viernes, 11 de junio de 2021

Error doctrinal en el Catecismo Mayor de san Pío X (2/2)

Resulta paradójico que el Catecismo publicado por el papa san Pío X, precisamente el Pontífice que condenó la herejía que él llamó modernismo, contuviera una tesis que implicara una noción tan señaladamente modernista como la no distinción entre el orden natural y el orden sobrenatural. [En la imagen que encabeza esta página: Adán y Eva expulsados del Paraíso, obra mural atribuída a Pierluigi da Perugia, del 1595].

Significados de "cielo" y "tierra" en la Escritura
   
----------Los términos "tierra" y "cielo" en todas las religiones y en la Sagrada Escritura no hacen excepción en su significado, pues son símbolos respectivamente del ambiente humano y del ambiente divino. Ambos términos también remiten a la idea de la materia y del espíritu o, si se quiere, de lo profano y de lo sagrado. Es necesario agregar el primado de lo divino sobre lo humano y del espíritu sobre la materia. Se mantiene, de todos modos, el hecho de que "cielo" también significa el cielo en sentido físico.
----------La concepción general de ello es que Dios está en los cielos y el hombre está en la tierra. De ahí el riesgo es el de encerrarse en las cosas de abajo y no buscar las de arriba (cf. Col 3,1). El hombre piadoso aunque permanece en la tierra, eleva la mirada al cielo y alza las manos al cielo en la plegaria y en la imploración. En tal sentido es importante la imagen bíblica del monte. Ya que Dios está en el cielo, para acercarse a Él, es bueno escalar un monte, una montaña. Y por otra parte, Dios ama manifestarse en el monte, porque así siempre permanece en lo alto, pero al mismo tiempo toca la tierra. El ser terreno, para la Escritura, es también símbolo del hombre que se opone a Dios, prefiriendo las cosas terrenales a Él. Así Jesús polémicamente dice a los fariseos y a los doctores de la ley: "Vosotros sois de aquí abajo. Yo soy de arriba" (Jn 8,23).
----------El paraíso terrestre, según el relato bíblico, es un lugar que en el plan originario del Padre, debía ser definitivo. No contiene en sí misma necesidad o perspectiva de superación, como si fuera algo imperfecto, provisional o no suficientemente digno o satisfactorio para el hombre.
----------Una eventual elevación del hombre al cielo no era en absoluto necesaria y, de hecho, dadas las condiciones de la gracia edénica, no estaba absolutamente en programa, no había sido planeada. Ciertamente Dios sabía desde la eternidad y de hecho había decidido desde la eternidad, previendo el pecado, el envío del Hijo a la tierra para salvar al hombre. Pero esto no quiere decir en absoluto que de por sí el plan edénico previera por su esencia la elevación celestial del hombre.
----------Se puede también pensar, tal como consideraba el beato Juan Duns Escoto [1266-1308], que el Hijo de Dios se habría encarnado incluso si el hombre no hubiera pecado. Se puede también, por consecuencia, plantear la hipótesis de que la venida del Hijo a la tierra no habría sido redentora, sino solo glorificadora del hombre ya disfrutando de la gracia adámica. Pero en tal caso, para que el hombre pudiera ascender al cielo, siempre se necesitaría la gracia de Cristo. Por consiguiente, la idea de que la pareja primitiva hubiera de todos modos subido al cielo antes e independientemente de la gracia de Cristo, es ofensiva para la obra de Cristo, porque el hombre no puede subir al cielo si no es gracias a Nuestro Señor Jesucristo.
----------Con la venida de Nuestro Señor al mundo, Dios, aunque permaneciendo en el cielo, ha descendido como Dios Hijo a la tierra y en Jesucristo la tierra se eleva al cielo. Dios ciertamente permanece en el cielo y el hombre permanece hecho de tierra, aunque divinizado y vuelto celestial por la gracia de Jesucristo. De esta manera, el cielo es entonces accesible al hombre, mientras que la tierra deviene celestial.
----------Por lo expresado, entonces, es necesario decir que el paraíso terrestre del Edén original era el ambiente adaptado para la perfecta felicidad natural del hombre, no estando en programa o sin que se planeara ninguna subsecuente elevación al cielo, incluso en el caso que nuestros primeros progenitores ​​no hubieran pecado. La elevación al cielo no hubiera sucedido si el hombre no hubiera pecado, sino que ha sucedido precisamente en subsecuencia al pecado, como grandiosa obra de la divina misericordia, que responde al pecado con un amor aún más grande. Por su parte, la relación edénica con Dios era óptima según las exigencias y la práctica de la religión natural. La pareja disfrutaba de la gracia de la unión con Dios Uno, siendo entonces desconocido para ellos el Dios Trino, porque aún no había sido revelado por Jesucristo.
  
