miércoles, 28 de octubre de 2020

La aparente paradoja cristiana del sufrimiento

Te pregunto, amable lector católico: ¿has leído y meditado la Carta Samaritanus bonus publicada recientemente? Si todavía no lo has hecho, no dudo en sugerirte que dediques tu tiempo a ello. Quizás no prestaras atención a este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, conocido hace poco más de un mes, por el simple hecho de haberte encontrado con algún medio informativo que lo presentó simplemente como una respuesta de la Santa Sede frente a las actuales iniciativas seculares de aprobación de la eutanasia. Pero debes saber que no es solo eso, sino una profunda reflexión sobre el sufrimiento humano, la manera como los cristianos debemos asumirlo personalmente, y el modo como debemos acompañar al que sufre.

----------Una de las mayores virtudes del cristianismo es la de saber ofrecer al que sufre una contención y una consolación que ninguna otra religión, ningún otro sistema moral, ninguna otra filosofía o psicología puede dar. Claro que, se entiende, el cristianismo sólo puede ofrecer esto que digo sólo si el que padece o el enfermo esté deseoso de ser curado, crea en Dios y tenga confianza en las palabras del Evangelio.
----------De hecho, el consuelo cristiano al enfermo, particularmente al enfermo que se enfrenta a las fases terminales de su vida, no es un consuelo simplemente humano, solidario o psicológico, que sin embargo tiene su utilidad cuando el que sufre no está preparado para comprender la aparente paradoja del discurso de la Cruz. Para que el consuelo cristiano pueda tener su efecto, es necesario que la persona que sufre, iluminada por la fe y animada por la caridad cristiana, viva ya una vida cristiana o cuanto menos esté abierta a la comprensión de lo que le comunica su hermano de fe, ya sea laico o sacerdote.
----------La aparente paradoja consiste precisamente en el hecho de que el cristianismo combina el rechazo natural del sufrimiento y la lucha contra el sufrimiento con un cierto amor sobrenatural por el sufrimiento, ciertamente no en cuanto tal, pues eso sería pecado, sino en cuanto participación expiatoria y amorosa en los sufrimientos de Cristo, quien, inocente, por amor a nosotros y para satisfacer al Padre por nuestros pecados, se ha hecho cargo del castigo de nuestros pecados, para expiar en nuestro lugar sobre la cruz y ganarnos la remisión de los pecados y la liberación del sufrimiento. Para expresar en dos palabras la paradoja que en realidad es divina sabiduría, justicia y misericordia: el sufrimiento libera del sufrimiento.
----------Por eso la persona que consuela, antes de proponer el discurso o mensaje evangélico al sufriente, debe conocer la situación espiritual del sufriente, para decidir el tipo de consuelo que le brindará, de modo que se ajuste o se adapte a las expectativas, a la capacidad de escuchar, a la situación y a las convicciones del sufriente. Por consiguiente, la persona que consuela suministrará un consuelo simplemente humano a quienes no son capaces de recibir más; dará consuelo cristiano a los que ya son cristianos.
----------O puede darse la circunstancia de que el que sufre, aunque todavía desconozca el consuelo cristiano, esté dispuesto a comprenderlo y recibirlo. En tal caso, el confortador debe aprovechar la ocasión que se le presenta para beneficiar al sufriente con el consuelo cristiano. O bien, si el sufriente es víctima en buena fe de prejuicios o errores acerca del consuelo cristiano, ese puede ser el momento oportuno para iluminarlo y desengañarlo, para así volverlo disponible para ser cristianamente confortado. Si, por el contrario, el que sufre se muestra hostil al discurso cristiano y refractario a dejarse persuadir, es necesario renunciar a una obra de convencimiento o, si es el caso, se lo puede amonestar exhortándolo, siguiendo el ejemplo de Cristo y de los apóstoles, a la conversión, para no incurrir en la eterna condenación.
   
La misericordiosa obra de consolar a los afligidos
   
----------El confortador, como indica la Carta Samaritanus bonus de la CDF, puede, si es el caso, recordar al enfermo "el valor de la vida humana en la enfermedad, el sentido del sufrimiento y el significado del tiempo que precede a la muerte. El dolor y la muerte, de hecho, no pueden ser los criterios últimos que midan la dignidad humana, que es propia de cada persona, por el solo hecho de ser un 'ser humano'." De hecho, como explica el documento, "el sufrimiento, lejos de ser eliminado del horizonte existencial de la persona, continúa generando una inagotable pregunta por el sentido de la vida. La solución a esta dramática cuestión no podrá jamás ofrecerse solo a la luz del pensamiento humano, porque en el sufrimiento está contenida la grandeza de un misterio específico que solo la Revelación de Dios nos puede desvelar".
----------El confortador, prosigue la Carta, debe ayudar al enfermo a tener "la mirada de quién no pretende apoderarse de la realidad de la vida, sino acogerla así como es, con sus fatigas y sufrimientos, buscando reconocer en la enfermedad un sentido del que dejarse interpelar y 'guiar', con la confianza de quien se abandona al Señor de la vida que se manifiesta en él".
----------Y precisa: "Es una contribución esencial que compete a los agentes de pastoral y a toda la comunidad cristiana, con el ejemplo del Buen Samaritano, para que al rechazo le siga la aceptación, y sobre la angustia prevalezca la esperanza, sobre todo cuando el sufrimiento se prolonga por la degeneración de la patología, al aproximarse el final". De hecho, "Spe salvi facti sumus, en la esperanza, teologal, dirigida hacia Dios, hemos sido salvados, dice San Pablo (Rm 8,24)".
----------"'El vino de la esperanza' -prosigue la Carta- es la contribución específica de la fe cristiana en el cuidado del enfermo y hace referencia al modo como Dios vence el mal en el mundo. En el sufrimiento el hombre debe poder experimentar una solidaridad y un amor que asume el sufrimiento ofreciendo un sentido a la vida, que se extiende más allá de la muerte". "Un profundo sentido religioso -observa el documento- puede permitir al paciente vivir el dolor como un ofrecimiento especial a Dios, en la óptica de la Redención".
----------De hecho, el consuelo cristiano al sufriente está fundado en el misterio de la Redención y no es más que una aplicación saludable de este misterio, el cual supone que el enfermo sabe que su sufrimiento es consecuencia del pecado original y puede ser un castigo divino por sus pecados personales. Por otra parte, obviamente, se supone que el enfermo sabe con exactitud, según el sentido bíblico, qué es el castigo divino, rechazando un cierto concepto popular y supersticioso del castigo divino, como acto precipitado e irracional de un Dios despótico y rencoroso.
   
