viernes, 16 de octubre de 2020

¿Cuál es el propósito del Papa con la encíclica Fratelli tutti?

Quienes se acerquen a leer nuestras consideraciones sobre la carta encíclica Fratelli tutti, si se trata de católicos, tienen una garantía: todo lo que decimos sobre este documento del papa Francisco lo decimos desde dos presupuestos que he explicado la pasada semana: 1) que el papa Francisco es el Vicario de Cristo, y 2) que una Carta Encíclica es una destacada expresión formal del Magisterio pontificio.

----------Creo que no es poca cosa, si se tiene en cuenta que en el confuso panorama eclesial de la actualidad, afectado por corrientes ideológicas de muchos colores y tonos, se juzga el último documento del Papa desde presupuestos muy distintos, que en otros tiempos hubieran causado escándalo en los fieles y motivado sanciones disciplinarias por parte de la Jerarquía, precisamente porque tales prejuicios de lectura de una encíclica pontificia se hallaban antes fuera de la Iglesia y no en su seno.
----------Por mi parte, presupongo algunas cosas de mis lectores. Por lo pronto, que han leído esta encíclica dedicándole su tiempo, y no solamente mirándola superficialmente, o meramente "hojeándola", como dijo estos días el líder de una comunidad cismática sedicente católica. Eso como primer presupuesto, importante, para estar seguros de saber de qué se trata y de estar refiriéndonos a una misma cosa. Pero también presupongo que mis gentiles lectores saben discernir que un Vicario de Cristo puede no siempre expresarse como tal, y que por más importante que pueda ser teóricamente una Carta Encíclica, es posible que no siempre todo lo que se encuentre en ella sea valioso para la Fe ni vinculante para un católico.
----------Dicho eso, les recuerdo que ya he expresado, en un par de notas anteriores, algunas opiniones sobre esta carta encíclica que podríamos calificar una "encíclica humanística", como ya dije. A esas primeras consideraciones me remito, pero ahora avanzo con otras.
   
Propósito explícito del Papa en esta encíclica
   
----------Ante todo, lo primero que nos salta a la vista tras una serena lectura de Fratelli tutti, es que el extenso y a veces farragoso discurso del papa Francisco no parece a primera vista el discurso de un Pontífice, maestro de la fraternidad humana porque es maestro de la hermandad cristiana, sino que parece el discurso programático, por cierto bello aunque demasiado prolijo y a veces repetitivo, de un sabio Presidente de turno en la Asamblea plenaria de la Organización de las Naciones Unidas.
----------Sin embargo, puedo comprender perfectamente la intención explícita del Papa de dirigirse en esta encíclica "a todos los hombres de buena voluntad" y no sólo a los católicos, y hay que reconocerle que en ese propósito él se ha mostrado muy hábil. Pero digo que puedo comprender bien la intención explícita del Papa de dirigirse a todos los hombres de buena voluntad, porque veo con claridad que si bien en lo que respecta a la hermandad humana y la fraternidad social, el Magisterio de la Iglesia, sobre todo desde los tiempos del papa León XIII, nos ha proporcionado un riquísimo cuerpo doctrinal, que ha ido creciendo continuamente hasta las enseñanzas del papa Benedicto XVI, sin embargo, hoy por hoy, la necesidad urgente es la de esclarecer el significado, la originalidad y el valor de la hermandad cristiana en un mensaje dirigido no solo a los católicos, en el contexto del diálogo intra-eclesial, y no sólo a los cristianos, en el contexto del ecumenismo, sino a toda la humanidad, porque debemos recordar, una vez más, que Nuestro Señor Jesucristo llama a todos los hombres a convertirse en hermanos en Él e hijos del Padre en el Espíritu Santo.
----------Por cierto, el papa Francisco es muy hábil para resaltar en esta encíclica los valores de la hermandad que se pueden extraer de doctrinas que son ciertamente anticristianas o heréticas, como por ejemplo el iluminismo, la masonería, el liberalismo, el marxismo, la teología de la liberación y el islamismo (sin nombrarlas, claro). Naturalmente, critica los defectos de estas doctrinas. Pero generalmente no va más allá, sino al final del documento, con un fuerte mensaje teológico y religioso.
----------Ahora bien, enunciado explícitamente (como el propio Papa lo enuncia) el propósito de esta encíclica, también puedo entender perfectamente que él no se detenga a explicar el profundo significado, la sobrenatural originalidad y el valor redentor de la hermandad cristiana, como podría hacerlo en la homilía de una Misa o en su catequesis un miércoles, o en su mensaje del Angelus un domingo. Es cierto, el discurso sobre la especificidad de la hermandad cristiana y de su superioridad respecto a la fraternidad simplemente racional y filosófica parece demasiado escaso en comparación con la enorme importancia, aunque correcta y justa, que el papa Francisco le da a la perspectiva simplemente humana y natural de la fraternidad, pero dado el explícito propósito de esta encíclica, se comprende perfectamente que así sea.
   
