domingo, 25 de diciembre de 2022

Teología en Navidad: Distinción de las Personas divinas (3/3)

En la teología de la Trinidad, el peligro para los occidentales es el del modalismo, pues nosotros partimos de la unidad de la esencia y luego nos resulta difícil explicar la Trinidad de las Personas. Mientras que el peligro de los orientales es el opuesto, el arrianismo, pues parten de la Trinidad y luego les resulta difícil explicar la unidad. Pero ambos enfoques pueden ser buenos y ortodoxos, con tal que se acepten los matices de la otra posición. [En la imagen: fragmento de "La Natividad", óleo sobre tela de El Greco, pintado entre 1603 y 1605, actualmente en la Capilla Mayor del Hospital de la Caridad de Illescas, Toledo, España].

----------Llegados ya a la tercera parte de nuestro modesto tríptico teológico navideño, recordemos lo dicho al finalizar lo publicado ayer: en todas las cosas creadas, desde la humilde piedra que no puede más que caer al suelo, hasta el hombre y el ángel, existe una forma o esencia, y una tendencia a un fin. Ahora bien, en la vida espiritual esta forma que determina, la entidad del hombre, por ejemplo, o la del ángel (aunque de los ángeles no es el caso de que hablemos de ellos, porque precisamente son bastante desconocidos), pero con respecto a nosotros podemos decir que en nuestra forma humana, en el alma humana, que nos da vida, que nos hace devenir hombres, nuestra alma espiritual, también en ella existe esa dualidad.
----------Obviamente esto no debería sorprendernos porque si esa dualidad está en todas las cosas, también estará en nosotros. Por tanto, existe en el alma humana esta dualidad de forma y de tendencia. Sólo que la forma del alma es una maravilla. Sabemos que el Señor Dios omnipotente nos la ha dado porque Él se revela en nuestra alma. Al respecto, santo Tomás comenta a Aristóteles, quien dice que "anima est quodammodo omnia". Son realmente palabras doradas: el alma es de algún modo todas las cosas. Ello significa que el alma, además de ser algo particular, es también todas las cosas según la posibilidad de conocer. Vale decir, no hay ser al cual ella no esté abierta. Podemos intentar explicarlo, aunque no es un tema fácil de explicar. No se lo entiende de inmediato, pero el hecho es que en el alma tenemos una doble función.
----------Pues bien, en nuestra alma bendita existe una función que es la de darnos la vida, como es obvio: nosotros vivimos por medio del alma. Cuando el alma se va, se canta el De profundis y entonces lo que queda en la tierra ya, en sustancia, no es el hombre, sino los restos mortales, y el alma va por cuenta suya. Entonces, por un lado, nuestra alma nos da la vida. Por el otro lado, el alma también tiene la función cognitiva, de conocer. Por lo tanto, en nuestra alma no existe solamente la función vital como en las plantas.
----------En las plantas existe solo el alma y punto, en su alma no existe nada más. El alma de la planta da la vida y basta, no tiene el conocimiento. Existen por cierto procesos bioquímicos, lo cual es interesante, pues parece que hay plantas que reaccionan, pero ciertamente no se puede decir que, en esencia, conozcan; es una especie de sistema de señales, es bello ver esto en la naturaleza, porque a menudo sucede que en las cosas inferiores existe algo así como una sombra de aquello que es superior. Por consiguiente, en las plantas puede haber una semejanza participada de aquello que sucede a nivel de los animales, por ejemplo, el conocimiento. Sin embargo, lo cierto es que todavía no se trata de un verdadero conocimiento. En conclusión, por tanto, en el plano de los vegetales existe el alma que da vida pero que no conoce.
----------En los animales, en cambio, está el alma que da vida y que conoce, porque, por ejemplo, el perro y el gato conocen, tienen ojos, tienen oído, reaccionan, por lo tanto conocen. ¿Pero qué es lo que conocen? Lo puramente sensible material. Por consiguiente, también su alma está ya abierta a otra cosa respecto a ellos. Es decir, el gato no es solo gato, es también todas las sensaciones que recibe. Pero, como he dicho, tiene un horizonte restringido de conocimiento, que está ligado a su sensibilidad, no produce conceptos.
