viernes, 10 de septiembre de 2021

Libertad religiosa: todo claro, pero hay quienes siguen sin entender

La mención que el papa Francisco ha hecho recientemente de la existencia de algunos cristianos cismáticos que rechazan el Concilio Vaticano II, ha tomado por sorpresa a la inmensa mayoría de católicos, que permanecían ajenos al problema e ignorantes incluso de que existieran estos grupos que, aún así, se siguen autodenominando católicos. Uno de los desarrollos doctrinales del último Concilio Ecuménico de la Iglesia que los cismáticos se obstinan en rechazar, es el referido a la doctrina de la libertad religiosa, la cual había tenido sus anteriores explicitaciones en las enseñanzas de Romanos Pontífices como Pío IX, León XIII, Pío XI y Pío XII.

----------La doctrina católica acerca de la libertad religiosa ha tenido sus más recientes desarrollos y explicitaciones en la declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II y en el magisterio de los Romanos Pontífices del postconcilio. La afirmación del derecho a la libertad religiosa, y el deber de respetarlo, está permanentemente presente en la predicación católica, particularmente en la actualidad, en que la persecución por motivos religiosos se ha acrecentado en todo el mundo. El papa Francisco, en su reciente viaje apostólico a Irak, decía el 6 de marzo de este año, durante el Encuentro Interreligioso realizado en la llanura de Ur: "Rezamos para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; las cuales son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado".
----------Lamentablemente, esta precisa doctrina sigue siendo malinterpretada por muchos que se oponen al Magisterio de la Iglesia, doctrina falseada tanto desde el lado modernista o filomodernista, como desde el lado lefebvriano o filolefebvriano, interpretándola por ambos como ruptura con el magisterio anterior, y entendiéndola como favorable al indiferentismo religioso, los modernistas para mostrarse complacidos, los lefebvrianos para rechazarla como herética. El hecho de que tales declaraciones, en la que modernistas y lefebvrianos están de acuerdo, se siguen repitiendo una y otra vez, vuelve necesario referirse una vez más a la cuestión de si el concepto de libertad religiosa expresado por el Concilio Vaticano II, con la consecuente doctrina de la relación Iglesia-Estado sobre esta materia, están en contraste o constituyen una "ruptura" con las doctrinas sobre el mismo tema expresadas por el beato papa Pío IX y en general por los papas del siglo XIX.
----------Sobre esta cuestión sumamente actual, se vienen expresando y debatiendo, por una parte, tanto filósofos como teólogos católicos, y por otra parte, también aportan sus argumentos los especialistas en ciencias jurídicas. Por consiguiente, teniendo en cuenta este doble y diverso ámbito especulativo, considero que es adecuado ante todo distinguir dos conceptos de libertad: un concepto precisamente en sentido filosófico, perfeccionado por el concepto teológico católico, y otro concepto de tipo jurídico o político.
----------Recientemente he leído las declaraciones de un docente del derecho, quien se refería a una ya añosa conferencia pronunciada por monseñor Walter Kasper, por entonces obispo de Stuttgart, en la inauguración del año académico 1994-1995 del Estudio Teológico de Bologna (conferencia publicada íntegramente en italiano). En esa lección, el hoy Cardenal colocaba la discontinuidad de la enseñanza de la Iglesia sobre la libertad religiosa dentro de una relectura del cambio en el concepto o idea de libertad. Concretamente, Kasper afirmaba, en aquella conferencia, que: "en el curso de la historia cambia la idea de la libertad".
----------Ahora bien, hay que decir de inmediato que aquella frase del Cardenal debe ser cuidadosamente aclarada para no generar peligrosos errores que puedan tener sabor a historicismo o indiferentismo o modernismo y, en su límite, podrían comprometer el dogma. En efecto, como es bien sabido, la Iglesia está siempre premurosa y solícita por definir con claridad en qué consiste la libertad humana, siendo la libertad uno de los anuncios principales del Evangelio: "Hermanos -como dice el Apóstol- ¡habéis sido llamados a la libertad!". Es aquello que Pablo llama "libertad de los hijos de Dios, movidos por el Espíritu Santo".
