Toda la cuestión del destino del hombre o del sentido de la vida humana se reduce a la relación del hombre con Dios, por lo cual todo el problema de la vida se resuelve en esta alternativa: o bien obedecer a Dios o desobedecerlo haciéndose esclavos del demonio. O hijos de Dios o hijos del diablo. O con Cristo o contra Cristo. Nadie puede evitar elegir o desdeñar a Cristo, o elegir o desdeñar a Satanás. [En la imagen, fragmento de "La torre de Babel", óleo sobre tabla de Pieter Bruegel el Viejo, de 1563, Museo de Historia del Arte, Viena, Austria].
Las dos Ciudades
----------Conforme a lo que he venido diciendo hasta aquí, los grandes personajes de la historia, por tanto, interpelan a la humanidad con estas palabras: oh hombres, preguntaos: ¿a quién pertenezco, de quién soy? ¿Soy de Dios o soy del diablo? Los hijos de Dios, mediante el prudente discernimiento, aceptan cuanto de bueno ellos dicen de parte de Dios para volverse a Dios. Los hijos del diablo, en cambio, herederos de la rebelión de sus primeros progenitores, se dejan engañar por sus errores y sus insidias, para volverse al padre de la mentira. Así nacen dos ejércitos contrapuestos, que perduran a lo largo de los siglos y los milenios.
----------Están representados por la imagen evangélica del trigo y el lolio (Mt 13,25ss). Al respecto, san Agustín observa que el Señor, hablando de su separación definitiva en el juicio universal, no prohíbe comenzar ahora, en la medida en que ello sea posible. Lo esencial es no pretender sustituirse al juicio final, que es de pura competencia del Señor. De lo contrario, no tendría sentido el poder judicial de la Iglesia, que Cristo le ha conferido consignando a Pedro las llaves del reino y encargándolo atar y desatar.
----------De aquí, según la enseñanza de san Agustín, nacen "dos Ciudades". La Ciudad celestial o Ciudad de Dios y la Ciudad terrena, que es el mundo del cual Satanás es el príncipe. Con esta contraposición Agustín ciertamente no pretende despreciar la tierra y el mundo, en cuanto creados por Dios, ni tampoco los reinos temporales de aquí abajo, incluso si fueran paganos, a los cuales Cristo mismo ha querido obedecer cuando nos ha mandado dar a César lo que es de César, aunque Agustín es ciertamente muy consciente de las miserias de estos reinos y de la oposición que a menudo hacen al reino de Dios.
----------San Agustín de Hipona usa, al referirse a esta temática, el término "terreno", aunque claro que no en sentido cosmológico, sino en sentido moral, vale decir, como sinónimo de "carnal": la tierra en cuanto objeto de apetitos pecaminosos o fuente de tentación para el pecador (Col 3,2; Stg 3,5; 1 Cor 15,47).
----------"Dos diferentes amores -dice en efecto el Hiponense en un pasaje famoso (La Ciudad de Dios, libro XIV, cap.XXVIII)- generan las dos ciudades: el amor de sí, llevado hasta el desprecio de Dios, generó la ciudad terrena; el amor de Dios, llevado hasta el desprecio de sí, generó la ciudad celestial. Aquella se gloría en sí misma, ésta en Dios. Aquella busca la gloria de los hombres, ésta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de la conciencia. Aquella eleva su cabeza en el orgullo de su gloria, ésta dice a su Dios: 'Tú eres mi gloria, tú elevas mi cabeza' (Sal 3,8). Aquella en sus principios y en sus victorias se deja dominar por el ansia de dominio; ésta se presenta recíprocamente unida en la caridad: los líderes en el mandar y los súbditos en el obedecer. Aquella ama su poder en sus grandes, ésta dice a su Dios: 'Te amaré, Señor, mi fortaleza' (Sal 17,2).
