miércoles, 22 de septiembre de 2021

¿Recibir la hostia en las manos puede acaso ser un acto sacrílego? ¿Qué significa tocar la hostia consagrada?

¿Por qué razón han surgido tantas amargas discusiones acerca de la Comunión en la mano, no sólo en estos tiempos de pandemia, con las medidas sanitarias, sino desde hace décadas? ¿Puede existir de algún modo un sacrilegio al tocar a Jesús Sacramentado? ¿Cuáles son los motivos que aducen quienes rechazan la Comunión en la mano? ¿Qué argumentos deberían considerar para reflexionar acerca de su rigorismo?

La función del tacto en la Sagrada Comunión
   
----------Como bien sabemos, el uso del tacto tiene un rol esencial en todas las religiones y, por consiguiente, también en la Sagrada Escritura: ya sea considerado el tacto como representación física del acto con el cual lo divino llega al hombre (Is 6,7; Jer 1,9; Dn 10,16), ya sea como acto ritual del hombre con el cual la criatura humana entra en contacto con lo divino (Mt 14,36; 28,9; Lc 24,39; Jn 20,17).
----------Sin embargo, si en el Antiguo Testamento el tocar lo divino es un acto temerario (Ex 19,12), dada la indignidad del hombre de aquel entonces ante un Dios severo, con la venida de Cristo, Dios, que se ha dignado venir a morar en medio de nosotros, se deja tocar en la humanidad del Hijo, y es Dios mismo quien en Cristo se complace en tocar al hombre para sanarlo.
----------Debemos tener en cuenta que el tacto tiene una función esencial en los sacramentos y, en general, en las acciones sagradas, como ese sentido que se encuentra particularmente involucrado en la dinámica de la relación con Dios, o bien para significar que el hombre debe estar alejado de Dios por humildad, o bien, a la inversa, como transmisor de la gracia, en el sentido de darla y de recibirla.
----------Mientras que en el Antiguo Testamento tocar lo sagrado parece algo que es inconveniente y peligroso (cf. Ex 19,12), porque el hombre advierte fuertemente su indignidad y su distancia de lo divino, como hombre castigado y pecador, en el Nuevo Testamento, en cambio, Dios revelado en Cristo, y frecuentando misericordiosamente a los pecadores arrepentidos, quiere hacerse íntimo del hombre y de algún modo dejarse tocar (1 Jn 1,1; Lc 24,39) y abrazar (Mt 28,9; Jn 20,17). Nuestro Señor Jesucristo toca y sana (Mt 9,29; Mc 1,41; 7,33; 8,22) y quien lo toca sabe con certeza que puede curar (Mt 14,36).
----------Como bien sabemos, la práctica de recibir la Sagrada Comunión en la mano, un uso permitido ya desde hace décadas por la Iglesia y recomendado de modo especial por la Conferencia Episcopal Argentina como adecuada medida sanitaria preventiva en este período de pandemia, ha suscitado resistencias en un cierto número de fieles y en ocasiones incluso objeciones de conciencia, fieles a los cuales el papa san Juan Pablo II fue amablemente a su encuentro, concediéndoles la Comunión en la boca.
----------Sabemos como el uso de la Comunión en la boca tiene siglos de antigüedad, aunque está bien registrado que en los primeros siglos ya existía el uso de la Comunión en la mano. No sabemos qué ha prevalecido durante los primeros siglos. Ya he tratado de la diferencia de significado entre los dos usos en un artículo mío reciente y no volveré por el momento a ese tema. Aquí me gustaría detenerme brevemente en la cuestión del uso del tacto en los sacramentos en general y en particular en la asunción de la Comunión eucarística.
----------En el sacramento en general, el tacto es ciertamente vehículo de la gracia y esencial al sacramento, dado que el sacramento es signo sensible de la gracia, que produce aquella misma gracia que él significa. El sacramento, realidad material canal de lo espiritual, fruto del misterio de la Encarnación, es así, por tanto, del todo conforme y proporcionado a la naturaleza físico-espiritual del hombre.
----------Por eso el sacramento es un acontecimiento o un hecho que requiere una relación interpersonal concreta y directa, es decir, un verdadero y propio contacto o auricular o tangible o visible, por consiguiente no una relación a distancia o por interpósita persona, entre ministro y beneficiario del sacramento.
----------Por eso no está permitida una confesión sacramental a distancia, sino que sólo es válida la llamada confesión "auricular"; y en algunos sacramentos incluso existe la aplicación de la materia al cuerpo, el cual así siente el contacto de la materia que le viene aplicada. En el matrimonio, el acto sexual asume un valor sacramental. Pero el sacramento en el cual el tacto se eleva a su máxima valoración es la Eucaristía, por la cual el fiel toca una materia sensible (las especies eucarísticas), que custodian otra materia mucho más elevada, esta no sensible sino inteligible a los ojos de la fe: la sustancia del Cuerpo de Cristo.
----------Tocar la hostia es tocar los accidentes del pan. Pero ellos esconden la sustancia del Cuerpo del Señor, al cual están unidos por concomitancia la sangre, el alma y la Divinidad. Por consiguiente, en cierto modo, aunque indirecto y sacramental, tocamos a Dios, y podemos decir con la hemorroísa: "Si puedo aunque sea solo tocar su manto, seré curada" (Mt 9,20). Los accidentes eucarísticos son el manto de Cristo.
----------Algunos fieles habituados a la Comunión en la boca experimentan ese sentimiento de indignidad al tocar a Jesús sacramentado, que recuerda la piedad vigente en el Antiguo Testamento. A ellos les parece casi una profanación tocar la hostia con la mano. Consideran que solo el sacerdote sea digno de tocar la hostia con la mano. Creo que deberían reflexionar sobre el hecho de que Jesús se ha dejado tocar por los hombres. Lo importante es tocarlo con fe, amor y un corazón purificado o arrepentido.
----------Por otra parte, podríamos preguntar a esos fieles: ¿por qué no experimentan esa misma reticencia hacia la lengua? Podrían respondernos: porque la lengua es obviamente necesaria para comer el Cuerpo del Señor, mientras que la mano no es necesaria. Pero similar reticencia no tiene ninguna razón de ser, si pensamos que Jesús se complace en ser tocado por un corazón puro y arrepentido.
----------¿Se puede amar sin tocarse? Tocarse no quiere decir necesariamente ensuciar o ensuciarse, si las manos están puras. Sentimos cuánto nos cuestan las distancias obligatorias a causa de la pandemia y el deber de renunciar al signo de la paz en la Misa.
   
