jueves, 29 de octubre de 2020

San Gregorio Magno y el cuidado de los que sufren (1/2)

El papa san Gregorio Magno [540-604] en su famosísima Regla pastoral (Regula pastoralis, parte III, cap.12), nos proporciona óptimas indicaciones para saber qué decir al enfermo a la luz de la fe, para consolarlo y ayudarlo a soportar y a dar sentido a su sufrimiento.

----------Naturalmente, como reflexionábamos en la nota de ayer, se deberá tratar de un enfermo o bien ya creyente o bien dispuesto a aceptar el mensaje de la fe, porque si no fuera así, el pastor tendrá que recurrir a consideraciones, alientos y alivios simplemente humanos, solidarios o psicológicos. Y en ciertos casos, si se trata de un ateo blasfemador, tendrá que limitarse a rezar por él, confiándolo a la divina misericordia.
   
Las instrucciones pastorales de san Gregorio Magno
   
----------De hecho, Gregorio dice en su Regla pastoral: "Aprendan los enfermos a considerarse tanto más hijos de Dios, cuanto más los azota el flagelo de la corrección. Efectivamente, si Dios no deseara adoptarlos por herederos suyos, corrigiéndolos, no se empeñaría en instruirlos a través de los sufrimientos.  A este propósito dice el Señor a San Juan por medio del ángel: ‘Yo a los que amo los reprendo y castigo’ (Ap 3,19). Por eso también está escrito: 'Hijo mío, no descuides la corrección del Señor, no te canses de ser reprochado por Él, porque Dios castiga al que ama y golpea a todo niño que recibe' (Heb 12,5-6)…".
----------"Sepan, pues, los enfermos que, si en verdad y sinceramente consideran el Cielo como su verdadera patria, es necesario que sufran contrariedades en la tierra, como si estuvieran en tierra extranjera.  Por eso, así como las piedras empleadas en la construcción del templo de Dios eran labradas lejos, para colocarlas luego en su lugar sin ruido de herramientas; así nosotros somos labrados a fuerza de tribulaciones lejos del cielo, para que después podamos ser colocados en el templo eterno de Dios sin el ruido de los golpes de la prueba; de modo que todo aquello que sobra ahora en nosotros, lo desbaste y cercene el golpe del dolor, y sólo nos una entonces en el edificio celestial la juntura y armonía de la caridad."
----------"De modo que es necesario advertir a los enfermos que consideren la dureza de los golpes con que se castiga a los hijos carnales y en vista tan sólo de las herencias terrenales. ¿Y entonces por qué nos pesa el castigo y la tribulación que Dios nos manda, si por ese medio tenemos asegurada la herencia del Cielo y nos libramos de los eternos tormentos del infierno?…"
----------"Aprendan los enfermos a considerar que las dolencias del cuerpo vienen a redundar en beneficio del alma, pues obligan al espíritu a volver sobre sí mismo para conocerse, y mientras el goce de la salud la malea, la enfermedad le da saludables lecciones; de tal suerte, que el alma orgullosa y levantisca, al experimentar las molestias corporales a que está sujeta, se reduce a mayor cordura…"
----------"Recuerden los enfermos las excelencias de sus dolores corporales, que no sólo los purifican de sus antiguos pecados ya cometidos, sino que los apartan de otros que pudieran cometer, y que, si bien sólo tocan a la envoltura exterior del cuerpo, cauterizan con la penitencia el alma interiormente quebrantada. Por eso escrito está:  'Por las heridas púrganse los males y con incisiones que penetren hasta las entrañas' (venter) (Pr 20,30). Pues bien, así como por las heridas se alivian las enfermedades, así la prueba del dolor borra los pecados cometidos o planeados. Con el nombre de entrañas (venter) suele entenderse el alma misma, pues, así como en las entrañas se digieren los alimentos, así también el alma, en contacto con sus penas, las madura…"
----------"Que la irritación de la herida y las incisiones operadas en lo más profundo de las entrañas (venter) hacen desaparecer el mal quiere decir que, cuando sufrimos quebrantos materiales, la soledad y la aflicción nos hacen retornar sobre el recuerdo de nuestros propios pecados y aparecen ante nuestra vista todas nuestras malas acciones pasadas y, al considerar lo que sufrimos en el cuerpo, nos dolemos de nuestros extravíos en el fondo del alma  (intus) y así viene a resultar que, por medio de las abiertas llagas de nuestro cuerpo, vamos sintiendo alivio de las ocultas heridas de nuestras entrañas (venter), así como la oculta llaga del dolor va purificando los efectos de las malas obras".
----------"Aprendan los enfermos, para mantenerse en la paciencia, a considerar incesantemente cuántos dolores soportó nuestro Divino Redentor de parte de sus propias criaturas…"
   
