miércoles, 16 de junio de 2021

Amoris laetitia y el fundamento de la indisolubilidad matrimonial

Puestos a la tarea de retomar con los lectores una serena lectura y meditación de la exhortación post-sinodal Amoris laetitia, de 2016, alejándonos al menos temporalmente de las polémicas suscitadas en estos cinco años y de algunas intervenciones posteriores del Santo Padre, buscando en cambio concentrarnos sólo en el texto magisterial (doctrinal y pastoral), una reflexión básica que debemos hacer es acerca de la indisolubilidad matrimonial, considerada en sus fundamentos naturales y revelados, bíblicos y científicos, psicológicos y sociológicos, al menos en los límites y en la limitada extensión que aquí nos son permitidos.

----------Una de las finalidades que se propuso Nuestro Señor Jesucristo en su enseñanza y en su obra fue la de presentar, repristinar y promover el plan originario divino sobre el hombre, descrito en el libro del Génesis, indicando ese proyecto como modelo para la conducta humana, de modo que fuera compatible con la condición de naturaleza caída después del pecado original.
----------Pero lo primero que tenemos que advertir es que no se ha tratado de un repristinar o un restaurar pleno y total del estado de inocencia, sino solo de algunos elementos, que Nuestro Señor Jesucristo ha señalado como realizables, con el socorro de su gracia y mediante una oportuna disciplina, en esta vida mortal, debilitada por el pecado, o sea, algunos elementos de esa feliz condición originaria.
----------Ahora bien, indisolubilidad del matrimonio no quiere decir que, de hecho, el vínculo no pueda ser disuelto, de lo contrario no existiría desde la antigüedad y actualmente el divorcio. Indisolubilidad, en cambio, quiere decir que no debe ser disuelto, o sea, que no existe un derecho a disolver el vínculo. Por consiguiente, este acto no puede jamás ser un bien. En efecto, es voluntad de Dios que el hombre se una a su mujer, en modo tal que los dos no son ya dos, sino una sola carne. Sin embargo, no se crea una unión que de hecho no pueda ser disuelta, como es en cambio la unión irrompible que existe por ejemplo entre el color de un jarrón y el jarrón mismo, o bien la unión que existe entre el alma y sus facultades. Hombre y mujer están hechos para unirse entre sí, pero depende de su voluntad actuar y mantener esta unión. Dios quiere que estén unidos para siempre; pero a ellos les es posible desobedecer esta voluntad y dividirse. No deben nunca jamás disolver el vínculo; pero depende de ellos respetarlo, conservarlo, mantenerlo; o bien romperlo, violarlo o disolverlo, es decir, dividirlo. Está claro que, si permanecen unidos, hacen la voluntad de Dios; si se dividen, pecan.
----------Pues bien, ¿cuál es el motivo por el cual marido y mujer deben permanecer unidos para siempre en un amor único, exclusivo, incomunicable a otros o no participable o compartible por otros? Dios no dice "se unirá a una mujer cualquiera o a más mujeres", sino "se unirá a su mujer".
----------¿Por qué Dios no permite el amor grupal? ¿Por qué no permite la poligamia? ¿Por qué Dios no permite el amor ocasional o part-time? ¿Por qué no permite la alternancia de mujeres o viceversa? La voluntad de Dios, en cambio, deja entender que a cada hombre debe corresponder aquella determinada mujer y no otras, y viceversa. Es un poco como el hecho de que cada cerradura necesita determinada llave y no otras, o a quien tiene defectos en la vista, le sean necesarios determinados anteojos y no otros.
----------Con el pecado original, sin embargo, este plan divino se ha ofuscado, es decir, se ha nublado, en la mente de los hombres, su voluntad ha comenzado a tender al pecado, mientras que sus fuerzas han comenzado a ser insuficientes para realizar este alto ideal.
----------Debemos recordar que en el Antiguo Testamento, Dios, con la ley de Moisés, muestra una cierta tolerancia en el cumplimiento de su plan por parte del hombre, permitiendo la poligamia y el divorcio, sobre todo en algunos personajes importantes, patriarcas y soberanos. Pero con la Nueva Alianza, estipulada por Cristo, Dios quiere que, en Cristo y con la gracia de Cristo, venga restablecido el proyecto primitivo, al menos en sus líneas fundamentales, necesarias para una conveniente reproducción de la especie humana.
----------Nuestro Señor Jesucristo, de tal manera, instituye el matrimonio como sacramento de salvación y de santificación. Se trata siempre del mismo vínculo conyugal natural, ya revelado en el libro del Génesis, en su unidad, indisolubilidad, exclusividad y fecundidad, pero purificado, enriquecido, elevado y fortalecido por la gracia sobrenatural, en modo tal que los esposos, no obstante sus debilidades y su pecaminosidad, puedan ser capaces, con la ayuda de Dios, de ser fieles a su amor para toda la vida y superar pruebas, dificultades y tentaciones, cumpliendo con las obligaciones del matrimonio y de la familia.
