Ayudados en nuestra especulación teológico-moral por los principios de Santo Tomás de Aquino, que ayer hemos expuesto sumariamente, intentemos comprender, según la mente del Santo Padre y del Magisterio precedente, los puntos particularmente debatidos de la exhortación Amoris laetitia.
----------Naturalmente, no puedo decir que yo haya leído todo, aunque sí gran parte de los libros o ensayos o folletos o artículos periodísticos o notas casuales en sitios web; tampoco he seguido todos los cursos y conferencias, que en estos cinco años, se han venido ofreciendo acerca de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris laetitia; pero sí puedo afirmar que conozco lo que sobre el documento pontificio han expresado las más altas autoridades eclesiásticas, particularmente los colaboradores más cercanos del Papa, o los Cardenales, o los Obispos de importantes sedes diocesanas y los teólogos más doctos.
----------Por supuesto, las discusiones acerca de la interpretación que debe darse a esta importante acta del Magisterio pontificio, sobre todo los debates en torno al tema de la posibilidad de los sacramentos para los divorciados vueltos a casar, lo primero que nos está indicando es que este documento, a pesar de su extensión no es lo suficientemente claro, por lo pronto al menos en la mencionada cuestión disputada. Supuesto eso, la necesidad sentida por gran parte de la Iglesia de clarificación magisterial del documento, no ha sido hasta ahora satisfecha ni por el Santo Padre ni por su inmediata mandataria en el área de la Fe y la Moral, es decir, la Congregación para la Doctrina de la Fe.
----------De modo que debemos suponer que el Santo Padre considera que todo lo que debía expresar él sobre la cuestión está presente ya en el texto. Por lo tanto, debemos abocarnos a la tarea de leerlo y comprenderlo; y, como ya lo he expresado, no es en absoluto imposible, con una atenta hermenéutica, llegar a comprender la mens del Romano Pontífice, al menos en la vexata quaestio: los divorciados vueltos a casar quedan excluidos de la Comunión eucarística. Esta conclusión surge a partir de lo que el propio Santo Padre expresa en el texto interpretado a la luz del Magisterio precedente y de los principios de la moral católica, bajo la guía del Doctor Communis Ecclesiae, santo Tomás de Aquino, en lo que respecta a todo lo que en el texto constituye su aspecto magisterial, y a la luz de los principios del derecho canónico y de la recta interpretación de actas legislativas en todo aquello que en el texto constituye su aspecto disciplinar.
----------Respecto a su aspecto doctrinal, lo que sorprende al examinar las lecturas que se han dado de Amoris laetitia, es el contraste entre las tesis de santo Tomás acerca de teología moral (sumariamente recordadas en la nota de ayer) y ciertas ideas que se vienen expresando en estos cinco años y en las que aún hoy se insiste, a pesar de estar lejos del pensamiento del Papa y de las mencionadas tesis del Aquinate. Se trata de ideas que siempre debe considerarse bueno refutar, porque no se conforman a la sana doctrina, que, por mandato de la Iglesia, los Obispos y en particular los teólogos, algunos de ellos enseñando en importantes universidades e institutos católicos, tienen el deber de enseñar. Por lo demás, se sabe bien que la fidelidad a los principios del Aquinate está claramente prescrita por el Concilio Vaticano II y el Magisterio precedente.
----------Por lo tanto, en la presente nota, recordaré algunos puntos de la doctrina católica, acerca de los cuales encontramos el pensamiento de muchos expositores de Amoris laetitia, alejado no solo de lo que puede ser una respetuosa atención a la guía doctrinal de santo Tomás de Aquino, sino también en contraste con el mismo Magisterio de la Iglesia. Al hacer esta tarea, por cierto sin seguir un orden preciso, debo adelantar a los lectores que encontrarán en la presente nota y en las siguientes algunas citas anónimas. Se trata de citas con las que habitualmente puedo disentir o, de hecho, explícitamente disiento: pertenecen a autores vivientes cuyos nombres se callan por caridad, y son citas que han sido extractadas de fuentes que no indico para no hacerles una publicidad gratuita. Sin embargo, no de todas las citas omito decir el nombre de su autor, porque también la caridad exige decirlo, cuando corresponda por el bien de la Iglesia.