----------Pero descendamos ahora de estas alturas teológicas, que de todos modos solo he querido recordar para tener presente lo importante que es para el catolicismo el concepto de la libertad. Pues bien, la libertad como libre albedrío ha sido enseñada dogmáticamente, como bien sabemos, también por el Concilio de Trento contra Martín Lutero. Famosa sigue siendo, en la historia del Magisterio, la encíclica "Libertas" del papa León XIII. Muy rica acerca de este tema es también la enseñanza del venerable papa Pío XII. Fundamental es la enseñanza de santo Tomás de Aquino, siempre mejor ilustrada y desarrollada por su escuela hasta nuestros días, como por ejemplo en Jacques Maritain y el padre Cornelio Fabro.
----------Me parece que aquella frase del cardenal Kasper, "en la historia cambia la idea de la libertad", que ciertamente puede ser entendida en sentido aceptable, debería ser aclarada de la siguiente manera. La libertad ("libertas a coactione" o "libertas maior" y "libertas a necessitate" o "libertas minor") es una propiedad esencial de la voluntad, por lo cual entra en la definición misma de la naturaleza humana: "animal rationale, et ergo liberum", dado que, como demuestra el Aquinate, "libertas est in ratione constituta". La verdad, objeto del intelecto y de la razón, hace libre, condición propia del agente voluntario y responsable, para parafrasear un famoso dicho de Jesucristo, citado continuamente por el Magisterio reciente de la Iglesia.
----------Pero volvamos a la distinción entre el concepto de libertad en sentido filosófico y el concepto de libertad en sentido jurídico o político. Cambia el concepto en el segundo sentido, no en el primero. En efecto, cada cosa tiene su esencia, cambiada la cual, la cosa se corrompe: o ya no existe o se cambia en otra cosa. Por eso una cosa es aquello que es mientras no cambie su esencia. Esto nos viene de la buena lógica. Ahora bien, es claro que la libertad también tiene su esencia: la libertad es esencialmente el poder que tiene la voluntad, en base al conocimiento racional, de determinar los propios actos (la llamada "automoción") a fin de conseguir el bien inteligible. Esto nos viene de la filosofía del hombre o bien de la psicología.
----------Ahora bien, debería ser para todos evidente que el concepto filosófico de libertad no puede cambiar en absoluto, porque en tal caso dejaría de ser libertad, y por consecuencia tampoco puede cambiar el concepto que nos viene de la revelación cristiana, interpretado por el dogma católico. Si este concepto cambiara, la libertad no sería ya verdadera libertad. De ahí los errores sobre la libertad (por ejemplo el concepto individualista o idealista o liberal o hedonista o existencialista, y así sucesivamente) que dependen precisamente del hecho de que ciertos filósofos cambian arbitrariamente el concepto de libertad tal como resulta de un análisis objetivo de la naturaleza humana, análisis confirmado por el Magisterio de la Iglesia. El Concilio Vaticano II no hace más que confirmar este tradicional concepto filosófico-humanista-cristiano de libertad.
----------Por el contrario, puede cambiar, y en ocasiones debe cambiar, el concepto jurídico y político de libertad. Sin embargo, tal cambio es legítimo y benéfico solo si está verdaderamente adaptado al cambiar de las circunstancias, si mejora la condición humana y si no falsifica aquel concepto dado por la razón natural o por la filosofía, confirmado por la doctrina católica. Puede cambiar porque el hombre está llamado a alcanzar una libertad siempre cada vez más perfecta. Existe y debe existir (y en tal sentido cambia la idea de libertad) un progreso continuo en el ejercicio de la libertad, y aquí el cristianismo siempre ha dado y siempre dará un impulso decisivo, cualquier cosa sea lo que digan sus detractores, partidarios de una falsa libertad.
----------Ahora bien, por cuanto respecta a la cuestión histórica del cambio del concepto jurídico de libertad desde el siglo XIX hasta el Vaticano II y el postconcilio, con especial referencia a la libertad religiosa en referencia a la relación Iglesia-Estado, me parece obvio que el concepto filosófico católico de la esencia de la libertad como propiedad constitutiva del hombre y del cristiano no ha cambiado en absoluto ni puede cambiar sin que automáticamente nazca un concepto erróneo o herético (por caso, el de Lutero).
