Si la vida religiosa todavía hoy, a sesenta años del Concilio Vaticano II, presenta graves carencias y defectos, por no decir escándalos, esto es debido a la falsa interpretación y por lo tanto a la falta de aplicación de los decretos conciliares. [En la imagen: fragmento de "Bernardo de Claraval enseñando en la sala capitular", Heures d'Étienne Chevalier, de 1478m iluminadas por Jean Fouquet, museo Condé, Chantilly].
¿Qué es lo que no ha funcionado?
----------Pero, ¿qué ha sucedido en estos últimos sesenta años? No obstante ese poderoso impulso a la vida religiosa dado por el Concilio Vaticano II, por el cual se debía esperar un grandioso relanzamiento de la vida religiosa, un aumento de las vocaciones, la fundación de nuevos institutos, el reflorecimiento de los antiguos, un gran florecimiento de la santidad, un multiplicarse de las obras, debemos francamente decir que todo esto ha sucedido sólo en una mínima parte, mientras que ha sido impresionante desde el inmediato post-concilio, con los años de la famosa "contestación", un fenómeno de falsificación, de desordenada agitación, de debilitamiento, de retroceso y de decadencia, vanamente presentados por los modernistas emergentes como si se tratara de un avance, de una reforma, de una renovación y de un progreso.
----------Por lo tanto, han sucedido muchísimos hechos negativos. Algunos preocupan, otros escandalizan, otros provocan indignación, otros desconciertan, otros entristecen, otros suscitan piedad. Tras una atenta reflexión, y a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, no es demasiado difícil comprender lo que en realidad ha sucedido, evaluar los grados de gravedad de los hechos y de los comportamientos, discernir sus causas y proponer los remedios. Eso es lo que precisamente pretendo hacer en este artículo.
----------Recordemos antes que nada los hechos, que ya todos conocen desde hace mucho tiempo. Por una parte, acusaciones al Concilio Vaticano II de modernismo, rechazo de sus nuevas doctrinas, resistencia a la renovación, obstinado apego a viejas ideas, a antiguos hábitos, a rancios usos y mentalidades superadas por el Concilio, estancamiento de la vida religiosa y, por otra parte, agitación, revolución, turbación, polémicas, falsa renovación, desorden litúrgico, secularismo, con las consiguientes deserciones, caída de las vocaciones, clausura de conventos, laxismo sexual, escándalos, rebeliones, herejías, rebajamiento del nivel moral de la vida religiosa. Diez años después de la clausura del Concilio, el papa san Paulo VI decía angustiado. "Nos esperábamos una primavera: ¡ha llegado una tempestad!".
----------Ahora bien, ¿cuáles son las causas de esta "tempestad"? ¿Cómo ha podido suceder esto? El hecho trágico ha sido que las riendas de la renovación, no obstante la obra de un Papado renovador y magnánimo, no estuvieron en manos de los Obispos, como habría debido ser, sino que las riendas fueron tomadas por un resucitado y audaz movimiento modernista, eufemísticamente llamado "progresista", el cual, bajo el pretexto de realizar el Concilio, en realidad ha falsificado su sentido y sus directrices, conduciendo a muchos con el engaño y la violencia a producir lo contrario de lo que en realidad pretendía el Concilio.
----------Aquí llama la atención la diferencia respecto a cómo sucedieron las cosas en la reforma tridentina. Tras el Concilio de Trento el Papado logró tomar en mano enérgicamente las riendas de la reforma, y, aunque el Concilio tridentino no había dado directivas sobre la vida religiosa, es bien conocido el inmenso florecimiento de institutos y de iniciativas caritativas, pero sobre todo misioneras, las cuales ampliaron los confines geográficos de la Iglesia, superando a los territorios que habían sido sustraídos por el luteranismo.
----------Otro signo de la gran energía reformadora del Concilio de Trento fue la publicación del famoso Catecismo Romano, inmediatamente después de clausurado el Concilio, de modo que la Iglesia dispuso de inmediato de un indispensable y eficaz instrumento para la difusión de la doctrina, que remediaba los errores de Lutero.
