domingo, 18 de diciembre de 2022

Cardenal Ravasi: la Fe y la duda

De un Príncipe de la Iglesia, los fieles comunes, que a menudo son tan probados, tan tentados, tan desviados, tan desconcertados por incertezas, dudas, equívocos y falsedades en el campo de la fe, se esperarían no discursos nebulosos y meramente aproximativos, que favorezcan peligrosos malentendidos e inveterados prejuicios, sino más bien palabras de esclarecimiento y confortación, como para sustentar esa "buena batalla" por la cual, libres de las tinieblas del error, accedamos a la luz de nuestro Señor Jesucristo.

----------El artículo que publiqué ayer, referido a una expresión del cardenal Gianfranco Ravasi [n.1942] acerca de su iniciativa del "Atrio de los Gentiles" en el hoy llamado Dicasterio para la Cultura y la Educación, me hizo venir a la mente aquellos primeros meses del año 2013, cuando el Cardenal era insistentemente mencionado por los mass-media como uno de los eventuales "papables", y he recordado un artículo suyo aparecido en L'Osservatore Romano el 9 de marzo de 2013, titulado "La duda es un buen perro guardián", donde el ilustre articulista parecía intentar explicar la naturaleza del acto de fe, pero, lamentablemente, es necesario señalar, en ese mismo enfoque dubitacionista, si así puedo expresarlo, que ya he criticado en varias ocasiones respecto a la concepción de la fe que proponía el cardenal Carlo María Martini [1927-2012].
----------En aquel escrito suyo de marzo de 2013, el cardenal Ravasi hace alarde, como es habitual en él, de numerosas citas de los más dispares autores, cosa que ciertamente es el eco de muchas lecturas y muestra una notable erudición, pero también manifiesta lamentablemente una cierta carencia de linealidad y rigor especulativos, que acaban, más que haciendo claridad, más bien impresionando al lector al sumergirlo bajo un gran cúmulo de referencias brillantes pero muchas veces no pertinentes o del todo irrelevantes, tales como para desviar del camino, desorientar. La prosa no sobresale por vigor argumentativo en un tema tan grave, sino que abundan las frases efectistas, los eslóganes, más de literatura que de teología.
----------Pero enfoquemos la cuestión: el equivoco de fondo que recorre todo el escrito de Ravasi está dado por la confusión que él hace entre ese dudar que normalmente precede y sigue al acto de fe, aquello que yo llamaría "duda externa", y un dudar que él mismo pone en lo interno mismo del acto de fe, presentándolo como valor o mérito del acto de fe y como "componente dialéctico de la fe".
----------Es lo que podríamos llamar "duda interna" o lo que más comúnmente se puede llamar o viene llamado "duda de fe", signo, a decir verdad, de una fe débil y defectuosa, tanto que cualquiera que tenga suficiente práctica en el confesionario, sabe bien cómo los penitentes correctamente cada tanto se acusan de estas "dudas de fe". ¡Y verdaderamente pobrecito de aquel confesor que en lugar de confirmar a los penitentes en la fe tuviera la desgraciada idea de exonerarlos o acaso hasta de aprobarlos! Me pregunto qué dirá el cardenal Ravasi a sus penitentes en tales casos. ¿Acaso les dirá: "¡Muy bien, sigue así!"...?
----------Ravasi, en su artículo, de hecho, citando a Louis Evely [1910-1985], afirma que la fe "es un entretejido de luz y de tinieblas: posee suficiente luz para admitir, suficiente oscuridad para rechazar, suficientes razones para objetar". El que la verdad de fe presente a un tiempo luces y sombras se puede admitir, por su característica de iluminar la razón a la vez que la trasciende; y por lo demás tal observación se encuentra ya en el gran teólogo dominico del siglo pasado, el padre Réginald Garrigou-Lagrange [1877-1964].
----------Pero Evely, aprobado por Ravasi, va más allá sosteniendo que la "fe" tendría iguales razones tanto para asentir a la Palabra de Dios como para rechazarla. Ciertamente en lo interno de esta fe entrarían omnes oves et boves et pecora omnia. En este punto, incluso un ateo puede tener fe. Pero yo me pregunto: ¿a qué precio, a decir verdad, de la fe misma y a qué precio para las conciencias? ¿Sería este el diálogo entre creyentes y no-creyentes? Por lo tanto, entonces, me pregunto, ¿el admitir y el rechazar están a la par, son iguales? ¿Se puede elegir lo que se prefiere, a tal punto que de todos modos nos salvamos todos?