----------Con la institución de Nuestro Señor Jesucristo, la fidelidad y la indisolubilidad del vínculo matrimonial para toda la vida vuelve a ser de nuevo una obligación para todos. Sin embargo, ahora Dios permite algunas condiciones de vida que hacen imposible la plena repristinación del matrimonio edénico. La primera de estas condiciones es la existencia de la muerte.
----------Esto permite la licitud de las segundas nupcias. Este hecho está conectado a su vez con la segunda condición, a saber, que en la vida presente esta perfecta reciprocidad es muy rara. Sucede entonces que las segundas nupcias se vuelven posibles y se justifican con la antes mencionada posibilidad muy rara de la existencia de las llamadas "almas gemelas", es decir, de una perfecta correspondencia o reciprocidad, insustituible y exclusiva entre ese determinado hombre y esa determinada mujer.
----------En la vida presente, en nuestra sociedad contemporánea, la expresión "su mujer" (o viceversa) sigue siendo válida, pero pierde su rigor y determinación. La exacta correspondencia edénica sigue siendo sólo un sueño o una ilusión para muchos, los cuales, sin embargo, están llamados a contentarse con algo menos, lo que sin embargo no vuelve en cualquier caso imposible la fidelidad hasta la muerte.
----------Muchos, en cambio, hoy en día, lamentablemente, conciben tomar mujer como la adquisición de un automóvil o de una computadora, por lo cual, si encuentran un producto mejor, se sienten inclinados a dejar el viejo por el nuevo. Esta dificultad para encontrar la pareja adecuada puede llegar al punto de que el sujeto se mantenga solo. Por otra parte, Cristo introduce también el ideal de la vida religiosa, que implica la renuncia al matrimonio. Esto no quiere decir que en el régimen de la Nueva Alianza no continúe valiendo y aplicándose el principio de la reciprocidad entre hombre-mujer y el de la "su mujer". Es de notar, en efecto, que, en el Génesis, Dios no dice "se unirá a su esposa", sino "a su mujer". En efecto, el término usado aquí es ishà, que significa precisamente "mujer", mientras que para decir "esposa", el hebreo tiene balàh.
----------Estas palabras del libro del Génesis, como es sabido, son retomadas por Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio de Mateo (cf. 19,5). Pero aquí, dado que el griego tiene gynè, tanto para decir mujer como para decir esposa, el texto griego no traduce exactamente el hebreo. Sin embargo, dado que, en el pasaje de Mateo, Cristo habla del matrimonio, es correcto traducir gynè con "esposa". Sea como sea, del libro del Génesis se desprende que la reciprocidad o unión o comunión hombre-mujer, como queramos llamarla, no se reduce a la relación marido-esposa, sino que es un valor más amplio, que se refiere al ser humano como tal, y puede y debe referirse a todo ser humano, hombre o mujer, por laico o religioso que sea.
----------La indisolubilidad del matrimonio supone que Dios crea cada hombre y cada mujer con su propia, precisa, inconfundible e inmutable identidad, que permanece inalterada e inmutable en el tiempo hasta la eternidad. Sin embargo, si en el estado edénico la individuación y el reconocimiento de esta identidad no tenía ninguna dificultad (Adán y Eva eran los únicos), en el estado presente de naturaleza caída, este discernimiento se vuelve difícil, y requiere una especial capacidad intuitiva o introspectiva, que la fenomenología husserliana llama Einfühlung (cf. el estudio de Edth Stein, El problema de la empatía, de 1916). que puede traducirse por "empatía" o "entropatía". En la gnoseología del beato Juan Duns Escoto [1266-1308] se admite de manera similar la posibilidad de captar la haecceitas o estidad de esa determinada persona individual.
----------Naturalmente, está bien claro que muy pocos pueden valerse de similares métodos filosóficos (que apenas he señalado), mientras que la vocación al matrimonio es la vocación de la absoluta mayoría de la población. Por lo tanto, se debe admitir un método más simple, que permita que dos jóvenes que se quieren, puedan entender si están hechos el uno al otro para unirse en matrimonio. Para saber esto, es necesario que ambos se den cuenta de la mencionada reciprocidad, es decir, deben comprender objetivamente y gustar en lo íntimo la identidad sustancial el uno del otro, el valor de su persona, las dotes o cualidades del carácter, sin ignorar los defectos, yendo más allá de las apariencias, además de otros aspectos fugaces, superficiales y aquellos que pueden o podrían ser hechos accidentales, para captar la sustancia de su personalidad. Esta es la base sobre la cual fundar un pacto y estrechar un vínculo indisoluble.
----------Acerca de esta cuestión de la identidad inmutable de la persona, desde hace más de tres siglos, tenemos que enfrentarnos a la objeción, que viene del empirismo inglés, sobre todo de Locke, seguido más tarde por Hume, el cual, exagerando la parte de la experiencia en el conocimiento humano, y descuidando cultivar la actividad intelectual, pierde de vista este núcleo sustancial inmutable de la persona, que está como fundamento y razón de ser de toda forma de contrato o acuerdo humano, que se pretende establecer para siempre.
