lunes, 7 de agosto de 2023

El Papa como fautor de unidad y concordia en la Iglesia (1/2)

El Sumo Pontífice, maestro universal de la fe y supremo promotor de la unidad de todos los cristianos, tiene del Espíritu Santo, una luz y una fuerza especiales e insustituibles para la consecución del fin altísimo de la unidad eclesial, unidad por la cual Cristo ha rogado al Padre el día antes de su sacrificio. [En la imagen: una fotografía del papa Francisco, este sábado 5 de agosto, durante su discurso en la Vigilia con los Jóvenes, en Parque Tejo, Lisboa, en su viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud].

La función del Papa en la Iglesia
   
----------La función del Romano Pontífice en la Iglesia es de una importancia suprema y decisiva, no sólo como maestro y custodio supremo de la doctrina católica, sino también, en consecuencia, como promotor de la unidad, de la universalidad, de la estabilidad, del progreso, de la paz y de la libertad de la Iglesia y en la Iglesia, en la concordia y en la unidad de la única fe, aunque en la pluralidad y variedad de sus manifestaciones y actuaciones en la historia. Al mismo tiempo, el Papa debe velar por la estabilidad de la Iglesia, en su inmutable esencia, a fin de que ella sea siempre fiel a esa Palabra de Dios "que no pasa" (Mt 24,35), porque es revelada por el Dios que no cambia (Mal 3,6), y "en quien no hay hay variación ni sombra de cambio" (Sant 1,17), ese Dios que "sigue siendo siempre el mismo" (Is 46,4), y por lo tanto es fiel a sus promesas.
----------El Romano Ponfíce nos recuerda también que esta Iglesia es un organismo viviente, el Cuerpo místico de Cristo, pueblo de Dios en camino, que, manteniendo y custodiando su inmutable identidad, "crece" (Hch 9,31) y progresa continuamente y sin rupturas, que no sean la ruptura con el pecado y con el "hombre viejo", y avanza cada día, entre muchas pruebas y superando obstáculos, hacia el Reino de Dios y el "hombre nuevo" (Ef 4,22), confortada, sostenida y movida por ese Espíritu que "renueva todas las cosas" (Ap 21,5).
   
