domingo, 26 de septiembre de 2021

El cardenal Walter Kasper y su falsa misericordia (1/3)

Pese a sus enseñanzas heterodoxas, de perfil modernista, el cardenal Walter Kasper [n.1933] ha logrado alcanzar en años precedentes altos cargos bajo los pontificados de los dignísimos san Juan Pablo II y Benedicto XVI, gozando también de fuerte apoyo tanto de los luteranos alemanes como de la masonería. Ya he explicado en otros artículos, que la teología de Kasper es sustancialmente herética, pero en esta serie de notas lo demostraré en referencia a la cuestión sobre la misericordia divina.

La problemática teológica de la misericordia
   
"Él los castiga por sus iniquidades,
pero tendrá compasión de todos ustedes" (Tb 13,5).
   
----------Es obvio que la admiración del papa Francisco por el libro del cardenal Kasper sobre la misericordia debe ser referida exclusivamente a cuanto de bueno hay en esa obra. Pero en referencia a ese libro, La misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana (ediciones Sal Terrae, Santander, 2012) aquí considero que es bueno destacar sobre todo ciertas tesis, que reflejan muy extendidos errores de hoy, que es necesario corregir, para poder ser verdaderamente fieles a la sana razón, a la Biblia y a la Iglesia. El concepto kasperiano de misericordia es un concepto erróneo bajo diversos aspectos, que aquí demostraré.
----------Kasper comienza diciendo que debemos presentar a un Dios que no impulse hacia el ateísmo. Eso es correctísimo. Pero luego él mismo presenta un concepto de la misericordia divina que provoca precisamente este resultado. En efecto, reduce la justicia divina a la misericordia. De ello se deduce que, para Kasper, Dios siempre actúa con misericordia. Por lo tanto, los más grandes sufrimientos de la humanidad, las más grandes calamidades naturales, los delitos más terribles del hombre, son efecto de la misericordia divina, que preside y gobierna todos los movimientos de la naturaleza y las acciones del hombre.
----------Kasper también afirma que una causa, o al menos una ocasión, para el ateísmo, es el escándalo que los hombres experimentan ante un Dios que permite el sufrimiento de los inocentes, y que no escucha las plegarias que se le hacen para que esos sufrimientos les sean evitados. Ahora bien, la fe católica da una triple respuesta a esta angustiosa situación del sufrimiento de los inocentes. Son las siguientes:
----------1) La primera respuesta es el hecho de las consecuencias del pecado original, las cuales, a excepción de Cristo y de Nuestra Señora, afectan a todos. En tal sentido, se puede decir que ninguno de nosotros es perfectamente inocente. Ciertamente, esto no impide distinguir, al menos desde un punto de vista sociológico, inocentes y malhechores. Sin embargo, si ocurre un terremoto o una epidemia, todos se ven afectados. Y tal vez en un zona no castigada por el terremoto, los impíos prevalecen sobre los justos. Pero también este desorden es consecuencia del pecado original y Dios se reserva el derecho de castigar a los malvados en el momento oportuno y premiar a los buenos, compensando también los defectos de la justicia humana.
----------2) La segunda respuesta a la pregunta por el sufrimiento de los inocentes, es que en la concepción cristiana del proceso de la salvación, como en todas las éticas religiosas, el sufrimiento del inocente desarrolla un rol salvífico y purificador fundamental, como víctima ofrecida a Dios para la expiación de los pecados. Y aquí, como es sabido, el rol fundamental y decisivo, lo juega el mismo Nuestro Señor Jesucristo, manso Cordero inmolado, que quita los pecados del mundo. En la visión cristiana, por lo tanto, todos los inocentes sufrientes como los propios niños, incluyendo las víctimas del aborto, están llamados a unirse o están unidos por Dios, quizás inconscientemente, al sacrificio de la Víctima divina.
----------3) Finalmente, la tercera respuesta a la cuestión del sufrimiento de los inocentes, es que para entender por qué Dios no interviene siempre para salvarnos del sufrimiento, por santos o pecadores que seamos, es necesario tener presente que el ideal de felicidad o fin último de la vida cristiana no se encierra dentro de los estrechos límites del presente mundo corruptible y lleno de males, sino que traspasa más allá de la muerte, hacia un mundo trascendente e inmortal, desprovisto de cualquier mal de culpa y de pena, el paraíso.
----------Esto implica el hecho de que ciertamente debemos hacer todos los esfuerzos, con la ayuda de Dios y de la ciencia, para eliminar o aliviar todo dolor y todo sufrimiento, pero, dada nuestra debilidad consecuente al pecado original, aunque fortalecidos por la gracia, aquí abajo debemos siempre saldar la pena del pecado original, por lo cual, si bien la humanidad progresa siempre en la lucha contra el sufrimiento, siempre e inevitablemente aquí abajo permanece una cantidad indefinida e irreducible de sufrimiento.
----------Pues bien, el cristianismo nos enseña a convertir en bien, a nuestro favor y beneficio, también el sufrimiento, en un maravilloso "reciclaje", por así decirlo, que transforma al sufrimiento de perdición en vía o medio de salvación, a través de la cruz de Cristo, de modo similar a lo que hacen hoy las industrias químicas en el transformar los residuos en fuentes de energía, si me lo permiten el parangón.
----------Sin embargo, la plena liberación de todo mal de culpa (pecado) y de pena (sufrimiento) no es de esta vida, sino del paraíso del cielo; y si desgraciadamente se nos ocurriera esperar en Nuestro Señor Jesucristo para tal fin, el apóstol san Pablo nos advertiría que "Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima" (1 Co 15,19).
   
