jueves, 29 de diciembre de 2022

El "hombre espiritual": en defensa de la metafísica (2/2)

La mejor disposición para que la razón humana pueda llegar a escuchar y acoger la Palabra de Dios, es la de estar en posesión de aquellas nociones metafísicas de teología natural, que vienen perfeccionadas y enriquecidas con las verdades reveladas por nuestro Señor Jesucristo. Por eso la Iglesia toma cuidado de indicar a los fieles, entre los diversos filósofos o metafísicos o teólogos, cuáles son aquellos Doctores que mejor prestan a la razón el servicio de prepararla o de predisponerla para que se deje iluminar, completar, enriquecer, purificar, sobreelevar por las verdades de la fe. [En la imagen: fragmento de "La Escuela de Atenas", pintura al fresco de Rafael Sanzio, obra de 1509-1511, conservada en los Museos Vaticanos, Palacio Apostólico].

Cristo nos conduce al final de un camino que ya hemos iniciado
   
----------La metafísica nace, como observa Aristóteles, del asombro ante un nuevo espectáculo. Vemos un hecho admirable y nos preguntamos de dónde viene, quién lo ha producido, cuál ha sido su causa, qué finalidad tiene. Nuestra razón, desde su inmediato despertar, siendo aún niños, se interroga espontáneamente por la causa de las cosas y, reflexionando, comprende con certeza que toda cosa es lo que es y no otra distinta a ella misma y que, por tanto, una misma cosa no puede ser y no ser simultáneamente y bajo el mismo aspecto, comprende que el ser no es el no-ser, que el devenir es un pasaje de la potencia al acto, que lo necesario es la causa de lo contingente, que lo absoluto es el fundamento de lo relativo, que lo inmutable es la necesaria condición de la mutabilidad, comprende que el agente tiende a un fin.
----------Así, nuestra razón sabe que si sigue dócilmente el impulso que la empuja hacia la verdad, si procede espontáneamente y libremente en su camino, si no está bloqueada por la mala voluntad, llegará a saber que existe Dios y a conocer los valores fundamentales de la vida y de la existencia.
----------Vale decir, la razón se da cuenta de que "por la grandeza y belleza de las creaturas se conoce por analogía al Autor" (Sab 13,5) y, si no desvaría en el razonar, entiende que los entes con los cuales entra en directo contacto, son obras realizadas por un supremo Artífice, que es Dios creador (cf. Rom 1,19-20). ¿Y no es necesaria la metafísica para comprender esto?
----------Si, pues, existen entes, como los que constatamos por experiencia, que no tienen en sí la razón de su propio existir, es necesario admitir la existencia de un ente absoluto, perfectísimo, altísimo e infinito, que exista no por otro, sino por sí, en fuerza de su misma esencia, id quo nihil maius cogitari potest, precisamente Aquel Que es, Aquel cuya esencia es la de ser, causa creadora de los entes desde la nada. ¿Y no es necesaria la metafísica para comprender estas cosas?
----------Sabemos cuánto se preocupa el papa Francisco por el valor de la diversidad a los fines del respeto por el otro y de una fraterna y corcorde convivencia humana. Sabemos cuánto valor tiene la concepción bíblica del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Pues bien, todos estos valores presuponen la percepción de la analogía del ser, o sea, del ser uno y múltiple a un mismo tiempo. ¿Y dónde encontramos la justificación de todos estos valores, sino en la metafísica?
