El análisis de los hechos que han jalonado la década y media de vigencia del motu proprio Summorum pontificum, demostraba ya a principios de 2020, año y medio antes de Traditionis custodes, que la coexistencia entre "formas paralelas" del mismo rito romano, covigencia que no había generado paz sino discordia, debía ser urgentemente sustituida por la correlación entre forma verbal y forma ritual, sobre cuya integración la sabiduría eclesial debe ahora predisponer instrumentos teóricos nuevos y buenas prácticas comunes, a fin de que la única forma del rito romano, en sí misma indivisa y concorde, pueda brillar con noble simplicidad "per ritus et preces", mediante la participación activa de todo fiel bautizado. [En la imagen: fotografía de un sector del interior del templo parroquial de San José de la Montaña, parroquia de la Arquidiócesis de Mendoza, en Potrerillos].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
jueves, 24 de agosto de 2023
Traditionis custodes y las aporías de Summorum pontificum (7/7)
Los dos fracasos de Summorum pontificum
----------Durante el último año de vigencia del motu proprio Summorum pontificum, muy avanzado ya el debate académico sobre sus debilidades teológicas, canónicas y pastorales, y a la espera de las respuestas que el Colegio Episcopal daría, como último plazo a finales del mes de julio de 2020, al Cuestionario enviado en marzo de ese año por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, no faltaron también objeciones a la revisión de la disciplina litúrgica iniciada en 2007 por el papa Benedicto XVI.
----------Me refiero a objeciones que provenían también de ámbitos académicos, y no de las corrientes pasadistas en el seno de la Iglesia que en el curso de los dieciseis años de vigencia de Summorum pontificum era evidente que en su gran mayoría habian ido pasando desde un sano tradicionalismo más o menos aceptable a una cada vez más explícita lefebvrianización. No hace falta decir que estas corrientes pasadistas seguían pensando que Summorum pontificum les había reconocido su "derecho" a celebrar el rito romano con la forma anterior a la Reforma litúrgica, reforma que rechazaban, considerándose asimismo con "derecho" de rechazar las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas del postconcilio.
----------Pues bien, entre las objeciones que se planteaban a la inminente abrogación (ya solicitada por muchos) de lo dispuesto por Summorum pontificum, destacaba una objeción que, tanto por su frecuencia como por su peso argumentativo, merece ser mencionada a continuación, aunque sea brevemente:
----------Esa objeción interpretaba al motu proprio Summorum pontificum como una especie de dique de contención contra los abusos o degeneraciones litúrgicas que se producían por la Reforma litúrgica instituída por el Concilio Vaticano II. Los objetantes argumentaban que el hecho de volver a dar vigencia al vetus ordo junto al Novus Ordo Missae debería cumplir de modo eficaz la sana función de "moderar" los excesos iconoclastas que evidentemente malinterpretaban la Reforma litúrgica resultante del Concilio.
----------Es a todas luces evidente, que esta argumentación presuponía una lectura acentuadamente unilateral de la historia posterior al Concilio, como si se tratara de una pérdida y de una corrupción o incluso de una "catástrofe". Sea como fuere, esta situación (al fin de cuentas, los abusos litúrgicos en el postconcilio existían y siguen existiendo) puede ser identificada como la que señala la finalidad o intencionalidad "ad intra" de Summorum pontificum. En otras palabras, el motu proprio de Benedicto XVI había pretendido, por un lado, rectificar los abusos en la liturgia resultante del Concilio Vaticano II (finalidad ad intra), pero por otro lado pretendía recuperar a los desertores lefebvrianos (finalidad ad extra).
La instrucción Liturgiam authenticam como premisa
----------A principios de 2020, prácticamente tras década y media de vigencia de Summorum pontificum, se había hecho evidente que tanto la mencionada primera intención como la segunda habían fracasado sustancialmente, aunque por motivos diferentes y también con efectos diferentes. La primera, de hecho, no había fracasado del todo, al menos a mediano plazo. Porque la lógica de Summorum pontificum había sido anticipada, algunos años antes, por la instrucción Liturgiam authenticam, o sea la V instrucción sobre la aplicación de la reforma litúrgica (de la cual ya hemos tratado ampliamente en notas recientes), que pretendía bloquear la evolución de Novus Ordo Missae según una rígida "traducción del latín".
----------La instrucción Liturgiam authenticam, un documento que, siendo de 2001, era seis años anterior a Summorum pontificum, había tenido un gran impacto en todas las traducciones de los textos litúrgicos, haciéndolas incomprensibles o no aprobables. De modo que Liturgiam authenticam había de hecho preparado el terreno para Summorum pontificum, haciendo que la "liturgia en latín" se convirtiera en la única verdadera forma de comunicación en la vida de la Iglesia y proyectando una suerte de complejo de inferioridad sobre todas las traducciones que, con el tiempo, habían quedado marginadas sustancialmente.
