miércoles, 7 de diciembre de 2022

Existe fundamentalismo y fundamentalismo

Respecto al vocablo "fundamentalismo", es necesario prestar mucha atención y ser muy cuidadosos en el uso de este término, procurando discernir en cuál de sus sentidos viene usado, cuando lo oímos pronunciar por otros, para no tomar gato por liebre en una temática tan importante de nuestra vida de fe y eclesial.

----------Cada tanto en la literatura y en la publicística católicas, aparece todavía hoy la observación, o con más frecuencia la acusación, de "fundamentalismo", considerado como defecto moral o religioso, así como, en otras ocasiones, método exegético obsoleto. Tal acusación suele ser lanzada frecuentemente contra ambientes atrasados y estancados, pasadistas (o "indietristas" diría el papa Francisco), por parte de aquellos católicos que pretenden ser avanzados y fieles a la Iglesia de nuestro tiempo.
----------El término "fundamentalismo" viene usado también por los modernistas, con la específica intención de denostar con desprecio a aquellos católicos auténticos, firmes y sólidos en sus convicciones, vale decir, católicos combativos, apegados al dogma y enemigos de las herejías. Puede tratarse a veces de católicos más bien orientados a lo tradicional, como lo era, por mencionar un ejemplo, el Siervo de Dios padre Tomas Tyn, o bien más abiertos al progreso, como lo era típicamente Jacques Maritain. Más allá del ámbito de ese auténtico catolicismo, en plena comunión con la Iglesia y el Papa, también son objeto de estos ataques, cristianos alejados de la Iglesia Romana, como los discípulos del arzobispo Marcel Lefebvre.
----------Por lo tanto, sucede que en boca de los modernistas, incluso los buenos católicos vienen acusados de fundamentalismo, y son agrupados junto a los lefebvrianos. ¿Por qué este sin sentido? Por el simple hecho de que los unos y los otros admiten la eternidad y la inmutabilidad de la verdad, a diferencia de los modernistas, los cuales, como ya señalaba con indignación el papa san Pío X: "son verdaderamente ciegos y guías de ciegos, los que, hinchados con el soberbio nombre de ciencia, deliran hasta el punto de pervertir el eterno concepto de verdad" (encíclica Pascendi Dominici Gregis, n.20).
----------Vale decir que, del término "fundamentalismo" se han posesionado en tal medida los modernistas, como para oponerse no sólo a los lefebvrianos, sino también a todos los buenos católicos, fieles al Papa, fieles al Concilio Vaticano II y al Magisterio de la Iglesia de siempre hasta la actualidad. Para el modernista, la acusación de fundamentalismo es infamante, descalificante y es una condena sin apelación.
----------Según los modernistas, se dialoga con el ateo, con el musulmán, con el comunista, con el mafioso, con el masón, con el budista, pero no, sin embargo, con el fundamentalista. Los modernistas no han dudado en acusar descaradamente de fundamentalismo incluso a los Papas del post-concilio, hasta llegar a un gran Papa y teólogo progresista como Benedicto XVI (actual papa emérito), quien sin embargo nos ha recordado la existencia de "valores no negociables". Por lo cual todavía sigue siendo un fundamentalista. 
----------Con el papa Francisco, los modernistas han cambiado de táctica (al menos ha sido lo que se vió en la primera mitad de su pontificado). Habiendo visto que los insultos y las burlas no sirven para corregir a los Papas, fue entonces que los modernistas recurrieron a una igualmente descarada adulación, para presentar al Papa como uno de los suyos, aprovechando algunos de sus gestos, acciones o palabras, que podían prestarse al equívoco o ser malinterpretados, mientras que el Papa no parece preocuparse en remover los malentendidos, por lo que las malas interpretaciones se extienden inmediatamente por todo el mundo, con la consecuencia de que se está profundizando el surco que divide a los modernistas de los pasadistas.
----------A la vista de lo sucedido en estos últimos diez años, durante todo el curso del pontificado de Francisco, soy del parecer que hubiera sido necesario que el Papa trabajara más por la reconciliación en la Iglesia. Nadie más que él tiene de Dios la capacidad, la autoridad y el poder en la tierra para recomponer la unidad, salvaguardar la unidad, defender la unidad, favorecer y promover la unidad. Uno de los propósitos del Concilio ha sido el de reconstruir la concordia entre los hermanos divididos y separados. En cambio, después de sesenta años de ecumenismo y de iniciativas pastorales, no sólo no se ha restablecido la unidad entre los cristianos, sino que la Iglesia nunca ha estado tan dividida en su interior. La concordia se encuentra sobre la base de la unidad de la fe en Cristo. Él es la "piedra angular" (Ef 2,20: 1 Pe 2,6-7), la "roca" (1 Cor 10,4), el "fundamento" (2 Tim 2,19), sobre el cual es necesario fundarse (cf. Col 2,7) y es necesario construir.
----------Por consiguiente, corresponde supremamente a Pedro (Mt 16,18), es decir, al Papa, "poner el fundamento" (1 Cor 3,10-11), para que los discípulos del Señor estén "fundados en la fe" (Col 1,23). Compete al Romano Pontífice llamar a sí, es decir, a Cristo, a los hijos dispersos y a los hombres extraviados en las sombras de la muerte. Nadie puede sustituir al Papa en esta tarea, nadie puede reemplazarlo. En efecto, "cuando los cimientos se tambalean, ¿qué puede hacer el justo?" (Sal 11,2). Si el Santo Padre no interviene, ¿quién puede sustituirlo? ¿Lefebvre? ¿Lutero? ¿Rahner? No faltan necios que así lo creen.
----------El Papa es también el buen pastor que va en busca de la oveja perdida, teniendo compasión por las multitudes que están extraviadas y sin pastor, y quien conduce el rebaño a pastos fértiles y lo defiende de los lobos. Como Vicario de Cristo, el Papa está en el fundamento de la Iglesia, es punto de apoyo fundamental. Cuando los cimientos son sacudidos, como hoy, por los poderes satánicos; a él le corresponde, con la fuerza del Espíritu Santo, fortalecer los cimientos y defender a la Iglesia de las potencias del mal.
