Un texto bíblico sobre el que deberíamos meditar una y otra vez durante la presente pandemia es la palabra profética que nos dice: "Dios los castiga por sus maldades, pero tendrá misericordia de todos ustedes" (Tob 13,5). Este texto, muy lejos de la equivocada idea buenista de que sólo el Dios del Antiguo Testamento es el Dios justo que castiga los pecados de los hombres, mientras que el Dios de Jesucristo no castiga, sino que es solo misericordia, deja sin embargo en claro que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es el mismo y único Dios el que se manifiesta, a la vez, justo y misericordioso. Y así como ese pasaje, hay infinidad de ellos en la Sagrada Escritura. Pido a Dios que ilumine al papa Francisco, evangelizador de la misericordia, para que él, como supremo Maestro de la Fe, ilumine también con su palabra rectora estas verdades.
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
lunes, 26 de abril de 2021
La actual pandemia. ¿Por que Dios permite el mal? (1)
----------¿Cuáles son, en el fondo, las características, las razones, lo motivos, los límites, los recursos, las posibilidades de salir airosos o de fracasar, en la actual batalla que la humanidad entera está librando contra el Covid-19, contra la enfermedad, contra el sufrimiento, contra la muerte, contra el mal? ¿Cuál es la substancia, la esencia de esto que desde hace más de un año se va pareciendo cada vez más a la lucha de David contra Goliat? Ciertamente no se trata de una batalla ni nueva ni inusual para los hombres en este mundo: desde hace siglos existen enfermedades incurables, que hasta la actualidad el hombre no ha podido vencer. Pero la actual pandemia parece aún peor. En Argentina los actuales partes diarios de muertes por Covid informan de 180, 150, 170 muertes cada día, muy parecido a los partes de las bajas de un ejército en plena guerra. ¿Cuál es la razón de fondo de todo esto? ¿Dios? ¿El hombre? ¿El demonio? ¿La naturaleza indomable? Y en todo caso y, para nosotros los creyentes, en definitiva: ¿por qué Dios permite el mal?
La reacción de los hombres de hoy ante el hecho del sufrimiento
----------Cuando solemos pensar en la cuestión del mal, lo primero que nos viene a la mente es esa forma de mal, que nos golpea más inmediatamente. El mal de pena, el dolor, el sufrimiento. En cambio, el mal de culpa (la acción mala, el mal moral, el pecado) si bien ciertamente no es ignorado, sin embargo permanece más en el trasfondo, en un segundo plano. Juzgar sobre este segundo tipo de mal parece menos seguro y más sujeto a la diversidad de pareceres y opiniones. Todos estamos de acuerdo en que un dolor de muelas o una ciática sea un mal. Pero que el aborto o la sodomía sean un mal, encuentra hoy opiniones y pareceres contrarios. Sin embargo, el mal de pena, como veremos, tiene origen en el pecado, es decir, en el mal de culpa. Mas, para comenzar esta reflexión a la que invito a los lectores y que nos llevará algunos días, y para comenzarla con las cosas evidentes para todos, comencemos con el problema del sufrimiento.
----------El paradigma más evidente del sufrimiento es, indudablemente, el sufrimiento físico. Ciertamente, no es ignorado el sufrimiento espiritual; pero por su complejidad, por su interioridad y subjetividad requeriría de sutiles análisis, que nos llevarían demasiado lejos. Sin embargo y en todo caso, está claro que cuando hablamos en general de un sufrimiento, como en este artículo, incluimos también el sufrimiento espiritual.
----------Una pregunta que hoy muchos se hacen, pensando sobre todo en la presente pandemia del Covid-19, es el porqué del sufrimiento. ¿De dónde viene el sufrimiento? ¿Qué es lo que lo causa? ¿Qué sentido tiene? Para algunos no existe respuesta a estas acuciantes preguntas, y entonces se refugian en el misterio: para ellos la respuesta existe quizás, pero en todo caso está más allá de nuestra comprensión.
----------Por otro lado, existen algunos que piensan que una respuesta a esta cuestión es imposible, ya que para ellos el sufrimiento es absurdo. Es absolutamente repugnante, repulsivo, e inutilizable. Para ellos, el sufrimiento no tiene ni una causa ni un propósito. Puede existir la causa de una gripe o de una bronquitis, pero no del sufrimiento en general. Según ellos, el sufrimiento no tiene otro fin o propósito que él mismo.