El Papa como Jefe de la Iglesia Católica
   
----------Unidad, universalidad ("catolicidad") y estabilidad ("apostolicidad") de la Iglesia son, como se sabe, tres notas esenciales de la Iglesia, indisolublemente unidas entre sí. Esas tres notas significan que la Iglesia terrena vive, siempre una e idéntica a sí misma, en las contingencias y particularidades cambiantes del tiempo y de la historia; se compone de individuales personas y comunidades concretas e históricas; pero en sí misma, dotada también de una dimensión celestial, y partícipe en Cristo de la vida del Dios Eterno, es independiente del tiempo y está por encima del tiempo y del espacio, precisamente porque se extiende a todo tiempo y a todo lugar. La Iglesia cambia no en su esencia, sino en su progreso y avance en la historia.
----------Ella no es una simple realidad histórica y deviniente, no se agota su esencia en los límites del tiempo y de la historia, sino que trasciende el tiempo y se eleva al horizonte de lo Eterno. Ciertamente, no puede estar separada de la historia, pero tampoco se puede confundir con la historia. En cambio, la Iglesia es reflejo eterno del Eterno en este mundo, gracias al misterio de la Encarnación, síntesis de tiempo y de eternidad.
----------En este sentido la Iglesia es superior al tiempo y a la historia, aunque viviendo en la historia y siendo fautora del progreso histórico. Ella, en la perenneidad, supratemporalidad, indestructibilidad (non praevalebunt), trasciende la historia e introduce a la vida eterna más allá del tiempo y de este mundo.
----------Por lo tanto, veamos cómo estos tres valores se destacan y deben permanecer juntos. La posición del Sumo Pontífice, juez super partes, se deriva del hecho de que él ha recibido de Cristo el mandato de legislar, gobernar y custodiar la Iglesia sobre la base de estas sus notas esenciales.
----------En este horizonte de unidad, de universalidad y de perennidad, en mi modesto parecer, creo que el Papa debería hacer comprender mejor el sentido de la unidad, universalidad y perennidad de la doctrina de la fe y, en consecuencia, de la Iglesia, que sobre la fe se funda.
----------La unidad de la Iglesia depende de su perenne universalidad, que es la catolicidad que reúne a los muchos: unum in multis, uno en los muchos, unum de multis, uno de los muchos, y multa sub uno, muchos por debajo del uno. Lo universal une a los muchos en lo uno y bajo lo uno. Como lo expresa el apóstol san Pablo: "Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo" (Rm 12,5).
----------La multiplicidad se une a la universalidad y a la unidad, y estas son principio y custodia de la multiplicidad. Lo múltiple no recogido en unidad bajo un universal, es una amasijo caótico de elementos en contraste entre sí y desorganizados, como el cúmulo de piedras de una casa destruida por un terremoto o las piedras esparcidas en una cantera, que el constructor recoge para edificar una casa. Hoy en la Iglesia se insiste demasiado y de manera equívoca en la multiplicidad y demasiado poco en la unidad.
----------El Papa es el pastor universal, es el pastor de todos, porque todos son partícipes de la universalidad, perennidad y unidad de la Iglesia. Pero para tal fin, él no debe temer, por una excesiva preocupación por lo concreto, afirmar la universalidad y el carácter abstracto de la verdad de la fe. El pluralismo teológico es lícito, pero la fe debe ser una. Muchas son las culturas; pero la cultura es un valor universal.
----------De esta amplia y magnánima abstracción, de esta amplia visión, en efecto, nace la percepción objetiva, fundada y veraz de la unidad, perennidad y universalidad de la fe y, por consiguiente, de la Iglesia. Lo concreto de la acción y de las diversas actuaciones de la fe y de la Iglesia surge de esta sublime abstracción intelectual, de esta comprensiva visión de conjunto.
----------Vale tener presente que la abstracción es el clima propio del pensamiento y de la verdad, la cual es fuente de libertad. Es sólo por medio de la abstracción intelectual que se capta la universalidad de lo verdadero y, de manera especial, la universalidad de la verdad de fe. De aquí deriva la "catolicidad", es decir, la universalidad de la Iglesia. De aquí brota la vida misma de la Iglesia.
----------Es claro también que el Romano Pontífice no es sólo custodio de lo universal, sino también de toda diversidad y particularidad que surge o vive en la Iglesia, supuesto que seas legítimas; y de hecho él tiene el discernimiento para distinguir el pluralismo sano del falso, de tal manera que el primero, que expresa a su manera la unidad, sea valorizado, y el segundo, que socava la unidad, sea excluido.
----------La imparcialidad, que debe resplandecer en el gobierno pontificio de la Iglesia, surge de este saber abstraer de la accidentalidad y de las individuales partes o tendencias, de modo tal, que todos los diversos componentes se reúnan bajo el abrazo de la universalidad de la Iglesia, por lo cual el Romano Pontífice, con su prudencia, en las individuales circunstancias, puede ver y fijar las relaciones que los vinculan entre sí y poner a cada uno en su lugar, a fin de promover la unión fraterna entre ellos.
----------Tal universalidad de la Iglesia no es tanto un hecho geográfico, cuanto más bien intelectual. No se trata tanto del hecho de que los católicos estén esparcidos por todos lados. Podrían ocupar también un espacio muy limitado en el globo terrestre, como lo fue por ejemplo la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, pero poseer el verdadero sentido espiritual de la universalidad de la Iglesia.
----------El simple hecho de que el Romano Pontífic haga Cardenal a un africano o a un filipino o a un australiano, no depone todavía necesariamente por la universalidad de la Iglesia, si luego estas personas tienen ideas torcidas, son estrechas de miras, o padecen una mentalidad cerrada o relativista.
   
