lunes, 26 de octubre de 2020

La Iglesia bajo ataque (2/2)

Hoy, cuando las fuerzas del infierno, aunadas con las del mundo y haciendo palanca en la concupiscencia, atacan como nunca antes a la Iglesia, con la idolatría del sexo en sus formas más abyectas, es necesario combatir y oponerse al asalto con una nueva concepción teológica de la castidad, que muestre cómo en el cristianismo ella, la virtud de la castidad, encuentra su más alta expresión en toda la humanidad.

Dos perspectivas teológicas sobre la castidad: la tradicional y la nueva
   
----------La concepción teológica tradicional de la castidad choca contra la necesidad de reprimir los movimientos de la carne a fin de asegurar la libertad del espíritu, suponiendo una permanente e insuperable situación de conflicto entre carne y espíritu, entre voluntad y pasión, y entre hombre y mujer, porque uno permanece cerrado en el horizonte de la naturaleza caída. Por supuesto, cuando aquí hablo de tradición me estoy refiriendo sólo a tradición teológica, y no a la tradición apostólica, o sea a la Sagrada Tradición que sabemos es fuente de la Revelación. Me refiero a la tradicional teología de la castidad y a una nueva perspectiva teológica de la castidad para referirme a dos modos legítimos, en conformidad con la Revelación y el Magisterio de la Iglesia, para comprender el sentido de la castidad.
----------En la concepción teológica tradicional de la castidad, parece que todo el problema de la felicidad se reduce a una gradual e inexorable extinción del deseo sexual y del placer sexual, como si el destino último y la felicidad final del hombre estuvieran encerrados en el puro espíritu, es decir, en la condición del alma separada, aunque se trate del alma beneficiaria de la visión beatífica.
----------Distinta es la concepción de santo Tomás de Aquino [1225-1274], quien hace notar que la visión beatífica de la esencia divina en el cielo satisface plenamente al alma; pero falta la felicidad corpórea (Sum.Theol., Suppl., q.93, a.1), porque hasta que no se produzca la resurrección del cuerpo, el alma está privada de su cuerpo. Por tanto, el hombre en estas condiciones no es completamente feliz: "la bienaventuranza del alma después de la reasunción del cuerpo será más perfecta que antes", porque "la operación del alma unida a su cuerpo es más perfecta que la operación del alma separada" (Ibíd.).
----------Esto significa que el acto del sentido confiere a la perfección del acto del espíritu la plena perfección y felicidad. Y a la inversa, el acto del espíritu se completa en el acto del sentido. Ahora bien, Tomás sostiene que en la resurrección todos los sentidos corpóreos estarán en acto (Suppl., q.82, a.4), incluyendo, por tanto, como debemos deducir, la sensibilidad sexual, la más noble y perfecta, no ciertamente en cuanto funcional a la procreación, sino en cuanto expresión del amor ("una sola carne"). El alma gozará del sexo y el sexo gozará del alma y ambos gozarán en Dios. Entre placer sensible y placer espiritual habrá perfecta armonía, porque el uno y el otro son creados por Dios. Es la castidad escatológica.
----------Sabemos que, como ha enseñado el papa san Juan Pablo II (La Resurrección del Cuerpo, Sacra Doctrina, 1, 1985, pp.81-103) retomando una enseñanza de santo Tomás de Aquino (Sum.Theol., Supl., q.81, a.2), en el cielo existirá la diferencia entre hombre y mujer, pero en esta tierra no somos capaces de imaginar cómo será en el cielo su unión, porque aquí abajo sólo conocemos dos sexos generativos y corruptibles, mientras que allá arriba habrán terminado la obra de la generación y serán incorruptibles, de modo similar a como ahora no podemos imaginar cómo son en el cielo el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo resucitado, y el cuerpo de Nuestra Señora, María Santísima, que ha sido Asunta al Cielo en cuerpo y alma.
----------Por otra parte, esta concepción tradicional resuelve el problema de la castidad en un problema exclusivamente personal de control o represión del instinto, como podría ser, por ejemplo, el problema de la alimentación o del reposo. Ciertamente es esencial la referencia al otro sexo, pero solo con el propósito del dominio del instinto. El ejercicio de la castidad no es concebido como experiencia de comunión con el otro sexo, como puesta en común de valores o como puesta en práctica de una recíproca complementariedad sobre un pie de igual dignidad de naturaleza y de persona.
----------Está claro que lo primero que interesa a este tipo de castidad no es el compartir, la comunión o la comunicación con el otro sexo, sino la protección o defensa de la tentación, la vigilancia de los peligros, la fuga de las ocasiones, la salvaguarda de la propia integridad emotiva, una actitud que privilegia la desconfianza a la confianza, la reserva a la apertura de ánimo, la frialdad al afecto.
----------En la actual situación de ataque de la idolatría del sexo,  es hoy siempre más evidente que una castidad motivada y sostenida por aquellos principios, es cada vez menos capaz de hacer frente y de resistir victoriosamente a la presión y a la seducción del hedonismo imperante, se trate de la simple perspectiva del alma separada, la que, extinguidos los deseos carnales, contempla a Dios en el cielo o se trate de salvar las apariencias a la manera de Freud, para luego dejar al sujeto la licencia para conducirse condescendiendo al instinto, ya que el libre albedrío es negado. Tenemos necesidad del aliento que nos llegue de hombres y mujeres resucitados, esposos y religiosos, que nos dan el testimonio de un amor ferviente, equilibrado, sereno, casto, rico en obras y genuinamente fundado en Dios y orientado a Dios.
----------La concepción teológica tradicional de la castidad, anteriormente descrita, ya no es capaz de regir, dominar, o resistir, a la actual presión, a la agresión y a la seducción, nunca jamás verificadas en la historia de la Iglesia, de poderosas y astutas fuerzas mediáticas y publicitarias anticristianas y antihumanas, que intentan imponer el placer sexual como valor absoluto de la vida, por lo que prácticamente impone la lujuria en lugar de la castidad como atracción y propósito de la sexualidad.
----------Es necesario mostrar un ideal de castidad, en el cual, 1) por una parte la unión sexual aparezca como ejemplo y testimonio de santidad, y esta es la castidad de los esposos, prefiguración de su unión no generativa en la resurrección; y 2) por otra parte, la comunión del hombre con la mujer en la vida religiosa, en la que la abstinencia sexual por el reino de los cielos es el ser "eunucos" (Mt 19,12), que procura el céntuplo "ahora en esta vida, junto con persecuciones y en el futuro la vida eterna" (Mc 10,30).
----------De aquí resulta que la nueva perspectiva teológica de la castidad ofrece motivaciones y razones más persuasivas, más decisivas, de carácter bíblico, apoyada por el Magisterio del papa san Juan Pablo II, en comparación con la concepción tradicional. Ella es más eficaz para impulsar, sobre todo a los jóvenes, a afrontar los sacrificios y las renuncias necesarias para conseguirla y, por lo tanto, es la respuesta verdaderamente resolutiva, decisiva, al asalto y a las insidias de los seductores.
----------La promoción de la renovada práctica de la castidad en nuestros días está estimulada por el abundante ejemplo de aquellos, sean matrimonios, o sean religiosos, que ya la viven y dan testimonio de ella, sabiendo refutar los errores en la materia, y con la fecundidad de las obras, que son fruto de esta nueva práctica de la castidad. En el campo religioso, cabe destacar las parejas directoras-fundadoras, que están en el origen de muchísimos institutos religiosos femeninos. Por otro lado, no existe nada de este fenómeno en el protestantismo, donde la colaboración hombre-mujer, salvo loables excepciones, se ve bloqueada por el problema de la concupiscencia, a menos que se quiera darle una salida en el matrimonio.
----------Ya en la visión católica tradicional, solo unos pocos están llamados a la práctica del consejo evangélico de la castidad. Pero aún más pocos, al menos por ahora, están llamados a la práctica de la nueva visión de la castidad. Pero no importa. Lo importante es mirar su ejemplo y sacar de él la fuerza y la confianza para la custodia y la conquista de la castidad, seguir sus enseñanzas, avisos y consejos. Este es el modo para el común de los fieles de defenderse de las insidias y de los engaños de los seductores.
   
