jueves, 23 de septiembre de 2021

San Pío da Pietrelcina, el papa san Juan XXIII, y el sacerdocio

En el día en que la Iglesia celebra las heroicas virtudes cristianas de san Pío de Pietrelcina, recordémoslo junto a otro santo de nuestro tiempo, el papa san Juan XXIII. Habiendo sido contemporáneos, ambos son santos, y sin embargo diversos en sus vocaciones, en sus carismas y en sus ministerios.

----------San Pío de Pietrelcina [1887-1968] y San Juan XXIII [1881-1963]. Un humilde fraile capuchino y un supremo pastor de la Iglesia: ¡qué diversidad de vocaciones, de carismas, de ministerios! Y sin embargo, ¡Santos ambos! Es ésta, una de las maravillas de la santidad: la esencial concordia y unidad entre dos personas acerca de los valores fundamentales de la fe, vividos en las modalidades más diversas y a veces aparentemente contrastantes. E incluso en los Santos, no falta cada tanto algún conflicto, como por ejemplo el famoso contraste entre san Agustín y san Jerónimo, o entre san Felipe Neri y san Camilo de Lellis, o entre san Pío X y el cardenal Ferrari y el siervo de Dios Joseph Lagrange OP.
----------Muchos son los aspectos de estos dos Santos, que evidentemente no pueden ser tratados en el espacio de este breve artículo. Quisiera detenerme sólo en uno, pero extremadamente rico e importante, que constituye lamentablemente una manzana de discordia dentro de la Iglesia de hoy: la concepción del sacerdocio según el Concilio Vaticano II, con particular referencia a la misión doctrinal del sacerdote.
----------El padre Pio da Pietrelcina murió en 1968, precisamente el año en el cual estalló la famosa "protesta" en la Iglesia (pensemos solo en el drama que siguió a la publicación de la encíclica "Humanae vitae") una "contestación" o desafío provocado por una falsa interpretación del Concilio Vaticano II, visto como giro epocal o movimiento de ruptura con todo el cristianismo precedente.
----------En realidad, el padre Pío no parece que haya tomado posiciones personales particularmente significativas frente al Concilio. Es de suponer que él lo haya recibido como verdadero hijo fiel y obediente de la Iglesia, tal como siempre lo había sido también en grado heroico. Pero no parece que él haya retomado en particular los temas innovadores, para llevarlos a ulteriores desarrollos. No era ésta su misión. El Padre Pío, que siempre vivió en la plena ortodoxia, no fue un teólogo, sino un perfecto y puro ministro de Cristo, "ministro de la Sangre", como habría dicho santa Catalina de Siena, todo concentrado en los tres elementos esenciales del sacerdocio: la Misa, que consagra el Cuerpo real del Señor, la Confesión y la caridad hacia los pobres y los que sufren, que constituyen el cuidado del Cuerpo místico de Cristo.
----------En cuanto a la Misa reformada, que ya inmediatamente después del Concilio se estaba perfilando, él pidió y obtuvo de los Superiores el permiso para continuar con aquella Misa del preconcilio, por otra parte sin ningún desprecio por aquella que sería llamada la "Misa de Pablo VI".
----------Ambos, tanto san Pío de Pietrelcina como san Juan XXIII, fueron enamorados de la Santa Misa: el padre Pío, sobre todo acentuando el valor tradicional del sacrificio y de la adoración; mientras que el papa Juan, sin excluir en absoluto estos elementos esenciales y perennes, sobre todo buscando una forma nueva de liturgia o de ceremonial, que fuera más accesible y comprensible para el hombre de hoy sediento de Dios, pero también de comunión fraterna y de esperanza en un futuro de paz y de justicia.
----------El padre Pio y el papa Juan fueron dos figuras, como he dicho, muy diferentes de pastores, de sacerdotes y de maestros de la fe. Ambos fueron profetas, pero cada uno de una manera muy diferente: el padre Pío en el sentido genuinamente carismático y milagroso de la profecía, en cuanto predicción de actos libres de las individuales personas; mientras que el papa Juan lo fue como heraldo o anunciador de un "nuevo Pentecostés", que habría debido ser, pero que podemos decir que sólo se ha realizado en parte.