El Papa como guía conductor de la obra del ecumenismo
   
----------Sería necesario que el Sumo Pontífice propusiera claramente el decreto conciliar sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, en su integralidad, sin cortes. Sin ello, el ecumenismo es como un coche con la carrocería completa, pero con el motor apagado o casi apagado. La carrocería representa los puntos en común entre católicos y no-católicos, ya mil veces recordados.
----------El motor son el elemento dinámico, el desarrollo y el progreso del diálogo ecuménico, que debe abordar y resolver los contrastes doctrinales. Si la realización de la carrocería es obra sobre todo de la caridad recíproca, el poner en marcha el motor es el trabajo más delicado, pero también es el momento decisivo, que pone en obra la lealtad y el vigor doctrinal (2 Tm 4,3), sin los cuales el ecumenismo fracasa en su propósito. Todo esto que aquí enuncio de modo breve y metafórico está claramente expuesto en el mencionado decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II.
----------Ahora bien, es necesario esperar ese momento (es lo que san Pablo llama el kairós, en 2 Cor 6,2), es necesario prepararlo, favorecerlo, invocarlo de Dios y aprovecharlo cuando finalmente arribe. Es el momento delicado pero exaltante, arriesgado pero fecundo, en el cual el católico debe tomar con valentía, prudencia y paciencia, la iniciativa; debe, con la ayuda del Espíritu Santo, persuadir (Hch 18,4 y 19,8) o convencer (1 Cor 14,24; 2 Cor 5,11; 1 Tm 3,16; Jd 5), invitar al hermano separado al "banquete" (Mt 22,3; Lc 14,8.12; Ap 19,9), es decir, a convertirse (Hch 14,15; 20,21; 26,10; Mt 3,2; 4,17; Mc 6,12; Lc 13,3) a la Iglesia católica. Correctamente, el papa san Paulo VI hablaba de un "esfuerzo crucificante" (cf. exhortación apostólica Evangelii nuntiandi del 8 de diciembre de 1975, n.10).
----------Es ese "dar la vida por los amigos", del cual habla nuestro Señor Jesucristo. Se trata de ese servicio al hermano, que santo Tomás de Aquino llama gratia sermonis (cf. Summa Theologiae, II-II, q.177), y que es de manera especial el carisma de la Orden de Frailes Predicadores.
----------El anuncio puede ser gozoso y encontrar éxito, pero también puede encontrar a su paso hostilidad e incomprensiones. No es de extrañar, entonces, que en este punto el automóvil se sacuda o le cueste arrancar, puede ser que no se mueva o avance a paso de tortuga. En cambio, hoy sucede a menudo que, si algo se mueve, son los católicos, que bajo influjo del modernismo, se vuelven de hecho semi-protestantes, manteniendo la etiqueta de "católicos". Esta no es ciertamente la intención del decreto conciliar.
----------Los encuentros del Romano Pontífice con cristianos no-católicos se han repetido a todo lo largo de este pontificado (recordemos particularmente los años 2016-2017, en ocasión de los quinientos años del inicio de la "reforma" luterana); sin embargo no ha sucedio siempre (¿tal vez deberíamos decir nunca?) que el Papa dirija la más mínima invitación a los hermanos separados para que se unan a la Iglesia católica, de la cual se han desprendido. De hecho, parece completamente normal que ellos estén fuera. Cualquiera que incluso intente mínimamente invitarlos, es acusado de "proselitismo".
----------El Santo Padre hace bien en recomendar a los católicos evitar el proselitismo, pero este debe distinguirse claramente del obligado anuncio a los hermanos separados de esa "plenitud de la gracia y de la verdad, que ha sido confiada a la Iglesia católica" (Unitatis redintegratio, n.3).
----------El Papa debe recordar con franqueza a todos los cristianos, católicos y no-católicos, que el ecumenismo que practicamos los católicos no es un fin en sí mismo, sino una fase preparatoria para que los hermanos separados "sean incorporados plenamente a la Iglesia católica" (ibíd.).
----------En cambio, da la impresión que todo el problema pareciera reducirse al de la convivencia pacífica entre diferentes comunidades. Ciertamente, es una cosa preciosa y un deber saber vivir juntos pacíficamente. Pero éste no es en modo alguno el objetivo final del ecumenismo.
----------El problema de la unidad no es ni siquiera el de una Iglesia que se ha destrozado, rompiéndose en partes, y cuyos pedazos, divididos entre sí, debieran ser reunidos para formar una única Iglesia. Por el contrario, la Iglesia una ya existe desde su fundación y permanecerá siempre una e indivisible. Cuando Cristo anuncia que las ovejas "llegarán a ser un solo rebaño y un solo pastor" (Jn 10,16), no se refiere a una Iglesia que se ha roto o se haya dispersado, sino a su obra de convocación de las "ovejas descarriadas de la casa de Israel" (Mt 10,6), es decir, a su obra de fundación en curso o quizás también al retorno escatológico a la Iglesia de las comunidades separadas. Por el contrario, la Iglesia está perfectamente constituida en su unidad inquebrantable desde el mismísimo día de Pentecostés, sin que esa unidad se rompa jamás.
