jueves, 2 de septiembre de 2021

El padre Yves Congar y el Concilio Vaticano II

El Diario del Concilio del padre Yves Congar es un texto importante, competente, confiable, de actualidad sobre el Concilio Vaticano II. Sin embargo, tratándose de eso, un diario personal, no debe pretenderse encontrar ni teología, ni historia, ni siquiera una profundamente meditada reflexión sobre el Concilio de nuestro tiempo, sino simplemente lo que es: un cuaderno de notas diarias, escritas de improviso, en el escaso tiempo del que disponía un perito conciliar, que probablemente nunca imaginó que sus notas fueran a ser un día publicadas.

Un texto acreditado, de actualidad sobre el Concilio
   
----------En 2002 apareció en dos tomos la edición en francés, Mon Journal du Council, publicados por las Editions du Cerf, y en 2005 la edición italiana, de Paulinas, también en dos volúmenes, del Diario del Concilio del padre Yves Marie Congar [1904-1995], dominico, quien tomó nota casi día a día, desde 1963 a 1966, de los hechos y de las labores o episodios relacionados, en los cuales él participó sobre todo personalmente.
----------Aunque en este diario se exprese obviamente un punto de vista particular, sin ninguna pretensión de exhaustividad, y aunque probablemente ha sido escrito sin intención de ser publicado, se trata de un documento extremadamente interesante y rico en informaciones detalladas, dada la excepcional competencia del Autor, perito del Concilio, para saber qué contribución ha dado, para entender lo que ha sucedido en el Concilio, las reacciones en la Iglesia y en la sociedad, cuáles fueron sus intenciones, cuáles fueron los principales protagonistas de las labores conciliares, cuáles fueron los problemas que nacieron, cuáles las nuevas visiones que surgieron, en qué términos se planteaba el encuentro entre los que hubieran querido que se individualizaran mejor los errores y se fuera más severo en el condenarlos y que se reafirmaran las posiciones tradicionales en peligro, y aquellos que, fieles a la inspiración del papa Juan, querían una Iglesia menos juridicista, menos triunfalista, más libre, más abierta a la misericordia y a la voz del Espíritu Santo, y una nueva evangelización, que utilizara un lenguaje moderno y practicara un diálogo con el mundo moderno fundado en la apreciación de sus valores, distinguiéndolos de sus errores y disvalores, en actitud tanto lejana del modernismo, que acepta la modernidad como un todo, y del conservadurismo, que rechaza la modernidad como un todo.
----------El lado débil de este relato que hace el padre Congar de su día a día en el Concilio, y que da testimonio de una labor intensísima y casi prodigiosa, está dado por lo discutible, por no decir lo erróneo, de algunos juicios suyos (cosa, por lo demás, inevitable incluso para un hombre de la altura intelectual de Congar), y me refiero a juicios que él da sobre innumerables personas, cardenales, obispos, sacerdotes, teólogos, peritos, laicos y religiosos, hombres políticos y diplomáticos, a quienes conoció personalmente.
----------Ante todo, al recorrer con placer las páginas de este diario que casi nos hace vivir personalmente el Concilio, lo que asombra es la enorme capacidad de contacto humano de la que ha estado dotado este fraile dominico, siempre buscadísimo para encargos, consultas, conferencias, consejos y opiniones de muchísimos admiradores, colegas de trabajo, Universidades, Seminarios, asociaciones, Órdenes religiosas, instituciones culturales, y por las propias autoridades, tanto del Concilio como de su propia Orden.
----------Sin embargo, se nota que su criterio para acoger o excluir, aprobar o desaprobar, contactar o evitar, admirar o despreciar a los otros, más allá de una muy notable apertura de mente y de un juicio sustancialmente sabio, no parece tanto ser la honestidad o la deshonestidad, la competencia o la incompetencia, la fidelidad o infidelidad al Magisterio, el celo o la pereza en el servicio del Señor, sino el ser progresista o conservador, innovador o tradicionalista, curial o anticurial, a favor o en contra del Santo Oficio. Naturalmente, éste es un punto débil, de excesiva subjetiva parcialidad, que resta valor a este documento. 
----------Desagrada también el tono de suficiencia hacia los italianos o, como el autor los llama, los "Romanos", entre los que se contaban varios Cardenales conservadores, como Ottaviani, Felici, Ruffini, Bacci, Oddi, Siri, Samorè, Florit. A otros los nombra absteniéndose de formular un juicio, como Antoniutti, Cento, Cicognani, Ciriaci, Confalonieri, Dell'Acqua, Marella, Micara, Piazza, Staffa, Tardini y Urbani. Pero concretamente, en referencia al cardenal Pizzardo, Prefecto de la Congregación de Seminarios y Universidades, lanza repetidamente epítetos ofensivos, llegando a llamarlo varias veces "cretino" e "imbécil", términos que si bien en el uso argentino hayan podido deformarse, parecen expresar en Congar sus originales conceptos referidos al ámbito de las carencias intelectuales, lo cual sin embargo, no anula su carácter ofensivo.
----------De sabor protestante es también la antítesis entre Iglesia y Curia Romana, repetida varias veces, si bien se nota que Congar intentaba referirse a las resistencias que desde ciertos ambientes curiales venían hacia las reformas conciliares, o venían de celosos teólogos, como el padre Tromp, el padre Lio, mons. Piolanti, el padre Gillon o el padre Ciappi, más tarde Cardenal, Teólogo de la Casa Pontificia.
----------En realidad, esto no hace sino revelar, aunque más no sea sino ocasionalmente, un ánimo vulgar y hastioso, y crea una sombra de mezquindad en un corazón que, sin embargo, en toda su vida, se ha revelado como extremadamente grande, disponible y generoso, en una mente superior y de vastísimas visiones, diría ciertamente de visión profética, por lo cual estamos dispuestos a cerrar un ojo y a disculparlo.
----------Se advierte sin embargo, a mi parecer, una cierta arrogancia y falta de humildad, que de haber sido combatidas, lo hubieran vuelto más respetuoso hacia los conservadores, entre los cuales se encontraban santas personas y Maestros de la Orden, como el padre Brown y el padre Fernández. Quizás, al ser Congar demasiado consciente de tener razón, se muestra excesivamente duro hacia sus adversarios, hasta el punto de que su actitud hacia ellos confina en la arrogancia y en la falta de caridad. Quizás perdió de vista la regla general que debe guiarnos en estas situaciones: odio al error y al pecado, respeto al equivocado y pecador.
   
