sábado, 24 de abril de 2021

Hay tomismo y hay tomismo (3/3)

El 2 de abril del año pasado, tras una larga y dolorosa enfermedad, soportada con cristiana paciencia, fallecía monseñor Antonio Livi [1938-2020], eminente teólogo tomista de la llamada "escuela romana", que había permanecido fiel al tomismo preconciliar, sin haber llegado a comprender cómo también los documentos del Concilio Vaticano II concordaban con el pensamiento de santo Tomás de Aquino, aunque según esa modalidad que había sido propuesta, hace ya casi un siglo, por Jacques Maritain, es decir, un tomismo abierto a la comprensión de los valores del pensamiento moderno, aunque a la par de la refutación de sus errores.

El drama personal de un fiel tomista
   
----------Monseñor Antonio Livi fue miembro ordinario de la Pontificia Academia de Santo Tomás, decano y profesor emérito de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Lateranense y colaborador del papa san Juan Pablo II en la redacción de la encíclica Fides et ratio de 1998. Fundador de la editorial Leonardo da Vinci, en la que pueden hallarse todos sus libros: una impresionante colección de títulos científicos y académicos, relacionados con su actividad profesional como filósofo y teólogo.
----------La esencia del pensamiento teológico de mons. Livi creo que puede resumirse en su excelente libro sobre el pensamiento de Santo Tomás, donde el ilustre teólogo da prueba de una vastísima erudición sobre el tema, y cuyos dos últimos capítulos nos expresan toda la esencia de su visión de Tomás: 1. "Cap.4: La filosofía de Tomás en la historia: condenada como herética, oficializada, abandonada"; 2. "Epílogo: Porque Tomás, rechazado por la teología del siglo XX, será la guía del pensamiento cristiano a partir del 2000".
----------En 2012 publicó una obra de carácter teorético, muy importante: Vera e falsa teologia. Come distinguere l’autentica "scienza della fede" da un’equivoca "filosofia religiosa", en la que desarrolla un tratamiento científico y sistemático de la relación entre el valor de verdad y la autoridad del dogma católico, como fundamento del saber teológico, en cuanto indagación racional y filosófica sobre la naturaleza de Dios y sus atributos a la luz de la fe divina y teologal en el dato de la divina Revelación fundada en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición, interpretadas ambas infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia.
----------En 2014 inicia actividades en la web junto a otros teólogos, a fin de promover y popularizar la teología en comunión con el Magisterio de la Iglesia y en particular en aplicación de las directivas acerca del progreso de la teología emanadas del Concilio Vaticano II. Pero lamentablemente las cosas no salieron como inicialmente se pensaba: al año de haber dado comienzo la iniciativa, mons. Livi no vio con agrado el juicio que sus compañeros de labor daban acerca de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X de ser una comunidad cismática por el hecho de acusar de modernismo y de traición de la Tradición, a las doctrinas del Concilio Vaticano II y al Magisterio de los Papas postconciliares hasta el papa Francisco. Ulteriores diferencias teológicas con sus compañeros de tareas causaron irritación en Livi: su temperamento toscano, sanguíneo y gruñón, esta vez no logró mantener la compostura, y de inmediato abandonó la empresa compartida.
----------Pronto ocurrió otro problema que agravó las cosas: en 2016 el Santo Padre publicaba la exhortación apostólica Amoris laetitia, en la cual, a decir verdad, no estaba clara la (esperada por muchos) respuesta sobre la licitud de los Sacramentos para los divorciados vueltos a casar. El único punto donde el Papa daba una respuesta era la nota 351, donde sin embargo la licitud no está puesta en indicativo o en imperativo, que son el signo de la ley, sino en condicional, que es signo solamente de una hipótesis de ley. No faltaron teólogos que de inmediato, y de modo correcto, pusieron en evidencia este punto, guardándose bien de las acusaciones de herejía que comenzaron a llover sobre el papa Francisco. Pero esos teólogos fueron atacados por mons. Livi, quien sostuvo, en cambio, que el Papa no respetaba la indisolubilidad del matrimonio.
----------Me consta que teólogos amigos de Livi mantuvieron largas tratativas con él, para demostrarle que el problema que podía plantear Amoris laetitia era solamente el de una correcta interpretación, afirmada la cual, no resultaba ninguna herejía. Lamentablemente, Livi no llegó a convencerse. Se le sugirió, entonces, que renunciara a acusar al Papa de herejía, y que se limitara a expresar eventualmente un ponderado parecer de que el Papa estuviera siendo negligente en su deber de sancionar las herejías actuales y más peligrosas. El caso fue que Livi aceptó la sugerencia y en una posterior entrevista expresó con claridad que él no acusaba al Papa de herejía, sino que expresaba su opinión de que él estuviera siendo negligente. Esta crítica (en las debidas condiciones) en principio puede ser admitida, mientras que nunca es admisible acusar a un Papa de herejía.
----------Pero al año siguiente volvieron a aparecer los desequilibrios en la apreciación de Livi sobre el magisterio del Santo Padre. Cinco Cardenales publicaron los famosos cinco dubia, donde en forma de duda o incerteza, parecían sospechar o dar a entender que el Papa estuviera en la línea de pensamiento de la cual Livi lo había acusado anteriormente. Fue la chispa que volvió a encender el ánimo del temperamental toscano, pues al año siguiente fue uno de los líderes (junto a la firma de 250 nombres más o menos conspicuos del mundo católico) de la formulación de la famosa (y desde todo punto de vista ilícita) Correctio filialis de haeresibus propagatis, en la que cual se acusaba al Sumo Pontífice de siete herejías en el campo de la moral, incluida la negación de la indisolubilidad del matrimonio. En posteriores entrevistas publicadas en las redes, lamentablemente mons. Livi confirmaba de modo claro esta desequilibrada acusación.
   
