martes, 6 de abril de 2021

"¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (1 Cor 15,55). El misterio del sacrificio de Cristo: misterio de la muerte que quita la muerte (2)

Bien conocida es la declaración del profeta Oseas: "¡Oh muerte, yo seré tu muerte!" (Os 13,14), que es una de las tantas brillantes perlas del Antiguo Testamento que nosotros, los católicos, guiados por las enseñanzas de la Iglesia, leemos a través de ese otro brillo que nos aporta el Nuevo Testamento, a partir de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que estamos celebrando durante estas semanas. Sin embargo esta reflexión en dos partes, la nota de ayer y la de hoy, no es ni una exégesis del texto de Oseas o de san Pablo, ni una profundización de temas que corresponden a la Cristología o a la Soteriología, sino un intento de diálogo filosófico con el pensamiento de Hegel, cuyas erróneas ideas están lamentablemente presentes con frecuencia, de muchas y variadas maneras, en la predicación buenista de un gran número de obispos y sacerdotes en la actualidad. Manteniéndose esta reflexión en los estrictos límites de la Gnoseología y la Metafísica, sin embargo, podría servirnos para una mejor comprensión del misterio del sacrificio de Cristo.

La metafísica de Hegel termina en una ética voluntarista
   
----------Es cierto, como lo vamos a demostrar, que la metafísica de Hegel termina en una ética voluntarista. Pero Hegel sigue directo por su camino sacando las consecuencias, que se vuelven aterradoras en teología. Así, por ejemplo, si Dios dice "prohíbo el adulterio", este mandamiento se podría entender tanto en el sentido de que Dios prohíbe el adulterio, como en el sentido de que Dios lo permite. Una lógica de este género, si así la quisiéramos llamar, se encuentra ya en Guillermo de Ockham [1285-1347], con el pretexto de que Dios es libre de hacer o de ordenar y negar aquello que Él quiere.
----------Y de hecho, también el pensamiento hegeliano tiene una impronta sustancialmente voluntarista, en base a su axioma de que "la voluntad se quiere a sí misma". En efecto, ¿de dónde le viene al Dios hegeliano del sí y del no, que pueda cambiar las cartas sobre la mesa cuando y como quiera, sin tener que rendir cuentas ante nadie, de dónde le viene esto sino del voluntarismo? Después de todo, ¿qué es la dialéctica hegeliana sino el marco conceptual o sistema de pensamiento del ser y del obrar de este Dios que es y no es, y que puede afirmar y negar simultáneamente lo mismo?
----------Dicho esto, sin embargo, no podemos dejar de reconocer en la dialéctica hegeliana, que de todos modos Hegel quiere elaborar para explicar el misterio de la Redención, algunos elementos importantes de verdad, que ahora queremos destacar. Sin embargo, es cierto, por ejemplo, como dice Hegel, que la verdad absoluta y salvífica aparece cuando todo parece falso, la salvación aparece cuando nos parece que estamos perdidos o ya no podemos más, la vida triunfa cuando existe "el imperio de las tinieblas" (Lc 22,53) y así sucesivamente.
----------Pero la explicación que él da de esta aparente paradoja no es satisfactoria, pues sostiene que lo negativo, alcanzado o llevado al extremo o al máximo, tiene en sí la fuerza y ​​la necesidad lógica para convertir lo negativo en positivo. El fomentar la contradicción y el conflicto obtendría aquello que luego el hegeliano Karl Marx [1818-1883] llamará "salto cualitativo", es decir, el pasaje a la liberación del hombre.
----------Ahora bien, este procedimiento puede valer en el ámbito del conceptualizar, para evidenciar un contraste de conceptos, pero es insensato y desastroso en el ámbito la realidad, ante todo porque implica un absurdo: el mal, el pecado y el sufrimiento por sí no pueden producir ningún bien, ninguna salvación. Si el sufrimiento produce salvación es sólo porque, asumido por Dios en Cristo, que es la Vida, puede expiar por nosotros ("satisfacción vicaria") el pecado y obtener la misericordia del Padre.
----------Diciéndolo con otras palabras: la potencia salvífica del sufrimiento, es decir, de este "negativo" existencial, es claro que no proviene del sufrimiento como tal ni de una necesidad lógica -aquí está el error de Hegel-, menos que menos proviene del pecado. Por el contrario, proviene de un acto de libre y gratuito amor divino que transforma el sufrimiento en expiación y en medio de salvación. El pretender que la salvación del hombre sea la conclusión de un silogismo, es cosa blasfema y ridícula, que nos dice hasta dónde puede llegar la soberbia de un filósofo que, en otros aspectos, ha sido genial.
