sábado, 17 de diciembre de 2022

El Atrio de los Gentiles

El diálogo entre creyente y no-creyente, o entre teísmo y ateísmo, no es un intercambio de ideas entre amigos a la par, con sonrisas, palmadas en la espalda y elogios recíprocos, sino que debe ser comparado con la relación médico (teísta) - paciente (ateo), por más humillante que esto pueda parecer para el ateo. Porque si el ateo no se considera pasible de ser corregido, el diálogo deviene inútil y una pérdida de tiempo.

----------El templo de Herodes, destruido junto con el resto de Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C., incluía cuatro "atrios" separados entre sí, y cada uno diseñado para un propósito diferente: el atrio de los gentiles, el atrio de las mujeres, el atrio de Israel (o la Corte de los Hombres) y la Corte de los Sacerdotes. El atrio de los gentiles se conoce como "el atrio exterior" en Ap 11,2. El Atrio de los Gentiles era el patio exterior y la única área del templo donde se permitía a los no judíos. Como su nombre lo indica, era accesible a los gentiles, o sea a extranjeros y a aquellos que eran considerados impuros. Allí, los fieles podían deambular, cambiar dinero e incluso comprar animales para los sacrificios. Fue desde el Atrio de los Gentiles que Jesús, en dos ocasiones (Jn 2,11-12; Mt 21,17-23), expulsó a los cambistas, declarando: "Está escrito: Mi casa será llamada casa de oración, pero tú la conviertes en cueva de ladrones" (Mt 21,13).
----------Entre los años 20 y 19 a.C., el rey Herodes dio inicio a los grandes trabajos de renovación, o más bien de reestructuración, del templo de Jerusalén, el segundo templo, aquel que había sido construido después del exilio en Babilonia. Como he dicho, además de las áreas reservadas a los miembros del pueblo de Israel (hombres, mujeres, sacerdotes) en este templo había un espacio en el que todos podían entrar, judíos y no judíos, circuncisos e incircuncisos, miembros o no del pueblo elegido, personas educadas en la Ley y personas ignaras de la Ley. Aquí se reunían rabinos y maestros de la Ley dispuestos a escuchar las preguntas de la gente sobre Dios, y a responder en un intercambio respetuoso y misericordioso. Este espacio era el atrio  de los gentiles o paganos, en latín el atrium gentium, un espacio que todos podían atravesar y en el que podían permanecer, sin distinciones de cultura, lengua o profesión religiosa, un lugar de encuentro y diversidad.
----------De tal antiguo lugar viene la inspiración para una iniciativa del Consejo Pontificio de la Cultura, iniciativa llamada precisamente: "el atrio de los gentiles", impulsado por el cardenal Gianfranco Ravasi [n.1942], que fue presidente hasta este año de ese Consejo Pontificio de la Cultura, ahora suprimido por la reforma de la Curia Romana, y reemplazado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación, dirigido por el cardenal José Tolentino de Mendonça. Sin embargo, se mantiene el "Cortile dei Gentili" como uno de sus departamentos, y sus objetivos son definidos con estas palabras: "se trata de un ámbito de encuentro y diálogo, un espacio de expresión para los que no creen y para los que se hacen preguntas acerca de a la propia fe, una ventana abierta al mundo, a la cultura contemporánea y las voces que ahí resuenan".
----------Continúa diciendo el sitio web de dicho dicasterio romano: "Así entonces, en el curso de la historia de la alianza con Dios, hasta los que parecían estar excluidos de ella, los extranjeros, gentiles, paganos, eran en realidad objeto de interés y eran tenidos en consideración. Ahora ha sido abierto un espacio concreto: todos están convocados, su voz se une a otras voces que van a la búsqueda del Dios desconocido".
----------Giuseppe "Pucci" Cipriani, conocido publicista del extremo tradicionalismo italiano, director de la revista "Controrivoluzione", refiere en un artículo de hace algunos años atrás que el cardenal Ravasi había dado como objetivo para su famoso "Cortile dei Gentili" el de ser el "laboratorio de un diálogo de igual dignidad entre ateos y creyentes que purifique las actitudes profundas de ambos frente a Dios y la fe".
----------Efectivamente, esas habían sido las expresiones del cardenal Ravasi. Ahora bien, me parece que aquí el Cardenal confunde la dignidad de las personas con la dignidad de las ideas. Es obvio que todas las personas, creyentes o ateos, tienen la misma dignidad de personas como seres dotados de razón, igualmente llamados a la salvación, pero esto no quiere decir en absoluto que las ideas de los creyentes tengan "igual dignidad" que las ideas de los ateos. Esto es un grave prejuicio relativista hoy lamentablemente muy difundido y maravilla mucho encontrarlo en boca de un Purpurado acerca del cual, los lectores acaso recuerden, muchos nombraban como un deseable nuevo Pontífice antes de la elección del papa Francisco.