Kasper confunde la misericordia como virtud humana con la misericordia divina
   
----------Debe decirse que, en general, la misericordia es esa virtud, fruto de la bondad y del amor, que hace comprender cuán odioso y repugnante es el sufrimiento físico y moral de los demás y, por lo tanto, impulsa al misericordioso a trabajar por el alivio del mísero, o sea, del que padece el sufrimiento físico y moral.
----------El misericordioso, en efecto, sabe en primer lugar darse cuenta del sufrimiento y de la miseria de los otros, sabe identificar las causas, las formas y los remedios. Gracias a su sentido de humana solidaridad, el misericordioso siente como propia la miseria y el sufrimiento de los otros y, en base a cuánto percibe de tal sufrimiento, estudia por todos los medios eliminarlo o al menos aliviarlo.
----------El Evangelio, como bien sabemos, manda ser misericordiosos siempre y con todos, aunque se tratara de súbditos que deben ser castigados, o enemigos que nos persiguen o personas insoportables. La famosa "bofetada en la mejilla", el "poner la otra mejilla", no quiere decir sino eso. Perdonar las deudas a quien no puede pagar, ser pacientes con las personas pesadas, y comprensivos con los débiles, donde sea necesario y útil, y cuando los otros no se aprovechen de ello, es siempre una obligada misericordia.
----------Ciertamente, debemos tomar ejemplo de cómo Dios es misericordioso. En esto Dios nos supera siempre y con su inventiva y benignidad inefable, su providencia que llega a todas partes y su omnipotencia, hace siempre más y mejor de lo que podemos hacer nosotros con nuestras pobres fuerzas. Ya en el Antiguo Testamento encontramos: "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber" (Pr 25,21). En todo esto, Kasper está perfectamente bien y razona correctamente.
----------Kasper, sin embargo, descuida un aspecto de la misericordia divina, revelado por las Sagradas Escrituras, que no está presente en la misericordia humana y que sólo Dios, con su omnipotencia, puede permitirse; y es esa misericordia que consiste en la liberación del hombre del pecado, un daño que el hombre se ha hecho a sí mismo y una ofensa a Dios, un débito o deuda que el hombre no puede pagar, si no es Nuestro Señor Jesucristo mismo quien se une al hombre a Sí en su obra redentora y expiatoria.
----------Pero aún más, la misericordia divina es aquella con la cual el Padre ha querido que nosotros mismos, por los méritos de Cristo, pudiéramos librarnos de la deuda del pecado, uniéndonos a la Cruz del Señor. He aquí, entonces, la maravillosa paradoja que Hegel ha intuido, pero que, prisionero de su dialéctica, no logró disolver, cayendo en el absurdo: la pandemia como signo de la misericordia divina no porque el sufrimiento produzca o sea salvación para un juego dialéctico, sino porque por su misericordia el Padre nos da la posibilidad en esta pandemia de unirnos a la Cruz de su Hijo Nuestro Señor.
----------Debe considerarse que la misericordia divina es infinitamente mayor a la misericordia que puede ejercitar el hombre, porque Dios, con la remisión de los pecados, libera al hombre de una miseria inmensamente más grande que aquella de la cual un hombre puede liberar a otro hombre. Un hombre misericordioso puede ciertamente liberar a un mísero de un mal o de un sufrimiento físico o moral, al cual el hombre puede poner remedio, puede remitirle una deuda que un hombre está obligado a pagar a otro hombre, puede perdonarle una injusticia para remediar la cual es suficiente la justicia humana. Pero Dios libera y purifica al hombre de un mal inmensamente mayor, que el hombre ha cometido contra Dios mismo y, en consecuencia, contra su prójimo, es decir, el mal del pecado, que hace perder al hombre esa gracia que sólo Dios puede devolverle, siempre y cuando el hombre se arrepienta, pida perdón por su pecado, y haga penitencia.
----------Es interesante lo que dice Kasper acerca de la función correctiva de la sanción penal en el derecho canónico. Dice que es "el último y drástico medio de la misericordia" (p.171). Incluso santo Tomás de Aquino considera que la severidad divina y, por lo tanto, la severidad de la Iglesia, está siempre mitigada por la misericordia, incluso en el infierno. Y notemos que cuando aquí decimos misericordia, decimos caridad. De esto se sigue que la justa severidad, la coerción y el castigo deben, al fin de cuentas, ser dictados por la caridad; caridad que en esta vida corrige, aunque sea cierto que la pena infernal es puramente aflictiva. Sin embargo, como sostienen algunos teólogos, con buenos argumentos, también en el infierno, incluso en medio de los tormentos, los condenados sienten la paternidad de la providencia divina.
   
