"Gaude, Maria Virgo, cunctas haereses sola interemisti in universo mundo" se reza en el Officium parvum Beatae Mariae Virginis, de la Orden Dominicana (edición 1962). Pongo pues, en el corazón de nuestra amada Madre, la Santísima Virgen, Vencedora de todas las herejías, la presente serie de notas en las que trataré de reflexionar modestamente, aunque espero que adecuadamente, acerca del misterio de la herejía.
----------¿Por qué anuncio en el título de esta nota que hablaré del "misterio" de la herejía y no simplemente, como suele ser de uso frecuente en teología sistemática en el De Revelatione, o bien en teología moral, del "problema" de la herejía? Porque aquello que toca a la fe, el "mysterium fidei", sea incluso para negarla o falsificarla, es a su vez un misterio, "mysterium iniquitatis" (2 Ts 2,7), precisamente por esta relación, aunque sea por contradicción, con el misterio del creer. La fe, de la cual algo decíamos en la nota de ayer, es un misterio, mysterium fidei, y su opuesto, la herejía, es también un misterio, claro que mysterium iniquitatis.
----------Así como la fe, el creer, es un misterio, así también el rechazo o negativa a creer, la herejía, la falsedad, la infidelidad, la incoherencia, la desobediencia, la mentira, el engaño en materia de fe, la adulteración o la instrumentalización de la fe, la fe falsa o simulada, es decir, la hipocresía, la apostasía en materia de fe, no tienen una explicación racional, tal como sí la tienen los errores en el campo científico o filosófico.
----------¿Por qué creemos en Nuestro Señor Jesucristo? ¿Por qué hemos llegado a tener fe en Él? ¿Por qué no cree en Jesucristo el vecino de la esquina, la familia que vive enfrente de casa, mi compañero de trabajo o de universidad, el panadero o el verdulero que conversan contigo todos los días, el colectivero a quien saludo todos los días al ir a trabajar? ¿Por qué ellos no tienen fe? La explicación es insondable, así como es insondable a nuestros ojos en tal o cual persona el porqué del creer y del negarse a creer. Sólo Dios lo sabe. Es el mysterium iniquitatis. Es un misterio porque el error concerniente a la fe es conexo, está ligado, está esencialmente vinculado, aunque sea como su contrario, con el misterio del acto de fe.
----------Sí, ya sé, es bien cierto que, en algunos o muchos casos, podemos quizás hablar, aunque siempre genérica y descriptivamente, de soberbia o de envidia, acaso podemos rastrear causas en los precedentes de su vida, en el trasfondo, o en el ambiente o entorno, en su educación, o en la mentalidad del hereje. Pero mucho más cierto que todo eso es que no tendremos nunca jamás una explicación exhaustiva, escondida en lo más íntimo y profundo de su corazón y conocida solo por Dios.
----------Para un profesor de teología moral, uno que se tome seriamente su oficio, no es nada fácil hablar de la herejía. Por cierto, el tema de la herejía es uno de los temas más delicados de la ética católica. No es fácil saber con exactitud qué es una herejía y, por consiguiente, es aún más difícil saber quién es hereje y cuándo y cómo y por qué se cae en la herejía. Una vez que sabemos esto, una vez que se identifica al hereje, lo cual es sobre todo competencia de los pastores, es necesario afrontar una tarea que frecuentemente es aún más difícil: corregir al hereje, persuadirlo de que está equivocado e indicarle lo que debe hacer para corregirse.
----------Pero el problema es que además de que existe el riesgo del pastor de equivocarse al juzgar a alguien de hereje, a menudo sucede que el hereje no es una persona que esté en buena fe, sino que abraza el error voluntaria y obstinadamente, aunque le venga a ser refutado. ¿Qué hacer entonces? Y hasta podemos imaginar una situación aún más problemática, pues si el hereje es un hábil promotor de su herejía, y tiene éxito en difundir su doctrina, es necesario que el pastor ponga en guardia, advierta del peligro al rebaño.
----------Pero el caso es que desde el período iniciado con el postconcilio, hace de esto más de cinco décadas, cada vez menos los pastores hablan de herejías o denuncian herejías de manera precisa, detallada, y circunstanciada, como solían hacer en otros tiempos. Y menos aún los pastores instruyen procesos o toman medidas disciplinarias o inician procedimientos canónicos o pronuncian sentencias condenatorias, como por ejemplo la excomunión u otras sanciones previstas por el derecho canónico.
