sábado, 18 de septiembre de 2021

Atrapados sin salida

¿Cómo calificar la actual situación de la Iglesia? ¿Cuál es el estado de la Iglesia tras ocho años del actual Pontificado? Al respecto, hay muchos, incluído el Papa, que parecen atrapados, y sin salida, en un falso criterio de análisis, a causa del cual parecen incapaces de juzgar lo que verdaderamente sucede..

----------Los debates sobre la situación de la Iglesia en cada época, suelen concitar el interés de gran número de católicos, aunque no siempre se note que los que opinan y debaten lo hagan serenamente y con el debido esfuerzo por ser objetivos, en la medida en que nos sea posible tener objetividad en un tema tan vasto y que supera las posibilidades de la humana consideración. Se trata de un tema que con frecuencia, lamentablemente, enardece los ánimos y las pasiones, cuando no llega a revelar también sectarismos, mezquindades, y no escasa ignorancia de lo que esencialmente es la Iglesia, en su realidad humano-divina.
----------No puede ser recto el análisis sobre la situación de la Iglesia hecho por quien no cuenta con un cabal conocimiento de lo que substancialmente es la Iglesia; y esto es precisamente lo que hoy ocurre, como fruto de haberse difundido, particularmente en las últimas cinco décadas, falsas concepciones teológicas sobre la Iglesia, y haber surgido otras en reacción a ellas, también falsas, en razón de no haber tenido en cuenta o, peor aún, haber sido elaboradas las unas y las otras en contra de lo que la Iglesia dice de sí misma, a través de su Magisterio, sobre todo a través de las más profundas enseñanzas que sobre la Iglesia da el Concilio Vaticano II, abundantemente explicitadas por el magisterio de los Papas del postconcilio, en perfecta continuidad con el magisterio precedente, siempre bajo la asistencia del Espíritu Santo que lleva a la Iglesia hacia la Verdad plena, que se revelará cuando Nuestro Señor Jesucristo retorne al fin de los tiempos.
----------Particular interés tiene, en este análisis sobre la situación de la Iglesia, el discernimiento sobre la situación de la teología, en cada momento histórico, y también en el presente, porque hay que saber que son las ideas de los hombres las que mueven, tarde o temprano, sus acciones: tanto la conducta de los fieles como la de los pastores, y también la propia conducta del Papa.
----------Al respecto, es indudable que la conducta del Romano Pontífice, es la acción que más peso, influjo y responsabilidad causal conlleva (en el plano humano) para la configuración de la situación que la Iglesia vive en una determinada época histórica. Y es indudable también que en estos más de ocho años de pontificado del papa Francisco, la Iglesia no está siendo guiada de la mejor manera.
----------Claro que el gobierno de la Iglesia nunca es perfecto, en ningún momento de la historia. Ninguno de los 266 Papas que hasta ahora ha tenido la Iglesia ha sido perfecto, pero hay que reconocer que en estos últimos años la Iglesia ha sido en gran medida desviada por Francisco, el cual, salvada su fidelidad a su oficio doctrinal de Maestro de la Fe, como no puede ser de otro modo dada la indefectible asistencia de Cristo en el cumplimiento de su oficio magisterial, sin embargo, en su oficio pastoral es un Papa que se ha mostrado muchas veces entrometido, anteponiendo su afirmación personal y la búsqueda del consenso al anuncio integral del Evangelio y al celoso cuidado por el bien y la unidad de la Iglesia.
----------Se trata de una actitud que puede ser calificada de humanamente oportunista y astuta del actual Romano Pontífice, que lo ha llevado, y aún lo lleva, a conceder a los modernistas un poder al más alto nivel, en los más encumbrados cargos de la estructura eclesial, como nunca antes habían ellos alcanzado; pero sin que el propio Papa parezca darse cuenta de que es eludido y manipulado por ellos, de modo que el Santo Padre, en lugar de reprimir las herejías, las termina tolerando y permitiendo que ellas se difundan, con inmenso daño para la Iglesia, obstaculizando la obra de aquellos pocos valientes, que intentan defender la verdad y la dignidad del Papado, en gran medida humillado por un Papa al parecer teológicamente mal preparado, demasiado proclive a obtener las complacencias del mundo, y a muy duras penas capaz de equilibrio en su gobierno.