----------Se trata de aquellos que piensan que el sufrimiento es ininteligible, impensable y contradictorio. Quienes así piensan, razonan de hecho de esta manera: estamos hechos para la felicidad. Sin embargo, existe un principio ineliminable -creen ellos- de infelicidad, que es el sufrimiento. Por lo tanto, concluyen, el sufrimiento es un existente que contradice la existencia. Y por consiguiente renuncian a indagar. Se limitan, en todo caso, cuando lo sienten y son capaces de hacerlo, a luchar contra el sufrimiento, pero con la convicción de que nunca podrán vencerlo, así como lo absurdo no puede ser resuelto.
----------Otros no se hacen la pregunta, porque para ellos el sufrimiento es una ley de la naturaleza, es intrínseco a la naturaleza del universo, por lo cual se esfuerzan por convivir con él como si fuera una cosa normal, inevitable e invencible, sin ninguna esperanza de liberarse de él, también porque ellos no creen en un más allá donde esto pueda suceder. Quizás también lo consideren un bien, en cuanto factor de regeneración de la naturaleza y de selección natural, según las ideas de Darwin y de Nietzsche.
----------Claro que para estos tales, sus ideas no les impiden luchar contra el sufrimiento, tanto en sí mismos como en los demás, y a veces lo hacen con una tenacidad y un coraje encomiables. Sin embargo, está claro que las personas de este tipo, carentes de un auténtico espíritu de sacrificio y sentido de misericordia, teniendo que elegir entre el sufrir ellos y el hacer sufrir a los otros, no dudan en elegir lo segundo.
----------Existen también otros que intentan dar una respuesta, pero que haga referencia a causas humanas o naturales. Sin embargo, no saben cómo llegar más lejos. Pocos son los que sienten que pueden recurrir a Dios, porque hoy está muy extendida la idea de un Dios que es solo misericordioso y que no castiga y, por lo tanto, es un Dios que no se sirve de las causas segundas, es decir de los hombres o de la naturaleza, o de nuestra propia necedad, para mandarnos el sufrimiento, como puede ser, por ejemplo, el castigo. Se cree que un Dios que castigara no podría ser bueno, sino que sería cruel.
----------Al respecto, existe la idea equivocada de origen marcionita (una herejía de los primeros siglos del cristianismo), según la cual el Dios castigador y vengador sería solo el Dios del Antiguo Testamento, mientras que el Dios de Cristo es todo misericordia y ternura, olvidando completamente todas las amenazas de castigos en boca de Cristo y que la misericordia divina se manifiesta ya en el Antiguo Testamento. Algunos han llegado al punto de proponer la abolición del tradicional acto de dolor (o de contrición) que se recita al final de la confesión y que hace alusión a los castigos que nos hemos merecido.
----------Existen también algunos que dicen: pero si Dios es misericordioso, ¿entonces por qué no nos libera de este mal? No se llega ya a comprender el propósito pedagógico, purificador, educativo y correctivo de los castigos divinos. Nos hemos olvidado que Dios nos trata "como oro en el crisol" (Dt 4,20; Judit 8,27; Sal 66,10; Sab 3,6; Is 1,25; 48,10; Jer 9,6; Mt 3,23). En definitiva: en el hecho del sufrimiento ya no alcanzamos a leer un mensaje divino; y vemos solo un sufrimiento del cual liberarnos y basta.
----------Algunos saben que Dios es bueno y omnipotente y que, por lo tanto, Él puede liberarnos del sufrimiento. Por eso ellos, sin darse cuenta, sin que les venga en mente que el sufrimiento puede tener un valor expiatorio y purificador, se limitan a pedir a Dios el cese de la actual pandemia. Lo que sin duda no está nada mal. Pero esta oración debería estar condicionada, es decir, se debería decir: "Señor, líbrame de este mal, si es tu voluntad". En cambio, se reza sin poner esta condición, es decir, sin tener en cuenta la posibilidad de que Dios quiera usar esta pandemia para liberarnos de nuestros pecados.
----------Por otra parte, debemos considerar que Dios normalmente nos disuade de nuestros pecados mediante la predicación de sus ministros, los sacerdotes, quienes proponen a la gente argumentos que persuaden a abandonar el pecado y retornar a Dios. Pero cuando no sucede este rechazo del pecado y retorno a Dios, entonces suele suceder que Dios envíe las desgracias, para que al menos teniendo experiencia de ellas, que son las dolorosas consecuencias del pecado, los hombres se decidan a abandonar el pecado.
----------Pero el caso es que lo trágico que está sucediendo hoy con esta pandemia es que parece que muchos no están comprendiendo la lección divina, por lo cual no solo perseveran en el pecado, sino que lo hacen aún peor, en desprecio de Dios, como dice el Apocalipsis a propósito de los flagelos divinos: "Los hombres blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas, en lugar de arrepentirse de sus obras" (Ap 16,11). En este punto, ¿cómo podrán salvarse estos pecadores?
