lunes, 27 de septiembre de 2021

El cardenal Walter Kasper y su falsa misericordia (2/3)

Hablando del cardenal Walter Kasper, monseñor Antonio Livi [1938-2020] no tenía reparos en calificarlo de "herético", y con irrebatibles argumentos. Personalmente prefiero, más benévolamente, hablar de "enseñanzas heréticas" del actualmente jubilado cardenal alemán. En esta serie de notas mi propósito es precisamente demostrar el carácter herético de sus enseñanzas acerca de la misericordia.

El fundamento metafísico y bíblico de la divina misericordia
   
"El Señor es paciente y misericordioso,
lento para la ira y rico en misericordia" (Sal 145,8).
   
----------El concepto bíblico de justicia divina en su sentido amplio es la manifestación de la bondad divina hacia lo creado. Dios en Sí mismo es bondad infinita, por lo cual, como enseña el beato Juan Duns Scoto [1266-1308], el primer y sumo bien que ama y no puede no amar es a Sí mismo, aunque lo haga libremente, porque el amor es acto de la voluntad. Sin embargo, la bondad no es sólo virtud con la cual el bueno se ama a sí mismo y a su propio bien, sino que el bien que posee, tiende a comunicarlo y a distribuirlo a los otros.
----------Y debemos preocuparnos por señalar bien que este amor de sí no tiene nada que ver con el egoísmo ni con el orgullo, porque se trata más bien de un amor de sí, y no es el autoerotismo de la creatura, que absolutiza el propio bien como si fuera Dios, se cierra en el goce de su bien así entendido y le tiene sin cuidado el bien de los otros o si se preocupa de los otros, lo hace solo para sacar ventaja. Este es el "amor de sí" (amor sui), que es justamente condenado por san Agustín de Hipona [354-430] y por santa Catalina de Siena [1347-1380]. En cambio, Dios tiene todo el derecho de amarse a Sí mismo por encima de todo, porque Él es efectivamente el sumo Bien por encima de cualquier otro bien existente o posible.
----------En general, la justicia divina es aquella virtud, con la cual Dios obra el bien de todas las creaturas, según los fines y las necesidades de cada una. La justicia divina es el efecto de la bondad divina, la cual, hablando de modo general, es esa virtud por la cual la persona buena se ve inducida a difundir o a donar a los otros el bien que posee, es llevada a querer el bien de los otros, a hacer el bien a los otros. En sentido lato, la justicia divina, según la Biblia, es el ejercicio de su bondad, de su providencia y de su amor hacia todas las creaturas; pero a nosotros ahora nos interesa aquí su justicia hacia el hombre. Ella implica dos aspectos fundamentales: la misericordia y la justicia en sentido estricto.
----------Es verdaderísimo lo que dice Kasper de que "la misericordia es algo más que justicia" (p.141). Ella es signo de una mayor bondad y de un amor superior. La justicia exige lo justo y paga aquello que es justo. Ella no da y no pide nada de menos, pero ni siquiera nada de más. Ella se ocupa de su propia utilidad, de su propio beneficio y provecho, y su objetivo es la compensación por el trabajo hecho.
----------La misericordia hace descuentos, da más de lo debido y de los méritos del otro. Ella entiende mejor las necesidades del otro y es más generosa en satisfacerlas. Ella va espontáneamente al encuentro del necesitado, sin esperar a que él se lo pida. Ella da gratuitamente porque le place dar.
----------La justicia divina, según las Escrituras, tiene dos sentidos: un sentido amplio y un sentido estricto. En el sentido amplio ella es el ejercicio de su bondad, de su amor y de su providencia. En el sentido estricto es la retribución según los méritos; a los buenos el premio, a los malvados el castigo. La misericordia obra el bien del mísero más allá de los méritos del mísero, el cual no puede valerse por sí mismo y no puede pagar, restituir o exigir compensación. La justicia es el dar a cada uno lo que le es debido y que merece: el premio a los buenos y el castigo a los malvados. El justo castigo es el efecto de la justa severidad.