----------En cambio, no existe ninguna dificultad en admitir, como también los Papas lo han mencionado, una discontinuidad o una "ruptura" entre la manera jurídica con la cual en los tiempos de Pío IX era reglamentada la libertad de culto en el interior del Estado de la Iglesia y el modo con el cual hoy esta libertad (llamada "libertad religiosa") viene concebida y reglamentada jurídicamente en las relaciones de la Iglesia con los Estados. Por entonces se hablaba de "tolerancia" (ya había hablado así santo Tomás de Aquino en la "Summa Theologiae": "Utrum ritus infidelium sit tolerandi", respondiendo positivamente con ciertas condiciones). Era el antiguo régimen de la "religión de Estado" correspondiente al concepto del "Estado católico".
----------Por cuanto respecta entonces al encuadramiento de esta cuestión de la libertad en el amplio debate que se ha venido desarrollando sobre la expresión magisterial del entonces papa Benedicto XVI, hoy papa emérito, acerca de la "continuidad en la reforma" en referencia a la interpretación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, diría que indudablemente existe continuidad entre el concepto filosófico católico de libertad tal como se expresa en el Concilio Vaticano II y el del Magisterio precedente (ni podía ser de otra manera), mientras que se puede hablar de discontinuidad o incluso de ruptura por cuanto respecta al cambio histórico de las modalidades jurídicas de la aplicación del concepto de libertad desde el siglo XIX hasta la actualidad, y, en fin, podemos también hablar de un progreso, desde el punto de vista moral y espiritual, del ejercicio de la libertad cristiana desde la Iglesia del siglo XIX hasta la Iglesia de nuestros días.
----------De esta manera, se justifica también la reciente propuesta de algunos intelectuales católicos, de introducir en la amplia discusión sobre la cuestión de la continuidad-progreso de la doctrina católica, un tercer término: el de discontinuidad. En efecto, viene bien aquí recordar que, en su momento, el papa Benedicto XVI, precisamente a propósito de esta cuestión de la condición histórico-jurídico-política de la libertad, no prohibió en absoluto hablar de "ruptura", sino en los términos precisos que antes he indicado.
----------El tema de la libertad religiosa, y los temas que le son conexos, como el de la relación Iglesia-Estado y del viejo "Estado confesional", el tema del ecumenismo, y el del diálogo interreligioso, también han surgido en mis recientes diálogos acerca de cuestiones litúrgicas con extremos tradicionalistas. Uno de mis interlocutores expresaba al respecto que lo que el Concilio Vaticano II dice sobre la libertad religiosa debería ser interpretado coherentemente, por ejemplo, con la encíclica Mortalium animos del papa Pío XI. "Pero -agregaba mi interlocutor- aquello que en materia de derecho tranquiliza al teólogo o al canonista, demostrándoles que la Santa Iglesia no se equivoca en su propio Magisterio, se ve frustrado y contradicho por la práctica común de quienes sistemáticamente -y sin ninguna corrección por parte de la Autoridad suprema- consideran la Mortalium animos y la condena del indiferentismo religioso por parte del Magisterio preconciliar claramente superado por la Dignitatis humanae, llegando a ver realizado en la práctica lo que la Mortalium animos explícitamente condena y que la interpretación más obvia del documento conciliar al revés parece autorizar".
----------Respondo: Las declaraciones Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa y Nostra aetate sobre el diálogo interreligioso, no contradicen a la Mortalium animos, sino que expresan puntos de vista diferentes y complementarios a la encíclica de Pío XI. En efecto, el primer documento, confirmando la doctrina de que el catolicismo es la "única verdadera religión" (n.1), totalmente ajena a cualquier forma de indiferentismo religioso, reiterando cuanto ya había dicho Pío XI, presenta el derecho a la libertad religiosa como derecho civil del ciudadano frente al Estado, que está obligado a concederla, como deber, por parte del Estado, "de no constreñir y de no impedir a nadie en el actuar en campo religioso en conformidad a su conciencia" (n.2), suponiendo obviamente un concepto realista y no subjetivista de la conciencia, como es el de la moral católica.
----------Debe comprenderse que el papa Pío XI en su encíclica Mortalium animos, presta mayormente atención a la objetividad y universalidad de la verdad, mientras que el Concilio Vaticano II presta atención al hecho de que la verdad debe ser hecha propia o asimilada por la conciencia. Pero las dos instancias se encuentran en el principio de que la conciencia tiene la obligación de aceptar la verdad objetiva.