Un tomista engañado por el demonio
   
----------Indudablemente, con la Correctio filialis, mons. Livi se ponía de modo indiscreto en confrontación con el Romano Pontífice, y lo hacía, para sorpresa de todos los que habían conocido su altura intelectual, con la mera actitud de un docente que corrige a un estudiante; lo que es algo inaudito ante un Papa. No alcanzó a salir de su mentalidad de escolástico y de académico. En lugar de interpretar los pasajes no claros o ambiguos de Amoris laetitia in bonam partem, los interpretaba como si fueran textos de Martín Lutero.
----------Es cierto que el Papa, probablemente mal aconsejado por el cardenal Kasper o por el padre Spadaro o por el cardenal Ravasi, había sido en ocasiones demasiado indulgente hacia los luteranos y los misericordistas y parecía demasiado preocupado para no disgustarlos; es cierto que parecía estar faltando a su deber de corregir los errores de los buenistas, ¡pero no han faltado ocasiones en que los ha criticado! ¡Y cada tanto también rechaza los errores luteranos sin mencionar a Lutero! ¿Cómo? Sencillo: por el mero hecho de ejercer su ministerio petrino, de tratar acerca de los sacramentos, de la Tradición, de los decretos de los Concilios, del Magisterio de los Papas precedentes, de rendir culto a los Santos y a la Virgen, de tratar de los dogmas católicos, del humanismo cristiano, de las relaciones del libre albedrío y la gracia y de la razón y la fe.
----------Sin embargo, es de suponer que el Santo Padre ha estado muy irritado por la irreverente e ilegítima iniciativa de la Correctio filialis. De hecho, nunca jamás ha sucedido en toda la historia de la Iglesia que los fieles católicos, por más cualificados que estén como teólogos, osen corregir a un Sumo Pontífice en materia de doctrina. Es cierto que fue lanzada en el siglo XIV la acusación de algunos teólogos dominicos al papa Juan XXII [1316-1334] de haber caído en la herejía en el campo de la escatología, pero se trataba de una opinión que el Papa había pronunciado como doctor privado. Ahora, en cambio, los contestatarios parecían querer acusar al Papa precisamente como Papa, Maestro de la Fe.
----------Ahora bien, debería ser bien conocido por todo católico que la evangélica corrección fraterna, sobre todo hacia los superiores, se refiere a la conducta moral y no a la doctrina. Son los herejes como un Martín Lutero [1483-1546] o un Juan Wiclef [1320-1384] o un Jan Hus [1369-1415] quienes pretenden corregir al Papa en la doctrina y se comprende bien el por qué. Ha sido durante los pontificados de san Pablo VI y san Juan Pablo II que grupos de teólogos modernistas desafiaron y contestaron el Magisterio del Papa y esto también se comprende. Pero que los católicos, como en el caso de la Correctio filialis, pretendan corregir a un Papa en la doctrina es inaudito, porque el católico normal debería saber bien que no está permitido.
----------Tampoco la referencia de la Correctio a los famosos dubia de los cinco cardenales ha sido oportuna, ya que esas dudas no han estado formuladas con aquella simplicidad de ánimo con la cual tradicionalmente y legítimamente se presenta un dubium al Romano Pontífice. De hecho, el dubium legítimo es simplemente la petición de una respuesta que decida, en una alternativa entre un A y un no-A, cuál es la justa y correcta. El dubitante quiere saber simplemente cuál es la verdad entre dos posibilidades. Pide saber lo que no sabe, como por ejemplo: ¿me es permitido hacer esto o no me es permitido?
----------En cambio, lamentablemente, aquellos dubia sabían más bien a deslealtad, tenían el aire de ser dudas provocativas, insinuantes y suspicaces y por tanto ofensivas, donde al buen católico no le es lícito insinuar ni sospechar, como si se le hubiera querido decir al Papa: -Pero en suma, ¿usted cree o no cree en el matrimonio indisoluble? ¿Admite o no admite la existencia del intrinsece malum? ¿Quiere acaso conceder la Comunión a quien está en estado de pecado mortal? ¿Quiere acaso admitir excepciones a la ley natural?
----------Se puede entender que el Papa no haya respondido. Aunque él, como padre hacia sus hijos, tal vez hubiera podido hacerles un fuerte y paternal llamado y recordatorio, dándoles todas las seguridades y todas las confirmaciones para calmar sus ansiedades. O bien hubiera podido responder en este tono: "¡Oh hijos de poca fe, qué dolor me infligen! Mas, ¿acaso puede haberles parecido que alguna vez un Papa puede dudar de estas cosas? ¡Lean con más confianza mi Exhortación y vuestras preocupaciones desaparecerán!"
   
