viernes, 16 de diciembre de 2022

Alberigo, De Mattei, y el Vaticano II como "acontecimiento"

El camino de la Iglesia hacia sus formulaciones dogmáticas o doctrinales infalibles y vinculantes para todos los fieles católicos, no ignora en absoluto el complejo conjunto de acontecimientos, a veces dolorosos, por no decir dramáticos y contradictorios del obrar humano. El divino Fundador de la Iglesia la ha querido así, pero al mismo tiempo le ha dado una luz y una fuerza invencible que la conduce infaliblemente a la plenitud final de la verdad, y todos aquellos que quieren vivir en la Iglesia, aunque con sus límites y defectos, terminan sin embargo por vencer todo obstáculo y participan de su misma invencible infalibilidad.

----------Bien sabemos cuán importantes son los estudios históricos sobre los Concilios Ecuménicos y, en particular, hoy, los estudios sobre los orígenes, el desarrollo, las circunstancias y las conclusiones del Concilio Vaticano II, que es el Concilio de nuestro tiempo, y cuya aplicación plena aún está en curso. Entre estos estudios históricos, ciertamente el más amplio, el más documentado y el más famoso, es la historia del Concilio en cinco volúmenes elaborada por la Escuela de Bologna dirigida por Giuseppe Alberigo [1926-2007], emanación del riquísimo Centro de Documentación para las Ciencias Religiosas fundado por el cardenal Giacomo Lercaro [1891-1976], quien fuera Arzobispo de Bologna y uno de los Padres del Concilio, y Giuseppe Dossetti [1913-1996], que fue un importante perito del Concilio.
----------Los cinco volúmenes de Storia del Concilio Vaticano II sin duda constituyen una obra notable, de fama internacional, también por la cantidad de cualificados colaboradores, dirigidos por Alberigo. La obra ha sido reeditada y revisada hasta recientemente, y, sin embargo, no ha dejado de suscitar una notable discusión entre los estudiosos, como siempre ocurre, algunos favorables, otros con tendencia crítica.
----------Entre estos últimos emergen las intervenciones del ilustre historiador cercano a la Santa Sede, el obispo Agostino Marchetto [n.1940], el cual, aun apreciando los méritos y valores de la obra, sin embargo le ha dirigido una crítica que pone en luz una interpretación del Concilio como la que el papa Benedicto XVI ha llamado "exégesis de ruptura": el Concilio propondría la imagen de una nueva Iglesia, finalmente y verdaderamente evangélica, liberada de la larga "era constantiniana" de una Iglesia tradicional esclerotizada y consignada al dogma; propone en cambio una nueva imagen de la Iglesia profética, ecuménica y pneumática, de "comunión y kerygma", ligada al carácter de "acontecimiento" del Concilio mismo, por lo cual la novedad escatológica ("nuevo Pentecostés") del acontecimiento mismo superaría y anularía la continuidad con la precedente dogmática enviciada en una escolástica que ya ha tenido su tiempo.
----------De hecho, en la última edición, Alberigo, en la presentación de la obra, sale con un discurso como el siguiente: "Es siempre cada vez más actual reconocer la prioridad del acontecimiento conciliar también respecto a sus decisiones, que no pueden ser leídas como abstractos dictados normativos, sino como expresión y prolongación del acontecimiento mismo" (Storia del Concilio Vaticano II, dirigida por Giuseppe Alberigo, Edizioni Peeters, Levun e Il Mulino, Bologna, 2012, vol.I, p.10).
----------Notemos ante todo cómo Alberigo no dice: "es siempre más justo o debido", sino "es siempre más actual", lo que podría parecer a primera vista que él se limite a una simple constatación de hecho; pero en realidad el tono de la expresión de Alberigo deja entender la actitud típicamente historicista-modernista de identificar lo verdadero con lo actual o con lo moderno, como si no fuera lo verdadero lo que debiera evaluar lo actual, sino que fuera lo actual lo que determinara lo verdadero. Para esta mentalidad, hoy muy difundida, si algo es actual, sobre todo si es compartido por una mayoría o por la clase dominante, es necesariamente verdadero o en todo caso debe asumirse para no parecer superados o anticuados.