----------Ambos fueron pastores enérgicos, celosos y de aliento universal: el padre Pío, que atraía almas de todo el mundo, sin desdeñar, cuando era necesario, una justa y saludable severidad; el papa Juan, abierto a todo el mundo, más atento al diálogo con el hombre de hoy, católico o no católico, creyente o no creyente, siempre que sea de buena voluntad y abierto a la verdad. El padre Pio leía en los corazones; el papa Juan, en los signos de los tiempos, a la luz de una teología de la historia inspirada en el Evangelio.
----------Ambos fueron taumaturgos: el padre Pio en el sentido literal de la realización de milagros físicos; mientras que el papa Juan, en el haber promovido ese milagro eclesial de sabiduría y renovación espiritual que ha sido el Concilio Vaticano II, cuya fuerza innovadora Jacques Maritain parangonó con el "fuego del Espíritu Santo" en su famoso libro, precisamente de 1966, Le paysan de la Garonne, aunque lamentablemente, después de más de cincuenta años de vida eclesial, hay que decir con dolor y casi con consternación que las propuestas conciliares han sido en gran parte mistificadas o no implementadas.
----------Ambos fueron servidores de los pobres: el padre Pío, en el liberar las almas del demonio y enriquecerlas con los dones de la divina misericordia, sobre todo en el sacramento de la Penitencia, sin excluir la atención a los pobres en sentido material (basta tener presente la Casa Sollievo della Sofferenza); el papa Juan en el haber promovido, mediante el Concilio, un nuevo y más eficaz modo de anunciar el Evangelio a los pobres de todo el mundo, según las necesidades de nuestro tiempo.
----------Ambos fueron hombres de la esperanza y paladines del advenimiento del Reino de Dios: el padre Pío, en el hacerlo gustar en lo más íntimo del alma liberada del pecado e invadida por el Espíritu Santo; el papa Juan, en el promover ese Concilio que ha querido hacer pregustar al hombre desde aquí abajo, aunque siempre gracias a la Cruz de Cristo, la plenitud escatológica de la final resurrección y de la "pacem in terris", efecto de los "cielos nuevos" y de la "tierra nueva" que nos han sido prometidos.
----------Ambos fueron ministros del Señor preocupados por que la Tradición doctrinal se conserve intacta y se transmita intacta a las generaciones futuras; de un modo particular el padre Pio, en el ejercicio cotidiano del sagrado ministerio por las almas individuales; de otro modo el papa Juan, con la intención de presentar al mundo moderno el inmutable depósito de la divina Revelación con un lenguaje moderno, comprensible y adecuado al hombre de nuestro tiempo. Un lenguaje pastoral, el del Concilio, de tipo más bíblico, homilético y patrístico, no sólo para las enseñanzas puramente pastorales, sino también para las dogmáticas, renunciando a una cierta terminología tradicional de tipo técnico, escolástico o dogmático. Por lo demás, el mismo lenguaje pastoral, aunque más improntado por la tradición, era también el del padre Pío.
----------Con san Paulo VI, sin embargo, los Padres del Concilio, siempre bajo la asistencia del Espíritu Santo, no se contentaron con la perspectiva o tareas indicadas por Juan XXIII, sino que elaboraron nuevas doctrinas, no ciertamente en ruptura con las del pasado, sino más bien, como ellas, homogéneos desarrollos y explicitaciones, que hacían avanzar el mismo conocimiento del Evangelio y de la divina Revelación.
----------El padre Pío, como todos sabemos, nunca publicó nada, pero ciertamente su mensaje evangélico está en el corazón de millones de conciencias que le están eternamente agradecidas. El padre Pío, en todo caso, fastidiaba e irritaba a aquellos falsos intérpretes del Concilio Vaticano II que querían reducir al sacerdote en la celebración de la Santa Misa a un simple administrador o "presidente de la asamblea", privándolo de la sacralidad redentora sobrenatural de su misión y su ser un alter Christus.
----------El padre Pío, para los renacidos modernistas durante el Concilio y el postconcilio, era un insoportable reclamo a su conciencia y por eso debía ser silenciado, calumniado y dejado a un lado. Y lo que sorprende, aunque tampoco demasiado, en este sentido, es que esta hostilidad hacia al Santo Capuchino no surgió con el Concilio, sino que existía desde hacía algún tiempo desde la época de un Benedicto XV o Pío XII que le eran favorables. ¿Y de dónde surgía tal hostilidad? Increíblemente en el Santo Oficio, el órgano principal de la actividad magisterial del Papa, órgano que por otra parte en esta circunstancia se mostraba fuera de sus competencias, que eran precisamente las de salvaguardar la pureza de la fe y no de intervenir y castigar a los fieles individuales por motivos disciplinares o de comportamiento.