----------Alguno podría argumentar del siguiente modo: ciertamente, es Dios y su gracia quien convierte los corazones. ¿Qué le costaría a Él, entonces, iluminarlos y convertirlos? Nada. ¿Pero, entonces, por qué Él no lo hace? Porque Dios nos quiere dejar libres, y si nosotros precisamente no lo queremos escuchar, nos deja tomar el camino que se nos antoje seguir, naturalmente sin responder Él de las consecuencias.
----------No faltan quienes reducen el mal de culpa (el pecado) al solo mal de pena (al sufrimiento). Ya lo hizo hace siglos Lutero. Lo digo de otro modo: son quienes reducen el actuar al padecer. Creen que el pecador no hace el mal voluntariamente, por malicia o mala voluntad, sino solo por ignorancia, debilidad o fragilidad. Por consiguiente, no debe ser castigado, condenado o reprendido, sino tolerado, excusado y compasionado. Por ejemplo, una familia con padres adúlteros, o formada por convivientes, o por divorciados vueltos a casar, o por homosexuales, o con prole obtenida por fecundación artificial, para ellos no es una familia que haga ningún daño, heridora y escandalosa, sino que es una familia "herida", dicen.
----------Para ellos, todos estamos heridos. Sin embargo, es razonable que nos preguntemos: ¿y los heridores quiénes son, dónde están? Con lo que debería aparecer claro que en esta teoría buenista y misericordista a ultranza, llevada a sus últimas consecuencias, algo no funciona. Mirando más de cerca, está hecha para aquellos que quieren escapar de la justicia y salirse con la suya, como los jefes de la mafia, y tener el permiso de pecar impunemente, seguros de todos modos de la "misericordia" divina.
----------Precisamente, Lutero, confundiendo mal de culpa con mal de pena, llega a decir, malinterpretando las palabras de san Pablo "Dios lo hizo pecado" (2 Co 5,21), que Dios Padre ha querido que Cristo, para salvarnos, hiciera propio no solo el mal de pena, que es el castigo del pecado por nosotros merecido, sino también el mal de culpa, que es el mismo pecado, haciendo de Cristo un pecador como uno de nosotros y terminando Lutero por hacer una horrible y blasfema apología del pecado, como si el pecado, y no la remisión de los pecados obrada por el Cordero inocente y sin mancha, fuera el camino y la condición de la salvación.
----------Es cierto que en el cristianismo, mediante el sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo, nos liberamos de nuestro sufrimiento. Pero Lutero ha llegado al punto de decir que pecando nos liberamos del pecado. Y de esto encontraremos el ejemplo y modelo en Cristo. Pecca fortiter et crede firmius. ¿Quién otro podría haber inventado una teoría de tal género sino precisamente el demonio?
----------Existen otros que saben que el sufrimiento es causado por el pecado, por lo cual van a la raíz del problema del mal y se preguntan por qué existe el pecado. Saben que el pecado es culpa de la criatura libre. Saben que ella ha sido creada por Dios, que Dios mueve el querer de la criatura, y que Dios es bueno y omnipotente y no quiere el pecado. Saben que, siendo Dios omnipotente, lo puede impedir. Saben que Dios es justo, por lo cual castiga el pecado, y siendo omnipotente y misericordioso, lo perdona y lo quita.
----------Claro que entonces se preguntan: pero si Dios es todo esto, ¿por qué existe el pecado? Por supuesto que Dios no es directamente responsable, porque, como se ha dicho, es culpa del hombre. ¿Quizás sea que Dios no lo quiere, sino que se limita a permitirlo? Pero si uno permite que otro haga una mala acción y le deja hacerla aun pudiendo impedirle hacerla, ¿no es él acaso indirectamente responsable? ¿Y no es ese el caso de Dios? Entonces, ¿cómo Dios sería bueno, omnipotente y misericordioso? La culpa, antes de la existencia del pecado, más allá de la culpa del hombre, ¿no es acaso culpa de Dios?
----------Hay otros que señalan que Dios ha creado al hombre dotado de libre albedrío, por el cual el hombre puede hacer el bien o hacer el mal, puede pecar o no pecar. Dios es el fin último del hombre, pero Dios no ha querido que el hombre se orientara a Él en modo necesario, como los agentes inferiores, sino por libre elección. Pero en tal modo Dios ha tomado en cuenta que Él podía ser rechazado, o que el hombre pudiera pecar. ¿Qué hizo de hecho? Lo ha puesto a prueba a fin de que fuera el hombre mismo quien eligiera a Dios rechazando la tentación al pecado. Como sabemos, el hombre ha pecado y Dios lo ha justamente castigado.