El análisis de la perspectiva humana y natural de la fraternidad
   
----------Pues bien, comprendido el propósito de esta encíclica, y las razones por las cuales el papa Francisco da tanta importancia a reflexionar sobre la perspectiva no tanto cristiana, sino simplemente humana y natural de la fraternidad, advertimos, en primer lugar que el Papa se extiende mucho al tratar de la igualdad humana. Ahora bien, la cuestión de la igualdad humana, recordemos, ha sido muy debatida y fundamental, sobre todo a partir de la Ilustración. La cuestión de la igualdad se inscribe en dos ámbitos filosóficos: por un lado en el ámbito de la Antropología, y por otro lado, en el de la Ética, referida a la Justicia. El Pontífice se detiene en el tema de la igualdad humana universal, o sea, la igualdad de todos los hombres entre sí.
----------Expliquemos, entonces, algunas cuestiones terminológicas y nociones básicas en este ámbito de reflexión. Recordemos, por lo pronto, que la igualdad humana, en general, es el hecho de que dos personas están al mismo nivel, tienen el mismo valor, están a la par. Pero es necesario distinguir dos tipos de igualdad humana: la igualdad de naturaleza y la igualdad de tratamiento.
----------1) La igualdad de naturaleza es el hecho de que todos los hombres pertenecen a la misma naturaleza humana: es claro que la naturaleza humana es igual e idéntica en todos los seres humanos. La naturaleza humana es siempre la misma en todos los hombres. Todos los individuos humanos son iguales, no en cuanto individuos, porque en este aspecto son diferentes, sino en cuanto todos y cada uno pertenecen a la especie humana. La naturaleza humana es el elemento de universalidad en todo individuo humano: unum in multis et de multis. Por lo tanto, la naturaleza humana funda la fraternidad universal: porque todos los hombres son iguales en naturaleza todos los hombres son hermanos.
----------2) La igualdad de tratamiento. Si bien la naturaleza es un dato de hecho que precede a la voluntad y es independiente de ella, la igualdad de tratamiento es aquel ser hermanos que depende de la libre voluntad de cada uno: la común naturaleza encierra un llamado o convocación a la fraternidad; pero el ser hermanos de hecho depende del libre consentimiento de cada uno. Esta igualdad depende de la justicia y de la caridad. Si yo no quiero ser hermano, no soy hermano.
----------Con esta segunda clase de igualdad, pasamos de la antropología a la ética. La igualdad de naturaleza es una cuestión de Antropología, la igualdad de tratamiento es una cuestión de Ética. Mientras que la igualdad de naturaleza es un hecho dado, independiente de la voluntad, la igualdad de tratamiento depende de la libre voluntad: depende de mí considerar a otra persona como hermano y es mi preciso deber hacerlo. De lo contrario, peco contra el amor al prójimo y contra Dios. Si yo odio a mi hermano, no soy ya hermano de ese hermano, aunque él pueda seguir comportándose como hermano conmigo. Amando al otro, me convierto en su hermano. Mi prójimo es mi prójimo porque yo me hago prójimo, o sea, me acerco a él. Y note el lector que me mantengo solamente a nivel de Ética filosófica, no de Teología Moral.
   