----------En base a lo que acabo de decir, debemos entonces precisar que la justicia divina no es solo la que justifica o perdona, no es solo la misericordia, como creía Martín Lutero [1483-1546] y con Lutero también cree Kasper, sino que la justicia divina también es aquello con lo cual Dios hace justicia, libera al mísero de las manos del impío y venga las ofensas hechas a los justos por parte de los malvados, los cuales, como advierte claramente Cristo, si no se arrepienten, son castigados con la pena del fuego eterno.
----------El Dios vengador no es, como creen los modernistas y los marcionistas, un "dios pagano", un "Dios precristiano", el Dios del Antiguo Testamento, superado y abolido por el "Dios de Jesucristo". Dios no cambia. Es ridículo pensar que se transforme o cambie su look de malo en bueno. El Dios vengador es exactamente el Dios de Jesucristo, el cual precisamente, en nombre y con el poder del Padre, es el Redentor, que en lengua hebrea es el Goèl, que significa "vengador". Sobre la base de las Escrituras y del derecho natural, santo Tomás demuestra que la justa venganza (vindicatio) (Sum.Theol., II-II, q.108) no es en absoluto un vicio, sino una virtud; no tiene nada que ver con el odio, sino que entra en la virtud de la caridad.
----------He aquí el amor al enemigo, del cual habla el Evangelio. Exigir reparación al enemigo que nos ha ofendido no contrasta en absoluto con el deber del perdón, el cual, sin embargo, puede tener razón de ser sólo si el ofensor o bien el enemigo está arrepentido y está dispuesto a reparar. Es decir, es necesario que de enemigo devenga amigo, reconociendo su propio mal y estando dispuesto a pagar su propia deuda.
----------Llegados a este punto, no solo podemos perdonar, sino que también debemos perdonar, es decir, como se dice en el Padre Nuestro, "perdona nuestras deudas". Perdonar, por lo tanto, no quiere decir pasar por alto o dejar correr o hacer a vista gorda, en el sentido de mirar benévolamente el mal que se nos ha hecho, salvado por supuesto el deber de excusar al ofensor si él es excusable. Amar al enemigo no quiere decir amar el mal que nos ha hecho, sino saber ver también en el enemigo los lados buenos y amables. El mal debe ser odiado y reparado, si es necesario, incluso con una pena o sanción adecuada.
----------Kasper, en esta delicada cuestión, reconduce toda forma de venganza a la venganza injusta, por lo cual, para evitar el odio y para evitar retribuir el mal con el mal, predica un perdonar sistemático e incondicionado, independientemente del hecho de que el ofensor esté arrepentido. Esto aparece claro del hecho de que Kasper opone falsamente, como si fuera un aut-aut, el perdonar al pedir o hacer justicia (cf. p.102). En cambio, las dos cosas no se excluyen recíprocamente en absoluto. No puede estar verdaderamente arrepentido y ser perdonado, quien no está dispuesto a reparar el mal cometido. No puede existir reconciliación entre el ofendido y el ofensor, si este último no solo no pide perdón, sino que también no está dispuesto a hacer penitencia.
----------Pues bien, el mismo comportamiento lo tiene el Padre hacia nosotros. Él nos perdona, ciertamente, pero preliminarmente exige satisfacción. Por supuesto, quien paga el grueso de la deuda es su Hijo, pero nosotros también debemos hacer nuestra parte. Demasiado fácil y cómodo es, como pretendía Lutero, aprovechar la gratuidad de la gracia, para negarse a pagar ni siquiera un centavo por nada.
----------Claro que no se debe confundir el perdón del pecado (mal de culpa) con la condena de la pena (mal de pena, sufrimiento). El asesino arrepentido de su pecado es perdonado por Dios, pero todavía tiene que saldar la cuenta con la justicia humana. Kasper, con sus ideas confusas, acaba por prestar su flanco a las críticas precisamente de esos Heine, Nietzsche y Freud, a los que él quisiera refutar.