¿Qué quiere decir comer el Cuerpo del Señor?
   
----------Nos parece comer simplemente pan o tocar simplemente pan. Pero nosotros sabemos que este no es el caso. Nuestro tocar y comer es obviamente un acto físico-material-sensible. Pero, ¿qué es lo que físicamente tocamos y comemos? ¿El Cuerpo del Señor? ¡No! Tocamos y comemos físicamente los accidentes del pan, los cuales por otra parte actúan en el estómago exactamente como si se tratara de verdadero pan, produciendo, junto con la actividad del aparato digestivo, los mismos efectos fisiológicos, químicos y nutritivos.
----------La naturaleza física y biológica no sabe nada del misterio de la transubstanciación. Para ella los accidentes del pan están con la sustancia del pan y por lo tanto ella actúa según las leyes biológicas y químicas, que Dios mismo le ha dado. Pero a la naturaleza no le interesa nada nutrirse de Cristo y ni siquiera sería capaz de hacerlo. A ella le basta obedecer a sus leyes y ya así ella está unida a Dios.
----------Nutrirnos de Cristo nos interesa a nosotros y sólo nos es posible a nosotros, entes espíritu-corporales, capaces de participar de la vida divina, mens capax Dei, como decía san Agustín, y por eso somos nosotros y no la naturaleza, privada de inteligencia, quienes conocemos que el pan ya no es pan, sino el Cuerpo del Señor y, por lo tanto, quienes gustamos la inefable dulzura del alimento eucarístico.
----------¿Pero entonces, qué quiere decir el Nuestro Señor Jesucristo, cuando dice que debemos "comer su carne"? Cuando les ordena a los apóstoles el "comer", ¿qué es este comer? Jesús no dice "comed los accidentes del pan", sino "comed mi Cuerpo", porque no dice: "esto es pan", sino "esto es mi cuerpo". Sin embargo, ¿cómo los apóstoles no podrían dejar de comer los accidentes del pan?
----------Pero, por otra parte, si Jesús no se refiere a un comer físico, ¿qué clase de "comer" es? ¿De qué comer se trata? ¿Comer en qué sentido? Jesús ni siquiera explica, como sí lo hará mucho más tarde el Concilio de Trento, que quiere decir: "comed la sustancia de mi Cuerpo privado de los accidentes".
----------¿Pero qué quiere decir que comemos la sustancia del Cuerpo sin los accidentes? Sin embargo, se trata precisamente de esto. Por tanto, es un comer espiritual, misterioso, sobrenatural, captable sólo por la fe, un comer cuya esencia supera aquello que podemos comprender con nuestra sola razón.
----------Se trata de comer un Cuerpo humano hipostáticamente unido a Dios. En cierto modo es un nutrirnos de Dios, aunque obviamente esta expresión no pueda ser tomada a la letra, si no sería absurda. Y sin embargo, nutriéndonos de este Cuerpo divino, recibimos una vida divina, que es la vida de gracia, participación de la vida divina que nos asimila a Aquello que comemos, o sea a Cristo mismo.
----------Aparte de la necesaria preparación que nos es requerida para hacer dignamente la Sagrada Comunión, no nos es requerido un especial esfuerzo de la voluntad o un especial y enérgico acto de virtud, sino un acto simplicísimo, el de abrir la boca y comer, cosa que hacemos desde recién nacidos, ya sea que recibamos la hostia de la mano del ministro, o que la hayamos recibido en nuestra mano.
   