----------Pero más allá de esta manera de Alberigo de comenzar su obra con el pie equivocado, se pueden hacer otras observaciones a su discurso, que aparece evidentemente, así puesto en la introducción, como lo que es, vale decir, como un discurso programático y criterio inspirador de toda la obra misma. De ahí el interés que esta declaración suscita y la importancia de evaluarla críticamente.
----------Por lo tanto, observemos en primer lugar que es sin duda válido y lícito, desde un punto de vista estrictamente científico histórico, como es aquel desde el cual, al fin y al cabo, se ubica Alberigo, hablar de una "prioridad del acontecimiento" sobre las decisiones finales, en cuanto que está claro que el acontecimiento del Concilio contiene hechos, actas, comportamientos, debates, contextos, situaciones, circunstancias que van más allá de las simples decisiones finales que también forman parte del acontecimiento.
----------Sin embargo, debe tenerse presente que las enseñanzas del Concilio, contenidas en las actas oficiales conclusivas, que tienen el valor de Magisterio solemne y extraordinario, sobre todo las enseñanzas dogmáticas, dan, al menos a los ojos del teólogo y del fiel, el sentido de fondo y la razón de ser esenciales del acontecimiento del Concilio, en cuanto él se ha reunido precisamente para tomar las decisiones, que luego habrían de ser aquellas determinadas decisiones que todos conocemos.
----------Por lo tanto, si desde el punto de vista histórico, el acontecimiento, con la riqueza de sus elementos o factores, prevalece sobre el simple hecho o dato de los documentos finales, estos últimos, desde el punto de vista teológico-dogmático, presentan para los fieles y para la Iglesia misma el interés decisivo y principal respecto a cuanto ha acontecido durante las labores del Concilio, sin que por ello estén privados de interés o de incidencia sobre las mismas conclusiones todas las demás noticias pacientemente y científicamente recogidas por el historiador sobre aquellos que fueron los trabajos del Concilio, sus orígenes, sus vicisitudes, su desarrollo, su duración, sus fases, cuántos y quiénes han tomado parte en él, su recepción, los hechos principales que lo siguieron y las causas históricas e ideales que llevaron a su convocatoria.
----------Naturalmente, es claro que el conocimiento de todos esos elementos históricos es de innegable ayuda para comprender mejor el sentido y alcance de las decisiones finales, aunque la tarea de su interpretación definitiva le compete siempre al Magisterio de la Iglesia.
----------En cambio, aquello que no se puede aceptar en el discurso de Alberigo es el tono despreciativo con el cual él habla de "abstractos dictados normativos", creyendo que los ha dejado fuera de juego simplemente calificándolos nominalistamente como "abstractos". Sin embargo, abstrahentium non est mendacium, decían sabiamente los lógicos escolásticos. El abstraer es función natural del pensamiento humano, lo importante es abstraer bien y no hipostasiar las abstracciones como lo hacía Platón.
----------Todo concepto, incluso el del historiador, obligado más que otros a mirar lo concreto, es algo abstracto. Indudablemente, también las normas prácticas deben ser lo más concretas posible, pero tampoco ellas pueden ser expresadas sino en conceptos. Además de esto, las normas generales de la moral, incluida la ética cristiana, y las doctrinas especulativas, como por ejemplo el dogma, son por su naturaleza todavía más abstractas, pero esto no deroga para nada su verdad y, por lo tanto, su obligatoriedad.
----------Es evidente que las decisiones del Concilio Vaticano II derivan de hechos precedentes o están al término de hechos, actas y debates que les han precedido, y por tanto podemos aceptar que ellas sean, como dice Alberigo, su "prolongación". En cambio, en cuanto a la cualificación por él dada a las decisiones de ser simple "expresión" del acontecimiento, es necesario entendernos. Ellas, ciertamente, como he dicho, forman parte del conjunto del acontecimiento conciliar, tanto como para darle el sentido inteligible: un Concilio, como es bien sabido, se reúne no tanto para crear "acontecimientos" (para ello va bien también el teatro o un espectáculo televisivo o una final del campeonato mundial de fútbol), sino para tomar, bajo la asistencia del Espíritu Santo, y sobre la base de la Revelación divina, las decisiones muy serias y a menudo inmutables, aun cuando estas obviamente, una vez tomadas, sean, sin duda, "acontecimientos".