La cuestión ética filosófica de la Justicia
   
----------Explicitemos otra inferencia del razonamiento en el que estamos avanzando: la igualdad de tratamiento es efecto de la justicia. Precisamente, el papa Francisco insiste mucho en este punto y en relación con él denuncia muchas injusticias. La justicia es la que crea la igualdad, aunque ahora hay que hacer una nueva distinción: entre igualdad igualitaria (o paritaria) e igualdad proporcional.
----------1) La igualdad paritaria: o "igualitaria, es la igualdad que se produce al dar lo mismo a cada uno; por ejemplo, la ley es igual para todos.
----------2) La igualdad proporcional: es la igualdad que se produce al dar a cada uno en proporción a sus necesidades. Y esta distinción nos permite discernir aspectos que en la encíclica Fratelli tutti están considerados no siempre con el debido equilibrio.
----------Por lo pronto, si la igualdad de tratamiento es efecto de la justicia, ésta debe estar animada por la fraternidad y por la caridad, y con ello se toca el tema central de este documento pontificio, aunque no se lo trata con el debido y esperado equilibrio. El papa Francisco insiste sobre todo en la justicia social, política y económica. Insiste mucho en la justicia universal, hacia todos; pero insiste menos en la justicia particular, hacia determinadas categorías de personas. O bien, para usar los términos anteriores, insiste mucho en la igualdad paritaria, pero menos en la igualdad proporcional.
----------Constante es en Fratelli tutti la atención hacia los pobres, los débiles, los oprimidos, los que sufren, los marginados, con abundantes indicaciones y sugerencias para las personas privadas, para las instituciones y para los públicos poderes nacionales e internacionales. La preocupación por la igualdad es ciertamente justa y correcta, pero parece hacer que el papa Francisco sea poco sensible al hecho de que en la sociedad existe una graduación en las necesidades, en los derechos, en los deberes y en los méritos.
----------De modo que llegamos aquí a un punto en el que advertimos las limitaciones y carencias humanas de Jorge Mario Bergoglio, y que debemos distinguir de lo que debe entenderse como auténtico Magisterio pontificio. Es lo que corresponde al necesario deber de discernimiento del cual hablábamos en las notas de la semana pasada. Al respecto, ciertamente hubiera sido necesario que el Papa evitara favoritismos y acepciones de personas. Porque está claro -hablando en general- que el juez no debe mirar a nadie a la cara y no debe dejarse corromper por el amigo. Pero no todos los privilegios son injustos y no todas las penas pueden ser iguales. Por lo demás, el Papa mismo reconoce que es necesario privilegiar a los pobres. La mencionada graduación en las necesidades, los derechos, los deberes y los méritos, se mantiene controlada por la que hemos distinguido como justicia proporcional, que es genuina expresión de la fraternidad.
   
Obras de misericordia corporal y obras de misericordia espiritual
   
----------Mi impresión, tras serena reflexión sobre esta encíclica, es que el papa Francisco insiste oportunamente, pero también excesivamente, con aburridas repeticiones, en el recomendar las obras de misericordia corporal; y estas recomendaciones, a todo lo largo de este documento, a veces incluso caen en lo obvio, en lo que ya es bien conocido por todos, y en lo banal. En particular, el Papa insiste excesivamente en el ejemplo del buen samaritano (que, por lo demás, ya había sido bien tratado en la reciente Carta Samaritanus bonus, de su Congregación para la Doctrina de la Fe), cuando habría podido recurrir a muchos otros ejemplos extraídos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, que son ejemplos aptos para ilustrar los deberes de la justicia y de la caridad fraterna. Es cierto que, dado nuestro egoísmo, debemos siempre recordar las obras de misericordia corporal; pero sobre ellas existe ya desde hace décadas, gracias a Dios, una abundantísima literatura (por ejemplo, podría recurrirse sin ir más lejos al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, editado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz). Por lo tanto, y francamente hablando: ¿era necesario escribir una encíclica de 138 páginas, casi enteramente dedicadas a estas obras de misericordia corporal?
----------Por otro lado, y en relación a este mismo asunto,  parece demasiado escaso el tratamiento de las obras de misericordia espiritual, que son las más importantes, aunque no siempre las más urgentes, pero que ciertamente son las más difíciles de comprender y de apreciar, apegados como estamos hoy a los bienes materiales más que a los espirituales.
----------Pensemos, por ejemplo, en la lista de las obras de misericordia espiritual que da el Catecismo de San Pío X: "enseñar a los ignorantes; dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rogar a Dios por los vivos y difuntos". Pero no vayamos a pensar que ese elenco es el único, pues también se pueden mencionar otras obras de misericordia espiritual, como refutar los errores y las herejías, corregir a los descarriados, convertir a los incrédulos, guiar a los desorientados, consolar a los temerosos, santificar a los tibios, estimular a los perezosos, enfervorizar a los indolentes, inducir a la humildad a los soberbios, etc. Este ámbito de caridad espiritual al prójimo falta en la encíclica, y no se piense que las obras de misericordia, tanto material como espiritual, sean de especificidad cristiana. Nada de eso, corresponden a la estricta justicia humana y natural.
   