----------Pues bien, en el contexto de las primeras y candentes discusiones sobre la exhortación Amoris laetitia, allá por 2016 y 2017, alguien expresó con mucha soltura de cuerpo, que "la concepción del matrimonio cristiano expresada por el cardenal Carlo Caffarra está fijada a la del beato papa Pío IX". Es probable que el "teólogo" que se expresó de esta manera quisiera probar su "fidelidad" al Santo Padre frente a uno de los cuatro Cardenales firmantes de los famosos dubia, del 19 de septiembre de 2016, el cual fue un hecho que enardeció desde entonces las discusiones. Pero el teólogo de marras cumplía aquel gesto en clara actitud de difamación del eximio Cardenal, el cual fallecía poco después de aquella injusta acusación. La concepción del matrimonio cristiano expresada por el cardenal Carlo Caffarra no ha estado en absoluto "fijada a la del beato Pío IX" sino que es simplemente la inmutable concepción católica. El hecho de que aquel "teólogo" dijera del cardenal Caffarra una cosa de tal género, viene más bien a despertar la sospecha de que fuera en realidad el "teólogo" quien no crea en la inmutabilidad del concepto de matrimonio cristiano.
----------Tal sospecha se ve agravada por el modo historicista y relativista, con el cual no pocos docentes de moral en universidades e institutos de enseñanza católicos conciben el valor de la ley moral, lo que implica, en consecuencia, un juicio erróneo sobre el intrinsece bonum y el intrinsece malum. En efecto, es evidente que muchos de tales docentes "católicos" fallan en ese conocido proceso mental mediante el cual, en la ciencia moral, el intelecto, abstrayendo de lo concreto de las individuales acciones humanas, concibe la esencia universal e inmutable de la ley moral, independiente de las circunstancias del espacio-tiempo.
----------De ahí la imposibilidad que tienen esos filósofos y teólogos de concebir una ley o un deber moral absolutamente obligatorio, o sea, intrinsece bonum, bonum honestum, inmutable, incorruptible, sin excepciones, un bien indispensable, sobre el cual basarse siempre, para preservar a cualquier precio, irrenunciable, sin precio, siempre y universalmente idéntico en su significado inteligible, para todo hombre, en todo tiempo y en todo lugar, necesario para la felicidad y para el fin último de todo hombre. Por ejemplo, el deber de la fidelidad conyugal (intrinsece bonum) y, en consecuencia, la ilicitud (intrinsece malum) del adulterio.
----------En el intrinsece bonum o intrinsece malum no existen "casos" o "situaciones", en las cuales se pueda hacer una excepción, como tampoco existen casos en los cuales, sumando dos caballos a diez caballos o dos coches a diez coches, la suma sea trece, aún cuando sería bueno que sumaran trece.
----------El relativismo moral y el historicismo moral de muchos exponentes de la exhortación Amoris laetitia, depende del concepto relativista y subjetivista que tienen de la conciencia, concepto que ellos suelen llamar "concepto moderno de conciencia", pero que sería mejor llamar "modernista". Por favor, no ofendamos a la modernidad. Existen, por supuesto, errores modernos; pero existen también valores modernos. El modernismo es un falso modo de ser modernos, que en realidad resuma errores antiguos, por no decir arcaicos.
----------Retornando a la mencionada injusta acusación al cardenal Carlo Caffarra, de que "la concepción del matrimonio cristiano expresada por el cardenal está fijada a la del beato papa Pío IX", debo decir que existen sobrados testimonios de que el docto moralista no se oponía en absoluto a la libertad de conciencia, como se le acusaba, sino que se oponía, y con total razón, a la concepción subjetivista, propia del modernismo, que hace de la conciencia individual, del "yo", el metro, el principio y el criterio último de la verdad, como he indicado en mi nota de ayer en las referencias tomistas (véase el número 7).
----------Se trata de esa conciencia que, en base a un postulado que ella arbitrariamente pone, y que elige como eje de la existencia y de la acción del sujeto, se encierra obstinadamente en esta convicción o autoconciencia, cosa que en última instancia le resulta deletérea, porque es contraria a su fin último que es Dios, y no cede a ninguna evidencia (el caso de Descartes) ni a ninguna autoridad (el caso de Lutero).
----------El cardenal Carlo Caffarra, por el contrario, nos recordaba en aquellos sus últimos artículos, cercana ya su muerte, y lo hacía frecuentemente con las mismas palabras del beato Antonio Rosmini [1797-1855], cómo la verdadera libertad de conciencia se funda en esa verdad objetiva, que brilla interiormente como participación de la luz divina, que nos hace conscientes de ideales morales, absolutamente irrenunciables, para ser fieles a los cuales debemos estar dispuestos a dar nuestra propia vida.
----------Naturalmente, el cardenal Caffarra no negaba, siguiendo la senda de santo Tomás de Aquino e incluso del mismísimo Evangelio, la obligatoriedad de la conciencia errónea (Lc 23,34), pero al mismo tiempo nos recordaba que la conciencia debe corregir el error cuando lo advierte. Si la conciencia no se corrige, es signo de que no se dirige a la verdad, sino que se encierra en sí misma. Por el contrario, la conciencia que logra humildemente corregirse, ya estaba en la verdad incluso antes de corregirse.