Dos significados de la expresión "hijos de Dios"
   
----------Demos ahora un paso más en nuestra reflexión. Si se prefiere, no está prohibido llamar a Adán y Eva, "hijos de Dios", siempre que esta expresión se entienda en un sentido lato y simbólico, tal como es usada en el Antiguo Testamento, donde son llamados "hijos de Dios", por ejemplo, los hombres de Dios, los ángeles, el rey e Israel. Pero está claro que se trata de una filiación puramente simbólica respecto a la real filiación divina, que caracteriza la vida cristiana y de la cual en el Edén sólo está el velado anuncio por parte de Dios, cuando Él advierte a la serpiente en estos términos: "pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia: esta te aplastará la cabeza y tú le insidiarás el talón" (Gén 2,15).
----------En realidad, el modo según el cual podemos llamas a Adán y Eva "hijos de Dios" es el modo de una simple condición de naturaleza, bien distinta de aquella filiación, de aquel "renacer de lo alto" (Jn 3,3), del cual Cristo habla con Nicodemo, de aquel ser "realmente hijos", del cual habla san Juan: "¡Qué gran amor nos ha tenido el Padre para ser llamados hijos de Dios y realmente lo somos! Nosotros ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha revelado lo que seremos. Sin embargo, sabemos que cuando Él sea manifestado, nosotros seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Él es" (1 Jn 3,1-2).
----------Hijos del hombre nacemos y en tal sentido todos somos hijos de Dios, independientemente de nuestra voluntad. Pero el ser propiamente hijo de Dios, se deviene, nos convertimos en hijos de Dios. En este caso nacemos con el Bautismo, que consiste en el participar de la naturaleza divina del Hijo, para así ser contados como hijos del Padre y guiados por el Espíritu Santo (cf. Rom 8,14). Adán y Eva no eran absolutamente hijos de Dios en este sentido, aunque debemos pensar que hayan devenido tales, quizás inconscientemente, debido a un efecto retroactivo de la Redención de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Este ser hijo de Dios es, por lo tanto, efecto de una libre y gratuita elección movida por la gracia y fundada sobre la fe en Nuestro Señor Jesucristo: "A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios" (Jn 1, 12-13).
----------Y en tal sentido dice san Pablo: "Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a os que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios" (Gal 4,4-7).
----------Es interesante el matiz que existe entre los textos de san Juan y san Pablo sobre la naturaleza de ser hijo de Dios, Juan dice que lo somos realmente, para subrayar el aspecto sobrenatural y divinizante. Pablo habla de hijos "adoptivos" para mantener la distancia entre Dios y la criatura.
   
