sábado, 11 de septiembre de 2021

La Misa, después de Traditionis custodes (1/2)


En los actuales debates litúrgicos, tras el motu propio Traditionis custodes, se pone demasiado el acento sobre la cuestión de la elección entre novus ordo y vetus ordo, y se habla demasiado poco sobre la mayor importancia y atención para que todos los fieles acudan a la Misa como tal, más allá de su forma, novus ordo o vetus ordo, así como una cosa debe ser evaluada por lo que en ella es sustancial, esencial, más que por lo que en ella es accidental. En suma, creo que debemos prestar atención a la Misa, más allá del novus ordo y del vetus ordo, y esto porque la Misa es más importante que sus diversas modalidades rituales.

La actual situación que vive la Iglesia en torno a la Santa Misa
   
----------Venimos asistiendo ya desde hace décadas, desde el inmediato postconcilio, a una continua disminución de los fieles asistentes a Misa, y este fenómeno ha sido acompañado por decenas de miles de sacerdotes que han abandonado el ministerio, cosa que ha ocurrido sobre todo en los años 1970s. ¿Era esta la realidad y el panorama eclesial que había querido el Concilio Vaticano II? Por supuesto que no, sino absolutamente todo lo contrario. Está muy claro que los Santos Pontífices que convocaron y continuaron el Concilio, los papas san Juan XIII y san Paulo VI, se propusieron con la universal asamblea episcopal, entre otras cosas, el objetivo de aumentar el número de los fieles y de las vocaciones sacerdotales.
----------Pero si esos fueron los objetivos, entonces, ¿por qué las cosas han resultado de esta manera? ¿Cuáles son las causas de la tremenda crisis que hoy vive la Iglesia? O bien, para formular la cuestión del modo como suele ser planteada con frecuencia: ¿de quién es la culpa de todo esto? Existen en la actualidad quienes dan dos respuestas a esta pregunta, y ambas respuestas son equivocadas.
----------Una es la respuesta de los lefebvrianos, que culpan a las doctrinas del Vaticano II y a la posterior reforma de la Misa, promulgada por san Paulo VI en 1969, reforma que, según ellos, al desacralizar la Misa al modo protestante, habría provocado desamor en los tibios, frialdad en los incrédulos, repugnancia en los fervientes, escándalo en los fieles tradicionalistas, equívoco en las almas engañadas por los modernistas.
----------Otra es la respuesta de los modernistas, los cuales, siendo falsos intérpretes de la reforma conciliar, no se han preocupado en absoluto por esta sangría de fieles laicos y sacerdotes, y al mismo tiempo, siendo propagadores de herejías referidas a la Misa y de modos abusivos e irregulares -por no decir sacrílegos- de celebrar con el novus ordo, hacen creer a muchos con picardía que este desastre no fue más que el proceso normal de rejuvenecimiento promovido por el Concilio y el amanecer de un "giro epocal".
----------Equivocada es respuesta de los lefebvrianos, porque la culpa no es del Concilio, sino de los modernistas, los cuales, con la difusión de sus herejías, han hecho perder la fe a muchos católicos para transformarlos en cripto-protestantes, agnósticos, materialistas, panteístas, masones, etc.
----------Equivocada es también la respuesta de los modernistas, digna de irresponsables y de hipócritas, como son, que en el fondo son felices de que las cosas hayan ido así, llorando lágrimas de cocodrilo por un desastre que ellos mismos han provocado, y siguen provocando y acrecentando.
