En estos tres días que quedan hasta la Navidad, propongo a los lectores una reflexión teológica, acaso un tanto desordenada, como si estuviéramos desarrollando una charla o una conferencia más o menos a vuelo libre, en el ámbito del tratado De Deo Uno et Trino (aunque con un breve excursus sobre el tratado De Angelis). [En la imagen: fragmento de "La Anunciación", óleo sobre lienzo, pintado entre 1685 y 1691 por Johann Christian Schröder, actualmente en el Museo de Arte Regionalo de Ptuj Ormož, Eslovenia].
De la existencia de Dios a la esencia de Dios
----------Hemos tratado ya en este blog acerca de la existencia de Dios y de su esencia, al hablar de los atributos de Dios, en particular su simplicidad, su inmensidad, su ubicuidad, su eternidad. Pues bien, todo esto -diría santo Tomás de Aquino- se refiere a la esencia de Dios y a su unidad: es el tratado De Deo Uno. Si recuerdan bien, tanto por motivos ya sea apologéticos como catequísticos, he subrayado el hecho de que todo lo que se refiere a la esencia de Dios y a su unidad, incluso su unicidad, es accesible a la razón humana, porque Dios no puede ser más que uno, y de hecho único (un tema de extrema importancia en el diálogo interreligioso).
----------Nótese bien que esta tesis según la cual Dios es accesible al hombre con los raciocinios naturales, que nos permiten llegar a la esencia de Dios y a su unidad, no es una mera opinión teológica, sino un dogma de fe. El Concilio Vaticano I establece precisamente este doble conocimiento de Dios: uno es el conocimiento natural de la existencia de Dios, de su esencia y sobre todo de su unidad.
----------Sin embargo, Dios obviamente existe en esa plenitud del ser, en ese océano del ser, como suele decirse metafóricamente. Santo Tomás de Aquino dice que este Esse ipsum, es decir, la esencia de Dios, no es una esencia restrictiva del ser (en la creatura, el ser se restringe a este ser de la creatura), sino que es una esencia que es su ser; nótese bien cuán grande es el Señor, es decir, Dios es solamente ser.
----------Por el contrario nosotros, creaturas como somos, pensemos siempre correctamente y digámoslo con la máxima precisión, tenemos el ser, pero no somos el ser. Solamente Dios es solo ser. En el ser humano existe ciertamente el ser, pero existe también nuestro ser hombres y el ser hombres no es el ser sic et simpliciter. Lo que vale, pues, para nosotros los hombres vale para toda otra creatura: así, el ser del libro no es sólo ser, sino que es el ser restringido a ese modo particular de ser que es ser un libro.
----------En cambio, en Dios no hay ninguna restricción del ser a un modo particular del ser, sino que todo lo que Dios es, no es más que ser. Por consiguiente, tenemos aquello que dicen los Padres Capadocios, y que es muy bello, a saber, que "Dios es el océano del ser", océano obviamente sin confines, pensemos en un mar sin ningún límite: pues bien, este abismo del ser es Dios, aunque sea una metáfora un poquito poética y en teología hay que andarse siempre cautos de hablar demasiado poéticamente.
----------Ahora bien, notemos que en este abismo del ser, que es el mismo Dios, hay algunas cosas que nosotros conocemos por analogía, aunque con mucho esfuerzo sin embargo, gracias a nuestro intelecto, que es un don grandísimo que hemos recibido, es el don más grande que el Señor nos ha dado en cuanto hombres, porque precisamente con nuestra intelectualidad, con la espiritualidad de nuestra alma, nosotros somos inmortales, destinados a Dios. Precisamente Dios hizo de nosotros una propiedad suya ya en la obra de la creación, para luego reconducirnos de nuevo a sí en su Hijo Unigénito Jesucristo, al habernos nosotros alejado de Él con el pecado de nuestros primeros progenitores, en los orígenes.
----------El destino propio y original del hombre, ya en la obra de la creación, se cumple en Dios y solamente en Dios. Vemos, por consiguiente, que este tender a Dios, este tener la inquietud en el corazón hasta que pueda reposar en Dios, ¿a qué es debido? A nuestra semejanza entre nosotros y Dios. Cuando el libro del Génesis dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, es este rùach Elohìm, el Espíritu del Señor que Él nos ha comunicado. Pensemos en aquella bella imagen de la creación, cuando Dios ha plasmado a Adán de la tierra, vemos en ello una materia tan humilde que de algún modo le da la corporeidad al hombre, pero en este cuerpo tan humilde Dios ha insuflado su espíritu que da vida y que da inteligencia.
