A modo de complemento y mayor esclarecimiento de las notas que la pasada semana he dedicado a la condena que el papa Francisco repetidamente hace del proselitismo, me refiero hoy a la condena que ha hecho, al mismo tiempo, de la apologética. ¿Cómo armonizar este combinado rechazo del Papa al proselitismo y a la apologética con las repetidas referencias que hace el Libro de los Hechos de los Apóstoles a la obra de san Pablo, haciendo prosélitos por todas partes y obra de apologética en el Areópago ateniense?
Una palabra que no le gusta al Papa
----------Hace ya dos años, en el discurso pronunciado en la conferencia de la ciudad de Nápoles sobre el Mediterráneo, el 21 de junio de 2019, el Santo Padre tuvo palabras bastante duras contra el proselitismo y la apologética. Naturalmente, en casos como este, que parecen contradecir la tradición eclesial, es necesario prestar mucha atención a lo que ha intentado decir con respecto a estos temas de extrema importancia, que se refieren a las razones, las vías, los medios, las modalidades y los métodos del anuncio y de la difusión del Evangelio a todos los pueblos, temas sobre los cuales el papa Francisco retorna a menudo, habiéndoles también dedicado a ellos, como es sabido, su primera encíclica, Evangelii gaudium.
----------En el mencionado discurso, el Santo Padre opone al proselitismo la evangelización y evidentemente toma la palabra "apologética" en un sentido despreciativo o despectivo, sentido que es el que se ha extendido en estas últimas décadas, para indicar un modo faccioso, sesgado, exagerado, forzado o incorrecto, por no decir más bien engañoso, de querer a toda costa justificar o defender ideas, instituciones, hábitos y comportamientos corrientes en la Iglesia o en los hombres de Iglesia, o incluso en los Santos, sobre todo del pasado, que en realidad no pueden ser justificados y defendidos, al menos a la luz de los más recientes conocimientos históricos o del progreso actual del Magisterio, de la teología y de las costumbres católicos.
----------Como ya hemos reflexionado anteriormente, el proselitismo, en sentido negativo o malo, es también la tendencia a proponer el Evangelio no en su pureza y universalidad, sino haciendo arbitrariamente obligatorios, cuasi esenciales al Evangelio, algunos elementos o revestimientos accidentales, sobreañadidos, particulares o contingentes, quizás ligados a la cultura del misionero, elementos que en realidad, aunque a veces sean respetables, no entran en su contenido esencial o sustancial.
----------Era esto un defecto de la evangelización preconciliar, al cual el Concilio ha remediado haciendo presente que, si bien el Evangelio debe estar mediado por una cultura o deba encarnarse en una cultura o sea inevitable que el misionero razone en el horizonte de su propia cultura, él debe saber abstraerse de esta particular cultura y debe proponer al evangelizando el Evangelio en su esencialidad, incluso encarnándolo en la cultura del evangelizando. Es ese método, que en su momento san Juan Pablo II llamó "inculturación".
El evangelio está por encima de las culturas
----------Ahora bien, esa necesidad de inculturar el Evangelio en las diversas culturas según tiempos y lugares, no quiere decir, sin embargo, que no exista una cultura universal, por encima de las culturas particulares, fruto de la razón como tal, propiedad esencial de todos los hombres, la cual cultura, como ha hecho notar Benedicto XVI, es patrimonio preciosísimo y perenne que nos ha sido dejado por la antigua Roma y por Grecia, patrimonio de la humanidad, que la Iglesia ha utilizado para la misma formulación del dogma.
----------Este patrimonio o herencia universal, por lo tanto, aunque simple fruto del ingenio humano, está de tal manera conectado a la verdad de fe, que no puede ser negado o alterado o descuidado sin al mismo tiempo falsificar el dogma de fe. Por lo tanto, al menos en sus líneas esenciales, estrictamente conexas con el dogma, este patrimonio, a fin de llevar a cabo una buena evangelización, debe ser, por mandato de la Iglesia misma (lo cual resulta evidente en las directivas apologéticas del Concilio Vaticano I), transmitido a todo el mundo, junto con el Evangelio, como propedéutica o preparación al Evangelio o su instrumento interpretativo, según la tradición del Magisterio de la Iglesia. Emerge aquí entonces, luminosa, la figura y misión perennemente actual de santo Tomás de Aquino, el Doctor Communis Ecclesiae.