Un tomista que ha sido verdadero maestro de sabiduría
   
----------No obstante y más allá de estos desagradables incidentes, es necesario decir  que el gran mérito científico de mons. Antonio Livi ha sido la contribución que hizo al progreso de la epistemología, de la gnoseología y de la crítica del conocimiento y al fundamento veraz del saber. Esto lo ha conducido, en la línea de grandes epistemólogos, como Maritain, a una exposición más actualizada de los grados del saber, desde la física, a las matemáticas, a la metafísica, a las que se suma en el nivel de la fe, la teología.
----------Expuso los grados de la sabiduría cristiana, y por tanto la relación de la teología con el Magisterio de la Iglesia, que utiliza la labor del teólogo para llevar a cabo su tarea de intérprete infalible del dato revelado en las definiciones dogmáticas. Afirmó vigorosamente el deber y la grave responsabilidad, para la salvación de las almas y el bien de la Iglesia, de la autoridad eclesiástica, y sobre todo del Sumo Pontífice, de promover la sana teología y de corregir, condenar y sancionar esas doctrinas filosóficas, teológicas y morales, que pueden poner en peligro el dogma o que lo niegan o lo falsifican. Subrayó la importancia de que el lenguaje teológico sea apropiado, preciso, inequívoco y riguroso como conviene a cualquier lenguaje científico. Aclaró cuán dañina es para la interpretación del dato revelado y del dogma el uso de una mala filosofía.
----------En particular, precisó la diferencia entre la autoridad divina y absoluta del dogma y la autoridad relativa del teólogo. Refutó la concepción modernista del dogma, infectada de historicismo y viciada por la negación de la inmutabilidad de la verdad. Combatió vigorosa y victoriosamente contra el subjetivismo gnoseológico a favor de la universalidad y de la objetividad de la verdad, atrayéndose comprensiblemente el odio y el desprecio de todos aquellos que practican la deshonestidad y la duplicidad en el pensamiento y en el hablar.
----------Livi tuvo un altísimo sentido de aquello que debe ser la honestidad intelectual de todo hombre consciente de su dignidad como ser pensante y sobre todo de la honestidad intelectual del teólogo, en contacto con una Verdad, que no puede ser comprendida, apreciada, gustada, enseñada y defendida si no por los puros de corazón y por almas ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.
----------Comprendió muy bien el vínculo estrechísimo entre teología dogmática y teología moral y las consecuencias gravísimas en el ámbito de las costumbres de los fieles de una falsa teología moral, rebelde al Magisterio de la Iglesia y contraria a las exigencias del común sentido moral y de la ley natural, así como de las leyes de la Iglesia. Livi fue, como buen sacerdote y pastor de almas, muy consciente del deber del teólogo de ordenar la especulación intelectual y el análisis científico de la verdad revelada a la luz de la fe en busca de la santidad personal y de la santificación de las almas mediante el ministerio sacerdotal.
----------Supo conjugar la osadía de la razón educada en la filosofía de santo Tomás con la imitación del Aquinate en la humilde sumisión de su excelsa inteligencia al inefable e incomprensible misterio de Cristo, en la espera de la beatífica visión del cielo. Distinguió por un lado la opinión teológica y por otro lado la teología científica, fuente de certeza objetiva y, por tanto, la legitimidad del pluralismo teológico y de las diversas escuelas de teología. Distinguió la teología de la literatura religiosa, la primera basada en un riguroso razonamiento científico, la segunda una expresión de los gustos y de las opiniones del escritor.
----------Por lo demás, fundó lo que él gustaba en llamar la "lógica alética", o sea, un método más preciso para la determinación racional y científica de la verdad. En fin, mons. Livi llegó a ser famoso por su personal concepto del "sentido común", entendido como sensibilidad que es propiedad común de todos los hombres, por la cual los sentidos externos e internos captan espontánea e infaliblemente, iluminados siempre por el intelecto, las verdades sensibles universales y originarias de las cosas materiales.
----------El sentido común, en la particular concepción de mons. Livi, es esa actitud originaria, espontánea y universal de la razón humana independientemente del grado de instrucción o de cultura o de civilización, para formular, partiendo de la experiencia sensible, o sea por inducción, los primeros principios y las nociones primeras de la razón, absolutamente evidentes para todos, base certísima e irrefutable de todo el posterior saber en todos sus grados, desde la ciencia experimental a la metafísica, desde la metafísica a la fe y desde la fe a la teología. Es lo que santo Tomás de Aquino llamaba ratio naturalis, que en el creyente deviene, como dice el Concilio Vaticano I, la ratio fide ilustrata.
----------Bien sabido por todos es que mons. Livi realizó una buena crítica de los errores idealistas de Kant y de Hegel, de las teorías empiristas del sentido común, de Vattimo, Severino, Heidegger, del cardenal Kasper, de Rahner, de Teilhard de Chardin y de Enzo Bianchi. Alguna sospecha doctrinal pero en mi opinión infundada, ha tenido incluso sobre el cardenal Ratzinger, aun cuando el joven Ratzinger fuera influenciado por Rahner, del cual sin embargo se liberó al ver su giro hegeliano después del Concilio.
   