La función de la vista
   
----------Es muy importante, útil y saludable mirar devotamente por un cierto tiempo a la Hostia consagrada durante la adoración eucarística. Ciertamente la vista ve un simple y pobre disquito blanco. Pero, de hecho, el color blanco ya es muy significativo de la pureza y de la verdad.
----------El blanco es la síntesis de todos los colores. El color blanco en la Misa para los Santos es el símbolo de la santidad. El bautizado está revestido de una túnica blanca. El alba para la Misa es blanca. En el Apocalipsis, los que triunfan con Cristo en la victoria final visten el manto blanco (Ap 3,4-5).
----------En el Evangelio los ángeles aparecen en blancas vestiduras (Mt 28,3). En la Transfiguración el Señor aparece con un manto blanco (Mc 9,3). En Japón el blanco es el símbolo de la inmortalidad. Pero más allá de esto es necesario con el intellectus fidei que nos elevemos más allá de lo sensible para considerar y adorar a Quien está escondido en ese disquito blanco. Es necesario hablarLe, interrogarLe, alabarLe, agradecerLe, escucharLe, implorarLe, como han hecho y hacen todos los Santos.
----------Por consiguiente, es bueno mirar la hostia y el cáliz también en el momento de la elevación de la hostia y del cáliz en la Misa. Al respecto, el celebrante haría bien en mantener en alto durante algunos instantes a las dos sacratísimas oblatas, para que así los fieles puedan contemplarlos piadosamente. En ese momento el celebrante se vuelve hacia Dios Padre que está en los cielos y por eso sería bueno que su mirada se volviera hacia arriba como lo hacía Cristo cuando invocaba al Padre y como es costumbre de rezar en todos los pueblos, porque Dios está en lo alto y Él mismo es el Altísimo.
----------Ahora no es el momento, como hacen algunos, de mirar hacia abajo. Si le ofrecemos un don a alguien, ¿acaso no lo miramos a la cara? En todo caso, los ojos bajos se adaptarían al penitente o al meditador. Pero aquí no se trata ni de meditar ni de manifestar el propio arrepentimiento, sino de mirar con admiración y respeto al Ente sumo y supremo, con esa admiración semejante a la del escalador que, todavía en el valle, contempla extasiado la estupenda majestuosidad de la cadena montañosa, la cordillera que está frente a él.
   