----------Ciertamente también en el devenir de la realidad existe la síntesis que resulta del retorno de la realidad inicial y originaria. Pero esta síntesis no radica en el acoplamiento absurdo y desleal de la tesis con la antítesis (del sí con el no) como en cambio sucede legítimamente en lógica, sino en la superación y en la victoria de la tesis sobre la antítesis, la cual no es anulada, sino conservada.
----------Sin embargo, existe una antítesis que desaparece y otra que permanece. Aquí es donde Hegel confunde. De hecho, él tiene la pretensión de que la síntesis opera al mismo tiempo una remoción (Aufhebung), una superación (Überwindung), una elevación (Erhebung) y una conservación (Aufbewahrung).
----------En particular, el error de Hegel es el confundir el quitar con el superar. El pecado no debe ser superado (véase Lutero), sino simplemente eliminado. No se desciende a pactos con el mal. Es solo la justicia la que debe ser superada en una justicia mejor. Este es el verdadero progreso, muy diferente del bárbaro subversivismo y del insensato rechazo modernista de la Tradición.
----------Es por esto que el doblejueguista Hegel, el piadoso e impío Hegel, ha parecido ser el maestro tanto de revolucionarios como de conservadores, y se sabe que después de su muerte se formaron las dos corrientes contrapuestas enemigas-amigas de la "derecha" y de la "izquierda" hegelianas. Lamentablemente, esta maldita división se ha reproducido hoy, desde hace sesenta años, en el contraste entre modernistas y tradicionalistas. De hecho, tanto la derecha como la izquierda hoy en la Iglesia, tienen frente al papa Francisco básicamente y en el fondo la misma actitud: no la obediencia sino la rebelión, hábilmente y pérfidamente escondida en los modernistas; abierta y desembozada en los tradicionalistas.
----------La solución de este dramático contraste radica en la afirmación de una auténtica posición católica, que, en la obediencia sincera y no fingida o utilitarista al Sumo Pontífice, no es ni ruptura con la Tradición ni conservadurismo preconciliar, sino, como se expresara el papa Benedicto XVI con una óptima fórmula, es "progreso en la continuidad", por lo cual el misterio de la Cruz no es ni simple liberación política ni sacrificio doloroso, sino expiación vicaria, amor excesivo y principio de resurrección.
----------En la visión cristiana, la antítesis que desaparece es el pecado; aquella que, en cambio, tiene su propia subsistencia insuprimible, es un verdadero sujeto malvado, ya sea el demonio ya sea el alma condenada. En cambio, en la dialéctica hegeliana la negación o antítesis, siendo puramente y solamente lógica, es una simple abstracción, es un ente de razón; por lo cual carece de la escisión ontológica de acción y pasión, que se encuentra en la criatura real; por consiguiente no existe la distinción, entre el pecado, como acto o mal de culpa y el sufrimiento, como padecimiento o mal de pena, propios de la negación real, o más bien del negador, o sea el pecador que se opone a Dios, que comete el pecado y padece la pena del pecado.
----------Por lo demás, también en el campo lógico la reafirmación de la tesis no debe ser hecha con la síntesis de afirmación y negación, como ha hecho Hegel, sino con la simple negación de la negación, que conduce a la afirmación absoluta, ya libre de la negación, vale decir, ya no en compañía de la negación. De otro modo, la contradicción, en lugar de ser eliminada, se mantiene y el conflicto no se resuelve en absoluto. Es cierto que Hegel habla de "superación" de la negación. Pero con decirlo no basta, si la negación queda, aunque sea por debajo de la afirmación, en cuanto conjunción del sí con el no, cosa que el Evangelio prohíbe.
----------El vicio de fondo de la dialéctica hegeliana, no desprovista de aspectos buenos, como hemos visto, es la metafísica de Hegel, en la cual no hay una neta oposición entre el ser y el no-ser o la nada, sino que el ser es no-ser y el no-ser es ser. Por eso la justicia permanece con el pecado y el pecado es camino a la justicia. En el fondo, es la metafísica la que subyace implícitamente a la ética luterana.
   