----------A estas décadas de tristísimas sangrías, a este angustioso estilicidio, se ha sumado la disminución de fieles a la Misa, disminución a veces razonablemente motivada como profilaxis contra el contagio de la actual pandemia, a veces pretexto para quienes eran ya vacilantes e inciertos. Lo penosísimo es que algunos analistas católicos de este fenómeno, los cuales no brillan por su perspicacia, lo reconducen solo a efectos de la prueba que estamos sufriendo por la pandemia, dando muestras de una increíble superficialidad, que no puede o no quiere ver las causas profundas, espirituales, del fenómeno, que consiste en una generalizada crisis de fe en la Santa Misa, provocada tanto por las mentiras de los modernistas, como por el conservadurismo de los lefebvrianos, los cuales creen estar todavía en los tiempos del papa san Pío V.
----------Faltan teólogos y liturgistas sabios, equilibrados e imparciales, los cuales, a la luz de las verdaderas intenciones del Concilio y de los Papas del postconcilio, sepan poner de acuerdo las exigencias de la tradición con las del progreso, las de la conservación con las de la renovación, haciendo comprender que existe y debe existir un progreso en el sucederse de los diversos modos de celebrar a lo largo de los siglos, de modo que con el sucederse de estos diversos ordo Missae, la Iglesia en el curso de la historia, activada por el soplo del Espíritu, celebra cada vez mejor esa misma Misa que Cristo ha instituido en la Última Cena.
----------Sucede, por el contrario, que asistimos hoy a una escandalosa polarización absolutamente inaceptable entre los partidarios de la Misa novus ordo y los partidarios de la Misa vetus ordo, de modo que la Misa, ese momento místico que debería marcar la experiencia de la máxima unidad y comunión fraterna, el factor supremo de esta unidad y comunión, es en cambio horriblemente profanado por una contraposición, un distanciamiento y un conflicto, que son irrazonables y odiosos, y que solo pueden estar inspirados por el demonio, pues lo que está sucediendo tiene todas las características de ser lo que Nuestro Señor Jesucristo ha llamado con voz profética: "la abominación de la desolación en el lugar santo" (Mt 24,16).
----------En el lugar en el que debería estar lo sagrado está en cambio el sacrilegio; en lugar de lo sublime lo banal; en lugar de la comunión fraterna, el desprecio mutuo; en lugar de la obediencia, la anarquía y la rebelión. En lugar de un concepto ortodoxo de Misa, un concepto herético. Conservación y progreso son puestos en contraposición, cuando deberían integrarse recíprocamente. Misa tridentina y Misa reformada son contrapuestas la una a la otra, cuando ellas son, fundamentalmente, la misma Misa de siempre, instituida por Nuestro Señor Jesucristo en la Última Cena. ¿Acaso se puede seguir adelante de este modo?
----------El Romano Pontífice se esfuerza por encontrar una solución, por poner paz entre las almas, por estimular y responsabilizar a los Obispos como moderadores de las celebraciones litúrgicas en sus diócesis, por promover la unidad en peligro, por recordarnos la sacralidad suprema y la altísima dignidad de la Misa, de la divina lex orandi como lex credendi, por repristinar la comunión socavada, por disciplinar y reglamentar la práctica del novus ordo y del vetus ordo, para que ellos puedan coexistir pacíficamente y complementarse entre sí, en la libertad de los fieles para acceder al uno y al otro del modo correcto.
----------El Papa hace el intento de volver a llamar a los extremistas y a los cismáticos, de consolar a los afligidos, de orientar a los desorientados, de calmar a los febriles, de confirmar a los inciertos, de quitar las amarguras, de suprimir los abusos de ambas partes, de hacer dialogar a las dos facciones enfrentadas, los lefebvrianos y los modernistas, de recomponer un contraste entre ellos que se prolonga desde hace sesenta años. Pero... ¿quiénes son los cismáticos a quienes el Papa pretende reconducir a la plena comunión eclesial?
   