----------Este sagrado derecho de la conciencia no excluye en absoluto la objetividad de la verdad religiosa enseñada por Pío XI, sino que es simplemente un desarrollo y una aplicación en el ámbito civil del antiguo precepto canónico "nemo ad amplectendam fidem catholicam invitus cogatur" (nadie está obligado a abrazar la fe católica en contra de su voluntad), también admitido por Pío XI. Es evidente que ese derecho supone la sociedad civil moderna, en la cual conviven grupos de diversas religiones y no tendría sentido en el ámbito del derecho canónico, donde está claro que todos pertenecen a la misma religión católica.
----------Por otra parte, el ecumenismo enseñado en el decreto Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II no contradice en absoluto el hecho señalado por Pío XI, de que en el pasado grupos de fieles cismáticos y heréticos se han separado de la Iglesia (lo mismo dice el Concilio, en U.R. n.3), por lo cual es necesario estimularlos a alcanzar la unidad católica, depurándolos de los errores. El Concilio dice eso mismo con palabras diferentes. De hecho, el Concilio ordena a los católicos a que se dediquen laboriosamente a que los hermanos separados, liberados de los "impedimentos" y de las "carencias", es decir, de las herejías, hubiera dicho el Concilio de Trento, "sean plenamente incorporados a la Iglesia católica" (U.R. n.3).
----------Es por todos comprensible que el Concilio Vaticano II no hable ya de "retorno" a la Iglesia Romana, sino que con más exactitud y precisión habla de "ingreso". En efecto, no se trata de los protestantes de la época de Lutero, que, habiendo salido de la Iglesia católica, debían retornar a ella, sino que hoy se trata evidentemente de protestantes que nunca han formado parte de la Iglesia católica, por lo cual es justo y correcto hablar en el caso de ellos de "incorporación" o "ingreso". Pero es evidente que, se expresen las cosas como se quieran expresar, el deber de los hermanos separados es la renuncia a sus errores, adquiriendo de la Iglesia católica las verdades que a ellos les faltan para una plena pertenencia a ella. Lo cual, naturalmente, debe suceder con todos los cismáticos, se trate de protestantes, ortodoxos orientales, o lefebvrianos.
----------Por consiguiente, la actividad ecuménica, según la auténtica enseñanza del Concilio Vaticano II (lejos de la interpretación modernista rahneriana del ecumenismo), es, en su substancia, en su esencia, exactamente esa acción, que antes del Concilio se solía llamar "apostolado para la conversión de los que están lejos", con la diferencia de que entonces existía una tendencia a ser demasiado apresurados y a ejercer indebidas presiones a la conciencia (que es precisamente lo que el papa Francisco llama "proselitismo"), mientras que el Concilio nos vuelve más atentos a la complejidad de estas acciones y nos hace más cautelosos.
----------Pero el problema ha sido que, de hecho, las actividades ecuménicas, ya en los tiempos en que por ejemplo han estado en las manos del antes mencionado cardenal Walter Kasper, como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos desde el 2001 al 2010 (hoy en manos del cardenal Kurt Koch) no se han atenido a estas sabias directivas, sino que desde hace cincuenta años hasta la actualidad las actividades ecuménicas se resuelven en su mayoría en una serie interminable de tergiversaciones y de reticencias, confundiendo el ecumenismo con una cuestión de caridad solamente, mientras que en realidad es una cuestión de verdad: establecer quién tiene razón y quién está equivocado, con el resultado de que los protestantes han permanecido tales y los católicos devienen protestantes.
----------Por lo tanto, y respondiendo a las antes mencionadas objeciones, no es cierto que "el ecumenismo, tal como se enseña y practica hoy, sea condenado sin apelación por la Iglesia". Lo que en realidad se condena es cierto falso ecumenismo, tergiversador de lo enseñado por el Vaticano II. Es lo que deben comprender los cismáticos lefebvrianos y filolefebvrianos, si quieren retornar a la Iglesia.

3 comentarios:

  1. Estimado Andrés,
    el afirmar que "todo el mundo" entiende en sentido herético (por ejemplo modernista o lefebvriano) la enseñanza del Concilio Vaticano II acerca de la libertad de conciencia y la libertad religiosa, sugiere en usted un posible sesgo psicológico autoconfirmativo. Su convicción no es real, aunque lo sea para usted.
    Le recuerdo que acusar de herejía a un Concilio Ecuménico de la Iglesia reunido cum et sub Petro, implica en quien lo afirma, herejía, al menos material.