La falsa libertad difundida hoy por la idolatría del sexo
   
----------Los actuales apologistas de la lujuria hacen la apoteosis del placer sexual obtenido de cualquier modo o por cualquier medio, no importa si natural o antinatural, moralmente lícito o ilícito. Esta búsqueda del placer se vincula entonces a un concepto de libertad, y ésta, a su vez, se entiende como la libertad de elección entre varias direcciones o posibilidades o, como dicen, entre "diferentes orientaciones".
----------Este razonamiento se aplica sobre todo a una supuesta libertad de elección entre la orientación heterosexual y la homosexual. Ahora bien, contra esta falsa manera de razonar, es necesario tener presente que la libertad de elección es moralmente legítima cuando los objetos de la elección son ambos moralmente buenos, son objetivamente buenos. Ciertamente existe la libertad de elección entre el bien y el mal; pero está claro que, si uno quiere ser moralmente bueno, elige el bien.
----------Ahora bien, hoy en día está muy extendida la opinión de que incluso la unión entre homosexuales es buena en sí misma. De ahí la tesis, según la cual incluso la elección homosexual sería buena, por lo cual quien la hace no peca, sino que hace lo bueno y loable. Es libre de hacerlo no solo en sentido psicológico, lo que es indiscutible, sino también en sentido moral, lo que en cambio debe ser negado categóricamente.
----------La libertad de elección, en el campo sexual, como en todos los campos del actuar humano, para ser moralmente buena, honesta y meritoria, debe ser ejercitada dentro del arco o en el ámbito de esas posibilidades u oportunidades, que se comprenden y ofrecen dentro de las leyes y de las finalidades naturales de la sexualidad humana, tanto como resultado de la antropología y de la revelación cristiana.
----------Para comportarse como hombres razonables, en quienes impera lo distintivamente humano, la razón, obedientes a las leyes de nuestra naturaleza y orientados a sus fines; para no ser hombres despreciables y ser gratos a Dios, no debemos elegir instintivamente lo que más agrada al sentido, sino lo que, a la luz de la razón y de la fe, corresponde a las necesidades y a las finalidades de la unión del hombre con la mujer según la voluntad originaria de Dios creador de la naturaleza, caída aquí después del pecado original, pero redimida por Cristo y abierta a la esperanza de la reconstitución de esta unión en la futura resurrección.
   