Un teólogo que no logró superar la prueba del Concilio Vaticano II
   
----------Pero Livi perteneció también al grupo de teólogos tomistas preconciliares que, como señalé en mi nota de ayer, no logró superar la prueba del Concilio Vaticano II y del Magisterio del postconcilio.
----------Por supuesto, y como ya lo dije ayer, consciente de su responsabilidad de teólogo y de hombre de fe, al servicio de la Iglesia y de las almas, advirtió las señales de la crisis en la presente situación eclesial, constatando las numerosas influencias venenosas penetradas en el campo de la teología católica y el generalizado descuido en el recurso al pensamiento de santo Tomás de Aquino, que tan eficaz remedio aportaría, como siempre lo ha hecho, a los errores, potenciando a la vez los elementos positivos.
----------El pontificado del papa Francisco, fue para Livi una prueba muy dificil. Vivió siete años de este pontificado, y repetidamente se ha preguntado, muy preocupado, por qué este Papa no había emitido ni una sola vez un documento vinculante para recomendar el pensamiento de santo Tomás, como los Papas siempre han hecho con fruto, sobre todo en los momentos. de mayor crisis, hasta san Juan Pablo II y el propio Benedicto XVI. La de Livi, fue una preocupación que compartió con otros teólogos tomistas preconciliares que, como él, no lograban superar la prueba. Ya he hablado de esto ayer, y he tratado de explicarlo.
----------Mons. Livi no comprendía y permanecía perturbado por esta conducta del Papa, por el hecho de que, en su opinión, precisamente hoy como nunca antes, sería necesario recurrir a Tomás, como siempre ha hecho la Iglesia superando los momentos más difíciles y venciendo las herejías más peligrosas. La decepción de Livi con el actual Papa llegó al punto, como hemos visto, en la Correctio filialis, de sospecharlo de modernismo y, en una entrevista concedida poco antes de su muerte, de acusarlo de favorecer una reforma no de molde católico, sino luterano, tomando impulso de aquella frase infeliz del papa Francisco a propósito de Lutero, según la cual Lutero habría ofrecido una "medicina".
----------Como ya lo expresé ayer, refiriéndome en general a todo ese grupo de teólogos preconciliares (en el fondo no auténticamente tomistas), la raíz de fondo del drama de mons. Livi, creo que se puede rastrear en su excesivo escolasticismo, insuficientemente atento a las demandas de aggiornamento o actualización pastoral del presente contexto histórico y, sobre todo y en consecuencia, en el hecho de no alcanzar a ver a Tomás de Aquino también presente en los textos del Concilio Vaticano II. Ésta fue la tremenda desilusión y el doloroso drama sobre todo de los teólogos de la así llamada "escuela romana" preconciliar, algunos de los cuales eran de altísimo nivel. Como dije ayer, algunos de ellos superaron la prueba y se mantuvieron fieles al Papa, como correspondía y exigía la recta fe católica. Pero otros, lamentablemente, pasaron hacia posiciones lefebvrianas o filolefebvrianas, sin llegar a descubrir el tomismo de, por ejemplo, Jacques Maritain, quien sin desconocer el tomismo preconciliar y escolástico, está también abierto a aquel tomismo francés de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, de Clérissac, de Dehau, de Gilson, de Gardeil, de Couturier, de Chenu, de Congar.