Lo que dan los sentidos y lo que da la fe
   
----------Lo que a los sentidos se presenta como cualidad sensible del pan, por ejemplo el sabor o el color, es realmente cualidad sensible del pan o, como se dice en filosofía, "accidente" del pan o en liturgia, "especie" del pan. Pero sabemos por fe en la transubstanciación que en la hostia está presente el cuerpo mismo de Cristo a modo de sustancia, o sea la sustancia de su Cuerpo sin los accidentes, por lo tanto sin el peso, las dimensiones, las cualidades sensibles o los componentes físicos.
----------Por otra parte, la sangre de Nuestro Señor Jesucristo se encuentra bajo las especies del vino. Sin embargo, en la hostia consagrada está el Cuerpo glorioso del Señor, ese mismo Cuerpo que está en el cielo. Pero mientras allí en el cielo este Cuerpo tiene sus accidentes, en la hostia consagrada sólo existe la sustancia en la cual, en virtud de la consagración, se ha convertido la sustancia del pan.
----------Ahora bien, ¿en la hostia consagrada está el Cuerpo físico del Señor? Para responder de modo correcto a esta pregunta, es necesario previamente ver qué entendemos por "físico". Si entendemos físico en el sentido de la física experimental, la cual experimenta y mide los cuerpos físicos de este mundo, entonces ciertamente se debe decir que en la hostia consagrada no está el Cuerpo físico, en el sentido de que el Cuerpo no está allí con sus dimensiones y cualidades sensibles, que solo tiene en el cielo.
----------Pero si por físico entendemos, en cambio, físico en el sentido de material, entonces está claro que se trata del Cuerpo físico, ya que un cuerpo inmaterial no existe. Sabemos que un cuerpo es, por definición, una sustancia compuesta de materia y de forma. Sustancia inmaterial es solo el espíritu. Pero el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo en la hostia consagrada es su verdadero Cuerpo, aunque sea a modo de sola sustancia. Y, sin embargo, se trata de sustancia material.
----------También encontramos en algunos fieles la convicción de que sólo las manos del Sacerdote sean dignas de tocar la Santísima Eucaristía. Esta idea tiene un cierto fundamento, en cuanto que es el Sacerdote quien consagra el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, por otra parte, la Eucaristía es un alimento: ¿y por qué un alimento no podría ser tomado con las manos? Pero el caso es que no se trata de un alimento como cualquier otro, porque no es un alimento subordinado a nosotros, sino que somos nosotros los que estamos subordinados a este alimento, que bajo las especies del pan esconde el Cuerpo del Señor.
   
Medidas sanitarias contra el covid
   
----------Sabemos cómo nuestros Obispos recomiendan hacer la Comunión en la mano, sobre la base de las indicaciones provenientes del ambiente profesional médico. De todos modos, ya el papa san Juan Pablo II, en su momento, hizo saber que cualquier persona que tenga serios problemas de conciencia para seguir esta práctica, puede recibir la Comunión en la boca.
----------¿Pero, ahora bien, por qué es mejor en la mano que en la boca? Porque es más fácil que la mano del sacerdote toque la lengua de los fieles que la mano. Y además, la lengua es un medio de contagio mucho más eficaz que la mano. Por otra parte, hay que recordar que es fácil para el sacerdote tocar la lengua del fiel, mientras que para el sacerdote es mucho más fácil evitar tocar la mano.
----------Si entonces el fiel es un portador sano, puede suceder que la mano del sacerdote, si toca la lengua del fiel, quede infectada, por lo cual la mano del sacerdote, tocando la lengua de otro fiel, puede transmitir el virus a ese otro fiel. Indudablemente, se supone que el sacerdote está inmunizado. De esta forma él está defendido en caso de que toque la lengua o la mano de un fiel portador sano.
----------Si, por el contrario, el sacerdote fuera un portador sano, podría contaminar la hostia. En cuyo caso los fieles, al ingerir la hostia, podrían quedar infectados. Por eso, el uso del desinfectante antes de la distribución de la Comunión actúa para impedir la transmisión del eventual virus.
----------Según algunos, la hostia no puede ser contaminante porque está protegida contra el virus por el Cuerpo del Señor. Pero esta es una idea del todo irrazonable, porque nada impide que el virus se adhiera a las especies eucarísticas. Por consiguiente, contar con la presencia real del Cuerpo del Señor evitando las adecuadas precauciones profilácticas es un acto de tentación de Dios. De hecho, no es lícito, como nos enseñan las tentaciones de Cristo en el desierto, pretender de Dios un milagro donde está en nuestras manos obtener con nuestras fuerzas lo que esperaríamos obtener con el milagro.
----------El fiel que recibe la Comunión en la mano debe controlar atentamente que no queden fragmentos en la mano. Si los encuentra, recójalos con la lengua, sin exageradas indagaciones. Es suficiente con remediar según lo que se ve a simple vista. Fragmentos invisibles pueden existir, y Cristo también está presente en ellos. Pero, evidentemente, Él no nos pide que lo remediemos. Nemo ad impossibilia tenetur.
----------La partícula puede caer accidentalmente, ya sea tanto en el caso de la Comunión en la mano como en el caso de la Comunión en la boca, ya sea por descuido del sacerdote o por descuido de los fieles. Si el piso ofrece suficientes garantías higiénicas, puede ser bueno que el sacerdote o el fiel recogieran y asumieran esa partícula. De lo contrario, corresponderá al sacerdote proveer.