----------En estas visiones empiristas de la realidad y, por lo tanto, también de la persona humana, no se dan verdades definitivas y absolutamente ciertas, sino que toda teoría o ley puede siempre ser cambiada al surgir de nuevas experiencias. Las mutaciones accidentales invaden todo el campo del conocimiento, por lo cual una cosa o una persona no viene definida con la pretensión de captar su identidad, su esencia, su sustancia o su haecceitas, como si ella se encontrara escondida detrás de los accidentes o de los fenómenos sensibles.
----------La sustancia, según los empiristas, no es más que la colección unitaria de los accidentes, que no se refieren a nada más que a sí mismos, los unos a los otros, en modo recíproco. La persona es como una nube del cielo o una gota de agua o una llama: para el empirismo no se puede distinguir una sustancia inmutable de los accidentes mudables, cambiantes, sino que todo cambia y evoluciona, incluso si la nube o la gota o la llama pueden ser los mismos. A partir de lo cual se comprende bien que, con esta concepción de la persona, se hace cualquier promesa o se hace cualquier compromiso, y aquí obviamente cae la promesa de fidelidad conyugal, todo lo cual implica siempre la reserva de mantener los pactos, mientras no suceda algo sea previsto o imprevisto, que motive su disolución o anulación.
----------Por el contrario, una vez que los dos se dan cuenta de que están hechos el uno para el otro, de cara a la fundación de una familia, surge espontánea en su corazón la voluntad de permanecer juntos para toda la vida, precisamente con la intención de realizar este propósito. Hablando del matrimonio entre san José y Nuestra Señora, santo Tomás de Aquino da esta notable definición: "la forma del matrimonio consiste en una cierta indivisible conjunción de las almas, por la cual los conyugues deben tener la voluntad de permanecer indivisiblemente fieles el uno al otro" (Summa Theologiae, III, q.29, a.2). Esta voluntad funda y condiciona la verdad o validez del pacto o vínculo conyugal, y por lo tanto, si uno se casa por motivos diversos o contrarios a esta voluntad, que funda, justifica, garantiza y constituye la esencia del pacto matrimonial, tal pacto no existe, es inválido, es nulo. De modo similar, sería nula una ordenación sacerdotal basada en un concepto falso del sacerdocio, como por ejemplo el concepto de sacerdocio de Rahner.
----------La nulidad del matrimonio casi siempre emerge en modo dramático después de un cierto tiempo, que puede ser más o menos largo, o pueden pasar también años y puede haber hijos involucrados, aun cuando se hayan casado ​​por la iglesia, y haya sido un matrimonio celebrado con gran solemnidad: acaso alfombra roja desde la entrada a la iglesia hasta el altar ricamente decorado, ramos de flores exóticas, a lo largo de todos los bancos de la iglesia, fotógrafos y camarógrafos, multitud entusiasta y conmovida, compuesta de gente de la buena sociedad, un coro cantando gregoriano y polifonía sagrado mecidos por las melodías de un majestuoso órgano, deslumbrantes ornamentos sagrados, y lujosos atavíos de los contrayentes, de los padrinos y de los invitados, sin olvidar una jugosa y abundante ofrenda para el párroco. Y sin embargo se ha tratado de una simple y burda puesta en escena. No obstante la solemne Misa cantada, quizás en latín, y la solemne bendición, la gracia pudo haber descendido, pero no ha descendido ciertamente la gracia del matrimonio, dado que faltaba la materia adecuada. El pobre párroco, aún con sus inmejorables intenciones, rodeado de concelebrantes y monaguillos, se dará cuenta, lamentablemente ya muy tarde, haber vivido una estafa.
----------Por supuesto, no se excluye que la pareja de contrayentes, al darse cuenta de la nulidad del matrimonio, pueda, después de todo, seguir adelante en la vida, sobre todo por amor de los hijos. Y está bien que así se lo haga. Otra cosa bien distinta es el divorcio. Se trata de una grave desobediencia a la Voluntad de Dios, Voluntad que permanece intacta e inmutable, aunque sea ignorada por los dos contrayentes. En tal sentido, el matrimonio es indisoluble. Los dos pueden ser infieles, pero Dios permanece fiel y les da a ellos el modo de arrepentirse y de volver a estar juntos. El divorcio es, por tanto, el dividir lo que Dios ha unido y que quiere que esté unido. El divorcio es un pecado grave contra la justicia y la caridad en quien, uno de los dos o ambos, a pesar de haber contraído un matrimonio válido, es infiel al pacto sagrado celebrado ante Dios y la Iglesia. Ciertamente, si los dos regularmente casados, ya no pueden vivir juntos, está bien que se separen. Sin embargo, sigue siendo válido el vínculo ante Dios y la Iglesia, y no pueden contraer un nuevo matrimonio. Por el contrario, si dos se gustan, esto no es motivo suficiente para vivir juntos, especialmente si están vinculados a un matrimonio válido precedente. Es posible que este sea nulo y que ahora hayan encontrado el verdadero amor. Pero para ponerse en regla ante Dios, ante la Iglesia y ante su conciencia como católicos, primero deben obtener la declaración de nulidad, y luego podrán contraer un nuevo matrimonio bendecido por Dios.