----------El hecho evidente es que si en la Iglesia se había empezado a decir y a pensar que "sólo en latín" era posible comprender de veras la liturgia, entonces se había hecho evidente que quienes así hablaban (incluso en la Curia romana, y también redactores de documentos e instrucciones litúrgicas), habían terminado por olvidar que todos los nuevos ordines habían sido pensados y escritos por Obispos, sacerdotes y simples fieles, todos los cuales, ya ni hablan ni piensan en latín. Es claro que el efecto alienante de esta operación es verdaderamente impresionante. Y no pocos teólogos y liturgistas, aunque no todos, se habían sumado a esta deriva sin sentido, según la cual todos los Misales y Rituales traducidos a las lenguas vernáculas debían ser el calco del latín, por lo cual si en latín existe, por ejemplo la expresión "pro multis", en español (por ejemplo) se debería decir "por muchos", pero luego se debía explicar en qué sentido "muchos" significa "todos".
Doble forma y doble mesa
----------Después de algunos años de entrar en vigencia la instrucción Liturgiam authenticam, en 2007, la ya mencionada vertiente interna de Summorum pontificum había terminado por incidir en ese aspecto o actitud de frenado de la Reforma litúrgica, que aparece tan relevante como la vertiente externa de Summorum pontificum (o sea, la intención de hacer retornar a la Iglesia a los lefebvrianos, mediante recortes a las exigencias de la comunión eclesial). Pero si el proyecto hacia los lefebvrianos de hecho había fracasado por la progresiva falta de humildad y de voluntad de diálogo por parte de los cismáticos, la vertiente interna de Summorum pontificum implosionó precisamente a causa del método que se había seguido.
----------El método establecido por Summorum pontificum dependía, evidentemente, de la teoría de la "doble forma" del único rito romano. El método que se deriva de esa teoría pretende trabajar, precisamente, sobre "dos mesas". De modo que se pensaba que una mesa podía influir en la otra. Pero aquí hay un obstáculo insuperable. Si se construye una hipótesis de convivencia de "dos formas diferentes del mismo rito romano" no se determina en absoluto un intercambio entre las formas, sino que las endurece y vuelve aún más rígidas, casi condenando a cada forma a permanecer bloqueada en su identidad específica.
----------Así las cosas, ocurría que el rito en lo que se llamaba su "forma extraordinaria" no quiere convertirse en "ordinario" y, a la inversa, el rito en lo que se llamaba su "forma ordinaria" rechaza toda contaminación con la "forma extraordinaria". Y es aquí que nos aprieta el zapato. Así como ha sucedido con los lefebvrianos, así también ha sucedido con los mistificadores que planteaban la "reforma de la reforma".
----------Al igual que había sucedido con los lefebvrianos, en que bajar el listón solo había servido para elevar sus demandas y llegar a un punto muerto, hacer fracasar las tratativas, y terminar ellos ahora aún más cismáticos que antes, así también, el haber creaado el modelo teórico de las dos "formas paralelas", y las "dos mesas" de experiencia y de comparación litúrgica, no ha hecho más que endurecer a ambas partes, con lo cual casi se han eliminado las posibilidades de una verdadera evolución de la "forma ordinaria", evolución necesaria, porque la Reforma conciliar no ha terminado, y el Novus Ordo Missae debe seguir creciendo hacia un correcto ars celebrandi, como bien indica el papa Francisco en Desiderio desideravi.
Un singular criterio para la elección de candidatos al episcopado
----------Sin embargo, habría que añadir un segundo efecto ad intra de Summorum pontificum, que no debe ser subestimado. El hecho fue que Summorum pontificum no sólo incidió sobre las competencias y jurisdicciones episcopales, reduciendo su control a la que se llamaba "forma ordinaria" (es decir, la praxis del Novus Ordo Missae) y privando de hecho a los Obispos del control sobre la que se llamaba "forma extraordinaria" (es decir, las Misa que en sus respectivas diócesis se celebraban con el Misal de 1962), controlada directamente por la Comisión Ecclesia Dei (ya desaparecida) y luego por el Dicasterio del Culto, si no que ha tenido un segundo efecto interno, indirecto pero en cierto modo aún más pesado y gravitante.
----------Quizás el modo como ahora me dispongo a formular este segundo efecto ad intra de Summorum pontificum puede sonar escandalizador para algunos oídos sensibles, pero tal cosa no quita que haya sido un efecto real y comprobable. El caso fue que el "aprecio hacia Summorum pontificum" por parte de un determinado presbítero, fue utilizado como criterio de selección de candidatos al episcopado.