----------Por consiguiente, las divisiones de las cuales habla el decreto, testimonian el hecho de que algunas comunidades "se han desprendido" (n.3) de la Iglesia. Y por tanto la exigencia del ecumenismo es que ellas se vuelvan a reunir con aquella Iglesia, de la cual se han desprendido.
----------El Santo Padre podría por consiguiente precisar también, que el decreto Unitatis redintegratio no impide en absoluto, sino que supone que se puedan poner en práctica respecto de los hermanos separados aquellas recomendaciones que san Pablo dirige a Timoteo: "anuncia la palabra, insiste en toda ocasión oportuna y no oportuna, amonesta, reprende, exhorta con toda magnanimidad y doctrina" (2 Tm 4,2).
----------Siempre de acuerdo con el decreto, el Pontífice debería recordarnos que solo el católico está en plena comunión con la Iglesia católica, que es la única en la cual "está toda la plenitud de los medios de salvación". El hermano separado está en comunión sólo parcial y está llamado a la plena comunión (n.3).
----------El católico debe hacer presente a todos que el modo de pensar y de vivir la fe de los hermanos separados no es simplemente diferente, como por ejemplo los franciscanos son diferentes de los dominicos, como si los hermanos separados tuvieran derecho a ser aceptados totalmente como son, como un camino diferente de salvación, a la par del católico, sino que es un camino de salvación que implica "carencias" (ibid.), por lo que necesita ser completado y corregido por el camino católico.
----------El diálogo ecuménico no debe ser fin en sí mismo, no debe agotarse en una simple identidad de puntos de vista o intercambio de ideas o de opiniones, donde todo queda como antes, sino que debe ser también corrección o comunicación de la verdad a quienes no la conocen, debe hacer reflexionar a los que se encuentran en el error, debe producir efectivos frutos de conversión del ateísmo al teísmo, de las religiones no-cristianas al cristianismo, del cristianismo no-católico al catolicismo.
----------Naturalmente no le pedimos al Papa invitar a los hermanos separados a convertirse al catolicismo en cada uno de sus encuentros ecuménicos. Pero nos preguntamos si un continuo y sistemático silencio sobre este punto sea al fin de cuentas proficuo para los propios hermanos separados y para los católicos o más bien pueda generar equívocos, malentendidos o ilusiones. De hecho, los protestantes podrían decir: ¡pero entonces nos dan razón a nosotros! ¡No hacemos nunca una observación! Y los católicos, en apoyo: ¡pero entonces podemos asumir las ideas de Lutero! ¡No sólo podemos darles alabanza!
----------Es cierto que el Santo Padre sigue hablando de "divisiones". ¿Pero, cuáles son estas divisiones? ¿Por qué no específica? ¿Y como remediarlas? Él se refiere a los teólogos. De acuerdo; pero el hecho es que la disputa con los luteranos no termina en meras cuestiones teológicas (¡ojalá fuera así!). No es como una discusión entre tomistas y escotistas, sino que es algo mucho más serio y comprometido. Toca la doctrina de la fe. ¿Y quién, en la Iglesia, es el mayor maestro en la fe, sino el Papa?
----------Ciertamente, está claro que el Sumo Pontífice no puede hacer valer su autoridad como Papa con los luteranos. Sin embargo, ¿quién le impide explicar cada tanto, cortezmente, por alusiones, en forma apologética, argumentada, histórica y persuasiva, quién es el Papa y cuáles son sus deberes?
----------Se ha deslizado en la práctica del ecumenismo una mentalidad relativista, renunciataria e indiferentista, que destruye el sentido crítico, o sea la exigencia de distinguir lo verdadero de lo falso, y quién tiene razón de quién está equivocado. La categoría de lo falso ha sido sustituida por la de lo "diferente". Ya no se cree en la universalidad de la verdad de fe y cada grupo o iglesiola construye su propia "fe".
----------Creo que en esta coyuntura el Sumo Pontífice, maestro universal de la fe y supremo promotor de la unidad de los cristianos, tiene del Espíritu Santo, una luz y una fuerza especiales e insustituibles para la consecución de este fin altísimo, por el cual Cristo ha rogado al Padre el día antes de su sacrificio.
----------No es que el Papa en los encuentros ecuménicos deba hacerse pasar por maestro entre escolares o deba proclamar la Unam Sanctam de Bonifacio VIII. Pero también hay que decir que tal como se comporta, parece excesivamente considerado y casi intimidado. A veces también parece exagerar en las manifestaciones de afecto, como si estuviera tratando con sus amigos más cercanos. Después de todo, son "hermanos separados". Creo que el mantener una cierta digna distancia, sin frialdad ni condescendencia, sería ya un tácito recordatorio de la sublime e incomparable dignidad de su carisma de servus servorum Dei.

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