----------En cuanto a los matrimonios mixtos, es necesario prestar atención. Hay casos, por ejemplo, de uniones entre un cristiano y un musulmán, que no dan preocupaciones. Sin embargo, se están dando otros casos, al parecer más numerosos, que la parte musulmana quiere obligar a la parte cristiana a hacerse musulmana. En este caso, si la parte cristiana advierte que está puesta en peligro su fe, puede considerarse libre del vínculo conyugal. Este caso ya fue contemplado por san Pablo (cf. 1 Co 7,12-15), por lo que se lo denomina "privilegio paulino" y se ha incorporado al Derecho Canónico (canon 1143, §1).
----------Por lo tanto, vale tener presente que la Iglesia distingue cuatro casos, en los cuales los dos pueden separarse: tres lícitos y obligantes y uno ilícito. Casos en los cuales deben separarse: 1. concubinato (convivencia more uxorio entre dos no casados); 2. privilegio paulino; 3. matrimonio nulo. Caso parte, que sería el cuarto, es en cambio el caso del divorcio.
----------Se debe tener cuidado de no confundir: anulación, disolución y divorcio. La anulación o declaración de nulidad es la sentencia del tribunal eclesiástico, que declara que nunca ha habido un verdadero vínculo, no obstante la existente convivencia y la eventual presencia de hijos. La disolución es el efecto de la misericordia divina, la cual busca proteger al fiel o a la fiel, aunque el vínculo fuera válido. El divorcio, por otro lado, es la ruptura de un vínculo válido. Siendo así las cosas, en el matrimonio válido y verdadero, los dos se prometen recíprocamente ser fieles para toda la vida a este pacto de amor, que es el pacto conyugal, en virtud del cual ellos se convierten en marido y mujer. En el momento de esta decisión, Dios los une para siempre y los bendice con su gracia. Ellos se unen consciente, voluntaria y libremente. Pero este mismo acto de su voluntad es cumplimiento de la voluntad de Dios, que ha querido unirlos desde la eternidad y para la eternidad ha proyectado su matrimonio. Lamentablemente hoy, con la mentalidad historicista y evolucionista que se ha insinuado también en los ambientes católicos, pocos reflexionan sobre la grandeza de este amor, llamado a ser un amor eterno e incluso, como sacramento, un amor salvífico, una vía de salvación.
----------Muchos ironizan sobre esto y lo creen una hermosa utopía, si no un engaño, mirando el espectáculo desolador de tantas separaciones, de tantas traiciones, de tantas decepciones, de tantos divorcios, de tantos amores extintos, de tantas uniones fallidas, de tantas familias destruidas. Pero incluso superado este obstáculo y refutado el empirismo, mostrando cómo el intelecto no puede prescindir de la idea de sustancia, surgen otros problemas. De hecho, todo esto todavía no es suficiente para mirar con seguridad, confianza y serenidad al futuro, sin temer desilusiones o desagradables sorpresas, debido a que, aunque se admita la posibilidad de captar la esencia del otro, la indisolubilidad del matrimonio no es la simple fidelidad a un dato fijo e inmutable, que puede ser la esencia de mi persona y de la del otro, sino la fidelidad al compromiso cotidiano de entrambos, que se supone continuado, coherente y perseverante en el tiempo para toda la vida.
----------Ahora bien, todos sabemos cuántos cambios se producen en nuestra conducta. ¿Cómo se puede uno comprometer para toda la vida con una persona que quizás ahora puede ser buena, pero luego se vuelve mala? ¿Y si me traiciona? ¿Y si me hubiera ocultado ciertas cosas malas? ¿Y si hubiera tenido un mal pasado al que puede retornar? Preguntas angustiantes, cuando se ama a una persona.
----------La tercera de las condiciones, propia de la naturaleza caída, es la concupiscencia, es decir, el hecho de que el deseo o impulso sexual ya no es consecuencia del amor e incentivo al amor, ya no es donación de sí y disponibilidad hacia el otro, ya no es más un alegrar al otro y un regocijo por el don que el otro hace de sí, sino que en la juventud es anhelo incontrolado y goce y disfrute egoísta del otro, mientras que en la ancianidad y en la enfermedad el deseo languidece en la frigidez e incluso en la repugnancia. En la juventud debe ser frenado; en la ancianidad debe ser potenciado.
