martes, 20 de diciembre de 2022

La actual obsesión por lo moderno

Algunos pocos, lamentablemente, confundiendo lo moderno con lo modernista, se lamentan de que en el Concilio Vaticano II haya algo de modernismo; otros muchos en cambio, que son de tendencia modernista, ven en la renovación conciliar una confirmación de sus ideas. Ambas posiciones están equivocadas. Puede parecer que en el Concilio haya rastros de modernismo, pero cuidado con dejarse confundir con esta impresión, ya que mientras la modernidad y la novedad que nos propone el Concilio son saludables, ¡mientras es sabido que el modernismo es una herejía! ¿O queremos considerar herético al Concilio? [En la imagen: fragmento del retrato del papa Pío X, pintado en 1911 por Pedro Subercaseaux para la Galería de los Papas del Vaticano].

----------En nuestros tiempos ha ganado un gran arraigo en la cultura católica, en la orientación del pensamiento y de la acción, la categoría de lo "moderno" en sustitución a la categoría de la "verdad", la cual es considerada abstracta, subjetiva, estéril, referente a las mentes atrasadas, estrechas y testarudas, y sobre todo fuente de conflictos, rigidez e intolerancia, teniendo en cuenta el hecho de que en el pasado, durante siglos (piénsese en las guerras de religión o en los Estados totalitarios) en nombre de la "verdad" única, universal y objetiva se han cometido muchos crímenes y muchas injusticias.
----------Hoy se cree que hay que hacer referencia a otros valores, por ejemplo: la caridad, la libertad, el pluralismo, el ecumenismo, el diálogo, la solidaridad, la misericordia, la apertura a los demás, la justicia, la paz, la fraternidad, el respeto a cualquier ideas, incluso las más contradictorias.
----------Precisamente porque no se teme a la contradicción y a la incoherencia, que son consideradas como algo normal (de ahí que está muy de moda la concepción de Dios según Nicolás de Cusa, como "coincidentia oppositorum") y, de hecho, son consideradas más bien como un signo de creatividad, de libertad, de genialidad, de coraje, de apertura, de tolerancia y de renovación. Por el contrario, se teme el estar aislados, el quedar en minoría, marginados, o bien se tiene miedo de parecer anticuados, superados, atrasados y conservadores. En cambio, la categoría que parece prevalecer es la de la modernidad, en las múltiples formas de la cultura contemporánea de éxito y ligada al poder y al prestigio, ya sea eclesiástico o político.
----------Lo que cuenta no es una fidelidad sincera a la propia conciencia que se adhiere a la verdad objetiva o al Magisterio de la Iglesia, sino gozar del consenso y de la aprobación de los demás, sobre todo si están en el poder o son personas de éxito, lo que importa es caer en gracia de los que mandan sin preguntarse si su línea es correcta o incorrecta, conforme o no conforme a la doctrina de la Iglesia, se trate de políticos, de intelectuales, de científicos, de filósofos, de teólogos, de obispos o de cardenales.
----------La referencia fundamental del pensamiento y de la acción ya no es la verdad sino el éxito, es lo que aparece nuevo, renovado, moderno, actual, sobre todo si no requiere sacrificio, renuncia o esfuerzo moral, sino que responde a nuestras tendencias a la ambición, a la impiedad, al placer, a la posesión, a prevalecer sobre los demás, hasta el punto de satisfacer los instintos más vergonzosos o criminales.
----------Todos los hermosos discursos sobre la caridad, sobre la comprensión, sobre el respeto al otro, sobre el pluralismo, sobre la tolerancia, sobre la libertad, sobre el diálogo y la apertura, por lo tanto, terminan siendo en realidad una pura hipocresía, en los casos en que el otro no queda sometido a nuestro poder, o nos recuerda los deberes asumidos, o nos reprocha nuestros pecados, o nos pide su propio espacio de libertad. Pareciera que hoy no tienen razón los que están en la verdad, aunque fueran perseguidos, despreciados o aislados, sino que tienen razón los que mandan, los que tienen éxito y prestigio.