Áreas de incompetencia pontificia y llamativos silencios
   
----------Personalmente me deja un poco perplejo el hecho de que el papa Francisco se adentre en complejas cuestiones que suponen alta especialización y competencia técnica y jurídica, como la conducción de las finanzas internacionales, o la deuda internacional, o la regulación de la economía mundial o de la producción mundial, o el comercio internacional, o las iniciativas de las multinacionales, que son todas áreas específicas en las que incluso entre los propios profesionales operadores católicos hay disparidad de pareceres y opiniones. Esto me hace temer que el Papa se haya expuesto una vez más a críticas de parte de los expertos, como ya ha sucedido cuando ha querido expresarse acerca de las cuestiones concernientes al calentamiento global o a la ecología integral o a la gestión económica de la Amazonía.
----------Es evidente que también todas esas cuestiones se relacionan con la hermandad humana y, por tanto, es obvio que estas actividades también deben ser reguladas según justicia y derecho. Pero quizás hubiera sido suficiente con que el Papa se hubiera limitado a la enunciación de los principios y de los valores morales irrenunciables y de fondo, los básicos, que son materia de su exclusiva competencia, donde nadie puede contradecirlo, a no ser los carentes de criterio, los relativistas, los escépticos o los individuos de mala fe.
----------Pero existe una cuestión muy grave, que está estrechamente ligada a la de la hermandad, que el Papa no ha tratado, y es la cuestión del ateísmo. Las preguntas en relación con este silencio surgen de inmediato: ¿Puede existir el ateísmo en el cuadro de la hermandad humana natural? ¿Puede la hermandad fundarse en el ateísmo? ¿Puede un ateo tener el sentido de la universalidad y de lo irrenunciable de la hermandad humana? ¿Cómo puede alguien considerarse hermano entre hermanos si no se siente con ellos hijo de un único Padre? ¡Y no estoy refiriéndome al Dios que plenamente se nos ha revelado en Jesucristo!, sino a ese mismo Dios cuya existencia puede ser conocida por las solas luces de la razón.
----------Y ese silencio está estrechamente ligado a otro silencio aparente sobre el marxismo, al cual el Concilio Vaticano II al menos aludió implícitamente (aunque insuficientemente) refiriéndose a su ateísmo. Sin embargo, en la encíclica Fratelli tutti, en relación al ateísmo marxista, que sigue hoy como siempre presentándose descaradamente como "paladín del bien común", y acusando a los creyentes en Dios de ser individualistas y desinteresarse del bien común, en realidad, todos sabemos que es precisamente el ateísmo marxista el que, suponiendo la auto-referencialidad y la absolutización del propio yo, conduce a ese egoísmo e individualismo de quien se cierra al otro; y al respecto, hay que reconocer que este ateísmo marxista cae bajo los golpes inexorables de la condena pontificia. Porque es bien cierto que, aunque el papa Francisco no aborde explícitamente el problema del ateísmo, sin embargo es necesario decir de todos modos que lo condena implícitamente, al condenar sus presupuestos teóricos y sus consecuencias prácticas.
----------Bien, amigos, por hoy es suficiente, y pongo punto y aparte; para seguir mañana o pasado, tratando de ayudarnos mutuamente en el análisis y reflexión sobre las cuestiones que atañen a la última encíclica papal.

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