----------En mi opinión, el Santo Padre se ha venido mostrando demasiado severo hacia los pasadistas y demasiado indulgente hacia los modernistas. De tal modo, carece de esa imparcialidad, que a él le conviene como gozne y punto de apoyo de la comunión eclesial, y que le permitiría obrar eficazmente, como le corresponde, por un acercamiento entre las dos tendencias, vinculando entre sí las cualidades propias de cada una: la conservación de los pasadistas y el progreso de los modernistas. De tal modo se realizaría, en la unidad católica, la felicísima fórmula de Benedicto XVI: "progreso en la continuidad".
----------El término "fundamentalismo", de por sí, es una hermosa palabra, que significa amor por el fundamento. Un firme y seguro fundamento es muy importante en la vida y en el pensamiento. Tenemos necesidad de apoyarnos sobre un fundamento. Todos los grandes filósofos siempre han buscado el principio o el fundamento del ser, del pensar y del actuar. Sin embargo, es necesario que este fundamento sea auténtico y muy distinto de aquello que no lo es o que ya no lo es. Aquí se plantea un problema, ligado al origen histórico del término. De hecho, el término designa originariamente una secta protestante americana, nacida en el siglo XIX, la cual veía ciertamente en la Biblia el fundamento revelado de la doctrina y de la moral, el "fundamento de la fe", pero con una actitud rígida, ingenua, acrítica y a-histórica, lo cual llevó a considerar como Palabra de Dios y como principios morales absolutos, también muchas ideas, instituciones, usanzas, leyes, superadas; o bien nombres, hechos o relatos de la Escritura, privados de fundamento histórico o de confiabilidad científica.
----------Los fundamentalistas se dieron cuenta de que la Biblia constituye para la vida y la salvación un valor fundamental, universal, permanente, esencial e rirrenunciable. Esto lo buscaron ellos en la Biblia y, en el fondo, con razón. Pero su error es que exageraron en el absolutizar también muchas formas expresivas, modos de pensar, contextos históricos, situaciones humanas, sistemas políticos, prácticas judiciales, mentalidades, usos locales, concepciones primitivas, genealogías, tradiciones y prejuicios populares, formas artísticas, mitos arcaicos, noticias geográficas, símbolos religiosos, relativos a la cultura del hagiógrafo, que en realidad nada tenían que ver con la divina Revelación, sino que eran sólo el signo y la impronta contingente y caduca del autor humano, del cual Dios se servía para comunicar su Verdad.
----------Precisamente esa clase de denominados fundamentalistas entraron en polémica con aquellos exegetas protestantes liberales y racionalistas, que usaban las nuevas ciencias bíblicas para poner en duda, relativizar o negar aquellos dogmas católicos, que Lutero había conservado, como la Trinidad, la Encarnación, los milagros de Cristo, la Redención expiatoria, la existencia del demonio, la resurrección, el fin del mundo y el juicio universal. La misma exégesis católica del pasado, se podría decir desde los primeros siglos, no estuvo exenta, hasta el Concilio Vaticano II, de esta tendencia, que hoy llamamos "fundamentalista". Por eso, tal modo de comentar la Escritura era considerada "tradicional" y, por tanto, intocable.
----------El fenómeno modernista de los tiempos del papa san Pío X planteó entre sus instancias o peticiones la de una renovación de la exégesis bíblica, que se inspirara en los progresos cumplidos por las ciencias bíblicas en la Alemania del siglo XIX. Pero el problema era que estos progresos eran utilizados o bien en el interés del protestantismo o bien para reforzar el racionalismo; por lo cual los modernistas no supieron separar esos métodos exegéticos de las concepciones erróneas, a las cuales esos métodos estaban vinculados. De ahí la condena de la propuesta modernista, que debe entenderse, sin embargo, no en cuanto referida a las nuevas ciencias bíblicas, sino en cuanto invalidada, como señala san Pío X, por una "crítica agnóstica, inmanentista, evolucionista" (encíclica Pascendi Dominici Gregis, n.66).
----------En esta situación tan difícil e intrincada, sin embargo, se distinguió por iniciativa, coraje, perseverancia y sabiduría, el docto y santo exégeta dominico francés, el Siervo de Dios padre Marie-Joseph Lagrange [1855-1938], fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén. Lagrange tomó como modelo de comentaristas de la Biblia a los Padres, los Doctores y a santo Tomás de Aquino para el aspecto espiritual y dogmático, y a los modernos métodos histórico-críticos, para el aspecto científico. A él debemos, pues, la enmienda de la propuesta modernista, en modo de hacerla compatible con la doctrina de la fe, de manera que la exégesis católica podía iniciar, en una no fácil relación con la Comisión Bíblica, fundada por san Pío X, una prudente asunción de los métodos exegéticos modernos, sin el riesgo de incurrir en los errores.
----------Sin embargo, ha sido sólo con el Concilio Vaticano II, y en particular con la constitución dogmática Dei Verbum, que la Iglesia ha aceptado plenamente el proyecto del padre Lagrange y ha satisfecho a cuanto de aceptable había en la instancia o petición de los modernistas, evitando sabiamente las contaminaciones protestantes y racionalistas. Al mismo tiempo, a partir de esto, se ha comenzado a llamar "fundamentalismo" a la actitud de permanecer, en ciertas partes, de la antigua exégesis.
----------De tal modo la Iglesia ha demostrado una vez más la compatibilidad de la ciencia con la fe. A decir verdad, también los exégetas liberales, con su enfoque científico de la Escritura, querían demostrar lo mismo, contra el propio Lutero, notoriamente convencido de que la razón se opone a la fe. Sólo que los protestantes liberales estaban infectados por una concepción kantiana, positivista e historicista de la razón y de la ciencia, y este grave lastre les llevó a desconocer o a malinterpretar o a ignorar los fundamentos divinos de la fe, que estaban en el corazón de los fundamentalistas, pero sobre todo de la misma Iglesia católica, mucho mejor dotada que los fundamentalistas en términos de tradición, y de sabiduría filosófica y teológica.