----------Hoy no es admirado quien busca la verdad, sino el astuto que se finge honesto, el sutil sofista, el brillante vendedor, el fascinante y encantador hereje, a quienes se cree más sabios que Jesucristo o que el Papa, el socarrón desacralizador y profanador, el escarnecedor de los humildes, de los simples y de los pobres, el tenaz y descarado advenedizo arribista, el trepador social, que hace malabarismos o se las arregla con dobleces e hipocresías, con el pretexto de estar "abierto a todos", e imaginando que es el fiel de la balanza o el gran conciliador entre las opuestas facciones.
----------Sin embargo, ¿qué idea se hacen de lo "moderno" los que así piensan y actúan? Algunos corren tras lo moderno, creyendo que son modernos, pero en realidad han sido superados y están obsoletos. Son una mala copia de lo moderno, de la verdadera y válida modernidad. Lo postmoderno, que es considerado una especie de modernísimo o ultramoderno, es una putrefacción de los jugos venenosos de la modernidad y, sin embargo, no se tiene el coraje de desandar el camino recorrido, en el que se han extraviado, para rencontrar el camino correcto. Así se lograría una sana y constructiva modernidad.
----------A estas alturas, por ejemplo, está absolutamente demostrado que la así llamada "filosofía moderna", título tan prestigioso como inmerecido que se han atribuido cartesianos y postcartesianos, seguidos en esto por una plétora complaciente e ingenua de historiadores idealistas y liberales hasta nuestros días, no es otra cosa, para quien conoce verdaderamente la historia de la filosofía, que un refinado y astuto retorno al más crudo sofisma protagóreo, al dualismo gnóstico, al escepticismo pirroniano y al idealismo parmenídeo, bajo el disfraz de una alta e incluso exagerada espiritualidad (res cogitans), esa espiritualidad que correctamente hizo decir a Pascal: "quien quiere hacerse el ángel, acaba haciéndose bestia".
----------Y así, efectivamente, ha terminado el cartesianismo en los siglos siguientes dando lugar al más crudo materialismo iluminista y al pansexualismo de Freud (res extensa), como ha demostrado Fabro en su poderoso estudio histórico-teórico sobre los orígenes del ateísmo moderno.
----------El principio moderno de la autoconciencia y de la dignidad del sujeto ya estaba en el aire desde el Humanismo y desde el Renacimiento, nacido de la concepción cristiana medieval de la persona (por ejemplo, san Bernardo, los Victorinos, san Buenaventura, santo Tomás y el beato Duns Scoto), y no había necesidad de un Descartes que lo aprovechara para estropearlo con su idealismo escéptico y materialista.
----------En efecto, ya ha sido señalado cómo, por ejemplo, en el siglo de oro de la España del siglo XVI (por ejemplo santa Teresa de Avila y san Juan de la Cruz) tenemos el florecimiento de una estupenda literatura y poesía mística que constituye una verdadera exaltación del yo, no sin embargo encerrado en su orgullosa autosuficiencia, sino fundado en Dios, sediento de Dios y orientado hacia Dios.
----------Era la correcta respuesta al fideísmo inmanentista luterano, que si bien destacaba la dignidad de la individual conciencia ante la Palabra de Dios, sin embargo, con su ruptura frente a la objetividad mediadora de la comunidad eclesial, abría también él el camino al inmanentismo idealista hegeliano.
----------Pero la obsesión por lo moderno también tiene otra cara: es la absolutización de todo lo que es moderno o considerado moderno sólo porque es "moderno", sin ninguna preocupación por discernir en lo moderno lo positivo y lo negativo, si no es en base y a partir de criterios derivados de lo mismo moderno.
----------Este enfoque es típicamente modernista, ya que supone aquella concepción de la verdad, de tipo historicista-evolucionista, que fue condenada por san Pío X en la siguiente proposición: "La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, pues se desenvuelve con él, en él y por él" (Denzinger 3458).
----------De hecho, la categoría de lo "moderno" está ligada a la temporalidad y supone un devenir de lo real: moderno, en efecto, es aquello que existe hoy, diferente de aquello que existió ayer y de lo que existirá mañana. Lo moderno hace referencia a algo mutable. Así, la verdad inmutable, como la verdad de fe o los principios de la moral, están por encima del tiempo porque son verdades inmutables. Y por tanto no se resuelven en lo moderno, sino que lo trascienden.