----------En cambio, inmediatamente después del Concilio Vaticano II, los modernistas decidieron astutamente en publicar el famoso Catecismo Holandés, que hábilmente impidió y puso en gran dificultad la difusión del mensaje conciliar, dándole una falsa interpretación, que aún hoy es acreditada por muchos católicos. Sólo recién en 1992, casi treinta años después, con deplorable retraso, la Iglesia publicó el Catecismo de la Iglesia Católica. Esto, habría dicho mi madre, equivale a "cerrar el establo cuando los bueyes se han escapado".
----------El problema de fondo de la vida religiosa, en la actualidad, es cómo conciliar la fidelidad a lo perenne con la apertura a lo nuevo. En efecto, como he dicho al inicio, el Concilio Vaticano II propone un nuevo concepto o criterio de reforma, más complejo que el del pasado, pero también más evangélico.
----------En el pasado, las cosas eran relativamente fáciles: se tenía delante un conjunto ordenado de reglas ciertamente numerosas y arduas, y que sólo pocos lograban poner en práctica. Eran, sin embargo, reglas claras, precisas y fijas. Se trataba de tenerlas bien presentes y de ponerlas en práctica fielmente e inmutablemente a lo largo de toda la vida, obviamente con la ayuda de la gracia.
----------En el pasado, la idea del cambio producía horror, porque era vista como traición y corrupción. Asimismo, el ideal espiritual y religioso era el de la separación del mundo. El contacto con el mundo era considerado peligroso y fuente de decadencia. Precisamente éste ha sido el criterio de todas las reformas religiosas y monásticas desde los primeros siglos del cristianismo hasta todo el siglo XV.
----------En el siglo XVI, como sabemos, Lutero, reflexionando sobre el ideal evangélico, se convenció de que la obligación de las observancias monásticas no es evangélica, sino farisaica, es decir, fundada no en la gracia, sino en la ley. Tenía razón, como ya he dicho, al entender que lo esencial de la ética evangélica es la caridad. Pero se equivocó en el creer que nuestros pecados no son cancelados por las obras y por la gracia, sino simplemente ocultados a los ojos de Dios Padre. Dios no los quiere mirar, porque sólo mira a Cristo.
----------De ahí el injusto y deletéreo desprecio de Lutero por las observancias monásticas, en nombre de una caridad, que, privada de la nervadura ascética, corre el riesgo de asumir un aspecto libertino y licencioso, como ocurrirá más tarde en los siglos siguientes, especialmente con el Iluminismo del siglo XVIII.
----------San Ignacio de Loyola supo captar el elemento válido de la reforma luterana, fundando un instituto religioso no ya basado sobre la huida del mundo y sobre las observancias monásticas, sino sobre el dinamismo de la caridad movida por el Espíritu Santo. Contemplativus in actione, como ha sido dicho de él. Además, Ignacio también tuvo una mirada atenta a las necesidades de la Iglesia y de la historia de su tiempo.
----------De tal modo, la concepción espiritual de san Ignacio de Loyola, introdujo en el modo de reformar la vida religiosa aquella sabia disponibilidad al cambio, que está justificada por la atención al cambiar de las circunstancias del mundo, en el cual el religioso vive y trabaja. Y por lo tanto encontramos en la reforma ignaciana una precursora del enfoque conciliar de la reforma de la vida religiosa.
Los remedios
----------La dificultad de hoy en la vida religiosa, es el contraste entre quienes, para salvar lo esencial y lo inmutable, están tentados por el fundamentalismo, y quienes, para prestar atención a la historia, caen en el relativismo, pierden de vista los valores universales y eternos. Es necesario realizar ese progreso en la continuidad, del cual hablaba Benedicto XVI, tema muy importante a fin de interpretar correctamente el sentido y el valor de la reforma conciliar, la cual establece los siguientes puntos:
----------1. En la vida religiosa es necesario conjugar la certeza de estar cimentados sobre la roca, con la humildad para acoger lo nuevo, la prudencia en la complejidad cambiante de las circunstancias y el coraje de tomar la iniciativa y de afrontar las dificultades.
----------2. El Concilio recomienda que los institutos tengan claridad y certeza acerca del fin, el propósito o razón de ser del propio instituto: "Tengan una fisonomía propia y una propia función" (PC 2). "Deben observarse el espíritu y las finalidades propias de los fundadores" (ibid.).