8 comentarios:

  1. Estimado Fray Filemón,
    estoy de acuerdo con lo que escribe sobre la igual dignidad de recibir la Eucaristía mediante las manos o sobre la lengua. Solo una objeción (y una pregunta) respecto a cuando usted dice que tentaríamos al Señor si lo hiciéramos sin guantes. Aparte del hecho de que ahora muy pocos sacerdotes los usan, los milagros eucarísticos parecen indicar que la hostia consagrada no está contaminada por hongos, virus o bacterias. Es decir, parecería que Jesús mismo nos indica que no tengamos miedo de Su Cuerpo.

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    1. Estimado Sergio,
      no he dicho en absoluto que "tentaríamos al Señor si lo hiciéramos sin guantes" y mucho menos he querido decirlo.
      He dicho que tentaríamos al Señor si, considerando que al tener en nuestras manos la Hostia Consagrada, la consideráramos como una defensa contra el covid, gracias al poder divino contenido en el Cuerpo de Cristo.
      Ahora bien, si Dios quisiera, podría efectivamente conferir a la Hostia tal poder defensivo. Sin embargo, el hecho mismo de que nuestros obispos nos recomienden tomar la Comunión en la mano, usar desinfectantes y una serie de medidas profilácticas, significa que nosotros los fieles no podemos contar con un divino poder profiláctico, que pueda estar contenido en la Hostia Consagrada.
      Es cierto que existen los Milagros Eucarísticos; sin embargo, el buen cristiano, cuando dispone de medios naturales para defenderse contra una pandemia, no puede contar con el milagro sin tentar a Dios.
      ¿Y qué significa tentar a Dios? Significa pretender de Dios una intervención milagrosa, sobre un problema que podemos resolver con nuestras propias fuerzas. Esto significa que el Señor, a través de nuestros obispos, nos hace saber que debemos adoptar contra el covid, aquellos medios sanitarios que nos ponen a nuestra disposición las autoridades competentes.

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  2. Estimado Padre,
    Le agradezco vivamente, en la esperanza de que su enseñanza ayudará a muchos a no crearse escrúpulos basados ​​en nada o en distorsiones derivadas de presuntas experiencias "místicas". En internet circulan las afirmaciones, sobre las que se apoyan sobre todo los así llamados "tradicionalistas", de un sacerdote colombiano que ya no daría la comunión en la mano por haber visto, en una de sus supuestas "visiones", a Jesús pisoteado por los fieles que reciben la Comunión en la mano y de pie, como si Jesús pudiera ser pisoteado.
    Lamentablemente, todo el mundo puede pisar fragmentos de forma involuntaria e involuntaria. Si esto fuera hecho con plenitud de voluntad, realmente sería un grave sacrilegio, pero si esto sucede de modo inadvertido, ciertamente nadie puede ser inculpado. Por lo demás, como usted bien ha escrito, los fragmentos también pueden caer en el acto de dar la Eucaristía en la boca, e incluso poniendo todos los cuidados posibles.
    Desafortunadamente, hoy existen muchos que prefieren escuchar y ser instruidos por fantasías y por ingenuos que creen en las fantasías, en lugar de someterse a la sana doctrina y la enseñanza de la Iglesia.

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    1. Estimado J.M.C.,
      estoy muy contento de haberle satisfecho con mis palabras, y espero también que los fieles tomen en consideración las cosas que digo, que considero conformes, como usted mismo me confirma, a la pastoral eclesial y a las normas de la prudencia.
      A los sacerdotes nos queda muchísimo trabajo por hacer, porque lamentablemente es cierto que muchos prefieren escuchar verdaderas o supuestas revelaciones privadas, o incluso escuchar a charlatanes movidos por la fantasía, cuando no por un odio formalmente herético y cismático, antes que escuchar las indicaciones de nuestros Obispos o incluso del magisterio de la Iglesia o del Papa.