----------En cambio, en el hombre existe la posibilidad de conocer los universales, de llegar al conocimiento del ente en cuanto ente, de todo aquello que pertenece al ente, de todo aquello que pertenece a la realidad. Por tanto, el hecho de que nosotros, por ejemplo, no conozcamos o no veamos a Dios no es debido a nuestro ser inteligentes, sino a nuestro ser inteligencias limitadas. En cuanto inteligentes deberíamos conocer incluso a Dios, pero como nuestra pobre inteligencia es un poco estrecha, entonces no lo conoce inmediatamente.
----------Por consiguiente, vemos cómo el alma humana es no sólo ella misma, sino que es también todo el ser (obviamente en modo intencional) porque potencialmente puede recibir todo ser como cognoscible por sí. Si yo conozco el libro, tanto como para decir algo trivial, esto lo conozco también con los ojos, pero no basta, ya que hago un concepto de él, es decir, lo conozco también intelectivamente, por tanto, yo no soy solo yo, sino que soy yo más el libro en mí. En efecto, conocer significa tener presente.
----------Esto es muy bello. En español hay una hermosa expresión: "tengo presente una cosa", y significa no presencia física, el placer de haber conocido, sino que es una presencia intencional, en la mente humana. Por consiguiente, en nuestra alma estamos nosotros, pero también están las otras cosas conocidas por nosotros. El alma, por tanto, no es sólo ella misma como forma, sino, dice santo Tomás comentando a Aristóteles, que es la forma formarum en cuanto al conocer, no en cuanto al ser, en cuanto al ser es sólo ella misma, nada más. Somos infinitos en el plano de la intencionalidad, precisamente en cuanto somos capaces de pensar en el Dios infinito; lo que obviamente no significa que adquiramos una inteligencia infinita, porque ella sigue siendo finita. Por consiguiente, pensamos de un modo finito y comprendemos finitamente un Algo infinito, obviamente sin comprender exhaustivamente su infinita inteligibilidad.
----------En cuanto al conocer, el alma humana es ella misma más todo aquello que ella puede recibir en sí conociendo. Vemos así la riqueza del alma humana, cuán grande es cognoscitivamente. Claro que, a raíz del pecado de los orígenes, somos víctimas de una seducción espiritual, que consiste en el hacer un dios de nosotros mismos. Efectivamente, somos portadores de una impronta divina, porque así como Dios es infinito en cuanto al ser, nosotros lo somos en cuanto al conocer. Y la tentación está en el hecho de quitar prácticamente del medio la separación o distinción entre pensamiento y ser y decir que como somos infinitos en cuanto al pensar, también lo somos en cuanto al ser, y entonces estamos en el pecado de los orígenes.
----------Al respecto, tengamos en cuenta a Sartre, por ejemplo, quien precisamente dice que el hombre pone el ser con su pensamiento, pero falla. Por tanto, he aquí la absurdidad de la existencia, según la conclusión de Sartre. Una vez más vemos en el idealismo que este poner el ser con el pensamiento significa hacerse Dios. Sólo Dios con el pensamiento pone el ser. Nosotros, en cambio, conocemos el ser pero sólo potencialmente conocemos todo el ser, vemos así cómo Dios nos ha dado una impronta de sí mismo.