----------Sin embargo, algunos se preguntan: pero Dios, que mueve la voluntad de la criatura hacia Sí, en lugar de someter al hombre a una prueba de la cual ha salido pecador, ¿no habría hecho mejor, apenas creado el hombre, en enviarlo inmediatamente al paraíso del cielo sin permitir que el hombre pecara?
----------Existen otros que sostienen que Dios, en su infinita bondad, en su infinita omnipotencia y en su infinita misericordia, tiene compasión de todos, y perdona a todos y libera a todos del pecado y conduce a todos al paraíso del cielo. Concluyen entonces que: nadie es castigado. El infierno no existe.
----------Ahora bien, llegados a este punto, sin embargo, debemos advertir que el peligro de una concepción de la bondad divina que excluya la severidad, es que, no queriendo rastrear hasta Dios el principio del sufrimiento, se busca otro principio, distinto de Dios, independiente de Dios y a Él contrapuesto. Un principio contra el cual Dios no puede oponer reparo, y que, por tanto, compromete la omnipotencia divina. Pero como por otra parte de lo divino es de lo que todo depende, con esta idea del origen del sufrimiento se substrae al dominio y al poder de Dios el ámbito del sufrimiento y se lo somete a otro principio, que por lo tanto parece ser un principio divino, algo así como un dios malo, porque explica lo que el Dios bueno no puede explicar.
----------Además de esa deformada e inaceptable concepción, lo que aparece deformado es el concepto mismo del mal, casi como si fuera una sustancia. Es cierto que en la naturaleza existen sustancias innocuas y sustancias nocivas; pero la causa primera del mal es la voluntad de la criatura espiritual, porque es sólo ésta la que puede oponerse con libre elección a la voluntad divina. En cambio, el hacer depender el sufrimiento de un principio ajeno a Dios es como plantear un principio sustancial, que de ese modo falsifica el concepto del mal transformándolo en el bien, porque toda sustancia en cuanto tal es ontológicamente buena. Pero el sufrimiento aparece aquí como una sustancia increada y fundada en sí misma.
----------Ahora bien, las así llamadas sustancias venenosas o nocivas naturales ante todo son entes corruptibles y contingentes y luego hacen mal solo en relación con el hombre, pero en sí mismas, en cuanto entes substanciales, no hacen más que obedecer a las leyes de la naturaleza y están reguladas por Dios. Por lo tanto, este principio se plantea, al lado del Dios bueno, que no hace sufrir, y aparece como si fuera un Dios malo, que hace sufrir. No hace falta decir a los lectores que esto no es más que maniqueísmo.
----------Es cierto que en el maniqueísmo el Dios bueno, al final de la historia humana, vencerá al Dios malo. Incluso en el cristianismo hay un poder maligno que se opone a Dios; y es aquello que san Pablo llama "dios de este mundo" (2 Co 4,4); pero en este caso no es otro que el demonio, que bien sabemos que no es un dios al lado de Dios, sino que es una simple criatura, y que, como ente, como criatura, es buena y si de hecho si el demonio es maligno, si es una criatura maligna, lo es, como lo ha definido ya el Concilio Lateranense IV, sólo porque ella misma, esta criatura que es el demonio, voluntariamente, se ha vuelto maligna.
----------Sin embargo, también debe notarse que oponer el bien al mal, oponer lo bueno a lo malo, el sí al no, no es todavía maniqueísmo. Es simple honestidad de pensamiento. Es cosa justa y adecuada, para evitar la duplicidad y el oportunismo. No se puede servir a dos señores. En todo caso, el error maniqueo surge cuando se crean dos principios absolutos exagerando el poder del mal, que es casi divinizado, y disminuyendo el poder divino, que de alguna manera debe descender a acuerdos y pactos con el mal.
----------Para algunos, entonces, Dios no quiere en ningún caso el sufrimiento, sino que sólo lo permite en nosotros los pecadores, que sufrimos por nuestros pecados y hacemos sufrir a los otros. Por eso, el castigar o el pedir sacrificios a otros, cosas que hacen sufrir, no es justicia, sino sadismo y es contrario a la misericordia, que se debe usar siempre y con todos. Todos deben ser compasionados. Ninguno debe ser castigado, sino siempre excusado, porque quien peca, peca por ignorancia o por debilidad, pero no por malicia.
----------Y por hoy es suficiente con lo que llevamos viendo en esta primera nota. La cuestión del mal no es para ser tratada a la ligera. De hecho, la cantidad de "respuestas" que en la historia se ha pretendido dar a la pregunta acerca de la existencia del mal, o del por qué Dios permite el mal, nos impide dar por terminado su tratamiento en una primera nota; y debo continuar mañana con el mismo tema, aún cuando mi pretensión sea presentar las diversas "soluciones" de modo resumido, simplemente enunciándolas. Mañana seguiremos.
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