La gracia no es una consecuencia necesaria de la naturaleza,
sino libre don de Dios que se añade gratuitamente a la naturaleza
   
----------Por todo lo dicho hasta aquí, es necesario afirmar con claridad que en el constituirse de la naturaleza humana por obra del acto creador divino, no es en absoluto necesario que a la naturaleza se agregue la gracia, del modo como es necesario que a la animalidad se agregue la racionalidad. Si bien es inconcebible que Dios pudiera crear un hombre dándole animalidad sin crear conjuntamente la racionalidad, es del todo posible que Dios cree al hombre sin elevarlo al estado de gracia.
----------Por lo tanto, era del todo posible que Dios creara a la pareja de nuestros primitivos progenitores dejándolos en el estado de la gracia edénica sin elevarlos a la gracia de la filiación en Cristo. Por eso, la gracia edénica no contenía en absoluto en sí la exigencia de ser elevada a la gracia de la filiación cristiana.
----------Adán y Eva muy habrían podido muy bien vivir felices en la tierra edénica por toda la eternidad sin ser transferidos al cielo para ver a Dios, porque la visión beatífica no estaba en absoluto prevista para el estado edénico, donde la comunión con Dios era sí, en verdad, una comunión de gracia, pero no todavía la gracia cristiana de la filiación divina, por la cual el hombre está destinado a ver en el cielo la Santísima Trinidad. Y esto por el simple hecho de que el misterio trinitario ha sido revelado por Cristo hace solo 2000 años. Esto no quiere decir que ahora Adán y Eva en el cielo no contemplen la Santísima Trinidad, sino que esto solo ha podido suceder por un efecto retroactivo de la gracia de la Redención.
----------El enriquecimiento de la naturaleza por obra de la gracia no debe ser comparado con el progreso que el individuo realiza desde la infancia hasta la edad adulta, sino con el beneficio gratuito que un hombre puede recibir de otro que así quiera mostrarle su afecto o su amistad.
----------Es cierto que, de hecho, Dios ha querido crear al hombre para volverlo hijo de Dios y que el fin último del hombre es un fin sobrenatural (la visión en el cielo de la Santísima Trinidad); pero si Dios de hecho lo ha querido así, ello no quiere decir que creando al hombre no haya podido no quererlo hijo de Dios en Cristo, porque el ser hijo del hombre no requiere necesariamente o de derecho el ser hijo de Dios, así como el ser hombre requiere necesariamente la adición de la racionalidad a la animalidad. Si Dios crea, no crea necesariamente el hijo de Dios, como cree Rahner, sino que puede muy bien crear al hombre sin volverlo hijo de Dios.
----------Sobre esta misma línea de pensamiento el venerable papa Pío XII en la encíclica Humani Generis vino a decir que el orden sobrenatural sería desvirtuado "sosteniendo que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llamarlos a la visión beatífica". Una concepción de tal género supone un concepto de hombre, por el cual el hombre no sería plenamente hombre si no fuera hijo de Dios. Lo que es falso, porque la gracia, aunque perfeccione la naturaleza y esté en armonía con ella y no contraria a sus exigencias, sin embargo, la supera y la eleva, porque pertenece a un plan de vida divino infinitamente superior a aquel de la naturaleza y no necesario para que la naturaleza alcance su natural felicidad.
----------Dios ha creado libremente, "liberrimo consilio", dice el Concilio Vaticano I (Denz.3001), tanto la naturaleza humana como la gracia. Por lo tanto, creando la naturaleza, no ha sido necesario crear también la gracia, así como creando la animalidad del hombre, Dios no puede no crear también su racionalidad, o creando el alma humana, no puede no crear también su cuerpo, porque mientras el ser humano es un único ser animal y racional, alma y cuerpo, naturaleza y gracia son dos realidades distintas, aunque en armonía entre sí, la una perteneciente al plano de lo humano, la otra perteneciente al plano de lo divino, por la cual la naturaleza humana, en principio, si Dios hubiera querido, podría ser feliz y completa también sin la gracia.
----------Se encuentra en un estado de miseria la naturaleza privada de la gracia, solo cuando la naturaleza, llamada por Dios a vivir en gracia, rechaza la gracia con el pecado o pierde la gracia con el pecado. En este caso, sí que la gracia es necesaria para su felicidad y, de hecho, para su salvación, pero sólo en el presupuesto del proyecto divino de que el hombre deba vivir en gracia.
----------La naturaleza, en principio, no está frustrada, no falla en su fin, si no tiene la gracia, porque el fin de la naturaleza es simplemente actuar las potencias y las fuerzas de la naturaleza; no es estar en gracia. El estar en gracia es un beneficio, es un fin superior, sobrenatural, para alcanzar el cual la naturaleza no tiene la fuerza suficiente y no le es debido a la naturaleza para su felicidad.
----------La naturaleza de por sí, si fuera sana e integral, no desearía la gracia, si ella de hecho no hubiera sido creada en el Edén en gracia, por lo cual, sabiendo con la fe que Dios quiere donarle la gracia e imaginando su infinita deseabilidad y preciosidad, viene a sentir una necesidad absoluta, como de una vida de la cual no puede prescindir. Y, de hecho, Dios le ordena al hombre vivir en gracia, sin la cual para él sería la muerte eterna.
----------Sin embargo, se mantiene que la gracia no es necesaria para la naturaleza como tal, sino que es necesaria para la naturaleza caída y corrompida por el pecado, para actuar las virtudes, liberarse del pecado y recuperar su originaria integridad e inocencia.
   