----------Cuando Cristo nos habla de Dios Padre, cuando nos revela su propio ser Hijo y la existencia del Espíritu Santo, nos habla evidentemente a nosotros que ya sabemos, en base a nuestra razón o eventualmente aprendidos del Antiguo Testamento, que Dios existe, que es uno solo, que es ser subsistente, espíritu, sabiduría y bondad infinitos, eterno, omnipotente, providente, creador del cielo y de la tierra, justo y misericordioso. Cristo, por tanto, añade acerca de Dios nuevas verdades, superiores y supremas respecto a aquellas que ya sabíamos en base a la razón; ¿y cual razón, sino la metafísica?
----------Cristo, en el revelarnos su doctrina divina y sobrenatural, no desmiente las verdades naturales, racionales y metafísicas que ya poseíamos, sino que las exige, las confirma, las corrige de eventuales errores y a ellas les añade su doctrina divina, que trasciende nuestra razón.
----------La luz de Cristo no se nos aparece en la oscuridad total, sino que ilumina los lados oscuros y aumenta la luz ya poseída por la lámpara de nuestra razón. Y esta lámpara es precisamente la metafísica. Quien cree que tiene que aceptar la fe ignorando, poniendo en crisis o rechazando aquellas certezas que ya posee, a menos que sean falsas, ni siquiera llega a la certeza de la fe.
----------"Todo el que es de la verdad, escucha mi voz", dice el Señor (Jn 18,37). Quien se regodea en la oscuridad y no acepta la verdad evidente y fácil que ya conoce o duda de ella, como ha hecho Descartes, no ama la verdad y ni siquiera aceptará la verdad mucho más ardua y misteriosa de la fe. Quien desprecia la razón y la metafísica, se engaña si cree tener la fe; creerá en tonterías, en fábulas y cuentos de hadas.
----------Creer que la fe ilumine una razón enturbiada o totalmente a oscuras es el defecto del fideísmo luterano, que cree así exaltar la fe, humillando la razón, pero no es ésta la verdadera humildad. La verdadera humildad es aceptar ante todo aquellas verdades que la razón puede saber. Y son las verdades de la metafísica. Y luego la razón podrá elevarse a las más altas y misteriosas verdades de la fe.
----------La doctrina de Cristo viene, por lo tanto, aceptada por una razón ya en posesión de sus certezas naturales, originarias y fundamentales, concernientes a la existencia de la verdad, a la cognoscibilidad de lo real, a la existencia de Dios y del espíritu, al valor del conocimiento, a la autoconciencia, al testimonio de la conciencia, en fin, a la percepción del deber moral.
----------Cristo confirma todos estos conocimientos de base, patrimonio de la metafísica, y añade un doble orden de verdades: algunas, de razón, pero que los filósofos paganos no habían llegado a encontrar, como la doctrina de la creación, Dios como Ser subsistente, el alma humana como forma sustancial del cuerpo, y nuevas y superiores verdades concernientes a la naturaleza divina y a nuestra naturaleza; otras, en cambio, superiores a la comprensión de la razón, atinentes a Dios, que constituyen el objeto de la fe.
----------Entre las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo se pueden encontrar sentencias o declaraciones de tipo metafísico, que elevan el contenido de la metafísica. Entre todas la más importante es el "Yo Soy". He tratado de resumir estas enseñanzas en un artículo en este mismo blog: Breve nota sobre la metafísica de Jesús. Es gracias a estos aportes que se puede y se debe hablar de una metafísica cristiana.
   