----------Livi pasó los últimos años de su vida angustiado por su convicción, sin advertir su error. No había logrado superar nunca la prueba del Concilio Vaticano II; nunca logró comprender el tomismo maritainiano, como Garrigou-Lagrange, o como Santiago Ramírez, casos citados en mi nota de ayer.
   
La conversión y el camino hacia la santidad
   
----------A buen fin no hay mal principio, tal es el título de aquella conocida comedia oscura de William Shakespeare, o, como suele comúnmente traduciese: bien está lo que bien acaba. Cuando mons. Livi se enteró de estar afectado por una terrible enfermedad incurable, Dios ya lo había serenado respecto al papa Francisco. Después de tantos años al servicio de Dios y de la Iglesia, había llegado la hora de no pensar en las pequeñeces y mezquindades de este mundo, y el caso fue que, habiendo combatido la buena batalla, arrepentido y perdonado de sus culpas, dispuesto a hacer penitencia, ahora estaba preparado para la prueba final.
----------Ya había alcanzado un grado de madurez espiritual por el que Dios lo inspiró a tomar apuntes día a día sobre el proceder de su camino, de su Vía Crucis, un poco como los novissima verba de santa Teresita del Niño Jesús. De este diario espiritual, sus más altas lecciones de teología, llevadas a cabo durante toda la duración de su enfermedad (cerca de un año) ha surgido un librito de reciente publicación por su editorial Leonardo da Vinci: Preparazione alla morte. Riflessioni teologiche a partire dall’esperienza.
----------Me permito extraer de tal precioso librito este pasaje particularmente conmovedor y edificante, en el que vemos la grandeza de un alma que, si en la vida precedente experimentó los movimientos del orgullo y de la soberbia, ahora vino a ser forjada por el fuego del Espíritu Santo, que la purifica y la guía a la santidad. Estas son sus palabras: "Paso casi toda la noche despierto para hacer oración y para dialogar con el Señor como nunca antes en mi vida precedente. Y paso de los momentos de pedir alivio físico a momentos de plena aceptación del dolor con un sincero agradecimiento por cómo me está santificando. Y finalmente he entendido lo que es la santidad: solo obra de Dios, que también puede prescindir de la correspondencia a la gracia por parte de la persona beneficiada (como los santos Inocentes)".
----------Es de lamentar que alguna agencia romana de noticias católicas, de indubitable perfil filo-lefebvriano, haya faltado a la verdad, sugiriendo que hasta el momento de su muerte, mons. Livi hubiera permanecido obstinadamente alejado del Papa y del Vaticano II. Como he dicho, me consta que no ha sido así. Del período final de su peregrinaje terreno, sólo citaré una frase del gran teólogo, que nos hace entrever qué alturas espirituales estaba alcanzando: "cuanto más decae físicamente mi cuerpo, tanto más crezco y me alegro espiritualmente": palabras que parecen el eco de aquellas de san Pablo: "si también nuestro hombre exterior se va desmoronando, el interior se renueva de día en día" (2 Co 4,16).

