, no debería haberse dicha por los cuatro Cardenales.
----------Probablemente el papa Francisco se ha sentido ofendido por esta larvada insinuación, por la cual los Dubia carecían de su legítimo carácter de simples pedidos de aclaración, y aparecían más bien como reclamos doctrinales hechos al Papa. Por este motivo, en mi opinión, el Papa no respondió, y de hecho surgió en él una irritación hacia los mencionados Cardenales.
----------Sé de buena fuente por cuanto respecta al cardenal Caffarra, quien había sido arzobispo de Bologna, bien conocido por un buen amigo mío bolognés. El dignísimo Purpurado, de hecho, murió repentinamente de un infarto en 2017, probablemente debido al dolor de su desacuerdo con el Papa.
   
La cuestión del Papa emérito
   
----------El padre Lanzetta no ha logrado comprender en una luz serena cuanto ha sucedido con la dimisión de Benedicto XVI. Ciertamente, Lanzetta no está entre los que juzgan inválida la renuncia de Benedicto y, en consecuencia, inválido el pontificado de Francisco. Lo que Lanzetta no logra comprender es cómo Benedicto haya permanecido siendo Papa, a pesar de haber abandonado el ejercicio del ministerium.
----------El padre Serafino se encuentra en un callejón sin salida porque no quiere separar munus, es decir, el ser Papa, de ministerium, es decir, hacer el Papa, mientras que el secreto para comprender cuanto ha sucedido está precisamente en realizar esta separación, la cual nos ha sido indicada por el mismo Benedicto cuando dice que él permanecía Papa "para siempre", por consiguiente conservaba el munus petrino, a pesar de haber dejado el gobierno de la Iglesia, es decir, el ejercicio del ministerium, a Francisco.
----------El padre Lanzetta se ha mantenido apegado a la concepción de la relación munus-ministerium que estuvo en uso hasta Benedicto XVI y que todavía está presente en el Código de Derecho Canónico, a saber, el concepto de que si un Papa renuncia, no solo pierde el ministerium, sino también el munus: ya no es Papa, y punto. Lanzetta no se ha dado cuenta de que Benedicto, al separar el munus, que él ha conservado, del ministerium, que ha dejado, ha mostrado a la Iglesia un aspecto del papado que hasta entonces era desconocido y del cual el Derecho canónico deberá tomar nota y tener en cuenta, a saber, que un Papa que da la dimisión y se convierte en "Papa emérito", entonces, conserva el munus y deja el ministerium.
----------Hasta ahora, en efecto, (y el padre Serafino sigue siendo de esta opinión) siempre se ha pensado que un Romano Pontífice que deja el ministerium, también deja el munus. Benedicto XVI, con su propia elección, cuyo significado él nos ha explicado, hizo comprender a la Iglesia que las cosas no son así. El papa Francisco, confirmando el título de "papa emérito", ha confirmado con su autoridad pontificia el descubrimiento hecho por Benedicto. Ambos nos han hecho conocer mejor lo que es el papado.
----------Benedicto nos ha mostrado así el vínculo entre el sacramento del Orden o más bien del Episcopado, y el munus petrino. Así como el sacramento imprime un carácter indeleble, así el munus petrino se injerta en el carácter sacerdotal, participando de su eternidad: tu es Papa in aeternum.
----------No existe ninguna duda, por lo tanto, no existe ninguna perplejidad, no existe ninguna confusión: el Papa es y sigue siendo uno solo, pero el Papa en ejercicio, porque junto a él puede existir un Papa emérito que recuerda aquella que es la eternidad del papado.
----------Vemos aquí el milagro de la sucesión apostólica: más allá de todas las intrigas, los antipapas, las deposiciones, las prepotencias, las ambiciones, las competencias, las intromisiones del poder político, las simonías, las ilegalidades, los engaños, los intereses mezquinos, las maniobras astutas, las infidelidades, el Espíritu de Cristo hace efectivamente que de Pedro parta una cadena o sucesión apostólica -todos Papas válidos, todos verdaderos Papas, todos Vicarios de Cristo- que llega hasta Francisco.
----------Consecuencia notable de esto es el hecho de que cada Papa, prescindiendo del modo como haya sido elegido, siempre que sea reconocido válido por sus electores, no obstante las mafias de San Galo, es querido por el Espíritu Santo para un rol especial adecuado a su tiempo. Por lo tanto, es fundamental comprender para cada Papa, cuál es la tarea que Dios le asigna. Acerca de este punto, el análisis del padre Lanzetta tiene graves fallas, porque no nos da una respuesta, en cuanto ni siquiera se plantea la pregunta.
   