----------Los sabios de aquella, viviendo según el hombre, han buscado los bienes de su cuerpo o de su alma o de entrambos, y los que han llegado a conocer a Dios no le glorifican como a Dios ni le dan gracias, sino que deliran en sus pensamientos y su necio corazón está envuelto en las tinieblas. Alardeando de ser sabios, es decir, dejándose dominar por la soberbia y exaltándose en su sabiduría, se hicieron necios y cambiaron la gloria del incorruptible Dios en imágenes de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos y de serpientes, porque arrastraban o seguían a los pueblos a los altares de la idolatría, cambiaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron a la creatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos (Rom 1, 21-25).
----------En la Ciudad de Dios, en cambio, la única sabiduría del hombre es la piedad con la cual adora rectamente al verdadero Dios, esperándolo a Él mismo como premio de la sociedad de los santos, donde los hombres están unidos a los ángeles para que Dios sea todo en todos (1 Cor 15,28)".
----------"La familia de aquellos hombres que no viven de la fe buscan, en tal modo, la paz terrena en los bienes y en las comodidades de esta vida temporal. Por el contrario, la familia de aquellos hombres que viven de la fe esperan aquellos bienes eternos que son prometidos para el futuro, y usan esos bienes terrenos y temporales en cuanto peregrinos; es decir, los usan, no en modo de dejarse absorber por ellos y alejarse del Dios a quien tienden, sino para beneficiarse de ellos para tolerar más fácilmente y para no aumentar los pesos del cuerpo corruptible que agobia al alma (Sab 9,15). Por eso el uso de las cosas necesarias para esta vida mortal es común a los fieles y a los infieles, pero el fin es diferente.
----------La Ciudad terrena, que no vive de la fe, desea una paz terrena y hace consistir el acuerdo de la obediencia y del mando entre los ciudadanos en un cierto acuerdo de la voluntad humana en torno a los intereses de esta vida mortal. Pero también la Ciudad celestial, o más bien la parte de ella que es peregrina en esta vida mortal y que vive de la fe, debe necesariamente servirse de esta paz, hasta que termine esta mortalidad, para lo cual es necesaria tal paz. Por tanto, mientras pasa como una prisionera en el curso de su peregrinaje terreno, en el cual sin embargo ya ha recibido la promesa de la redención y el don espiritual como prenda, no duda en obedecer las leyes de la Ciudad terrena con las cuales ella es gobernada y que son aptas para mantener su vida mortal. Y dado que la mortalidad es común a las dos Ciudades, la Ciudad celestial quiere conservar la concordia con la Ciudad terrena en las cosas que le pertenecen.
----------La Ciudad celestial, por consiguiente, durante todo el curso de su peregrinaje terreno, convoca a sus ciudadanos en todas las naciones y pueblos, reúne miembros de todas las lenguas; no presta atención a las diferencias de usos y costumbres, a las leyes, a las instituciones, con las cuales se adquiere o se mantiene la paz terrena; no perturba y no destruye ninguna de estas cosas, sino que las sigue y las conserva. Todas estas cosas, en efecto, aunque sean diferentes en las diversas naciones, si no impiden a la religión enseñar el culto del único, supremo y verdadero Dios, tienden a un mismo y único fin: la paz terrena.
----------También la Ciudad celestial, por tanto, en éste su peregrinaje, se sirve de la paz terrena y de cuanto es útil a la naturaleza mortal de los hombres. Ella defiende y fomenta la unión de las voluntades humanas hasta donde es salvada la piedad y lo permite la religión, refiriendo la paz terrena a la paz celestial, paz tan verdadera que debe ser considerada como la única paz de la creatura razonable, es decir, una sociedad bien ordenada y concorde en el gozar de Dios y en el gozar reciprocamente en Dios. Y cuando se llega a esto, no hay una vida mortal, sino una vida puramente y seguramente vital; ya no un cuerpo animal, el cual, mientras se corrompe, agrava al alma (cf. Sab 9,15), sino un cuerpo espiritual, sujeto a la voluntad en todas sus partes y sin ninguna indigencia. He aquí la paz de la Ciudad celestial, mientras va peregrinando en la fe, ordenando a la adquisición de esta paz todas las buenas obras que cumple por amor de Dios y por amor al prójimo, dado que también la vida de la Ciudad celestial es vida social" (op.cit., libro XIX, cap. XVII).
