lunes, 12 de abril de 2021

Acerca de la herejía (5/7): la represión de la herejía

Promediando ya esta serie de notas acerca de la herejía, espero que tenga más significado para los lectores aquello que decíamos en la primera nota: que la herejía es un misterio, mysterium iniquitatis, en cuanto que niega o falsifica la fe, o sea, en cuanto opuesta al misterio de la fe, "mysterium fidei". Así como la fe, el creer, es un misterio, así también el rechazo o negativa a creer, la herejía, la falsedad, la infidelidad, la incoherencia, la desobediencia, la mentira, el engaño en materia de fe, la adulteración o la instrumentalización de la fe, la fe falsa o simulada, es decir, la hipocresía, la apostasía en materia de fe, no tienen una explicación racional, tal como sí la tienen los errores en el campo científico o filosófico. Demos hoy un nuevo paso adelante.

La represión de la herejía
   
----------La herejía tiene una doble cara: por una parte, 1) es un grave pecado de infidelidad a Dios y a la Iglesia, y como tal merece ser castigada; pero por otra parte, 2) es también una grave perturbación en el espíritu del hereje, es una enfermedad del alma, que el buen médico debe tratar de eliminar, si el enfermo colabora y acepta la cura. Por el primer aspecto, la herejía en el seno de la Iglesia debería tener necesarias consecuencias en lo jurídico; por el segundo, los debería tener en la caridad, en la misericordia.
----------Precisamente, nuestro Señor Jesucristo da a los apóstoles directivas tanto en un sentido como en el otro, a los efectos de eliminar el mal de la herejía. Por una parte advierte, amonesta, acusa, refuta, reprende, reprocha y amenaza a los doctores de la ley y a los fariseos por su hipocresía. La herejía, en efecto, es una fe falsa. Pero por otra parte, Nuestro Señor está siempre abierto al diálogo, a la discusión, a la exhortación, a la explicación, a la demostración, a la obra de convencimiento, a la corrección paciente, mansa, benevolente y misericordiosa, como por ejemplo con los apóstoles siempre tan duros de entendimiento, con Nicodemo, con la samaritana, con la Magdalena, con los discípulos de Emaús, y otros personajes.
----------Por cierto, el apóstol san Pablo nos recuerda que de todos modos, hagamos lo que hagamos, el hecho es que a causa de las consecuencias del pecado original, la herejía es inevitable: "Es necesario que se produzcan herejías (aireseis) entre vosotros, para que se manifiesten los que son verdaderos creyentes entre vosotros" (1 Co 11,19). "Después de una o dos amonestaciones, aléjate del hereje (airetikòn), sabiendo bien que son gente ya extraviada y que siguen pecando condenándose a sí mismos" (Tit 3,11).
----------Este poder de liberar las mentes y los corazones de la herejía es propio sobre todo del obispo, como se desprende ya de las Cartas de san Pablo a su discípulo, el obispo Timoteo: "Esta es la advertencia que te doy, hijo mío Timoteo, de acuerdo con las profecías que de ti se han hecho, para que, fundado en ellas, combatas la buena batalla con fe y buena conciencia, porque algunos han naufragado en la fe, por no haber tenido una buena conciencia" (1 Tm 1,19). "Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, refuta (èlenxon), reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio" (2 Tim 4,1-5).
----------San Pablo, en efecto, le hace presente al discípulo la situación eclesial que se presentará en el futuro: "El Espíritu afirma claramente que en los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego" (1 Tm 4,1-2). "La palabra de estos se esparcirá como gangrena" (2 Tm 2,17). "Ellos se opondrán a la verdad: hombres de mentalidad corrompida, descalificados en materia de fe. Pero no irán lejos, porque su insensatez se pondrá de manifiesto a todos" (2 Tm 3,8-9).