----------El fundamentalismo era, en el fondo, un reclamo a la Sagrada Tradición, reclamo en sí justo y correcto; pero, al no estar guiado e iluminado por el Magisterio de la Iglesia, que es el único supremo e infalible custodio de la Tradición, acabó en un conservadurismo bloqueado y estéril (hoy visible en diversos ambientes). El fundamentalismo es una forma de tradicionalismo diferente del tradicionalismo lefebvriano y del tyniano. Se trata, sustancialmente, de un movimiento protestante, con los defectos característicos del protestantismo. Por el contrario, el lefebvrismo es un movimiento católico, aunque hostil al Concilio Vaticano II y cismático, es decir, no en plena comunión con la Iglesia. En cambio, el tradicionalismo del padre Tyn respeta el sentido correcto de la tradición con una plena obediencia a las doctrinas del Concilio Vaticano II.
----------Otro factor que es motivo del ímpetu o combatividad, que suele bordear en la agresividad, del fundamentalismo, es un valor en sí auténtico, pero mal enfocado o mal vivido, y es la férrea convicción de que todos deben abrazar, por amor o por fuerza, nuestra fe, siendo eso cierto. Este principio es particularmente acentuado en el Islam, menos evidente en el hinduismo, en el budismo y en el judaísmo.
----------El cristianismo, en cambio, acompaña sabiamente una articulada, delicada y certera obra de persuasión con la advertencia caritativa del castigo divino ultraterreno en caso de rechazo. Por su arrogancia y rigidez, que tiende al fanatismo, el fundamentalismo empuja, en su conducta hacia los adversarios, a actos de violencia y de intolerancia, que pueden llegar, en casos extremos, por ejemplo en el Islamismo, hasta el terrorismo.
----------El fundamentalismo, lamentablemente presente también en la Iglesia, genera consecuencias lamentables en el campo moral, en las relaciones y en la convivencia civil y eclesial. Si por una parte mantiene indudables valores fundamentales, como la piedad religiosa, el amor a la Biblia, la liturgia, la honestidad, la familia, el compromiso social y laboral, sin embargo, por la otra, estando el fundamentalista convencido de tener siempre a Dios con él o de su parte (error, éste, típico del protestantismo y de todos los herejes), es llevado a sostener sus ideas, quizás puramente discutibles o incluso equivocadas, siempre de modo absolutista, perentorio, agresivo, sin admitir objeciones y sordo a cualquier refutación. Confunde la fidelidad a la verdad con la rigidez, y confunde la ductilidad con el ceder al error. Para él, lo diferente no es un valor a respetar, sino un enemigo a combatir. No acepta la incerteza y siempre quiere dar muestra de la máxima seguridad.
----------De hecho, está convencido de que su palabra coincide con la misma Palabra de Dios, así como en la Biblia, bajo el pretexto de la inerrancia, no distingue la verdadera Palabra de Dios de los límites y de los errores del hagiógrafo. El fundamentalista está del lado del bien; quien lo contradiga está del lado del mal. Y así como entre mal y bien no hay mediación, acaba por despreciar, como personas incoherentes, oportunistas y dobles, no sólo al adversario abierto, es decir, al modernista, sino también a las personas benévolas, pacíficas y sabias que, sabiendo que in medio stat virtus y por tanto rechazando los opuestos extremismos, se mantienen, aunque sean objeto de desprecio por parte de los extremos, en una posición intermedia o de síntesis, como mediadores de paz, promotores de diálogo y de conexiones, y fautores de conciliante equilibrio.
----------Por lo demás, el esquema mental del modernista es el mismo, aunque sea de signo opuesto; él está del lado del bien; cualquiera que sea antimodernista, sea con el Concilio o contra el Concilio, no importa, está del lado del mal. Por lo tanto, tampoco el modernista reconoce entre él y el lefebvrismo ninguna formación eclesial mediadora, fiel al Magisterio, como es la de los verdaderos católicos.
----------A causa del resurgir del modernismo después del Concilio, el término "fundamentalismo" ha comenzado a tener dos sentidos: uno, para significar este permanecer de la antigua exégesis, un rancio tradicionalismo, duro y agresivo. Y este es el lenguaje que encontramos en el Magisterio. Esta acepción del término la encontramos, por ejemplo, en un documento de la Comisión Bíblica de 1993, "La interpretación de la Biblia en la Iglesia", el cual dedica un párrafo al tema (pp.62-65). Se trata, en sustancia, como se dice en la p.100, de una "confusión de lo humano con lo divino, por la cual se consideran como verdad revelada también los aspectos contingentes de las expresiones humanas". Lo encontramos, por ejemplo, en estas palabras del Santo Padre en la entrevista del 30 de noviembre de 2015 concedida durante el vuelo que le trajo de África a Roma:
----------"Los católicos tenemos algunos, no algunos, muchos, que creen tener la verdad absoluta y siguen adelante ensuciando a los demás con la calumnia, con la difamación, y hacen mal, hacen mal. ¡Y esto lo digo porque es mi Iglesia, también nosotros, todos nosotros! Y se debe combatir. El fundamentalismo religioso no es religioso. ¿Por qué? Porque falta Dios. Es idólatra, como es idólatra el dinero. Hacer política en el sentido de convencer a esta gente que tiene esta tendencia, es una política que debemos hacer nosotros los líderes religiosos. Pero el fundamentalismo, que siempre acaba en una tragedia o en crímenes, es algo malo, pero hay algo de eso en todas las religiones".
----------El otro sentido es el que ya he explicado, usado por los modernistas para atacar al anti-modernismo propio tanto de católicos como de lefebvrianos. A partir de estas consideraciones vemos cómo el término "fundamentalismo" ha devenido ambiguo. El sentido en el cual lo usa el Papa no es el que usan los modernistas, para atacar a católicos y lefebvrianos. Es posible que los modernistas crean que el Papa use el término en el mismo sentido que ellos. ¡Pobres ilusos! Y no pensemos con los lefebvrianos que el Papa sea un modernista. Mantengamos el corazón en paz: es un Papa "católico".
----------Por lo tanto, es necesario prestar mucha atención y ser muy cuidadosos en el uso del término fundamentalismo, y en el discernir, cuando lo oímos pronunciar por otros, para no tomar gato por liebre en una temática tan importante de nuestra vida de fe y eclesial.

