miércoles, 14 de diciembre de 2022

La decadencia de la vida religiosa: orígenes y remedios (1/2)

Son falsas aquellas ideas que ven en el Concilio Vaticano II una entonación "secularista" de la vida religiosa, cuando en cambio, entre todos los Concilios de la historia, el Vaticano II es el que contiene una abundante doctrina no sólo sobre la vida religiosa, sino también sobre la vida contemplativa y sobre la vocación universal a la santidad. [En la imagen: fragmento de "San Hugo en el refectorio de los Cartujos", óleo sobre lienzo pintado entre 1630-1635, por Francisco de Zurbarán, actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, España].

Introducción general
   
----------El Concilio Vaticano II nos ha dado, con el decreto Perfectae caritatis y el cap. VI de la constitución dogmática Lumen Gentium (introducido por el n.42), renovación y promoción de la vida religiosa, enseñanzas que han sido retomadas y desarrollada por los Papas, las Congregaciones Romanas y por el Episcopado en importantes documentos a partir de entonces hasta nuestros días.
----------Debe notarse, por sorprendente que esto nos pueda parecer, que mientras el Concilio de Trento no dedica una sola palabra acerca de la vida religiosa, aún cuando el estado religioso había sido ferozmente atacado por Lutero, fue necesario también esperar al Concilio Vaticano II, precedido sólo por el papa Pío XII con la encíclica Sacra Virginitas de 1954, para que el Magisterio de la Iglesia produzca una enseñanza solemne y de vasta trascendencia sobre la vida religiosa, como son las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual dedica dos párrafos (7 y 9) del decreto Perfectae caritatis incluso a la vida monástica.
----------El Concilio Vaticano II reafirma con mucha claridad y con gran abundancia de argumentos la tradicional "excelencia" (Lumen Gentium, n.42) y "superioridad" (Perfectae caritatis, n.1) del estado religioso sobre el estado secular o laical. En efecto, el estado religioso es definido como un "precioso don de la gracia divina, dado por el Padre a algunos (cf. Mt 19,11; 1 Cor 7,7) para consagrarse sólo a Dios, más fácilmente y con un corazón sin divisiones (cf. 1 Cor 7,32-34) en la virginidad y en el celibato".
----------Esto naturalmente no excluye, como lo atestigua claramente la experiencia, que existan religiosos enredados en pecados graves, peor que ciertos laicos, y no excluye que existan laicos más santos incluso que los santos religiosos. En efecto, una cosa son los medios de la santidad y otra cosa es la misma santidad. Ser laico o ser religioso son sólo medios para llegar a ser santos.
----------El Concilio Vaticano II dice simplemente que la elección de la vida religiosa es un medio mejor que la elección de la vida laica. Pero es claro que, si un laico usa su medio mejor de lo que el religioso usa el suyo, entonces el laico se vuelve más santo que el religioso. Lo que importa, por tanto, es llegar a ser santos, siguiendo esa vocación que Dios nos da, no importa si superior o inferior.
----------El Concilio Vaticano II, por otra parte, enfoca la reforma de la vida religiosa sobre un principio más evangélico y más complejo respecto al del pasado. En el pasado el acento venía puesto en dos cosas: la austeridad y el retorno al ideal o regla primitivos del fundador. Se suponía un fenómeno de tibieza, de relajación, de distensión y de indisciplina; por lo cual la reforma consistía en el retornar a la plena obediencia (la así llamada "observancia") del ideal originario, del cual se había decaído. Se había descendido: se necesitaba subir. El religioso se había alejado: se necesitaba retornar. Se estaba perdido y desorientado: era necesario rencontrar el camino. Se había olvidado: era necesario rememorar.
----------Un religioso, por lo tanto, en el pasado era tanto más admirado, cuanto más era "observante" y austero, en el respeto ejemplar y puntual de todas las normas de la Regla primitiva. Si luego añadiera por iniciativa propia otras prácticas, así llamadas prácticas "supererogatorias", por ejemplo en el ámbito de la pobreza, de la penitencia o de la renuncia, el religioso era aún mejor.
   
