martes, 13 de abril de 2021

Acerca de la herejía (6/7): en cuanto opuesta al dogma

Frente al tema que hoy reflexionaremos, es útil recordar que aquella "correctio filialis de haeresibus propagatis" que fuera firmada el 11 de agosto de 2017 por un grupo de católicos de alguna notoriedad en contra del papa Francisco, pretendiendo acusarlo de siete herejías en el campo moral, constituyó un acto ilícito de suma gravedad, pues no le está permitido a ningún fiel católico poner en duda la autoridad magisterial dada por Nuestro Señor Jesucristo a Pedro y sus sucesores. Tampoco la referencia que hacía aquella "Correctio" a los famosos cinco dubia que en el 2016 los cinco cardenales plantearon al Santo Padre, ha sido oportuna, ya que esas dudas no habían sido formuladas como hubiera correspondido, con esa simplicidad de ánimo con la cual tradicionalmente y legítimamente se presenta un dubium al Papa. Para comprender esto es necesario, antes que nada, recordar la esencia del dogma y la relación del Sumo Pontífice con el dogma católico.

El dogma
   
----------La herejía se opone directamente al dogma. Recordemos que la palabra "dogma" proviene de la filosofía griega y precisamente del sustantivo δογμα y del verbo δοκέω, δοκειν, que significa la expresión verbal de un pensamiento o de una voluntad, aunque en un doble sentido: ya sea de la certeza o bien de la opinión, lo cual es cosa comprensible en la filosofía griega, donde el filósofo intenta con dificultad y a duras penas distinguir lo que es universalmente cierto de lo que es su opinión.
----------Pero en la Escritura es clarísima la distinción entre el dogma divino, absolutamente cierto, la Palabra de Dios (dabar, logos) y el dogma humano, en su incerteza. Por eso los libros sapienciales, sin negar que el sabio posea una sabiduría racional (hokmah), exaltan, muy por encima de ella, la sabiduría o el dogma divino, la Palabra de Dios, verdad absoluta. Esta palabra es un "misterio" (sod, raz), que puede ser eventualmente el contenido de un "sueño" y el hombre puede pedirle a Dios que le sea revelado (cf. Dan 2,19).
----------Más adelante, en el Nuevo Testamento, el dogma es entendido como el contenido de un precepto divino o supuesto tal. En este sentido san Pablo habla de dogma en el sentido de decreto de la Ley (Col 2,14) y usa el verbo dogmatizo para referirse a supuestos preceptos divinos, que sin embargo no lo eran (cf Col 2,21). Y posteriormente en la Iglesia, dogma será la verdad de fe enseñada por la Iglesia, verdad de fe que es contradicha por la herejía. Por lo tanto, dogma y herejía son enemigos irreconciliables, y quien crea encontrar una vía media, es una persona doble, a la que le gustaría poner juntos el sí y el no.
----------El dogma es, por lo tanto, una enseñanza expresada en modo solemne, en forma de proposición asertiva, definitoria o sentenciosa, formulada por el Sumo Pontífice como Cabeza de la Iglesia, con un lenguaje específico, que interpreta con el máximo grado de autoridad de la Iglesia, infaliblemente y por lo tanto irreformablemente y definitivamente, un dato o afirmación de la Revelación contenido o en la Escritura o en la Tradición.
----------El dogma es la forma más autorizada, clara y cierta con la cual el Papa en circunstancias extraordinarias valoradas por su incuestionable juicio infalible, ex sese, como dice el dogma de la infalibilidad pontificia, o como presidente de un Concilio Ecuménico, enseña definiendo, aclarando o precisando una verdad de fe divina y teologal, cerrando definitivamente la discusión sobre ella. Roma locuta, causa finita. Quien a partir de ese momento ose negar, falsificar o malinterpretar o dudar de la verdad de esta enseñanza de la Iglesia, es un hereje. Según el lenguaje tradicional de los Concilios es "anatema", es decir, excomulgado.
----------El Papa, como Sucesor de Pedro, es aquel que en la Iglesia determina definitivamente e infaliblemente, por lo tanto irreformablemente, aquellas que son las verdades de fe, es decir, los artículos del Credo y los dogmas. Nadie puede sustituirse al Papa en esta tarea, porque estaría llevando a cabo un abuso prohibido por Cristo, quien ha encargado para este oficio a Pedro y solo a Pedro. El atropello o abuso de los herejes es precisamente el de querer en este punto sustituirse al Papa o corregir al Papa o saber más que el Papa.
----------Quienquiera intente sustituirse al Papa en el definir lo que es de fe formula una doctrina falible, arbitraria, parcial, incierta, limitada a una determinada área geográfica, a un determinado pueblo, a una determinada cultura, a un determinado tiempo, desprovista de aquella universalidad de la cual está dotada la verdadera doctrina de fe, el verdadero dogma. Sólo esta doctrina, como ya enseñaba san Vicente de Lerins, es predicada, enseñada y aceptada semper et ubique, vale decir, es "católica".
----------Sin embargo, como precisa la Carta Apostólica Ad tuendam fidem de san Juan Pablo II de 1998, existen también otros dos grados inferiores de autoridad doctrinal de la Iglesia, en los cuales ella nos enseña siempre la verdad de fe, pero con una fuerza inferior a aquella que ella pone en las solemnes definiciones dogmáticas, en las cuales la Iglesia declara que quiere definir o declara que son de fe.