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  2. J.R.-No me creo un docto, pero como tengo 85 años de inquebrantable fé en Jesucristo Dios y Señor, y creador de todo lo que existe, fé que adquirí allá por los cuatro o cinco años, cuando la Iglesia verdaderamente católica
    enseñaba la doctrina que Jesús mandó enseñar, de la que hoy el papa francisco dice "no hay que hacer procelitismo", este Falso Maestro, tan falso como Paulo 6ºque nos metió la misa protestante en vez de la verdadera
    Misa Tradicional, o como Juan Paulo II que reunia a todas las religiones FALSAS inventadas por hombres, en Asís, poniendolás en un pié de igualdad
    con la Religión que nos dejó Jesucristo (Yo Soy el Camino la Verdad y la Vida) y violando el primer Mandamiento: "No tendrás otro Dios más que a mí, ...ni falsos ídolos delante de mí,...porque soy un Dios celoso..."
    Si Dios en SÚ PALABRA se declara CELOSO, es que no le TOLERA al HOMBRE la LIBERTAD (religiosa) de poner en DUDA a DIOS o a dioces inventados.
    Por lo tanto NO SIGAN INTENTANDO QUE SE OBEDEZCA A HOMBRES, FALSOS MAESTROS
    LOBOS DISFRAZADOS DE CORDERO, hay que OBEDECER a DIOS NO al hombre. El TEMOR a DIOS no me permite TEMER a quienes NIEGAN AL SEÑOR DE LA VERDAD.
    Mi conciencia está tranquila ya que sigo al SEÑOR DE SEÑORES, al DIOS de dioces, y doy gracias a JESÚS, que cuando el sembrador salió a sembrar me encontraba en la tierra fértil, ya que mi FÉ en el DIOS DE LA VERDAD nadie podrá destruirla, y por favor dejen en PAZ A MONSEÑOR LEFEBVRE porque está junto a Dios.

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    1. Estimado J.R.,
      admiro mucho su firme apego a esa fe divina que usted ha aprendido desde que era niño, así como su perseverancia y fidelidad a esta fe hasta el día de hoy.
      Un punto acerca del cual le invito a reflexionar es que el Concilio Vaticano II, con la Misa Novus Ordo por el Concilio promovida, está perfectamente alineado con ese Credo católico, que a usted le ha sido enseñado de niño.
      Sin embargo, usted sabe bien que la Iglesia en la historia, asistida por el Espíritu Santo, es conducida gradual y progresivamente, como dice Nuestro Señor, a la plenitud de la verdad, plenitud que será alcanzada solamente cuando Jesucristo retorne a la tierra.
      Por otra parte, usted sabe bien, como católico, que Jesucristo ha confiado a Pedro y a sus sucesores la tarea de explicarnos y de interpretar su doctrina a lo largo de los siglos, también a través de los Concilios Ecuménicos, hasta el fin del mundo.
      Pues bien, ¿qué significa todo esto?
      Que las doctrinas del Concilio Vaticano II pueden quizás dar aquí y allá la impresión de estar infectadas por el modernismo. Igual impresión puede ser dada por la Misa Novus Ordo. Sin embargo, le recuerdo que, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, las doctrinas de los Concilios son infalibles. Por ello, si contienen puntos problemáticos, es necesario recurrir a la explicación dada por los Papas y por el Catecismo de la Iglesia Católica, y evitar interpretaciones modernistas.
      Usted, desde niño, ha recibido la fe mediada por la liturgia y por el catecismo de tu tiempo; la Iglesia hoy nos pide que ofrezcamos a las nuevas generaciones, de todo el mundo y de todas las culturas y religiones, la fe del Evangelio en un lenguaje adecuado al modo de expresarnos en el mundo de hoy. La Iglesia es Madre y, por lo tanto, se ocupa de guiar y orientar a los hombres a lo largo de los siglos, según el variado modo de expresarse de los hombres, que corresponde a la evolución de los tiempos y que sigue el ejemplo de la Encarnación del Hijo de Dios.
      Todo esto de ninguna manera implica el más mínimo cambio en el dogma y en la verdad de fe. Se trata solamente de expresar estos contenidos divinos de un modo comprensible para los hombres de hoy.
      Por eso lo invito a orar por las nuevas generaciones de todo el mundo, para que acojan la Palabra de Dios, tal como hoy, por medio de la Iglesia, esa Palabra va a su encuentro, y puedan así conocer y vivir la novedad del Evangelio.

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