viernes, 17 de septiembre de 2021

La condena del papa Francisco al proselitismo, y su relación con la evangelización y el ecumenismo (2/2)

Conociendo ya los peligros del proselitismo, dañosos para la evangelización, vengamos ahora a tratar acerca del verdadero ecumenismo y de las dificultades, pero también de los beneficios, que implica llevarlo a la práctica.

El verdadero ecumenismo y sus dificultades
   
----------El verdadero ecumenismo se encuadra o forma parte del ejercicio más amplio de la obra de la evangelización, realizada en la caridad, en la justicia y en la misericordia. Por lo tanto, el ecumenismo asume algunos paradigmas evangélicos. Ante todo, es necesario decir que el ecumenismo hace referencia a las bien conocidas parábolas del hijo pródigo y de la oveja perdida. Y también se refiere a la parábola del rey que hizo un banquete de bodas para su hijo y envió a los sirvientes a llamar a los invitados a las bodas (cf. Mt 22,3). La Iglesia católica es este banquete y los invitados son los hermanos separados.
----------Sé perfectamente que muchos de ellos, disidentes y cismáticos, no se sienten en absoluto "hijos pródigos" u "ovejas perdidas", sino incluso algunos grandes teólogos y biblistas. Y no ven en la Iglesia católica ningún "banquete", sino solo comidas con privaciones y sacrificios, o mal servidas, o a lo máximo uno de esos encuentros estudiantiles improvisados, donde para poder comer es necesario traer la propia comida.
----------Pero esto significa entonces que la tarea inicial e irrenunciable del ecumenismo es que los católicos hagan comprender a estos hermanos, con toda caridad, competencia y paciencia, que tienen necesidad de conversión y que la luz del mundo no son ellos, sino que la luz viene de Roma.
----------El beato papa Pío IX, en la inminencia de la convocatoria del Concilio Vaticano I, escribió la carta apostólica Iam vos omnes a los protestantes para invitarlos a unirse a la Iglesia Romana, y una iniciativa similar tomó Pío XII en la encíclica Mystici corporis de 1943. Pero lamentablemente la respuesta fue muy débil.
----------Mientras tanto, eran frecuentes los encuentros ecuménicos entre no-católicos; pero el Papado, en ese momento, no estaba a favor de que también participaran los católicos, por el temor a que se pudiera de algún modo difundir la idea, entre los disidentes, de que Roma había renunciado a su primado.
----------Al mismo tiempo, sin embargo, crecía entre muchos cristianos, tanto católicos como no-católicos, quizás también como reacción a los horrores de la reciente guerra mundial, el deseo y la aspiración de encontrarse juntos en los valores que son comunes a todos los cristianos. Así sucedió que el Concilio Vaticano II ha ido al encuentro de este deseo con el decreto sobre el ecumenismo, en el cual, sin embargo, se reafirma con toda claridad el valor del primado pontificio y de la propia Iglesia católica.
----------Es necesario recordar algo frecuentemente olvidado, en particular por muchos pseudo-tradicionalistas (no digamos por los modernistas, a cuyo pseudo-ecumenismo ya me he referido): y es que las actividades ecuménicas competen a todos los cristianos deseosos de la unidad y de la comunión. Pero es evidente que el Sumo Pontífice, como Vicario de Cristo, padre común de todos los cristianos, principio, garante, custodio y promotor de la unidad de todos los hijos de Dios, no puede no sentir supremamente el deseo de que todos los discípulos de Cristo actualmente separados o disidentes entren plenamente en la Iglesia por Él fundada y no se sientan involucrados en primera persona en hacer todo lo posible para este objetivo.
----------Las continuas visitas que los Romanos Pontífices desde el final del Concilio han realizado en sus viajes a los hermanos separados, expresan y encarnan la esperanza de todos los católicos de que estos hermanos, como dice el Concilio, "sean plenamente incorporados" a la Iglesia católica.
----------En el ecumenismo, los teólogos, católicos y no-católicos, desarrollan una función importante en el esclarecimiento y en la propuesta de solución de las controversias todavía abiertas. Los teólogos católicos trabajan eficazmente frente a sus homólogos no-católicos mostrándoles los puntos de la doctrina católica ausentes en su teología, y respondiendo a las objeciones contra el catolicismo. Pero está claro que en los puntos que más atañen a la doctrina de la fe, sólo el Papa puede decir la última palabra, para reiterarlos, o para aclararlos o para corregir o para responder a las dificultades. Tales puntos que comprometen la fe y no la mera teología, pueden ser tratados con definitiva autoridad solo por el Sumo Pontífice.
----------El hermano separado, por consiguiente, no es simplemente un cristiano "diferente", el cual debe ser respetado y dejado como está, un cristiano para "dejar libre", como algunos dicen (esta es una cómoda excusa, conveniente para sacarse de las espaldas las propias responsabilidades), sino que es un hermano cristiano que comete un error, ya sea en buena o en mala fe, y que corre peligro de perderse, por lo que debe ser ayudado, advertido y corregido, naturalmente siempre que él quiera dejarse corregir.
----------Ciertamente, al momento en que nos decidimos reprochar o desenmascarar al disidente y cismático que está en algunos casos enfermo de soberbia, nuestro obrar solo hace que él descargue su odio sobre el que lo desenmascara y corrige, y eso lo vuelve peor. Ciertamente a Jesús le costó caro reprochar a los fariseos. Pero, por otra parte, ¿no deberíamos seguir su ejemplo? ¿Y no lo han hecho así todos los santos? ¿Cuál es el santo que no se ha atraído sobre sí el odio del mundo y de los falsos hermanos?
----------Quien no se preocupa por el pecador y no lo regaña, pudiendo hacerlo, dice que lo ama, pero en realidad lo odia a él y a sí mismo. No olvidemos que también el reproche hecho en el debido modo es caridad, también esto es ecumenismo. No es caridad solo la misericordia, sino también severidad.
----------Ahora bien, el ecumenismo conlleva dos finalidades. En primer lugar, tiene como fin inmediato y más específico el hacer de modo que, por medio del diálogo y de una búsqueda común, todos los cristianos se reencuentren juntos en el compartir las mismas verdades fundamentales, que han permanecido siendo comunes a todos, incluso después de las rupturas. Es necesario aquí conocerse mejor, con mayor benevolencia y método histórico-crítico mejor que en el pasado; es necesario disipar algunos equívocos o corregir algunos errores interpretativos del pasado. Es necesario ilustrar mejor las verdades comunes.