----------San Pablo, con su famosa teoría del matrimonio como remedium concupiscentiae (cf. 1 Cor 7,9) tiene evidentemente bajo su vista solo los hervores de la juventud y no la debilidad de la ancianidad. Por consiguiente, se tiene la impresión de que san Pablo no considera cosa buena el acto sexual, por lo cual deviene excusable y tolerable en el matrimonio: "es bueno que permanezcan como yo; pero si no pueden contenerse, que se casen; es preferible casarse que arder en malos deseos" (vv. 8-9). Pero todo esto parece implicar en san Pablo una disociación, por no decir una contraposición entre amor y unión sexual. Lamentablemente, en la Iglesia no se ha comprendido durante muchos siglos que san Pablo aquí no refleja auténticamente la visión del Génesis y ni siquiera la visión evangélica, donde el ser "una sola carne" es visto como algo bueno, tanto en sí mismo (Gén 2) como en relación con la procreación (Gén 1).
----------Sólo en el siglo pasado el Concilio Vaticano II, en la constitución pastoral Gaudium et Spes, ha suprimido el mencionado dualismo, enseñando en cambio el nexo entre el amor conyugal y la unión sexual con las siguientes palabras: "Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud" (n.49).
----------El papa san Pablo VI ha retomado esta enseñanza en la encíclica Humanae vitae (n.11), y el papa san Juan Pablo II la ha desarrollado ulteriormente, como recuerda el actual Pontífice en la exhortación Amoris laetitia, cuando afirma que "En sus catequesis sobre la teología del cuerpo humano, san Juan Pablo II enseñó que la corporeidad sexuada 'es no sólo fuente de fecundidad y procreación', sino que posee 'la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don' " (n.151).
----------Si el hombre no logra dominar el instinto sexual antes o fuera o después del matrimonio, tampoco lo logrará en el matrimonio. El remedio para la concupiscencia no es el matrimonio, sino la educación en el autocontrol. Si se busca el matrimonio para satisfacer la concupiscencia, entonces se mantiene esclavo del instinto, se carece de lucidez mental, de fuerza de voluntad y de sentido de responsabilidad, que son elementos necesarios para mantener la fidelidad conyugal, y se pone en peligro el mantenimiento del vínculo matrimonial. O bien, no se está satisfecho con la propia esposa, sino que se buscan otras ocasiones para satisfacerse, sobre todo cuando el atractivo de la esposa se desvanece con el avanzar de la edad. El acto sexual en el matrimonio debe ser libre acto de amor y no el desfogue de una pasión, que no se llega a contener. Este es el modo justo de conservar la fidelidad. Pero la indisolubilidad del matrimonio se justifica también por el hecho de que la educación de la prole requiere una presencia premurosa y solidaria de los padres, que nunca tiene término, y normalmente resulta de la colaboración recíproca de los progenitores. Se sabe como el pensar en los hijos es un fuerte incentivo para la fidelidad conyugal. Por lo demás, la ancianidad vivida juntos en la recíproca ayuda es también un poderoso factor de fidelidad a un único amor.
----------En este punto, entonces, vemos cómo una fidelidad conyugal seriamente pensada y verdaderamente vivida no puede prescindir de una relación con Dios. Por eso, en todos los pueblos, el rito del matrimonio es siempre un rito sagrado. Debíamos arribar a nuestra sociedad secularizada, para reducir el rito del matrimonio o el contrato matrimonial a una profana ceremonia en el Municipio, como si se tratara de estipular un contrato de arrendamiento o de registrar un cambio de propiedad. Pero, lamentablemente, vemos con qué frecuencia también los matrimonios religiosos entran en crisis. Se están multiplicando los matrimonios nulos.
----------La crisis de los matrimonios depende, fundamentalmente, a mi juicio, de una crisis de la fe entre los creyentes. No se advierte ya la importancia, la altura y lo arduo de los valores y de los elementos que expuse anteriormente. Se considera el matrimonio no como una realidad trascendente, que depende, sí, de nosotros, pero sobre todo de la gracia divina. Se ve el matrimonio como cualquier contrato terreno, en poder de nuestras decisiones, como pensó erróneamente Lutero, cuando negó la sacramentalidad del matrimonio.
----------Si se medita seriamente sobre el valor de la indisolubilidad del matrimonio, como he intentado proponer en el presente artículo, inmediatamente nos damos cuenta de que no es posible afrontar la empresa sin confiarse plenamente en Dios y sin contar con su gracia.
----------Un fenómeno que hoy nos hace reflexionar es el de los divorciados vueltos a casar, quienes quisieran recibir la Comunión y, manteniéndonos también según lo expresado en la exhortación Amoris Laetitia, no tienen el permiso. Algunos quisieran confesarse. Y ante estos hechos uno se pregunta: ¿pero en la condición irregular y escandalosa en la cual se encuentran, qué les impulsa a desear los sacramentos? Pueden estar arrepentidos o al menos uno de los dos, pero no tienen modo de romper su relación. Y por otra parte, es posible que no puedan vivir como hermano y hermana. El Santo Padre ha dicho que pueden estar en gracia. Por tanto, no están olvidados de Dios y de la Iglesia. Y Dios y la Iglesia no están olvidados de ellos.