Las cualidades del Concilio
   
----------Nota virtuosa de este diario es una cosa que Congar pone en luz, aunque no lo diga de modo explícito, pero deja entender, es el sutil y bien disfrazado intento de los protestantes, a través de los Padres conciliares de la Europa del Norte y de la Europa Central, de hacer aceptar por el Concilio sus ideas con el pretexto del diálogo ecuménico. Mientras que otros protestantes honestos y verdaderamente religiosos suscitan en Congar la admiración e incluso la emoción, como Cullmann y la comunidad de Taizè.
----------En relación a ello, Congar muestra explícitamente cómo el Santo Oficio, presidido por el cardenal Ottaviani con la colaboración de monseñor Parente, junto con los Padres italianos y españoles, intuyeron muy bien la maniobra protestante y modernista, lo cual estuvo bien, pero al mismo tiempo oponiendo resistencia a la aceptación de los aspectos positivos del protestantismo, lo cual estuvo mal.
----------Esto colocó al Santo Oficio en una posición embarazosa, de menor sensibilidad y sintonía a los deseos del papa san Juan XXIII, el cual deseaba del Concilio la superación, en la medida de lo posible, del secular conflicto con los protestantes. Congar cita a aquellos Cardenales y Obispos que se destacaron en sentido progresista, como Willebrands, Alfrink, Bea, Döpfner, Liénart, Léger, König, Suenens, Journet, Garrone, Montini, Ancel, Lercaro, Baldassarri, de los cuales, sin embargo, algunos más tarde serán demasiado indulgentes con el renacido modernismo. Elogia al cardenal Philips por su contribución a la eclesiología conciliar. Alaba con razón al padre Chenu, pero me parece demasiado favorable. Salen con nota de honor varias personalidades, como los padres Daniélou, Hamer, Cottier, Gagnebet y Féret.
----------Congar también recuerda cómo fue enfrentado el problema del ateísmo marxista. No dice en cambio casi nada sobre los errores del idealismo, del existencialismo y del inmanentismo, que ya habían sido condenados por la encíclica Humani Generis de Pío XII de 1950. El Concilio no pensó en volver a tratar sobre esos errores, casi como dando a entender o como si se pudiera creer que habían sido cancelados o absolutamente derrotados. Por lo demás, De Lubac se había corregido y más tarde fue promovido a Cardenal. Congar no se da cuenta de que una laguna del Concilio es la falta de condena a Teilhard de Chardin.
----------En cambio los criptomodernistas, como por ejemplo Rahner y Schillebeeckx, mantuvieron en secreto sus errores, y tuvieron extremo cuidado de no proponerlos al Concilio, esperando astutamente el momento oportuno, el cual llegó inmediatamente después de finalizado el Concilio. Por esta razón, el juicio de Congar sobre esos dos teólogos, que concierne solo a las labores durante el Concilio, es bastante positivo, aún cuando Congar se refiere a aspectos discutibles, como, por ejemplo, que Schillebeeckx no fue designado perito debido a una de sus tesis erróneas referida a la autoridad del Romano Pontífice.
----------Así, finalizado el Concilio, en el clima utopista, eufórico y de bajada de la guardia, la atmósfera emotiva del Concilio había generado en el episcopado y en el mismo papa san Paulo VI la convicción de una Iglesia ahora unida y fraterna en torno al propio Concilio en diálogo con el mundo. Pero he aquí que Rahner y los neomodernistas, que se habían escondido durante el Concilio, aportando por lo demás útiles contribuciones, sintiéndose ahora fuertes por el éxito y el prestigio obtenido, salieron al descubierto quitándose el disfraz, seguros de su impunidad, presentando sus errores como interpretación del Concilio.
----------Congar es, con razón, entusiasta del papa san Juan XXIII. Sin embargo, hay que recordar que el Papa dejó entrar entre los peritos teólogos a quienes subsecuentemente se habrían de revelar sumamente peligrosos, sobre todo Küng, Häring y Rahner. Me parece que por eso es que Congar se equivocó al ver al papa san Paulo VI como un freno a la renovación. En realidad, el papa Montini, más criterioso que el papa Juan, ya había olfateado muy bien el problema que habría de surgir después del Concilio, por culpa de estos teólogos, por lo demás sin poder evitarlo del todo, tanto que todavía hoy es un problema que padecemos.
----------Durante las labores del Concilio, sin embargo, se revela que Congar permaneció impresionado por las grandes cualidades que Rahner supo desplegar, atrayéndose la estima de muchos Padres y ejerciendo una notable influencia en la elaboración de los documentos conciliares. Probablemente Congar estaba entre aquellos que pensaban que Rahner se había corregido de sus errores. Pero Congar se engañaba, porque ya en los años del inmediato postconcilio Rahner se descubrió abiertamente, difundiendo una falsa interpretación de santo Tomás de Aquino, que lo hacía un hegeliano, alejándose con ello mismo de la doctrina de la fe.
   