22 comentarios:

  1. Una pregunta angustiante: ¿qué piensa el Papa acerca del "Día de las Familias" de la ONU, con su particularísima concepción? El tema de las diversas problemáticas familiares causa divisiones en la Iglesia, entre los hombres de Iglesia, entre las asociaciones y movimientos católicos, los que invitan a participar, los que se retiran, los que recuerdan las palabras del Papa emérito, los que alaban la presunta neutralidad del Papa actual.
    En cuanto a los medios, es un duelo desigual, la fuerza de manipulación/persuasión del ejército compuesto, organizado, modernista, iluminista y agnóstico es abrumadora en comparación con la resistencia meramente voluntarista y las encomiables iniciativas de oración del "pueblo de Dios".
    Pro veritate, ¿puede callar el Vicario de Cristo?

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    1. Estimado Carlos,
      dado que sobre estos temas no existen precisas directivas pontificias, quiere decir que el Papa permite un libre y correcto debate, civil y eclesial, entre opiniones y opciones opuestas, siempre a condición de que una y otra parte, ambas, si quieren considerarse católicas, estén en comunión con la Iglesia y con el Papa, y lleven adelante en campo civil una conducta conforme a su ser católico, apliquen o respeten en la materia los principios de la ley natural y de la moral católica, en particular del Magisterio de la Iglesia, concernientes a la ética sexual y al matrimonio, distinguiendo lo que el católico debe implementar de manera ejemplar de lo que, en el plano eclesial de la misericordia y en el plano político, puede ser tolerado, en referencia a esos ambientes, esas situaciones y esas personas, sobre todo no-creyentes, que, por diversos motivos o excusantes, no pueden o no llegan a implementar en plenitud las exigencias de la ley moral.
      Dios pide a todos que lo den todo, pero no pide a todos que alcancen el máximo de la perfección objetiva, sino que lleguen lo más lejos posible. El resto lo hace Él con su gracia.

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  2. Fundamentalismo es el de Bergoglio, que vive radicalmente el modernismo más rancio y no cede ni un milímetro a la tradición.
    Propio de un peronista cuya única biblia son las 20 verdades peronistas.

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    1. Estimado Anónimo,
      dos frases como las suyas, en las que se aúnan términos de gran peso significativo, pero también de múltiples y diferentes significados, es propia de aquellos que siempre procuran ser lo suficientemente ambiguos como para expresar y a la vez no expresar, vale decir, como para llegar a excusarse de lo dicho si alguien le demuestra el peor de los sentidos de lo dicho. ¿Está usted entre ellos? Quiero pensar que no.
      Al permanecer usted en el anonimato, y no presentarse ni siquiera como católico, podría entender sus dos frases en multitud de sentidos.
      Ahora bien, en el caso que usted fuera católico, entonces quiero pensar que la ambiguedad de sus dos frases no sea en usted intencionada, sino que lo haya hecho sin advertirlo.
      De ahí que, con miras a entenderlo a usted en el mejor de los sentidos, le invito a explicar el significado con el que usted ha usado términos como: "modernismo", "tradición" o incluso "peronismo". Una vez aclarado lo que usted ha querido decir, podría entonces responderle, y podríamos seguir dialogando si usted lo desea.

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    2. Estimado padre: lo que usted con agudeza releva obedece a una razón. El mismo Papa es ambiguo usando lenguaje que expresa y no expresa a la vez. Comportamiento muy propio de la praxis peronista.