Dios no es misericordioso por esencia, sino por libre elección
   
"Desde siempre Tú existes" (Sal 93,2).
   
----------Kasper traduce el Nombre de Dios en Ex 3,14 con "Yo Estoy Aquí" o "Yo Estoy contigo" o, en la versión española que estamos siguiendo, con "Yo soy el que está ahí" o "Yo soy el que está ahí para vosotros, el que está ahí con vosotros y junto a vosotros" (pp. 53, 88), queriendo hacernos entender que sería el concepto hebreo del ser; lo que en realidad no corresponde en absoluto a la verdad, porque la expresión hebrea Ehièh Escer Ehièh, está bien traducida por la Vulgata con el famoso Ego Sum Qui Sum, que en español puede traducirse "Yo Soy El Que Es" (o como usualmente se hace: "Yo Soy El Que Soy"), es decir , como explica santo Tomás, "Aquel cuya esencia es la de ser", el ipsum Esse per Se subsistens. En Ap 4,11 tenemos: "El Que Es, Que era y Que viene". No se hace ninguna referencia a personas o a lugares.
----------No se trata, por lo tanto, en la correcta traducción, de un Ser para-el-hombre, como nos dice Kasper, no se trata de un Dasein con sabor heideggeriano o luterano o de un Ser-que-aparece al hombre, con sabor husserliano o severiniano, como si el pequeño yo humano pudiera meter la nariz en los asuntos de Dios o pueda incluso darle permiso a Dios para existir. Se trata, en cambio del Ser absoluto, del purum Esse, existente por cuenta propia, independientemente del hecho de que el hombre exista o no exista. Y por eso es ese "Yo Soy", con el cual Jesús califica su propia divinidad (Jn 8,24.28.58, 13,19).
----------Por eso la Biblia se dirige a Dios con el predicado del puro Ser: "Tú Eres" (Sal 92,2; Ap 11,17), cosa que no haríamos jamás dirigiéndonos a nuestro similar, porque en el predicado del ser están implícitas todas las perfecciones, cosa evidentemente imposible para una simple creatura. Por lo cual, si ciertamente la Biblia no desdeña en absoluto el usar predicados nominales para Dios, como la bondad, la omnipotencia, la justicia, la misericordia, etc., no hay duda de que ella prefiere el ser, porque los diversos atributos, por muy amplios que sean, restringen o delimitan siempre el concepto de Dios a una particular perfección diferente a las demás. Así, en el brahmanismo existe el Brahman Nirguna, sin atributos, y el Brahman Saguna, con atributos.
----------Lo que quiere decir que el ejercicio de la misericordia no entra en la esencia de Dios, sino que supone la relación de Dios con el hombre, relación que de ningún modo es constitutiva de la esencia divina, sino que sigue a la libre elección de crear al hombre. Si el mundo no hubiera existido, Dios no habría tenido la ocasión de ejercer la misericordia, y no por eso Dios habría sido menos Dios, como si quitando la misericordia, la esencia divina quedara incompleta o privada de un atributo suyo necesario.
----------Kasper afirma por otra parte que "la misericordia de Dios no encuentra en el marco del ipsum Esse el espacio adecuado" (p.92). Es falso. La misericordia divina, en su omnipotencia y creatividad, tiene su fundamento último y su razón primera en el Ser divino. En efecto, el actuar desciende del ser. Cuanto más perfecto es el ser, tanto más potente es su actuar. Ahora bien, Dios es el Ser perfectísimo y creador de todo. Y esto, por lo tanto, da fundamento y razón de su infinita, omnipotente y creadora misericordia.
----------Kasper, párrafos después, concibe justa y correctamente la misericordia divina en el horizonte del amor y del don de sí y, deteniéndose en este concepto, pasa a tratar del amor con el cual en la Santísima Trinidad "el Padre comunica su propia divinidad al Hijo" (p.97). Aquí, en este ámbito de las procesiones divinas, ciertamente, la misericordia no entra, ni Kasper se atreve a afirmar esto.