----------Por cuanto respecta a los modernistas, hoy poderosos, no constituyen una masa uniforme. En realidad hay una gran variedad en ellos: más o menos conscientes, más o menos deliberados en su actuar, más o menos coherentes en su prédica, en sus valores (que los tienen) y en sus herejías. Por mencionar sólo dos sectores de gran peso en este Pontificado, estimo que los rahnerianos hacen más daño que los kasperianos. En todo caso, considero que la teología del cardenal Walter Kasper [n.1933], quien se ha mostrado en estos años un hombre de gran llegada al papa Francisco, es sustancialmente herética. No es la primera vez que hago esta denuncia, y no soy el único en hacerlo. Otros con más autoridad que yo lo han hecho. Por citar aquí un ejemplo, menciono a monseñor Antonio Livi [1938-2020], quien hace algunos años lo calificaba directamente de hereje, argumentando de ello con buenas razones, pese a hacerlo en el contexto de alguna incontinente conferencia que aún circula en las redes telemáticas y en una época en la que mons. Livi cometió la imprudencia de firmar aquella ilícita Correctio filialis, acto del que se arrepintió antes de su muerte.
----------Ciertamente es increíble que un astuto truhán como Kasper haya logrado siempre no solo salirse con la suya, sino obtener durante muchos años altos cargos bajo los pontificados de los dignísimos san Juan Pablo II y Benedicto XVI, y hasta hoy. Pero con el actual Papa la cosa se entiende mejor.
----------Pero lo que acabo de decir solo significa que Kasper ha gozado (y no sé en qué medida puede hoy seguir gozando, a sus 88 años) de un fortísimo apoyo tanto de los luteranos alemanes, como de la masonería, y esto nos revela en qué lamentable estado de sujeción a los poderes del mundo se ha reducido actualmente la Iglesia, no obstante haber sido guiada por Santos Pontífices, hasta el presente Pontífice, que en cambio, por su aparente falta de tino, sin darse cuenta es el hazmerreír de los modernistas.
----------Volviendo a las dos grandes corrientes del actual modernismo teológico, el rahnerismo y el kasperismo, si de compararlos se trata, considero que el kasperismo corrompe la gnoseología, la cristología, el ecumenismo, la eclesiología y la moral. Pero el rahnerismo corrompe estos valores de una manera aún más radical, solapada y sutil, y constituye una falsificación general de marca hegeliana de todo el cristianismo. También el hecho de que las obras de Karl Rahner [1904-1984] no hayan sido nunca condenadas, seguirá siendo una mancha para la historia del pontificado de los últimos sesenta años. Si el fenómeno no es detenido, el daño que Rahner seguirá haciendo será aún peor, y deberán proveer a ello los próximos Pontífices.
----------Por supuesto, el intento que ha hecho y sigue haciendo el papa Francisco por acoger y desarrollar las doctrinas del Concilio Vaticano II, y de aplicar y llevar adelante en la Iglesia sus reformas, es bueno, justo y muy loable. Pero, como todos bien saben, la gravísima cuestión que se arrastra desde hace más de cincuenta años, es la de la recta interpretación de las doctrinas del Concilio, que han sido malinterpretadas tanto por los modernistas como por los lefebvrianos ad usum delphini.
----------Los modernistas, de hecho con diabólica astucia y extraordinaria obstinación, y a su cola y en reacción, los lefebvrianos, con extrema ingenuidad, han hecho creer a muchos que la interpretación modernista reflejara las doctrinas del Concilio, cuando en realidad se trata de una falsificación de ellas, lo que san Paulo VI llamaba el "magisterio paralelo". Por cierto, los modernistas son los maléficos autores de esta falsa interpretación del Concilio; pero lamentablemente, los lefebvrianos, siguiendo las carencias teológicas y anacronismos políticos de su fundador, se han puesto a su zaga, y hacen mal en considerar como modernistas las doctrinas del Concilio, y en extender la acusación al Magisterio de los Papas del postconcilio.
----------Lo que acabo de decir se refiere a las doctrinas del Concilio Vaticano II. Diferente es el caso de las directivas pastorales del Concilio, las cuales, en el transcurso de estos cincuenta años, han mostrado cada vez más, por cuanto respecta a la conducta a tomar hacia el mundo, defectos graves, defectos que, a mi entender, se pueden resumir en dos equivocaciones: un ingenuo buenismo y un excesivo optimismo.