Méritos y oficios de la metafísica
   
----------La metafísica es esa ciencia admirable y entusiasmante que satisface las exigencias más radicales y rigurosas de la humana razón, le asegura el máximo de la fuerza, le permite dar prueba del máximo de sus energías y representa el máximo de sus conquistas.
----------Todos nosotros, desde el preciso momento en que nuestra razón comienza a funcionar, sentimos una insuprimible necesidad de verdad y de certeza en nuestros conocimientos, como aquellos que se refieren al significado del universo, al sentido último de las cosas, al origen, al valor y al fin de nuestra existencia, a la distinción entre el bien y el mal, al modo de alcanzar la felicidad, y cosas similares.
----------Tenemos necesidad de certezas primarias, sobre las cuales hacer apoyar o basar todas las demás certezas. ¿Y quién nos las proporciona, sino la metafísica? La contradicción y el absurdo nos repugnan. ¿Pero quién justifica esta repugnancia, sino la metafísica con el fundamental principio de identidad? Una acción sin sentido repugna inmediatamente a nuestra razón. ¿Pero quién le da un sentido, sino la metafísica con el fundamental principio de finalidad? Un ente sin causa, sin por qué, repugna a nuestra razón. ¿Pero quién nos evita esta repugnancia, sino la metafísica con el principio de causalidad?
----------Sentimos que lo finito, lo sensible, lo caduco, lo contingente, lo material, con lo cual se satisfacen los animales, no nos basta. ¿Y cómo y por qué lo sentimos si no es porque dentro de nosotros hay una instancia metafísica, es decir, de ir más allá de la física, hacia el mundo del espíritu? Y si Dios no es Espíritu, ¿qué o quién es Dios? ¿Y cómo se entienden, demuestran y aprecian estas cosas, sino con la metafísica?
----------La metafísica nos proporciona las nociones y distinciones primeras, más ciertas y universales de la razón: la oposición del ser al no-ser, de lo verdadero a lo falso, del bien al mal. Nos hace distinguir lo sensible de lo inteligible, lo real de lo ideal, el ser del pensamiento, lo posible de lo actual, lo análogo de lo unívoco, lo particular de lo universal, lo abstracto de lo concreto. Nos hace distinguir el efecto de la causa, lo idéntico de lo diverso, lo contingente de lo necesario, lo absoluto de lo relativo, lo temporal de lo eterno, lo mutable de lo inmutable, el ser sustancial del ser accidental, el ser por esencia del ser por participación.
----------Una idea errada de la metafísica es la de aquellos que creen que ella sea un supremo saber de tipo gnóstico, reservado solamente a poquísimos genios superinteligentes, los cuales, desde lo alto de su saber originario y divino, tienen la tarea de revelar y abrir los ojos a nosotros, los comunes mortales, limitados -dicen ellos- por el simple e ingenuo realismo, que creemos ilusoriamente en la existencia de una realidad externa, creada por Dios de la nada, y nos enseñan a dar sobre estas cosas una mirada crítica, haciéndonos conscientes del hecho de que en realidad no somos creados por un Dios trascendente, sino que Dios, como Yo absoluto o trascendental, el Brahman del hinduismo, es el fondo último de nuestro ser y que por tanto aquella que a nosotros, pobres ingenuos, nos parece realidad externa sensible, es en realidad producto de nuestro Yo trascendental, pensamiento creador de las cosas y de nuestro propio yo empírico.
----------Lo que se debe decir, por el contrario, es que la metafísica realista es el saber de base espontáneo de todos nosotros, es el saber común a todos nosotros por el simple ejercicio de la razón natural, de modo que las primeras nociones de la metafísica son conocidísimas, son las nociones de cosa, algo, esto, uno, ser, acto, esencia, sustancia, nada, bueno, malo, verdadero, falso, todo, etc., y son intuitivas, y las adquiere espontáneamente todo niño sano de mente, sin que nadie se las enseñe.
----------Sobre estas nociones, luego cada uno construye todo su saber, incluido el de la fe. En tal sentido, la metafísica es el saber de aquellos "pequeños", a los cuales está reservada la revelación de los misterios del reino de los cielos, mientras que los gnósticos son aquellos "inteligentes" (Mt 11,25), que creen, como dice el papa Francisco (en la Gaudete et exsultate) saberlo todo y sin embargo no saben nada.
----------Todo esto no impide la existencia y la necesidad, al menos en línea de principio, de una metafísica docta, científica, académica, reservada a quienes son metafísicos de profesión, encargados de la enseñanza académica de la metafísica. Con ello no se niega que las altas sutilezas del nivel científico de la metafísica puedan resultar difíciles y fatigosas para la mente de muchos de nosotros; esto, por lo demás, sucede para todas las ciencias a los ojos de los profanos y de los no competentes.
----------Cada ciencia tiene su específico lenguaje y su específica conceptualidad, para comprender los cuales es necesaria una adecuada actitud y preparación. Pero esto no justifica ciertas actitudes de rechazo prejuicial, de ignorancia afectada o de indiferencia o de hostilidad no conforme con aquellos que en todos nosotros deben ser el amor y el interés por las verdades fundamentales de la existencia y de la vida.
----------La metafísica sirve para "ampliar la razón", diría el papa Benedicto XVI, para purificarla, para elevarla y potenciarla al máximo de sus fuerzas, para edificar, como dice el Aquinate, el perfectum opus rationis, para permitir a nuestro pequeño intelecto, así preparado, afinado, formado y educado, para hospedar, si puedo expresarme así, en el propio horizonte, en la manera menos indigna posible, el "nombre que está sobre todo otro nombre" (Flp 2,9), ese Nombre (del hebreo Scem), que no debe nombrarse en vano, que es el nombre de Aquel que ha dicho de Sí mismo y es el único que puede decirlo de Sí: "Yo Soy".
----------Por consiguiente y en definitiva, se debe decir que una exégesis y teología bíblicas, una espiritualidad, una moral, una ciencia, una filosofía, una pastoral, que pretendan construirse ignorando toda referencia a la metafísica, en realidad son imposturas. Es necedad y falsa ciencia, por lo tanto, cavilar, devanarse los sesos y atormentarse, como hacen ciertos exegetas, en torno al famoso pasaje de Ex 3,14, atormentándolo en vano, pues es el corazón de la metafísica cristiana y de la fe judeo-cristiana, que en cambio debe ser tomado con veneración, simplicidad y sabiduría en su traducción tradicional Ego Sum Qui Sum.
   
