martes, 27 de abril de 2021

La actual pandemia. ¿Por que Dios permite el mal? (2)

Examinando las distintas reacciones de los hombres de hoy ante el hecho del sufrimiento, habíamos interrumpido ayer nuestra reflexión en el punto en que considerábamos que, para algunos, Dios no quiere en ningún caso el sufrimiento, sino que sólo lo permite en nosotros, los pecadores, que sufrimos por nuestros pecados y hacemos sufrir a los otros. Por consiguiente, el castigar o el pedir sacrificios a otros, que son cosas que hacen sufrir, en realidad no es justicia, sino sadismo y es contrario a la misericordia, la cual se debe usar siempre y con todos. De modo que todos deben ser compasionados. Ninguno debe ser castigado, sino que todos deben ser siempre excusados, porque quien peca, peca por ignorancia o por debilidad, pero no por malicia. 

----------Ahora bien, es verdad que Dios, en principio, no quiere el sufrimiento y esto es atestiguado por el hecho de que Él prohíbe el pecado, que precisamente es causa del sufrimiento. Pero cuando el pecador ha pecado, la actitud de Dios cambia, siempre por el bien del hombre: ahora Dios justo quiere el castigo y por lo tanto el sufrimiento del pecador, porque sería injusto que dejara impune el pecado, y también con el sufrimiento quiere hacerle comprender al pecador que ha obrado mal, y llamarlo al arrepentimiento y a la conversión.
----------Sin embargo, para aquellos que mencionábamos al principio, en cambio, el sufrimiento no tendría ninguna finalidad ascética o redentora, sino que el sufrimiento existe siempre y solo para ser evitado, porque Dios no lo quiere. El esfuerzo ascético y la maceración penitencial deben ser absolutamente evitados. Buscarlos a propósito no es cosa sana, sino masoquismo o autolesionismo.
----------Se puede comprender en quien piensa así, la necesidad de reconducir todo a Dios, tanto el bien como el mal, lo bueno como lo malo. Pero el riesgo en ellos es el de querer mantener la bondad divina minimizando la realidad del mal, del pecado y del sufrimiento; por lo cual, por una malentendida necesidad de unidad, el riesgo es el de hacer a Dios responsable del pecado, llegando a la doble predestinación de aquellos que Dios envía al paraíso del cielo y de aquellos que Dios envía al infierno.
----------Aquí, por consiguiente, asimilando el mal al bien en Dios, la relación se invierte en el sentido de que el sufrimiento, en realidad, viene divinizado, con la idea de que Dios mismo sufre, mientras que la bondad divina se contamina con el mal. Es cierto que la iniciativa del pecado pertenece a la criatura, por lo cual en tal sentido se puede decir que ella sea la causa primera del mal. Es cierto que cuando pecamos actuamos en absoluta autonomía de Dios, como si fuéramos Dios para nosotros mismos. Por el contrario, cuando obramos el bien, en tal caso es la gracia de Dios la que nos mueve, de modo que obrando en gracia, podemos adquirir méritos sobrenaturales, que nos van conduciendo hacia la vida eterna.
----------Pero esto no quita que, como veremos más adelante, Dios, aunque bondad infinita, y precisamente por ser bondad infinita, tenga su propia soberana presidencia judicial sobre el mundo del mal, siendo inocentísimo por cuanto respecta al hacer el mal, o sea en el pecar. De hecho, Dios conoce teoréticamente cuál es la esencia del mal, qué cosa es el mal, infinitamente mejor que nosotros, pero ignora completamente cuál es la intención del mal, por su perfectísima inocencia e infinita bondad.
----------Recorriendo un camino similar, existen también otros que quieren reconducir todo a Dios, tanto el bien como el mal, y en eso no se equivocan, ciertamente, pero lo hacen de un modo descriteriado, imprudente, como si Dios quisiera no solo el bien, sino también el mal. Y para encontrar una apariencia de verdad en esta absurdidad, dicen que en el fondo todo es bueno y que el mal no existe.
----------El mal, según quienes así piensan, por ejemplo según Baruch Spinoza [1632-1677], no es otra cosa que lo que parece malo a nuestro limitado punto de vista humano. Pero Dios está por encima de lo que nosotros consideramos bueno o malo. Para Dios, el bien no sería verdadero contrario u opuesto al mal, sino que es simplemente otro, algo distinto al mal; el bien y el mal serían simplemente diversos, diferentes. El uno no excluye al otro, sino que de hecho el uno en Dios no puede estar sin el otro.