----------Sin embargo, en este punto Kasper no entiende la autodonación del Padre al Hijo de la manera correcta. De hecho, dice que en el acto de amor consecuente a la generación del Hijo, el Padre "se repliega en su propia infinitud y deja en sí espacio al otro" (p.97), hablando de "autovaciamiento de Dios" (p.97). Esto no tiene un sabor bíblico, sino hegeliano: la autonegación de Dios, que deviene Dios negando la negación de sí.
----------Ahora bien, debe decirse que esto, para Dios, es imposible, porque el Infinito no puede restringirse o limitarse. Ya no sería infinito, ya no sería Dios, si debiera "dejar en sí espacio al otro", como, por ejemplo, yo en el ascensor debo hacerme a un lado para dejar espacio a una persona corpulenta que quiere entrar. Por supuesto, estas son imágenes pueriles, indignas de la majestad divina.
----------El Padre, al generar al Hijo o al crear el mundo, no tiene ninguna necesidad de retraerse o replegarse para dejarle espacio, ni por lo demás esto sería concebible, porque el Padre, al poner al otro de Sí (Hijo o mundo) no debe restringirse a Sí mismo, sino que, en el caso del mundo, agrega ser por participación a su Ser por esencia. Mientras que en el caso del Hijo, lo engendra en su seno: Dios por Dios en Dios. En cambio, la adición del mundo no aumenta el Ser divino infinito, porque lo infinito no puede aumentar, sino que se pone bajo lo Infinito, como ser creado, infinitamente inferior.
----------Lo Infinito divino no debe ser concebido como si ocupara todo el ámbito u horizonte del ser, entendido en sentido materialmente espacial. El hecho de la ubicuidad divina y de que Dios sea Todo (Sir 43,27) no quiere decir que el Padre genere al Hijo o cree el mundo autolimitándose, sino, por el contrario, difundiendo la propia bondad o en Sí (el Hijo) o fuera de Sí (el mundo). Bonum diffusivum sui, según el adagio platónico.
----------La negación de sí ("quien odia su propia vida", Jn 12,25) para donarse o sacrificarse por los otros, tradicionalmente llamada "abnegación", tiene su propia y perfecta realización en la misericordia ejercida por la creatura, no en la misericordia divina. Parece que Kasper confunde las dos cosas.
----------Y en tal confusión kasperiana, tenemos claras señales de cómo Kasper, lamentablemente, entiende de metafísica como yo entiendo de mecánica cuántica o de física nuclear. Sin embargo, yo prudentemente me abstengo de entrar en similares materias alejadas de mi ámbito de competencia, y creo que también Kasper, vistos los resultados, haría bien a su vez en no aventurarse en esa materia, de la cual, por lo demás, declara no tener estima. De hecho, consecuentemente a esto, él interpreta la Escritura, como Schelling, no en sentido ontológico, sino en sentido mitológico, como si fuera la Ilíada o la Odisea.
----------Kasper no admite relatos bíblicos históricos reveladores de misterios divinos, formulados o formulables por la Iglesia en dogmas como verdades eternas, absolutas e inmutables, sino que, para él, según el viejo adagio, veritas est filia temporis, o sea, en el sentido historicista: la verdad es algo relativo a los tiempos y a los lugares. Dios mismo, para él, no es el Eterno inmutable e independiente del tiempo o del devenir, sino, como dice el título mismo de uno de sus libros, es "Lo Absoluto en la historia" (ediciones Sal Terrae, Santander 1986), pero no un Absoluto independiente y más allá de la historia, sino, como el Absoluto de Schelling y de Hegel, un Absoluto que no existe sin la historia y para la historia. Por consiguiente, un falso Absoluto, porque un Absoluto relativo a la historia ¿qué clase de Absoluto es?
----------Por el contrario, sería posible y muy útil, para comprender a fondo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, darse cuenta de la presencia en ellas de una sapientísima metafísica teológica y moral, ciertamente no docta, no académica, sino hecha para los simples, como han hecho y siguen haciendo algunos teólogos con delicado sentido pastoral y preocupación por las almas simples necesitadas de verdad.
   
