lunes, 28 de junio de 2021

Amoris laetitia y las desaforadas reacciones: los Dubia de los cuatro Cardenales y la sedicente Correctio filialis

Aunque producidas en distintos momentos, y siendo distintas en entidad y gravedad moral, trataremos a la vez de dos desaforadas reacciones a la exhortación Amoris laetitia: los Dubia presentados por cuatro Cardenales en 2016, y la así llamada por sus autores "Correctio filialis" de 2017.

Los Dubia de los cuatro cardenales
   
----------El 19 marzo de 2016 el Santo Padre publicaba la exhortación apostólica Amoris laetitia (AL), y el 19 de septiembre de 2016, cuatro cardenales solicitaron una aclaración (dubia) al papa Francisco sobre algunos puntos del documento pontificio. Los firmantes eran los cardenales Walter Brandmüller [n.1929], Raymond Leo Burke [n.1948], y los ya fallecidos Joachim Meisner [1933-2017] y Carlo Caffarra [1938-2017].
----------Entre la publicación de la exhortación postsinodal y la presentación de estos dubia habían transcurrido seis meses de ardorosas y angustiantes disputas entre los bandos fundamentalistas pro y contra AL, pro y contra papa Francisco. Pero, a decir verdad, los sectores católicos más equilibrados y alejados de ambos mencionados extremos, tampoco habían recibido del todo complacidos el documento pontificio, pues tras las primeras lecturas y análisis de los expertos, incluso los más fieles devotos a la cátedra petrina reconocían que no pocos puntos del documento pontificio necesitaban ser aclarados.
----------A decir verdad, en AL no estaba para nada clara la (esperada por muchos) respuesta sobre la licitud de los Sacramentos para los divorciados vueltos a casar. El único punto donde el Santo Padre daba una respuesta era, como se sabe, la nota 351, donde sin embargo la licitud no está puesta en indicativo o en imperativo, que son el signo de la ley, sino en condicional, que es signo solamente de una hipótesis de ley. No faltaron teólogos que de inmediato, y de modo correcto, pusieron en evidencia este punto, guardándose bien de las acusaciones de herejía que comenzaron a llover sobre el papa Francisco. Pero esos teólogos fueron atacados por otros, quienes sostenían, en cambio, que el Papa no respetaba la indisolubilidad del matrimonio.
----------Aquellos teólogos no comprendían que el problema que podía plantear AL era solamente el de una correcta interpretación, afirmada la cual, no resultaba ninguna herejía, como no podía ser de otro modo en un documento pontificio. Lamentablemente, muchos no llegaron a convencerse. Un camino de salida para muchos teólogos fieles a la cátedra petrina, fue la de considerar que lo razonable era limitarse a expresar eventualmente un ponderado parecer de que el Papa estuviera siendo negligente en su deber de sancionar las herejías actuales y más peligrosas. En principio, esta acusación de negligencia (en las debidas condiciones) puede ser admitida, mientras que nunca es admisible acusar a un Papa de herejía.
----------En momentos en que los más sensatos diálogos teológicos sobre el tema se desarrollaban en los términos antes mencionados, se publicaron en septiembre de 2016 los famosos cinco dubia, donde en forma de duda o incerteza, los cuatro mencionados Cardenales parecían dar a entender que el Papa estuviera en una línea de pensamiento contraria al dogma.
----------Lo cierto es que aquellas dudas no habían sido formuladas con las formas que revelan esa simplicidad de ánimo mediante la cual tradicionalmente se ha presentado y, legítimamente, se puede presentar un dubium al Romano Pontífice. De hecho, el dubium legítimo es simplemente la petición al Papa de una respuesta que decida, en una alternativa entre un término A y un término no-A, cuál es el correcto. El dubitante quiere saber simplemente cuál es la verdad entre dos posibilidades. Pide al sumo Pastor y Maestro saber lo que no sabe, como por ejemplo: ¿me es permitido hacer esto o no me es permitido?
----------Por el contrario, lamentablemente, aquellos dubia de los cuatro Cardenales más bien tenían el sabor de la deslealtad, tenían el aire de ser dudas provocativas, insinuantes y suspicaces y por lo tanto ofensivas, en un ámbito, como es el del magisterio pontificio, donde al buen católico no le es lícito insinuar ni sospechar, como si se le hubiera querido decir al Papa: -Pero en suma, ¿usted cree o no cree en el matrimonio indisoluble? ¿Admite o no admite la existencia del intrinsece malum? ¿Quiere acaso conceder la Comunión a quien está en estado de pecado mortal? ¿Quiere acaso admitir excepciones a la ley natural?