----------Vemos, entonces, por qué el hombre (varón y mujer en igual dignidad) está por encima de cualquier otra creatura. Notamos en ello una gran dignidad pero también una gran responsabilidad. En efecto, nosotros tenemos nuestra intelectualidad que nos hace estar de algún modo casi emparentados con Dios. Es una cosa aterradorra de solo decirlo. Basta pensar que Platón ya decía que el hombre es "portador de una chispa divina en su alma". Es imagen muy bella esta de Platón, de la chispa divina, porque es casi una intuición mística. Con ello Platón dice que el alma humana tiene una cierta afinidad, un parentesco con Dios; y es por eso que ama a Dios. Por tanto, vemos que el hombre por naturaleza no puede no amar a Dios.
----------Por tanto, un alma que no ame a Dios, es en realidad una depravación, una perversión; es espantoso, precisamente porque por naturaleza existe esta semejanza entre el alma humana y Dios. Todas las creaturas tienden a Dios, pero no lo conocen, ni siquiera pueden amarlo con un acto de voluntad; sólo el hombre puede hacerlo. Es por eso que se dice que el hombre puede y debe dar a Dios una gloria no sólo objetiva sino subjetiva y formal, como dicen los escolásticos, en el sentido de que el hombre no sólo es participación de Dios de hecho, sino que sabe que es participación de Dios, y alaba a Dios, y da gracias a Dios por este hecho.
----------Por consiguiente, por lo dicho advertimos que nuestra intelectualidad, la esencia intelectual de nuestra alma tiene, de algún modo, una verdadera afinidad con Dios, tanto en el plano cognoscitivo como en el plano volitivo; por lo tanto, de alguna manera somos llevados a amar al Señor y si amamos al Señor, entonces es deber nuestro estar atentos y tener cuidado de conocerlo siempre cada vez mejor.
----------Ahora bien, es paradójico, que a veces haya cristianos que se desaniman en este deber. Hay hoy en día algunas tendencias un poco anti-intelectualistas, por así decir. Suele decirse: después de todo, yo amo al Señor, pero no pienso demasiado en ello. ¡Bueno, eso no es posible! Si amo a una persona, siempre pienso en ella, es lo normal. Y tanto más si amo al Señor. Por lo tanto, es necesario decir siempre, ciertamente, sursum corda, pero también sursum mentes, en alto con las mentes, para pensar siempre en las cosas de Dios.
El hombre en la jerarquía de los entes creados
----------Llegados a este punto, amables lectores, demos ahora un paso importante. Lo que intento decir es que nuestra mente, dada esta su intelectualidad, dada por lo tanto nuestra capacidad de pensar lo universal, o más bien el concepto, nuestra mente -digo- es, en el límite, por analogía, la capacidad de pensar el ser, ese ser que es propiedad de Dios. Me explico: sólo el espíritu está abierto al ser; lo que no es espiritual, como es el caso de los animales, que tienen un conocimiento no espiritual, sólo ve, en el límite, si ve, y por ese poco que ve, no ve el ser, sino sólo sombras del ser. Ve solo los datos sensibles. Solamente el espíritu, el alma espiritual ve el ser, y a través del ser, por una analogía, desgraciadamente lejana, y muy ensombrecida, nosotros podemos llegar a captar la esencia de Dios que es el puro ser, el ipsum Esse.
----------Pero de este "océano del ser" que es la esencia de Dios, no vemos todo lo que se oculta en este abismo inconmensurable. Por lo tanto, he ahí el misterio, el misterio de la esencia de Dios, el misterio escondido desde los siglos eternos, como dice san Pablo en aquel célebre pasaje de la Carta a los Efesios, en el cual habla de Cristo revelado en estos últimos tiempos, el misterio de Cristo, o del Verbo encarnado para nuestra salvación (Ef 3,1-6): he ahí el misterio de la Navidad para el que nos estamos preparando.