----------Judas, en su Carta, por su parte, señala que si el hereje resulta ser aparentemente incorregible, puede ser bueno suspender el contacto con él: "Convenzan a aquellos que vacilan, y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo" (Judas 23). "Después de una o dos amonestaciones, aléjate del hereje (airetikòn), sabiendo bien que son gente ya extraviada y que siguen pecando condenándose a sí mismos" (Tito 3,11). "Han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo! Ustedes estén alerta para no perder el fruto de sus trabajos, de manera que puedan recibir una perfecta retribución. Todo el que se aventura más allá de la doctrina de Cristo y no permanece en ella, no está unido a Dios. En cambio, el que permanece en su doctrina está unido al Padre y también al Hijo. Si alguien se presenta ante ustedes y no trae esta misma doctrina, no lo reciban en su casa ni lo saluden. Porque el que lo saluda se hace cómplice de sus malas obras" (2 Jn 7-11). "Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos" (Mc 6,11).
----------De esta manera, tenemos aquí el primer ejemplo de ese procedimiento o de esa sanción penal, que ya en san Pablo es el declarar al hereje "anatema" (anàthema), que implica la idea del ser alejado, removido o excluido o expulsado con una nota de infamia (cf. 1 Cor 16,22; Gál 1,8; 1 Cor 12,3), expresión que luego será adoptada por los Concilios Ecuménicos hasta el Concilio Vaticano I. Se trata de esa medida disciplinaria, que el derecho canónico hasta la actualidad llamará "excomunión". También en el Evangelio de Mateo encontramos en la boca misma de Nuestro Señor Jesucristo este concepto de la excomunión como una provisión extrema que sigue a una serie de tentativas fallidas de corregir al hermano (Mt 18,15-17).
----------Esta severa disposición no pretende en modo alguno excluir a los excomulgados de la comunión eclesial en modo definitivo, porque esto no está en el poder de la Iglesia, cuyas sanciones son solo y siempre medicinales. Esta intención medicinal la vemos en el castigo infligido por san Pablo al incestuoso (1 Co 5,5). El excomulgado sigue siendo para la Iglesia siempre un hermano, al que ella somete a una pena para intentar que se purifique y sea readmitido en la comunión eclesial. Solo la pena del infierno es meramente aflictiva e irremisible (pero esta pena se la procura el mismo condenado con su impenitencia final).
----------Con tal fin de corregir al hereje y liberarlo de su error, la Escritura propone dos vías o métodos posibles, para saber usar el uno o el otro, según las circunstancias o las conveniencia: 1) una vía pacífica, que podríamos llamar también terapéutica, que ve la herejía como una enfermedad que hay que curar. Es más que cualquier otra cosa la herejía de aquellos que han sido engañados de buena fe. Así, tenemos la aclaración, la exhortación, el diálogo, la persuasión, la discusión, la refutación. Y 2) una vía polémica, que es lucha y batalla, contra aquellos que son los fautores de la herejía y que están apegados a ella. Aquí tenemos la acusación, la advertencia, la disputa, la controversia, la admonición, la reprimenda y la amenaza.
----------Ella puede comportar una justa ira, como vemos en Cristo mismo y en los profetas, ira que sin embargo, no es fácil de dominar. No estamos hablando de conflicto o litigio, que frecuentemente rayan en el altercado o en las injurias recíprocas, donde prevalece la ira y falta la caridad, nada más contraproducente para combatir la herejía, cosa que requiere una gran lucidez mental, que en cambio fracasa en los excesos de la ira.
----------Ciertamente podemos referir a esta buena batalla contra la herejía el siguiente pasaje muy denso, que se presenta al principio como una lucha contra Satanás: "Nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. Por tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todas las pruebas. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animadas por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos" (Ef 6,12-18).