----------Pero hay que añadir una cosa muy conocida que nunca está de más repetir, y es que quien es bueno, está inclinado a amar a los otros y a hacerles el bien. Ahora bien, Dios, bondad infinita, del todo autosuficiente y beatísimo simplemente por el goce de su propia bondad, si hubiera querido, muy bien habría podido serlo sin crear el universo, porque la creación no agrega nada a su infinita bondad. En cambio, precisamente por esta bondad, ha querido hacerlo. Y está claro que lo ha hecho por amor. Por lo tanto, Dios ama lo que crea y lo ama porque Él es bueno y la creación es buena. Si el universo no fuera bueno, Dios no lo habría creado, porque Dios no es capaz de crear sino cosas buenas. Y si Él permite el pecado y lo castiga, esto también es expresión de amor, porque puede y quiere recabar del mal un mayor bien.
----------Es necesario decir, en cambio, que Dios ha sido mal pagado por el hombre que Él ha creado, pues el hombre, como sabemos por las Escrituras, con el pecado original, le ha causado problemas con todo lo que ha venido haciendo desde entonces hasta hoy. Con lenguaje muy antropomórfico, la Biblia parangona entonces a Dios con un artesano que, decepcionado por el hecho de que su obra no le dé el resultado o la satisfacción que esperaba, se ve tentado a destruirla. He aquí la justicia punitiva, en el sentido de la severidad.
   
Dios ha tenido misericordia de nosotros para que pudiéramos ser salvados
   
----------Pero las Sagradas Escrituras nos relatan, como bien sabemos, que Dios en su infinita bondad, ha tenido piedad del hombre, también porque el pecado no había corrompido al hombre hasta tal punto que fuera irrecuperable. La naturaleza, como precisamente dice el Concilio de Trento, corrigiendo a Lutero, no ha permanecido totalmente corrupta, sino sólo herida y, por lo tanto, sanable y salvable. No puede ser salvado lo que no se puede salvar. A una cosa irrecuperable ya no se la conserva, sino que se la tira.
----------Si hubiéramos sido irrecuperables, Dios nos habría dejado en la miseria eterna, que justamente habíamos merecido con el pecado original, de manera similar a como Él ha tratado a los ángeles rebeldes, a quienes ha castigado para siempre, in aeternum, sin posibilidad de redención, sin importar lo que sea que haya pensado Orígenes [184-253], quien evidentemente se consideraba más misericordioso que Dios.
----------Y en cambio, Dios ha querido salvarnos. ¿Y por qué? Porque éramos salvables. ¿Pero cómo y por qué éramos salvables? Porque, no obstante la destrucción obrada por el pecado, quedan algunas fuerzas sanas, desde las cuales se puede empezar de nuevo y sobre las cuales se puede hacer leva para reconstruir el edificio, es decir, el organismo de las virtudes. Por eso, ellas pueden y deben colaborar con la obra de la gracia. He aquí, pues, la gracia sanante y la justicia divina justificante, es decir, la misericordia.
----------Por eso es difícil entender cómo Lutero continúa diciendo que Dios nos salva, si, como él mismo sostenía, "en toda obra buena el justo peca" (Denz.1481).
----------Aclaremos, entonces, qué es la salvación para Lutero. Se trata de un concepto clave de su teología, junto con el de la justificación, que es la causa. En Lutero todo gira en torno al problema de la salvación.
----------En Lutero existe ciertamente la idea de la salvación, entendida como liberación de la muerte física y de la muerte eterna, y también como la restitución de la gracia (sola gratia), pero en Lutero no existe la idea de la curación de la naturaleza y del esfuerzo ascético, porque para él, como es bien sabido, la naturaleza no conserva, ni siquiera parcialmente, las fuerzas morales sanas.