----------El papa Francisco, salvados como ya he dicho sus correctísimos esfuerzos por implementar las doctrinas del Concilio Vaticano II, sin embargo, en lo que se refiere a aquellas directrices pastorales del Concilio, imbuidas de ingenuo buenismo y excesivo optimismo, en lugar de corregir estos defectos, los ha acentuado, introduciendo en la Iglesia ese hipócrita misericordismo (tengamos en cuenta por ejemplo toda la retórica del inmigracionismo indiscriminado), que a estas alturas ya todos conocemos, buenismo del cual, sin embargo, los modernistas, los aduladores del Papa y los sinvergüenzas se aprovechan.
----------Por otra parte, un punto importante es que a lo largo de estos cincuenta años, ha emergido claramente la distinción entre progresistas y modernistas. En efecto, los modernistas siempre han escondido sus tramas subversivas bajo el honorable nombre de progreso. Es absolutamente cierto que el Concilio Vaticano II ha promovido un progreso en la Iglesia. Pero los modernistas, al querer presentarse a sí mismos como la línea de vanguardia de este progreso, en su polémica contra la tradición y la conservación del depósito de la fe, se han desenmascarado como lo que realmente son: no adalides del auténtico progreso de la Iglesia, promovido por el Concilio y por los Papas del postconcilio, sino como propagadores de modernismo.
----------Lo que intento decir es que hoy, después de estos cincuenta años, ha aparecido claro que el verdadero choque en la Iglesia no es el que se formulaba de modo simplista entre progresistas y conservadores, según el enfoque vigente en el '68, sino que el verdadero choque en la Iglesia se da entre, por una parte, la unión de los conservadores y los progresistas, que constituyen la verdadera Iglesia, y, por otra parte, los lefebvrianos y los modernistas, constituyendo dos falsas iglesias, "un ejército contra el otro".
----------De hecho, la verdadera Iglesia se funda sobre la reciprocidad y el equilibrio (nunca fácil de conseguir) entre conservación y progreso, estabilidad y avance, tradición y renovación, fidelidad y rejuvenecimiento. El papa Francisco, en cambio, todavía está atascado en el esquema superado, unilateral y engañoso de 1968 y, por lo tanto, no distingue entre el verdadero progreso católico y conciliar y el falso progreso modernista y masónico; así como entre el sano tradicionalismo católico y el falso tradicionalismo lefebvriano. En esto, el Papa parece atrapado y sin salida, pero debemos ayudarlo a hacer estas distinciones. Naturalmente, atrapado en esa falsa disyuntiva no está sólo el papa Francisco, sino también evidentemente los lefebvrianos y filolefebvrianos, quienes tampoco distinguen progresismo y modernismo, y también lo están muchos modernistas, al menos los que no lo son a sabiendas, sino que confunden el modernismo con el auténtico progreso.
----------En cuanto al hecho, sobre el que tantos todavía insisten obstinadamente, de que la elección del papa Francisco haya sido orquestada y llevada a cabo por los cardenales modernistas (por ejemplo, los kasperianos, los rahnerianos y los martinianos), quizás bajo la presión de la masonería, es ciertamente una hipótesis plausible. El mencionado mons. Livi insistía con acentuada certeza personal sobre esta hipótesis. Pero, dejando de lado también mi parecer personal, yo no insistiría demasiado sobre este hecho. 
----------En todo caso, lo que hay que reconocer es que Francisco es el Romano Pontífice legítimo y, teniendo eso en claro, hagamos nuestro mejor esfuerzo para ayudarlo a que cumpla bien su ministerio, con nuestros insistentes llamamientos, apropiados y respetuosos, brindándole propuestas concretas, tales como sugerirle ocasiones y caminos para corregirse, y para estimularlo a cumplir con su deber de Sucesor de Pedro, a gobernar la Iglesia con imparcialidad, a trabajar para resolver los conflictos internos, a ser celoso en la custodia de la sana doctrina, a rodearse no de aduladores y de impostores, sino de colaboradores leales, doctos y valientes; a preocuparse por anunciar el Evangelio integralmente, más que del éxito personal; a temer a Dios más que a los hombres; a buscar la gloria que viene de Dios y no la del mundo.

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