----------Hay que dar por seguro que, entre los años 2007 y 2012, el hecho de "no haberse pronunciado contra Summorum pontificum", ha sido asumido como criterio de valoración del presbítero episcopable. Y esto ha incidido, indirectamente, sobre el modo con el cual el futuro obispo estaría dispuesto, por propia intención, a tomar bajo su propia responsabilidad el "cuidar" la liturgia diocesana. También en este plano la incidencia de Summorum pontificum se ha movido en la dirección de una degradación preventiva en el nombramiento de Obispos. Lo que precisamente no parece ser la forma ideal de pacificación eclesial.
No dos formas en contraste, sino una forma común diferenciada
----------Ahora bien, si consideramos a la vez el efecto ad extra y el doble efecto ad intra, lamentablemente no tenemos más remedio que constatar un resultado de tal manera problemático de Summorum pontificum, que nos plantea inevitablemente la pregunta: ¿cómo pudo haber ocurrido todo esto?
----------En efecto, la hipótesis teológico-jurídica de la teoría de las formas paralelas (concebida como en tubo de ensayo o probeta) ha sufrido la venganza que cabia esperar por parte de la misma realidad. Si se quiere imponer un "modelo doble" de formas rituales de un mismo rito, en vista de una reconciliación eclesial, es necesario prestar atención de no provocar una más fuerte laceración, la cual se basa precisamente en las diferentes dinámicas celebrativas, que se convierten en emblema y estandarte de identidades no compatibles. Desde el principio no se ha considerado lo suficiente que una "forma extraordinaria" habría de atraer la atención y el pensamiento de todos aquellos que, por uno u otro motivo, todavía se habían mantenido, tras cinco décadas, reacios a aceptar las doctrinas y las directivas pastorales del Concilio Vaticano II.
----------Pero, providencialmente, ya a principios del año 2020, había madurado la convicción, también en la Sede Apostólica, de que se debía superar de manera urgente ese régimen de excepción. Se había tomado conciencia de que se necesitaba ya poner fin al estado de excepción litúrgica. Pero era entonces legítimo preguntarse: ¿de qué manera concreta se podía hacer eso?
----------Por esa época, algunos todavía creían, embargados de pesimismo, que los nuevos hechos ya no podían remediarse. En cambio, teólogos, canonistas, liturgistas o simples estudiosos de la liturgia, y también y sobre todo aquellos preocupados seriamente por la vida pastoral y espiritual de la Iglesia, creían que el remedio residía precisamente en superar la lógica de las "dos mesas" y plantear todas las cuestiones en una sola mesa, vale decir, la del rito reformado: el Novus Ordo Missae.
----------El encontrarse con el rito romano reformado es una tarea todavía abierta al crecimiento, a la maduración, a la perfección, y es una labor necesaria. Se trata de una cantera abierta a la recuperación de los lenguajes elementales, abierta a la fuerza significativa de lo no verbal, abierta a las dinámicas de participación corporal y a la correlación con la realidad viva del mundo y de la historia. Y lo será mucho mejor si ya no nos engañamos con las hipótesis de influir o condicionar la vida litúrgica del Pueblo de Dios con debates, confrontaciones y discusiones sobre la única forma del rito romano, y jugando a "saltar" de una mesa a otra, dividiendo al Pueblo de Dios con la ficticia convivencia de "dos mesas" cada vez más extrañas entre sí, como de hecho demostró ser el fruto de toda esa mistificación de dieciseis años de vigencia de Summorum pontificum.
----------De modo que ya a principios de 2020 había madurado la convicción de que era necesario afirmar otro "magnum principium": no sólo el del Concilio Vaticano II, el de la "activa participatio" que valoriza las lenguas maternas de quienes celebran, sino también el de la única forma ritual común y vinculante para toda la Iglesia de rito romano ("communis rituum forma"). Este otro magnum principim ha sido puesto en claro y confirmado en julio de 2021 con el motu proprio Traditionis custodes, del papa Francisco.
----------Por lo tanto, la verdadera diferenciación ritual no puede ser la que desde 2007 se había teorizado y había demostrado ser impracticable, la de "forma ordinaria" y "forma extraordinaria", que como tal paralizaba cualquier posible desarrollo litúrgico. La verdadera enriquecedora diferenciación ritual, es la de una única forma del rito romano que se declina y se diferencia en todas las lenguas maternas de los hombres y de las mujeres de todas las naciones: lenguas compuestas por lenguajes verbales y no verbales, que hacen bella a la Iglesia con las mil variaciones del único misterio pascual.
----------Por consiguiente, en el centro y corazón de la vida litúrgica de la Iglesia romana, no hay una teoría vacía acerca del paralelismo entre formas abstractas, sino la experiencia concreta de una única forma común, una única lex orandi de la Iglesia de rito romano, el Novus Ordo Missae, que se dice, se canta, se mueve y se reconoce así: diferente en la unidad e idéntico en la diversidad.
