miércoles, 2 de junio de 2021

Herejía y abusos de menores: las relaciones entre el derecho canónico, la vida moral y las verdades dogmáticas

Con ocasión de la promulgación de la constitución apostólica Pascite gregem Dei del papa Francisco, con la que se reforma el Código de Derecho Canónico en su Libro VI (que trata de las sanciones en la Iglesia), y dado que las primeras reacciones se han suscitado en torno a las modificaciones canónicas producidas sobre el delito de abusos de menores, propongo una serie de pensamientos con los que vuelvo a subrayar las relaciones que existen entre las normas canónicas, la vida moral y las verdades dogmáticas. 

El papa Francisco condena los errores de los buenistas y misericordistas
   
----------La constitución apostólica Pascite gregem Dei, promulgada por el papa Francisco el pasado 23 de mayo de 2021, Solemnidad de Pentecostés, fue dada a conocer ayer, martes 1° de junio. Con ella se reforma el Libro VI del Código de Derecho Canónico, sobre las sanciones penales en la Iglesia. Las modificaciones entrarán en vigor a partir del próximo 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada.
----------Ciertamente reconforta, sobre todo en estos tiempos de extendido misericordismo y buenismo, que oculta todo lo que signifique pecado, castigo, ley y justicia, que el Santo Padre recuerde y clarifique la esencial relación que existe entre misericordia y justicia. De hecho, el Papa inicia su escrito citando un pasaje de la constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en que se afirma que "el Pastor está llamado a ejercer su cometido 'con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad' (Lumen gentium n.27), pues la caridad y la misericordia exigen que un Padre se dedique también a enderezar lo que tal vez se haya torcido".
----------Gran importancia tiene también la afirmación que hace el Romano Pontífice acerca de que el "coherente cuerpo de leyes y normas sociales vinculantes" que la Iglesia se ha dado desde los tiempos apostólicos, es el que "confiere unidad al Pueblo de Dios" y son normas que "reflejan la fe" de la que "arranca la fuerza obligante de dichas normas, las cuales, fundándose en esa fe, manifiestan también la materna misericordia de la Iglesia, que sabe tener siempre como finalidad la salvación de las almas". Ahora bien, esta relación que el Santo Padre señala entre fe, misericordia, justicia, normas legales y consecuentes penas con finalidad salvífica (penas a las que se refiere precisamente el modificado Libro VI del Código de Derecho Canónico) en la vida de la Iglesia, implica, en el plano de la teología moral, una relación de analogía con la Misericordia y la Justicia divinas, que tienen por finalidad nuestra salvación, Misericordia y Justicia divinas reveladas en Cristo, que es siempre el paradigma de misericordia y justicia en la vida de la Iglesia.
----------Luego el Romano Pontífice señala la responsabilidad de los Obispos en la aplicación de las leyes de la Iglesia, y las penas en los casos debidos. Noten los lectores que el Papa señala que el cometido penal, es decir, el castigo, es una "exigencia de la caridad": "El respeto y la observancia de la disciplina penal incumbe a todo el Pueblo de Dios, pero la responsabilidad de su correcta aplicación corresponde específicamente a los Pastores y a los Superiores de cada comunidad. Es un cometido que pertenece de modo indisociable al munus pastorale que a ellos se les confía, y que debe ejercerse como concreta e irrenunciable exigencia de caridad ante la Iglesia, ante la comunidad cristiana y las eventuales víctimas, y también en relación con quien ha cometido un delito, que tiene necesidad, al mismo tiempo, de la misericordia y de la corrección de la Iglesia".
----------Los párrafos siguientes de la Constitución Apostólica no pueden interpretarse (más allá de sus propósitos disciplinares puntuales) de otro modo que como una clara condena del misecordismo y buenismo, cuando el Romano Pontífice señala, por ejemplo: "muchos han sido los daños que ocasionó en el pasado la falta de comprensión de la relación íntima que existe en la Iglesia entre el ejercicio de la caridad y la actuación de la disciplina sancionatoria", o bien: "el remedio no puede venir únicamente de exhortaciones o sugerencias", o bien: "por parte de los Pastores y de los Superiores, resulta necesaria la aplicación de las penas", o bien: "la caridad exige que los Pastores recurran al sistema penal", o bien: "la sanción tiene también una función de reparación y de saludable medicina y busca sobre todo el bien del fiel" y "la exigencia cada vez más extensa dentro de las comunidades de ver restablecida la justicia y el orden que el delito ha quebrantado". En resumidas cuentas, terminaría copiando toda la reciente Constitución Apostólica si quisiera señalar todos los pasajes en los que el papa Francisco señala la relación entre misericordia y justicia, entre caridad y castigo.
----------Sin embargo, no es mi intención esta vez insistir en este tema (de fundamental incidencia en el contexto de la presente pandemia) sino en sacar algunas consecuencias del magnífico pasaje de esta Constitución Apostólica en la que el Santo Padre, resalta que las normas y las penas en la Iglesia son un reflejo de la fe: "Tales normas reflejan la fe que todos nosotros profesamos, de ésta arranca la fuerza obligante de dichas normas, las cuales, fundándose en esa fe, manifiestan también la materna misericordia de la Iglesia, que sabe tener siempre como finalidad la salvación de las almas", en particular respecto a las penas a la pedofilia o abusos de menores, que las nuevas normas han modificado.
   