----------Hay que reconocer que este reencontrarse juntos en las mismas verdades comunes, es ya es una gran conquista, un gran paso, es una meta alta y bella, fuente de concordia y de paz. Sin embargo, no es fin en sí misma, aún queda camino por recorrer, porque ella es solo la base para la prosecución de un diálogo proficuo y constructivo, que tiene, en segundo lugar, como fin ulterior el de poner sobre la mesa con franqueza, objetividad, serenidad y esperanza los puntos controvertidos. Es en este punto que es más necesario que nunca invocar al Espíritu Santo. Es este el punto más difícil, donde el diálogo hoy se ha atascado y, en ocasiones, incluso se ha falsificado. Es necesario tener el coraje de ir más allá, hacia la meta final.
----------En efecto, en ese segundo paso, mientras los católicos se ponen demasiadas consideraciones, y parecen intimidados, sin tomar iniciativas apostólicas frente a las posiciones rígidas y orgullosas de los no-católicos, da la impresión de que estos últimos (y pienso sobre todo en los teólogos protestantes) hayan hecho tácita o explícitamente un pacto perverso, un peligroso vínculo, con los teólogos modernistas, a fin de hacer penetrar las ideas protestantes entre los católicos, de forma solapada y enmascarada, bajo color de "progresismo", de modo que los católicos se conviertan de hecho en protestantes sin darse cuenta y creyendo que siguen siendo católicos. Esta es una horrible falsificación del ecumenismo.
----------Tomemos un ejemplo de este estancamiento, donde aparece con clara evidencia la resistencia de los disidentes y la debilidad de las argumentaciones y toma de posición de los católicos, los cuales muchas veces, en lugar de sostener con buenas razones a la autoridad pontificia, refutando las posiciones protestantes, parecen mostrar un escaso respeto por esta autoridad ya sea despreciando su ejercicio postconciliar como hacen los lefebvrianos o debilitando su fuerza doctrinal, como hacen los modernistas.
----------He aquí el ejemplo. La verdad de fe aceptada por todos los cristianos es que Nuestro Señor Jesucristo es la cabeza celestial e invisible de la Iglesia, pero, fuera de los católicos, todos los demás creen ser verdad de fe que Cristo no gobierna la Iglesia terrena por medio de un vicario por Él establecido, o sea, el Sumo Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza visible y terrena de todos los cristianos de esta tierra, sino que la gobierna directamente por medio del Espíritu Santo, sin intermediario.
----------La idea del Romano Pontífice como cabeza de la Iglesia y representante de Cristo en la tierra sería, a los ojos de los no-católicos, una mera invención humana, un abuso arbitrario de Roma, brotado de su deseo de dominio, o nostalgia por el Imperio Romano, engañosa y peligrosa, porque el Papa, que es hombre falible como todos los demás, en lugar de conducirnos a Cristo, podría ponernos en contra de Él. El Papa a lo máximo puede ser el obispo de Roma o un obispo como todos los demás, sucesor de Pedro solo porque Pedro ha sido obispo de Roma, pero no puede pretender ser el obispo de la Iglesia universal.
----------Para los no-católicos, Cristo no habría querido una cabeza visible o vicario suyo, sino que la Iglesia terrena ya estaría suficientemente bien organizada como un conjunto de comunidades unidas bajo la guía de Cristo y del Espíritu Santo. ¿Qué guías son más infalibles que estos? Según ellos, esta sería la verdadera voluntad de Cristo. Es curioso que, en la práctica, así también piensan hoy modernistas y lefebvrianos.
----------He aquí un tema importantísimo, acerca del cual los católicos estamos llamados a ofrecer pruebas y a mostrar a los hermanos separados, con toda caridad y sabiduría, pero también con segura competencia e indefectible firmeza y claridad, el camino para acercarse a Roma y, como dice el Concilio, para que, bajo el moción del Espíritu Santo, "sean plenamente incorporados" (n.3) en la Iglesia. No debemos, en un punto como este, resignarnos a su incredulidad o darles la impresión de que les estamos dando razón.
----------Pero hay que saber que el ecumenismo conlleva también dos niveles de actuación. Ellos son el doctrinal y el caritativo. Ellos se implican y se sostienen entre sí. Nos basamos sobre el primero para pasar al segundo. El segundo, sin embargo, es de inmediata y fácil actuación, mientras que el primero, al menos en su plenitud final, es muy difícil de conseguir y no ha sido todavía logrado plenamente.
----------El nivel doctrinal de la acción ecuménica es el más específico, y no es más que una aplicación del deber general de la evangelización en el campo de las relaciones de los católicos con los cristianos no-católicos. La evangelización, en general, es el anuncio del Evangelio, a través del cual, con la ayuda del Espíritu Santo, llevamos al mundo a obedecer a Nuestro Señor Jesucristo.
----------Con el ecumenismo, los católicos, sobre la base de la aceptación común, junto con los hermanos separados, de esas verdades de fe que tenemos en común con ellos, nos esforzamos a fin de que ellos, liberados de los "impedimentos" (Unitatis Redintegratio n.3) y de aquellas "deficiencias", que hacen de obstáculo a su asunción de la "plenitud de aquella verdad que ha sido confiada a la Iglesia Católica", puedan, bajo la moción del Espíritu Santo, ser "plenamente incorporados" a la Iglesia Católica.
----------El católico, en el ejercicio de este delicado aspecto o nivel del ecumenismo, el nivel doctrinal, debe prestar mucha atención de distinguir bien la doctrina católica en sí misma, en su divina plenitud, infaliblemente y perfectamente custodiada por el Magisterio de la Iglesia, al cual debe siempre referirse con total fidelidad, de su personal cultura católica, la cual, por pura y ortodoxa que sea, no puede ser infalible, por lo que podría, en algún punto, ser incompleta o errónea, sin que él se diera cuenta. Por esta razón, aunque un no-católico no puede permitirse corregir o complementar la doctrina católica en cuanto tal, es muy posible que, en virtud de su conocimiento de las verdades de la fe cristiana, pueda corregir o instruir a un determinado católico, que en su carencia formativa carece de un punto determinado.
----------El otro nivel del ecumenismo, el nivel caritativo, es una aplicación de la virtud general de la caridad al campo específico del ecumenismo. Y aquí está claro que si en el campo doctrinal el católico hará de guía al no-católico y lo ayudará a corregirse de sus errores y a llenar las lagunas, como enseña el Concilio, en este aspecto de la caridad es obligado una reciprocidad, ya que tanto el católico como el no católico no escapan a la común condición de pecadores, hijos de Adán, y al mismo tiempo están dotados por Dios de dones recíprocamente complementarios, que deben dar fruto para que aprovechen mutuamente.
----------Y en este nivel de la gracia de la caridad, aunque el católico en principio disponga de mayores y mejores medios de gracia que el disidente, no se puede excluir que éste sea más virtuoso y menos pecador, gracias a una mayor buena voluntad y un mejor empleo de los medios sobrenaturales a su disposición.
   