----------Ahora bien, lo primero que es necesario decir frente a esta clase de sospechas a las que daban lugar las ambigüedades presentes en un texto a veces enrevesado e impreciso como el de AL, es que más allá del dogma de fe de que Cristo no puede sino ser fiel a sus promesas de asistencia a Pedro y sus sucesores en su oficio de guardianes de la fe (confirma fratres tuos, porta inferi non pravalebunt), el papa Francisco ha dado ya repetidas muestras de clara condena al relativismo, por ejemplo: "El relativismo no es la solución. Envuelto detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento" (encíclica Fratelli tutti n.206), o bien aquellas frases que tienen inocultable sabor a respuesta a aquellas objeciones planteadas por los dubia: "Si en definitiva no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas no podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes. Cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce ninguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar" (encíclica Laudato si’ n.123).
----------En principio, es comprensible, por lo tanto, que el Papa no haya respondido a los dubia presentados por los Cardenales. Aunque él, como padre hacia sus hijos, tal vez hubiera podido hacerles un fuerte y paternal llamado y recordatorio, dándoles todas las seguridades y todas las confirmaciones para calmar sus ansiedades. O bien hubiera podido responderles más o menos en este tono: "¡Oh hijos de poca fe, qué dolor me infligen! Mas, ¿acaso puede haberles parecido que alguna vez un Papa puede dudar de estas cosas? ¡Lean con más confianza mi Exhortación y vuestras preocupaciones desaparecerán!" 
----------Entonces, habiendo afirmado así la inconsistencia del contenido y del estilo de los dubia de 2016, sin embargo, me parece que la cuestión sigue siendo la siguiente: ¿el Papa no habría podido y debido haber aclarado estas cuestiones y desmentir así a los astutos modernistas (rahnerianos, buenistas y misericordistas) que habían comenzado a interpretar torcidamente AL a favor de sus tendencias heréticas? ¿No debería el Papa haber reafirmado la enseñanza de la fe sobre este tema, sin permitir que se aprovechen de ella los herejes, que niegan el carácter absoluto e inmutable de la ley divina y de la ley natural? Francamente, creo que lo menos que puede decirse es que también en esta ocasión el Papa ha demostrado no estar a la altura de la situación, sino que ha estado evasivo, eludiendo su responsabilidad, como huyendo a prisa de un evidente llamado al deber de Maestro de la Fe, al cual lo comprometía la coyuntura.
----------Mi parecer es que hubiera sido necesario que el Santo Padre, a fin de tranquilizar a los cuatro Cardenales demandantes y a toda la Iglesia que llegó a conocer tal demanda, asegurara clara, firme, definida y prontamente que AL: a) no crea peligros para la indisolubilidad del matrimonio, b) no admite excepciones al adulterio, c) no duda del carácter absoluto de la ley moral y c) no carece de respeto por la Eucaristía. Por supuesto, por mi parte estoy convencido de que es así (y ya lo he venido explicando repetidamente en este blog), y creo que el Papa, aclarando esos cuatro puntos fundamentales, hubiera dado definida señal de su compromiso con la Verdad y con su deber de Maestro de la Fe, y hubiera puesto de manifiesto que AL, al fin de cuentas, solo quiere ser un esfuerzo de la Iglesia por salvar lo salvable y hacer de modo que incluso los divorciados vueltos a casar puedan salvarse, sin requerirles lo que está más allá de sus fuerzas.
----------Pero el papa Francisco, por el contrario, al decidir prudencialmente callar en lugar de aclarar que la Doctrina no había cambiado esencialmente, hace que nuestra inevitable pregunta sea: ¿Qué ha logrado el Papa con esa actitud? ¿Qué ha podido resolver, incluso con su Carta a los Obispos argentinos de la Región pastoral de Buenos Aires? Porque incluso hoy, a cinco años de la publicación de AL, muchísimos Obispos y sacerdotes no saben qué hacer o se equivocan acerca de la cuestión de si es posible o no conceder la Comunión a los divorciados vueltos a casar. Es obvio: la confusión ha aumentado.
----------Como estamos hablando del ámbito pastoral tenemos todo derecho a pensar de este modo crítico (haciéndolo siempre con el debido devoto respeto) sobre las actitudes del Santo Padre, pues es un campo en el que son posibles los errores del Papa (no así cuando actúa en el ámbito doctrinal, como Maestro de la Fe). Mi modesto parecer es que el hecho aquí narrado es una muestra de imprudencia pastoral en el gobierno de la Iglesia por parte del papa Francisco. Por supuesto, no ha habido ningún Papa en la historia que no haya tenido algún defecto por el estilo (el status y la gravedad del pecado lo juzga sólo Dios). Pero mi intención es poner este hecho de manifiesto como atingente a la gracia pastoral que el Papa recibe como Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, gracia a la cual puede ser infiel, por propia voluntad. Diferente es el funcionamiento de la gracia magisterial que el Papa recibe como indefectible Maestro de la Fe.
----------En definitiva, más allá de la incorrección de los dubia, tal cual fueron presentados por los cuatro Cardenales, mi personal parecer sobre este gravísimo punto, es que el papa Francisco, el hombre del diálogo, ha mostrado una sorprendente sordera, como ya le ha sucedido en otras ocasiones en que le han llegado reclamos y súplicas para que se corrija en el ámbito de su pastoral.
   