El Padre hace misericordia mediante el sufrimiento de Cristo hombre,
no porque sufra Él mismo o Cristo sufra como Dios
   
----------Nosotros los hombres somos misericordiosos necesitados a nuestra vez de recibir misericordia. Dios, en cambio, es misericordioso sin ninguna necesidad de recibir misericordia o sin necesidad de que alguien tenga misericordia de Él. En efecto, el mísero es aquel que carece de algo necesario. Pero a Dios, suma Perfección, Plenitud y Beatitud, ¿qué le puede faltar?
----------El estado de miseria sólo se hace posible en la creatura, la cual creatura es por esencia pasible, precisamente porque es un ente compuesto, pasible de corrupción, y la pasibilidad, que es la condición de posibilidad del sufrimiento, viene dada por el hecho de que la creatura, en cuanto compuesta de partes separables la una de la otra, puede estar privada de una parte que necesita para su completo bienestar. En efecto, al ser ella compuesta, puede carecer o estar privada de algo de lo cual necesita. Es por consiguiente por el hecho de ser pasible que la creatura puede ser necesitada, sufriente, miserable e infeliz.
----------He aquí por qué la imagen de un Dios débil, impotente, sufriente, necesitado de ser compasionado, es una imagen simplemente ridícula, por no decir una imagen blasfema, aunque no esté privada de una cierta fascinación o encanto, tanto que esta idea del Dios que sufre es una herejía que apareció ya en los primeros siglos del cristianismo, bajo el nombre de "teopasquismo" o "patripasianismo".
----------Por consiguiente, hay que reconocer que el intento de Kasper por desempolvar estas antiguas herejías de los primeros siglos cristianos, no es digno, de ninguna manera digno, de un teólogo que se precie y que quiera mantenerse en un nivel especulativo sin caer en la mitología, incluso si se puede hablar con moderación y prudencia del sufrimiento de Dios en el lenguaje metafórico o haciendo uso de de la communicatio idiomatum, de lo cual ya hemos hablado en este blog (véase mis artículo en varias partes acerca de: La comunicación de los predicados como método para la interpretación del dogma).
----------Ciertamente, la misericordia en el sentido corriente, o sea, tal como la vivimos nosotros los hombres, no puede dejar de implicar un aspecto emotivo, no puede no ser un conmoverse o un afligirse por quien sufre, un sufrir con quien sufre. Quien permanece frío e indiferente ante el sufrimiento del prójimo no puede ciertamente ser calificado de misericordioso o compasivo. Sin embargo, puestos a la tarea de querer concebir la misericordia divina, debemos elevar nuestro pensamiento, en la medida de lo posible, a la dignidad divina del objeto, recordando que Dios es puro Espíritu y no tiene pasiones como nosotros.
----------Es decir, al tratar de concebir la misericordia en Dios, es necesario captar lo esencial de la misericordia, que no es tanto un sufrir, sino un acto del espíritu y precisamente de la voluntad. El misericordioso conoce con el intelecto la necesidad del mísero y lo socorre con un acto de la voluntad. Esto es lo que propiamente hace Dios con nosotros. Dios sabe muy bien, y mucho mejor que nosotros, pero sólo con el intelecto, cuánto sufre el mísero. Dios es similar a un médico, el cual sabe que el enfermo sufre, y eso es suficiente para poder curarlo, pero no debe en absoluto sufrir de la misma enfermedad que el enfermo. De lo contrario, ¿cómo podría curarlo? Así como el enfermo no puede curar al enfermo, tampoco el pasible hacer que quien sufre no padezca. Solo el impasible puede liberar al pasible de la pasión o el sufrimiento. Por eso es absurdo pensar que el hombre puede ser liberado del sufrimiento por un Dios que sufre.
----------Es cierto que nosotros somos salvados por el sufrimiento de Cristo, pero de Cristo hombre y no de Cristo Dios. El Verbo divino se ha encarnado precisamente para que fuera posible que un hombre se ofreciera al Padre en "sacrificio agradable a Dios" (Ef 5,2) en expiación de los pecados. Pero este hombre no podía ser otro que el hombre-Dios Jesucristo. En efecto, para que el sacrificio fuera efectivamente reparador y satisfactorio, tal como para aplacar la ira divina y reconciliarnos al Padre, era necesario que el Hijo mismo, impasible, se ofreciera al Padre, anulando el pecado con el poder de su divinidad. Por lo tanto, el Padre para perdonarnos usa misericordia solo porque ha recibido del Hijo, en nuestro lugar, digna reparación por nuestros pecados, involucrándonos también a nosotros con nuestros sufrimientos en la obra de nuestra redención.