La diferencia entre tolerancia y libertad
   
----------La tolerancia no debe confundirse con la libertad. Ciertos comportamientos sexuales, hasta cierto punto, deben ser tolerados con misericordia y comprensión. Por otro lado, en cambio, es necesario intervenir con claridad y firmeza, con instrucciones, exhortaciones, advertencias, amonestaciones, reproches y, si es necesario y puede servir y si uno está constituido en autoridad, incluso con amenazas y castigos. Esta es la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo y de los Santos.
----------La tolerancia debe ser atemperada con la responsabilidad que debe asumir el sujeto a corregir. El educador debe saber discernir, caso por caso: 1) cuándo y en qué medida debe tolerar, para no pedir demasiado al que debe ser corregido, y 2) cuándo, en cambio, conociendo sus recursos, debe intervenir, apelando a esos recursos, reclamando, amonestando, reprochando o corrigiendo.
----------Está claro (siempre permaneciendo en el campo del problema de la castidad, que estamos tratando) que quien peca porque está abrumado por la pasión o por la concupiscencia, posee atenuantes, incluso si la materia del pecado es grave. En tal sentido es posible admitir atenuantes en el pecado de sodomía en ciertos sujetos particularmente presionados por el vicio.
----------De modo similar, el papa Francisco en la exhortación Amoris laetitia admite la posibilidad de atenuantes en el pecado de adulterio en ciertos casos de uniones entre divorciados y vueltos a casar. Incluso los pecados cometidos por una prostituta que no puede salir de su estado pueden recibir atenuantes. También era tolerado el divorcio en el Antiguo Testamento, por admisión misma de Jesús.
----------Ahora bien, concediendo entonces el más amplio espacio a la debida tolerancia, está claro, sin embargo, que todos están sujetos a la práctica de la castidad, incluso los homosexuales, proporcionadamente a su fuerza. También ellos tienen el deber de fidelidad mutua, obviamente no en el pecado, sino en todos aquellos campos en los cuales la fidelidad es virtud.
----------La unión homosexual, sin embargo, aunque pueden darse de hecho casos de ser estable, no tiene las características de la indisolubilidad, que está vinculada únicamente a la unión hombre-mujer, donde existe una reciprocidad natural, que no existe en el vínculo homosexual. Por lo tanto, no es el caso de hablar de matrimonio. Se podría hablar, como por otra parte ya es el caso, de "unión civil". El matrimonio tiene solo el aspecto de la convivencia de una pareja; pero faltan los otros aspectos esenciales del matrimonio, que son la unión de un hombre y una mujer en vista de la generación.
----------Suele hacerse una pregunta puntual. ¿Puede el sacerdote bendecir una pareja así? El sacerdote puede bendecir a las personas, pero no a la unión como tal, que en sí misma es pecaminosa y, como se sabe, con el nombre de sodomía. Por lo tanto, Dios no la puede aprobar y no la puede bendecir. Sin embargo, la puede tolerar de modo que los dos puedan salvarse. Si pueden abandonar la convivencia, es mejor, porque en definitiva, la convivencia homosexual es una continua ocasión de pecado, mientras ellos, si pueden dejarse, tienen en tal modo la posibilidad de continuar su amistad, con mayor probabilidad de convertirse y de obtener la gracia de Dios, haciendo uso de sus buenas cualidades en la sociedad y en la Iglesia.
----------La verdadera libertad sexual es la fruición de la sexualidad masculina y femenina, según la ley natural en armonía con la libertad espiritual de los "hijos de Dios, guiados por el Espíritu" (Rm 8,15). Una libertad sexual que no provenga de la obediencia a la ley moral, es decir, que no sea la práctica de la castidad, no es libertad, sino esclavitud a la pasión y al pecado.
   