Un gran teólogo juzga el Concilio
   
----------De todos modos, mérito de Congar, no obstante su mencionado parcialismo, sigue siendo el hecho de haber logrado, gracias a su mente poderosa, hacer obra de mediación entre progresistas y conservadores, tomando justificadas distancias de las posiciones extremas, como las de Küng en el frente filo-protestante y de Lefebvre, en el frente tradicionalista. Sabe moverse muy bien frente al Papa, obedeciendo donde es necesario obedecer, criticando donde es lícito criticar, como es típico de un auténtico dominico. Sin embargo, parece poco astuto o criterioso a la hora de distinguir las maniobras modernistas de aquellas que intentaban introducir sanas novedades y reformas según la mente de san Juan XXIII y de san Paulo VI.
----------Es sin embargo llamativo que Congar se muestre poco sensible y poco claro (extrañamente él, tan experto en la materia) respecto a la cuestión del nivel de autoridad doctrinal del Concilio, cuestión que después del Concilio y hasta el día de hoy habrá de ocasionar el dramático enfrentamiento entre quienes dan excesivo valor a los documentos del Concilio y quienes a la inversa quisieran acusar a estos documentos de haber sucumbido al modernismo. Efectivamente, sólo esporádicamente en el Concilio fue planteada la cuestión. Congar cita al respecto con aire de suficiencia la Nota Previa del cardenal Félici, mientras que hubiéramos esperado un comentario más atento y cuidadoso, dada la importancia del tema.
----------Lo que quiero decir es que resulta extraño que no haga la menor distinción entre documentos doctrinales irreformables y documentos pastorales reformables. Ni siquiera advierte la posible instrumentalización del Concilio a causa de la poca claridad del lenguaje de ciertos pasajes. Pero también ésta es una cuestión que habría de surgir más adelante. Congar parece no darse cuenta de que el moderno lenguaje corriente, asumido por el Concilio con la intención de la "pastoralidad", en lugar del tradicional lenguaje técnico de la Iglesia, da la impresión de facilidad y claridad, pero en realidad genera equívocos y confusión.
----------El lenguaje tradicional de la Iglesia ciertamente requiere un esfuerzo de aprendizaje, pero al final este lenguaje, por su honestidad y precisión, se revela más pastoral que la pastoralidad de los modernistas, aunque no se niega que también el lenguaje de la Iglesia siempre se debe actualizar. Y el Concilio da un ejemplo al respecto. Habríamos esperado de Congar estas consideraciones, y, en cambio, no hay nada.
----------Así, Congar acepta sin objetar juicios desfavorables contra la teología escolástica, olvidando que esa teología es una de las grandes glorias seculares de esa Orden Dominicana a la cual él pertenece, gloria de la escolástica incluso elogiada por san Pío X, Pío XII y por el propio Concilio con la referencia a santo Tomás de Aquino. La teología escolástica debe ciertamente traducirse en el lenguaje popular; pero ella en sí misma conserva todo su valor para los maestros de la fe y para los investigadores de la Palabra de Dios. Ésta, del lenguaje, es una cuestión importante, que espero tratar con más detalle pronto.
----------Ciertamente Congar es un indudable discípulo del Aquinate, pero no muestra atención al hecho de que el Concilio haya recomendado a Santo Tomás de Aquino. Es cierto que cita con simpatía a Maritain, pero no manifiesta haberse dado cuenta de cuál es la medida en la que el tomismo maritainiano, apreciado por el papa san Paulo VI, ha precedido al tomismo abierto y progresista promovido por el Concilio.