La que ha sido llamada por sus autores "Correctio filialis"
   
----------Cosa diversa, de entidad y gravedad verdaderamente muy distinto respecto a los dubia de los Cardenales del 2016, ha sido la sedicente "Correctio filialis" del 2017.
----------La así llamada "correctio filialis de haeresibus propagatis" fue firmada el 11 de agosto de 2017 por un grupo de católicos de alguna notoriedad en contra del papa Francisco, pretendiendo acusarlo de siete herejías en el campo moral. El hecho constituyó un acto ilícito de suma gravedad, pues no le está permitido a ningún fiel católico poner en duda la autoridad magisterial dada por Nuestro Señor Jesucristo a Pedro y sus sucesores. Para comprender esto que afirmo es necesario, antes que nada, tener muy en cuenta la esencia del dogma y la relación del Sumo Pontífice con el dogma católico, algo explicado repetidamente en este blog.
----------Los redactores de la sedicente Correctio filialis citan algunos pasajes de AL para derivar proposiciones heréticas, acerca de las cuales no está claro si ellos pretenden considerarlas atribuibles al Romano Pontífice, o bien si se trata de herejías que pueden ser derivadas inexorablemente del texto de AL. Entiéndase bien: no pretendo aquí dirimir esta cuestión (quizás sobre ello podríamos extendernos más otro día), sino que me limito sólo, por mi parte, a precisar que en uno u otro caso la acusación de herejía aquí es explícita, y de ahí el título de "correctio" que sus autores de modo arrogante (nunca "filialis") le dieron a su escrito. En todo caso, lo que hay que saber es que no es nunca legítimo acusar al Sumo Pontífice de herejía en un documento oficial de su magisterio, como es precisamente la exhortación apostólica AL.
----------Si la acusación de herejía contra el Romano Pontífice es inadmisible, es en cambio lícito discutir sobre el hecho de que algunos de los pasajes de AL citados por los firmantes de la Correctio filialis en apoyo de sus acusaciones, parecen efectivamente viciados por un enfoque misericordista, que, sin embargo, tiene sus orígenes no en un hecho, sino en un mal entendimiento de algunas palabras del papa san Juan XXIII en el famoso discurso de apertura del Concilio Vaticano II "Gaudet Mater Ecclesia", cuando el Santo Pontífice dice que "hoy la Iglesia prefiere hacer uso de la misericordia antes que de la severidad".
----------¡Pero atención!, el Santo Pontífice dijo "prefiere", nunca afirmó que haya abandonado totalmente o que deba descuidar por completo el uso de la severidad. Y a pesar de la claridad de ese discurso, lamentablemente, desde la época del Concilio Vaticano II hasta la actualidad se ha difundido en la Iglesia una práctica pastoral que subsecuentemente ha sido codificada y substanciada doctrinalmente, con pretensiones exegéticas, morales, antropológicas y teológicas, que exalta y promueve la práctica de la sola misericordia, sin ningún recurso a la justicia, o a las amenazas, a las medidas coercitivas o represivas, al uso de la fuerza, a las sanciones penales, a las prohibiciones, a las condenas y a las excomuniones.
----------Lo que debe decirse es que aquella Correctio filialis de haeresibus propagatis, firmada en 2017 por 250 nombres más o menos conspicuos del mundo católico, es desde todo punto de vista ilícita, al acusarse (al menos de modo implícito en la interpretación más benigna) al Sumo Pontífice de siete herejías en el campo de la moral, incluida la negación de la indisolubilidad del matrimonio. En posteriores entrevistas y declaraciones publicadas en las redes, muchos de sus firmantes (cuyos nombres me ahorro citar aquí por caridad), lamentablemente confirmaban de modo claro y explícito aquella desequilibrada e ilícita acusación.