----------A decir verdad, es mejor decir que nosotros estamos disponibles para conocer a cualquier ser. En todo caso, el hablar de un conocer potencialmente todo el ser debe ser precisado diciendo que nuestra potencia cognoscitiva es limitada, por lo cual aun admitiendo la actuación completa de nuestra potencia cognoscitiva, podemos decir conocer todo el ser, pero en modo solo limitado. En estas condiciones, entonces podemos decir no sólo poder conocer todo el ser, sino conocerlo efectivamente cuando pensamos en Dios. Por otra parte, es necesario distinguir la potencia pasiva de nuestro intelecto de la posibilidad de actuación infinita del ser. Una cosa es la actuación de nuestra potencia intelectiva y otra cosa es la actuación de la posibilidad infinita de ser. Actuando plenamente nuestra potencia intelectiva, podemos conocer limitadamente todo el ser actual, que es Dios. Pero también podemos pensar, como sugiere Leibniz, en la actuación de la posibilidad infinita de ser, que es siempre Dios. Sin embargo, el ser divino no es la actuación de una potencia, que es siempre finita, sino de una posibilidad, que puede ser infinita.
----------Entonces, conociendo todo el ser y, por lo tanto, conociendo todo lo verdadero, teniendo un alma abierta a la verdad en cuanto tal, se hace mal al alma cuando uno queda así atrapado en el mundo sensitivo. Y esto hay que decirlo con todo el respeto que merecen las ciencias positivas, que son bellísimas. Galileo está en todo su honor. Sin embargo es necesario ir más allá de esto porque si la cultura se limita a la sola ciencia, eso hace mal al alma. En cambio, lo que hace bien al alma es la filosofía más la ciencia, y cuanta más ciencia hay, tanto mejor es, pero con la condición de que también haya filosofía.
----------No quiero pecar de prepotencia desde la filosofía, pero, para decirlo con toda verdad y franqueza, el hecho es este, que ser científicos es una elección libre del hombre, que siempre lo enriquece. En cambio, ser filósofos es una vocación, y si no se es filósofo no se es ni siquiera hombre. Se puede ser hombre sin ser científico, aunque repito, la ciencia enriquece. Pero lo cierto es que no se es hombre sin ser filósofo. Claro que aquí, naturalmente, por "filósofo", evidentemente no me refiero al doctor en filosofía o al filósofo de profesión, sino a aquel que advierte la propensión natural de la mente humana hacia la búsqueda de la sabiduría, fruto espontáneo de la razón natural (o del sentido común, para usar una expresión cara a mons. Antonio Livi). Digo esto precisamente porque el alma está destinada no sólo a contemplar las pequeñas porciones del ser que aparecen y que son mensurables y ponderables, sino a contemplar el ser como tal.
----------Es curioso el hecho de que todo el pensamiento liberal e iluminista, ataque precisamente en este punto a la Iglesia, que defiende los valores espirituales. Es decir, el liberalismo iluminista acusa a los cristianos de ser inmodestos. Pero esta acusación que golpea a los pobres cristianos, es terrible en su necedad, porque puede crear en la conciencia del cristiano una culpa que no tiene razón de ser: "si yo pienso al ser, debo decir mea culpa, mea maxima culpa, pues he hecho algo malo". No. Hacemos muy bien en pensar en el ser, porque a tal dignidad estamos llamados por Dios. En sustancia, la humildad no es la degradación de nosotros mismos, sino que es reconocer la propia dignidad y también los límites de la propia dignidad.
----------Por consiguiente, si uno se considera como si fuera un ser infinito, es un soberbio. Pero a la inversa, si uno se hace pensamiento finito, se envilece a sí mismo, porque nosotros somos pensamiento infinito en un ser finito. Vale decir, nosotros somos capaces de hacer objeto de nuestro pensar lo infinito divino, porque anima est quodammodo omnia. Esto quiere decir que nosotros, con el pensamiento finito podemos pensar un pensamiento infinito, que es Dios mismo. Por tanto, lo que entiendo decir es que nosotros, pensando el Pensamiento infinito, devenimos intencionalmente el mismo Pensamiento infinito. Por tanto, aunque nuestro ser y nuestra capacidad de comprender sean finitos, sin embargo, en el pensar a Dios nos infinitizamos no por cierto ontológicamente sino intencionalmente, precisamente en el pensamiento. En efecto, entre nuestro ser finito y el ser infinito divino sigue habiendo una abisal diferencia.