----------De hecho, como enseña el Concilio Vaticano I, "la recta razón demuestra los fundamentos de la fe; e iluminada por su luz, cultiva la ciencia de las cosas divinas, mientras que la fe libera a la razón de los errores y la instruye con múltiples conocimientos" (Denz.3019). Los "fundamentos de la fe" no son, como podría parecer en una lectura superficial, el principio activo o causa formal del acto de fe, porque la fe es sólo la autoridad o acción del Espíritu Santo, sino que los "fundamentos de la fe" son las razones humanas para este acto, en cuanto razonable, o sea motivado por los motivos de credibilidad del mensaje evangélico, su conformidad a la razón y el hecho de que la Palabra de Dios atrae la razón a creerle.
La razonabilidad de la fe
----------El acto de fe es acto de la razón, pero no un acto de la sola razón. Es la razón iluminada por la fe infusa por el Espíritu Santo. No es por lo tanto simplemente un acto racional, causado solo por las fuerzas de la razón. Y, sin embargo, es un acto razonable. En la fe, la razón, por divina revelación y confiándose en la autoridad de Dios revelante, se eleva mucho más alto de lo que puede ascender con sus solas fuerzas. La fe, en efecto, como enseña el Vaticano I, es una "virtud sobrenatural, por la cual, bajo la inspiración de Dios y con la ayuda de la gracia, creemos que son verdaderas las cosas por él reveladas, no por su intrínseca verdad penetrada por la luz de la razón natural, sino por la autoridad del mismo Dios revelante" (Denz. 3008).
----------Ahora bien, si bien Dios quiere hacer a todos los hombres el don de la fe iluminándolos con el Espíritu Santo, sin embargo, al mismo tiempo quiere que el acto del creer sea un acto humano, inteligente y libre, y que, por lo tanto, la Palabra de Dios venga difundida mediante la obra de los predicadores, los cuales deben saber proponer a los evangelizandos los contenidos de la fe en modo persuasivo, argumentado y creíble, conforme a las exigencias de la razón y de la ciencia, la cual les pide, como hace entender el Concilio Vaticano I (Denz. 3009), garantías de credibilidad de cuanto ellos intentan comunicar a los oyentes.
----------La apologética, precisamente, es esta obra de persuasión, a la que san Pedro nos exhorta a los creyentes: "estad siempre dispuestos a hacer obra apologética (etoimoi pros apologhian) frente a quienes os pidan razones (aitunti logon) de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pe 3,16). La palabra apología (apologhia) viene de apologheomai, que quiere decir "me defiendo", "me justifico". Indudablemente se supone una acusación por parte de un adversario, de la cual se quiere defenderse.
----------De tal manera, en el pasado, el anuncio evangélico casi siempre ha tenido un tono polémico, al menos de refutación de errores o de respuesta a dificultades y objeciones. Lo cual en sí mismo no está mal, pero en esto también se ha exagerado. Por eso, en el decreto sobre las misiones, Ad Gentes, del Concilio Vaticano II, nunca se habla ya de "apologética". Por eso se prefiere hablar hoy de educación o introducción o propedéutica o preparación a la fe. Sin embargo, este aspecto de la evangelización sigue siendo siempre actual, obligado y necesario, aunque el Concilio Vaticano II tenga razón al dar primacía a la propuesta positiva y constructiva, desarrollando los grandes temas del diálogo y del ecumenismo.
----------Pero aparte del aspecto polémico, la apologética conserva siempre una gran importancia en lo que respecta al cuidado de los fundamentos racionales de la fe y la cuestión de la relación de la fe con la cultura, con la ciencia y con la filosofía. Este es el punto importante, que san Pablo intenta tocar, cuando dice que nuestra "latria" debe ser "loghikè", que es bueno traducir no con "racional", sino con "razonable", es decir, según la razón o conforme a razón, como explica el Concilio Vaticano I (Denz. 3009).
La irracionalidad no favorece la fe
----------Es sobre este punto que parece desagradable y lamentable la debilidad de la apologética luterana, por su insensibilidad o incluso hostilidad hacia los fundamentos racionales de la fe, a causa de su bien conocido irracionalismo. Un evidente límite de la evangelización luterana está dado por el hecho de que ella no ha nacido con la perspectiva del anuncio ad gentes, es decir a los no cristianos o no creyentes, sino, como bien sabemos, como polémica dentro de la Iglesia, con la pretensión de haber redescubierto contra el Papa el verdadero Evangelio. Y, por lo tanto, el primero necesitado de conversión era el Papa, si todavía podía ser recuperable. Pero aparte del pesimismo de Lutero respecto a la razón, él no pensó en aclarar la función de la razón como presupuesto a la fe, porque estaba habituado a polemizar con hermanos de fe.