----------Así como el médico intenta curar al enfermo, así también el obispo, el teólogo, el predicador, el misionero, intentan liberar al hereje de su herejía, inducirlo a que abandone o se retracte de su herejía. Ciertamente esta obra de persuasión no es fácil y la mayoría de las veces está condenada al fracaso, porque es cosa típica del hereje su presuntuosa superioridad, su prepotencia, su bravuconería, su arrogancia, su soberbia, su indocilidad, su autoestima acrecentada por el éxito, su fijación obsesiva y fanática en sus ideas, su desprecio por el católico, su cerrarse en sí mismo, que no le permite escuchar al otro, el creerse instrumento infalible del Espíritu Santo, su convicción de que él no debe ser el único a corregir, sino que deben serlo los otros.
----------Es cierto, por supuesto, que debemos odiar el pecado y no al pecador. El médico odia la enfermedad porque ama al enfermo. ¡Pero!... lamentablemente el hereje no es siempre, de hecho casi nunca, una pobre víctima inocente y compasionable de su herejía, sino que está muy apegado a ella y la sostiene y defiende con obstinación, sin escuchar razones. En tal caso, airarse con él y amenazarlo siguiendo el ejemplo de Cristo, de san Pablo, de san Esteban y de los santos, puede inspirarle un saludable temor a Dios, aunque es cierto que también puede suscitar en él una violenta reacción de odio contra el predicador, quien incluso puede terminar como mártir. Pero es comprensible que no todos los predicadores sientan este coraje.
----------En la época de Jesús existía la pena de muerte para los transgresores de la Ley de Moisés. Jesús nunca lo pone en discusión. De hecho, Él advierte severamente: "quien escandalice a uno de estos pequeños que creen, es mejor para él que le pongan una piedra de molino al cuello y sea arrojado al mar" (Mc 9,2).
----------Jesús mismo fue condenado a muerte por haber transgredido la Ley de Moisés con la acusación de querer hacerse Dios. Él no protestó ni se lamentó por esto, aunque toda su vida y su enseñanza demuestran claramente lo infundado de esa acusación. Pero no puso en discusión el principio.
----------El oficio supremo de la condenación de la herejía recae en el Papa. En este oficio el Papa es infalible, porque si se equivocara y juzgara herético lo que es de fe o viceversa, evidentemente fracasaría en su oficio de confirmar a los hermanos en la fe, oficio en el cual el Papa, por voluntad de Cristo, está siempre asistido por el Espíritu Santo. De hecho, la Iglesia, una vez que ha condenado una proposición como herética, no se retracta nunca y nunca jamás se ha retractado de su decisión.
----------Sin embargo, desde los primerísimos tiempos de la historia de la Iglesia, los Papas se han hecho ayudar por expertos o estrechos colaboradores, comenzando por los obispos y luego por los cardenales, en la identificación y en la refutación de las herejías. Solo recién en el siglo XII el papa Lucio III [1181-1185] instituyó un verdadero y propio tribunal encargado de juzgar acerca del crimen de herejía, que hasta el Concilio Vaticano II se llamaría "Sacra Romana ed Universale Inquisizione dell’eretica pravità", más brevemente llamado "Inquisición". Con el Concilio de Trento también asume el nombre de Santo Oficio, que mantuvo hasta el Vaticano II, el cual lo sustituyó por el actual nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF).
----------El Santo Oficio no es de por sí infalible en sus juicios, si no es ratificado por el Papa, lo que precisamente sucedió con la famosa condena de Galileo Galilei [1564-1642] "por herejía", porque el papa Urbano VIII [1623-1644] no añadió su firma al decreto, sino que dejó que el tribunal decidiera autónomamente (cf. J.Maritain, De l’Eglise du Christ. La personne dell’Eglise et son personnel, Desclée de Brouwer, Bruges 1970, cap.14).
----------La sanción sobre Galileo fue un grave error, no ciertamente en el campo doctrinal, porque no entraba en juego la infalibilidad doctrinal pontificia, sino ciertamente una grave imprudencia, que el Papado luego habría de pagar muy caro al convertirse en blanco de ataque, injustamente pero comprensiblemente, de todos los herejes y enemigos de la Iglesia hasta hoy, y ocasionando en ciertos ambientes episcopales oportunistas y tímidos un excesivo temor a equivocarse al juzgar acerca de la herejía, temor que, rayando a veces en el descuido y la incuria, acaba por favorecer o permitir la difusión de las herejías. Lamentablemente, se ha tardado casi cuatro siglos para que la Iglesia en la persona del papa san Juan Pablo II reconociera abiertamente y oficialmente que el Santo Oficio estaba equivocado. Más vale tarde que nunca.