----------Satisfacción vicaria, por consiguiente, no quiere decir cargar sobre Cristo la culpa de nuestros pecados, como indica Kasper. Sería efectivamente, como él observa, una cosa abominable. Pero no se trata en absoluto de eso. El verdadero significado de la satisfacción vicaria, que Kasper rechaza, porque no admite el valor satisfactorio de la Redención, reside en cambio en el hecho de que Cristo, en cuanto Hijo de Dios, gracias a la infinita riqueza de su divinidad, "dives in misericordia", paga en nuestro lugar un débito que nosotros no podemos pagar, volviendo a derramar en nuestro beneficio la benevolencia del Padre, obtenida gracias a este pago, que san Pablo llama "precio de nuestro rescate" (1 Co 6,20).
----------Otra cosa digna de señalar, para tener un real concepto bíblico de la misericordia divina, es que la misericordia divina va mucho más allá de cuanto Kasper cree. Kasper se detiene en la misericordia como remisión de los pecados y como alivio del sufrimiento. Hasta aquí, precisamente, había llegado también Lutero. Pero el hecho es que el plan de misericordia del Padre va mucho más allá.
----------Al donarnos a su Hijo, Dios Padre no ha querido solo recibir una compensación por la ofensa sufrida por el pecado de Adán y por su progenie, para que el hombre en Cristo pudiera recobrar la inocencia y la dignidad perdidas, sino que Dios Padre quiere poner al hombre en un estado de vida superior al que había disfrutado en el Edén paradisiáco, haciéndolo hijo de Dios, a imagen del Hijo, templo del Espíritu Santo, heredero de la vida eterna y destinado a la visión beatífica. Al pecado del hombre el Padre ha respondido con un amor más grande que el que había tenido por el hombre antes del pecado.
----------Sin embargo, si queremos ser más precisos y más adherentes al lenguaje bíblico, debemos decir que el Padre, donándonos al Hijo y al Espíritu Santo, ha tenido para con nosotros un amor superior a la misericordia; no se ha limitado en efecto a tener conmiseración por nosotros, a curarnos de nuestras heridas, a quitar nuestras culpas, a repristinar la originaria santidad, a salvarnos de la muerte eterna, sino que, al convertirnos en sus hijos, hombres espirituales (1 Cor 2,15), movidos por el Espíritu Santo (Rom 8,14), nos ha glorificado (Fil 1,20) y nos ha hecho partícipes de la gloria del Hijo (Jn 17,1).
----------De ahí que, en consecuencia, también a nosotros se nos manda urgente y premurosamente ejercer en nuestra vida la virtud de la misericordia. Pero por encima de ella está la caridad, que no agota sus instancias en el ámbito de la misericordia, que es el corazón por el mísero, sino que las supera en perspectivas más amplias y superiores de glorificación de Dios y del prójimo, en Cristo y en el Espíritu.
----------En definitiva, e intentando decirlo todo resumido en dos palabras, digamos que la instancia fundamental del Evangelio no es la misericordia, que supone y quita la miseria, sino la glorificación, la theosis, como dicen los Orientales; glorificación que significa perfección completa y definitiva, como anticipo precursor de la gloria celestial, es decir, de la visión beatífica y de la comunión de los santos. En el cielo ya no habrá necesidad de la misericordia, porque allá arriba no habrá más miserias, y, aún mucho más sería ridículo y absurdo, querer tener misericordia de Dios o consolar a un Dios sufriente.
----------Por el contrario, en el paraíso del cielo reinará en todas partes y siempre la sola caridad, que es la única virtud para ejercer a tiempo completo y pleno, para practicar en todo momento. La clave no es, por lo tanto, la misericordia, por más importante que ella sea aquí abajo, sino que es la caridad, porque puede haber un tiempo para la misericordia y un tiempo para la justicia, pero para la caridad hay siempre tiempo.
----------Con esto creo que quedarán claras mis reservas acerca del título del libro de Kasper: "La misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana". Por más importante que sea la virtud de la misericordia (y esto nadie lo pone en duda) entiendo que es reduccionista encerrar la visión evangélica en los límites de la misericordia, en lugar de ampliarla, como es necesario y obligado, a los espacios infinitos de la caridad. En definitiva, y como conclusión de todo lo que hemos venido reflexionando hasta este punto, podemos decir que Kasper propone una perspectiva horizontalista de la misericordia, casi política, que corta las alas del espíritu y parece reducir a la Iglesia a una sociedad filantrópica, quizás de izquierda.