----------Vicio del modernismo es precisamente el de considerar mutables estas verdades, por lo cual todo está contenido en lo "moderno". Por eso, en los tratados de dogmática o de moral de orientación modernista, hoy muy difundidos, fácilmente se encontrará la enunciación de un principio de fe o de moral acompañada de la siguiente fórmula: "hoy, a diferencia de ayer, se piensa así".
----------Incluso ya no se tiene el coraje de llamarlos "tratados", porque se sabe bien que no se posee el método escolástico, sino que se los llama "ensayos". El ensayo, en realidad, tradicionalmente, como dice la palabra, essay en francés, implica simplemente la idea de probar, de ensayar, de examinar, como decía uno de mis maestros, lo que implica evidentemente una pequeña cantidad de páginas, un pequeño volumen, un librito, un opúsculo, un folleto prácticamente y no un libro de gruesa masa. Sin embargo, es con estos "ensayos" que se pretende reemplazar el método científico de la ardua y fecunda escolástica.
----------Ya no se dice o ya no se sabe decir categóricamente, simplemente y absolutamente "las cosas son así", sino que se tiene siempre necesidad de relativizar todo al presente, a lo "moderno", como si no fuera la verdad, sino lo moderno, el presente, lo que lleva a decidir, a hacer válida y verdadera una determinada tesis de fe o de moral. En tal modo nunca se genera una certeza, porque siempre surge la pregunta: "¿Y mañana?". Ciertamente, el vínculo con el tiempo es válido para las cosas generables y corruptibles, pero es inadmisible y oprobioso, vergonzoso, para la verdad de fe y los principios de la moral.
----------Así, como ya señalaba la Pascendi de san Pío X, está en acto hoy una mastodóntica y organizadísima revisión, ya intentada en su tiempo por el iluminismo, de muchas tesis históricas tradicionales: en el campo de la hagiografía o de la historia de las herejías, por ejemplo, a menudo se encontrará una inversión de juicio: quien en el pasado fue considerado santo, hoy debe ser considerado lleno de defectos.
----------Recuerdo a un colega mío de teología, profesor de patrología, hace ya de esto muchos años, el cual un día hubo de decir que san Atanasio "tenía un mal genio". Mi director espiritual un día, para hacerme un reproche, me dijo que me parecía a san Atanasio. Pero el caso es que yo no sentí ninguna vergüenza, al contrario, experimenté una oleada de orgullo. Y viceversa, sujetos notoriamente herejes, como por ejemplo Lutero, hoy hacen la figura de grandes reformadores de la Iglesia. Recuerdo a este respecto cómo un día escuché de uno de mis cofrades decir seriamente que Lutero debería ser hecho santo.
----------Moderno, tal como he dicho, es lo que existe hoy. Pero lo que existe hoy se puede considerar de dos modos: primero, lo moderno como simple dato de hecho, he aquí entonces lo moderno de facto, y esto puede implicar cosas buenas y cosas malas. Existe también una criminalidad moderna, una crisis moderna de la familia. Por consiguiente, es de sentido común que esto no quiere decir que, por el hecho de ser cosas modernas, ellas sean cosas buenas. Aquí es donde se equivoca el modernismo.
----------Y, segundo, existe un moderno que podríamos llamar "de perfección" o "de valor", por ejemplo el reloj moderno, un auto moderno, la medicina moderna, los trenes modernos: ¿quién no aprecia estas cosas? Y eso es porque se supone que sean mejores que las cosas que existían en el pasado. En tal sentido la filosofía y la teología modernas son de suponer mejores que las del pasado, nos hacen conocer más verdades y mejor. Por eso, la verdadera filosofía moderna no es la filosofía postcartesiana, sino el tomismo moderno.
----------Lo moderno, por consiguiente, no es necesariamente lo nuevo, ya que puede ser también un valor antiguo que todavía vale hoy o es recuperado hoy. Así podemos decir sin lugar a dudas que la filosofía de Platón, de Aristóteles o de santo Tomás de Aquino son modernas, por el hecho de que, aunque hayan sido elaboradas hace muchos siglos, conservan todavía intacto su valor de fondo. Lo antiguo todavía válido sabiamente recuperado se convierte en un moderno de valor, ligado al progreso.