10 comentarios:

  1. "Lamentablemente, en la Iglesia no se ha comprendido durante muchos siglos que san Pablo aquí no refleja auténticamente la visión del Génesis y ni siquiera la visión evangélica...".

    No se lo puede decir más claro.
    Aquí, el padre Filemón de la Trinidad viene a decir que San Pablo, el Apóstol de los gentiles, el mayor misionero y evangelizador en la historia de la Iglesia "no refleja auténticamente la visión del Génesis y ni siquiera la visión evangélica".
    ¿Y quién, afortunadamente, lo refleja con autenticidad?
    ¿Quién, después de 2000 años, se ha dado cuenta de que San Pablo no estuvo aquí inspirado por el Espíritu Santo cuando escribió sus epístolas?
    ¡Pero, evidentemente, el padre Filemón de la Trinidad, por supuesto! Más erudito que San Jerónimo, más profundo que San Agustín, más ingenioso que Santo Tomás de Aquino, más sutil que San Buenaventura. Más inspirado que el Espíritu Santo.
    Aquí tengo una propuesta.
    Propongo modificar una rúbrica del misal de acuerdo con el rito romano de la Santa Misa. Al leer 1 Cor 7,9, en lugar de "Palabra de Dios", dirá "Aquí Pablo no refleja auténticamente la visión del Génesis o ni siquiera la del Evangelio". A lo que los fieles responderán con júbilo "¡Damos gracias a Filemón de la Trinidad!".