La salvación no es efecto de la dialéctica, sino del amor
   
----------Las cosas son muy diferentes en el plano la realidad y en el plano del verdadero plan divino de la salvación. En realidad, lo bueno y lo justo podrían muy bien existir solos sin la compañía atormentadora del mal y de lo malvado. Si el pecado original no hubiera existido, entonces el hombre a estas horas estaría libre del mal y todos los hombres serían buenos. La ilusión del buenismo es precisamente la de olvidar las consecuencias del pecado original y creer que todos los hombres son buenos.
----------Esto quiere decir que el mal ha entrado en el mundo no por una necesidad lógica sino por la voluntad libre de la criatura. Hay que tener bien en claro que, mientras que desde el punto de vista lógico es imposible el concepto del bien sin el concepto del mal, desde el punto de vista de la realidad el bien y lo bueno pueden existir perfectamente sin que existan el mal y el malvado.
----------Del mismo modo, es necesaria una voluntad, en este caso la de Dios, para quitar al hombre el mal del pecado y del sufrimiento y restituirlo al bien. Y aquí entra en función el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, que utiliza el sufrimiento y la muerte, castigo del pecado, precisamente para vencer la muerte y el sufrimiento. Por eso, la reconstitución del bien no es en absoluto, como creía Hegel, el efecto de una necesidad lógica, sino que es el efecto del amor y de la misericordia del Padre por medio del sacrificio del Hijo.
----------Desde el punto de vista correcto, es el malvado quien permanece en la condición de vencido y sometido al justo: pero el mal debe ser puramente y simplemente suprimido y anulado, con el resultado de la pura y simple existencia del bien y del bueno, aunque en el proceso moral (no lógico), que se concluye con el triunfo del bien y del justo, es bueno lo que ha sido el mal y el malvado.
----------Si decimos que este triunfo final del bien sobre el mal, del justo sobre el malvado, es un acontecimiento de la libertad y por lo tanto un hecho real y ontológico y no una conclusión lógica, como quisiera Hegel, esto no quiere decir que sea algo ilógico o que está contra la lógica, o más allá de ella. Está dictado y querido por la razón, no sin embargo en su función lógica, sino en su función práctica. Ahora bien, la lógica y la moral están perfectamente de acuerdo, pero no deben ser confundidas.
----------No debe reducirse la moral a la lógica, como efectivamente hace Hegel. Es cierto que actuar bien es conforme a la lógica, pero no es cierto que actuar bien sea una operación simplemente lógica, no es un silogismo, aunque sea la puesta en práctica de un silogismo práctico. Actuar mal va contra la lógica no en el sentido de violar el principio de no contradicción, porque lamentablemente el pecado existe, mientras que la contradicción no puede existir. Y también en esto Hegel se equivoca, siempre por su reducción de lo real a lo conceptual, por lo cual identifica lo contradictorio con lo contrario.
----------La existencia del mal y del pecado justifica la prohibición de cometer el pecado, por ejemplo: no matar. Pero, ¿qué significa no matar? No matar a quien no mata, es decir, no matar al inocente. En efecto, como ya no estamos en el Edén, sino que nos encontramos en esta vida mortal, donde de hecho existen el pecado y las consecuencias del pecado, he aquí que la moral no puede imponer sólo mandatos positivos, sino que está obligada, si quiere asegurar el bien, a imponer incluso preceptos negativos.
----------Si quisiéramos expresarnos según categorías lógicas, como haría Hegel, entonces debemos decir que para vivir virtuosamente no basta la simple afirmación, sino que, como existe la negación, es decir, el mal, si queremos conservar la vida, es necesario negar la negación, o sea, para expresarnos en términos ontológicos, en el ámbito de la realidad, es necesario matar lo que mata la vida.
----------He aquí el sentido de todas las prácticas que en esta vida obstaculizan o impiden en los modo más diversos la vida física y espiritual, la personal y la social: las prácticas ascéticas, la mortificación, la renuncia, la huida del mundo, los consejos evangélicos, las vigilias, los ayunos, el sacrificio, la expiación, la severidad, la justa ira, la cirugía, las clínicas psiquiátricas, las casas de reposo para ancianos, el sistema judicial, las fuerzas armadas, la legítima defensa, las sanciones penales, la pena de muerte, el encarcelamiento.
   