Una palabra clara del cardenal Kurt Koch
----------También el cardenal Kurt Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos desde 2010, como atestiguaba en mayo de 2020 la agencia de prensa de los Obispos alemanes, finalmente había reconocido la cuestión sistemática que muchos teólogos habían suscripto en una carta abierta del 27 de marzo de 2020, en la que pedían "la superación del estado de excepción litúrgica". La clara declaración del cardenal Koch se mostraba tanto más importante si se compara con las diferentes opiniones que el mismo cardenal, había hecho nueve años antes, en 2011, cuando había expresado en un Congreso romano que el motu proprio Summorum pontificum podía "convertirse en un puente ecuménico verdaderamente sólido sólo si fuera percibido y recibido ante todo como una esperanza para toda la Iglesia".
----------Pero ¿qué esperanza de unidad ("ecumenismo intracatólico") podía llegar a la Iglesia a partir de una teoría de la "doble forma paralela" del mismo rito romano? Esta pregunta, que reposa sobre una cuestión verdaderamente vital para la Iglesia, recibía nueve años después una consideración algo diferente. Lo que antes parecía una adquisición completamente positiva, ahora aparecía, también a ojos del cardenal Koch, como una amenaza. Porque la centralidad de la experiencia eucarística no puede soportar que en su interior exista un conflicto entre diferentes formas. Por eso ya era necesario salir de esa situación antinatural y volver lo antes posible a una forma única del rito romano. El estado de excepción, que el motu proprio Summorum pontificum había introducido en 2007, ya no tenía razón de ser. "En lugar de dos formas diferentes, es necesario retornar a una forma única, a modo de síntesis", decía el cardenal Koch.
----------En ese mes de mayo de 2020, parecía realmente importante que una nueva señal de malestar frente a Summorum pontificum proviniera claramente de los mismos palacios vaticanos. No sólo estaba en esos meses en curso una Consulta entre todos los Obispos del mundo sobre el impacto eclesial, litúrgico y espiritual de Summorum pontificum, indagación directamente decidida por el Papa, sino que incluso un prefecto de dicasterio decía explícitamente que este forzamiento, que había llevado a una coexistencia conflictiva entre dos formas diferentes del mismo rito romano, debía ser reconocido abiertamente como una no-solución.
----------Ahora bien, preguntémonos entonces: ¿dónde está el punto cardinal de la debilidad de esta no-solución? Resumamos los puntos esenciales:
----------1. El papa san Juan XXIII, en 1960, como bien sabemos, evaluando lo que se debía hacer en materia de liturgia, había dudado: ¿se debía continuar con las reformas que Pío XII ya había preparado, o bien se debía esperar a que se celebrara el inminente Concilio que ya había sido convocado? Decidió proceder a una pequeña y parcial revisión del Misal tridentino, de forma provisoria, porque sería el propio Concilio el que habría de establecer los "altiora principia" sobre cuya base se realizaría la gran Reforma litúrgica. Y así nació el texto provisorio del Misal de 1962, VII edición típica del Misal tridentino.
----------2. El Concilio Vaticano II, y de manera explícita, en los números 47-58 de la constitución Sacrosanctum Concilium, establece las líneas fundamentales de la reforma del Ordo Missae, reforma que será realizada en ocho años y aprobada en 1969. Y por ello el Concilio pide modificar profundamente, para integrar ampliamente, para implementar y enriquecer estructuralmente el rito de 1962.
----------3. El papa san Paulo VI, a la entrada en vigor en 1970 del Novus Ordo Missae, reafirma lo que habían dicho su predecesor y el Concilio Vaticano II. El nuevo texto sustituye al precedente, a causa de los límites rituales, teológicos, pastorales y espirituales del texto precedente.
----------4. En 2007, con el motu proprio Summorum pontificum, el papa Benedicto XVI intenta favorecer una "reconciliación litúrgica" en la Iglesia y concede un uso más amplio del "Misal de 1962", construyendo sin embargo una hipótesis sistemáticamente muy cuestionable, y sustentada en el sofisma de la covigencia de una "forma ordinaria" y de una "forma extraordinaria" del mismo rito romano. Como dijo en el Avennire el cardenal Camillo Ruini al día siguiente de la publicación de Summorum pontificum: "esperemos que un gesto de reconciliación no se convierta en un principio de mayor división".
----------5. El resultado de toda esta operación fue que, ya en 2020, se ponía en evidencia que durante trece años la presencia de la "forma extraordinaria", con su equívoco carácter oficial, había dado fuerza a todas las formas de iglesia anti-conciliar. Ciertamente, esto no había sido la intención de Benedicto XVI, pero así resultaron ser los hechos. El rito anterior (que no es más antiguo que el nuevo) había reunido en torno suyo a los diferentes rostros de la reacción eclesial y civil, pasadistas de diversa índole, aristócratas venidos a menos, snobs rampantes e incluso algunos sujetos sospechosos de ser psicológicamente desequilibrados.