Del estado de inocencia al estado de naturaleza gloriosa según san Pablo
   
----------La historia bíblica nos narra lo que Dios ha hecho por el hombre. Y así como lo ha hecho por libre elección entre diversas posibilidades, debemos estar atentos a no creer que lo que ha hecho no podía no hacerlo, mientras que debemos estar bien convencidos de que, si hubiera querido, podría haberlo hecho de diversa manera. El aclarar lo que Dios hubiera podido hacer o no hacer no es, por lo tanto, una investigación ociosa que nos saque fuera de la realidad, sino que, al contrario, nos hace comprender mejor el misterio de la libertad, del amor, de la omnipotencia y de la misericordia de Dios.
----------Por cuanto respecta al pasaje del estado de inocencia, protológico, al estado de gloria, escatológico, no encontramos nada mejor que la descripción que nos ha dejado san Pablo, donde no existe ni siquiera la sombra de una elevación celeste de Adán y Eva, como está indicado en la respuesta a la pregunta número 61 del Catecismo Mayor de san Pío X. En cambio, se encuentra en san Pablo el pasaje de la humanidad terrena edénica a la humanidad celeste escatológica, que es otra cosa muy distinta:
----------"Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual. Esto es lo que dice la Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida. Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después. El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial. De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial. Les aseguro, hermanos, que lo puramente humano no puede tener parte en el Reino de Dios, ni la corrupción puede heredar lo que es incorruptible" (1 Cor 15,44-50).
----------San Pablo parecería hablar de la sustitución del hombre terreno, el Adán corruptible, por un hombre celeste incorruptible, puro espíritu, que debería ser Cristo. Pero no es así. Es necesario prestar atención a que aquí Pablo cruza dos discursos: por una parte el pasaje del actual estado de naturaleza corruptible a la incorruptibilidad de la naturaleza gloriosa, y por otra parte el pasaje del primer Adán, hombre terreno, al segundo Adán, que es Cristo, hombre celeste y es este segundo discurso el que nos interesa aquí.
----------El primer pasaje mencionado puede ser llamado, en términos paulinos, el pasaje del hombre carnal u hombre viejo al hombre espiritual u hombre nuevo. En este pasaje tenemos sustitución: esto sustituye a aquello. En cambio, en el caso del pasaje del hombre edénico al hombre cristiano esto no cancela aquello, sino que lo enriquece, así como la gracia no sustituye la naturaleza, sino que la supone y la perfecciona, y las virtudes teologales no sustituyen a las naturales, sino que las perfeccionan.
----------El plan divino ha querido ciertamente un pasaje del hombre edénico, perteneciente a la tierra, al hombre cristiano, que tiene morada en el cielo; pero este pasaje no es inmediato: si Adán no hubiera pecado, no debía ascender inmediatamente al cielo, sino, supuesto que el Verbo quisiera encarnarse -lo cual es solo una hipótesis- habría debido esperar su venida para recibir la gracia de la filiación.
----------De hecho, Dios ha querido que entre lo terreno y lo celeste se diera el estado actual de la naturaleza caída y redimida, habitando la tierra pero con la mirada vuelta al cielo, por lo cual ella en Cristo se mueve en dos direcciones: una hacia el pasado, o sea la recuperación del paraíso perdido, y la otra dirección, superior a la primera, proyectada hacia el futuro: la conquista del paraíso celeste.
   