La tentativa de Martín Lutero
   
----------Este concepto de reforma fue puesto en crisis por Lutero, quien mantuvo por cierto el principio de volver a lo originario, sin embargo, para el modo de pensar de Lutero, este originario era el "puro Evangelio", del cual, sin embargo, Lutero expurgaba el ideal religioso de los consejos evangélicos, aunque hubieran sido (como de hecho lo fueron) enseñados y practicados claramente por Cristo.
----------Por eso, como es bien sabido, Lutero rechazó la distinción entre vida secular-laical y vida religiosa, argumentando que la común práctica evangélica de la fe, de la caridad y de la esperanza era más que suficiente para alcanzar la salvación, sin necesidad de añadir ninguna otra cosa, lo cual es sólo precepto humano y nos vuelve presuntuosos y pretenciosos ante Dios, sobre todo porque el hombre, según Lutero, siendo totalmente corrupto y privado de fuerzas como resultado del pecado original, en cada una de sus obras peca; por lo cual la justificación no se obtiene confiando en uno mismo, jactándose de las buenas obras y de la exacta observancia de toda la Regla, sino simplemente confiando en la misericordia de Dios.
----------Según Lutero, no se trata de mostrar la propia fuerza, sino, por el contrario, de reconocer la propia debilidad. Ante Dios no podemos presentar ningún mérito, sino sólo confiar en su gracia.
----------Lutero tenía razón al enfatizar la primacía de la caridad y de las buenas intenciones sobre la observancia externa de la ley. Pero su idea exagerada de la pecaminosidad del hombre lo llevó a creer que el hombre no puede hacer nada válido para la propia salvación, por lo cual el hombre es justificado no porque es liberado o purificado del pecado, sino solo en cuanto el pecado es cubierto por la gracia de Cristo.
----------Para Lutero, Dios Padre nos perdona no porque anule el pecado del hombre, sino porque mira a la gracia y a los méritos del Hijo de Dios. Según Lutero, nosotros no nos salvamos porque Cristo done su gracia a nuestra alma, de tal modo que ella se convierta en nuestra posesión, sino que simplemente nos salva Dios con su gracia, la cual gracia sigue siendo propiedad exclusiva de Cristo. Nosotros continuamos actuando mal; sin embargo, si confiamos en la divina misericordia, Dios nos salva.
----------Salvo que, sin embargo, el escepticismo con el cual Lutero consideraba la imposibilidad del hombre para cumplir el bien con su libre albedrío, tuvo como consecuencia, sobre el plano de la praxis, el abandono del ascetismo, de las austeridades y de las observancias religiosas, a lo que el reformador alemán hizo seguir todo género de permisivismo y de laxismo moral, en la convicción de que en todo caso Dios, en su misericordia, salva a aquellos que precisamente creen en esta misericordia. Según él, es inútil esforzarse, porque tanta es la gracia que nos salva. No intentemos subir: debe pensarse en cambio que Dios nos levantará. Lutero, sin embargo, olvidaba que a Dios no le gustan los pesos muertos y los "perezosos" (Mt 25,26).
----------Sin embargo, en un cierto aspecto, la "reforma" (si así puede llamarse) de Lutero sigue estando anclada en el esquema tradicional del retorno a los orígenes. No existe todavía en Lutero, como no existe ni siquiera en la espiritualidad católica hasta el Concilio Vaticano II, el sentido bíblico de la historia, que implica la atención a las necesidades y a las cualidades del prójimo de nuestro tiempo o, como se dice, desde la época del modernismo, atención a la "modernidad".
----------Esta atención a la modernidad, naturalmente, no para una supina claudicación y sumisión a los ídolos y a los mitos de nuestro tiempo, y no sobre el presupuesto modernista hegeliano de la mutabilidad de la verdad, sino por el contrario, en estrecha relación con el concepto de verdad eterna, desde donde discernir, a la luz de lo Eterno, cuanto en el tiempo y en la historia a Él se conforma.
   