----------Tampoco es aceptable la tesis de quienes afirman que "la 'ley de la continencia' para las familias en segundas nupcias es una solución provisoria y parcial, que todavía es posible hoy, pero que ya no es necesaria". Esta tesis no surge en absoluto de una lectura atenta de la exhortación Amoris Laetitia. Por lo demás, no han faltado quienes, refiriéndose a la antropología del papa san Juan Pablo II, calumnian gravemente su enseñanza, calificando de "desfigurada" a la mencionada antropología. En una nota anterior he mencionado incluso al autor de estas falsas y maliciosas acusaciones, pero no repetiré su nombre.
----------La eventual introducción en un mañana del permiso (si así lo determina el Papa, y tiene poder para determinarlo) para que los divorciados vueltos a casar accedan a la Comunión sacramental en casos especiales (por ejemplo los casos hipotetizados por el cardenal Francesco Coccolpalmerio en su ya mencionado opúsculo), no derogaría de ninguna manera la importancia de conceder la Comunión a las parejas que, siguiendo las enseñanzas de san Juan Pablo II, logran abstenerse de las relaciones sexuales. Tal abstinencia, bien lejos de no ser ya necesaria, como algunos creen, conserva intacto su alto valor ascético, aunque debería tratarse de parejas espiritualmente avanzadas y suficientemente fortalecidas por una gracia especial.
----------Si, de hecho, es difícil la abstinencia sexual para nosotros los religiosos, que vivimos en comunidades masculinas y femeninas separadas, podemos figurarnos cuán difícil será esta práctica para una joven pareja que cohabita, probablemente nacida de una atracción sexual tan fuerte, para presionar al menos a uno de los dos a dejar al cónyuge precedente, ¡y no ciertamente con vistas a abstenerse del sexo!
----------Sin embargo, los casos son muchos, y debemos recordar que la Iglesia, cuando emana una directiva pastoral o canónica, no trabaja en abstracto, sino que se basa en experiencias efectivamente sucedidas. Por otra parte, esta disposición tan austera podría encontrar razonable aplicación en parejas ancianas, en las cuales eventualmente uno de los dos cónyuges podría necesitar de un tratamiento médico prolongado, lo que crearía obstáculo a la relación; mientras que, al mismo tiempo, la mitigación de la disciplina podría ser adecuada a parejas jóvenes, que luchan por dominarse, aún apreciando los sacramentos y la virtud cristiana. Al mismo tiempo, sin embargo, está claro que estas parejas deberían ser objeto de un celoso cuidado pastoral, apto para estimularlos a un camino de penitencia y de serio compromiso de vida eclesial.
----------"Antropología desfigurada", por lo tanto, no es la del Santo Pontífice Juan Pablo II, sino la estos sedicentes "teólogos", hurgando y escarbando entre los nutrientes del suelo, para decirlo con Sartre, ignorando a la vez las más altas cimas del ideal y de los horizontes más amplios de la misericordia.
----------Para ir concluyendo por hoy, y dejando otros temas conexos para nuestra nota de mañana, quiero aclarar una vez más algo importante. Nadie honestamente puede pensar que vacile nuestra fe en la autoridad del Sumo Pontífice, si como católicos, tras un serio y respetuoso examen, y siguiendo las normas que rigen la auténtica interpretación de las actas del Magisterio, advertimos (como de hecho advertimos) que la exhortación Amoris Laetitia contiene pasajes ambiguos, que necesitaban y siguen necesitando ser aclarados por el Santo Padre, con la fuerza de su autoridad, también porque de hecho, en torno a esos pasajes, estalló desde la publicación del documento una enorme discordia, todavía no sedada ni siquiera tras cinco años. Si bien el Papa ha considerado, según su prudencia, no aclarar ulteriormente el texto, al menos ha reiterado posteriormente, y ya en repetidas ocasiones, el dogma del matrimonio con una claridad inequívoca.
----------Por último, señalo otro punto al que me parece ridículo dedicar más atención que un breve párrafo final. La publicación de la exhortación Amoris Laetitia ha hecho pensar a algunos descaminados de la recta fe, en la existencia de un contraste entre el Magisterio del papa Francisco y el Magisterio del papa Benedicto XVI, actual papa emérito, con especial referencia al permiso de la Comunión para los divorciados vueltos a casar (que, en última formulación, no es tema doctrinal, sino disciplinario).
----------Como ya he explicado en varias ocasiones, la eventualidad de que el Santo Padre en un futuro conceda en casos especiales, como por ejemplo los casos indicados por el cardenal Francesco Coccopalmerio (en su ya citado opúsculo), dicho permiso, cae dentro de su facultad de regular o disciplinar la administración de los Sacramentos, por lo que cual, siendo dos ámbitos distintos el doctrinal y el disciplinar, permanece salvada la continuidad magisterial entre los dos Papas en el campo dogmático, como no podía ser de otra manera. Más bien, quienes crean confusión en este campo con su historicismo situacionista y relativista son algunos cardenales, algunos obispos y algunos teólogos. El verdadero intérprete oficial del documento papal, indicado como tal por el propio Pontífice, es en cambio desde 2016 el cardenal Christoph Schönborn.