----------¿La proposición de fe es una proposición indecidible? ¿Es una eterna perplejidad, que luego se asemeja al doble juego? ¿Es un eterno "tal vez que sí, tal vez que no"? ¿Es un no comprometerse del todo, como ocurre en aquello que Kierkegaard llama la "etapa estética" de la "ironía", o digamos mejor del comediante?
----------Es cierto que la doctrina de fe tiene un aspecto de oscuridad, pero oscuridad no significa necesariamente falsedad. Fue precisamente éste el error del racionalismo cartesiano, para el cual sólo son verdaderas las ideas "claras y distintas", error de Descartes que se observa hoy tambien en muchos exponentes del ámbito del pasadismo, sobre todo en los lefebvrianos, pues sin duda una de las carencias de Marcel Lefebvre [1905-1991] era atenerse obstinadamente a "ideas claras y distintas". Ravasi olvida que existen también las verdades oscuras, que no por eso dejan de ser verdad. Y la verdad de fe tiene precisamente esta característica. Y es lógico que sea así, tratándose de verdades sobrenaturales y divinas que superan la comprensión de nuestra limitada razón, la cual no puede no ignorar lo que va más allá de su capacidad. Esto, Ravasi lo reconoce, pero luego no es coherente en sostenerlo, como si el misterio de fe significara duda o incerteza.
----------Sin embargo, la razón, precisamente iluminada por la fe, se fía de la Palabra de Cristo, sabe que es verdadera aunque no sepa cómo y por qué es verdadera. No tiene la evidencia, porque no puede demostrar la materia de fe; sin embargo no tiene dudas, porque sabe que Cristo no la engaña. Esta es la verdadera fe. Y, como sabemos, Cristo, con justa razón, se preocupa tanto por nuestra salvación a que se le crea de esta manera, como nos da un claro testimonio por ejemplo en el episodio de Pedro que, caminando sobre el agua, en un cierto momento se hunde y Jesús le reprocha él: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
----------Sin embargo (tratando de ser benevolentes con las expresiones del cardenal Ravasi) es cierto que la duda, un dudar espontáneo y razonable, puede y debe muy bien tener algo que ver con la fe. Pero entonces se trata de un dudar extrínseco al propio acto de fe, que, si es verdadera fe, de por sí no duda, y de hecho es certeza absoluta e invencible, porque está sostenida por la fuerza divina de la gracia.
----------En cambio, duda legítima puede ser aquella que precede al acto de fe y que a él introduce, o lo prepara, aun cuando naturalmente su solución no puede propiamente causar el mismo acto de fe, porque el verdadero y propio acto de fe divina y teologal, es decir, el creer en Cristo y en su doctrina, es don sobrenatural del mismo Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, y por tanto no es efecto de la solución de una duda, que es acto propio y exclusivo de la razón humana con sus típicas debilidades e incertezas.
----------Como nos narran los Evangelios, todos aquellos que han encontrado a Cristo y han comenzado a frecuentarlo o han oído hablar de él por primera vez, oyendo luego y viendo cuanto hacía, cómo actuaba o lo que enseñaba, se han preguntado: ¿pero quién es este para realizar o decir estas maravillas? "¿Qué es esta sabiduría que le ha sido dada?", "¡manda a los espíritus inmundos y le obedecen!" y así sucesivamente, en tal modo han surgido dudas, interrogantes, y con mucha razón.
----------Sin embargo, reflexionando sobre estos hechos, aquellos hombres honestos han llegado a la conclusión irrefutable de que este hombre, Jesús, no podía ser simplemente un hombre como los demás, sino que gozaba de un poder divino y de una especialísima comunión con Dios. En este punto, aquellos contemporáneos de Jesús han recibido de Dios el don de la fe, fe en sus palabras, en sus promesas, en su persona, en sus instituciones, en sus mandamientos. Han entendido y creido que Jesús es el Hijo de Dios.
----------Por lo tanto, la duda de fe no es un "perro guardián" como dice Ravasi, sino más bien un perro miope, torpe, vacilante y desdentado. El perro guardián tiene la vista buena y segura, está alerta para poder avistar a los malvivientes y atacarlos. Ahora bien, la fe es verdaderamente un perro guardián; pero precisamente por eso la fe es absoluta certeza y no tiene nada que ver con la duda. La fe ciertamente puede ser puesta a prueba por la duda, pero gracias a su fortaleza ella ahuyenta la duda.