----------¿Por qué estos diferentes niveles? ¿Cuál es la necesidad? Se podría decir: me basta con saber si una determinada tesis o proposición o doctrina del Evangelio o de la Iglesia es de fe o no. El motivo es que en las narraciones evangélicas acerca de las enseñanzas de Cristo, la cuestión aparecía muy simple: si creer o no lo que Él declaraba enseñar de parte del Padre; pero es distinto con las enseñanzas de la Iglesia.
----------Es necesario distinguir la doctrina evangélica de Cristo, es decir, las enseñanzas o logia de Nuestro Señor Jesucristo, lo que él llama "mis palabras", de las enseñanzas o doctrina de la Iglesia, los dogmas. Los dogmas son interpretaciones o explicitaciones o explicaciones de las palabras de Jesús. La virtud teologal de la fe tiene por objeto las palabras de Jesús, aquello que Él nos revela de parte del Padre. Tal virtud se extiende también a los dogmas: "el que a vosotros escucha, a mí me escucha" (Lc 10,16).
----------Ahora bien, mientras las palabras o doctrina o enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo están fijadas en el Evangelio, la doctrina de la Iglesia está sujeta a una evolución en el sentido de una progresiva explicación y explicitación, una progresiva profundización, consolidación y mejoramiento del conocimiento de las palabras del Señor. Ellas son siempre aquellas, siempre las mismas, "no pasarán" (cf. Mt 24,35). Por eso sucede que mientras las palabras de Cristo o se creen o no se creen, la doctrina de la Iglesia es objeto de una fe que es aumentable o perfeccionable o reforzable según tres diferentes grados que son ilustrados en la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio fidei a la Ad tuendam fidem.
----------A estos tres grados de fuerza, o de certeza, por lo tanto, con los cuales la Iglesia a través de su Magisterio, propone su doctrina, corresponden tres grados de convencimiento con los cuales los fieles acogen con convicción las enseñanzas de la Iglesia. Al primer grado de autoridad correspondiente a la enseñanza del dogma el fiel corresponde con un acto de fe divina y católica.
----------Al segundo grado, correspondiente a "todas aquellas doctrinas que conciernen al campo dogmático o moral, que son necesarias para custodiar y exponer fielmente el depósito de la fe, aunque no hayan sido propuestas por el Magisterio de la Iglesia como formalmente reveladas" (Nota Ilustrativa a la Ad tuendam fidem, n.6, Código de Derecho Canónico, Can.750 § 2), corresponde en el fiel un "asentimiento firme y definitivo a estas verdades, fundado sobre la fe en la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio de la Iglesia" (ibid.).
----------¿Cómo es que la Iglesia en un determinado momento llega a proclamar un nuevo dogma? Para responder a esta pregunta, hay que saber que el conocimiento de los artículos de fe aumenta continuamente en el pueblo de Dios, en los pastores y en los teólogos. Y por lo demás, en la Escritura y en la Tradición existen enseñanzas que tratan temas de fe, pero no está claro si a tales enseñanzas sea necesario adherir o no con una fe divina y católica, de modo tal que puedan ser consideradas dogmas. Ocurre, entonces, que se abre un debate: hay quien dice que se trata de verdad de fe y quien dice que sólo son creencias piadosas o doctrinas teológicas o tradiciones populares o magisterio auténtico, pero no definible. A veces hay quien dice que incluso se trata de falsedad. A veces los estudios nos llevan a considerar que se trata de doctrinas dogmatizables. En otros casos, la duda permanece. En otros casos se excluye la hipótesis.
----------Si la creencia se esclarece y se refuerza por un aumento de las razones teológicas a favor de la dogmatización, la Iglesia, si y cuando lo considera oportuno o necesario, eventualmente para hacer callar a los adversarios, puede proceder a la dogmatización. Y así surge un nuevo dogma, que obviamente no aumenta el depósito revelado, sino que lo hace comprender mejor y con mayor certeza.
----------El teólogo que entre todos los teólogos de la historia de la Iglesia ha mayormente preparado con su doctrina algunas definiciones dogmáticas, es santo Tomás de Aquino [1225-1274]. De hecho, los siguientes dogmas han sido la aprobación de sus doctrinas:
----------1°) La doctrina del alma humana como forma sustancial del cuerpo, en el Concilio de Viennes, de 1312.
----------2°) La doctrina de la visión beatífica de la esencia divina, definida por el papa Benedicto XII en 1336.
----------3°) La doctrina de la Persona divina trinitaria como Relación subsistente, verdad dogmatizada en el Concilio de Florencia, del año 1442.
----------4°) La doctrina de la inmortalidad del alma humana, en el V Concilio Lateranense en 1513.
----------5°) La doctrina de la Redención, en el Concilio de Trento en 1547.
----------6°) La doctrina de la demostración racional de la existencia de Dios, en el Concilio Vaticano I de 1870.
----------7°) La doctrina de la resurrección del hombre y la mujer, reconocida por san Juan Pablo II en 1981.

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