Valor autoritativo del Catecismo como expresión de la doctrina de la Iglesia
   
----------Para concluir esta reflexión, digamos al menos dos palabras sobre un tema más general, del cual es sólo un ejemplo el tema que acabamos de considerar: la autoridad doctrinal del Catecismo en la Iglesia, o sea, el valor autoritativo magisterial del Catecismo.
----------Lo primero que debe decirse es que la autoridad magisterial de los Catecismos, no es una autoridad absoluta. Por supuesto, me estoy refiriendo aquí, ante todo, al actual Catecismo de la Iglesia Católica (Catechismus Catholicæ Ecclesiæ), o Catecismo de san Juan Pablo II, cuya versión oficial en latín fue publicada en 1997, y el Compendio del Catecismo, publicado por el papa Benedicto XVI en 2005. Aunque también me estoy refiriendo a los que le precedieron, como catecismos pontificios: el Catecismo Romano, también llamado Catecismo del Concilio de Trento, publicado en 1566, que fuera elaborado para exponer la doctrina y mejorar la comprensión teológica de los párrocos; y el Catecismo Mayor de san Pío X, publicado por el Santo Pontífice en el año 1905. Cuando digo Catecismo, me refiero particularmente al primero de los nombrados, el actual, aunque los anteriores siguen siendo válidos, pues tratan de exponer las verdades de fe y la doctrina, de por sí inmutables, aunque su exposición respondía a las necesidades pastorales de otros tiempos.
----------Pues bien, la autoridad magisterial de los Catecismos no es una autoridad absoluta, porque el Catecismo es una recopilación de las verdades de fe y la doctrina de la Iglesia, que, aunque aprobada por el Romano Pontífice, depende siempre de algún órgano de la Santa Sede, que en sí mismo no es infalible. Para encontrar verdaderamente la infalibilidad doctrinal hay que recurrir, como bien sabemos, al verdadero y propio Magisterio de la Iglesia, el cual, como también se sabe, se expresa según diversos grados, y cuya máxima manifestación son los dogmas o magisterio extraordinario, bajo el cual se encuentra el Magisterio ordinario, siempre gozando del carisma de infalibilidad pontificia.
----------Por supuesto, los mencionados Catecismos de la Iglesia son muy útiles y gozan de importante autoridad docente, podríamos decir en cuanto introducción al conocimiento del Dogma y del Magisterio de la Iglesia. Hago constar nuevamente que me refiero a los mencionados Catecismos; pues todos los demás, sean los publicados por las diversas Conferencias Episcopales nacionales, o por algún Obispo para su respectiva diócesis, gozan de una autoridad docente aún más relativa que los antes mencionados, ya que son adaptaciones o no de los anteriores y, de hecho, no infrecuentemente, escapan al prudente control docente de los propios obispos implicados en su publicación o al control de Roma. Un caso de triste fama es el recordado Catecismo Holandés, de los años inmediatos del post-concilio.