No estamos en el Edén y, sin embargo, caminamos hacia el hombre nuevo
   
----------¡Claro que sería muy bello si pudiéramos vivir todos en paz los unos con los otros! Sería hermoso vivir todos felices y tranquilos, en la serena fruición de las recíprocas diversidades, en un eterno afable diálogo de todos con todos, como hermanos, en el amor recíproco, sin privilegios ni desigualdades, en un actuar libre, espontáneo y creativo, sin obligaciones, controles, constreñimientos, vigilancias, castigos, ayunos, vigilias, sacrificios, expiaciones, renuncias o amenazas o represiones, en un continuo progreso moral, gracias a los efectos de un agradable sistema educativo y recreativo, caracterizado por un solícito acompañamiento por parte de los formadores y de su asistencia amorosa, un programa exclusivamente promotor de obras buenas sin condenas ni castigos, o bien, si no somos capaces de buenas obras, en la certeza de estar de todos modos justificados por la gracia, sin sufrir castigos y sin prohibiciones, con un Dios sumamente tierno y dulcísimo, un Dios que es sólo aprobación, comprensión, misericordia y compasión, un Dios permisivo, que promete salvación a todos, mediante la persuasión y sin ninguna imposición o mandamiento perentorio.
----------Es cierto, sin embargo, que a medida que la vida cristiana se fortalece en el mundo, devienen siempre menos necesarios el ascetismo, la mortificación, la severidad, la coerción, el uso de la fuerza, la austeridad, la abstinencia y la renuncia. "Si tu ojo te escandaliza -dice el Señor (Mc 9,47)- quítalo", como para decir: si no te escandaliza, puedes conservarlo, ya que Dios lo ha creado para gozar de lo bello.
----------Por lo tanto, los métodos represivos y ascéticos desarrollan indudablemente una función importante e incluso necesaria en las persistentes condiciones de fragilidad, de miseria, de concupiscencia y de contraste entre la carne y el espíritu, propias de la actual naturaleza humana caída. Pero está claro que en la medida en que ya desde ahora, en virtud de la gracia de la redención, el "hombre nuevo" sustituye al "hombre viejo" y el hombre espiritual al carnal, y aparecen las primicias de la futura resurrección, las muletas, las prótesis, las armas, las cárceles, las penas de muerte y diversas creaciones, recursos y expedientes que utilizamos para defendernos del pecado, de los agresores y de las tentaciones, resultan cada vez menos urgentes, como el enyesado ya no le es necesario al brazo cuando el miembro está curado.
----------Sin embargo, en este camino paulatino de sustitución de muletas y andadores, es necesario proceder, claro que sí, con decisión y confianza, pero también con cautela, realismo y equilibrio, sin utopías y sin pesimismos, dualismos y excesivos temores, para evitar por una parte el laxismo, el hedonismo y la molicie con el pretexto del "hombre nuevo" sobre el ejemplo de Lutero, quien abolió los votos religiosos, o de los comunistas, quienes quieren abolir la propiedad privada, o de los nudistas que creen haber retornado al Edén, o de los pacifistas que quieren abolir el servicio militar y la pena de muerte.
----------Si se puede avanzar, entonces, es necesario avanzar. Hay que probar. Se prueba, y si el experimento falla, se retrocede, y se esperan tiempos mejores. No debemos ser imprudentes, pero tampoco temerosos y demasiado amantes de la seguridad, de lo contrario se pierden las buenas ocasiones.
----------El buenismo, por su parte, para poder de algún modo funcionar y querer dar la ilusión de poder evitar el ascetismo y el sacrificio, recurre a los miserables expedientes de rebajar el ideal cristiano de perfección al nivel de una banal y escuálida terrenidad y mundanidad, o de ignorar las consecuencias del pecado original, o hacer de cuenta de no ver el mal, o hacer acepción de personas, o evitar hacer justicia.
----------No es el pecado lo que quita el pecado, sino que es la muerte de Cristo inocente lo que quita el pecado y la muerte. No se remedia el mal con el mal, sino con el bien. Es necesario que la negación sea un bien, que puede ser un mal de pena, puede ser la misma muerte, pero, siendo una muerte expiativa o sacrificial como la de Cristo, es una muerte salvífica, una muerte que mata la muerte y devuelve la vida.
----------Ex morte vita. Hegel hablaba del "inmenso poder de lo negativo", que negándose a sí mismo obtiene lo positivo. Para Hegel, esto no es otra cosa más que un necesario proceso lógico. La negación de la negación reconstituye la afirmación. Esto puede valer en la lógica, pero no en la vida.
----------La auténtica verdad es que la vida puede ser restituida al hombre sólo por la voluntad humana unida a la divina y por el poder infinito del Dios de la vida, actuando en Nuestro Señor Jesucristo, el cual toma sobre Sí el sufrimiento del merecido castigo del hombre y le da a éste, mal de pena, en virtud de su divinidad, el poder de cancelar el pecado, mal de culpa, y de restaurar la vida.
----------Por el contrario, el negativo hegeliano no distingue entre mal de pena y mal de culpa. De ahí la idea hegeliana de la guerra como factor necesario de progreso y de la conflictividad como elemento normal de la convivencia humana. Sin embargo, como se ha dicho, no es el pecado, mal de culpa, el que restablece la justicia, sino que es el mal de pena, el sufrimiento, el que, hecho propio por Nuestro Señor Jesucristo, quita la culpa y expía la pena, obteniéndonos un vida bienaventurada y sin sufrimiento.

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