----------Toda la cuestión del destino del hombre o del sentido de la vida humana se reduce a la relación del hombre con Dios, por lo cual todo el problema de la vida se resuelve en esta alternativa: o bien obedecer a Dios o desobedecerlo haciéndose esclavos del demonio. O hijos de Dios o hijos del diablo. O con Cristo o contra Cristo. Nadie puede evitar elegir o desdeñar a Cristo, o elegir o desdeñar a Satanás.
----------Y si el hombre elige su propio yo contra Dios, no tiene más que dos salidas: o el hombre carnal, esclavo de las pasiones, que reduce el espíritu a materia, o hace al espíritu siervo de la materia, el hombre de los vicios carnales y del mundo; o bien el hombre diabólico, el hombre que quiere hacerse dios o ponerse en el puesto de Dios, el hombre de la soberbia y de la impiedad, el hombre del espíritu contra la materia, siervo del demonio e inspirado por el demonio, el hombre del cisma, de la herejía y de la mentira, del odio y del homicidio.
La Iglesia es la comunidad de los hijos de Dios, movidos por el Espíritu Santo,
pero tiene sus bases humanas en la cultura grecorromana
----------El mensaje de Cristo es un mensaje revelado por Dios, de una sabiduría divina superior a la razón y por tanto a la obra de la razón, que es la cultura. Sin embargo, no es posible comprender este mensaje, que está hecho para el hombre, sin que el hombre utilice, para tal fin, la obra cultural de la razón. Por ello, la Iglesia católica Romana desde los inicios se ha preocupado por asumir la cultura romana para la interpretación y la explicación de la Palabra de Dios. Subsecuentemente, a partir del siglo IV, la Iglesia comenzó a utilizar, por medio de los Padres, también la filosofía griega de Platón y de Aristóteles.
----------Al principio los Padres prefirieron a Platón, porque parecía más espiritual y más religioso que Aristóteles. Pero a partir del siglo XIII, gracias al señalamiento de san Alberto Magno y santo Tomás de Aquino, la Iglesia se da cuenta de que era mejor Aristóteles por su realismo, por su antropología unitaria, a diferencia de la antropología dualista de Platón y porque Aristóteles, poniendo a Dios al término de un proceso cognoscitivo a posteriori y no como dato inicial de la conciencia, alejaba mejor que Platón el peligro del panteísmo.
----------De tal modo, al nacer el dogma católico, también nacieron conjuntamente la teología y la cultura católicas. Hoy se habla demasiado de culturas y demasiado poco de cultura. Ahora bien, la cultura no es opinión sino ciencia. No está prohibido hablar de una pluralidad de culturas. Ellas efectivamente existen. Pero a los fines de la unidad de la fe, por su multiplicidad no ofrecen ningún interés y no inciden en absoluto en el contenido objetivo y universal de la verdad de fe católica, porque la base racional de la doctrina católica en su universalidad debe ser necesariamente una cultura universal, es decir, católica, tal que sea buena para todos los hombres en todo tiempo y lugar, cualquiera que sea su particular cultura. De modo similar, un tratado de fisiología o anatomía humana, vale para cualquier individuo de la especie humana, no importa que sea medieval o contemporáneo, americano, europeo, australiano o chino.
----------Algunos, sin embargo, en este preciso punto podrían llegar a preguntarse: ¿pero entonces qué sentido tiene la inculturación, de la cual hablan insistentemente los últimos Papas luego del Concilio Vaticano II, sobre todo a partir de san Juan Pablo II? La inculturación es una utilización de las culturas a los fines de la evangelización, utilización que no excluye en absoluto el mantenimiento y la difusión de la cultura greco-romana en el mundo, en cuanto constituye soporte racional de la doctrina de la Iglesia.