----------Sin embargo, es necesario decir con clara letra, sobre todo en cuanto católicos, que las enseñanzas del Concilio, sobre todo las doctrinales-dogmáticas, son, sí ciertamente, "expresión" del acontecimiento del Concilio, pero lo son precisamente en cuanto decisiones normativas obligantes y vinculates de las conciencias de los fieles o en nombre de la autoridad de la Iglesia o en nombre de la misma fe, aun cuando, como es bien sabido, el Concilio Vaticano II no contiene dogmas definidos o en fórmula definitoria, lo que no quiere decir que no contenga doctrinas verdaderas y definitivas, en tal sentido infalibles.
----------Por eso, por cuanto se refiere a un Concilio, es ciertamente importante saber lo que ha sucedido, pero, en orden a una recta vida cristiana, es importante saber lo que ha querido enseñar. Por eso, todavía hoy por hoy, problema primario respecto al Vaticano II, sobre todo para el común fiel, no es tanto conocer detalladamente la sucesión enormemente compleja de los acontecimientos de su desarrollo, sino sobre todo la recta y auténtica interpretación de sus documentos con el auxilio indispensable del Magisterio.
----------Por lo tanto, no tiene ningún sentido, como hace Alberigo, contraponer la normatividad de las decisiones conciliares, debilitando tal normatividad casi hasta el punto de excluirla, al hecho de que hayan sido un "acontecimiento" contingente y pasado, como para quererlas invalidar, relativizar o disolver en la multiplicidad heterogénea y a veces -digámoslo con plena franqueza y verdad- contradictoria de los debates y de las discusiones que tuvieron lugar durante las labores del Concilio, con el pretexto de relatar científicamente y exhaustivamente todo cuanto ha acontecido durante aquellos trabajos.
----------Ciertamente el historiador serio debe informarnos sobre todo esto, pero no con la pretensión de invertir el orden natural de los valores, dando más importancia a aquellos eventos que se han verificado durante las labores, donde emergen evidentes los límites y las debilidades humanas, respecto a las conclusiones, acerca de las cuales el católico no duda en cambio de la asistencia del Espíritu Santo que las vuelve infalibles, si bien no en sus contenidos pastorales-disciplinarios-organizativos, que pueden ser revisados o cambiados o incluso abrogados, ciertamente sí en aquellos contenidos doctrinales-teológicos-dogmáticos.
----------Es necesario, por tanto, recordar claramente y con fuerza contra Giuseppe Alberigo que aquellos acontecimientos del Concilio Vaticano II que han conducido a la formulación de las decisiones finales, muy lejos de dar sentido y casi justificación a las mencionadas decisiones, son ellos mismos los que extraen su razón de ser y el sentido de la dirección que los ha conducido a tales decisiones, no habiendo sido ellos nada más que el esbozo, la preparación y la germinación de esas decisiones.
----------Nada quita que en todas aquellas labores del Concilio Vaticano II, en aquellos proyectos no realizados o mejor elaborados, se puedan encontrar elementos o ponencias o sugerencias útiles que no fueron tomadas en consideración y que en cambio podrían incluso ser aprobadas o canonizadas en un Concilio posterior. Los estudiosos, examinando los esquemas preparatorios o las propuestas que tuvieron lugar en el aula durante el desarrollo de ciertos Concilios, como por ejemplo el Vaticano I o el mismo Vaticano II, han rastreado interesantes propuestas que no fueron aceptadas en los documentos finales, pero que nada ni nadie impide hoy que vengan a ser tenidas en cuenta para su examen y consideración por su sabiduría y por el provecho que se pudiera sacar para resolver o iluminar problemas y situaciones del presente.