----------Pues bien, el misterio de la Encarnación es un misterio escondido desde los siglos eternos en Dios. Como vemos, ningún filósofo, por más sabio o perspicaz, o por más agudo que sea, podría jamás descubrir un misterio tan grande que sólo Dios conoce, es decir, el misterio de su Verbo y de su Encarnación.
----------Nótese bien que algunos filósofos han llegado muy cerca de captar la Trinidad de las Personas divinas y también muy cerca de captar el Verbo. Piénsese en el gran Filón de Alejandría, el cual da forma ya a una especulación, aunque muy platonizante, pero de todos modos verdaderamente sublime, de un doble Verbo de Dios. Filón dice, de hecho, que Dios es espíritu, es pensamiento. Por tanto, Dios piensa y se expresa a Sí mismo en su pensar. Precisamente como ya decía Aristóteles: Dios es "Pensamiento que se piensa a Sí mismo" y entonces precisamente Filón de Alejandría, como gran pensador judío que es, dice precisamente que Dios de algún modo expresa un concepto en ese pensarse a Sí mismo.
----------Y en tal sentido, Filón de Alejandría admite dos conceptos de Dios: uno que permanece en Dios, al que llama Logos endiáthetos, que es el Verbum interno a la mente de Dios; y luego hay según Filón un Logos proforikós, es decir, un Verbo que procede ad extra, se diría hoy en teología que produce un efecto externo. Es el Verbo en cuanto que por medio de él todas las cosas han sido hechas.
----------Así que tengamos bien en mente este hecho: que algunos filósofos han descubierto que Dios es pensamiento y que pensando expresa un concepto. Pero vemos que todavía no han tenido la idea de la Trinidad, porque obviamente por muy buenos filósofos que fueran, estaban bien convencidos de que hay perfecta identidad entre la mente de Dios que piensa y el pensamiento que Dios piensa.
----------En efecto, hemos visto bien que toda sana filosofía acerca de Dios dice que no hay distinción real en él. En Dios es todo simplicidad, no composición. En el artículo en el que desarrollamos el tema de La mónada y la tríada, vimos que en Dios no hay composiciones. Sin embargo, el afirmar en el tratado De Deo Uno que en Dios no hay composición, eso no quita que haya una inmensa riqueza. He aquí el esfuerzo que debe hacer nuestra mente, porque cuando nosotros pensamos en la riqueza, pensamos en cosas complicadas; en cambio en Dios hay una abisal riqueza de ser en pura simplicidad, sin complicaciones ni composiciones.
----------Ahora bien, cuestionemos: ¿qué quiere decir que en Dios no hay composición, o sea, que no se distingue, por ejemplo, el actuar y el ser, el pensar y el ser, etc.? En nosotros estas cosas son muy distintas. Advertimos que si a veces nos sucede, afortunadamente, que tengamos un bello pensamiento, pues bien, un pensamiento que sea nuestro, ¿qué sucede? ¿Acaso nos identificamos con ese pensamiento? ¡De ninguna manera, ni en sueños! ¡Ese pensamiento no somos nosotros! Nuestro pensamiento es muy distinto de nosotros, tiene una entidad en nuestra alma, pero una entidad llamada precisamente accidental.
----------Nuestro pensamiento es un accidente, no es substancia, no está allí subsistente y suspendido en el aire; está siempre en nuestra mente. Por consiguiente, entonces nuestro pensamiento no es capaz de subsistir por sí y en sí mismo, no es una sustancia, es un accidens, es algo que inhiere en nuestra mente.
----------El lector atento, seguramente notará en mi discurso, una velada polémica con la concepción idealista de la persona, que resuelve el yo en su pensar. Este equívoco, como es sabido, surge históricamente del "cogito" cartesiano, aunque, en honor a la verdad, Descartes mantiene la concepción ontológica del yo como "res cogitans". Pero tal concepción, en el idealismo subsecuente, no tardará en desaparecer, fagocitada por la invasión de la "autoconciencia" como constitutivo de la "persona". De hecho, incluso la idea de la persona como "res cogitans" favorece el desarrollo posterior. Descartes debería haber dicho: "res capax cogitandi".