----------Así, la naturaleza no solo está herida, sino que es del todo malvada y corrupta, de modo que el hombre peca de continuo. Dios, por lo tanto, aunque por medio de la gracia, no restaura las fuerzas de la naturaleza, valiéndose de la colaboración de las fuerzas sanas que quedan, sino que la adquisición de la salvación se agota para Lutero en la recepción de la gracia (aún siendo fundamental, pero insuficiente) del bautismo, el cual da sí vida de gracia a los que hemos muerto a la gracia (Col 3,3), pero no es más que un simple don de la gracia a una naturaleza, en la cual permanece no sólo la tendencia a pecar, lo que es cierto, sino en la cual permanece el pecado como tal -peccatum permanens-, además del hecho de que Lutero, considerando los mandamientos como facultativos (Denz. 1568-1570), introduce una forma de relativismo moral, para el cual el sujeto ya no tiene obligaciones absolutas, sino que actúa como a él le parece ante un Dios, que amablemente aprueba, no castiga y no interviene, porque, para decirlo con Bonhöffer, no es un Dios "peor es nada" y en su "misericordia" ha prometido la salvación, mientras que con el pretexto de la "libertad cristiana", cada uno se construye una moral subjetiva, considerándose siempre y en todo caso guiado por el impulso del Espíritu Santo.
   
La misericordia divina es solo un aspecto de la bondad divina, pero el otro es la justicia
   
----------Ahora bien, para concebir correctamente los atributos divinos, a fin de no desviarnos, para no salirnos del camino, no debemos dejarnos llevar por la fantasía, por el sentimiento o por la emoción, sino que, aunque estos atributos superen infinitamente la finitud de nuestra razón, debemos valernos, siguiendo el ejemplo de santo Tomás de Aquino, de la más rigurosa racionalidad. Ahora bien, la actitud a la misericordia en nosotros está estrechamente ligada a la emotividad o a la conmoción, pasiones que pueden surgir espontáneamente, sobre todo en sujetos sensibles, sin un adecuado juicio racional.
----------Debido a esta nuestra tendencia a juzgar en base al sentimiento o a la emoción más que en base al razonamiento, estamos a menudo llevados a asociar la bondad con la misericordia; mientras que para nosotros es desagradable asociarla con la justicia, sobre todo si ella es punitiva. Si, por el contrario, razonamos lúcidamente y con objetividad, sin dejarnos llevar por la emoción, nos damos cuenta de que no hay ningún motivo para negar a la severidad, siempre y cuando, se entiende, moderada, el atributo de la bondad.
----------¿Qué es, en efecto, la bondad moral? No es otra cosa que querer el bien del otro. Y nada impide, como enseña la experiencia de los grandes educadores, pastores y Santos, que una moderada severidad haga el bien a la persona a la cual se aplica. Ahora bien, las Sagradas Escrituras nos muestran en muchos lugares la semejanza de Dios con un buen pastor o un buen soberano o un buen padre o un buen educador. Naturalmente será necesario hacer las debidas diferencias, evitando los exagerados antropomorfismos, pero la semejanza es innegable, y es fundamental para entender cómo Dios se comporta con nosotros. Él en efecto, es como un buen educador, que sabe alternar la misericordia con la severidad.
----------El educador humano puede equivocarse en el dosaje de las dos virtudes, la misericordia y la justicia propiamente dicha (o severidad). Puede haber a veces en el educador humano demasiada condescendencia o indulgencia, lo que crea blandengues, personas sin carácter, incapaces de afrontar el sacrificio. En cambio, la excesiva dureza y el rigorismo crean escrupulosos y neuróticos.
----------Pero hay que destacar que misericordia y justicia no pueden ser ejercidas simultáneamente, porque son opuestas entre sí, como la estufa y el ventilador. Dios en cambio es infalible al usar a veces misericordia, a veces severidad. Las dos son manifestaciones de la caridad divina, porque entrambas quieren el bien de los hombres: la primera dando más allá del mérito; la segunda, dando según el mérito.