----------Conviene citar aquí a los frailes dominicos, quienes por su proverbial estima por la virtud de la fe y por la Palabra de Dios, han sido insistentemente llamados por algunos "perros guardianes", Dominici canes. Pero indudablemente, si en la gloriosa historia de ocho siglos de la Orden de Predicadores, estos frailes se hubiran tenido que basar en el concepto de fe presentado por el cardenal Ravasi, no hubieran contado con las filas de santos evangelizadores, misioneros, místicos, predicadores, prelados, teólogos y mártires que ellos han tenido. Por no hablar de los Santos Pontífices (el beato Inocencio V en el siglo XIII, el beato Benedicto XI en el siglo XIV, san Pio V en el siglo XVI y el siervo de Dios Benedicto XIII en el siglo XVIII).
----------La bajada de título de aquel artículo de Ravasi, en marzo de 2013, habla de una fe que "se conquista sólo a través de una lucha contra las propias incertezas". Hay que decir que esto es cierto, pero luego lo que Ravasi escribe en el artículo no desarrolla ni demuestra este primer supuesto, sino que lo niega, hablando de una fe que no elimina la incerteza sino que la cultiva o de una certeza forzada privada de válidos motivos. No hay duda de que la fe debe ser puesta a prueba por la duda y por la incerteza; pero precisamente la victoria se obtiene ¡no regocijándose en la duda como si fuera un aspecto normal de la fe!, sino ahuyentando enérgicamente y con inteligencia la duda que muchas veces tiene las apariencias de lo verdadero y tomando conciencia con claridad de toda su irracionalidad y de su vanidad.
----------La fe es principio de acción y de la lucha contra el mal; pero si la fe es dudosa y vacilante, entonces no tendrá la fuerza suficiente para esta lucha, sino que caerá inevitablemente en compromisos, con el riesgo de extinguirse totalmente. Si en la fe, como dice Ravasi, "están en juego factores de incerteza", ¿qué hay de su motivo formal que es la autoridad de un Dios que no se engaña y no engaña? ¿Cómo el fiel, sobre todo si es obispo o cardenal o papa, podrá dar certeza a quien no la tiene y la necesita? ¿Con qué propósito Cristo habría dicho a Pedro confirma fratres tuos? ¿Qué acciones valientes se construyen sobre la incerteza? ¿Dónde estaría el heroísmo de los santos si ellos no tuvieran una fe firmísima y a toda prueba? O bien, ¿con qué buen sentido común los mártires deberían dar la vida por una fe incierta?
----------Vana es también la distinción que hace en aquel artículo el cardenal Ravasi entre "duda escéptica y duda creativa" en lo interno del acto de fe, como nota del acto de fe. La verdadera fe, como he dicho, no admite ninguna duda, por escéptica o creativa que sea. No se trata de crear nada. ¡Dejemos las creaciones a los poetas o a los estilistas de moda! Se trata simplemente (ni más pero ni siquiera de menos) de adherirse fielmente y absolutamente a la verdad ya dada, que no es fruto de humana creatividad, sino de la divina sabiduría que nuestro Señor Jesucristo nos comunica a través de la dogmática eclesial.
----------Ahora bien, hay que decir que existe, en cualquier caso, y de hecho debe existir, una duda consecuente al acto de fe y a la recepción de la verdad de fe, motivada por la misma fe y ciertamente hecha para robustecer la fe y explicitar las verdades contenidas implícitamente en el mismo dato de fe, aquello que los teólogos llaman lo "revelado virtual", puesto en luz por la ciencia teológica, sobre todo por la dogmática y la sistemática, mientras que la duda que introduce a la fe es el objeto de la apologética o teología fundamental o iniciación a la fe, tarea sobre todo de los evangelizadores y de los catequistas.
----------Pero debe tenerse en cuenta que este dudar, externo al acto de fe y consecuente a él, solicitado por la misma fe, no toca la fe como tal, sino una problemática lógicamente y naturalmente conexa con las indudables e inmutables verdades de fe. Tal duda o tal interrogante surge precisamente sobre la base de la certeza del dato de fe y se justifica por tal dato. Tomemos un ejemplo para explicarlo:
----------La misma pregunta que María Nuestra Señora plantea al ángel que le había anunciado su próxima maternidad divina aunque permaneciendo virgen. María, como observa santo Tomás de Aquino, cree firmemente y sin dudar a las palabras del ángel. Por eso viene alabada por Isabel por su fe. Sin embargo, hace una pregunta, pregunta que no se refiere en absoluto acerca del por qué de cuanto ha dicho el ángel, sino simplemente pregunta cómo se llevará a cabo esta concepción y este parto virginal. Este es el terreno en el cual surgen dudas legítimas y es laudable plantearse interrogantes, cuya respuesta podrá hacer nueva luz sobre la verdad de fe, hacerla comprender mejor y explicitar sus virtualidades ocultas.