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    3. Estimado Anónimo,
      en primer lugar, respecto a los casos de ambigüedad en el papa Francisco, yo lo pondría en estos términos: en mi opinión, el papa Francisco en algunas ocasiones, sobre todo en aquellas mas bien alejadas de una explícita tarea docente propia del Vicario de Cristo, se muestra en ocasiones "ambiguo".
      Acerca de este tema he hablado en este blog repetidamente y extensamente (véase por ejemplo mi serie de notas: "La ambigüedad en el pontificado de Francisco", donde he precisado en qué sentido puede hablarse de ambigüedad en el Papa). Sin que pretenda por mi parte tener ningún mérito en ello, no deben ser muchos los que como yo criticamos al Papa en esto, con argumentos fundados y con el empeño de precisar los términos y conceptos que se usan.
      Ahora bien, suponiendo (y no concediendo) lo que usted dice, que esa ambigüedad en el Papa se deba a que es un "comportamiento muy propio de la praxis peronista", sin embargo, ese supuesto "peronismo" del Papa de ningún modo prima o se impone sobre su condición y sus eficaces prerrogativas y carismas como Vicario de Cristo, en cuanto institución de NS Jesucristo. Vale decir, la eventual ambigüedad del Papa en algunas ocasiones (ni su condición de peronista, ni su condición de simpatizante del San Lorenzo de Almagro, ni su condición de fanático del tango argentino), no quita su infalible autoridad docente como Maestro de la Fe.
      En segundo lugar, su nuevamente breve mensaje sorprende, porque usted dice encontrar motivo o "razón" de la ambigüedad de su primer comentario, precisamente en que "el mismo Papa es ambiguo usando lenguaje que expresa y no expresa a la vez. Comportamiento muy propio de la praxis peronista".
      Por ende, debo entender que usted está imitando o haciendo lo mismo o motivando su comentario precisamente en este determinado actuar del Papa y, por lo tanto, su comentario también vendría a ser "muy propio de la praxis peronista".
      No puedo imaginarme el pensar que usted haya escrito eso con plena conciencia: ¿acaso usted considera bien motivado el imitar al Papa en un vicio o defecto de su condición humana? ¿Esto quiere decir que usted se expresa ambiguamente a causa de que el papa Francisco a veces se expresa ambiguamente?
      El Papa debe ser seguido cuando enseña la doctrina de Cristo y debe ser imitado en sus virtudes, si las tiene, pero no necesariamente cuando el Papa habla de otras cosas, ni imitado en sus defectos.
      Y en la historia de la Iglesia ha habido muchos casos en que los buenos católicos estaban obligados a aceptar las enseñanzas sobre la mansedumbre, aunque les vinieran de un Bonifacio VIII, o las enseñanzas sobre el espíritu de paz, aunque les vinieran de un Julio II, o aquellas sobre la castidad, aunque se las expresara un Alejandro VI, o aquellas sobre la sobriedad, aunque provinieran de un León X, o aquellas enseñanzas sobre el desprendimiento del poder, aunque les vinieran de un Clemente VII.

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    4. Estimado padre: dejando de lado la evidente falta de lógica e incoherencia de los comentarios del Anónimo, fruto sin duda de que él ha escrito sus comentarios a las apuradas, sin una suficiente reflexión ni sentido común, sin embargo, creo poder entender el problema que ese lector Anónimo plantea. Y entiendo que el problema que pone sobre la mesa de las discusiones es el problema de un Papa cuyo aspecto humano deja mucho que desear: la ambigüedad en ocasiones de sus expresiones, sus tendencias en cierto modo tolerantes hacia el modernismo y demasiado duras hacia el tradicionalismo, sus preocupaciones por el "ad extra" de la Iglesia más que por los problemas "ad intra" de la Iglesia, etc. Por supuesto, soy católico, y creo en la divina institución petrina; pero creo darme cuenta que el problema es en qué medida son eficaces las prerrogativas divinas (infalibilidad) otorgadas por Cristo a Pedro y a sus sucesores, cuando se da el caso de un Papa con evidentes carencias humanas (no sólo respecto al Papa actual, sino también en el caso de otros Papas en la historia de la Iglesia, algunos de ellos por usted mencionados). Me da la impresión que este problema no lo teníamos o, al menos no era tan dramático y agudo, en el pontificado del papa Benedicto XVI.

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    5. Estimado Hilario,
      comprendo su inquietud y su preocupación, y usted tiene razón en que la realidad divino-humana de la Iglesia, así como se trata de un insondable misterio de riquezas naturales y sobrenaturales, también conlleva una problemática que se hace más acuciante y dramática cuando en el vértice de la Iglesia hay un hombre con grandes carencias y pecados, como a veces ha ocurrido en el curso de la historia. Y es que todos los Papas, por grandes que sean sus virtudes, no carecen de defectos, en los cuales precisamente resalta el poder de Dios.
      Quizás a muchos como usted les parezca que el problema era menor con san Pío X, o con el beato Pío IX, o con san Juan XXIII o con san Paulo VI o con san Juan Pablo II, o incluso con una persona de la altura humana de Benedicto XVI. Sin embargo, en los misterios de la Providencia divina, es posible que el papa Bergoglio llegue allí donde el papa Ratzinger no ha llegado.
      En efecto, la fuerza que guía a los Papas no es, como se sabe, sus fuerzas humanas, de cultura, de prestigio, de notoriedad, de "savoir faire" a nivel humano, sino que es la fuerza del Espíritu Santo. Cuanto más potente es este divino aliento, más grandes, más santos son los Papas, con particular referencia a la infalibilidad pontificia. Es obvio que es necesaria su correspondencia, pero precisamente tal correspondencia es suscitada por el mismo Espíritu Santo. Es esa acción que los teólogos tomistas llaman "premoción física", donde lo de "física" no debe entenderse en el sentido de lo material, sino que significa: real, ontológica, efectiva.
      Ciertamente, el Papa puede también sustraerse a la acción del Espíritu Santo y entonces quedará ineficaz. Sin embargo, existe un punto donde el Papa no cede, y es la custodia de la fe. Aquí el Papa, como sabemos, es infalible, no ciertamente por una fuerza humana suya personal, sino gracias al don del Espíritu Santo. Y es una infalibilidad que sólo él posee, "ex sese", como dice Pío IX en la famosa definición dogmática. De los cardenales para abajo, todos los demás son falibles (o son infalibles sólo en unión con el Papa).
      Por eso, el intento de los modernistas de hoy (y también, a su modo, de los pasadistas) de conquistar el papado, fracasará, porque sobre el plano de la verdad de la fe el papado es inatacable, inexpugnable, no es obstaculizable, no es corruptible, sino que de hecho es el Papado el que se levanta contra el error y lo destruye. El hecho es que tanto los modernistas como los pasadistas confunden a la Iglesia con una sociedad humana cualquiera, donde, con oportunos engaños, maniobras, hipocresías, ideologías o gnosis disfrazadas de ortodoxia, es posible conquistar la dirección suprema.
      Por tanto, ellos, sobre todo por supuesto los modernistas, actualmente están intentando el golpe con poderosas artes seductoras y gran despliegue de medios culturales, políticos y económicos, probablemente con la ayuda de la masonería y de todas las fuerzas anticatólicas que permanecen en las sombras para que no se descubra el plan y la gente tenga la impresión de que los modernistas son simplemente católicos, quizás un poco audaces o atrevidos, pero en definitiva avanzados y modernos, adecuados a nuestros tiempos.
      Por tanto, no nos queda más que confiar en el Espíritu Santo. Le corresponderá a Él traer luz y limpieza a la Iglesia y liberarla del poder de las tinieblas. Aguardemos con confianza en la oración que el Espíritu Santo guíe al papa Francisco y con él a toda la Iglesia fiel a él a avanzar hacia una fe más luminosa y más fuerte, siguiendo las huellas del papa Benedicto y de todos los santos Pontífices del pasado, corrigiendo a los modernistas y a los pasadistas, y extendiendo los confines de la Iglesia hasta los extremos límites de la tierra.