----------Por tanto, si bien el hombre es sustancia, en cambio, el pensamiento y el actuar del hombre no son substantia, sino que son accidentia in subiecto, accidentes, determinaciones accidentales en el sujeto hombre. En Dios, por el contrario, no se distingue el actuar del ser, porque en Él no hay un pensar posible distinto del pensar actual. En nosotros hay una posibilidad de pensar, que cada tanto, de vez en cuando, afortunadamente, como decía antes, se traduce también en acto, es decir, cada tanto nos sucede pasar de la potencia de pensar al acto de pensar. Pero lamentablemente no somos pensamiento puro. De ahí que, frecuentemente, nos sucede que, aún con toda nuestra intención de pensar, nos distraemos.
----------En cambio, Dios no se distrae nunca; y también los ángeles, tienen la facultad de no distraerse, aunque también en ellos como en nosotros exista una diferencia entre el pensar y el ser. En efecto, los ángeles están siempre pensando, ciertamente más afortunados que nosotros, pero piensan una vez un pensamiento y otra vez otro. Dios en cambio piensa todos los pensamientos juntos.
Excursus: distinción entre hombre y ángel
----------Una pregunta interesante es: ¿cómo se hace para hablar de los ángeles en la filosofía? Pues bien, sí, es posible tratar de los ángeles en filosofía. Ciertamente, ahora nosotros estamos haciendo teología, por lo cual, hablando de la Santísima Trinidad, podemos hablar también de los ángeles. Sin embargo, en esta primera de las tres notas prometidas, el propósito que he pretendido llevar a cabo es hacer un prólogo filosófico y por eso, justamente, la pregunta tiene sentido y razón de ser: ¿cómo es posible hablar de los ángeles en filosofía? Es posible, porque incluso Aristóteles ha hablado de ello sin conocer para nada las Escrituras.
----------¿Qué son los ángeles? No es lo que piensa una cierta exégesis moderna materialista, y pido excusas si aquí entro otra vez en polémica. Los ángeles no son símbolos o, por así decirlo, modos de hablar, ni modos de expresar la presencia de Dios, no. Los ángeles son verdaderos y propios mensajeros de Dios, como dice san Gregorio Papa en una lección del breviario para la fiesta de los ángeles. De hecho, dice que el nombre "ángel" es el nombre de una misión, de una función: son ministros de Dios.
----------Pero es necesario que hagamos un esfuerzo para poder pensar en aquello que es el ser del ángel. El ángel no tiene forma humana, aunque a veces, precisamente para aparecer a los hombres, ellos asumen rasgos humanos. Piénsese en la aparición del ángel a Tobías, en el arcángel Rafael, etc.
----------Los ángeles pueden a veces asumir semblanzas humanas no porque tengan una naturaleza humana, sino para aparecer a los hombres y, por lo tanto, para que nosotros podamos verlos. Afortunadamente, nuestro ángel custodio siempre está a nuestro lado, aunque no nos demos cuenta de ello. Pensemos en lo poco atentos que somos, pero no es tanto culpa nuestra. Con eso no quiero decir que no debamos pensar en ello; pero el hecho es que el ángel custodio no se materializa, en sustancia corpórea.
----------Por consiguiente entonces, decimos que el ángel es espíritu puro, sin entidad material corpórea. Ahora bien, pongámoslo de esta manera, la prueba de la existencia de los ángeles sucede un poco como la prueba de la existencia de Dios: es decir, nosotros podemos saber de Dios, vale decir, conocer que Él existe, y podemos también, siempre con las solas fuerzas de la razón natural, aunque en manera muy oscura, saber quién es Dios, es decir, su esencia, pero solo en la superficie de sus atributos.
----------Similarmente, podemos decir que es convenientísimo, y repito: convenientísimo, admitir la existencia de los ángeles. En efecto, en filosofía no hay una prueba apodíctica, es decir, necesaria, de la existencia de los ángeles; sin embargo hay una prueba de grandísima conveniencia que luego encuentra su confirmación en teología; por tanto, para entender cuán racional, y razonable, es nuestra fe. No se llega con el razonamiento, pero el razonamiento dice que es muy conveniente que haya ángeles.