----------Mientras tanto, la Comisión Ecclesia Dei (que el papa Francisco había hecho desaparecer de la Curia romana en enero de 2019) había llevaba a cabo negociaciones de acuerdo con los lefebvrianos en las que nunca se había entendido bien de qué lado de la mesa estaban los verdaderos enemigos del Concilio Vaticano II. También el Santo Padre terminó con tales tratativas hipócritas, pues los lefebvrianos habían endurecido aún más su posición cismática, manifestando cada vez más su venenosa rebelión contra el Novus Ordo Missae, contra el Concilio Vaticano II, y contra el Magisterio pontificio.
----------6. Por último, a principios de 2020, la Congregación para la Doctrina de la Fe (a cuyo seno habían pasado las anteriores competencias de la Comisión Ecclesia Dei) había emanado un par de decretos de disciplina litúrgica ¡para reformar el Misal de 1962!, materia ajena a su rol (a espaldas del dicasterio del Culto), que hacía surgir la sospecha de que acaso, simplemente, el problema que se había vivido en la Comisión Ecclesia Dei se había trasladado tal cual al dicasterio de la Doctrina de la Fe. Inmediatamente, el Papa tomó cartas en el asunto, ordenando el Cuestionario enviado al Colegio Episcopal.
----------Como ya he dicho en notas anteriores, ante este panorama, se debe reconocer que la verdadera cuestión, no es de carácter litúrgico ni de carácter jurídico, sino de naturaleza teológico-sistemática. En el plano de la teología sistemática, toda esta operación es una mistificación que no puede disimularse. Decir que están vigentes contemporáneamente dos ritos, de los cuales el segundo ha nacido para corregir, enmendar y renovar el primero, es un sofisma o aporía que desde su inicial aplicación ha alterado las competencias litúrgicas en la Iglesia católica. Se trata de un sofisma teológico sistemático que no puede convencer y que, sobre todo, no funciona pastoralmente. Tanto es así que, desde 2007, no sólo los Obispos de las diócesis no podían supervisar toda la liturgia en su respectiva diócesis, sino que en 2020 ya estaba claro que ni siquiera la Congregación del Culto podía ejercer discernimiento en materia litúrgica, porque una supuesta "liturgia extraordinaria" era controlada y modificada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------Pues bien, de esta situación distorsionada y profundamente desviada que se había prolongado durante década y media, y que urgentemente debía ser modificada, se daba el caso que hablaba abiertamente en mayo de 2020, el cardenal Kurt Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Ello constituía una muy buena noticia que no iba a quedar sin efectos.
Las dos o tres ideas del cardenal Koch sobre la reconciliación litúrgica
----------Las mencionadas palabras del cardenal Kurt Koch en mayo de 2020, tan claras al identificar la imposible coexistencia de dos formas diferentes del mismo rito romano, podían ser unidas con otra idea, que el mismo Cardenal ya había expresado nueve años antes, desde 2011, esto es, la necesidad de una "reconciliación" entre las dos formas del rito romano. Es evidente, por tanto, que de su reflexión surgían dos ideas importantes, que no pueden entenderse como ideas diferentes, o, peor aún, como si se tratara de ideas en contradicción, sino más bien como la articulación de un razonamiento, del cual podría extraerse una tercera idea, destinada a aclarar la practicabilidad concreta de una solución al conflicto litúrgico que se venía experimentando a partir de finales de los años 1980s. Intentaré explicarme:
----------1. Como se ha dicho repetidamente, la invención del motu proprio Summorum pontificum estuvo orientada a una reconciliación litúrgica. Una reconciliación con el denominado "tradicionalismo", tanto externo como interno a la comunión católica. Pero el noble objetivo de una "Iglesia litúrgicamente reconciliada" se perseguía mediante un instrumento demasiado frágil y muy insidioso, es decir, mediante un "paralelismo ritual generalizado". Desde los vértices de la Iglesia se había impulsado el convencimiento de que la presencia paralela de una "forma extraordinaria" junto a la "forma ordinaria" habría de devolver la paz litúrgica a la Iglesia. Sin embargo, el resultado de la experiencia al cabo de trece años, a inicios de 2020, se demostraba ampliamente como un fracaso, a causa de que el medio de la "doble forma del único rito romano" no era sólo una construcción teórica y abstractista, sino también un remedio institucionalmente incontrolable, y ante todo eclesialmente lacerante y espiritualmente insidioso. No alimentaba la reconciliación, sino la división y la sedición, y en ambas partes de la ecuación: hacía que el vetus ordo fuera cada vez más oscurantista y que el novus ordo fuera cada vez más intelectualista.