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  3. Las manifestaciones de la ONU y de la sociedad civil en defensa de la Familia como unidad básica de la sociedad, me parecen apropiadas, y, en principio, independientemente de la concepción que se tenga de la familia. Luego, en un segundo momento, habrá que analizar fundamentos filosóficos, y leyes en concreto.
    En definitiva, no creo que la línea de frontera entre el ejército modernista y el pueblo de Dios sea exactamente la misma que entre los que se suman a estas expresiones y los que están en contra.

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    1. Estimado J.M.C.,
      le refiero a usted lo que ya le he indicado al señor Carlos Leme.
      Ya se es perfecto ante Dios y ante la propia conciencia, cuando se hace todo lo que se puede, cualquiera que sea el nivel moral objetivo alcanzado. A los enfermos no se les puede pedir comportarse como personas sanas. Esta es la ley de la divina misericordia.
      Es necesario, por consiguiente, evitar tanto el laxismo subjetivista y el relativismo libertario y permisivista de los modernistas, como el rigorismo y la dura, impiadosa, farisaica e inexorable intransigencia de los pasadistas, particularmente los lefebvrianos.
      La ley natural y la ley divina son absolutas, universales e inmutables y son para todos la estrella guía de la conducta humana.
      Las normas de la Iglesia y del Estado, por su parte, a medida que evolucionan, las unas y las otras en el ámbito de su propia competencia, deben hacer progresar a todos hacia lo mejor, cada uno a su propio ritmo.

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  4. El problema, padre Filemón, es que estos proyectos de ley se basan en la negación de la Ley Natural.
    La cuestión está toda aquí: hay quienes creen que existe una Ley Natural escrita en el corazón de los hombres, y quienes lo niegan, afirmando que sólo existe la ley escrita por los hombres en las hojas de papel del Código Civil.
    La Ley Natural puede ser reconocida también por un no cristiano, pero un cristiano no puede desconocer la Ley Natural.

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    1. Estimado Marino,
      es evidente que en muchos casos, como usted dice, "estos proyectos de ley se basan en la negación de la Ley Natural". Pero ello no hace más que confirmar la misión dada a la Iglesia por Cristo: anunciar y procurar a los hombres la salvación, que es la vida de hijos de Dios, por la gracia aquí en la tierra, y por la vida eterna en la visión beatífica del cielo.
      Ahora bien, la vida de gracia, la vida según la Ley de Cristo, supone el recto orden de la vida natural, según la Ley Natural. De ahí que la Iglesia también debe proclamar las fundamentales verdades naturales de la vida humana, a las cuales al hombre se le hace difícil llegar a partir del pecado original, y a partir de todos los pecados cometidos en todo el curso de la historia humana, cuyos frutos hoy se manifiestan de modo dramático.
      Estando hoy así las cosas, de manera tan dramáticamente planteadas, dado que hoy en gran medida y en grandes porciones de la humanidad, el hombre ha caído y vive muy por debajo de un razonable cumplimiento del orden natural, surge comprensible el enfoque que el papa Francisco ha dado a su pontificado, enfoque que consiste en recordar a los hombres que somos hermanos, unidos en fraternidad humana, precisamente porque somos creaturas del único Dios Creador, que ha impreso su ley en nuestras conciencias. Esta insistente predicación del Santo Padre, tanto a católicos como a no-católicos, tanto a creyentes como a no-creyentes, e incluso a ateos, no implica dejar de lado y olvidarse de la Ley de Cristo (de hecho el Papa la recuerda, la enseña, y la promueve en ámbito católico, como no podía ser de otro modo), sino que significa poner los presupuestos, los "preambula" de la fe y de la gracia.

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  5. Debo reconocer que, pro veritate, el Vicario de Cristo ha respondido en muchas ocasiones sobre diversos temas relacionados con la familia y con el matrimonio, haciendo pie en la enseñanza de sus predecesores. Por citar un ejemplo: su discurso en la inauguración del Año Judicial del Tribunal de la Rota Romana, del 22 de enero de 2016 (https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2016/january/documents/papa-francesco_20160122_anno-giudiziario-rota-romana.html).
    Señalo tres expresiones de ese discurso:
    1. No puede haber confusión entre la familia querida por Dios y cualquier otro tipo de unión.
    2. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble, unitivo y procreativo, pertenece al "sueño" de Dios y de su Iglesia para la salvación de la humanidad.
    3. La Iglesia, por lo tanto, con renovado sentido de la responsabilidad, sigue proponiendo el matrimonio, en sus elementos esenciales -prole, bien de los cónyuges, unidad, indisolubilidad, sacramentalidad-, no como un ideal para unos pocos, a pesar de los modelos modernos centrados en lo efímero y en lo transitorio, sino como una realidad que, con la gracia de Cristo, puede ser vivida por todos los fieles bautizados.