----------La dinámica de un Concilio se asemeja al surgimiento y a la maduración de un organismo viviente: el filósofo que quiere definir, por ejemplo, los caracteres esenciales de la naturaleza humana, los considera en el adulto y no en las fases precedentes del desarrollo, que pueden ser las el embrión, el niño o el joven, aun cuando obviamente estas fases son extremadamente interesantes y forman parte de las ciencias humanas.
----------Sin embargo, como decía el sabio Aristóteles, es solamente a partir de la consideración del acto que se comprende el pasaje de la potencia al acto, si bien es cierto que en el curso de este pasaje se puede prever cómo llegarán a ser las cosas en su término, en su actuación. El historiador tiene una función suya indispensable en las ciencias humanas, pero, cuando se plantea la pregunta acerca de la naturaleza de los valores humanos universales y fundamentales, no puede tener la pretensión de dar mayor importancia a los hechos contingentes o al madurar de los valores, que a la realización final de los mismos valores.
----------Por tal motivo, el historiador de la Iglesia ciertamente debe hacernos conocer los dinamismos, los hechos y los mismos contrastes que subsecuentemente conducen a la maduración o explicitación de ciertas doctrinas o directivas prácticas establecidas por el Magisterio de la Iglesia, pero el historiador de la Iglesia no está en absoluto autorizado, so pena de la deformación de su trabajo de historiador, a dar mayor importancia, con el pretexto de la riqueza existencial e irrepetible del evento, al acontecimiento mismo respecto a ese definitivo y decisivo acontecimiento intelectual y moral que es la formulación definitiva de las doctrinas y de decisiones morales de la Iglesia, poniendo en discusión y entredicho su obligatoriedad ante la conciencia del creyente, casi como si el creyente pudiera encontrar una norma superior en el entrecruzamiento a veces confuso y contradictorio, aunque "concreto", de los históricos acontecimientos precedentes.
----------Igualmente, puede ser interesante saber cuáles proyectos o planos habían sido realizados antes del plano definitivo que ha conducido a la construcción de un edificio, pero es evidente que quien quiera describir, digamos, para el turista o para el catastro del Municipio, el edificio tal como ha resultado y ahora se presenta, no tiene necesidad de referirse a los proyectos y planos anteriores, sino solamente al proyecto final.
----------Así también, análogamente, en la construcción de aquella morada o casa de Dios que es la Iglesia, opera ciertamente el hombre con sus intentos, sus incertezas, sus propias miserias y contradicciones, pero luego el creyente sabe que al final quien construye la casa no es el hombre, sino que es Dios, como dice el Salmo: "Si el Señor no construye la casa, en vano se fatigan los albañiles" (Sal 127,1), y estos albañiles somos todos nosotros, desde el joven catequista de una parroquia perdida en el pedemonte mendocino hasta el Sumo Pontífice, ya que es cierto que el Concilio debe ser guiado y sancionado por él, pero ni siquiera el Papa, cuando convoca un Concilio, sabe exactamente lo que saldrá de él, aunque es seguro que el poder de sancionar las decisiones del Concilio está en sus manos, gracias al carisma del Espíritu Santo.
----------A este respecto, los historiadores ahora han aclarado, por ejemplo, que la idea originaria de Juan XXIII era simplemente aquella que consistía en que la Iglesia propusiera el inmutable mensaje evangélico al mundo moderno en un lenguaje moderno. En tal sentido, el Concilio debía ser sólo "pastoral".
----------En cambio, fue san Pablo VI, inteligencia más fina y más inclinada a la especulación doctrinal (admirador de grandes pensadores como san Agustín de Hipona, Blas Pascal, Jean Guitton, Jacques Maritain y Charles Journet) a diferencia de san Juan XXIII, que venía de la carrera diplomática, quien tuvo la idea de añadir a ese enfoque pastoral, una orientación dogmático-doctrinal (sobre todo la profundización del misterio de la Iglesia), de lo cual surgieron entonces las cuatro grandiosas "Constituciones dogmáticas", las cuales, si bien no contienen nuevos dogmas definidos, ciertamente esclarecen y explicitan muchas verdades de fe en perfecta línea (¿cómo podría ser de otra manera?) con la Escritura y la Tradición.