----------2. Por tanto, y ésta es la segunda idea expresada por el cardenal Koch, era y sigue siendo necesario procurar una "reconciliación litúrgica", pero evidentemente por otro camino. El camino de la reconciliación (que el Cardenal había llamado en 2011 una especie de "ecumenismo intracatólico") no debe ser pensado a nivel de "formas paralelas", sino como evolución de la única forma celebrativa, que debe asumirse precisamente en la seriedad de su naturaleza de "forma ritual". Por tanto, resulta que la necesidad de una "reconciliación litúrgica", introducida poderosamente por el Concilio Vaticano II en la conciencia del cuerpo eclesial, debía abandonar la estrategia del estado de excepción litúrgica, que venía caracterizando a la Iglesia desde 2007, y debía retomar el camino de una única forma ritual, que asumiera en pleno todos los lenguajes de la celebración (como el propio papa Benedicto lo había dicho también).
----------3. Y he aquí, entonces, la tercera idea, que no es explícitamente del cardenal Koch, pero que casi constituye un corolario lógico de su argumentación. Se había demostrado que esa reconciliación litúrgica no podía provenir de una supuesta "reforma de la reforma" (nunca sustentada por Benedicto XVI), ni de un "nuevo movimiento litúrgico". Pero entonces, ¿qué representa, por consiguiente, la "reconciliación litúrgica", si no puede ser ni una "reforma de la reforma", ni un "nuevo movimiento litúrgico"? Pues bien, creo que sus características fundamentales podrían resumirse de la siguiente manera:
----------3.1. La correcta reconciliación litúrgica en la Iglesia implica un trabajo sobre una única mesa: el rito romano tiene una única forma, la resultante de la Reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II. No puede haber ninguna reconciliación litúrgica sin escuchar fielmente la voz del Vaticano II: no se puede hacer la paz "contra Concilium" ni "praeter Concilium".
----------3.2. La reunificación de la forma permite trabajar sobre ella en diferentes niveles. En efecto, se debe valorizar la reforma litúrgica no sólo en el nivel verbal, sino también en el nivel no verbal. Activar todos los lenguajes de la celebración es, de hecho, una nueva definición del ars celebrandi según lo ha dicho Benedicto XVI en Sacramentum Caritatis. Y es en este punto que el Novus Ordo puede ser reconciliado consigo mismo y con la tradición que ha recibido y ahora transmite.
----------3.3. El vetus ordo, en el plano de la lengua, no ha sido comprendido desde hace siglos: por eso ha sabido dar más valor al registro no verbal que al verbal. Esta condición debe convertirse en una luz para trabajar sobre el Novus Ordo Missae. Es el uso del Novus Ordo el que se convierte en el terreno de trabajo sobre el cual la Iglesia puede recibir de veras, integralmente y plenamente, toda entera la tradición del rito romano, en una única forma vinculante para todos, pero valorizada sobre distintos niveles de su expresión multimedial: palabra y canto, espacio y tiempo, silencio y movimiento, tacto y olfato, son órganos de experiencia y de expresión del rito romano, en una forma única, pero no unívoca ni monótona.
----------En conclusión, las dos ideas del cardenal Kurt Koch encuentran su cumplimiento en una tercera idea. Intentemos resumirlas a modo de conclusión:
----------1. La experiencia de la "doble forma paralela del mismo rito romano" había demostrado ser frágil desde el punto de vista teórico y peligrosa desde el punto de vista práctico: por lo tanto, debía ser superada saliendo del "estado de excepción" que ella había creado.
----------2. Sin embargo, sigue siendo necesaria una "reconciliación litúrgica", que retome el proyecto del Concilio Vaticano II y lo reciba de modo pleno, equilibrado y profético, para "hacer crecer cada día más la vida cristiana entre los fieles" (Sacrosanctum Concilium n.1).
----------3. La coexistencia "entre formas paralelas", que no había generado paz sino discordia, debía ser urgentemente sustituida por la correlación entre forma verbal y forma ritual, sobre cuya integración la sabiduría eclesial debe predisponer instrumentos teóricos nuevos y buenas prácticas comunes, a fin de que la única forma del rito romano, en sí misma indivisa y concorde, pueda brillar con noble simplicidad "per ritus et preces", mediante la participación activa de todo fiel bautizado.
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Mientras trabajamos sobre "las mesas", existen las personas reales, que encuentran mayor beneficio para su vida espiritual participando en el vetus ordo, antes que en el novus.
ResponderEliminar¿Qué papel juegan estas personas en su análisis?
Estimado José,
Eliminarme parece comprender las motivaciones de su comentario.
Habría mucho para reflexionar acerca de si en la disciplina litúrgica, cuyo supremo regulador es el Papa, deben tomar papel las emociones, sentimientos, o sensibilidades subjetivas de los individuales fieles. Lamentablemente, la parquedad de su comentario, me impone no ir más allá en mis suposiciones, y responderle tan solo de modo escueto.