Los beneficios del ecumenismo
   
----------El ecumenismo, el cual es indudable expresión de la caridad fraterna, es una buena, y más aún, necesaria regla de convivencia pacífica entre católicos y no católicos. Ahora bien, la caridad fraterna se mueve en una doble dirección: obrar el bien y quitar el mal. Existe, por tanto, una caridad promotora y una caridad correctiva. Entrambas tienen su aplicación en el ecumenismo.
----------De hecho, en el contexto de la promoción del bien, el ecumenismo incentiva la humildad, la lealtad, la honestidad, el amor a la verdad, la recíproca comprensión y solidaridad, el empeño común por las obras de la justicia y de la misericordia, por el bien público y por los derechos humanos, por la promoción de las ciencias, de las artes y de la cultura, y un común testimonio cristiano, donde existen valores comunes.
----------Existen, entonces, dos modos de eliminar el mal en el hermano: un modo es la compasión, gracias a la cual liberamos al hermano del mal de pena, es decir, del sufrimiento; el otro modo es la corrección o amonestación, por la cual lo liberamos del mal de culpa, del pecado y del error. En uno y otro caso, para que la operación sea exitosa, es necesario que el hermano ponga buena voluntad. No hay peor enfermo que el que no se quiere curar y no hay peor pecador que el que no se arrepiente.
----------En este campo de la caridad, sea tanto la caridad en cuanto compasión como la caridad en cuanto celo por la corrección o amonestación, deben impulsar al católico a guiar al hermano separado hacia la plenitud de la verdad y de la comunión con la Iglesia. El disidente o cismático, por su parte, debe escuchar los impulsos del Espíritu de verdad y de amor, que lo empujan a abandonar sus errores y malos hábitos, no conformes a la plenitud de la virtud cristiana, y buscar la plena comunión con la Iglesia.

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