La posición que sostiene la Hermandad Sacerdotal San Pío X
   
----------Seguramente no han sido pocos los católicos que, al leer el reciente motu proprio Traditionis custodes, se han hecho esa misma pregunta: ¿quiénes son los cismáticos a quienes el Papa pretende reconducir a la plena comunión eclesial? Son aquellos que: 1) rechazan el novus ordo como filo-protestante; 2) rechazan las doctrinas del Concilio Vaticano II como modernistas; y 3) rechazan como modernista el magisterio de los Papas del postconcilio. Entre estos cismáticos se encuentra evidentemente la Comunidad Sacerdotal San Pío X, como se desprende con claridad de las declaraciones de sus líderes en los últimos años.
----------En carta oficial del 15 de abril de 2013, el líder lefebvriano de entnces, declaró a todos los fieles de la fraternidad: "sobre la aceptación total del Concilio Vaticano II y la misa de Pablo VI, por lo tanto, en el plano doctrinal seguimos estando en el punto de partida, tal como ha estado puesto en los años '70 por monseñor Lefebvre". Y el 27 de junio de 2013, tenemos una clara declaración en el vigésimo quinto aniversario de las consagraciones episcopales por parte de Lefebvre. En ella se alardea del "acto heroico" de la ordenación de los cuatro obispos, y después se reitera que: "la causa de los graves errores que están demoliendo la Iglesia no reside en una mala interpretación de los textos conciliares... sino en los textos mismos... Este Concilio tiene un magisterio empeñado en conciliar la doctrina católica con las ideas liberales, un magisterio imbuido de los principios modernistas del subjetivismo... la Iglesia está prisionera de este espíritu liberal que se manifiesta evidente en la afirmación de la libertad religiosa, en el ecumenismo, en la colegialidad episcopal y en el nuevo rito de la misa". El líder actual ha confirmado estas declaraciones cismáticas y heréticas. A la vista del calibre de estas declaraciones no queda ninguna duda de quienes son en primer lugar esos "cismáticos" a los que se ha referido el Romano Pontífice, aunque, como veremos, no son los únicos.
----------El hecho de que el papa Francisco, durante el Año Santo de la Misericordia del 2016, haya concedido benévolamente a todos los sacerdotes de la Hermandad lefebvriana la jurisdicción necesaria para dar validez al sacramento de la Confesión que ellos administran, no quita en absoluto esta objetiva situación cismática. En efecto, un sacerdote válidamente ordenado, como es el caso de los lefebvrianos, es verdadero sacerdote, aunque sea cismático, porque tienen un concepto ortodoxo del sacerdocio, a diferencia de ciertos sacerdotes modernistas, aunque se hallen oficialmente en comunión con la Iglesia, los cuales, por su concepción rahneriana del sacerdocio, pueden ejercer el ministerio aunque su estado sacerdotal sea nulo.
----------Igualmente, el hecho de que el papa Benedicto XVI haya levantado en 2009 la excomunión de los cuatro obispos lefebvrianos, no sana esta situación de fractura de la comunión eclesial. En efecto, para esa ocasión el papa Ratzinger hubo de decir que hasta que la Hermandad no hubiera aceptado las doctrinas del Concilio, no podía ser considerada en plena comunión con la Iglesia.
----------Los lefebvrianos no están hoy excomulgados oficial y formalmente; pero esto no quita su estado de cismáticos. Ellos están, de facto, fuera de la comunión de la única Iglesia católica, aún cuando el Romano Pontífice no haya irrogado contra ellos una excomunión en sentido canónico. Pero, aún así, la hermandad lefebvriana no está canónicamente reconocida, precisamente por esta actitud cismática.
   