Cristo restaura lo que era al principio para conducirnos a lo que será al final
   
----------Nuestro Señor Jesucristo ha venido para hacer retornar a la humanidad, como Él dice, "al principio", es decir, para restaurar o restablecer aquella perfección humana y por lo tanto aquella comunión entre el hombre y la mujer, que ha sido rota por el pecado, y que corresponde a la voluntad originaria del Creador expresada en aquellas palabras del Génesis: "serán una sola carne".
----------Nos preguntamos: ¿Ha sido restaurada con qué medios? Respondemos: con la obra de la Redención. Si entonces con el pecado surgió una rebelión de la carne al espíritu (laxismo) y una excesiva severidad del espíritu frente a la carne (rigorismo), por lo cual por una parte tenemos a Epicuro, y por otra a Platón, he aquí la obra de la Redención por una parte con el ascetismo mortifica los deseos de la carne y eleva el espíritu, mientras que por la otra, con la perspectiva de la resurrección, da al hombre y a la mujer la esperanza de poder retornar a ser en la vida eterna una sola carne, como era en el principio, pero sin la obra generativa, que pertenece sólo a la vida presente, mientras que el amor es inmortal.
----------Cristo, con su Cruz y su Resurrección, ha reconciliado el espíritu con el sexo y el hombre con la mujer. El espíritu vuelve a expresarse en el sexo y el sexo se eleva a la altura del espíritu. Hombre y mujer ya no son un peligro el uno para el otro, sino recíproca ayuda en la obra de la santificación.
----------Por cierto, ya los Padres de la Iglesia habían entendido que con Nuestro Señor Jesucristo, aquella Eva tentadora del Génesis es sustituida por María Santísima, como camino al cielo. El nuevo concepto de castidad no es más que un proseguir sobre esta línea. María Asunta al cielo en alma y cuerpo no es el modelo del alma separada, sino del ser humano compuesto de espíritu y sexo.
----------Aquí también pueden advertirse las consecuencias de la doctrina del "hombre viejo y hombre nuevo" del Apóstol san Pablo: el hombre viejo que domina sobre la mujer porque la teme y la desprecia, es sustituido por el hombre nuevo que colabora con la mujer porque la estima. El diálogo sustituye a la desconfianza. Los muros son sustituidos por los puentes. La separación se sustituye por la unión.
----------Y si la separación aquí abajo, en la tierra, sigue siendo necesaria a causa de la oposición entre espíritu y carne, allá arriba, en el cielo, en la restaurada unidad entre espíritu y carne, la comunión, que comienza aquí abajo en la Iglesia, será completa para nosotros, por ahora, de un modo incomprensible, dado que solo conocemos el sexo de la corrupción. Si es finalmente comprendido el significado profundo, último, bíblico, de la feminidad, que, como ha indicado san Juan Pablo II, más que dar hijos al varón -tarea siempre nobilísima pero sólo terrenal-, es la de dar sentido a la vida del hombre y esto vale para la eternidad. En tal sentido, Gertrud von Le Fort [1876-1971] escribió su famoso libro La Femme éternelle.
----------Pero de una atenta reflexión sobre este plan de la salvación, recabamos un nuevo concepto teológico de castidad, que resulta de la doctrina de la "teología del cuerpo" de san Juan Pablo II. Hasta ahora, el referente escatológico supremo de la castidad ha sido el voto de castidad. Con el nuevo concepto, el referente es la comunión escatológica hombre-mujer "una sola carne". Tal comunión escatológica no debe entenderse como culminación final de la práctica del voto de castidad, sino como plenitud final de la comunión hombre-mujer, a la cual conduce la práctica del voto en esta tierra. Esto quiere decir que la referencia ya no es al alma separada, sino la comunión hombre y mujer alma y cuerpo en la resurrección.
----------Naturalmente, el voto de castidad conserva todo su valor. Pero no aparece sino como una provisión de emergencia, ciertamente fundada en el Evangelio, pero funcional a la vida presente. Lo cierto es que tanto en el Edén como en la Resurrección no existe el voto de castidad, porque, dada la armonía entre espíritu y carne y entre hombre y mujer, no es necesario. De hecho sirve aquí abajo para restaurar esta armonía. Pero una vez logrado el propósito, en el cielo perderá su función y su razón de ser.
----------Valga entonces lo dicho al inicio de esta nota de hoy y lo que vinimos vislumbrando desde la nota de ayer: en este momento, en el cual las fuerzas del infierno atacan como nunca antes a la Iglesia en el tema de la castidad, es necesario oponerse a esas potencias con esta nueva concepción teológica de la castidad, que muestra cómo en el cristianismo ella, la castidad, encuentra su más alta expresión en toda la humanidad.

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