----------La teoría galileana del sol fijo y del movimiento de la tierra a su alrededor no era de ninguna manera herética. Los jueces de la Inquisición fueron engañados por una exégesis equivocada de Jos 10,12, tomando al pie de la letra el relato y pensando que el sol realmente se había detenido, lo cual si se piensa bien es un milagro absurdo, y no entendieron que era un modo simple de decir que lucharon hasta altas horas de la noche, como si el día se hubiera prolongado para permitir que los israelitas vencieran al enemigo.
----------Por lo demás, es necesario decir con franqueza que Nuestro Señor Jesucristo, por su parte, ciertamente no deseaba en absoluto que un día la autoridad de su Iglesia pudiera instituir con el oficio de la Inquisición, la pena de muerte para los herejes, como vino a suceder en el siglo XII con el papa Lucio III en 1184 en Verona de acuerdo con el emperador Federico Barbarroja (cf. Praedicatores inquisitores-I, Actas del Seminario de Roma del 23 al 24 de febrero de 2002, editado por el Instituto Histórico Dominicano, Roma 2004).
----------Ciertamente, una convulsa y más bien obscura historia la de la Inquisición, cuyo derecho y deber a la pena de muerte, aunque por el trámite del llamado "brazo secular", fue defendido incluso por santo Tomás de Aquino (Sum. Theol., II-II, q.11, a.3). En base al razonamiento hecho por san Jerónimo, citado por santo Tomás, se consideraba al hereje como un miembro pútrido, que corre el riesgo de infectar a todo el organismo. No queda más que eliminarlo. El razonamiento en sí, referido a un organismo biológico, es justísimo. Pero, ¿se puede verdaderamente aplicar al caso del hereje? Es en este punto en el que la Iglesia hoy ya no está de acuerdo. Por lo demás, ¿qué necesidad había de un castigo tan terrible como el de la hoguera? Hoy ya no alcanzamos a entender cómo ha sido posible que una religión fundada por Aquel que nos ha mandado aprender de Él, "manso y humilde de corazón", pudiera castigar a los herejes con tal severidad. Y la práctica continuaría durante casi siete siglos, hasta la disolución de los Estados Pontificios en 1870.
----------Podemos preguntarnos: ¿la Inquisición ha frenado la propagación de la herejía? Sí, ciertamente, hasta el período de la reforma tridentina. Pero con el Iluminismo la Iglesia pierde su poder disuasivo, que es lo que vuelve eficaces las medidas coercitivas. En el Medioevo la Iglesia contaba con el apoyo de las masas creyentes, que en ocasiones incluso debían ser reprimidas por las autoridades contra los herejes. Pero ya con la reforma protestante y las guerras de religión nacieron dos sistemas inquisitoriales, uno opuesto al otro, católico y protestante, hasta la Paz de Westfalia en 1648.
----------Todo ello no ha impedido que la herejía en el Derecho Canónico continuara y continúe apareciendo como delito punible por norma de ley (cf. Can.1364). Y esto porque la Iglesia posee nativamente un poder coercitivo, y es justo que así sea. De hecho, el poder coercitivo está justificado en principio para inculcar en el sujeto un saludable temor por la pena consecuente a la infracción de la ley.
----------Sin embargo, debe tenerse en cuenta que si bien la Europa medieval occidental era totalmente católica, por lo que la Iglesia no tenía dificultad en sancionar eficazmente la herejía con medidas judiciales, dado el escasísimo número de herejes, hoy, por el contrario, en una situación en que los herejes han aumentado enormemente, la Iglesia mantiene sin embargo en el Derecho Canónico la punibilidad de la herejía. Todavía aparece en el derecho canónico como un crimen merecedor de ser punido. Y tal punición tiene el propósito de hacer arrepentirse al hereje y de impedir la propagación de su herejía.