----------De esta manera, sucede que el luterano está convencido de que para difundir el cristianismo no es necesaria una labor apologética, sino que es suficiente con difundir la Biblia contando con la acción del Espíritu Santo. Ahora bien, y para señalar lo positivo de esta postura luterana, acerca de la acción del Espíritu Santo no existe ninguna duda y, ciertamente, es algo óptimo difundir todo lo posible la Biblia.
----------Pero el punctum dolens, el punto débil de esta postura luterana, radica en el hecho de que una evangelización privada de una seria labor propedéutica y apologética de argumentación racional, en vano podría hacer palanca para la difusión de la Biblia y contar con la inspiración del Espíritu Santo, factores indudablemente esenciales para la difusión de la fe, pero que sólo pueden tener su eficacia si pueden valerse de la colaboración de la cultura humana y de las energías de la razón, sabiamente promovidas, seleccionadas, purificadas y custodiadas por la milenaria tradición de la Iglesia católica.
Los inconvenientes del proselitismo
----------El papa Francisco, en aquel recordado discurso de hace dos años, decidió combinar proselitismo y apologética en una común condena, porque efectivamente se refieren el uno a la otra. Por "proselitismo", en efecto, el Papa no entiende ciertamente el hacer o acoger "prosélitos" en el sentido del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,11; 6,5; 8,27; 13,43); sino que en todo caso se refiere a las palabras de condena de Jesús a los fariseos: "recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito" (Mt 23,15).
----------Ya sabemos que el término "prosélito" (proselytos) en el Nuevo Testamento es un término del todo inocente, cuyo significado etimológico es "el-que-se-ha-acercado", ya sea porque ha sido acercado o porque se ha acercado por sí mismo. El prosélito no es todavía un verdadero y propio converso, sino solo un interesado en la fe, el cual, con el oportuno acompañamiento, puede convertirse en catecúmeno y llegar al bautismo.
----------El Papa, con ese término en cambio, entiende un cierto estilo deshonesto, astuto, pretencioso, reductivo, secularista y mundano de presentar la fe, el Evangelio, Jesucristo y la Iglesia. El Papa se refiere a un estilo no animado por finalidades sobrenaturales y por auténtico amor y servicio a las almas, en comunión con la Iglesia y con el Papa, sino un estilo sectario y divisivo, que esconde una necesidad de emerger y de obtener seguidores y de afirmarse a sí mismo a expensas del Evangelio, con el resultado, que, como a menudo sucede hoy ante nuestros ojos o nos parece que sucede, no asistimos en absoluto, salvo poquísimos casos, no obstante los esfuerzos de pastores, misioneros y evangelizadores, no excluido el Papa, al crecimiento y progreso de la Iglesia y del número de creyentes, de la fe católica y de la práctica moral que le es consecuente, sino que nos parece con tristeza que estamos asistiendo, debido a tantos hechos que ocurren continuamente, aunque no queramos ser pesimistas, a un proceso de decadencia y de disolución, al multiplicarse las posiciones individualistas, a un "enfriamiento generalizado de la fe y de la caridad", a un descenso de los creyentes, ya sea seducidos por la fascinación del gnosticismo o por la bajeza del hedonismo y del materialismo, o perdidos en la indiferencia o en el escepticismo, ya sea atraídos o por el charlatán del momento o por la impiedad de los ateos o de otras religiones más cómodas y menos exigentes o por el deseo de crear una religión de propio cuño.
----------El papa Francisco opone al proselitismo la evangelización, basada sobre el anuncio del Evangelio, sobre el testimonio, sobre las obras de la caridad, sobre la oración y sobre la confianza en la fuerza del Espíritu Santo. Quizás sería necesario retomar un mayor empeño en un diálogo más confiado en las fuerzas de la razón, de la cultura y de la filosofía, según las mejores tradiciones que se remontan a los Padres y han recorrido las grandes empresas que han dado origen a la civilización cristiana.
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