----------Se trata en este caso de los hegelianos, los cuales, confundiendo lo real con el concepto de lo real, ya que efectivamente nosotros no podemos entender la oposición entre bien y mal si no poniéndolos en relación o en comparación entre sí, entonces sostienen que en realidad existe en Dios un nexo o ligamen lógico y necesario, una relación "dialéctica" entre el bien y el mal, por lo cual Dios sería una síntesis del bien y del mal. Entonces, ¿por qué el sufrimiento? Ellos responden: no es más que una teofanía.
----------Ahora bien, existen sufrimientos interiores, provocados por la asunción de ideas venenosas, como son por ejemplo las herejías. El alma está mal, perturbada, enferma, pero no comprende de qué depende la turbación y el desorden, porque el veneno inoculado obviamente ha tenido un sabor agradable, de lo contrario el alma no lo habría ingerido. Entonces es necesario que el alma acuda a un buen médico del espíritu, y le exponga su malestar, de modo que él comprenda y pueda ofrecer una cura a su desorden.
----------Algunos, como Guillermo de Ockham [1287-1347] y también el Corán, consideran que el criterio para distinguir el bien del mal depende, ciertamente, de Dios; pero el ser bueno o el ser malo se basa exclusivamente en su voluntad (de ninguna manera en su infinita inteligencia o sabiduría); ser bueno o ser malo no tiene valor objetivo verificable por la razón humana. Por eso, en una concepción de tal género, el bien y el mal no tienen una razón inteligible, un porqué inteligible fundado en la sabiduría, sino en la pura voluntad divina; lo cual, como nota santo Tomás de Aquino (en el opúsculo De Veritate, q.23, a.6), sería como decir que Dios decide y actúa como un necio. Lo cual es obviamente una blasfemia.
----------Allí el Aquinate no se refiere a un supuesto derecho de la razón humana a tamizar o revisar lo que Dios decide o hace para sentenciar lo que es justo o no es justo, y así quizás decir que Dios hace mal al permitir el pecado y el sufrimiento; sino que se refiere a la misma divina Sabiduría, muy superior a la razón humana, pero en armonía con ella, para decir que, aunque no comprendamos el porqué de la existencia del mal, sabemos sin embargo que una razón existe y confiamos en la sabiduría de Dios que sabe más que nosotros.
----------Algunos, como Gottfried Leibniz [1646-1716], justa y correctamente preocupados por defender a Dios de la acusación de ser el origen del mal y queriendo "justificarlo" (eso quiere decir precisamente la palabra "teodicea", que designa una de las partes de la metafísica), o sea justificar su actuar, exageran sin embargo la conexión de Dios con el mundo, sosteniendo que Dios no sería bueno si no hubiera creado el mundo, y además el mejor de todos los mundos posibles, no por necesidad metafísica, sino por necesidad moral, porque en todo caso quieren salvar la libertad del acto creativo. Esta posición está bien explicada por Charles Journet [1891-1975] en su libro El mal. Estudio teológico (Rialp, Madrid 1965, pp.133-139).
----------Sin embargo, esa corriente de pensamiento, en correspondencia con su afirmación de ese vínculo excesivo de Dios con el mundo y queriendo justamente situar el origen del mal en la criatura, entienden sin embargo el pecado no como privación de un bien finito, sino como frustración de parte del hombre de una supuesta tendencia a su infinitización a causa de su cerrarse en su limitación.
----------De este modo, Leibniz confunde el mal con la limitación, llamándolo "mal metafísico". El resultado es una tendencia panteísta por la cual el hombre peca si no se infinitiza en Dios y Dios no sería bueno si no creara el mundo. Tal tendencia se acentúa en un verdadero y propio panteísmo en Georg W.F. Hegel [1770-1831], y la misma tendencia reaparece finalmente en la concepción ética de Karl Rahner [1904-1984]. Para este último sistema ético el mal es la frustración del autotrascenderse del hombre en Dios, mientras que Dios pierde la propia inocencia porque aparece como el origen del mal en el mundo.