----------Al respecto, vale recordar que la autoridad eclesiástica tiene hoy muchos medios legales para obtener estos mismos fines, por ejemplo: la excomunión o la interdicción para cualquier fiel; la reducción al estado laical o la suspensión a divinis para los sacerdotes; la suspensión del oficio para los cargos eclesiásticos; el principio de promoveatur ut amoveatur; la reducción del oficio para los titulares de altos cargos; la suspensión de la docencia o la prohibición de publicar para el teólogo o el docente en institutos eclesiásticos; la expulsión del instituto de pertenencia para los religiosos; la remoción, el alejamiento o el traslado a otra sede para cualquier sacerdote o religioso. El problema siempre sigue siendo que la Autoridad sepa utilizar estos medios con sabiduría y justicia y que, por lo tanto, no castigue a los inocentes y no deje de castigar a los culpables.
----------Pero se mantiene el derecho-deber de la Autoridad. Lo que lamentablemente sucede es que no teniendo un prelado indigno motivos legítimos para castigar a un súbdito inocente, recurre a medidas ilegales, que son verdaderos y propios actos de violencia, sin dar obviamente razón, porque la razón no existe. A la inversa, ocurre el caso del prelado que no castiga al hereje ya sea por temor a la reacción de los seguidores o porque no ha entendido que es un hereje o porque él mismo es hereje o porque quiere hacer la figura del misericordioso o de respetar la diversidad o libertad de pensamiento o de ser hombre de diálogo.
----------Pero en el aspecto práctico, la Iglesia ha perdido, al menos en comparación con los grandes movimientos heréticos, el poder de hacer respetar la ley y, por ende, de resolver los casos de herejía por vía judicial.
----------Un problema de ese género se plantea hoy precisamente con la herejía del rahnerismo. Al respecto, profundos estudios de autorizadísimos teólogos contemporáneos han demostrado sobradamente que en el sistema teológico de Karl Rahner [1904-1984] existen muchas herejías, que ofrecerían las bases para condenas formales sancionadas por la ley canónica (can.1364). Sin embargo, el partido rahneriano es hoy tan fuerte e influyente, que la Iglesia no dispone de una  proporcionada fuerza sancionadora tal, de cuya intervención la Iglesia pudiera esperar un reconocimiento de sus errores y arrepentimiento por parte de los rahnerianos, que por otro lado se sienten actualmente más seguros que nunca, no obstante los daños causados a la Iglesia, como para considerarse a sí mismos ser el ala avanzada de la Iglesia.
----------Por esto, si bien el rahnerismo se ha extendido inmediatamente desde los tiempos de san Pablo VI, ningún Papa se ha sentido movido a condenar explícitamente el rahnerismo. Pero esto no significa de ninguna manera que los Papas, de hecho, ya sea personalmente o por medio de la CDF, no hayan rechazado implícitamente los errores de Rahner al enseñar las opuestas verdades de fe, incluso sin nombrar a Rahner. Los rahnerianos ciertamente se han dado cuenta de esto, pero, al no sentirse nominados y, de hecho, al verse objeto de benevolencia por parte de los Papas, probablemente se vanaglorian de ser aprobados y probablemente los más audaces presionan sobre el actual Pontífice para que haga un gesto significativo en su favor, cosa que ni el papa Francisco, ni sus sucesores harán jamás, como que ningún Papa puede aprobar la herejía.
----------Sin embargo, se debe añadir que hoy, tras la comprensible reacción a los excesos inquisitoriales del pasado, existe demasiado descuido en la pastoral actual para afrontar la grave cuestión de la herejía, los pastores no vigilan o no están preparados, los herejes se multiplican, y existe un escepticismo generalizado acerca de la posibilidad de conducir a la Iglesia católica a los no católicos.