----------Sin embargo, observa acertadamente Kasper, no pueden prescindir la una de la otra: "la misericordia sin la justicia es la madre de la disolución" (p.173). Y Kasper explica bien, a lo largo de su libro, a la inversa, que la justicia sin la misericordia, es la madre del legalismo, del fariseísmo, de la rigidez inexorable, hasta llegar a la crueldad, según aquel adagio que ya conocen los latinos: summum ius, summa iniuria.
----------La justicia en sentido estricto es la virtud da la compensación al trabajador por el trabajo cumplido. La misericordia es la virtud que dona gratuitamente al mísero lo que no puede pagar. La justicia castiga al malhechor. La misericordia perdona al pecador arrepentido. La justicia concede o exige la compensación a la cual se tiene derecho. La misericordia dona la gracia que es implorada. La justicia da según el mérito. La misericordia dona más allá del mérito. La justicia corresponde al deber, la misericordia a la generosidad. El misericordioso tiene compasión y da en don, en regalo; el acreedor exige el pago de la deuda. El misericordioso perdona y absuelve; el justo condena y premia.
----------Es necesario agregar que la misericordia divina, por más que sea una virtud excelsa, no entra en absoluto en la esencia divina como tal. La bondad es un atributo esencial de Dios, pero para poderse manifestar como justicia y misericordia, se necesita el mundo, que es efecto libre y contingente de la acción creadora divina. En efecto, la misericordia divina presupone la existencia no sólo del hombre, sino también de la humana miseria, precisamente necesitada de misericordia.
----------En cuanto respecta a la justicia, ella presupone la maldad humana. Si todos fueran buenos y míseros, entonces bastaría la misericordia. Pero el caso es que no todos los míseros son buenos. Si Dios no hubiera creado el mundo, no habría tenido necesidad de ejercer la misericordia. Pero no habría tenido necesidad ni siquiera si el hombre no hubiera pecado, ya que Dios no habría tenido míseros que liberar.
----------Importante, por otra parte, es la referencia que hace Kasper a la virtud de la epièikeia, teorizada ya por Aristóteles y retomada por santo Tomás de Aquino (Sum.Theol., II-II, q.120). A la epièikeia, o epiqueya, la podríamos llamar "justicia". Ella corresponde a la clemencia de los latinos. Kasper la motiva bien diciendo que: "Las leyes generales nunca pueden tratar de forma adecuada todos los casos singulares complejos. Así, la epiqueya debe rellenar los huecos y, como justicia superior que es, lejos de dejar sin validez en el caso concreto la norma jurídica objetiva, aplicarla de manera inteligente, de suerte que la aplicación en el caso de que se trata sea realmente justa y no se torne injusta en la práctica" (p.172).
----------Cabe precisar, sin embargo, que la excepción a la regla vale solo para la ley humana o para la ley eclesiástica, que tienen un carácter convencional, pero no para la ley natural y la ley divina, porque, mientras la ley humana, por esa su convencionalidad, es elástica y no puede prever todos los casos posibles, las otras leyes son inmutables y válidas en todos los casos, porque son normas de valor ontológico universal, por lo que todos los casos no son más que la actuación de eso universal.
----------La excepción a la ley humana o eclesiástica (es decir, la epiqueya) está motivada por la necesidad de sobrepasar la mera letra de la ley, para captar la mente del Legislador. En estos casos se realiza o cumple una justicia superior, que se acerca a la riqueza de la misericordia, como por ejemplo el fiel, que, para asistir a un enfermo se salta el deber de la Misa dominical. La norma de la Misa dominical es una ley eclesiástica, mientras que la ley de la caridad es una ley que no admite excepciones.