----------3. El decreto Perfectae caritatis habla también de un "retorno a las fuentes y de adaptación a las necesidades y a las cambiantes condiciones de los tiempos" (PC 2). Es necesario, por tanto, saber conjugar la fidelidad al Fundador inculturándola en el hoy con la apertura a lo nuevo, con el diálogo y con la confrontación crítica con el propio tiempo, asumiendo a la luz del Evangelio y de la regla del instituto, cuanto de válido y de bueno hay en lo moderno, presentando el instituto al mundo con un rostro sanamente moderno, en la fidelidad inteligente a lo esencial y a lo perenne. Evitar, por consiguiente, tanto un conservadurismo cerrado y miope, como un modernismo facilón, arrogante y descriteriado.
----------4. Está claro que el Concilio Vaticano II exhorta a los institutos de vida religiosa a dar una más clara definición de su naturaleza, de su tarea, de su misión, finalidad y función en la Iglesia, siempre en relación con las necesidades de nuestro tiempo.
----------5. El fin del instituto debe ser todavía actual y útil a las necesidades de hoy, ya que no sería la primera vez, en la historia de la Iglesia, que un instituto, habiendo agotado su misión o su función o, habiéndose desviado de su proyecto originario, sea suprimido.
----------6. Ciertamente puede suceder que cierta mentalidad moderna, abiertamente o encubiertamente hostil al Evangelio, tal vez bajo pretexto de la renovación conciliar, acuse de pasadismo y atraso a una institución que en realidad sigue siendo todavía válida y fiel a la Iglesia.
----------Es claro que en tal caso el instituto, sin dejarse confundir por tales imposturas, debe perseverar con coraje en la fidelidad a su carisma, convencido de seguir prestando hoy, sostenido y confortado por la aprobación de la Iglesia, un precioso servicio a los hombres de nuestro tiempo.
----------7. Si debemos preguntar: ¿qué haría hoy el Fundador? Hay quien respondería: debe permanecer y volver todos a ser como lo fue en su tiempo; otros dicen: cambiaría todo. Otros: cerraría tienda. Otros incluso: asumiría en bloque y sin reservas toda la modernidad. Todas estas respuestas son incorrectas. Es necesario confrontar la tarea del instituto con las circunstancias actuales y desarrollar esta tarea, utilizando dichas circunstancias, a fin de obtener resultados en estas circunstancias.
----------8. Es necesario, por consiguiente, por un lado, conservar y reforzar el conocimiento y la certeza de las finalidades esenciales, así como la fidelidad práctica a ellas y, por otro lado, cambiar o corregir o suprimir aquellos aspectos accidentales que puedan estar oscureciendo, entorpeciendo o falsificando el verdadero carisma o haciendo ineficaz su influencia o su acción en la Iglesia.
----------9. Todo esto es sintetizado en la directiva de "dejar las obras que hoy ya no corresponden al espíritu y a la índole genuina del instituto" (PC 20), e inventar si es necesario obras y medios nuevos para llegar mejor al fin.
----------10. Es necesario que los institutos tengan una clara comprensión de la relación de los religiosos por un lado con la jerarquía y por otro lado con los laicos, a fin de saber colaborar con los obispos y con el Sumo Pontífice y no asuman comportamientos propios de los laicos ("secularismo"), que son justos y debidos en los laicos, pero desentonados e indecentes en los religiosos.
----------11. El instituto debe estar al servicio de la Iglesia, no de sí mismo.
----------12. Todo instituto debe dar a conocer con exactitud, con objetividad y con precisión el propio carisma, según los términos en los cuales el instituto ha sido aprobado por la Iglesia, poniéndolo eventualmente en comparación con el carisma de los otros institutos.
----------13. El instituto debe realizar el progreso y la reforma de la vida religiosa tal como ha sido propuesto por las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del post-concilio.
----------14. No debe tener la presunción de estar a la vanguardia de la Iglesia y dar lecciones al Magisterio, ni la pereza de hacerse arrastrar por ella como un peso muerto.
----------15. No debe sobrevalorarse respecto a los otros institutos, pero tampoco debe subestimarse.
----------16. Debe evitar actividades extrañas al carisma del instituto, por más buenas que sean.
----------17. Los miembros, sobre todo los formadores, deben ser muy conscientes y convencidos del propio carisma, con ideas claras y fundadas, sin ambigüedades, aproximaciones o tergiversaciones, bien preparados para practicar el propio carisma y bien fundados, arraigados y firmes en él.