Usted me pregunta: "¿Qué papel juegan estas personas en su análisis?".
Para responderle de modo tajante y breve: no juegan ningún papel.
Y para explicar esto en una sola frase: porque las emociones de los sujetos individuales no son normativas para el rumbo de la tradición litúrgica.
Comprendo los motivos de su comentario, pero no me haga hacer el anti-modernista frente a alguien que da toda la impresión de ser un apasionado de formas litúrgicas ya superadas.
En realidad, no sería la primera vez que noto que usted razona como el más duro y puro de los lefebvrianos, aunque sea de signo opuesto, mientras que Summorum Pontificum surgió también de necesidades pastorales, en línea con el CVII.
EliminarNecesidades pastorales que incluyen también a quienes descubrieron el vetus ordo con Benedicto XVI, sean pocos o muchos.
Estimado José,
Eliminara sesenta años (como se cumplirán en diciembre) de haber sido promulgada la constitución Sacrosanctum Concilium, debería ser ya hora de darnos cuenta de que no puede existir ninguna otra relación entre el Concilio Vaticano II y el vetus ordo, que no sea la relación entre una formulación precedente del rito romano y el Concilio que precisamente ha querido reemplazar esa formulación por la nueva, promulgada por el papa san Paulo VI en 1969.
Por lo tanto, no creo que existan márgenes para la mediación entre el Concilio Vaticano II y el Misal de 1962 (es a este Misal al que se refiere Summorum pontificum, y no al "verus ordo" en general).
En lo que acabo de decir, estoy simplemente en línea con el Concilio, que ha querido corregir, superar y reemplazar ese Misal, cuya última edición típica fue la VII, y que san Juan XXIII promulgó en 1962 como "provisoria", esperando a lo que decidiera el Concilio.
El Concilio Vaticano II ha querido reemplazar el vetus ordo, por el Novus Ordo Missae, es decir, por otro Ordo acorde a los principios doctrinales y pastorales que el propio Concilio ha señalado.
En cambio, están confundidos quienes piensan que puede existir mediación entre el Concilio Vaticano II y el Misal de 1962. Porque precisamente el Concilio es el lugar de la mediación. Mantener en pie el carro anterior es una forma de irresponsable compromiso con la tradición litúrgica.
Pero el vetus ordo es la liturgia de los Padres de Concilio, su relación con Dios ha pasado por lo que usted llama "el carro".
EliminarNo hay necesidad de mediar en lo que es estructuralmente fundante.
Desde mi punto de vista, la única pregunta es si Pablo VI haya cometido errores de gobierno al proponer un rito alternativo que pudiera adaptarse a algunas nuevas necesidades.
Creo que la respuesta de Ratzinger ya fue afirmativa en su momento, y él simplemente, como Papa, pudo poner remedio a esos errores.
Y pudo poner remedio ciertamente de un modo mejor que quienes vislumbran nuevos obstáculos para quienes quieren hacer experiencia de aquellos ritos de la Iglesia católica que tienen una vitalidad objetiva, demostrada por el interés de los fieles hacia ellos.
Estimado José,
Eliminarrespondo a los cuatro puntos por usted indicados:
1. El vetus ordo, o más correctamente el Misal de 1962, es la liturgia de la Misa que estaba en vigor cuando los Padres del Concilio Vaticano II iniciaron las labores conciliares, y como ellos la conocían mejor que nadie, con sus virtudes y sus defectos, se trata de la liturgia que ellos mismos han querido reformar, precisamente a causa de sus lagunas, carencias e inconveniencias doctrinales y pastorales.
2. El Misal de 1962 no es "estructuralmente fundante". Quien ha fundado la substancia de la Misa es Nuestro Señor Jesucristo, que ha establecido la lex orandi divina, sobre la cual la Iglesia, a través del tiempo y el espacio va estableciendo la lex orandi eclesial, es decir, los ritos, en sus formas históricas contingentes, accidentales, transitorias y modificables, como el Misal de 1962, reemplazado por el Misal de 1970, siempre en el respeto de la inmutable lex orandi de institución divina.
3. Ciertamente los Papas son infalibles cuando enseñan la Palabra de Cristo y la doctrina, cuando enseñan la Fe y la moral cristiana, pero son falibles y pueden pecar en sus directrices pastorales o de gobierno, incluyendo, cómo no, la institución de la disciplina litúrgica. Ha sido el Sumo Pontífice, a una y sobre el Concilio Ecuménico de más de 2000 Obispos de todo el orbe católico, el que decidió en 1963 reformar la liturgia, lo cual se verificó respecto a la misa, con el rito según el Misal de 1970, promulgado por san Paulo VI. No se trata de un "rito alternativo", como dice usted, sino del único rito romano, en una versión reformada, que sustituye, en todos los efectos, a la forma precedente, que gradualmente va quedando fuera de cualquier posible uso.