El Romano Pontífice llama a todos a la unidad en la legítima diversidad
   
----------Por otra parte, el papa Francisco hace bien en convocar a todos los católicos, y por lo tanto también a los lefebvrianos, quienes en repetidas ocasiones han manifestado su intención de retornar a la Iglesia Romana, en torno a la Misa novus ordo. El Santo Padre hace bien en convocar a todos a la Misa novus ordo como actual única lex orandi eclesiástica, dejando al mismo tiempo a los devotos del vetus ordo una justa libertad de frecuentarla. Es del todo comprensible y, de hecho, es su deber, dar la preferencia al novus ordo, en cuanto se trata de aquella modalidad de la Misa que ha surgido de la reforma querida por el Concilio Vaticano II en sustitución de la Misa de san Pío V reformada por san Juan XXIII en 1962.
----------Sin embargo, si se me permite una opinión, quisiera decir aquí que comprendo muy bien el dolor del Santo Padre por los hijos rebeldes y extremistas de ambos lados, progresistas y tradicionalistas. Sin embargo, tengo la impresión de que el papa Francisco pone demasiado el acento sobre la cuestión de la elección entre novus ordo y vetus ordo, y demasiado poco sobre la mayor importancia y atención para que todos los fieles acudan a la Misa como tal, más allá de su forma novus ordo o vetus ordo, así como una cosa debe ser evaluada por lo que en ella es sustancial, esencial, más que por lo que en ella es accidental.
----------En cualquier realidad humana, en cualquier realidad creada, lo accidental pasa; pero la cosa permanece, es decir, lo sustancial o esencial. Quien tiene una cosa está satisfecho con poseerla sustancial y esencialmente. Que la cosa posea accidentalmente este o aquel determinado accidente, poco interesa, incluso si es cierto que tenemos todo el derecho a preferir una cosa con ese determinado accidente o con esa determinada modalidad, en lugar de con otro determinado accidente u otra modalidad.
----------Me parece en particular que encontramos en el Motu proprio del Santo Padre una injusta disparidad de tratamiento entre los devotos de la Misa vetus ordo y los de la Misa novus ordo. De hecho, el Papa habla de "cismáticos" sólo en referencia a los primeros y no a los segundos. En efecto, si por desgracia es cierto que entre los devotos del vetus ordo hay quienes rechazan el novus ordo como filoprotestante y rechazan las doctrinas del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio por ellos considerados modernistas, es sin embargo igualmente cierto que entre los devotos del novus ordo existen modernistas, los cuales exteriormente quizás celebran la Misa de manera correcta, pero tienen un concepto herético de la Misa o del sacerdocio o de la Eucaristía o de la redención de Cristo o en otros campos.
----------Los modernistas, cuando no cometen abusos o profanaciones o deficiencias en el modo de celebrar, sin respetar las rúbricas, ocurre que se basan sobre esas concepciones heréticas mencionadas anteriormente. Ahora bien, quien celebra una Misa infectada por un concepto herético de Misa, claramente celebra una Misa inválida y nula. Se trata solo de una puesta en escena. Es el típico culto "con los labios y no con el corazón", contra el cual ya se lamentaban los profetas del Antiguo Testamento y el mismo Jesucristo. Aparte del hecho de que no es raro el caso de que los modernistas inserten herejías en sus homilías.
----------Ciertamente, si exteriormente el modernista ejecuta con precisión y corrección todas las rúbricas y las reglas litúrgicas, los fieles, que sólo ven el exterior, es claro que cumplen el precepto festivo y hacen válidamente la Comunión, porque en tal caso la gracia de la Iglesia suple la invalidez de la celebración.
----------Sin embargo, no se puede dejar de constatar que circulan respecto a las doctrinas antes mencionadas, variadas herejías, que en mi opinión, es necesario señalar con precisión y refutar, porque no hacen otro cosa que difundir entre los fieles ideas falsas que los alejan de una recta concepción de la Misa.
----------Por ejemplo, ¿qué Misa es aquella celebrada por un seguidor de Schillebeeckx, que no cree en la divinidad de Cristo, niega el primado del cristianismo sobre las otras religiones, niega la inmutabilidad del dogma, admite que cualquier bautizado puede decir Misa, y niega el doctrina de la transubstanciación?
----------¿Qué Misa es aquella, por ejemplo, celebrada por un seguidor de Rahner, que niega la función expiatoria del sacrificio de Cristo, que niega que el poder de consagrar caracterice la esencia del sacerdocio, que defiende el sacerdocio de la mujer, que concibe la gracia como vértice de la naturaleza, que niega la universalidad del la ley natural y la inmortalidad del alma, que dice que todos están en gracia, que concibe el mundo como destino de Dios, que confunde el pensamiento humano con el pensamiento divino?