----------En cuanto a lo nuevo, ello no es necesariamente bueno, según aquella muy conocida anécdota que se cuenta a propósito del gran compositor italiano Gioacchino Rossini: a quien se le presentó un joven compositor y se le pidió su opinión sobre una de sus obras. El gran Rossini respondió: "Bueno, querido señor, hay algo nuevo y hay algo bueno; lástima que lo nuevo no sea bueno y lo bueno no sea nuevo". Así, igualmente, en la ciencia teológica y moral y sobre todo en la doctrina de la fe: si lo nuevo es explicación o desarrollo de lo antiguo, ciertamente es bueno. En cambio, es malo aquello nuevo que no es desarrollo vivo de la tradición y del dato perenne, sino que lo deforma o falsifica.
----------Pues bien, el Concilio Vaticano II nos ha propuesto un nuevo modelo de vida cristiana y nuevas doctrinas. Sin embargo, es necesario entenderse: no se trata de novedades absolutas, como un nuevo que sustituya a un viejo ya acabado, ya que en el cristianismo tanto la doctrina como la moral son sustancialmente inmutables. Lo nuevo, por tanto, es sólo el modo con el cual el Concilio Vaticano II nos propone la verdad y el bien: nove sed non nova, decía aquel teólogo. El Concilio de nuestro tiempo ha querido ciertamente modernizar y renovar la vida cristiana, según el modelo de la acción del Espíritu Santo: renovabis faciem terrae.
----------Pero entendámonos: en la renovación, en cambio, lo viejo desaparece y es reemplazado por lo nuevo. Así renovamos la tarjeta para el colectivo en Mendoza, o renovamos un compromiso vencido, o la disposición de los muebles en casa. El Concilio ha renovado en tal sentido sólo en el campo disciplinario, pastoral, jurídico, comportamental, no ciertamente en el campo doctrinal, cosa que no tendría sentido.
----------Algunos pocos, lamentablemente, confundiendo lo moderno con lo modernista, se lamentan de que en el Concilio haya algo de modernismo; otros muchos en cambio, que son de tendencia modernista, ven en la renovación conciliar una confirmación de sus ideas. Ambos partidos están equivocados. Puede parecer que en el Concilio hayan rastros de modernismo, pero cuidado con dejarse confundir con esta impresión, ya que mientras la modernidad y la novedad que nos propone el Concilio son saludables, ¡mientras es sabido que el modernismo es una herejía! ¿O queremos considerar herético al Concilio?
----------Finalmente, es bueno distinguir dentro de la categoría de lo moderno, la reforma y el progreso. La reforma se refiere a las costumbres, el progreso consiste en un mejor conocimiento de las inmutables verdades de fe gracias a su explicitación o explicación. En todo caso, tanto el pensamiento como la acción deben progresar: "una caridad que no progresa no es caridad", dice san Agustín de Hipona.
----------Existen dos modelos válidos de reforma. Se puede reformar recuperando lo antiguo, y este fue el intento de Lutero, pero intento fallido en él, porque no se dio cuenta de que pecaba de arcaísmo, como si la fe medieval hubiera añadido cosas que son ajenas al Evangelio, lo cual es falso.
----------Y existe la reforma como avance y progreso, que también tiene ella su valor, en tanto brota de los orígenes, está enraizada en la tradición y en la verdad perenne. El Concilio Vaticano II ha reformado e hizo progresar la doctrina, aun cuando no contiene verdaderos y propios nuevos dogmas definidos. En general, ha hecho avanzar toda la vida cristiana y eclesial acogiendo cuanto de bueno existe en la modernidad y a la vez reemplazando lo viejo que ya tenía que desaparecer por una bondad fundada en la verdad.
----------En conclusión: esclavitud a lo moderno, idolatría de lo moderno, obsesión por lo moderno, no. Porque esto sería modernismo. Descubrir lo verdadero moderno, discernir lo moderno saludable a la luz del Concilio, de la Tradición, de la Escritura, sí. Este es el camino que el Espíritu Santo nos dice que tomemos hoy, esto es lo que hoy "el Espíritu dice a la Iglesia".

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