4. Es el Papa, con su prudencia de gobierno, el que determina lo que usted llama "vitalidad objetiva" de una forma histórica contingente del Rito romano, que el Papa juzga adecuada para cada tiempo. Vale decir, lo declara legalmente vigente. Lo que usted llama "el interés de los fieles hacia esos ritos precedentes", es decir, el interés de algunos o de un mínimo de fieles en todo el orbe católico, es simplemente interés "subjetivo". El propio Benedicto XVI era muy consciente que este interés subjetivo del fiel individual no puede sobreponerse a la eclesialidad una y a la competencia litúrgica de cada Obispo en su Iglesia local.
Le invito a reflexionar sobre los argumentos que, de un modo muy breve, le he expuesto. Y lo invito, en definitiva, a darse cuenta que no se debe jugar con las palabras como suelen hacerlo los niños con los cubos de letras, para argumentar sofísticamente.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminaraprecio en gran medida y comparto la perspectiva que usted asume y propone en esta serie de artículos.
Es deseable una "reconciliación" entre las dos formas, vetus y novus, del rito romano, con vistas a redescubrir la unidad celebrativa del propio rito romano.
Sin embargo, todavía no entiendo por qué la expresión "reforma de la reforma" se considera inadecuada para este proceso.
Si reformar la reforma litúrgica significara anularla, estoy de acuerdo en que esto no funcionaría. Pero si reformar significara continuar el trabajo sin hacer de los resultados actuales el punto de llegada indiscutible, me parece que "reformar el resultado de la reforma litúrgica" podría ser una expresión muy aceptable, y algo deseable. Y entiendo la tarea en el sentido de revisar ciertos postulados pre-reflexivos con los que ha operado la reforma (arqueologismo, mitificación de la era patrística, racionalismo tomista…) y redescubriendo también las posibles aportaciones del rito pre-reformado, que habrían podido sustentar (manteniendo y no cortando), instancias significativas sacadas a la luz por el Concilio Vaticano II.
En algún artículo de liturgia he leído la explicación de esta "reforma de la reforma", de un modo que me llamó mucho la atención: la forma pre-conciliar del rito romano había elaborado un trabajo muy fino de cincelado en torno al papel del presidente (o sea, el sacerdote, en aquella época considerado el único celebrante), y la reforma litúrgica conciliar habría querido extender este trabajo de tallado artístico a toda la asamblea celebrante.
A veces el resultado que se observa en la realidad de la práctica celebrativa en nuestras parroquias parece ser, sin embargo, la operación contraria: no la extensión del cincel artístico a toda la asamblea celebrante, sino su supresión.
En mi opinión, el trabajo de "reconciliación" debería intentar encontrar de nuevo este cincel.
Le agradezco su constante estímulo a la reflexión y al debate eclesial.
Estimado Gustavo,
Eliminaren gran medida comparto los términos de su comentario. Aunque debo plantear algunos matices.
1) La "reconciliación" que usted desea entre "las dos formas, vetus y novus, del rito romano, con vistas a redescubrir la unidad celebrativa del propio rito romano", como usted dice, no puede estar basada sino en el darse cuenta de que el Novus Ordo Missae de 1969 ha surgido en la Iglesia, para reemplazar el vetus ordo. No existe otra relación entre ambos sino la que implica la sucesión histórica, uno es anterior al otro, el primero ha sido abrogado para dar vigencia al nuevo (lo cual no quita que una cantidad de elementos del vetus, incluso contingentes o accidentales al rito, pervivan en el Novus).
2) Su interpretación benévola de la expresión "reforma de la reforma" puede ser aceptable con mucho cuidado y explicitando debidamente el sentido en el que se la entiende. Pero hay que saber que quienes, a partir de 2007 y hasta el 2021, utilizaron dicha expresión, lo hicieron con el velado o explícito propósito de obstaculizar el desarrollo de la Reforma litúrgica, en oposición a los dictados del Concilio Vaticano II, con el ánimo de anular todos sus términos, retornando a la forma del rito romano que precisamente el Concilio ha querido reemplazar a causa de sus lagunas, limitaciones e inconvenientes. De ahí que el papa Benedicto XVI, si bien alguna vez, hubo de usar la expresión "reforma de la reforma" en discursos o escritos privados precedentes, jamás volvió a usarla durante su pontificado, gozando del carisma petrino.
Sería útil que se abriera un amplio y tranquilo debate sobre todo esto a lo que usted se refiere, que tendría como condición no censurar las palabras, sino superar los bloqueos formales, ligados a una "concurrencia entre formas" (covigencia de ambas formas) la cual es nociva, deletérea para la espiritualidad cristiana y sobre todo para la unidad de la Iglesia. Espero que en la Iglesia se pueda discutir exactamente lo que usted propone.