----------Sin embargo, en este contexto habitual en el postconcilio, como sucede siempre que hay casos de fieles que a juicio de un determinado pastor, quien quizás es él mismo un filo-modernista, le causan disturbio o lo perturban, estos mismos pastores, no teniendo válidos motivos para proceder en la legalidad, se mueven fácilmente por fuera de ella, cometiendo inevitablemente injusticias y abusos de autoridad.
----------Ahora bien, dado que, como dijimos, hoy casi no existen pastores que hablen de herejía, podríamos muy bien preguntarnos: ¿pero acaso después del Concilio Vaticano II han disminuido las herejías? ¡De ninguna manera! ¡Han aumentado! Y tanto que ya en 1966 Jacques Maritain en su libro Le paysan de la Garonne, denunciaba de qué modo el modernismo condenado por san Pío X era "una fiebre estacional en comparación con una pulmonía", que había estallado en el inmediato postconcilio.
----------Pero, ¿por qué este fenómeno, por qué las herejías han aumentado en el período postconciliar, y los pastores ya no hablan de ellas y, menos aún las condenan? Es que ha sucedido que en el episcopado se creó un clima de excesiva tolerancia e indulgencia, en el sentido de una reacción exagerada a la excesiva severidad que estaba en uso antes del Concilio. Se ha pasado de un exceso a otro y hasta el día de hoy los obispos en su generalidad todavía no han logrado alcanzar ese equilibrio, esa justa y sabia armonía de mansedumbre y severidad, de energía y de dulzura, de ductilidad y de firmeza, que siempre ha sido la virtud de los santos Pastores, y que estaba precisamente en las intenciones pastorales del Concilio.
----------Tengamos además en cuenta que la herejía hoy se ve favorecida por una generalizada idea de que quien cree en la verdad es un violento, un intolerante, que la verdad no es objetiva sino subjetiva, que lo verdadero y lo falso están juntos, esto debido al falso concepto de pluralismo teológico, a causa de una falsa idea de la libertad de pensamiento del teólogo, desde el desprecio por la teología escolástica y por santo Tomás de Aquino y desde una falsa idea de lo "diferente" o "diverso", que es un pretexto con el cual se pretende dar derecho de ciudadanía a lo falso. De tal modo ya no nos damos cuenta de que se sobrepasan sobradamente los justos límites del pluralismo, para presentar como "católicos" a los teólogos que, en realidad, no lo son, estando influenciados por doctrinas filosóficas erróneas o por el protestantismo o por el modernismo.
----------Un autor de este tipo es, por ejemplo, el padre Battista Mondin [1926-2015], quien por lo demás ha sido buen filósofo, doctísimo historiador de la teología y buen expositor del pensamiento de Tomás de Aquino. Pero del mismo modo con el cual él presenta al Aquinate, tranquilamente califica como católicos también a autores indudablemente modernistas. Quien tenga interés puede ver, por ejemplo, su presentación de las Cristologías contemporáneas, un libro publicado por Ediciones Paulinas a finales de los años sesenta, hoy descatalogado (y es mejor que sea así), donde este sincretismo y esta falta de discernimiento son muy evidentes.
----------Hoy pareciera que ni los pastores se dan cuenta del veneno letal que implica la herejía para la vida de ese organismo místico que es la Iglesia; algo que en otros tiempos era absolutamente conocido y prioridad pastoral y de gobierno para los fieles pastores. En cambio, hoy los obispos no parecen advertir el peligro que implica la propagación de una herejía, que para el organismo del Cuerpo místico es como un cáncer para el organismo biológico, como hace muchas décadas señalaba el padre Leonardo Castellani: "Herejía es una parte de un sistema que se disgrega de su todo y pretende asimilárselo, atacándolo con elementos del mismo todo; exactamente lo que es el cáncer en lo biológico. Así, las herejías cristianas no son sino hombres que atacan la Iglesia usando las palabras de la Iglesia; y eso es lo que funda su peligro y su pernicie, pues son cuña del mismo palo" (De poética teórica, en Decíamos ayer..., Sudestada, Buenos Aires 1968, p.125).