----------De hecho, desde hace más de dos siglos, con el afirmarse del derecho a la libertad de conciencia y a la libertad de religión en su versión liberal-iluminista favorable al indiferentismo y a la relativización de todas las religiones, efecto, este, del subjetivismo y particularismo protestantes, se ha difundido en la cultura de hoy y en ciertos ambientes católicos sedicentes "avanzados" la idea de que la convicción en la existencia de Dios y por tanto la fe cristiana no son un saber objetivo con derecho de ser aceptado por todos y con derecho a ser públicamente reconocido, sino una simple opinión más o menos particular o subjetiva entre otras opiniones incluso opuestas, incluyendo la irreligiosidad y el ateísmo, opiniones de igual dignidad, igualmente respetables y legalmente reconocidas por la sociedad civil y por el Estado.
----------Ahora bien, aquí debemos hacer una importante distinción por una parte entre el derecho civil a la libertad religiosa y por otra el valor objetivo de la religión como virtud natural, incluyendo la idea de la existencia de Dios así como la religión sobrenatural, es decir, la fe cristiana. Ante el Estado moderno, laico y pluralista, nacido de la colaboración de creyentes y no-creyentes (véase por ejemplo los Estados Unidos, Francia o nuestra Constitución Argentina), toda religión o idea religiosa son legítimas y admitidas, católica o no católica, comprendido el mismo agnosticismo religioso, salvado el respeto a las normas fundamentales de la convivencia civil establecidas por la Carta Constitucional y por los derechos universales del hombre (véase la ONU). Tal principio es reconocido también por el Concilio Vaticano II (declaración Dignitatis humanae).
----------Pero la cuestión en sí del valor de la religión, y en este caso de la idea de la existencia de Dios, es decir, la cuestión del teísmo o del monoteísmo, no puede en absoluto ser restringida u homologada a este ámbito, que no entra propiamente en la especificidad del problema mismo, sino que su solución corresponde a la Iglesia, fuera y por encima de los términos reservados a la competencia del Estado y de la sociedad civil. En efecto, aquí tenemos el otro esencial término de la distinción antes enunciada y es el valor de la religión, esta vez no en relación al bien del Estado, sino a la salvación de la humanidad, y por tanto de competencia de la Iglesia.
----------Es éste precisamente no el punto de vista del Estado, el cual en definitiva no tiene autoridad para determinar lo verdadero en términos de religión, y sobre todo si se trata de religiones reveladas como es el catolicismo, sino que es el punto de vista del mismo catolicismo. Desde tal punto de vista es evidente para todo católico que teísmo o ateísmo, fe o incredulidad, no son dos opiniones entrambas legítimas como las demás opiniones, no son dos "optional" donde cada uno puede elegir lo que prefiera sin ninguna consecuencia importante, por positiva o negativa que sea, con respecto a la elección hecha.
----------Por otra parte, los valores verdaderos, según la visión liberal-indiferentista, estarían en otro lado: residirían en la simple posibilidad de ser libres y de pensar lo que se quiera independientemente de reglas o valores religiosos "no negociables", que no existen, siendo la verdad no un dato objetivo y universal sino sólo el efecto de una decisión subjetiva voluntarista (el cogito-volo cartesiano del cual habla Cornelio Fabro).
----------Por el contrario, es necesario recordar que teísmo y ateísmo no son en absoluto ideas de "igual dignidad", sino que es necesario decir con toda la fuerza posible, también sobre la base de la importante enseñanza del Concilio Vaticano II, que mientras el teísmo está fundado sobre incontrovertibles pruebas racionales, el ateísmo es "uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo", por lo tanto de ningún modo fundado en razón, aun cuando el Concilio, con gran magnanimidad y sabiduría pastoral, exhorta a indagar, estudiar y comprender cuáles pueden ser los motivos profundos, ciertamente irracionales pero aún así siempre motivos, que "se esconden en la mente de los ateos", no para dejar a los ateos en sus ideas torcidas, sino al contrario, para poderles ayudar a corregirse, a arrepentirse y a aceptar de todo corazón con convicción las razones irrefutables y certísimas que, a la inversa, conducen a la mente humana a saber que Dios existe, para luego poder extraer las vitales consecuencias morales que de tal certeza se derivan a los fines de la salvación.