4 comentarios:

  1. Estimado p. Filemón,
    en relación a la cuestión de que el Padre infinito genera al Hijo infinito en Su seno sin que esto implique un retirarse espacialmente por parte del Padre, me ha venido en mente una semejanza de carácter geométrico: cómo una recta es un conjunto infinito de puntos (el Padre) es igualmente cierto que entre dos puntos consecutivos de la recta hay infinitos puntos (el Hijo); es decir, tenemos el infinito contenido en el infinito sin que uno limite al otro. ¿Puede servir esto como una comparación adecuada a la generación del Hijo?

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    1. Estimado Mauro,
      es cierto que entre dos puntos hay infinitos puntos. Sin embargo, los dos puntos ponen un límite, por lo cual no estamos ante un verdadero infinito, sino ante una línea limitada. Estas comparaciones de tipo matemático generalmente no son útiles y no son usadas ni por las Escrituras ni por los Doctores de la Iglesia, porque las matemáticas están ligadas a la cantidad y por lo tanto a la materia. Por el contrario, Dios es Espíritu y Vida. Es por eso que las Escrituras usan imágenes extraídas de la vida y no de las matemáticas.

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  2. Estimadísimo Fr Filemón,
    Estoy convencido que Kasper ignora por completo el concepto de participatio entis; sin el cual es imposible comprender la trascendencia y la creación. Pero, desafortunadamente, Kasper es obispo...

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    1. Estimado Anónimo,
      como he dicho en mi artículo, el problema de Kasper es su incompetencia en metafísica, y esto es algo muy grave, porque le impide comprender las verdades de fe. Se nota en Kasper ese historicismo característico del modernismo condenado por san Pío X, cuando este Papa acusa a los modernistas de ignorar la inmutabilidad de la verdad.

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