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  3. Estimado padre Filemón,
    he leído su interesante artículo sobre la Eucaristía. Pero, francamente hablando, me parece lamentable su excesiva atención por las medidas sanitarias relacionadas con la celebración de la Misa durante esta pandemia. Creo que la Gracia podría resultar contaminada, diluida o incluso podría perderse en esos procedimientos sanitarios.
    Usted dice que al recibir la Eucaristía no se toca el cuerpo de Jesús, pero tocar el pan es como si tocáramos lo que la mujer hemorroísa tocó para su curación: el vestido de Jesús. ¿Se trata de una opinión solo suya, o está apoyada por los Padres de la Iglesia o por algún teólogo o místico?
    Y una segunda pregunta: el Cristo de quien hablamos en la Eucaristía, ¿es el Cristo resucitado o, como han indicado otros, es el cuerpo sufriente de Cristo, que se prepara para afrontar la Pasión? Personalmente siento más la presencia del Cristo del Jueves Santo, que el del Domingo de Pascua.
    Gracias por adelantado, estimado Padre.

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    1. Estimado Silvio,
      la puesta en práctica de las medidas sanitarias durante esta pandemia del covid, saneamiento necesario para evitar riesgos de contagio, no tiene nada que ver con la gracia del Sacramento de la Eucaristía. En efecto, mientras el saneamiento es una práctica médica destinada a mantenernos al reparo del contagio, la gracia del Sacramento se sitúa en un plano ontológico infinitamente superior al físico, plano físico que concierne a dicho saneamiento. Por ello, no tiene sentido plantear la hipótesis de que la gracia pueda recibir algún daño de la práctica sanitaria antes mencionada, en cuanto que la gracia pertenece precisamente al ámbito de lo divino, que domina desde lo alto cuanto sucede en el plano físico. La gracia es destruida solo por el pecado, por ejemplo, si uno recibe la Sagrada Comunión sin estar en gracia.
      Por cuanto respecta a la cuestión del tocar el Cuerpo de Cristo, tenga usted presente que nuestro tocar tiene por objeto una cosa tangible. Ahora bien, ¿qué existe de tangible en la Eucaristía? Evidentemente la Hostia consagrada, en cuanto que se trata de un objeto que puede ser tocado con el sentido del tacto, es decir, nosotros tocamos los accidentes del pan, que permanecen incluso después de la transubstanciación.
      Por cuanto respecta al Cuerpo de Cristo, en cambio, Él está presente en la Hostia, que no es ya pan sino que es el Cuerpo de Cristo, no con sus dimensiones tangibles, el peso, el color y la figura, o, como se dice, con sus accidentes, sino a modo de sustancia.
      Lo que quiere decir que usted no puede tocar propiamente el Cuerpo de Cristo, porque faltan los accidentes, entre los cuales en particular destaca la tangibilidad. Por eso, lo que usted propiamente toca son los accidentes o especies eucarísticas, es decir, la tangibilidad de la Hostia consagrada. Por otra parte, tenga presente que, dado que en la Hostia está la sustancia del Cuerpo del Señor, ya no existe la sustancia del pan, porque ha tenido lugar la transubstanciación, es decir, la conversión de la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo del Señor.
      Lo que he expuesto no son mis opiniones personales, sino que es lo que se puede recabar o deducir con seguridad, vale decir, con certeza, del dogma de la transubstanciación.
      Por cuanto respecta a la cuestión de la muerte del Señor, es necesario hacer una distinción. Jesús ha muerto hace 2000 años y ya no muere más, sino que vive glorioso en el cielo. Sin embargo, la Santa Misa es la re-actualización incruenta del Sacrificio de Cristo, que tiene lugar en la doble consagración del pan y el vino, que devienen Cuerpo y Sangre del Señor. Por consiguiente, en cada Misa Jesús místicamente muere y resucita, porque Jesús se ofrece en Sacrificio para la remisión de los pecados. Otra cosa son en cambio, la Hostia y el Vino consagrados: en ellos la muerte de Cristo no está absolutamente presente, porque se trata del Cuerpo de Cristo Resucitado.
      Por consiguiente, es necesario distinguir el Sacrificio de Jesús en cuanto hecho físico que tuvo lugar hace 2000 años en la cruz (aquí Jesús murió, para resucitar a los tres días), y el Sacrificio que Jesús hace de Sí al Padre en el momento en el cual el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración del pan y del vino. Este Sacrificio es el mismo del Gólgota, pero, en cuanto Sacrificio divino, está por encima del espacio y del tiempo y, por lo tanto, está siempre presente en el momento de la Santa Misa.
      Estos conceptos también se recaban de los dogmas de la Transubstanciación, de la Redención y de la Esencia de la Santa Misa (consulte, por favor, el Catecismo de la Iglesia, nn.1322-1419).