----------En cierto modo, en el párrafo anterior he banalizado un tanto, pero la fórmula es más o menos la que he dicho: nosotros somos pensamiento infinito en un ser finito. Ahora bien, notemos aquello a lo que quería llegar: que existe en nosotros la vida intelectiva que nos presenta todo el ser en su verdad, pero sin que el alma sea el ser (en cambio, según el idealismo, el sujeto cognoscente, la res cogitans, para expresarnos en términos cartesianos, es el mismo ser objeto de su conocer. De ahí el concepto idealista del ser o del sujeto como autoconciencia: yo soy el ser como ser conocido por mí. De ahí la identidad de ser y pensamiento, principio fundamental de la gnoseología idealista). Y así también hay en nuestra alma una representación afectiva, es decir, también nuestro amor, que es la segunda componente de nuestra espiritualidad. 
----------Esta segunda componente o función del alma humana, no se limita a tal o cual bien, sino que tiende al bien como tal, al océano de la bondad. Vemos así cómo el amor está conectado con la inteligencia; es necesario ser sabios para ser capaces de querer bien, y esto es muy importante. ¡La falta de benevolencia en el mundo de hoy es muy triste! Pues bien, la falta de esta serena benevolencia se debe a la falta de inteligencia sapiencial. Vemos cuán estrechamente están conectadas las dos cosas entre sí: nuestra alma, como conoce no sólo una pequeña porción del ser, sino todo el ser, como tiende a conocer, así también nuestro amor nos conduce al bien, no a ese determinado bien particular, sino a todo el bien. He aquí por qué sólo Dios puede ser el fin último que satisface al alma; todo otro bien es falso si no es visto a la luz de Dios.
----------En cambio en Dios sucede algo distinto. Dios no sólo tiene un pensamiento infinito como también lo tenemos nosotros, sino que además de tener un pensamiento infinito también tiene el ser infinito; por lo cual en Dios el ser se identifica con el pensar. Sin embargo, también aquí hay una diferencia entre nosotros y Dios. Ciertamente tanto nosotros como Él sabemos pensar en el Infinito, que es Él mismo, pero la diferencia consiste en el hecho de que mientras nosotros tenemos el pensamiento del Infinito, Él es el mismo Pensamiento infinito subsistente pensante del Infinito, y por tanto pensante de Sí mismo. En Dios, pensamiento y amor no sólo están abiertos al infinito, sino que son el ser infinito de Dios. Ahora bien, hasta aquí nos impulsa la filosofía, o sea, nosotros podemos decir que Dios, siendo supremamente vida, pero no vida vegetal, se entiende, sino vida de suprema perfección, es decir, vida espiritual, Dios es Espíritu.
----------Por consiguiente, sabiendo que Dios es Espíritu, debemos decir que en Dios hay pensamiento y amor. Y estamos en el Verbum de Filón de Alejandría. Aunque aquí debemos aclarar un poco. Filón admitía en Dios un Logos endiáthetos, o sea interior a Dios, pero no en el sentido de una verdadera Persona distinta de la Persona de Dios Padre. Luego Filón admite un Logos proforikós, es decir, que viene de Dios; lo que hace pensar en el Hijo, pero más probablemente se trata de una influencia pagana.
----------Por tanto, con el Verbum al que ha llegado la filosofía de Filón de Alejandría todavía no sabemos nada acerca de la Trinidad. Sin embargo, es justo, dice san Agustín de Hipona, servirse de esto, es decir, de la vitalidad de Dios, del pensamiento y del amor en Dios para interpretar la Trinidad. En otros términos, nosotros sabemos que en Dios hay pensamiento y amor, pero no sabemos sin embargo que el pensamiento se distingue del pensante y el amor se distingue del pensante y del pensamiento. No sabemos, en base a la simple razón, que en Dios, además de la distinción entre pensamiento y amor propia de la naturaleza divina, el Pensamiento es una Persona (el Hijo) y el Amor es otra Persona (el Espíritu Santo).