----------¿Qué Misa es aquella de los seguidores de Kiko Argüello, quien concibe la Misa tan solo como evento creativo y carismático, desvinculado de su relación con el carisma jerárquico, de modo tal que la Misa ya no está regulada por las directivas de ninguna Jerarquía, sino por la fantasía o por la emoción o por la sensualidad ocasionales del sujeto, que se hacen pasar por inspiración e impulso del Espíritu Santo?
----------Esta desviación libertina y psicoemotiva fue desgraciadamente favorecida por el cardenal Suenens, en quien en un primer momento el papa san Paulo VI había depositado mucha confianza, pero de quien recibió luego una amarga desilusión, cuando Suenens le dejó intuir su falsa piedad.
----------Kiko Arguello cambia el concepto de Misa, afirmando que no radica en ser un sacrificio, sino en ser la "celebración del Misterio de la Pascua" y aprueba a Lutero por haber rechazado la doctrina de la transubstanciación. Argüello sostiene que en el Concilio Vaticano II "no se ha hablado ya del dogma de la Redención"; el pecado no es una ofensa a Dios, sino solo al prójimo o para uno mismo. Por lo tanto, no hay necesidad de una expiación, de una reparación o de una satisfacción por los pecados. El Concilio de Trento se equivoca cuando dice que Cristo "satisfecit Deo Patri pro nobis" (Denz.1529). Según Argüello, "las ideas sacrificiales y sacerdotales" son propias del paganismo; "la idea del sacrificio" hace "retroceder al Antiguo Testamento". Pero, ¿acaso Cristo en la Misa no se ofrece para la remisión de los pecados?
----------Para Argüello el hombre es pecador y por ende "no puede hacer otra cosa. Y no tiene culpa". Por lo tanto, es inútil "esforzarse" por cumplir la ley y "arrepentirse del pasado"; "nuestros pecados han sido perdonados". No es necesario ningún esfuerzo de la voluntad, no se necesita ningún mérito, porque "la vida eterna nos viene regalada gratuitamente", aunque seamos los peores pecadores. El cristiano, en cuanto agraciado por Cristo, es Cristo mismo. Se nota aquí un eco del panteísmo cristológico de Eckhart.
----------Pero entonces, si nuestras obras no sirven para salvarnos, ¿para qué celebrar la Misa? Según Argüello ¡todos estamos salvados por pura gracia y misericordia de Dios! Sigamos por lo tanto tranquilamente nuestros instintos, nuestras emociones y nuestras pasiones, con la certeza de que, si tenemos fe de estar salvados, entonces nosotros estamos efectivamente salvados. Argüello dice que es suficiente tener la "absoluta confianza en que Dios nos ama", cualquier cosa que hagamos o no hagamos.
----------¿Entonces Dios no reprueba y no castiga a nadie? A nadie, sino que todos son beneficiarios de su misericordia incondicionada. ¿Pero entonces, de qué sirve ofrecer un sacrificio por los pecados? Según Argüello quiere decir que no tenemos confianza en la divina misericordia.
----------Según Argüello, por otra parte, la Misa no es imploración de la divina misericordia, porque estamos ya misericordiados, no supone el arrepentimiento por nuestros pecados y el propósito de no cometerlos más y de hacer penitencia, todas cosas inútiles y de hipócritas, no es la aceptación serena de los merecidos divinos castigos en espíritu de reparación y con la voluntad de arrepentirnos, no debemos reparar nada, no es esperanza de salvación y de resurrección, no es agradecimiento (eucaristía) por habernos hecho gracia. No. Para él, la Misa es simplemente la fiesta para ser salvados y resucitados desde ahora.
----------Pero teniendo en cuenta todo esto, hay preguntas que deberíamos hacernos urgentemente. ¿Una Misa novus ordo de este tipo es preferible al vetus ordo de los lefebvrianos? ¿Quiénes son los que atentan más contra la Misa? ¿Los lefebvrianos, las ovejas negras de la Iglesia, o los seguidores de Schillebeeckx, de Rahner y de Argüello, admirados y tratados con todos los honores en vastos ambientes de la Iglesia?
----------¿Comete pecado más grave el sacerdote que se obstina en querer la balaustrada y el manípulo, que no quiere a la monja en el presbiterio, que se niega a dar la Comunión en la mano, que da la espalda al pueblo, que, en definitiva, celebra exclusivamente la Misa vetus ordo, o el sacerdote (admitiendo que se trate en realidad de un verdadero sacerdote) que celebra el novus ordo en modo "creativo" con la cabeza llena de inmundicia, de hipocresía, de blasfemias, de herejías y de impiedad?
   