----------Muy diferente, sin embargo, es la respuesta de Zacarías al ángel que le anuncia el nacimiento de Juan el Bautista. Según la narración evangélica, Zacarías duda y pregunta, pero evidentemente no como creyente sino como escéptico, ya que la duda se refiere a lo mismo que el ángel ha dicho. Aquí, entonces, evidentemente no estamos ante una duda que es consecuente a la fe, como en el caso de Nuestra Señora, sino que se trata de una duda acerca de lo que debería ser objeto de la fe. Esto parece ciertamente equivalente a la concepción de la fe-duda de Martini y Ravasi, pero en realidad, como atestigua el hecho de que Zacarías es castigado, se trata de una voluntaria incredulidad. ¡Otra que fe!
----------Además, el cardenal Ravasi habla de una "fe robusta, un ancla sólida", la cual sin embargo implicaría el deber de "interrogarse y de investigar", dice Ravasi. Pero ¿interrogarse e investigar sobre qué? ¿Sobre el objeto de la fe? Pero entonces estamos de nuevo: si estamos inciertos o dudamos acerca de este objeto, acerca de lo que debemos creer, ¿cómo hacemos para tener una fe "robusta"?
----------¿De dónde vendría esa robustez o estabilidad? ¿No sería acaso una robustez completamente inmotivada e irracional? ¿Cómo es posible aferrarse firme y establemente a algo que afecta al sentido de nuestra vida, pero de lo cual estamos inciertos de si es verdadero o falso? ¿Podemos jugarnos así con tanta facilidad el sentido de nuestra vida? ¿Acaso nuestra vida vale tan poco?
----------Además, en similares condiciones psicológicas, ¿cómo se puede escapar del riesgo del fanatismo, del fideísmo o del fundamentalismo, que por otra parte Ravasi aborrece con justa razón, y que han procurado y siguen procurando tan mala reputación al credo católico en ambientes no creyentes pero honestos? Así como es reprobable el escepticismo sistemático y "sarcástico" -y aquí Ravasi ciertamente tiene razón-, así también es correcta la necesidad de certeza; pero uno no debe tener prisa por encontrar su satisfacción.
----------Vale aquí el dicho de nuestro Señor Jesucristo: "el que busca, encuentra". Mejor una incerteza razonable que una certeza forzada. Mejor un proceder lento y prudente que una conclusión apresurada e infundada. Pero aquí la fe no tiene nada que ver. Se trata sólo del camino hacia la fe, que es otra cosa. Está ya con Cristo quien va por el camino que a Él conduce.
----------Sin embargo, si Ravasi oscila y vacila al presentar la fe a los no-creyentes, ora como firmeza ora como incerteza, aquellos que entre los no-creyentes buscan la verdad, le dirán: decídete pues: ¿sabes o no sabes lo que crees? ? ¿Estás convencido de ello o no? ¿Crees verdaderamente en ese Cristo del cual nos hablas?
----------La verdadera fe no es la de quien no ha encontrado y está en búsqueda. Esta actitud es digna de todo respeto, pero todavía no es la actitud del creyente. El verdadero creyente no tiene necesidad de buscar, porque ya ha encontrado. Quien ha encontrado a Cristo ¿qué es lo que todavía debe buscar? ¿Algo mejor que Cristo? Es verdad que Pascal habla de un "buscar" a quien ya se ha encontrado, pero este buscar entonces no se refiere a la fe, sino a las consecuencias de la fe en Aquel que ya se ha encontrado.
----------Ciertamente la fe debe ser robusta, pero no de una robustez forzada, inmotivada. No debemos confundir la certeza con el dogmatismo. El que, no teniendo aún la fe, por motivos de conciencia no tiene la certeza de que Cristo es Dios (todo el contenido de la fe se resume en esta convicción), no sólo está dispensado de creer, sino que no debe creer. Se salva lo mismo, siempre por medio de Cristo, aunque no lo sepa. Esto lo dice el Aquinate, de quien no se puede decir que no insista acerca del deber y la importancia de creer en Jesucristo.