Abusos de menores y herejía
   
----------Se trata, el de la relación entre pedofilia y herejía, de un tema al que ya me he referido anteriormente; pero vuelvo a proponer algunos de mis modestos pensamientos, que las palabras del Romano Pontífice, citadas en el párrafo anterior, vuelven a dar nueva actualidad.
----------Recordemos que el Doctor Communis Ecclesiae, Santo Tomás de Aquino, dice que ningún hombre puede prescindir de algún disfrute; por lo cual, cuando el hombre no sabe o no quiere disfrutar de los placeres del espíritu y de la virtud, se vuelve hacia los placeres de la carne. La experiencia dice que si se pierde el gusto por la verdad, fácilmente el alma es atraída por otras atracciones degradantes o vergonzosas. Se necesita un amor muy fuerte por la verdad, para no ceder a la presión de las malas pasiones, que impulsan al hombre hacia el pecado, ya se trate de pecados espirituales o de pecados carnales.
----------Uno de los fenómenos más graves de la vida católica de nuestros días tanto en los laicos como en el clero es un extendido escepticismo o agnosticismo frente a la verdad, y me refiero en modo particular a la verdad de las proposiciones de fe, acerca de las cuales con frecuencia se hace difícil entender que deben ser verdaderamente el fundamento de la conducta moral del cristiano. O bien sucede que acerca de ciertas verdades puramente dogmáticas no nos damos cuenta de su reflejo en la vida moral. Es precisamente lo que acaba de decir el Romano Pontífice cuando señala que "las normas reflejan la fe que todos nosotros profesamos, de ésta arranca la fuerza obligante de dichas normas, las cuales, fundándose en esa fe, manifiestan también la materna misericordia de la Iglesia, que sabe tener siempre como finalidad la salvación de las almas".
----------A menudo, cuando se habla de fe, no nos referimos a dogmas o definiciones de fe, sino que se habla de una cierta "experiencia" llamada eventualmente "existencial" o entendida como "encuentro personal", de tipo histórico o concreto, donde el aspecto inteligible y teorético desaparece, para dar espacio a una no mejor determinada emotividad, la cual careciendo de contenidos conceptuales, corre el riesgo de pescar en aguas turbulentas y de favorecer sentimientos que en realidad son pecaminosos.
----------Por otra parte, existe en los Pastores (tanto Obispos como sacerdotes) una cierta tendencia en la predicación a insistir, sí, en las verdades morales, con la consecuente condena de los comportamientos contrarios, pero por otra parte existe un silencio casi total acerca de las verdades especulativas, objeto de pura contemplación, como por ejemplo, la visión beatífica, los atributos divinos, el Misterio Trinitario, la Persona de Cristo en Sí misma y las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación.
----------Es necesario que recuperemos la conciencia de que nuestra conducta moral depende de nuestras ideas. Es cierto que podemos tener ideas correctas y una conducta incorrecta; pero será difícil que con ideas equivocadas podamos tener una conducta correcta. La cuestión de la pedofilia es ciertamente gravísima y escandalosa, sobre todo en los sacerdotes; pero preguntémonos: ¿qué ha sucedido en la mente de estos ministros del Señor? ¿Cómo es que han sucumbido? ¿Han recibido una buena formación teológica y espiritual? ¿Su Obispo ha intervenido prontamente para corregir los errores teológicos presentes en su Diócesis? ¿Ha promovido y defendido la posición de esos pocos sacerdotes que hoy, con coraje y en el sufrimiento, tratan de cumplir con su deber apoyando y defendiendo al Papa y al Magisterio de la Iglesia?
----------Como puede verse, el mal de la pedofilia, los abusos de menores, es el signo inquietante (el "reflejo" dice el Papa) de un malestar mucho más profundo existente en la Iglesia desde hace décadas y que la ve desgarrada por fortísimas contradicciones en el campo que toca a la misma doctrina de la fe. Estas cosas los últimos Papas las han denunciado muchas veces, tanto san Pablo VI, san Juan Pablo II, como Benedicto XVI y, también, como ahora vemos en la constitución Pascite gregem Dei, también el papa Francisco.