----------Agreguemos que, según la Biblia, la misericordia puede atenuar, posponer o quitar los castigos temporales irrogados por la justicia. Pero con todo esto, la revelación bíblica, confirmada por la doctrina de la Iglesia, nos enseña que "no todos se salvan" (Concilio de Quierzy, del 853, Denz.623; Concilio de Trento, Denz.1523). Kasper, por consiguiente, no es del todo fiel a la Biblia y al Magisterio de la Iglesia, cuando afirma que la existencia de los condenados no es un dato de hecho, sino una simple "posibilidad real" (p. 110). Observo a ello, que Cristo no "amenaza" (p.110) sólo el infierno para los malvados, sino que lo prevé como un hecho. No se debe decir con Kasper que "no podemos estar seguros de la salvación de todos" (p.111). Si queremos ser ortodoxos, debemos decir en cambio: "sabemos que no todos se salvarán".
----------Por otra parte, la misericordia del Padre desarrolla una función de primaria importancia en el sacrificio redentor de Cristo, el cual repara la ofensa hecha al Padre por el hombre pecador arrepentido. En efecto, el Padre ha tenido piedad de nosotros y ha querido reconciliarnos con Él. Pero ha expresado esta misericordia en el darnos la posibilidad, gracias al sacrificio de Cristo, de satisfacer por el pecado y así aplacar la ira divina. Por eso, el sacrificio de la Misa, como dice el Concilio de Trento, es "propiciatorio" (Denz.1743), mientras que el sacrificio de Cristo es "satisfactorio" (Denz.1529).
----------Por lo tanto, indudablemente Kasper se equivoca cuando califica de "frecuente malentendido" (p.78) la doctrina del Concilio que enseña que el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo "aplaca la ira divina" (p.78). Por eso Kasper sostiene que Dios Padre, "al ser la compasión lo que le lleva a querer la muerte de su Hijo, repliega su ira y brinda espacio a la misericordia y, por ende, a la vida" (p.78).
----------Me pregunto qué "compasión" sería la de Dios Padre al querer la muerte de su divino Hijo. Sin embargo, Dios Padre no ha querido la muerte, sino el sacrificio del Hijo. Es algo realmente muy diferente, incluso si de hecho el sacrificio haya requerido la muerte de Cristo. Pero en las cosas es necesario mirar el aspecto formal, no el aspecto material. De lo contrario, podría decir en lugar de "Napoleón a caballo", "el caballo que lleva a Napoleón". Kasper hace aparecer al Padre como un asesino, además de calificar el deicidio como "compasión". Aquí no estamos en el "concepto fundamental del Evangelio" o, como titula Kasper su libro, en la "clave del Evangelio y de la vida cristiana", sino en la crueldad de la dialéctica hegeliana.
----------Por otra parte, la misericordia divina se manifiesta en el don de la gracia santificante, que purifica, perfecciona, eleva y fortalece las obras de la naturaleza humana, para que de este modo el hombre en gracia esté en grado o capacidad de merecer con sus obras el paraíso del cielo. Que luego la gracia sea gratuita y que deba ser merecida con las buenas obras y la obediencia a la ley no son dos cosas que se excluyan mutuamente, porque debe considerarse que el mérito es el efecto de la gracia y cuando el sujeto está en gracia puede y debe, si quiere salvarse, crecer en gracia mediante las buenas obras. De esta manera Dios retribuye por justicia, pero las obras del hombre son vueltas merecedoras de su misericordia.
----------Ahora bien, el hecho de que Dios done a todos su misericordia y que ella sea infinita no quiere decir que este don no esté condicionado por la libre conducta de cada uno, porque cada uno tiene la facultad de aceptar la misericordia o de rechazarla y, aunque ella de por sí es infinita, cada uno recibe tanta como merece, aunque sin embargo Dios se reserve donar incluso más allá del mérito. El hecho de que Dios alterne su misericordia con su severidad depende del hecho de que los hombres ejercen el libre albedrío, algunos obedeciendo a Dios, otros desobedeciendo.
----------Kasper concibe la misericordia divina en manera justa, pero abstracta y separada de cómo ella se realiza realmente en la historia humana contada e interpretada por las Escrituras. En efecto, es cierto que en línea de principio, "de potentia absoluta", como dicen los teólogos, si Dios hubiera querido, habría podido hacer misericordia a toda la humanidad, incluso sin el sacrificio del Hijo.