Conclusión
   
----------Nadie puede poner en dudas los méritos del padre Serafino Lanzetta. Basta con recordar sus esfuerzos organizativos de los admirables congresos teológicos internacionales, cuando pertenecía al Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada, sobre temas de altísimo interés y extremadamente apasionantes: un congreso sobre Karl Rahner en 2007, un segundo sobre el infierno en 2008, y un tercero sobre el sacerdocio en 2009. Han sido iniciativas de gran valentía y de ejemplar atención a las cuestiones de la Iglesia de hoy.
----------Creo que el por entonces muy joven fraile franciscano de la Inmaculada, no se dió debida cuenta de cuales violentas reacciones tales iniciativas habrían de provocar sobre él y sobre el Instituto al que pertenecía, y qué terrible venganza iba a recibir. La tempestad se habría de desencadenar apenas después de la elección del papa Francisco con el controvertido comisariamiento del Instituto, que tanto le hizo sufrir al padre Lanzetta, por la alteración que fue impuesta al carisma del Instituto, al menos como lo veía Serafino, tanto que en determinado momento se decidió a dejar el Instituto para ingresar al clero secular en una ciudad de Inglaterra.
----------Sin embargo, es doloroso saber que el Instituto al que pertenecía el padre Serafino, sufría un exagerado apego al vetus ordo de la Misa. Sin comprender del todo la severidad de la intervención del Papa, se entiende sin embargo que el papa Francisco tenía sus razones.
----------¡Que inmenso dolor, para tantos que, después de esos hechos, han debido tomar sus distancias de estas posiciones, que son claramente ajenas a la comunión eclesial! Pero esto no quita que haya quedado imborrable el recuerdo de aquellos congresos teológicos para quienes hemos podido asistir y de otras preciosas obras desarrolladas por los Franciscanos de la Inmaculada. Sin embargo, evidentemente, como se puede comprender por el cuadro que he hecho de su reciente libro, el padre Serafino Lanzetta no ha logrado entender al papa Francisco. Ha caído en la red ideológica de los lefebvrianos.
----------Sé de buena fuente que ha habido amigos cercanos suyos que han intentado repetidamente desviarlo de esta mala elección. Pero parece que hasta el presente no ha habido nada que hacer. Todos mis habituales lectores saben cuántas dificultades con el papa Francisco tengo yo también, y sin necesidad de caer en el lefebvrismo, también muchos católicos normales no vendidos a los modernistas. Y sin embargo, sobre todo esto debe prevalecer un amor de predilección e incondicionado por el Papa, como "dulce Cristo en la tierra".
----------Si a veces ocurre que nos parece que en lugar de mostrarnos a Cristo, nos oscurece su rostro, no nos desanimemos, no nos escandalicemos, no nos indignemos como ha hecho Lutero. Amar al Papa no quiere decir sólo soportarlo; significa apreciarlo, comprenderlo, seguirlo, colaborar con él, ayudarlo, informarlo, aconsejarlo, consolarlo, confortarlo, corregirlo allí donde sea posible y lícito hacerlo.
----------En efecto, el Papa, más allá de sus miserias humanas, sigue siendo siempre el Papa, al cual debemos obediencia y con el cual debemos estar en comunión, porque también él, como ha dicho Cristo, nos dice: "bienaventurado el que no encuentra en mí motivo de escándalo" (Mt 11,6).

6 comentarios:

  1. All gave some, some gave all.

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    1. Estimado Anonimo,
      ¿qué ha querido decir?

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    2. Estimado padre Filemón:
      Me refiero a dos grandes testigos como Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ellos se han sacrificado totalmente por el bien de Todo el Rebaño del Señor, y sin embargo han recibido y continúan recibiendo desprecio y desconfianza, tanto de la derecha como de la izquierda.

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    3. Estimado Anónimo,
      como usted bien debería saber, ya está previsto por Nuestro Señor que sus discípulos sean perseguidos como Él ha sido perseguido.

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  2. Sergio Villaflores30 de agosto de 2023, 16:28

    Estimado padre Filemón,
    cuando usted dice:
    "Al fin de cuentas, dado el hecho de que en todo caso Dios puede hacer llegar su gracia incluso fuera de los sacramentos, ¿no demuestra mayor sabiduría pastoral jurídica Juan Pablo respecto al dictado de la nota 351 del papa Francisco...?", parecería estar prefiriendo la postura del papa Juan Pablo II.

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      efectivamente mi pregunta es retórica, a través de la cual expreso, con todo respeto al papa Francisco, mi preferencia por la posición del papa san Juan Pablo II respecto a la posición del papa Francisco, en Amoris Laetitia, posición del papa Francisco que, por otra parte, manifiesta una simple posibilidad y no una voluntad suya precisa.
      De hecho, san Juan Pablo II recuerda a todos que también los divorciados vueltos a casar pueden estar en gracia, pero también subraya el hecho de que la pareja debe ser signo de la unión de Cristo con la Iglesia.

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