Se trata de un asunto serio
   
----------Lo que está en juego es la esencia de la Misa. Los modernistas y los protestantes, con el pretexto del ecumenismo e instrumentalizando la apertura ecuménica de la Misa novus ordo, trabajan por una profanación y una secularización de la Misa. De su esencia de sagrada convocación del pueblo de Dios en torno al altar en el cual el sacerdote ofrece incruentamente el sacrificio de Cristo, quieren reducir la Misa a asamblea de condominio (Schillebeeckx, Radcliffe), a reunión misteriosófica (Rahner, Lotz), a mitin político (Gutiérrez, Boff), a bailanta o fiesta electrónica (Arguello), o a lección de teología (Barzaghi).
----------La Misa vetus ordo constituye un baluarte contra este diabólico intento. Pero al mismo tiempo la Misa vetus ordo no tiene esa legítima capacidad de agradar a los protestantes, mientras que la Misa novus ordo, en cambio, acercándose a los protestantes, los acerca a la Misa.
----------La Santa Misa es el alma de la Iglesia, de la unidad y de la comunión eclesial, la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana, la fuente inagotable del "agua viva, que brota para la vida eterna" (cf. Jn 4,14); en la Santísima Eucaristía está el origen divino de todas las gracias del cuerpo y de la sangre de Cristo para la remisión de los pecados; la convocación y la reunión del pueblo santo que se ofrece a sí mismo por las manos del sacerdote y junto a la ofrenda del sacerdote, que ofreciéndose a sí mismo por el pueblo, ofrece al Padre en la fuerza del Espíritu Santo, el sacrificio del Hijo, rationabile obsequium, un sacrificio de expiación y de redención, de amor, de reconciliación y de paz, de honor, alabanza y gloria al Padre.
----------En torno a la Misa se están desencadenando los poderes del inframundo, conscientes de que en torno a la Misa se juega el destino de la Iglesia y de la humanidad. Ha surgido la discordia precisamente donde los corazones deberían estar mayormente unidos. El "inicuo", del cual habla san Pablo (2 Tes 2,3) quiere instalarse en el templo de Dios. Se acumulan en torno a la Misa, faro de la verdad, las peores herejías. Donde debería triunfar el amor, he aquí el odio desenfrenado. Aquella que es escuela de virtud está insidiada por los vicios. Es necesario entonces, ahora también, que el Señor expulse a los mercaderes del templo.
----------El Santo Padre es el sumo pontífice y sumo sacerdote, es el sumo custodio y moderador de la liturgia, de la disciplina y de la administración de los sacramentos, de la plegaria eclesial, de la adoración eucarística, del culto divino. Al Romano Pontífice le compete la tarea suprema de reunir al pueblo de Dios en torno al altar. Al Vicario de Cristo le compete supremamente la tarea de ofrecer el Santo e Inmaculado Sacrificio en alabanza y gloria del Padre en el poder del Espíritu Santo, por los vivos y por los difuntos, por toda la Iglesia, con toda la Iglesia terrenal y la Iglesia celestial que en torno a él se reúne.
----------El papa Francisco ha hablado a menudo de misericordia y frecuentemente la ha practicado. Pues bien, ha llegado el momento en el cual la Iglesia misma le pide misericordia, herida en el corazón por esta atroz situación, que toca el corazón de la propia Iglesia, que es la Santa Misa.
----------Ha llegado el momento en el cual es necesario que el Papa, más que nunca, ejercite misericordia, porque más que nunca la misericordia tiene necesidad de ser ejercitada en el interior y en el corazón de la Iglesia: por el Papa hacia los necesitados de misericordia y por los hermanos hacia los hermanos.
----------Recientemente el Santo Padre ha emanado una bella encíclica sobre la fraternidad universal, es decir, sobre la fraternidad natural, que es la base de esa fraternidad sobrenatural de los hijos de Dios nacidos del bautismo. Pues bien, ha llegado el momento de que los hermanos se muestren hermanos en el interior de la Iglesia y en el corazón de la Iglesia, éste es el momento de dejar de considerar lo diferente como enemigo, de dejar de "exagerar las diferencias", como dice el Papa en el Motu proprio, cesar del doble juego y tomar posición neta y clara por Cristo contra el mundo para la salvación del mundo, de implementar un esfuerzo supremo para que cesen las discordias, las envidias, los protagonismos, los cismas, los partidismos, los extremismos, las herejías, las divisiones, las apostasías, los escándalos.
----------Que triunfen el equilibrio, la mediación, la serenidad, la síntesis, la armonía, el diálogo, el discernimiento, la benevolencia, la discusión constructiva, la reciprocidad, el amor mutuo, la legítima libertad, la obediencia a la ley, para que la propia Iglesia sea creíble en su predicación al mundo de la fraternidad y como fautora de paz y de reconciliación entre las naciones, los pueblos y los fieles de las diversas religiones.

