Los abrumadores problemas que en el ámbito pastoral y moral angustian a los Obispos en sus diócesis, se focalizan en su necesidad de contar con suficientes presbíteros colaboradores suyos, enteramente conscientes de su misión y fieles a ella, y a la vez contar con nuevas y sobre todo genuinas vocaciones sacerdotales; problemas que deberían comenzar a solucionarse en el corazón de la diócesis: el seminario. Sin embargo, debe tenerse presente que una voluntad genuinamente sacerdotal nace de una inteligencia genuinamente sacerdotal. La pregunta es: ¿cómo se está formando hoy la inteligencia de los futuros sacerdotes?
----------Días atrás me referí al Diario del Concilio, del padre Yves Congar [1904-1995]. Naturalmente, no se trata de la única publicación, en su género, sobre el mismo acontecimiento histórico. Décadas después de la finalización del Concilio Vaticano II [1962-1965], las grandes editoriales comenzaron a sentirse interesadas por la publicación de los diarios de algunos de sus protagonistas. La serie dio inicio con los diarios de teólogos franceses. Al escrito por Congar, hay que unir otro publicado antes, los monumentales (por su extensión) Cuadernos del Concilio, del jesuita Henri de Lubac [1896-1991], y el Diario del Vaticano II, del dominico Marie-Dominique Chenu [1895-1990]. Fueron publicadas también las Notas de un profeta, tal como fue titulado el diario del obispo brasileño Hélder Câmara [1909-1999]. Finalmente, hace ya una década, fue publicado El Concilio, Notas, diario del dominico holandés Edward Schillebeeckx [1914-2009].
----------Inevitablemente, a la aparición de cada uno de esos Diarios, surgió algún revuelo mediático en el mundo católico. Por cierto, las notas personales cotidianas acerca de determinados acontecimientos históricos no podrían considerarse nunca un tipo de género literario de elevada altura; al fin de cuentas, son siempre notas rápidas, improvisadas, frecuentemente dictadas por las emociones del momento, notas realizadas en medio de un diario ajetreo, seguramente redactadas al final de intensas jornadas de trabajo. Pero la curiosidad por conocer más acerca de lo vivido y sentido por estos grandes protagonistas del último gran Concilio ecuménico de la Iglesia, siempre es una fuerte inclinación, y las editoriales saben que son seguros éxitos en ventas.
----------En cada momento abundaron las recensiones en diarios y revistas acerca de estas publicaciones. Recuerdo que me sorprendió mucho en su momento que el propio L’Osservatore Romano, el 30 de mayo de 2012, publicara un artículo, firmado por Riccardo Burigana, "La versión de Schillebeeckx", para presentar la entonces reciente publicación del "Diario" del teólogo holandés, que él redactó cuando trabajaba como perito del Concilio. La reseña tiene un tono muy distante, meramente informativo, sin entrar en el fondo de los temas y de las cuestiones tratados por Schillebeeckx. Se limita solo a decir que trabajó para la revisión del esquema preparatorio expresando la posición de los "teólogos del centro-norte de Europa".
----------Creo que la idea de publicar tal artículo en L'Osservatore ha sido ciertamente buena, dada la notoriedad de Schillebeeckx. Sin embargo, la operación me suscitó en su momento cierta perplejidad o algún signo de interrogación que, en mi caso, es una inquietud que no me ha abandonado desde entonces o, por mejor decir, se ha agravado con el curso que ha tomado en los últimos años la línea editorial del diario vaticano. Se sabe cómo el teólogo dominico holandés en la década de 1980 fue refutado varias veces por Roma en puntos de fe sin que él después haya dado ninguna señal de arrepentimiento. El hecho de que Roma no haya insistido ulteriormente en las críticas ha dado a muchos la falsa impresión de poder libremente asumir las doctrinas de Schillebeeckx. Y quizás esto ha sido un signo de debilidad pastoral por parte de Roma.
----------Ciertamente Roma no tomó medidas disciplinarias contra él, pero permanece siempre el juicio negativo dado por la Santa Sede. En tal sentido, es cierto que Schillebeeckx "no ha sido condenado", como suele decirse. Pero el hecho de que Roma no tome medidas disciplinarias contra un teólogo rebelde, no quiere decir que el juicio negativo que da sobre ese teólogo acerca de sus doctrinas no sea vinculante para la conciencia del creyente. ¿De lo contrario, qué valor tendrían las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe? ¿Servirían sólo para expresar las opiniones privadas de su Prefecto, en este caso el cardenal Ratzinger? Quien llegaría al solio pontificio como papa Benedicto XVI, fue el encargado de tomar tales medidas como lugarteniente del papa san Juan Pablo II en su oficio de custodio de la Fe de la Iglesia.
----------En realidad, tras un atento y detenido examen, no es demasiado difícil enumerar todos los puntos en los que el pensamiento de Schillebeeckx se encuentra en contraste con la doctrina de la Iglesia y con el mismo dogma católico: en el concepto de teología, de dogma y de Revelación, en la sacramentaria, en la cristología, en la liturgia, en la eclesiología, en la escatología, en la concepción misma del cristianismo.
----------Nadie negará los méritos teológicos de Edward Schillebeeckx, méritos que son evidentes sobre todo en el período de su juventud: y esto fue ciertamente uno de los motivos que le han merecido el llamado a ser perito del Concilio. El otro Schillebeeckx, el heterodoxo, se ha revelado posteriormente.