----------De hecho, nadie tuvo la audacia de protestar (y menos de argumentar) errores en la doctrina de la fe contra el padre Pío, acusación que por sí sola habría justificado un recurso apropiado al Santo Oficio. Por lo tanto, quien remitió al padre Pío al Santo Oficio, ha mostrado hacia el pobre fraile capuchino una escandalosa deslealtad y un injustificado abuso de poder, al agigantar en modo desproporcionado acusaciones de tipo simplemente comportamental, ya por lo demás falsas en sí mismas.
----------En cualquier caso, este paso debería haberse hecho frente al competente dicasterio romano, que juzgaba las causas disciplinarias de los religiosos o al propio obispo local, cuya autoridad habría bastado en mi opinión para tomar medidas de ese tipo. En cambio, se ha querido hacerlo en grande, como si se tratara de una cuestión que involucraba el bien de toda la Iglesia, pero este paso en falso fue luego pagado caro por los responsables de similares indignas acciones, gracias a la posterior canonización del Santo Capuchino. El Santo Oficio habría hecho mejor en interesarse en tipos como Karl Rahner, quien mientras tanto, ingenuamente reverenciado por muchos, ocultamente trabajaba por la ruina de la fe.
----------De hecho, con tales intervenciones suyas, el Santo Oficio, al tener que retractarse posteriormente de los juicios negativos sobre el padre Pío, con motivo del proceso de canonización, ha ensombrecido su prestigio, haciendo pensar a algunos que tal supremo Oficio también pueda retractarse de las condenas de tipo doctrinal, cosa absolutamente impensable, ilógica y ridícula, porque implicaría el hecho de que la Iglesia pudiera equivocarse en materia de fe. De hecho, y debemos recordarlo bien sobre todo hoy, la Iglesia en todo el curso de su historia nunca ha renegado de las condenas por herejía o de tipo doctrinal.
----------Por consiguiente, lo que es necesario hacer hoy urgentemente es acercar estas dos grandes figuras, san Pío de Pietrelcina y san Juan XXIII, y mostrar, más allá de cualquier irrelevante discrepancia entre ellos, la profunda reciprocidad espiritual, doctrinal, eclesial y sacerdotal que los une "en un solo corazón y en una sola alma". Ambos uniendo conservación y progreso: el padre Pio, ciertamente, más custodio de la Tradición; el papa Juan, lanzado hacia el futuro, pero un futuro que es precisamente desarrollo coherente de la Tradición, fundado sobre la verdad inmutable del depósito revelado ("mis palabras no pasarán"), para que no sea un salto al vacío, o a las tinieblas o de ruinosa decadencia o de abyecta traición.
----------Encontrar esta profunda convergencia entre estos dos Santos de nuestro tiempo, más allá de sus legítimas diferencias, es uno de los caminos que conducen a la catolicidad de hoy a redescubrir aquella unidad de fe y de conducta, que indudablemente existía antes del Concilio Vaticano II, aunque por cierto entre muchos defectos, y que se ha roto dramáticamente después del Concilio, no ciertamente por culpa del Concilio, sino por una maniobra bien orquestada (y esto se está volviendo cada vez más claro a la luz de los más recientes estudios históricos), proveniente sobre todo de la centro-Europa protestante, relativista y masónica, maléfica operación que por su refinada organización, de seductor encanto y poderosa eficacia (grandes medios financieros), personalmente no tengo la menor duda en llamar satánica.
----------Después de todo, ¿de qué hay que sorprenderse que esto haya sucedido? ¿No dice acaso el Apocalipsis que la "Mujer", es decir, la Iglesia, combate contra el "Dragón Rojo", es decir, el demonio? Por consiguiente: nada nuevo bajo el sol y esto continuará hasta el fin del mundo, hasta la victoria final de la Iglesia que es entonces la victoria de Nuestro Señor Jesucristo. Sólo se trata de elegir con quién quedarse.

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