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  4. El paseador de perros22 de septiembre de 2021, 18:00

    Hubo muchos argumentos a favor de la comunión en la mano.

    * Algunos planteaban:
    - los primeros 1000 años en la boca.
    - Los siguientes 1000 años en la mano.
    - En el tercer milenio ambas formas.

    * Otros plantearon que se vuelve a la praxis de la Iglesia primitiva.

    * Otros quisieron darle un sentido teológico:
    - En la mano es el hermano de Cristo que recibe su alimento.
    - En la boca es la creatura que recibe su alimento.

    Lo que es cierto es que son dos modalidades. Una fue abandonada hace varios siglos por ser "complicada" con respecto a la reverencia sobre las partículas de la hostia que, como bien indica el artículo, son cuerpo de Cristo.
    La Iglesia la reintrodujo a modo de indulto para legislar los abusos (un poco como lo de la Misa de San Pío V) y se fue difundiendo en muchos lugares. Hoy creo que es práctica bastante común.
    Con la gripe aviar se intentó obligar a la comunión en la mano por razones sanitarias. Hoy nuevamente.
    Queda perfectamente claro que no hay razones sanitarias para ello. Es más común pero menos incómodo tocar la mano de los fieles que sus labios. Esto sabe cualquier sacerdote. Y es un derecho del fiel recibir la comunión como mejor le parezca dentro de las formas permitidas por el derecho.
    Los argumentos que dan los fieles no son siempre los mejores. Les aclaro que los que dan los sacerdotes tampoco.
    Si os sacerdotes dejaran de torturar a sus fieles y los obispos a los sacerdotes y el papa a los obispos, las cosas irían bastante mejor.

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    1. Estimado "El paseador de perros",
      estoy sustancialmente de acuerdo con lo que usted dice. No entro en los detalles, habiendo ya hablado muy en concreto y en detalle en mis artículos anteriores (véase mi artículo en varias partes acerca de los lamentable sucesos de la diócesis de San Rafael, el año pasado). Y después de todo, en lo que usted plantea, estamos más que nada en el plano de las meras opiniones. En líneas generales, creo que el sacerdote y el fiel se deben encontrar en un plano de caridad, de mutua comprensión y de mutua aceptación.
      En principio, está claro que la Comunión debe hacerse en la mano, según las actuales disposiciones de la Conferencia Episcopal Argentina, homologadas por cada Obispo en su diócesis. Pero no se trata de normas absolutas, porque el mismo papa san Juan Pablo II, que admitía la comunión en la mano, dijo sin embargo que, si un fiel por motivos de conciencia prefiere la comunión en la boca, se lo debe satisfacer.
      Yo soy contrario a esos sacerdotes que imponen la Comunión en la mano, como si fuera un Mandamiento divino, pero también soy contrario a esos fieles pedantes, que desprecian la Comunión en la mano como si fuera un sacrilegio o una profanación del Cuerpo de Cristo (algo de todo esto sucedió en la mencionados acontecimientos de San Rafael).
      Es necesario evitar estas dos rigideces opuestas y situarnos en un plano de mutua aceptación. Si el sacerdote hoy tiene la obligación (en línea de máxima) de dar la Comunión en la mano, debe recordar que él es un servidor de los fieles, de manera similar -digamos, si me lo permite- al cantinero, el cual, cuando entra un cliente al bar, no lo obliga a tomar coca-cola o una cerveza, sino que le pregunta qué quiere. Pero por otra parte, es una gran virtud del fiel adaptarse a aquello que el sacerdote hace en nombre de la Iglesia, porque lo que cuenta, lo que en realidad importa, es hacer la Comunión, ya sea en la boca o ya sea en la mano, y en modo particular hacerla con las debidas disposiciones de humildad y de obediencia a la Iglesia.

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