----------El grave riesgo de un cierto diálogo entre creyentes y no creyentes o entre católicos y no católicos es hoy el de un dialogar chapucero inconcluyente, el de un dar vueltas o de irse por las ramas, acompañando todo con estereotipadas y trilladas fórmulas piadosas de circunstancia ("oremos por la unidad"), bajo el pretexto de resaltar lo que nos une o tal vez para hacernos simpáticos, olvidando que un acuerdo no fundado sobre comunes compartidas verdades no sólo no tiene ningún valor sino que es perjudicial para entrambos dialogantes a los fines de una correcta y sana vida moral. Probablemente el Espíritu Santo sugiera secretamente a estos ecumenistas y dialogantes excursionistas, exhibicionistas, confusionistas e inconcluyentes: "¡Póngase a trabajar para corregir errores y herejías, y Yo me manifestaré vivo! ¡No lloren que me da escalofríos! ¡Basta con las salamerías y los desfiles de disfraces y empiecen a hacerlo en serio!".
----------Por eso es necesario decir a claras letras que el diálogo que el creyente debe llevar adelante con el ateo, si por una parte debe captar comunes valores o verdades racionales sobre la base del hecho de que el uno y el otro son seres racionales, por otra parte, tal diálogo requiere por parte del creyente que en los debidos modos, tiempos y circunstancias -opportune et importune- él, con convincentes argumentaciones, fino tacto y auténtico testimonio de caridad, sepa guiar al no creyente o al ateo al conocimiento de Dios en vista de una relación con Dios que pueda ser fructuosa y útil para su salvación, mientras que por otra parte requiere en el no creyente la renuncia a todo orgullo y una sincera apertura a la verdad.
----------Lo que necesita ser purificado, por lo tanto, no es el convencimiento del teísta en cuanto tal, sino el del ateo. De hecho, la actitud del ateo, más que "purificarse" (como si fuera algo sustancialmente bueno que tenga impurezas que eliminar), debería simplemente ser suprimida y sustituida por la fe en Dios. Sería como hablar de la purificación de una enfermedad: la enfermedad debe ser curada y punto, para así vivir.
----------Ciertamente esto no significa que cualquier error no pueda tener una parte de verdad, la cual puede ser recuperada, pero el ateísmo en cuanto tal es un error que como tal debe ser simplemente rechazado: no hay aspectos positivos que recuperar, sino tal vez la necesidad de un absoluto, con la característica de que en el ateísmo lo absoluto es el hombre en lugar de Dios, pero el ateo, sin embargo, al menos en sus declaraciones, rechaza toda idea de absoluto, precisamente porque le recuerda y le reclama la idea de Dios.
----------El convencimiento teísta, por el contrario, si bien accidentalmente puede ser purificado en sujetos no suficientemente preparados, es sustancialmente un pensamiento purificador. Por consiguiente, el hablar de una "purificación" de entrambas convicciones, aunque sea orientándolas hacia Dios, pone sin discreción sobre el mismo plano la verdad y el error, la fe y la incredulidad, cosa que no tiene ningún sentido y refleja una mentalidad doble, la cual, para hablar con el Evangelio, quisiera servir a dos señores, en contra del mandato perentorio de Cristo: "Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no; el resto pertenece al diablo".
----------El diálogo teísmo-ateísmo no es un intercambio de ideas entre amigos a la par, con sonrisas, palmadas en la espalda y elogios recíprocos, sino que debe ser comparado con la relación médico (teísta) - paciente (ateo), por más humillante que esto pueda parecer para el ateo. Pero si el ateo no se considera pasible de ser corregido, el diálogo deviene inútil y una pérdida de tiempo. Ciertamente, no debe faltar la cordialidad, pero sobre todo no debe faltar la seriedad, sinceridad y el sentido de responsabilidad. No se puede excluir a priori la posibilidad del choque, si está en juego la verdad. Mejor es la franqueza que una cortesía equívoca y falsa.
----------Por lo demás, si el creyente debe ser caritativo, comprensivo y tolerante hacia el no-creyente, la fe del creyente no puede ser una equilibrismo o un malabarismo, como se expresó en sus últimos días infelizmente también el cardenal Martini, entre el creer y el no-creer, entre el sí y el no, sino que debe ser actitud clara, firme y decidida de adhesión a la verdad de la Palabra de Dios a cualquier costo, incluso si fuera el de la propia vida. La fe de los mártires ciertamente no es aquella que pretendía el cardenal Martini.
----------La verdadera fe que nos enseña el Evangelio es la base de un diálogo proficuo entre creyente caritativo y no-creyente honesto, que no es jugar a las escondidas donde nos podemos permitir saltar alegremente como inconscientes entre un movimiento y otro, mientras en el mencionado diálogo la puesta en juego es demasiado alta para que nos podamos dar el lujo de poner en peligro la propia alma y la de quien nos escucha.

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