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    1. Querido Anónimo,
      tu risueña ironía me da pie para aclarar tus dudas en mi artículo de mañana. A él te remito para que puedas encontrar mis explicaciones acerca de las enseñanzas de san Pablo sobre el tema en cuestión.

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  2. Amigo Anónimo:
    Filemón ni es padre ni de la Trinidad. Queda claro por la supina ignorancia que tiene en teología y porque no demuestra serlo, solamente dice ser sacerdote. Jamás dio una prueba al respecto.
    Sí es un predicador -al igual que muchos- con un fuerte tinte antitradicional.

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    1. Querido A. Magni,
      espero que puedas ser lo suficientemente "magni" para hacerme el favor de indicarme qué aspectos de mis reflexiones te han dado pie para calificar mi "supina ignorancia". El diálogo con mis lectores es lo que pretendo en este blog, cosa que en tu caso no puedo hacer, porque nada dices al respecto, sino que me propinas un ataque personal, lo cual no es cristiano.
      Es curioso que encuentres en mis notas un "tinte antitradicional", cuando suelen catalogarme más de conservador que de progresista. De hecho tengo varios amigos que se autodenominan "tradicionalistas". Lo que intuyo es que tú no eres tradicionalista, o al menos no lefebvriano, pues hace algún tiempo una familia lefebvriana amiga me regaló un calendario de la FSSPX con las obras de misericordia corporales y espirituales repartidas en los doce meses. Está claro que tú no lo has tenido ante tus ojos, porque de lo contrario tendrías presente en cumplir conmigo la tercera obra de misericordia espiritual (si es que consideras que en algo me equivoco). Yo, por lo pronto, sé que ahora estoy cumpliendo contigo la sexta de ellas.