----------Por cuanto respecta al tema del ecumenismo, muestra una viva y ejemplar sensibilidad; pero está lejos de tener presente que el propio decreto Unitatis Redintegratio (en un pasaje que, ciertamente, no depende de él) espera que los hermanos separados, abandonando de una buena vez sus errores, quieran finalmente entrar en la plena comunión con la Iglesia católica. Por eso Congar, en un pasaje bastante ambiguo de sus notas cotidianas, dice que los hermanos separados "no son para convertir, sino para abrazar".
----------Respecto a este tema, tan central en las discusiones en la asamblea conciliar, mi impresión es que Congar no supo apreciar en su justa medida la impronta del ecumenismo que proponía al Concilio el papa san Paulo VI, el cual, en la escuela de Maritain, fue verdadero maestro de ecumenismo, sensible al riesgo del indiferentismo y a la penetración del protestantismo entre los católicos, hecho que se habría verificado en las décadas subsiguientes, por un ecumenismo vacilante y prevaricador.
----------Con respecto a otro tema novedoso surgido en el Concilio, Congar se detiene largamente en la cuestión de la colegialidad episcopal, ampliamente debatida y que suscitó una amarga discusión entre conservadores y reformistas, los primeros, temerosos de que la colegialidad episcopal pudiera dañar la autoridad del Papa, los segundos deseando valorizar la comunión de los obispos entre si en su colaboración del episcopado con el Papa. Congar destaca claramente cómo fue la intervención del cardenal Parente la que vino a proponer una solución razonable, que luego fue aceptada por los Padres conciliares.
----------Podría llamar hoy la atención que Congar se muestre poco interesado por la cuestión litúrgica, que habría de estallar desde el inmediato postconcilio, y por eso no habla de ella. Probablemente no se dio cuenta de las nubes de tormenta que se estaban adensando en el horizonte. De hecho, el propio Lefebvre votó a favor de la Sacrosanctum Concilium. Su rebelión cismática sobrevino con la reforma de san Paulo VI en 1969, que suscitó graves dificultades en el ala conservadora, y entre los mismos cardenales Ottaviani y Oddi. En esa coyuntura, quizás Paulo VI se mostró incluso demasiado severo al imponer la reforma, actitud que después, como sabemos, fue mitigada por san Juan Pablo II y más aún por Benedicto XVI. Hoy por hoy, luego del motu proprio Traditionis custodes, tenemos nuevos elementos para juzgar esta cuestión.
----------Congar muestra haber comprendido el valor de la libertad religiosa, definida en Dignitatis Humanae. Pero al mismo tiempo arremete en forma anacrónica contra el beato papa Pío IX, partidario del Estado confesional, acusándolo de temporalismo, sin entender que el cuidado que Pío IX tenía por su soberanía temporal era a sus ojos un deber religioso ante la Iglesia, que nada tenía que ver con aquel temporalismo de un Julio II o un Alejandro VI. Indudablemente, una interpretación miope de Congar que impide claridad a la hora de advertir la continuidad doctrinal del Magisterio respecto al tema de la libertad religiosa.
----------Por lo demás, respecto a la posición del papa Pío IX sobre el estado confesional, es difícil encontrar entre los Romanos Pontífices a uno más consciente de su misión espiritual como Pío IX. La misma proclamación del dogma de la infalibilidad papal no debe ser entendida, como han interpretado algunos necios, como voluntad de poder y autoafirmación sobre la Iglesia, sino como preciosísimo servicio a la Iglesia y a los fieles, los cuales vienen a quedar certificados por el hecho de que quien escucha al Papa, escucha a Cristo.
   