Los límites del enfoque preconciliar de la vida religiosa
   
----------En el enfoque pre-conciliar, faltando el sentido bíblico de la historia, también está ausente la perspectiva escatológica de la vida religiosa, puesta en cambio muy a la luz por el Concilio Vaticano II. De ahí la proyección hacia el futuro, que falta en la precedente orientación de la vida religiosa, fijada en el ideal del pasado, un pasado por otra parte no por cierto muerto e inactual, sino siempre vivo y vivificante, en cuanto recuerdo de las promesas del Señor y de la sacralidad de los compromisos asumidos ante Él.
----------La perspectiva conciliar de la vida religiosa obviamente no olvida en absoluto tal memoria Iesu, sino que le añade la tensión escatológica, por la cual los religiosos y religiosas, varones y mujeres, son, ya desde la vida presente, imágenes prefigurativas y modelos de la futura humanidad de la resurrección. El concepto bíblico del progreso histórico plenamente asumido por el Concilio Vaticano II, se ha convertido así en un carácter esencial del moderno concepto de reforma no sólo de la vida religiosa, sino de la vida cristiana en general.
----------Por supuesto, la tensión hacia el paraíso del cielo, unida a la firme voluntad de progresar y mejorarse continuamente han sido siempre el alma de la vida religiosa. Pero en el pasado se tendía a concebir este progreso casi exclusivamente como un camino o un cambio personal o, a lo máximo, del instituto, hacia una observancia siempre cada vez mejor de la Regla o, más en profundidad, como mejoramiento espiritual del individuo. He aquí, entonces, toda la riquísima literatura ascético-mística de los siglos pasados, que ha formado y educado a innumerables santos. Una excelente síntesis de este enfoque de la vida religiosa y espiritual se encuentra en la obra clásica del padre Reginald Garrigou-Lagrange, Les trois age de la vie intérieure (Les Editions du Cerf, París 1939, 2 volúmenes).
----------Sin embargo, en el enfoque de la vida religiosa anterior al Vaticano II, si se debía cambiar de vida o de pensamiento o de conducta, la idea no era tanto aquella de avanzar, cuanto más bien aquella de retornar. Era la idea de la conversión o de la metanoia, que propiamente, en significado evangélico, significa, claro que si por supuesto, cambio, pero no un cualquier cambio (éste es el equívoco del modernismo), sino el reconocer, arrepentidos, de haber pecado, acompañado del propósito de no pecar más.
----------Está claro que esto siempre es bueno. Pero el Concilio Vaticano II ha añadido la necesidad de un cambio, que implica una actualización y exige el abandono de lo que ya no sirve más, apuntando a la invención de nuevos y más eficaces medios para remediar las necesidades de nuestro tiempo y asumir sus valores.
----------Desde lo que aquí hemos dicho, vemos cuán falsas que son aquellas ideas que ven en el Concilio Vaticano II una entonación "secularista", cuando en cambio, entre todos los Concilios de la historia, es el que contiene una abundante doctrina no sólo sobre la vida religiosa, sino también sobre la vida contemplativa y sobre la vocación universal a la santidad (Lumen Gentium, cap.V).
----------El Concilio Vaticano II, por consiguiente, ha puesto remedio a una concepción de la vida religiosa, que estaba en cierta medida bajo la influencia del dualismo y rigorismo platónicos, para, por el contrario, fundarse ahora mayormente sobre la antropología bíblica, representada por la visión tomista, para la cual la creación se conjuga con la redención, el cuerpo armoniza con el alma, lo humano se une con lo divino, la naturaleza se desposa con la gracia, el sentido concuerda con el intelecto, la fe concuerda con la razón, la voluntad gobierna racionalmente las pasiones, la justicia se desposa con la misericordia, la obediencia se concilia con la libertad, la virtud se perfecciona en la santidad.

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