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    2. Señor A. Magni:
      ¿Qué intenta hacer aquí? ¿Qué busca? ¿Qué bicho le ha picado?
      Personalmente, yo puedo estar de acuerdo o en desacuerdo en muchas cosas con el padre Filemón, personalmente yo podré ser tradicionalista o progresista, o lo que sea, y el padre Filemón podrá tener la tendencia que quiera, si quiere, pero lo que sí tengo claro es que trata de prestarnos un servicio y de prestar un servicio a la Verdad. De modo que creo entender perfectamente que lo que se intenta aquí no es de cuestiones personales y menos de ataques y controversias personales, sino de búsqueda, comunicación y diálogo sobre la Verdad.
      Que haya o no una foto del padre Filemón de la Trinidad no interesa, que sea ese su nombre verdadero o ficticio tampoco, y puedo entender perfectamente las razones y motivos que quizás lo fuercen a mantener el anonimato (incluso me las han contado), pero eso no me impide reconocer la validez de los propósitos de este blog, y de lo que en este foro se busca.

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    3. Padre Filemón: No debería permitir este tipo de comentarios como el de este Magni (que de grandeza no parece tener nada). Estos comentarios no hacen nada constructivo. Se trata de sectarios que buscan dividir. No me parece que sea para esto que Ud. lleva adelante este blog.

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  3. El comentario del Anónimo de las 16:07 es burdo y para nada caritativo.
    El padre Filemón ya ha abordado en repetidas ocasiones el tema de la condición de la sexualidad humana, en el paraíso edénico y en el paraíso celestial, con lo cual, tampoco ha mostrado con ello ninguna novedad entre los teólogos, aunque nos ha transmitido ese tema con exposición sencilla y comprensible.
    Conociéndolo al padre Filemón, seguro que no perderá la ocasión para poner en obra frente al Anónimo lector la sexta obra de misericordia espiritual...!

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    1. Un saludo, querido Ernesto!
      Te espero mañana en mi próximo artículo.
      Gracias por recordarme que debo ser misericordioso.

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    1. Querido A. Magni,
      publiqué tu anterior comentario como un gesto de caritativa paciencia y con la esperanza de que, entre tantas veces que has querido publicar algunos de tus desequilibrados comentarios en este foro, esta vez quisieras abandonar tus insensatos ataques personales (sin sentido, sin norte) y ofrecernos al menos algunas migajas de tu maravillosa sabiduría, para informarnos sobre la auténtica interpretación de la exhortación Amoris laetitia a aquellos que padecemos de la "supina ignorancia" que, según tu opinión, reflejan mis publicaciones.
      Pero, una vez más, no lo he logrado, pues sigues atrapado en tus patologías, parece que irremediablemente...
      Lo que me intriga es la insistencia con la que, a pesar de todo, sigues visitando este blog de "supina ignorancia"... ¿Qué es lo que te mueve a hacerlo?...
      ¿Sabes que existen más de 2.000 millones de sitios web en la Internet? ¿Cuál es, entonces, la razón que te lleva a visitar regularmente éste blog? ¿Cuál es la patología (no se me ocurre otra palabra sensata) que te induce a ello?
      ¿O será que queda en ti todavía algún deseo de encontrar la Verdad, en comunión con nuestra Madre la Iglesia, bajo la guía de Pedro?
      Si así fuera, bendita tu "patología" entonces!
      Y, por ende, no desesperes. Pídele al Señor, y Él te socorrerá.

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