Los grandes méritos de Congar
   
----------Llegando ya al final de lo que sólo ha pretendido ser una modesta recensión de un documento con muchos claroscuros, hay que reconocer que el padre Congar verdaderamente se ha prodigado al máximo de sus fuerzas en su oficio de perito del Concilio Vaticano II, afrontando inmensos esfuerzos, noches de insomnios, penurias, viajes continuos, contactos con innumerables personas de varios países, grupos y dispar competencia académica e intelectual, sin siquiera la ayuda de un secretario, cumpliendo gravosas obligaciones y enfrentándose a feroces adversarios, no obstante padecer una misteriosa enfermedad neurológica, que le obstaculizaba sus movimientos y que, agravándose con el tiempo, lo conducirá a la muerte.
----------Varios documentos del Concilio llevan su impronta. Con razón, al final de su vida, por los muchos méritos adquiridos, le fue conferido el honor de la púrpura. Más allá de sus defectos, que he mencionado, él fue ciertamente un hombre de Dios, un teólogo doctísimo, fiel servidor de la Iglesia y de las almas, profeta de una Iglesia renovada en el Espíritu Santo, un verdadero y elegido ejemplo para su Orden de Predicadores.
----------Congar relata cómo, de vez en cuando, no le faltaban momentos de descanso, que interrumpían ese torrente abrumador y arremolinado de duros compromisos para un hombre afligido por esa misteriosa enfermedad, que a menudo paralizaba sus movimientos, provocando insomnio y diversas dolencias.
----------En esos momentos de cansancio, de desaliento y de vacío, el padre Congar replantea su vida, alza la mirada a Dios, se confía en él, se reafirma en su empeño espiritual, se pone en Sus manos con humildad y confianza. Allí se advierte que el éxito humano no le bastaba, allí se siente su necesidad de Dios. Allí encontramos el fondo de su alma, más allá de las polémicas y de las mezquindades de este mundo.