El verdadero concepto bíblico del castigo divino
   
----------Como ya lo dije en una nota reciente en este blog, es posible que el papa Francisco se haya referido al castigo divino en este sentido popular y supersticioso, cuando en su carta encíclica Fratelli tutti dice: "No quiero decir que se trata de una suerte de castigo divino" (n.34). Por mi parte, ya he tratado de explicar esta expresión problemática del Santo Padre: quien simplemente se abstendría de afirmar, no intentaría ni siquiera negar. Se trataría de una simple elección lingüística contingente o posición personal sin querer hacer ninguna afirmación doctrinal. Aunque, como ya lo dije, este modo de expresarse, prescindiendo de las intenciones del Papa, parece, sin embargo, elusivo, y tiene el sabor de la ambigüedad.
----------Creo oportuno recordar que para todo buen cristiano existe una real abundancia de razones filosóficas, teológicas y bíblicas y extraídas del Magisterio de la Iglesia, que afirman que las desgracias y los sufrimientos, y por tanto también la actual pandemia del Covid-19, pueden y deben interpretarse como castigo divino entendido en el sentido derivado de la Biblia y del Magisterio de la Iglesia y de los Santos.
----------El papa san Gregorio Magno [540-604] en su famosísima Regla pastoral (Regula pastoralis, parte III, cap.12), nos proporciona óptimas indicaciones para saber qué decir al enfermo a la luz de la fe, para consolarlo y ayudarlo a soportar y a dar sentido a su sufrimiento. Naturalmente se deberá tratar de un enfermo o bien ya creyente o bien dispuesto a aceptar el mensaje de la fe, porque si no fuera así, el pastor tendrá que recurrir a consideraciones, alientos y alivios simplemente humanos, solidarios o psicológicos. Y en ciertos casos, si se trata de un ateo blasfemador, tendrá que limitarse a rezar por él, confiándolo a la divina misericordia. Este necesario discernimiento que el confortador debe hacer acerca de la situación espiritual del enfermo, quizás también ayuda a comprender aquella problemática expresión del papa Francisco.
----------Por eso, tal vez haya que entender que el papa Francisco tenía probablemente ante sus ojos no tanto al creyente, sino ante todo simplemente al hombre "de buena voluntad", no adentrado en los misterios de nuestra fe. Sin embargo, al tratar temas tan delicados, acaso demasiado preocupado el Santo Padre por qué decir a los no creyentes, en lugar de limitarse a consideraciones de simple compasión y solidaridad humanas o referirse a prejuicios populares sobre los castigos divinos, considero que nada le impedía agregar pensamientos de fe explícita, inspirándose en los santos papas que le precedieron.
----------Resulta muy útil recordar las sabias palabras de san Gregorio, aunque parezcan tener un tono quizás algo áspero, seco y duro. Pero se trata del proverbial estilo latino, tan seco, aunque en la escritura del Santo Pontífice es todo sustancia, rezuma sabiduría y caridad en cada palabra. Y no son palabras superadas porque hayan sido escritas hace ya dieciséis siglos, porque lo que nos dice el papa Gregorio es el corazón de la sabiduría cristiana y, como sabemos, este corazón es siempre el que nos mantiene en vida.
----------Por tanto, aquí no existe misericordia, gracia, perdón, progreso, renovación o reforma que valgan y cuenten como pretextos para dispensarnos de tomar la cruz y hacer nuestra parte. En todo caso, hay que decir que las palabras de san Gregorio Magno son hoy para nosotros más actuales y útiles que nunca, olvidados como estamos que la misericordia divina no quiere decir tomarla a la ligera (como hacen equivocadamente los buenistas) y salirse con la suya viajando cómodamente gratis al cielo sin pagar el boleto solo porque Nuestro Señor Jesucristo lo ha pagado por nosotros.
----------Dios mediante, mañana, o algún día de estos, les presentaré a los amables lectores algunos pasajes de San Gregorio sobre estos temas tan fundamentales para la vida del cristiano.

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