Los obstáculos a la sabiduría metafísica
   
----------El rechazo de la metafísica puede ser ocasionado por tres factores:
----------1. La concupiscencia, es decir, el impulso excesivo y desordenado de la sensibilidad y de la emotividad, que embota y obnubila la perspicacia del intelecto, sumergiéndolo en la sensibilidad y en la imaginación, de modo que no llega a abstraerse de ellas para captar a lo inteligible puro. Es, como diría san Pablo, el hombre carnal que prevalece sobre el hombre espiritual, por lo cual, para estos filósofos, como por ejemplo los empiristas humeanos o los positivistas del Círculo de Viena, el discurso metafísico "no tiene sentido". Si ellos son teólogos, su Dios no será ciertamente el ipsum Esse, sino que será otro, a lo maximo algo como el anciano barbudo del fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
----------Quien no sepa gustar de la sabiduría metafísica, quien se ría de ella, quien la ignore, quien no la respete, o quien la trate con arrogancia o escepticismo, quien la considere tosca o ingenuidad medieval, quien no la admire, quizás no sintiéndose competente, no puede ser un hombre espiritual, un hombre de Dios, un hombre piadoso, un profeta, un verdadero religioso, un auténtico sacerdote, pastor, teólogo. No puede estar a la altura de las necesidades espirituales y eclesiales de nuestro tiempo, no comprende los dramas más profundos de nuestro tiempo, sino que corre el riesgo de ser un hipócrita.
----------2. La soberbia, por la cual el intelecto carece de la humildad para reconocer y adecuarse al dato real objetivo externo, rechaza esa adecuación y en su lugar pone una idea suya arbitraria, discordante con lo real, sustituyendo el objeto con esta idea, que por lo tanto no sirve para representarlo en la mente, sino para considerar e instrumentalizar el objeto real como si, en vez de conservar su esencia, él asumiera el contenido mental impuesto por el sujeto. Este es el vicio de aquello que el Papa llama subjetivismo, idealismo, gnosticismo, "idea abstracta", "enciclopedia de las abstracciones". Aquí la metafísica no es rechazada ni ignorada, sino falseada, distorsionada, porque no está fundada en el realismo, sino en el idealismo.
----------3. La doblez o servicio a dos señores. Es el falso tomismo de quienes, por un modo modernista de entender el progreso del tomismo promovido por el Concilio Vaticano II, creen poder mediar entre idealismo y realismo, o mezclan el pensamiento del Aquinate con principios erróneos de otros filósofos, tales como Descartes, Kant, Hegel, Heidegger o Severino, que son incompatibles con los del Aquinate, sin tener en cuenta ni el principio de no-contradicción y el del tercero excluido.
   