6 comentarios:

  1. Del árbol se reconocen los frutos, esperábamos una primavera y ha llegado el invierno... los arrogantes que hablaron de un nuevo pentecostés no se dieron cuenta de que Pentecostés ya había sido infundido de una vez y para siempre, y de una manera perfectísima, Dios no se repite, quien no reconoce esto se cierra a aquel santo Soplo que sopla constante desde aquella primera vez, por eso es blasfemo decir que la Iglesia necesitaba un nuevo pentecostés.
    Hoy vemos las ruinas que ha provocado la arrogancia de falsos maestros como congar.

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    1. Estimado Anónimo,
      el papa Juan con aquella famosa expresión, "un nuevo Pentecostés", entendía simplemente un nuevo soplo del Espíritu Santo, no ciertamente en contradicción con el primero del Día de Pentecostés, porque el Espíritu Santo no se contradice nunca, sino que está en continuidad siempre, como ha explicado Benedicto XVI.
      El hecho es que el Concilio habría podido producir este efecto, si los modernistas organizadísimos, encabezados por los rahnerianos, con movimientos repentinos, poderosos y astutos, tomando desprevenida a la jerarquía y a san Paulo VI, no hubieran sustituido la interpretación del Concilio dada desde el Magisterio, por lo cual han alcanzado a difundir ampliamente en la Iglesia, sin que los sucesivos Papas hasta el actual hayan podido detenerlos, su interpretación modernista, tanto es así que muchos siguen estando engañados y prefieren la interpretación rahneriana a la del Catecismo de la Iglesia Católica.
      Conozco bien la teología del padre Congar. Él tiene méritos por cuanto respecta a la teología del laicado. Ha profundizado la cuestión del ecumenismo, especialmente con los luteranos. De este modo, ha destacado ciertos aspectos positivos de la reforma y de la religiosidad de Lutero. Pero al mismo tiempo Congar lamentablemente muestra una cierta impaciencia para con el juicio que la Iglesia ya ha pronunciado sobre Lutero, y pierde de vista el deber de la Iglesia, indicado por el propio decreto conciliar Unitatis redintegratio (n.3), para indicar a los hermanos separados los caminos para abandonar sus errores y llegar a la plena comunión con la Iglesia Católica.

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  2. Un modernista empedernido, creado cardenal por un coqueteador del modernismo.

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    1. Estimado Anónimo,
      como le dije al lector anterior, conozco bien la teología de Congar, conozco bien sus posturas, sus tendencias, sus méritos y sus defectos. Pero él no es modernista. Si en algún momento sufrió alguna vacilación o desviación, corregido, volvió a la senda correcta.
      La renovación y la conservación son dos movimientos vitales y necesarios en la Iglesia.
      Los fieles (clero y laicado) pueden sentir distintas sensibilidades hacia ellas, algunos hacia la renovación y el progreso, y otros hacia la conservación. Ambas son dos sensibilidades legítimas y necesarias en la Iglesia.
      Los extremos de ambas tendencias, extremos heterodoxos, son el modernismo y el pasadismo lefebvriano. De ambos extremos nos salva la fidelidad al Magisterio, pontificio y conciliar.
      Incluso los Papas, en cuanto honbres, también pueden sentir esas inclinaciones ("coqueteos") como Ud. dice, pero el Papa, en cuanto es el único católico que goza del carisma magisterial (confirma fratres tuos) no puede equivocarse en el aprender y enseñar la Palabra de Dios.

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  3. Claro que el Papa no puede equivocarse enseñando la Revelación, pero sí nombrando Cardenales.

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    1. Estimado Anónimo,
      como muy bien lo dices, "el Papa no puede equivocarse enseñando la Revelación, pero sí nombrando Cardenales".
      Por consiguiente, está Ud. comprendiendo perfectamente el actuar del Papa como maestro de la fe ("enseñando la revelación") y como pastor supremo de la Iglesia (en su oficio pastoral y de gobierno, por ejemplo, "nombrando Cardenales").
      Tal distinción de oficios y carismas, en el primero infalible, y en el segundo falible, es fundamental, y debe ser siempre tenida en cuenta por todos los fieles.

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