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    1. Estimado Carlos,
      me complace mucho que usted haya advertido este claro ejemplo del magisterio del papa Francisco que, precisamente en años de candente discusión sobre el matrimonio y la familia, como lo fue el 2016, a continuación de los dos sínodos sobre el Matrimonio y la Familia, quedan confirmadas (como no podía ser de otro modo, tratándose del Vicario de Cristo) verdades tan fundamentales como las señaladas por usted, extractadas del discurso del Papa.
      Es precisamente en esta clase de discursos, como también por supuesto en sus encíclicas y cartas apostólicas, donde debe ante todo buscarse la enseñanza auténtica y el magisterio ordinario y habitual del Papa en cuanto Papa, enseñanza en la que, no podría no ser de otro modo, está empeñada la infalibilidad del Sucesor de Pedro.

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  6. ¿Era también querida por Dios la familia polígama de un Abraham? ¿Sara no era media hermana de Abraham? por tanto también tenemos aquí un caso de incesto... Y con recurso a la pobre Agar... No veo muchas familias monógamas en el Antiguo Testamento... ¿No tuvo Salomón trescientas esposas y setecientas concubinas? Tal vez el escritor sagrado exagere un poco, pero ciertamente Salomón no era monógamo... y estamos bien lejos del sueño de Dios... e incluso la Sagrada Familia es un poco diferente del "sueño de Dios"...
    Con esto simplemente quiero subrayar que la familia no es más que un producto cultural.

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    1. Estimado Paracelsomol,
      el curso de la historia humana, con posterioridad a la caida de nuestros primeros progenitores, no ha podido ser sino un largo aprendizaje, una larga y lenta explicitación, y recuperación, con sus claros y sus oscuros, sus avances y sus retrocesos, de esa ley de Dios grabada en la conciencia de todo hombre.
      El pecado original y los pecados personales de los hombres en toda la historia humana, obnubilan la apreciación de la Ley Natural, más allá de que haya habido circunstancias en las que valores superiores prevalecen sobre inferiores. De hecho, basta con pensar que la descendencia humana a partir de una primera pareja humana (como enseña el dogma de fe) implique posteriores situaciones que en otros contextos y circunstancias serían juzgadas como incesto.
      La familia, en sí misma, no es, por lo tanto, un "producto cultural": el matrimonio monógamo e indisoluble entre varón y mujer, es un dato de fe inmutable.

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  7. Al final, lo que yo puedo entender, si no me equivoco, es que el católico debe discernir las cosas, y saber tomar distancia tanto del fundamentalismo modernista como del fundamentalismo tradicionalista, así como tomar distancia del mundo, por supuesto. Yo diría que esto es una garantía de que estamos siguiendo el camino que marcó Nuestro Señor, y que el Papa renueva cada día.
    Gracias Padre por este hermoso artículo.

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    1. Querida Herminia,
      efectivamente, has entendido perfectamente bien: respecto al uso del término "fundamentalismo", el católico debe discernir el fundamentalismo bueno (que también existe, aunque es necesario ser muy precisos en su concepto, como lo he explicado) y un fundamentalismo malo, que comprende la mayoría de los casos.
      Y es cierto también lo que dices: que hay que saber tomar distancia tanto del fundamentalismo modernista como del fundamentalismo pasadista (término que prefiero al de tradicionalista, porque, como bien sabes, puede darse un sano tradicionalismo, como puede darse un sano progresismo).

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  8. Estimado padre, usted escribe que: "La misma exégesis católica del pasado, se podría decir desde los primeros siglos, no estuvo exenta, hasta el Concilio Vaticano II, de esta tendencia, que hoy llamamos fundamentalista. Por eso, tal modo de comentar la Escritura era considerada tradicional y, por tanto, intocable".
    Creo comprender bien el sentido de su expresión, y supongo que esta tendencia "fundamentalista" de cierta exégesis "tradicional" se puso más de manifiesto sobre todo con posterioridad al Concilio Vaticano II, el cual confirmó la licitud del uso de la crítica histórico científica de las Escrituras (a partir de los esfuerzos del por usted mencionado padre Joseph M. Lagrange).
    Por lo tanto, me pregunto hasta qué punto puede ser equivocada la tendencia que se ve en ciertos sitios de internet, de orientación lefebvriana, de recomendar libros de comentarios a la Biblia, o de homilética, todos de siglos pasados, particularmente del siglo XIX. Es de suponer (o más bien es de estar seguros) que todos esos libros rechazan la exégesis histórico-científica, por más católica que sea y por más rectamente orientada que esté, según los criterios indicados por el Vaticano II, o podría decirse ya por Pío XII en la encíclica Divino Afflante.
    Gracias por dedicarme su tiempo.