----------Pero en realidad y de hecho la verdadera misericordia de Dios no es ésta. Dios no usa siempre y solo misericordia, sino que también hace justicia y castiga a los malvados. No tiene sentido reducir la justicia a la misericordia, porque son dos virtudes opuestas en alternancia la una a la otra y condicionándose entre sí: la justicia limita la misericordia y ésta supera a la justicia. Por eso, el reducir la misericordia a su solo concepto abstracto y a-histórico, como hace Kasper, significa de hecho falsificarla e impulsar a alimentarse de la cómoda ilusión de Lutero de poder pecar libremente en la certeza de que Dios perdonará de todos modos.
----------La realidad de la existencia humana es que, según la situación de hecho y de acuerdo a la historia de la humanidad, tal como nos es narrada por las Sagradas Escrituras, no todos los hombres están abiertos al flujo de la misericordia, que de por sí Dios derrama sobre todos, sino que algunos, apegados a sus pecados, bloquean este flujo en sí mismos, impidiéndole que produzca sus efectos benéficos. Por lo tanto, ellos pueden no querer ser perdonados, por lo cual quedan sujetos al castigo divino.
----------Kasper, por tanto, malinterpreta la novedad del Evangelio dejándose influir por la herejía de Marción, aquel teólogo gnóstico que vivió en el siglo II, y cuyas enseñanzas estaban imbuidas del dualismo iraní o persa. Marción y los marcionitas sostenían que mientras el Dios del Antiguo Testamento es un Dios irascible, belicoso, vengativo y castigador, el Dios del Nuevo Testamento es piadoso, dulce, misericordioso, perdonador y pacífico. Pero Marción fue condenado varias veces por herejía (cf. Denz. 112, 435, 454, 1339). El marcionismo de Kasper se nota cuando afirma: "Lo nuevo del mensaje de Jesús respecto del Antiguo Testamento es que él anuncia la misericordia divina de forma definitiva y para todos. Jesús abre el acceso a Dios no solo a unos cuantos justos, sino a todos; en el reino de Dios hay sitio para todos, nadie es excluido. Dios ha aplacado definitivamente su ira, concediendo más espacio a su amor y su misericordia" (p.71).
----------Aquí Kasper evidentemente identifica y confunde la posibilidad de la salvación en cuanto realizada por Nuestro Señor Jesucristo y por Él ofrecida a todos, con un inexistente hecho de que todos se salvarían en cuanto perdonados por la divina misericordia. Pero esto no corresponde en absoluto a la verdad enseñada por Cristo y por la Iglesia (cf. Denz. 623, 1523 y 1540). Es cierto, por tanto, que, como dice Kasper, "Jesús abre el acceso a Dios no solo a unos cuantos justos, sino a todos; en el reino de Dios hay sitio para todos, nadie es excluido"; pero el hecho es que no a todos les interesa acceder a Dios y tener un lugar en su reino, porque tal vez ni siquiera creen en la existencia de Dios ¿Y estos tales dónde terminan?
----------La realidad es, como bien explica la Carta a los Hebreos, que el Dios del Nuevo Testamento es aún más severo que el del Antiguo Testamento, precisamente porque aquí es más misericordioso. En efecto, es justo que se castigue más a quien es ingrato por un beneficio mayor. Escuchamos, de hecho, la advertencia que nos da la Carta: "Si después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, pecamos deliberadamente, ya no hay más sacrificio por los pecados. Sólo resta esperar con terror el juicio y el fuego ardiente que consumirá a los rebeldes. El que viola la Ley de Moisés, es condenado a muerte irremisiblemente por el testimonio de dos o tres testigos. Piensen, entonces, ¿qué castigo merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, el que profanó la sangre de la Alianza con la cual fue santificado y ultrajó al Espíritu de la gracia?" (Heb 10,26-29).
----------¡Otra que misericordia!

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