----------18. Cada miembro debe desarrollar, dentro del carisma del instituto, la tarea u oficio particular que le sea asignado o le sea permitido, y también tomar iniciativas personales, siempre en el ámbito de la obediencia, sin caer en dispersión en otras actividades, por buenas que sean.
----------19. Es necesario que los formadores seleccionen los requisitos de ingreso en el instituto sobre la base de estos criterios. No basta que los solicitantes o aspirantes sean sujetos válidos. Deben ser aptos para los fines y para las actividades del instituto.
----------20. No se deben admitir en el instituto a elementos inadecuados y no se debe dar poder a elementos de ideas confusas, inciertas, influenciables y oportunistas, sino que se debe favorecer ante todo a personas de carácter, que den prueba de comprender, actuar y difundir el carisma del Instituto.
----------21. Los Superiores deben ser comprensivos, pero también mantener el pulso, cuando están en juego los intereses del instituto y el bien de las almas.
----------22. Se deben expulsar a tiempo los elementos que provocan grave daño, incluso si ya son miembros de pleno derecho, sobre todo si dañan a la Iglesia. A veces son como gusanos de madera que roen el instituto desde dentro, ambiciosos y hábiles sofistas, que tal vez se hacen pasar por maestros, profetas u hombres de vanguardia. Es ese triste fenómeno de la "autodemolición" ya denunciado en su momento por san Paulo VI.
----------23. Si un instituto, en lugar de abrir nuevas casas, las cierra, es señal de que está siendo devorado por similares gusanos. Y si continúa cultivándolos en su seno, para que estas carcomas puedan engendrar otras, y si así se continúa, engañados por su astucia, dejándoles hacer de las suyas, y de hecho se les otorga poder e influencia, tarde o temprano, como lo demuestra la historia de la vida religiosa, conducen al instituto a la ruina (basta pensar en lo que sucedió en Alemania en los tiempos de la "reforma" luterana) o al menos le causan un enorme daño o conducen al instituto a una secularización, que lo vuelve irreconocible y rebelde a la Iglesia, hasta llegar a perder todo rastro de espiritualidad católica y de verdadera vida religiosa, y parecerse más bien, quizás con la excusa del ecumenismo, a un movimiento protestante.
----------24. Para hacer progresar el instituto, se deben distinguir bien y con sabio discernimiento, a la luz de la fe y de las enseñanzas de la Iglesia, dos tipos de mutación o cambio, y actuar en consecuencia:
----------- una cosa son la reforma, el desarrollo, la renovación, el progreso y la mejora;
----------- y otra cosa distinta son las falsas apariencias de reforma, que en realidad son:
----------- por una parte, los fenómenos involutivos, las vanas nostalgias, el fundamentalismo, el estancamiento, la esclerotización, la rigidez, el conservadurismo y,
----------- por la otra, el modernismo, el laxismo, el permisivismo, el evolucionismo, el movilismo o historicismo, el laicismo, el desprecio por lo sagrado y por la tradición.
----------Tanto los unos como los otros defectos producen desecamiento, marchitamiento, desobediencia a los Superiores, rutinarismo, infidelidad a los votos, laxismo, descuido del bien común, individualismo, pérdida de convicción, infecundidad, litigiosidad, selvatización y desenfreno, desorden, confusión, falso celo, traición, retroceso, empeoramiento, decadencia, corrupción, deserciones.
----------Si la vida religiosa todavía hoy, a sesenta años del Concilio Vaticano II, presenta graves carencias y defectos, por no decir escándalos, esto es claramente debido a la falsa interpretación y por lo tanto a la falta de aplicación de los decretos conciliares.
----------Miremos sobre todo los fenómenos válidos producidos por el Concilio, aquellos institutos que han sabido actualizarse o que han surgido a la luz del Concilio y tomemos ejemplo de ellos.
----------Apliquemos fielmente el Concilio Vaticano II junto con las directivas del Magisterio post-concilar, cumplamos generosamente nuestra parte, invoquemos fervorosamente e insistentemente la asistencia del Espíritu Santo y la intercesión de María, Madre de la Iglesia, sepamos esperar, y tendremos verdaderamente ese "Nuevo Pentecostés", auspiciado por san Juan XXIII, el cual todavía está por venir.
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