----------Y ahora, una última consideración. Es cierto que la ideología presupuesta en el enfoque historicista de Giuseppe Alberigo frente al Concilio Vaticano II es la ideología modernista. Pero estaríamos equivocados si pensáramos que la refutación de tal enfoque relativista, historicista, y por ende negador del carácter infalible de las doctrinas del Concilio, pudiera provenir de la ideología pasadista. De hecho, por paradójico que nos pueda parecer, renombrados historiadores de la Iglesia, ubicados en el extremo tradicionalismo, como es el caso del profesor Roberto de Mattei [n.1948], comparten en muchos puntos los principios de Alberigo, sobre todo, reduciéndose a considerar al Concilio Vaticano II como "acontecimiento", y llegando a las mismas conclusiones de Alberigo (y de los lefebvrianos) negando valor dogmático infalible a sus enseñanzas.
----------Incansable publicista como es el profesor Roberto de Mattei, sus expresiones y publicaciones nos darían la oportunidad de llenar páginas y páginas con declaraciones suyas que prueban la tesis que acabo de sentar en el párrafo anterior. Pero ello es innecesario. Son suficientes aquí dos citas, tomadas al azar: "¿Cuál es la naturaleza y cuáles han sido las consecuencias históricas del Concilio Vaticano II? La capacidad del historiador estriba en comprender la esencia de un acontecimiento, intentando localizar las causas y las consecuencias del mismo en las ideas y en las profundas tendencias de una época. Se presenta al Concilio Vaticano II -que no formuló ningún dogma-, como un hecho dogmático que no puede ponerse en discusión. Y sus documentos se consideran intocables. Sin embargo, para comprender la naturaleza del Concilio Vaticano II y su relación con la crisis actual, antes de juzgar sus textos debemos valorar históricamente sus hechos. El conocimiento histórico no tiene, como fin, la interpretación de los documentos, sino la verdad de los hechos. Atengámonos, por lo tanto, a los hechos." (Roberto de Mattei, Madrid, 27 de septiembre de 2018). 
----------"Porque ha llegado la hora de historiar el Vaticano II, que no es un dogma, sino un acontecimiento histórico que, a diferencia de Trento y del Vaticano I, no ha sido un concilio dogmático. De hecho el Vaticano II ha sido un concilio pastoral que no se ha propuesto elaborar nuevos dogmas, sino un lenguaje nuevo con el que hablar al mundo" (Roberto de Mattei, en una entrevista del 8 de noviembre de 2012).
----------Dando ya las puntadas finales a este artículo, quiero aclarar algo, sobre todo a fin de no estar dando la impresión de menospreciar la tarea del historiador (por más que su labor científica esté ubicada en el inicial grado del saber, el más bajo, por su vecindad al devenir contingente). Una cosa importante que nos enseñan los historiadores, contra el apriorismo abstracto de los idealistas y de los racionalistas, es que el saber humano y por lo tanto también el saber dogmático de la Iglesia no salen de nuestra cabeza repentina e imprevistamente confeccionados "a priori" como Minerva de la cabeza de Júpiter, sino que surgen de humildísimos orígenes empíricos superando una originaria total ignorancia ("tabula rasa"); es el resultado de una evolución, de una educación, de un aprendizaje y de ardua conquista que se alcanza casi siempre con fatiga y con riesgos, con humildad y tenacidad, después de vanos intentos, errores y caídas.
----------El camino de la Iglesia no ignora en absoluto este complejo conjunto de acontecimientos, a veces dolorosos, por no decir dramáticos. El divino Fundador de la Iglesia la ha querido así, pero al mismo tiempo le ha dado una luz y una fuerza invencible que la conduce infaliblemente a la plenitud final de la verdad, y todos aquellos que quieren vivir en la Iglesia, aunque con sus límites y defectos, terminan sin embargo por vencer todo obstáculo y participan de su misma invencible infalibilidad.

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