----------Tenemos hoy demasiada desconfianza en la fuerza del razonamiento y en la persuasión argumentada, olvidando, como decía el papa Pío XI [1922-1939], y como ya hemos recordado, que, si bien es misterioso y supra-racional lo que creemos, o sea las verdades de la fe, porque si no, la fe ya no sería fe, en cambio son racionales, evidentes y demostrables los motivos que nos inducen a creer.
----------Hoy por hoy, los propagandistas, los publicistas y pregoneros pululan en la Iglesia, pero faltan los predicadores de la fe. Para usar un lenguaje caro al papa Francisco, no hay evangelización, sino proselitismo. No se trata, como creen ciertos exaltados (bien conocidos), de sustituir la acción humana con la del Espíritu, sino de actuar racionalmente precisamente porque ello es movido por el Espíritu Santo.
----------Por eso, hoy es más necesario que nunca que los motivos humanos y racionales para creer sean propuestos, para no ser propagandistas embaucadores en lugar de persuasores, para no suscitar el fideísmo en lugar de la fe y no dar al proselitismo el lugar de la evangelización. La reciente encíclica del papa Francisco Fratelli tutti se encuadra perfectamente en esta necsidad. Es mostrando al mundo la belleza y obligatoriedad humana de la fraternidad humana, que la Iglesia católica persuade e induce razonablemente a los hombres de buena voluntad no católicos a aceptar la fraternidad cristiana como misterio de fe. Debemos, por lo tanto, reconocer que con demasiada frecuencia no sabemos cómo inducir a los no católicos a penitencia y animarlos a venir al banquete del Padre para las bodas del Hijo. Nos descargamos demasiado fácilmente de responsabilidad aduciendo la acción del Espíritu Santo. Es cierto que, al fin de cuentas, es Él quien convierte los corazones. Pero nosotros debemos hacer nuestra parte como dóciles instrumentos del Espíritu.
----------En la vida de los Santos hay maravillosos ejemplos de esta instrumentalización que el Espíritu hace del evangelizador, del predicador auténtico, del fiel y valiente misionero. Por citar un caso, santo Domingo de Guzmán pasó toda una noche en una posada regentada por un hereje cátaro para discutir con él y al amanecer del nuevo día tuvo la alegría de verlo arrepentido, con la voluntad de volver a abrazar aquella fe a la que había traicionado. Sin embargo, hay que reconocer que esta capacidad de suscitar en los no católicos el deseo de entrar en la Iglesia, es un don especial del Señor, no concedido a todos, ni siquiera si uno es un Santo canonizado, sino solo a algunos, tales como por ejemplo a san Pablo, a san Cirilo y Metodio, a san Jacinto, san Josafat, san Francisco Javier, san Pedro Canisio, san Francisco de Sales, al beato Marco d'Aviano...
----------Existen también, en la historia de la Iglesia, momentos particularmente felices o favorables en tal sentido, como, por ejemplo, lo fue el ambiente católico francés de las primeras décadas del siglo pasado, en torno al círculo de amigos de los esposos Jacques y Raissa Maritain y a la actividad de algunos teólogos dominicos como los padres Clérissac, Dehau, Garrigou-Lagrange (véase, por ejemplo, un testimonio de Raissa Maritain sobre este clima de fraternas amistades, que aquellos años condujo a muchos intelectuales franceses a abrazar la fe católica: Las Aventuras de la Gracia. II. Las Grandes Amistades, Desclée de Brouwer, Buenos Aires 1945). En este ambiente la perspectiva de convertirse al catolicismo fue sentida por muchos espíritus elegidos de diversas confesiones, judíos, protestantes, ortodoxos; por lo demás en un clima de diálogo interconfesional, que no giraba sobre sí mismo, sino que, abierto al soplo del Espíritu, supo verdaderamente preparar los caminos del Señor mediante el uso de la argumentación racional y sapiencial.

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