6 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    a propósito de los errores de los lefrebvianos por una parte, y de los modernistas por la otra, usted ha escrito: "El Papa hace el intento de [...] suprimir los abusos de ambas partes".
    Ahora bien, con respecto a los lefrebvianos, el papa Francisco ha promulgado el Traditionis custodes, pero ¿con respecto a los modernistas? ¿Ha habido alguna intervención del Papa destinada a sanar los abusos litúrgicos que se producen durante las misas del novus ordo?
    Sabemos que en Alemania, a pesar del pronunciamiento contrario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, las parejas gay han sido bendecidas, con el apoyo de algunos obispos. ¿Puede mencionarme Ud. algún tipo de medidas papales destinadas a reprimir tales abusos?

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    1. Estimado Carlos,
      podemos decir que los abusos litúrgicos de los modernistas son variadísimos, por lo cual el Papa no puede detenerse y describir toda esa variedad de actos irregulares. Por otro lado, el Papa debe preocuparse de aquellos que, en la Iglesia, son los fenómenos más generales, ya sean ellos fenómenos loables o bien fenómenos reprobables.
      El deber de intervenir pertenece a los obispos, individualmente, quienes por cierto pueden faltar al celo que deberían tener para corregir los abusos.
      Pero debe comprenderse que el problema de la Misa de los modernistas no es tanto la ejecución externa del rito, donde ellos pueden ser celosos cumplidores de las rúbricas, sino que el verdadero problema radica en que ellos pueden ser comparados con los fariseos o los sacerdotes hipócritas, contra quienes polemizan respectivamente Jesucristo y los profetas del Antiguo Testamento.
      ¿En qué consiste esta hipocresía? En el hecho de que estos modernistas no creen en ciertos misterios de la fe que son necesarios para hacer válida la celebración de su Misa, como por ejemplo el valor expiatorio de la Redención, el carácter sacrificial de la Misa, la doctrina de la transubstanciación, la esencia específica del sacerdocio como poder de consagrar.

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  2. Sergio Villaflores, Valencia12 de septiembre de 2021, 6:25

    Estimado Fr Filemón:
    Usted ha escrito: "El hecho de que el papa Francisco, durante el Año Santo de la Misericordia del 2016, haya concedido benévolamente a todos los sacerdotes de la Hermandad lefebvriana la jurisdicción necesaria para dar validez al sacramento de la Confesión que ellos administran, no quita en absoluto esta objetiva situación cismática. En efecto, un sacerdote válidamente ordenado, como es el caso de los lefebvrianos, es verdadero sacerdote, aunque sea cismático, porque tienen un concepto ortodoxo del sacerdocio...".
    No puedo evitar imaginar una situación como la que le expongo a continuación. Supongamos que durante ese año 2016, un cristiano en el desarrollo del sacramento de la Reconciliación, haya declarado al confesor que no tiene intención de aceptar todos o parte de los pronunciamientos del Concilio Vaticano II, y le haya preguntado explícitamente al confesor si esta posición suya debe ser considerada pecaminosa, y por lo tanto, para obtener la absolución, él se debiera arrepentir de ella, prometiendo, de ahora en adelante, reconocer todas las enseñanzas del Concilio. Y supongamos que el sacerdote confesor haya sido lefebvriano, y haya asegurado y tranquilizado al penitente, diciéndole que hace bien en mantener su posición respecto al Concilio, y que esto no constituye pecado sino fidelidad a la "verdadera" iglesia, y le haya impartido la absolución.
    Primera pregunta: ¿una confesión así, se puede considerar válida?
    Segunda pregunta: ¿la intención o la esperanza del papa Francisco era que los sacerdotes lefebvrianos tuvieran que ejercer el ministerio de la Confesión, dejando de lado sus convicciones sobre el Concilio?