----------Lo que intento decir es que muchos, incluso entre pastores y teólogos, hoy han perdido la percepción de que la herejía sea un pecado, que la herejía cause daño, cosa que en cambio fue evidente para la Iglesia del pasado y también para el Estado. Hoy, el Estado y la Iglesia están atentos, con toda razón, justa y debidamente, a los problemas de la injusticia social, de las desigualdades económicas, y de la corrupción política. Sin embargo, a menudo se combate toda esa corrupción como si hubiera nacido de sí misma, sin que nadie al parecer se de cuenta que su causa profunda, cuando se trata de creyentes, es la herejía.
----------En el pasado la Iglesia, como es correcto, atacaba a la herejía en cuanto proposición falsa en la fe. Pero el hecho era la Iglesia no estaba sola en ello, pues el Estado entendía claramente las consecuencias prácticas de la herejía, consecuencias que se ponían de manifiesto en el favorecer la injusticia económica, la anarquía, la criminalidad, los desórdenes sociales, la violencia, las guerras, los hurtos y robos, las sediciones, los homicidios. Por eso el Estado colaboraba con la Iglesia en la represión de la herejía, aunque, ¡por supuesto!, hoy rechacemos con toda razón los métodos con que se lo hacía.
----------Hoy, tanto en la Iglesia como en el Estado, se es sensible a los problemas de la justicia, pero no se le da importancia a la verdad. Se cree que cada uno sea libre de pensar como quiera. Pero no es así. La justicia es la puesta en práctica de la verdad. Si no se cree en una verdad objetiva y universal, obligatoria para todos (hablo de las verdades del orden natural), falta el criterio para distinguir la justicia de la injusticia, así como la verdadera justicia de la falsa justicia. Trabajar por la justicia sin tener en cuenta este, su fundamento teórico, acusando tal vez a la teoría de ser una vacía abstracción, es un esfuerzo de Sísifo, que no conduce a nada, y no solo eso, sino que puede tener por resultado precisamente esa injusticia que se quisiera eliminar.
----------Acerca del tema de la herejía, actualmente asistimos, como bien sabemos, al enfrentamiento entre dos opuestas facciones o partidos intra-eclesiales. Por un lado están las sectas de los que suelo llamar pasadistas, es decir los fijistas del pasado, los abusivos tradicionalistas o pseudo-tradicionalistas, que no conocen ni aman la verdadera Tradición sino las tradiciones del pasado, y que no han comprendido la sabiduría de las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y su continuidad con la Tradición y le acusan falsamente de modernismo y de rahnerismo. Ellos se dan en exceso, fácil e injustamente, a las acusaciones de herejía, teniendo la audacia de lanzar tales acusaciones incluso contra las doctrinas del Concilio y, en consecuencia, contra los Papas del postconcilio, que según ellos las difunden, sobre todo contra el papa Francisco.
----------La otra facción, mucho más poderosa y en posesión de puestos de mando, incluso en altas cumbres de la estructura eclesial, es la de los modernistas, que se llaman a sí mismos continuadores del Vaticano II pero en realidad son falsificadores del Concilio debido a la interpretación rahneriana que le dan. Por supuesto, sabiendo muy bien que el papa san Pío X condenó el modernismo, se escudan despreciativamente de la acusación de modernismo, y muchos ingenuos les creen, pero en realidad siguen un modernismo aún peor.
----------Por el contrario, para darse el aire de continuadores de la tendencia innovadora del Concilio, inflan el pecho ostentando el codiciado título de "progresistas", título que sólo es despreciado por los conservadores, quienes demuestran así no saber lo que verdaderamente implica la conservación del depositum fidei (1 Tm 6,20).
----------Naturalmente, los modernistas no hablan de herejía, tanto sea porque deberían acusarse a sí mismos de ella, como sea porque el concepto de herejía implica ese amor sincero por la verdad y ese odio abierto por lo falso, que es como humo en los ojos por su modo de actuar viscoso y su duplicidad, o como sea porque nos aseguran que todos aman la verdad, todos están en buena fe y todos son buenos, como dice hoy la herejía de los buenistas, que es la alteración genética de la herejía modernista que más abunda en nuestros pagos.
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