----------Desde hace 2000 años, como sabemos, existe por tanto la Iglesia, fundada por Jesús, y que ha perdurado en la sucesión apostólica bajo la guía del Papa, Sucesor de Piero, maestro infalible de verdad, asistida por el Espíritu Santo, luz del mundo, capaz de refutar todos los errores.
----------Pero eso no obstante, aquellos errores persisten. No sólo eso, sino las grandes conquistas de Grecia, es decir, la sabiduría de Aristóteles y Platón, así como el concepto de religión y del derecho que nos ha dejado la civilización romana, nociones que habían sido integradas por los Padres y por los Doctores en el patrimonio de la doctrina católica, a partir de Lutero han comenzado a ser rechazadas en nombre de una falsa interpretación de la Iglesia, contraria al dogma católico.
----------Por eso hoy más que nunca muchos católicos pierden la fe, son falsos católicos o abandonan la Iglesia por otras religiones o por las ideas del mundo o dañan la fe desde dentro con sus herejías. Es necesaria una vigorosa y convencida recuperación de la base racional de la fe que nos es proporcionada por la cultura greco-romana, así como ésta, por obra de los Padres y de los Doctores, pasó a formar parte del tejido vivo y perenne de la Iglesia, para dar sustancia racional a los dogmas de la fe y de la doctrina católica, siendo necesario al mismo tiempo que, en escucha de "lo que el Espíritu dice a las Iglesias", la Iglesia sea luz del mundo y sal de la tierra, en modo tal que, "levantada de la tierra, pueda atraer a todos hacia sí" (cf. Jn 12,32).
----------Veamos entonces brevemente cuáles son estas sólidas e indestructibles bases filosóficas y jurídicas de la doctrina de la Iglesia. Es la roca sobre la cual está construido el aspecto humano, natural racional de la Iglesia y del cristianismo. Esta roca es confirmada y reforzada por la Palabra de Dios, objeto de la fe. El plano natural y el sobrenatural de la doctrina de la vida cristiana constituyen un solidísimo edificio, contra el cual se enfurecen las fuerzas del mal. Es necesario que el cristiano permanezca dentro de este edificio, que es la Iglesia, la casa del Señor, y no salga, porque de lo contrario caería bajo los golpes o en las insidias del demonio.
----------Por tanto, cuando el papa Francisco habla insistentemente de "Iglesia en salida" no pretende en absoluto que el cristiano para ir hacia el mundo deba salir de la Iglesia, sino que es la Iglesia la que, salida de Dios y venida, como Cristo, al mundo, va hacia el mundo para salvarlo y para hacerlo entrar en la Iglesia, venciendo de ese modo la oposición del demonio. El cristiano es, desde dentro de la Iglesia, bien defendido contra el demonio, que debe combatir al demonio, y debe llamar a la Iglesia a ese mundo hacia el cual está enviado desde dentro de la Iglesia; es desde la Iglesia que sale al mundo.
Aristóteles
----------La teología (natural) de Aristóteles, como es sabido, marca el vértice de la teología griega, poniendo al ente primero y supremo en la sumidad o ápice de los entes. La mente humana descubre su existencia aplicando por analogía el principio de causalidad a partir de la experiencia de las cosas y lo descubre ordenador de los entes compuestos de materia y forma, así como Señor de la conducta humana, es decir, del animal racional dotado de libre albedrío, capaz de elegir entre el bien y el mal.
----------De ahí la sabiduría de la ética aristotélica, cuya prospectiva es la de un razonable dominio de la voluntad sobre las pasiones del cuerpo, dominio que tiene como fin la unidad del compuesto humano, siendo tanto el cuerpo como el alma componentes esenciales de la persona humana.