----------Pero aquí santo Tomás de Aquino se muestra extremadamente moderno en el evidenciar la libertad y la responsabilidad de la conciencia y cómo el obsequio o sumisión de fe, para decirlo con san Pablo (Rom 12,1), debe ser libre y razonable, razonado, prudente, empeñoso, sincero, ponderado y motivado, aun cuando al fin de cuentas el acto de fe en sí mismo no depende de un razonamiento -y aquí Ravasi ciertamente lo dice bien- sino del "don de Dios", del cual Cristo habla a la mujer samaritana.
----------La búsqueda, la investigación (científica, filosófica, teológica), como la duda, ciertamente pertenece a la fe, pero no para poner en duda el objeto o la verdad de la misma fe, sino para preparar o introducir a la fe o en cuanto que el objeto de la fe, que se resume en la divinidad de Cristo, una vez firmemente poseído y aceptado, estimula a buscar no si Cristo es o no es Dios, porque esto ya es sabido y está establecido (si no, ¿dónde está la fe?), sino a profundizar y esclarecer las insondables, inagotables y maravillosas riquezas de Cristo Dios ya creído, en el cual, para decirlo con san Pablo, están encerrados todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría. Y aquí tenemos la Tradición viva, o sea el progreso continuo del dogma, de la teología y de la espiritualidad y, en consecuencia, de la misma vida y santidad cristianas.
----------Debe decirse, en definitiva, que me parece muy infelíz la cita que el cardenal Ravasi hace, al final de su artículo, de una famosa declaración de Fiódor Dostoyevski [1821-1881]: "Si alguno me demostrara que Cristo está fuera de la verdad, que verdaderamente la verdad no está en Cristo, pues bien, ¡yo preferiría quedarme lo mismo con Cristo antes que con la verdad!".
----------Esto no es, como dice Ravasi, "un proceder per absurdum": es puramente y simplemente un absurdo y, de hecho, una grave irreverencia frente a nuestro Señor Jesucristo. En buena lógica, el proceder o el demostrar por absurdo es una conclusión cuya certeza está dada por el hecho de que la proposición contraria es absurda. Pero aquí tal proceder no entra para nada, y en cambio nos encontramos ante una pura absurdidad. Por eso me gustaría preguntarle a Dostoyevski: ¿así que te gustaría estar con Cristo contra la verdad? ¿Pero es admisible un Cristo contra la verdad? Cuando es precisamente Él quien ha dicho "cualquiera que es de la verdad, escucha mi palabra" y también: "Yo soy la Verdad", sólo por citar algunas de sus palabras que nos muestran hasta la evidencia el nexo inescindible entre Cristo y la verdad. ¿Puede ser la fe una adhesión a Cristo prescindiendo de la verdad? ¿Puedo adherirme a Cristo despreciando la verdad? Recuerdo que lo opuesto a lo verdadero es lo falso: por tanto, si se debiera preferir a Cristo a lo verdadero, eso significaría decir que Cristo está en lo falso, lo cual es una verdadera y propia blasfemia.
----------En aquellos primeros meses del 2013, hace casi una larga década atrás, tras la impactante dimisión dada por el papa Benedicto XVI, hoy papa emérito, el cardenal Ravasi era presentado y auspiciado por muchos como posible nuevo Romano Pontífice; sin embargo, debemos decir con toda filial franqueza y pleno respeto al conocido y sabio Purpurado, que con aquellas declaraciones suyas en L'Osservatore Romano, ciertamente no se preparaba el terreno más favorable para que fuera asumido para un oficio tan alto como el de custodio de la fe -serva depositum- en nombre de Cristo para todo el Pueblo de Dios.
----------Quizás haga falta aquí recordar que de un Príncipe de la Iglesia, y sobre todo en el prestigioso periódico L'Osservatore Romano, los fieles comunes, que a menudo son tan probados, tan tentados, tan desviados, tan desconcertados por incertezas, dudas, equívocos y falsedades en el campo de la fe, se esperarían no discursos nebulosos y meramente aproximativos, que favorezcan peligrosos malentendidos e inveterados prejuicios, sino más bien palabras de esclarecimiento y confortación, como para sustentar esa "buena batalla" por la cual, libres de las tinieblas del error, accedamos a la luz de Cristo.

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