El caso extremo de un sufrimiento insoportable
   
----------El precepto indicado por el papa san Gregorio Magno es ciertamente correcto en principio, y no hay duda de que debemos ejercitarnos todos los días en la virtud de la paciencia, para aumentarla tanto como sea posible con el sostén de una gran caridad, porque, como correctamente enseña santa Catalina de Siena [1347-1380], cuanto más se ama, tanto más se es paciente.
----------Pero, por otra parte, también existe un límite, tanto psicológico como espiritual, más allá del cual el sujeto puede incluso volverse loco, porque bajo la presión de un dolor demasiado fuerte, pierde el control de sí mismo, ya no es dueño de sí mismo, por lo cual ya no tiene culpa del mal que puede hacerse a sí mismo o a los otros y, por lo tanto, debe ser excusado y no reprochado.
----------Es cierto que en el control de las pasiones es muy importante tener una voluntad fuerte, y la gracia también tiene su parte. Pero aún con la gracia y una fuerte voluntad, hay casos tan graves, en los que ni siquiera la paciencia heroica es suficiente para resistir la prueba. Aquí, entonces, la misericordia y la tolerancia deben operar por parte de los otros, para no correr el riesgo de culpar a un pobre sufriente que, además de tener que soportar el peso del sufrimiento, viene a ser acusado de impaciencia o de no tener fe.
----------Vale aclarar que en su Regula pastoralis, san Gregorio no toma en consideración la eventualidad de los sufrimientos insoportables, de los que sí, efectivamente, trata la Carta Samaritanus bonus, de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se trata de sufrimientos que pueden conducir al paciente incluso a la locura o a procurarse el suicidio, aunque sea inculpablemente, dado que el sujeto ya no es compos sui, dueño de sí mismo, y por tanto no es ya imputable del gesto insano que eventualmente pudiera cometer.
----------Sobre este tema puntual, como bien sabemos, en el pasado la Iglesia ha sido severa frente a los suicidios, hasta el punto de prohibir el funeral religioso. Y por otro lado, la medicina no estaba en grado de brindar esos calmantes, o sedantes, o analgésicos, o curas paliativas, de los cuales disponemos hoy, gracias a los avances experimentados por la medicina moderna. Está claro que el suicidio en sí mismo, cumplido con plena advertencia y consentimiento deliberado, es pecado mortal. Sin embargo, la psicología moderna nos proporciona un conocimiento más adecuado acerca del hecho de que en el dolor insoportable el enfermo pierde el dominio de sí, por lo que puede llegar al suicidio sin que tenga culpa ante Dios.
   
El sufrimiento voluntariamente buscado como castigo o penitencia
   
----------La moral cristiana potencia enormemente la virtud de la paciencia, porque si bien en cuanto ética racional combate el sufrimiento, sin embargo no lo considera un mal absoluto, del cual librarse de todas maneras, a toda costa y por cualquier medio, sino que, asumido como expiación del pecado, el sufrimiento se convierte en un bien, por el cual no sólo puede ser aceptado voluntariamente cuando viene, sino que incluso puede ser querido y buscado bajo forma de castigo o de penitencia. Esta es la enseñanza que trasunta aquella famosa frase y lema de santo Domingo Savio [1842-1857]: "Antes morir que pecar".
----------Ahora bien, respecto a la consideración de las situaciones en las cuales podemos o debemos seguir sufriendo, asistimos hoy al choque entre cristianismo y buenismo hedonista. El Dios cristiano es un Dios legislador, que premia a quienes obedecen sus mandamientos y castiga a quienes los desobedecen. En cambio, el Dios de los buenistas es un Dios que no castiga y no hace sufrir a nadie, sino que es benévolo con todos y salva a todos sin condiciones, dejando que todos actúen según su propia voluntad.
----------El buenista o misericordista, si bien reconoce la existencia del sufrimiento, no logra reconducirlo a Dios. Por supuesto, los cristianos sabemos que Dios no quiere el sufrimiento: el sufrimiento depende sólo de los pecados del hombre, de los pecados de los otros y de la naturaleza. Sin embargo, el sufrimiento existe. Pero el buenista no cree en el pecado original como origen primero del sufrimiento entendido como castigo del pecado original y por tanto como castigo del pecado. Por consiguiente, para el buenista, el sufrimiento existe, pero su origen, su sentido, su por qué, son inexplicables. Para el buenista, ni siquiera la fe nos ilumina sobre este misterio. Dios mismo no puede hacer nada contra el sufrimiento, porque el sufrimiento obra por cuenta propia, independientemente de Él y contra Él. El sufrimiento solo desaparecerá en el Cielo.
----------Mientras que para el verdadero cristiano el pecado es un mal más grave que el sufrimiento, para el buenista es al revés: el mal absoluto es el sufrimiento; el pecado es mal sólo si procura sufrimiento. De ello se deduce una conclusión tan simple como escandalosa: mientras el cristiano está dispuesto a sufrir para evitar el pecado, el buenista está dispuesto a pecar para evitar el sufrimiento.
----------Para el cristiano, el sufrir en Cristo libera del pecado, que es lo que sobre todo interesa. Por lo cual, si para no pecar hay que sufrir, el cristiano acepta el sufrimiento. Para el buenista, en cambio, al cual interesa sobre todo evitar el sufrimiento, si ciertos pecados liberan del sufrimiento, ¡bienvenidos sean estos pecados!... Y por esto son lícitos. Si para liberarse del sufrimiento existe la posibilidad de la eutanasia, ¡bienvenida la eutanasia! Si para liberarse de la carga de un embarazo no deseado, existe el aborto, ¡bienvenido el aborto! Si para disfrutar sexualmente, existe la sodomía, ¡bienvenida la sodomía! En todo caso, Dios mira con a todos benévolamente y salva a todos, porque todos son buenos y de buena fe.
----------Esa es la fe del cristiano "buenista" o "misericordista", que hoy encontramos incluso entre representantes de la mismísima Jerarquía de la Iglesia. En realidad, no habría que hablar de "cristiano buenista" o "cristiano misericordista", sino simplemente de buenistas, misericordistas, o neo-marcionitas, porque su visión del sufrimiento, y su visión de un Dios sólo Misericordioso, que ha perdido su condición de Justo, es una visión muy alejada de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

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