----------Eso no lo sabemos por la filosofía, y nadie puede decírnoslo excepto Jesús en las Escrituras. Y Jesús nos lo dice. Por ejemplo, san Juan, el gran místico predilecto por el Señor, subraya precisamente, en el cap. 14, que Jesús habla del Espíritu que nos dará. Dice "el Espíritu que procede del Padre"; por tanto, es distinto del Padre, y al mismo tiempo procede del Padre: el Espíritu "a quien yo os enviaré". Hay un doble misterio: Jesús lo envía después del cumplimiento del misterio pascual, asciende al Padre, envía al Espíritu, esto según la naturaleza humana, pero lo envía desde toda la eternidad según la naturaleza divina.
----------Luego, en el Prólogo, el Verbum, el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Si el Verbo fuera Dios sic et simpliciter, san Juan no habría dicho que estaba junto a Dios, sino que habría dicho solamente que el Verbo era Dios y Dios era el Verbo, y punto. Pero no, san Juan dice que el Verbo estaba junto a Dios, pero a la vez también es Dios. Vemos así, como luego lo dirá toda la teología trinitaria, que el Verbo es Dios como el Padre es Dios; pero al mismo tiempo el Verbo se diferencia del Padre, por lo tanto distinción de las divinas Personas. Este es el dato de la Sagrada Escritura. La Escritura nos habla del Verbo como distinto del Padre y del Espíritu como distinto tanto del Padre como del Verbo. ¿Y acaso nosotros deberíamos explicar este misterio? ¡Pobre de nosotros si lo intentáramos! En cambio, debemos intentar con la ayuda del Paráclito, no de explicar, sino de hacer inteligible en la medida de lo posible, que tanto el Padre, como el Hijo, y como el Espíritu Santo son Dios; sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios.
----------Esto me hace advertir que en alguna futura reflexión teológica, en continuidad con los presupuestos de la presente, deberemos intentar explicar cómo la distinción de las personas no quita su unidad. Pero, al menos por ahora, es importante que hayamos establecido que en Dios hay una pluralidad de Personas, tres Personas en cuanto la Escritura habla de ellas en estos términos, y que la explicación de esto no es para nada una explicación filosófica, porque aquí ya hemos dado el salto a la teología. En la teología interpretamos algo que sabemos por el dato revelado. La interpretación que hacemos la recabamos de la espiritualidad de Dios: Dios es supremamente viviente, supremamente pensante y supremamente amante.
----------Por lo tanto, en Dios el Pensamiento se constituye como Dios (Dios Hijo), distinto del Dios que piensa (Dios Padre), y esto lo sabemos, repito, sólo por revelación. Aunque aclaro, pues san Atanasio ya me hubiera excomulgado y me hubiera bochado en un exámen final del De Trinitate, al haber hablado de Dios distinto de Dios. No, Dios y el Hijo no son distintos como Dios. Como Dios son una cosa sola. Pero existe la distinción de relación, de Persona en cuanto relación, entre Persona y Persona en la unidad de la sustancia.
----------Profundizaremos todo esto en alguna próxima reflexión. De todos modos, vemos que el hecho es éste: que el Verbo es "Dios de Dios, luz de luz, engendrado, no creado". Vemos cómo el Símbolo Niceno explica bien estas cosas. En cambio, sobre esto surgieron dificultades en los primeros siglos cristianos. Alrededor del 300 surgieron sustancialmente dos muy peligrosas insidias para la teología trinitaria. Se producen dos movimientos heréticos anti-trinitarios, uno se llama modalismo o bien sabelianismo. La herejía de Sabelio está caracterizada por el monarquianismo, por el cual el Padre aparece como Hijo y sufre como Hijo.
----------Ciertamente, el Verbo es el dador de la verdad y de la belleza de las cosas, el Espíritu es el dador del appetitus, de la tendencia finalística. Sin embargo, el caso es que Sabelio veía bien la diferente función del Padre en la creación, es decir, en el actuar ad extra, pero no admitía que la Trinidad fuera algo en Dios, sino que se trataba sólo de tres aspectos de Dios asumidos en el actuar hacia fuera de Dios.