    Sergio Villaflores
    (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      la negación del progreso del saber humano en todos los ámbitos de la ciencia, es una actitud tan insensata como ridícula. Así como el buen sentido común nos dice inmediatamente que es necio y ridículo atender a las enfermedades del cuerpo y de la mente de acuerdo a la ciencia médica tal cual se la conocía en el siglo XVI por ejemplo, rechazando los adelantos de la medicina en todos los siglos posteriores hasta el siglo XXI, de modo similar, sería necio y ridículo, en línea de principio, que un profesor que enseñara en el seminario o un párroco que predicara a su comunidad parroquial, lo hiciera en base a los conocimientos de la ciencia bíblica, arqueológica, cosmológica o filosófica en general, tal cual ellos existían en el siglo X, o en el XIII o en el XVI, o en el XIX, desconociendo todo el desarrollo científico posterior en todas y cada una de esas disciplinas científicas.
      Naturalmente, debe tenerse en cuenta la existencia del error científico y, en el plano de la fe cristiana, la existencia del error contra la fe, vale decir, la herejía. Por lo cual, es necesario señalar aquí el rol del Magisterio de la Iglesia, cuya base y fundamento es el carisma de Pedro y sus sucesores, institución divinamente establecida por Cristo para garantizar a los fieles la recta fe ("confirma fratres tuos").
      En tal sentido, a lo largo de su historia, la Iglesia en su Magisterio (mediación insustituible para acceder a las fuentes de la divina Revelación, Escritura y Tradición) ha guiado al Pueblo de Dios a un siempre mejor conocimiento de las verdades de Fe, vale decir, de la doctrina de Cristo, manifestada en sus enseñanzas y en su misma vida. Tal Magisterio es vinculante (en diversos grados) para todo fiel católico. Naturalmente, sin embargo, existen cuestiones y temas en que las verdades de fe siempre pueden ser cada vez mejor conocidas, explicitadas y explicadas, y son ámbitos en los que el Magisterio deja en libertad a los teólogos y exégetas para una sana y libre discusión teológica y exegética, mientras la Iglesia no cierre tales discusiones a partir de alguna de sus enseñanzas vinculantes.
      Es, por tanto, el mismo Magisterio de la Iglesia el que, cumpliendo el mandato de Cristo, ha desarrollado y sigue desarrollando progresivamente el conocimiento de Fe.
      Tal "progreso en la continuidad" del Magisterio (para usar la luminosa expresión de Benedicto XVI) debe guiar la labor de aquel profesor en su clase de teología o de aquel párroco en su homilía del domingo en la parroquia.
      Espero haber respondido a su pregunta.

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    2. Estimado padre: comprendo lo que dice. Sin embargo, permítame insistir en mi pregunta. ¿Es lícito y conveniente el uso en la actualidad de libros de exégesis, o comentarios homiléticos, o textos de espiritualidad, digamos, del siglo XVII, o XVIII, o XIX?
      Por ejemplo, veo que algunos sitios tradicionalistas (o pasadistas, como usted los llama) ofrecen incluso versiones digitales de obras homiléticas de Jean Croisset o de Prosper Guéranger, por citar sólo dos ejemplos. A mi entender, se trata de obras que han sido muy válidas y recomendables en su momento, pero, al estar fundadas en un estado muy anterior del desarrollo dogmático, o del desarrollo teológico, o del desarrollo de la exégesis científica de la Biblia, en la actualidad no serían recomendables. ¿Cuál es su opinión?

      Sergio Villaflores
      Valencia (España)

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    3. Estimado Sergio,
      en primer lugar, todo libro de teología o de exégesis o de homilética o de espiritualidad, aprobado por la competente autoridad eclesiástica, debe ser (al menos en línea de principio) tenido como confiable, y respetado como expresión adecuada de la doctrina católica. Quedará luego por ver caso por caso particular. Y en esta tarea, es de vital importancia la función del teólogo, que ayuda a poner en guardia, mediante las denuncias de sospechas de herejía a la autoridad competente y, sobre todo, al Dicasterio de la Fe.
      Por lo tanto, nada obsta a que sigan siendo de gran utilidad obras teológicas, exegéticas, homiléticas o de ascética y mística, de los siglos XVII, XVIII, o XIX, que son los siglos que usted cita. Estas obras pueden seguir teniendo, además de la enseñanza de la doctrina católica fiel a la divina Revelación transmitida por el Magisterio, puntos o ideas propias y personales de sus autores, que pueden ser muy inspiradores para la actualidad.
      En segundo lugar, cuando mayor haya sido el empeño de esos autores del pasado por sujetarse con humildad y obediencia a la divina Revelación en la Escritura y la Tradición de la Iglesia, conforme a las enseñanzas del Magisterio, tanta mayor es la permanencia del valor de esas obras del pasado, y tanta mayor puede ser también su actualidad. El máximo ejemplo en este sentido es el de las obras teológicas y comentarios a las Escrituras de Santo Tomás de Aquino, quien siendo un autor del siglo XIII, sin embargo, todavía sigue siendo propuesto por los Romanos Pontífices, como Doctor Communis Ecclesiae, vale decir, como Doctor universal, como recientemente lo ha reconfirmado el papa Francisco.
      En tercer lugar, todas las obras teológicas, exegéticas, homiléticas o místicas, de siglos anteriores, que respondían a un estado precedente de la evolución dogmática (en progreso en la continuidad, para usar los términos de Benedicto XVI) y del desarrollo teológico y exegético, deben ser leídas, sin embargo, a la luz, o a través del prisma del estado presente de la Sagrada Tradición, que se expresa en el presente Magisterio de la Iglesia, el cual, manteniendo la inmutabilidad de las verdades de la divina Revelación, sin embargo, sabe explicitarlas y explicarlas siempre de un mejor modo.
      En referencia a esto último, mucho me temo que haya que suponer que los pasadistas hagan uso de aquellas obras del pasado en los estrechos límites de su ideología propia, es decir, negando obstinadamente la obediencia al Magisterio de la Iglesia, encerrados neciamente en un subjetivismo ideológico que les impide avanzar en el conocimiento de las verdades de Fe a la par de como ha venido avanzando la Iglesia, particularmente a partir del Concilio Vaticano II. En tal sentido, en algunos puntos de la doctrina católica, llegan a ser sospechosos de herejía, y, en cualquier caso, se mantienen en mayor o menor grado en situación cismática, al rechazar la comunión con el Romano Pontífice, que es el principio agente supremo del Magisterio de la Iglesia.

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