----------Algunos, como los masones, que utilizan la concepción kantiana de la maldad humana, afectada por aquello que él llama "el mal radical", reconocen que en el hombre existe una tendencia al mal, pero, rechazando el dogma del pecado original, creen que el origen de tal tendencia es incognoscible (cf. Giuliano Di Bernardo, Filosofía de la masonería. La imagen masónica del hombre, Iberediciones, 1991). Sin embargo, no por esto se resignan a esta situación, considerando que el hombre, apoyándose en su tendencia al bien, con la fuerza de la razón y de la voluntad, puede progresivamente vencer la mala tendencia. Sin embargo, se niegan a admitir la doctrina cristiana de la necesidad de la gracia divina, aun cuando Immanuel Kant [1724-1804], muy apreciado en la masonería, parece abrir una ventana hacia la ayuda divina.
----------De hecho, dice Kant que "según la religión moral (como es sólo la religión cristiana entre todas las conocidas) es un principio fundamental que cada uno está obligado a hacer todo cuanto él puede, para devenir un hombre mejor y que sólo cuando él no ha dejado ocioso el talento que se le ha confiado (Lc 19,12-16), cuando ha utilizado su primitiva disposición al bien, para devenir un hombre mejor, puede esperar que, mediante una cooperación superior, venga a ser completado lo que no está en su poder" (La religión dentro de los límites de la mera razón, Alianza Editorial, Madrid 1981, p.56).
----------Otros hacen provenir el mal no del espíritu, sino de la materia. No se culpan a sí mismos por el mal que hacen, sino que se excusan de muchas y variadas maneras al declarar que han sido condicionados y casi constreñidos por influencias exteriores o sociales o naturales o interiores de tipo físico o psicológico. No asumen sus responsabilidades, sino que se descargan en sus externos condicionamientos corpóreos o materiales.
----------Quienes así piensan son en realidad primos hermanos de aquellos otros que consideran el sufrimiento causado por un sentimiento de culpa o remordimiento no como efecto de un pecado cometido, sino como trastorno psíquico curable con psicofármacos o con el psicoanálisis. Ahora bien, es verdad que existen los escrúpulos, para quitar los cuales basta con darse cuenta con un sereno y objetivo examen de conciencia, de aquello de lo cual no se tenga culpa. Pero ellos reducen todos los sentimientos de culpa, incluso aquellos con fundamento objetivo, a meros escrúpulos, por lo cual descuidan la práctica del arrepentimiento y la curación de sus pecados (cf. Octavio Nicolás Derisi, La psicastenia, Buenos Aires 1944).
----------Otros, sin preguntarse el porqué del sufrimiento, se oponen a él con todas sus fuerzas, dedicándose a la asistencia y al cuidado de los que sufren. ¿Por qué lo hacen? Por una instintiva bondad de corazón, por sentido del deber, por profesión, porque constatan que en ciertos casos logran vencerlo. Entre estos hay algunos que inconscientemente lo hacen por amor a Cristo y en el momento del juicio, como se dice en Mt 25,31-46, serán, con gran sorpresa suya, alabados por Cristo e introducidos al reino de Dios.
----------Otros, en cambio, toman cuidado del prójimo que sufre y le hacen el bien, pero solo por el gusto de verse realizados a sí mismos o por fines o ventajas terrenales, o para crearse una reputación, o para dar la apariencia de ser benefactores, o por un capricho personal, quizás en medio de incoherencias, contradicciones y rarezas. Son los ateos, aquellos que, como dice san Pablo, pueden también hacer un gran bien, pero no en la caridad, no por amor a Dios, sino para afirmarse a sí mismos (1 Co 13,1-7).
----------Otros, en fin, son los egoístas, quienes refractarios a cualquier sacrificio y ascetismo, huyen del sufrimiento a toda costa y a cualquier precio, y para lograr esto no excluyen el pecado, apegados a las comodidades y a los placeres de este mundo, cerrados a la perspectiva de un premio celestial, en el cual no creen, desprovistos de temor de Dios, y a lo sumo esclavos del respeto humano, no hacen nunca ninguna penitencia por sus pecados, ni se esfuerzan por alcanzar las virtudes, evitan esforzarse por el prójimo, son insensibles a las necesidades de los otros, lo que requeriría en ellos renuncias y sacrificios.
----------Y punto, pues por hoy es suficiente con lo dicho. Hemos visto así, en estas dos primeras notas, aunque por cierto de modo muy resumido, las distintas reacciones de los hombres de hoy al hecho del sufrimiento. A partir de la nota de mañana nos iremos adentrando en la concepción cristiana del mal, formulada a partir de la recta razón natural y de la divina Revelación.

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