----------¿Por qué motivo de conveniencia? Porque, efectivamente, debemos pensar que prácticamente siempre, en la constitución de los entes materiales, tenemos materia y forma. Ahora bien, es necesario pensar en lo que dice el Salvador: "El Espíritu es lo que cuenta; el cuerpo, la carne no cuenta para nada", como vemos por lo tanto también en los compuestos de materia y forma, no digo que la materia no tenga importancia porque hace parte del "sinolo" -como dice Aristóteles- o del compuesto; sin embargo, la parte determinante es la forma.
----------Ahora bien, casi se podría decir que en la serie progresiva o jerárquica de los seres vivientes sobre esta tierra hay una gradual emancipación del espíritu, no en el sentido evolucionista, entiéndase bien, sino en el sentido de la creación. Es decir, Dios, en cada especie, una después de la otra, pone una siempre mayor "espiritualidad" (o quizás sería mejor decir: "formalidad"), y hasta puedo aceptar de algún modo incluso lo que declara Hegel, usando esta expresión suya que, sin embargo, se presta un poco a equívocos: "en el hombre el espíritu vuelve a sí". Es decir, en las especies inferiores el espíritu está ahí pero es como inconsciente. En el hombre el espíritu comienza a reflexionar sobre sí mismo. El espíritu está caracterizado, como dice santo Tomás, por el poder de reflexionar totalmente sobre sí. Por tanto, o existe este acto o el espíritu no existe. Sin embargo, hay una conciencia animal, la cual no vuelve totalmente sobre sí misma, porque el objeto no está espiritualizado como en el caso del espíritu, sino que es un objeto sensible.
----------Ahora bien, si es verdad (como lo es) que el hombre es la suprema creatura, donde el espíritu casi se emancipa, o sea, se hace independiente, tanto en el actuar como en el ser, y he aquí la inmortalidad del alma con respecto al cuerpo, entonces es muy conveniente que por encima del hombre, es decir, entre Dios y el hombre, haya creaturas que, sin embargo, sean formas puras, desprovistas de materia.
----------Si así no fuera, sería como un universo, por así decir, decapitado, si se me permite la expresión, porque los ángeles son mucho más que los hombres; sería como si Dios, que precisamente privilegia el ser espiritual con respecto al ser material, hubiera creado un montón de cosas materiales y luego, como por una especie de distracción, se hubiera olvidado de incluir también en el ser a las creaturas puramente espirituales.
----------Por lo tanto, advertimos cómo nos ocurre que a veces nos sentimos, acaso demasiado conscientes de nuestra dignidad de creaturas espirituales, en el sentido de que efectivamente eso es correcto, porque lo somos, ya que estamos verdaderamente en la cumbre de la creación material. Sin embargo, estamos en lo ínfimo de la creación espiritual. Por consiguiente, es necesario tener al mismo tiempo, tanto la consciencia de nuestra dignidad, como también la suficiente humildad para decir que, al fin de cuentas, es muy conveniente que por encima de nosotros haya espíritus que prescindan totalmente del cuerpo.
----------Ahora bien, la diferencia entre el hombre y el ángel es ésta: que mientras el hombre piensa por el trámite o a través de los sentidos, porque el cuerpo forma parte de nosotros y por lo tanto es necesario recurrir a él para conocer, y de ahí el estudio y el arduo trabajo especulativo; en cambio los ángeles no sudan sus camisas al pensar. El estudio, para nosotros los seres humanos, es duro trabajo, porque, aunque el estudio es alegría y sólo alegría para la parte intelectiva, sin embargo para la parte de la conversio ad phantasmata, o sea de la conversión a las imágenes, como dice santo Tomás, este recurrir a la cognición sensitiva, este esforzar y sobrecargar los centros cerebrales, en definitiva, en cambio, nos provoca fatiga.
----------Los ángeles, entonces, piensan objetos diferentes, en "tiempos", entre comillas, porque no es tiempo verdaderamente propio, no es tiempo mensurable en términos de horas y de minutos, etc. sino que piensan, hay en ellos una sucesión de pensamientos; y por tanto en ellos existe la distinción entre la sustancia y el acto de pensar, vale decir, los actos de pensar que se suceden. Como ya es sabido por la cosmología medieval, la duración de las sustancias espirituales está caracterizada por el llamado "evo" (del latín aevum, del griego aión, del hebreo olám), que es una sucesión de actos instantáneos, que son los actos del espíritu.
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