----------En otras palabras, es necesario que nos decidamos a reconocer que en la Iglesia existen muchas herejías. Es necesario recuperar esta palabra, herejía, con franqueza, competencia, y también -y que esto quede bien claro- con caridad, de hecho sobre todo con caridad. Pero la caridad no es caridad si no se basa en la verdad y si el apóstol de la verdad no se preocupa con los medios a su alcance, al costo de la propia vida, de liberar a las almas del error y de la herejía, los cuales, según san Pablo, siempre están presentes en la Iglesia y Dios los permite para fortalecer, por contraste, la misma fe de los fieles.
----------Hace una década atrás, Hans Küng [1928-2021] había propuesto la idea de que el fenómeno de la pedofilia es una especie de sustituto en aquellos sacerdotes para los cuales el celibato es una carga, de ahí su conclusión de que es bueno abolir el celibato. Personalmente soy de la opinión que es posible que en un mañana la Iglesia Católica admita un sacerdocio de hombres casados. Sin embargo, la argumentación esgrimida por Küng me parece que tiene la impronta de una profunda hipocresía. De hecho, Küng, quien el pasado 6 de abril ya debió presentarse ante el divino tribunal de la Misericordia y la Justicia, antes de dar consejos hace una década al Romano Pontífice, debía haber puesto una mano sobre su conciencia, y haberse preguntado si Dios no le pedía ante todo que se corrigiera de sus propias herejías, y que retornara arrepentido al seno de la Santa Madre Iglesia, la cual ciertamente lo hubiera recibido. Debía haberse dado cuenta de que son sus propias herejías, con la soberbia, la desobediencia y el escepticismo que ellas conllevan, las que han sido y son la causa profunda de aquella aversión por la verdad que, estoy convencido, ha atraído a muchos pobres sacerdotes a aflojar su compromiso espiritual para ceder a las debilidades de la carne.
----------Volviendo a citar a santo Tomás de Aquino, es conveniente recordar su enseñanza de que los pecados carnales ciertamente nos embrutecen y pueden ser muy graves, sin embargo, generalmente son pecados de debilidad más que de malicia, porque aquí la voluntad de algún modo cede a la pasión, por lo cual la culpa disminuye; pero que, siempre según santo Tomás, los pecados más graves son los espirituales, en los que existe verdadera deliberación y conciencia, y por lo tanto mala voluntad: la falsedad en las cosas de Dios -he aquí la herejía-, que nace de la soberbia y de la impiedad, el orgullo, el egocentrismo, la autorreferencialidad, la ambición, la envidia, la hipocresía, el odio deliberado y prolongado, la calumnia, la prepotencia, la lujuria por el poder, la negativa a perdonar y a pedir perdón. Estos se pueden llamar pecados diabólicos, y de hecho la Sagrada Escritura llama a las herejías "doctrinas diabólicas".
----------Ciertamente, en el actual clima de generalizada ignorancia dogmática en la mayoría de los laicos, con frecuencia llevados de aquí para allá por los vientos de las ideologías del modernismo o del lefebvrismo, y de escasa o torcida formación en el clero, muchos son herejes sin darse cuenta, y por esta razón es bueno usar hacia ellos comprensión y tolerancia. Pero esto no quita que la herejía en sí misma sea un pecado más grave que la pedofilia, así como es más grave pecar contra Dios que contra el prójimo. Y recordemos que en el Código Derecho Canónico la herejía todavía aparece como delito que merece una justa sanción penal.
----------En conclusión: en base a lo que aquí hemos reflexionado, yo sugeriría sobre todo a nuestros Pastores dos cosas. Primera: volver a dar al pecado de herejía la importancia que merece, y que siempre ha sido dada por los pastores de la Iglesia a lo largo de toda la historia del Cristianismo. Segunda: continuar ciertamente trabajando por la buena formación moral del clero, pero antes que nada preocuparse, comenzando por los seminaristas, de que los sacerdotes o futuros sacerdotes sean grandes amantes de la verdad y sepan rechazar con firmeza evangélica los errores contrarios. De hecho, es solo sobre la base de la verdad que puede nacer aquella caridad que nos lleva a purificarnos de nuestros pecados y conquistar la santidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios sin debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados. Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.