----------Ciertamente los Catecismos universales de la Iglesias, por ejemplo el actual Catecismo publicado en 1997, contienen todas las verdades de la fe, pero también pueden contener ciertas opiniones teológicas muy autorizadas y perdurables, que son albergadas también por el Catecismo a causa del respeto a estas opiniones, aunque no son doctrinas infalibles. Como hemos visto, por todo lo dicho hasta aquí, esto también sucede en el popularísimo y respetable Catecismo Mayor de San Pío X. 
----------Ahora bien, mientras estas opiniones se encuentren en el Catecismo, los fieles comunes pueden aceptarlas con toda tranquilidad. Por consiguiente, no es casualidad que ciertas opiniones teológicas que aparecían en anteriores Catecismos, ya no aparecen en el actual; de ahí que, aunque los Catecismos anteriores no han perdido validez y sigan siendo muy útiles, pueden contener opiniones teológica que, o bien en razón del más profundo conocimiento teológico se las considera hoy erróneas, o bien han perdido el consenso teológico que antes tenían. Sea como sea, sin embargo, el fiel católico siempre ha estado y está obligado a distinguir, por un lado, estas opiniones teológicas o meros puntos de vista, y por otro lado, el dogma o magisterio de la Iglesia. Para hacer esta distinción, es necesario que los fieles se esfuercen por discernir y aceptar del Catecismo aquellas enseñanzas que se presentan explícitamente como Magisterio de la Iglesia, es decir, como pasajes de la Sagrada Escritura, Tradición o enseñanzas pontificias y doctrinas de los Concilios.
----------En cuanto a las opiniones teológicas, la prudencia debería indicar a los Romanos Pontífices que pueden ser eliminadas de un Catecismo posterior, como por ejemplo ha sucedido con la doctrina del limbo, la cual es una opinión teológica que hoy ha desaparecido del actual Catecismo, dada la profundización en el conocimiento de la fe. La doctrina del limbo, de la cual hemos tratado en otro artículo de este blog, es una doctrina que la Iglesia nunca ha definido, pero que era una opinión teológica que la Iglesia siempre había aceptado, aunque sin comprometer su Magisterio.
----------Lo mismo, y con mayor razón, ha sucedido, con la doctrina según la cual Adán y Eva, después de un cierto período de permanencia en el paraíso terrenal, habrían ascendido a la visión beatífica en el paraíso celestial. Como ha quedado demostrado, tal doctrina, presente en el Catecismo Mayor de San Pío X, es no sólo una opinión teológica, sino además sin fundamento en la divina Revelación y, por lo demostrado, errónea.
----------En cuanto a la cuestión de la pena de muerte, tema del actual Catecismo, que el papa Francisco ha querido reformular, es un asunto muy diferente y menos sujeto a infalibilidad (o, por mejor decir, ajeno a la infalibilidad pontificia), porque toca el campo de las opciones pastorales de la Iglesia, donde la Iglesia puede cambiar sus decisiones. Sobre esta cuestión me referiré próximamente, con más detalle.