----------Con la Correctio filialis, todos sus firmantes (muchos de ellos docentes en instituciones católicas) se ponían de modo indiscreto en confrontación con el Romano Pontífice, y lo hacían, para sorpresa de toda la Iglesia, dirigiéndose al Vicario de Cristo con la mera actitud de un docente que corrige a un estudiante; lo que es algo inaudito. En lugar de interpretar los pasajes no claros o ambiguos de AL in bonam partem, los interpretaban como si fueran textos de Martín Lutero. ¡Se comprende que los lefebvrianos pudieran pensar así (de hecho no faltó alguno entre los firmantes) pero nunca jamás un católico!
----------Es cierto que el papa Francisco, probablemente mal aconsejado por el cardenal Kasper o por el padre Spadaro o por el cardenal Ravasi, había sido en ocasiones demasiado indulgente hacia los luteranos y los misericordistas y parecía demasiado preocupado para no disgustarlos; es cierto que parecía estar faltando a su deber de corregir los errores de los buenistas, ¡pero no han faltado ocasiones en que los ha criticado! ¡Y cada tanto también rechaza los errores luteranos sin mencionar a Lutero! ¿Cómo? Sencillo: por el mero hecho de ejercer su ministerio petrino, o predicando de los sacramentos, de la Tradición, de los decretos de los Concilios, del Magisterio de los Papas precedentes, de rendir culto a los Santos y a la Virgen, de tratar de los dogmas católicos, del humanismo cristiano, de las relaciones del libre albedrío y la gracia y de la razón y la fe.
----------Sin embargo, es de suponer que el Santo Padre ha estado muy irritado por la irreverente e ilegítima iniciativa de la Correctio filialis. De hecho, nunca jamás ha sucedido en toda la historia de la Iglesia que los fieles católicos, por más cualificados que estén como teólogos, osen corregir a un Sumo Pontífice en materia de doctrina. Es cierto que fue lanzada en el siglo XIV la acusación de algunos teólogos dominicos al papa Juan XXII [1316-1334] de haber caído en la herejía en el campo de la escatología, pero se trataba de una opinión que el Papa había pronunciado como doctor privado. Ahora, en cambio, los contestatarios parecían querer acusar al Papa precisamente como Papa, Maestro de la Fe.
----------Ahora bien, debería ser bien conocido por todo católico que la evangélica corrección fraterna, sobre todo hacia los superiores, se refiere a la conducta moral y no a la doctrina. Son los herejes como un Martín Lutero [1483-1546] o un Juan Wiclef [1320-1384] o un Jan Hus [1369-1415] quienes pretenden corregir al Papa en la doctrina y se comprende bien el por qué. Ha sido durante los pontificados de san Pablo VI y san Juan Pablo II que grupos de teólogos modernistas desafiaron y contestaron el Magisterio del Papa y esto también se comprende. Pero que los católicos, como en el caso de la Correctio filialis, pretendan corregir a un Papa en la doctrina es inaudito, porque el católico normal debería saber bien que no está permitido, y que ese acto suyo, si bien se mira, contiene implícitas en sí mismo todas las virtualidades de una propia y verdadera herejía.

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