----------Para Aristóteles, el hombre regula su conducta ética personal, social y política sobre la base y sobre el presupuesto de su animalidad como componente esencial de su naturaleza, por lo cual la voluntad para Aristóteles se esfuerza por poner de acuerdo en los ámbitos antes mencionados, el espíritu con el cuerpo.
----------Surge así una ética que tiene en cuenta armoniosamente a todo el hombre, alma y cuerpo, en el plano personal, social y religioso, a diferencia de la ética platónica, para la cual el cuerpo es simple dato de hecho material, con el cual el espíritu se encuentra, un obstáculo para su libertad y del cual desea liberarse para ascender o volver interiormente al hiperuranio para contemplar la Idea del Bien.
----------Maritain (en La filosofía moral. Exámen histórico y crítico de los grandes sistemas) hace notar cómo para Aristóteles "el hombre está llamado a algo mejor que una vida puramente humana. Así, en la Ética Eudemia leemos: 'como en el universo, también en el alma el principio del movimiento es Dios. Ahora bien, el punto de partida de la razón no es la razón, sino algo más poderoso. ¿Y qué es más poderoso incluso que la ciencia y el intelecto, sino Dios? No la virtud, porque la virtud es un instrumento del intelecto'...".
----------Podemos añadir el siguiente pasaje conclusivo de la misma Gran etica o Etica eudemia, Libro VIII, cap.3, 1249b 15-17: "Dios no es un gobernante al cual se pueda mandar, sino que es el fin en vista del cual la sabiduría manda (y la palabra "fin" es ambivalente, y ha sido determinada en otro lugar), porque Dios no tiene necesidad de nada. Por tanto, esa elección y posesión de bienes naturales que más conferirá la contemplación de Dios (ya sean bienes corpóreos o de riquezas o de amigos o de otras cosas), será la mejor; y este es por tanto el mejor criterio de referencia; en cambio, todo lo que, o por defecto o por exceso, impida servir o contemplar a Dios, será malo. El hombre tiene esta facultad en su alma y este es el mejor criterio regulador del alma, es decir, el de sentir lo menos posible la parte irracional del alma en cuanto tal".
----------En este pasaje de la Gran Ética, parece comprenderse el motivo por el cual Aristóteles rechaza el concepto de sacrificio cultual y con ello el estatuto de virtud a la religión, porque, consciente Aristóteles de que Dios no tiene necesidad de nada, para el Estagirita no tiene sentido hacer "ofrendas" a Dios, como si debiera ser resarcido o darle beneficio. Excepto, sin embargo, para admitir que es posible cumplir una "acción mala que impide servir o contemplar a Dios". ¿Y cuál puede ser esta acción que es ordenada a servir a Dios y a la contemplación, sino la religión? Sin embargo, de una mente excelsa como la de Aristóteles hubiéramos esperado algo más que estas cuatro palabras, por lo demás sólo alusivas.
----------Aristóteles, por tanto, parece no captar con claridad que, como luego explicará santo Tomás (Sum.Theol., II-II, q.81, a.4.), existe efectivamente una justicia hacia Dios, que es el fundamento de la religión, y que debe entenderse en un modo diferente a la justicia que ejercitamos hacia el prójimo, el cual sí que puede recibir algo de nosotros. La ofensa a Dios no le quita algo a Dios, sino que le quita su gracia al que lo ofende. Por tanto al final quien pierde no es el ofendido, sino el ofensor. Esto no impide que la Biblia y la Iglesia expresen el pecado contra Dios sobre el modelo del pecado contra el prójimo, hechas las debidas diferencias.
----------Así se puede hablar de justicia hacia Dios, en cuanto que somos nosotros quienes, al ofrecer el sacrificio, hacemos una cosa justa y nos volvemos justos nosotros mismos. Cristo ofreciendo el sacrificio de Sí al Padre, repara nuestro pecado y obtiene que el Padre nos haga justos por su misericordia.
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