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    1. Estimado Sergio,
      el papa Francisco, al conceder a los sacerdotes lefebvrianos la jurisdicción necesaria para confesar válidamente, ha realizado un acto de gran confianza, al que se supone que estos sacerdotes hayan respondido con similar confianza y lealtad.
      Ahora bien, la pregunta que usted me hace es muy seria: ¿es pecado rechazar la Misa Novus Ordo, las doctrinas nuevas del Concilio y el Magisterio pontificio postconciliar? Por supuesto, es pecado de cisma.
      Por lo tanto, es necesario decir con claridad dos cosas.
      Por cuanto respecta al confesor, él debe exigir que, si el penitente se acusa de esos pecados, se arrepienta para poder ser absuelto. Si, en cambio, el confesor aprueba el acto cometido por el penitente, la confesión no es válida, porque está basada en un criterio de juicio equivocado.
      Por cuanto respecta al penitente, si se trata de un lefebvriano y ha pecado en los tres puntos antes mencionados (Misa, Concilio, Papa), debe acusarse de estos actos como pecaminosos, mostrando haberse arrepentido. Ahora bien, si guarda silencio sobre estos pecados, sabiendo que son pecados, está claro que no puede ser perdonado por Dios y, por lo tanto, la confesión no es válida.

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  3. Fray Filemón,
    Ud. con razón ha estigmatizado a los carismáticos de Kiko Argüello para los cuales: "es inútil "esforzarse" por cumplir la ley y "arrepentirse del pasado"; "nuestros pecados han sido perdonados". No es necesario ningún esfuerzo de la voluntad, no se necesita ningún mérito, porque "la vida eterna nos viene regalada gratuitamente", aunque seamos los peores pecadores".
    En este sentido, desearía llamar su atención sobre lo que dijo el Papa en la Audiencia general del pasado 18 de agosto:
    "Los Mandamientos están, pero no nos justifican. Lo que nos justifica es Jesucristo. Los Mandamientos se deben observar, pero no nos dan la justicia; está la gratuidad de Jesucristo, el encuentro con Jesucristo que nos justifica gratuitamente. El mérito de la fe es recibir a Jesús. El único mérito: abrir el corazón. ¿Y qué hacemos con los Mandamientos? Debemos cumplirlos, pero como ayuda al encuentro con Jesucristo. […] ¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al infierno? ¿O vivo también con esa esperanza, con esa alegría de la gratuidad de la salvación en Jesucristo? Es una buena pregunta. Y también la segunda: ¿desprecio los Mandamientos? No. Los cumplo, pero no como absolutos, porque sé que lo que me justifica es Jesucristo".
    Para evitar equívocos, no pretendo sostener que tales palabras del Papa sean cercanas a las de Argüello... sin embargo afirmar que los Mandamientos no tienen valor absoluto para la salvación, a tal punto que es Cristo que me justifica, ¿no hay riesgo de acercarse un poco demasiado, peligrosamente, al Protestantismo?
    Es el propio Jesús quien ha dicho: "El que acepta mis mandamientos y los observa, éste es el que me ama" (Jn 14,21).
    Y también ha dicho: "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn 15,9-11).
    De estas palabras de Cristo se desprende claramente que la fe y el amor por Él y por el Padre, no pueden separarse de la observancia de los Mandamientos, los cuales por lo tanto, para los propósitos de la salvación, no tienen un valor simplemente "relativo" (en el sentido de "no absoluto", secundario), sino fundamental.
    Las palabras del Papa ¿no corren el riesgo de ser interpretadas en el sentido de considerar la observancia de los Mandamientos, a lo más como un ideal al cual tender, pero si no pudiéramos alcanzarlo... no debemos temer al infierno, porque es la justicia de Cristo, gratuita, la que nos salvará?
    Gracias por atender a esta pregunta, y a la respuesta, al menos breve, que espero.

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    1. Estimado Berengario,
      comprendo sus dificultades para la lectura de las palabras del Papa. Conocemos desde hace años ciertos modos suyos de expresarse, que pueden generar el equívoco. Algunas palabras del Papa efectivamente pueden hacer pensar en las ideas filo-protestantes de Argüello.
      En particular, por cuanto respecta a la obediencia a los Mandamientos, el Papa parecería relativizar esa obediencia, pero en realidad eso no podemos pensarlo. Lo que está en el corazón del Papa es que, sin la gracia de Cristo, es imposible guardar los Mandamientos.
      Está claro que, como dice el Señor, para tener la vida eterna y para darle prueba de que lo amamos, debemos observar los Mandamientos.
      Por tanto, cuando el Papa dice que no son absolutos, no quiere decir que podamos hacer excepciones en la observancia de los Mandamientos, sino que pretende excluir ciertas actitudes rígidas, que no toman en cuenta las circunstancias y que terminan por constituir un verdadera desobediencia a los Mandamientos.

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