Estimado Fr Filemón,
ResponderEliminarLo vengo siguiendo desde hace tiempo, con asiduidad y siempre con mucho provecho, porque veo en su posición esa vía media, que de ninguna manera es medianía ni mediocridad ni tibieza, sino que siempre ha sido la línea que caracterizado a la Iglesia Católica; línea que hoy parece casi desaparecida, abrumada por los dos opuestos extremos del tradicionalismo y del progresismo.
Sin embargo, quisiera pedirle una opinión sobre este pasaje de Amoris laetitia en el n.303:
"A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena".
¿Cómo debería ser bien entendida esta parte de Amoris laetitia? Es decir, ¿en qué sentido no se cae aquí en la moral de la situación? Desde hace tiempo, en realidad desde hace años, vengo estando en crisis sobre este punto, porque no alcanzo a aceptar este pasaje de manera convincente.
¡Le doy las gracias, y que Jesús y María lo bendigan y acompañen siempre!
Querido Joaquín,
Eliminarespero poder ofrecer en los próximos días una nota especialmente dedicada al n.303 de Amoris laetitia, que te preocupa. De modo que, por el momento, no te adelanto nada de mi respuesta. No tardaré, apenas un par de días.
Por otra parte, en tu comentario hablas de: "dos opuestos extremos del tradicionalismo y del progresismo". Concedo que todavía no nos hemos puesto de acuerdo con los términos para identificar los dos bandos (cismáticos y heréticos, sea implícita o explícitamente) que hoy laceran la Iglesia en su aspecto humano. Pero debes tener en claro que habría que aclarar qué entiendes por "progresismo" y "tradicionalismo", porque tanto del uno como del otro, existen versiones sanas, lícitas y hasta necesarias en la Iglesia. Pero hablas de "extremos", por lo que entiendo que te refieres en realidad al modernismo y al lefebvrismo (con todas sus variantes.
Le agradezco de corazón, padre Filemón, su contribución tan clara en la identificación de los tortuosos caminos del pensamiento del prof. Grillo y de otros a quienes Ud. no quiere nombrar, que, la mayoría de las veces, resultan ser propiamente difamaciones de personalidades tan significativas (como el cardenal Caffarra, el cardenal Müller, san Juan Pablo II o el papa Benedicto XVI) sin presentar nunca "argumentos serios" en apoyo de sus tesis, ¡como por el contrario lo hace Ud. en este artículo y en los anteriores!
ResponderEliminarComo docente que soy, solo puedo estar de acuerdo con Ud. en la misión que (¡aprendiendo de Jesús!) debería preocupar y comprometer a cualquier cristiano: ¡no renunciar nunca a presentar los "altos ideales" de la Verdad revelada que vence siempre al pecado, pero abrazando al mismo tiempo con "amplia Misericordia" el horizonte de todos y cada uno de los pecadores (como me ha sucedido personalmente)! Por lo tanto, odiar el pecado y amar al pecador, esta es la única manera, el único camino, de mantener unidas la Verdad y la Misericordia y no oponer continuamente la una a la otra, que en Jesús en cambio encontraron perfecta consonancia y armonía (como en el caso mencionado varias veces de Jesús y la adúltera a quien se dirige la invitación "no peques más")!
Así que gracias de nuevo, les pido un recuerdo en sus oraciones...
Gracias, Mauro, por tu consenso. Y que Dios bendiga tus esfuerzos en tu apostolado docente.
EliminarFr Filemón:
ResponderEliminarGracias por todo, gracias de todo corazón.
Quizás ni siquiera te imaginas el bien que le haces a muchos sacerdotes... a los muchos sacerdotes que hoy en día ya no saben realmente (incluyéndome a mí) dónde refugiar la cabeza, porque la confusión que se difunde copiosamente entre los fieles, depende de las confusiones y de las gravísimas crisis que primero nosotros los sacerdotes estamos viviendo, sobre todo a causa de los malos maestros presentados como modelos.
..añado por mi parte: no se imagina, padre Filemón, el bien que Ud. hace a aquellos sacerdotes que por su fidelidad a la doctrina católica, desde hace ya unos cuantos años, están siendo sometidos a los generosos golpes de "misericordiosos" bastonazos.
EliminarP. P.G.
Estimado padre Abel,
Eliminargracias por su consenso. Me alegra que mis escritos le sean útiles. Que el Señor y la Santísima Virgen bendigan su apostolado.