Las enseñanzas pontificias acerca del valor de la metafísica
   
----------La universalidad del mensaje cristiano, hecho para todos los hombres y dirigido a todos, es comprensible por todos y cada uno porque todos están ya en posesión de esas verdades universales racionales, que son objeto de la metafísica. Ahora bien, a fin de tomar cuidado en modo adecuado y eficaz de que el Evangelio pueda ser comprendido, recibido y creído, la Iglesia siempre se ha preocupado de cuidar que la mente de los hombres pudiera estar bien dispuesta gracias a la posesión de nociones adecuadas para la comprensión y para la aceptación del superior mensaje de la fe.
----------Ahora bien, ¿cuál es la mejor disposición para que la razón humana pueda llegar a escuchar y acoger la Palabra de Dios? Es la de estar en posesión de aquellas nociones metafísicas de teología natural, que vienen perfeccionadas y enriquecidas con las verdades reveladas por Cristo. Por eso la Iglesia toma cuidado de indicar a los fieles, entre los diversos filósofos o metafísicos o teólogos, cuáles son aquellos Doctores que mejor prestan a la razón el servicio de prepararla o de predisponerla para que se deje iluminar, completar, enriquecer, purificar, sobreelevar por las verdades de la fe.
----------Es en este ámbito del discurso y en virtud de estas necesidades educativas que los Romanos Pontífices desde el tiempo de santo Tomás d Aquino recomiendan en modo preferencial al Aquinate como guía y modelo de los estudios teológicos, como el filósofo y teólogo que mejor predispone con su metafísica a comprender e interpretar bien la revelación bíblica y los dogmas de la fe.
----------Por lo tanto, no cumplen con las directivas pastorales de los Papas, aquellos teólogos o filósofos católicos, que anteponen otros Doctores a Tomás, o se limitan a considerar al Aquinate como simplemente uno más entre los otros teólogos o incluso lo consideran con suficiencia un teólogo medieval ya superado.
----------Se equivocan también quienes sostienen, con el pretexto de la inculturación, que la Iglesia, únicamente preocupada por la universalidad del Evangelio, no se sentiría vinculada a ninguna particular filosofía, aludiendo también a la filosofía tomista, sino que simplemente dejaría en libertad de elegir aquella que se considere más adecuada para expresar el mensaje evangélico. La objeción que se debe hacer a este discurso es que la metafísica tomista no es la de un cualquier metafísico, sino que es la de aquel a quien los Papas -y el actual Pontífice no lo es menos- han llamado Doctor communis Ecclesiae.
----------No se debe confundir la introducción cultural al Evangelio con la inculturación del Evangelio. La una y la otra son una modalidad de la acción misionera y evangelizadora. La primera implica una educación y una preparación de la razón para aceptar la fe. Es la misión de san Juan el Bautista: preparar los caminos del Señor; bajar las montañas de la soberbia y de la presunción, llenar los valles, es decir, los vacíos y las lagunas, elevar el espíritu y hacerlo tender hacia el cielo.
----------En efecto, si prestamos atención, la predicación del Bautista está toda ella centrada en motivaciones, estímulos y llamamientos de carácter simplemente humano y racional. Es aquí donde el educador, el maestro, el apóstol, deben formar la mente del discípulo para el razonar metafísico, para el amor por la metafísica.
----------Lo que el maestro comunica es un saber universal basilar o fundamental, irrefutable, tanto especulativo como moral, que dispone a la mente para la acogida de la Palabra de Dios. Las nociones de la metafísica son aquellas "puertas antiguas" de las cuales habla el Salmo 24,7, son aquellas puertas cuyos "frentes" deben ser "levantados", para que pueda "entrar el Rey de la gloria".
----------La metafísica amplía el espacio de nuestra mente, a fin de que ella pueda adquirir una capacidad no indigna para acoger en sí las divinas nociones y los dogmas divinos, que sin embargo la desbordan, pero la llenan, como si se vertiera una botella entera de licor en un pequeño vasito. La Palabra de Dios es esa "buena medida, apretada, remecida y rebosante", que Cristo quiere verter en la "matriz" de nuestra mente. Y esta matriz es la inteligencia metafísica (Lc 6,38).

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