4 comentarios:

  1. Todo el artículo ilustra muy bien la pasión humana, siempre riquísima y divertida, si así se puede expresar, entre los teólogos del más alto nivel. Creo que el verdadero punto de la cuestión es separar a los verdaderos teólogos de aquellos que producen solamente literatura religiosa. Hoy parece que bastan unos pocos años de estudio (incluso sobre temas tan poco doctorales como lo que hoy se llama "teología pastoral"), algún título, o tal vez ni siquiera eso, para que cualquiera pueda empezar a llamarse teólogo, y con suerte aparecer en la televisión para decir "cosas nuevas", por ejemplo a lo Vito Mancuso, en Italia, o bien para conseguir gracias a las vueltas del destino la plenitud del sacerdocio... a cuenta y riesgo de los pobres fieles...

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  2. Padre Filemón, gracias por estas notas sobre la auténtica teología tomista. Pero, ante todo, una oración y un agradecimiento a Monseñor Antonio Livi, de quien estoy leyendo la parte conclusiva de su último escrito antes de su muerte. Hay consideraciones que se corresponden perfectamente con lo que en este artículo se dice. Hablando en general, cada día entiendo cada vez más a qué nos referimos cuando hablamos de la oscuridad que hoy ha envuelto al mundo, incluso diría al mundo de los teólogos actuales. No nos queda más que rezar abrazados a la cruz y protestar tanto como podamos, en mi opinión, incluso por parte de nosotros, simples fieles "sin preparación teológica" como oímos a veces decir...

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  3. Estimado "Capitán Hastings",
    efectivamente, la profesión del teólogo es, ante todo, bastante delicada. Se asemeja a la del abogado y a la del médico.
    Para lograr el título académico de teólogo, si las cosas se hacen correctamente, son requeridos prolongados estudios, y además se requiere la autorización eclesiástica.
    El teólogo es una guía para la profundización del conocimiento de Dios y del camino humano, que tiene como meta la visión beatífica.
    Por otra parte, el teólogo es un médico del espíritu, que alivia a los fieles del sufrimiento espiritual y, en cuanto sacerdote, los sana, los cura, de sus pecados y los guía por los caminos de la gracia.
    Ciertamente una de sus tareas, como usted dice, ha sido aquella realizada ejemplarmente por Mons. Livi, y me refiero a la tarea de distinguir la verdadera de la falsa teología para que los fieles sean ayudados por verdaderos maestros y defendidos de los falsos.

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  4. Mi querido Ernesto,
    comprendo muy bien tus sentimientos y comparto tu admiración por Mons. Livi.
    Sustancial y esencialmente, él ha sufrido por la verdad y por el mismo Pontífice, a fin de que el Papa sea plenamente fiel a su mandato apostólico.
    Creo que en este punto es bueno pedir sus oraciones por el Sumo Pontífice, por la Iglesia, por los teólogos y por nosotros, los simples y comunes fieles.

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