----------El arrianismo es precisamente una herejía opuesta al sabelianismo o modalismo. En efecto, mientras Sabelio aniquila la distinción de las personas, Arrio la exalta hasta el punto de hacer del Verbo una persona ya no divina, sino humana. Así Arrio dice que sólo el Padre es Dios, sólo el Padre es increado; el Verbo ciertamente está ahí pero no es Dios como el Padre, no es increado; en todo caso, es Dios por adopción, pero de por sí es creatura; pero es la creatura más sublime. Pero un Dios por adopción no puede ser realmente Dios, sino que evidentemente estamos ante una concepción pagana de la divinidad.
----------Y luego, siempre según el arrianismo, el Espíritu Santo obviamente también él es creatura, incluso más que el Verbo. Fue así que el Concilio de Nicea definió contra el arrianismo la doctrina de la consustancialidad, omousios to Patri, de la misma sustancia del Padre, engendrado no creado. Es decir, el Verbo, dice Arrio, es creado porque es generado, en cambio el Concilio de Nicea dice no, es sí generado pero no es creado. Vemos aquí el dogma católico de la Trinidad. Entonces, ahora también debemos darnos cuenta que la teología no puede decir la última palabra sobre la Trinidad pretendiendo saberlo todo.
----------En efecto, la Santísima Trinidad es uno de esos misterios a los que se puede sólo teológicamente aproximar, así como existen problemas que se resuelven aproximativamente, es decir, empujando continuamente hacia un término dado, uno se aproxima continuamente sin llegar a alcanzarlo. La Trinidad es algo similar a eso. Es decir, uno se aproxima a la comprensión del misterio sin llegar jamás a comprenderlo. Este proceso asintótico presenta dos grandes formas tradicionales, que son el pensamiento occidental y el oriental.
----------Pero demos alguna precisión a lo que acabo de decir. En realidad la Trinidad, siendo Dios y dado que Dios no tiene término, sino que es infinito, no puede constituir un término asintótico de inteligibilidad para la mente humana. ¿Por qué la mente humana no puede llegar a comprender y demostrar el misterio Trinitario? Por el simple hecho de la finitud de su comprensión y de la infinitud del mismo misterio. No podemos demostrar su necesidad lógica porque no podemos reconducir el misterio a principios racionales inmediatamente evidentes. Sin embargo, del dato de fe podemos deducir consecuencias lógicas, las cuales aumentan y refuerzan nuestro conocimiento del misterio. Y esta deducción es obra de la teología.
----------Ahora bien, el peligro para nosotros, los occidentales agustinianos, es el peligro del modalismo, pues nosotros partimos de la unidad de la esencia y nos resulta difícil explicar la Trinidad de las Personas. Mientras que es inverso el peligro de los orientales, que parten de la Trinidad y luego les resulta difícil explicar la unidad. Entrambos enfoques pueden ser buenos y ortodoxos, solo que es necesario que aceptemos los matices de la otra posición, es decir, que los orientales también afirmen lo que ellos llaman la monarquía del Padre, pero sin quitarle la consustancialidad, porque de lo contrario se cae en el arrianismo.
----------Y es necesario que nosotros, los occidentales, también afirmemos la unidad de Dios, pero también debemos trabajar con san Agustín para explicar cómo de esta unidad viviente de Dios brota una real Trinidad de Personas. Esta es la teología de la Trinidad. Ya hemos establecido un poco el dato, pero como luego el dato debe ser explicado conceptualmente, lo veremos la próxima vez, si Dios nos ayuda, pero Él siempre nos ayuda cuando le pedimos no lo innecesario sino lo que es necesario para nuestra salvación, pues en eso Dios es siempre bueno y misericordioso con nosotros.
----------Esperando poder cumplir estas mis promesas para una próxima reflexión, les deseo lo mejor en esta Santa Navidad, en la alegría del Verbo Encarnado.

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