4 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón:
    Si la respuesta al n.61 del Catecismo Mayor de San Pío X no puede ser considerada vinculante para un católico; si tampoco la otra tesis, del mismo San Pío X, sobre el destino al Limbo de los niños muertos sin el Bautismo, ha sido subsecuentemente abandonada por la Iglesia; si incluso el Catecismo de la Iglesia Católica de San Juan Pablo II ha debido sufrir una modificación reciente, a cargo del papa Francisco, por lo que concierne a la licitud de la pena de muerte... en definitiva, si no obstante las aprobaciones papales, no todas las afirmaciones contenidas en los diversos Catecismos pueden ser consideradas Magisterio infalible ¿en qué sentido debe considerarse el atributo "vinculante" utilizado en las comunicaciones finales del Congreso Catequético Internacional de 1997? Allí se afirma que: "El Catecismo de la Iglesia Católica es el compendio doctrinal de la fe católica y es una expresión de la enseñanza autorizada del Magisterio y, en este sentido, es vinculante para todos los fieles según los grados de autoridad de sus respectivas doctrinas".

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    1. Estimado Ángel,
      me temo que, frente a tu pregunta, lo más simple es repetirte de modo resumido lo expresado en el artículo.
      Ante todo, por cuanto respecta a la autoridad de los Catecismos, ella no es absoluta, porque el Catecismo no es más que una recopilación, la cual, por más que haya sido aprobada por el Papa, depende de algún organismo de la Santa Sede, que de por sí no es infalible. Para encontrar verdaderamente la infalibilidad doctrinal es necesario recurrir al verdadero y propio Magisterio de la Iglesia, cuya máxima manifestación son los dogmas, por debajo de los cuales se encuentra el Magisterio ordinario.
      Por cuanto respecta al Limbo, podemos hacer un discurso similar al que hice respecto al n.61 del Catecismo de San Pío X: se trata de otra opinión teológica que hoy ya podría llegar a ser considerada errónea, aunque todavía puede ser discutida. El Limbo es también una doctrina que la Iglesia nunca ha definido, sino que era una opinión teológica que la Iglesia siempre había aceptado, pero sin comprometer su Magisterio.
      En cuanto a la cuestión de la pena de muerte, se trata de una materia muy diferente y menos sujeto a la infalibilidad, porque toca el campo de las opciones pastorales de la Iglesia, donde la Iglesia puede cambiar sus decisiones. Es muy probable que en los próximos días comience a escribir algo sobre este tema en concreto.

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  2. Mario O. Napolitano11 de junio de 2021, 14:47

    Padre Filemón,
    Me gustaría hacerle una pregunta relacionada con este artículo. Me sorprendió mucho el error en el Catecismo de San Pío X, y su demostración es convincente, en mi humilde opinión.
    Ahora bien, entiendo que se trata de un error doctrinal en este Catecismo Mayor de principios del siglo pasado.
    Mi pregunta es la siguiente: ¿se puede decir, entonces, que el Catecismo de la Iglesia, tanto el de Pío X, el de Trento, como el de Juan Pablo II, no constituyen Magisterio de la Iglesia, y puede contener errores doctrinales?
    Creo recordar que, en algún otro artículo, usted indicó que un Catecismo de la Iglesia no puede considerarse Magisterio del mismo valor que, por ejemplo, una encíclica pontificia, pero, lo que advierto ahora, a la luz de su artículo, es que un Catecismo no puede ser considerado de ningún modo Magisterio de la Iglesia.
    ¿Es correcto lo que acabo de decir?

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    Respuestas
    1. Querido Mario,
      Los Catecismos de la Iglesia son muy útiles y autorizados, como introducción al dogma y al Magisterio de la Iglesia. Contienen ciertamente todas las verdades de la fe, pero también pueden contener algunas opiniones teológicas muy autorizadas y perdurables, que se albergan en el Catecismo no como verdades de fe, sino por respeto a estas opiniones, aunque no son doctrinas infalibles.
      Ahora bien, mientras estas opiniones se encuentren en el Catecismo, el fiel común puede aceptarlas tranquila y confiadamente. Sin embargo, el fiel está siempre obligado a distinguir estas opiniones respecto del dogma o del propio Magisterio de la Iglesia.
      Para obrar esta distinción, es necesario que el fiel, en el mismo Catecismo, acepte aquellas enseñanzas, que son explícitamente presentadas como Magisterio de la Iglesia, es decir, como pasajes de la Sagrada Escritura, de la Tradición o enseñanzas pontificias y doctrinas de los Concilios .
      Por cuanto respecta a las opiniones, pueden ser eliminadas de un Catecismo subsecuente, como por ejemplo sucedió con la doctrina del limbo y aquella según la cual Adán y Eva, luego de un cierto período de permanencia en el paraíso terrenal, habrían ascendido a la visión beatífica en el paraíso celestial. Esta, como he demostrado, es un error doctrinal en el Catecismo de Pío X.

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