----------Hace casi diez años, cuando fue publicada aquella nota en L’Osservatore Romano, estaba en auge (y sigue estando hoy) el debate sobre la interpretación del Concilio Vaticano II, y cada vez son más evidentes las graves dificultades en las que se encuentra la Iglesia tanto en el campo doctrinal, como en el moral y pastoral. Creo que en el contexto intelectual de aquellos debates de hace diez años, el hecho de que L’Osservatore citara a Schillebeeckx ciertamente puede ser considerado interesante e importante. Pero, me pregunto si el limitarse a una especie de anotación bibliográfica como hizo en aquella ocasión Burigana, no pudiera llevar a preguntarnos si esta actitud anodina no ocultaba de algún modo una secreta aprobación de la teología de Schillebeeckx. Uno quisiera no pensarlo, dada la autoridad del periódico en el cual se escribía.
----------Sin embargo, surge otra pregunta: ¿no era esta la ocasión propicia para recordar, con toda delicadeza y discreción, pero también con franqueza y claridad, los graves errores del teólogo, precisamente hoy, cuando parecen evidentes las falsas interpretaciones del Concilio que tanto daño han hecho y están haciendo desde hace cincuenta años a esta parte en el Pueblo de Dios?
----------Y Schillebeeckx no está para nada exento de responsabilidad en este campo, comenzado por su misma gnoseología, de impronta kantiana y empirista, para la cual, según sus propias palabras, el concepto "no capta la realidad", sino que "sólo la indica" como "interpretación" cambiante, simbólica y metafórica de la originaria "experiencia atemática de la realidad", solamente en la cual estaría contenida la verdad, que sin embargo cuando viene traducida en el concepto, pierde su objetividad, inmutabilidad y universalidad, para transformarse en una visión subjetiva, relativa e históricamente mutable. Es fácil comprender en qué se convierten el dogma y la doctrina de la Iglesia, expresados en conceptos, en una visión de este tipo.
----------Schillebeeckx es uno de esos teólogos que han malinterpretado el aggiornamento conciliar. Por cierto, el papa san Juan XXIII había querido un cambio en el lenguaje de la Iglesia, en el modo de transmitir el kerigma y la doctrina, para que el mensaje evangélico fuera más comprensible a los hombres de nuestro tiempo, pero el papa Juan ciertamente no quiso un cambio en los contenidos de la fe. Schillebeeckx, por el contrario, con el pretexto del aggiornamento del lenguaje, ha cambiado también los contenidos y esto debido a una falsa teoría del concepto, el cual, según él, no puede ser una fiel representación de la realidad, sino que es una especie de "modelo interpretativo" contingente, cambiante y relativo de una precedente "experiencia atemática" de la realidad en sí misma inefable, según lo que ya he dicho más arriba.
----------Es evidente a que resultado conduce tal teoría del conocimiento: entendido al modo schillebbeckxiano, el progreso doctrinal en la Iglesia no supone ninguna continuidad porque los dogmas cambian, y de hecho Schillebeeckx habla explícitamente de "discontinuidad" de la doctrina actual de la Iglesia con la de siglos pasados, dando ejemplos que, en verdad, tras un atento examen, no se sostienen en absoluto.
----------El actual papa emérito, Benedicto XVI, por su parte, como bien sabemos, siguiendo las huellas de los Romanos Pontífices que le han precedido, y valiéndose de su autoridad magisterial infalible, insistió en el afirmar claramente que las doctrinas del Concilio Vaticano II no están en "ruptura", sino en "continuidad" con las del Magisterio pontificio y conciliar precedente, aunque sin duda alguna se trate de doctrinas nuevas que nos hacen conocer mejor el perenne e inmutable patrimonio de la fe.
----------Pues bien, el caso es que un teólogo como Schillebeeckx nos presenta, en cambio, como he dicho, una gnoseología hecha a propósito para afirmar la ruptura y negar la continuidad. ¿Y no sería bueno recordar estas cosas? De lo contrario, ¿no parece que el Romano Pontífice le estuviera hablando al viento y a las paredes? Sin embargo, las obras y el pensamiento de Schillebeeckx, siguen difundiéndose en universidades y seminarios, citadas y recomendadas por profesores de teología que han jurado obediencia al Magisterio, mientras los Obispos en sus diócesis parecen mirar para otro lado. ¿Queremos o no queremos liberarnos de una vez por todas de los graves equívocos por los cuales estamos sufriendo desde hace cincuenta años, equívocos que, entre otras cosas, han conducido a algunos, aunque injusta pero comprensiblemente, a inculpar al Concilio de un "modernismo" que en realidad es el modernismo de sus falsos intérpretes como Schillebeeckx?
----------Mientras sujetos como Edward Schillebeeckx sigan siendo presentados como los grandes protagonistas del Concilio Vaticano II y como modelos de teólogo católico, ¿acaso esperamos hacer claridad y responder adecuadamente a las objeciones de los cismáticos lefebvrianos, por ejemplo? ¿Acaso podemos, sin hipocresía, pedirles a ellos que abandonen sus herejías y retornen a la Iglesia, cuando se trata al mismo tiempo a los modernistas con distintos pesos y medidas? ¿Dónde está la justicia?
----------¿Y qué otra cosa debería importarle mayormenteo a L'Osservatore Romano sino apoyar las enseñanzas del Romano Pontífice contrastando y refutando lo que a ellas se le opone, sin importar si son teólogos de fama mundial que pasan por ser las líneas de avanzada de la Iglesia?
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