martes, 20 de octubre de 2020

La cuestión de la guerra en la encíclica Fratelli tutti

A diferencia del concepto de pueblo, que un centenar de veces encontramos disperso a lo largo de toda la encíclica Fratelli tutti, el papa Francisco trata el tema de la guerra particularmente en el séptimo capítulo, números 256-262. Es obvio que existe una relación entre ambas realidades: pueblo y guerra.

----------Pero hay que comprender que si la historia nos muestra de sobra que existe una relación fáctica entre pueblo (y, por ende, patria, estado, nación) y guerra, es porque, más allá de lo fáctico, existe esencialmente una relación entre pueblo y fraternidad. ¿Cuál es la relación entre fraternidad y pueblo? El Papa explica que los pueblos deben sentirse hermanos entre sí. Incluso hoy en día ellos están generalmente organizados en entidades estatales con su propio territorio y dotados de fuerza bélica. ¿Cómo se concilia la posesión de fuerzas armadas con el deber de hermandad universal e internacional?
----------El asesinato del hermano, como relata el Génesis, es la primera e inmediata consecuencia del pecado original. La caída original, de hecho, nos empuja a envidiar y a odiar al hermano, a ser, como dice Thomas Hobbes [1588-1679], no hermano, sino "lobo" para el otro. Sin embargo, permanece en cada uno de nosotros, incluso en el más malvado, una nostalgia del Edén y una fundamental tendencia, no totalmente destruida por el pecado, a la sociabilidad, a la hermandad y a querer el bien para los otros.
----------Sin embargo, no logramos evitar los conflictos personales y colectivos, entre los diversos grupos y clases sociales, los pueblos y las naciones. Somos llevados a desconfiar, a atacar, a oprimir, a robar, a hacer violencia, a atormentar, a ser crueles, a esclavizar, a herir, a agredir, a torturar, a matar a nuestros hermanos. El papa Francisco denuncia de modo correcto y oportuno todos estos males.
----------Ahora bien, no obstante eso, es necesario considerar que el puro y simple uso de las armas no es todavía un acto moral, por el cual nos debamos preguntar si es correcto o incorrecto, justo o injusto, sino que es una mera acción técnica, moralmente neutra en sí. Por lo cual, aquí el problema es técnico: si se sabe o no se sabe usar las armas. Cuando hice el servicio militar, me entrenaron para el combate, pero no me dijeron contra quién -como hacen los imanes en las mezquitas- Argentina se preparaba para usar las armas.
----------De modo que cuando consideramos la cuestión de la guerra, nos estamos refiriendo al problema moral de la guerra justa, y no al simple uso de las armas, no al mero hecho de estar entrenado técnicamente para el combate; de lo contrario, al final de mi servicio militar, habría tenido que confesarme de haber sido soldado conscripto. Por consiguiente, la condena absoluta de la guerra, es decir el simple uso de las armas, corre el riesgo de crear peligrosos escrúpulos en el militar, que pone su vida al servicio de la patria para que venga alguien y le diga que es un asesino. Ciertamente, en la guerra se mata a un enemigo. Pero debemos preguntarnos en cada ocasión: ¿por qué motivo se mata al enemigo?
----------Debemos reconocer que el papa Francisco hace bien en hablar de la memoria histórica. Porque, ciertamente, es necesario preservar la memoria de los horrores de las guerras, para que no se repitan más, pero también y sobre todo debemos conservar la memoria de los heroísmos que se viven en las guerras, de las victorias sobre la tiranía, de la fuerza del derecho sobre el derecho de la fuerza, y de las victorias de la civilización sobre la barbarie, para que podamos tomar ejemplo de los grandes que nos han precedido.
----------La Iglesia, siguiendo el mismo lenguaje de la Sagrada Escritura y de la moral natural, siempre ha dado en el pasado al término "guerra" el simple significado moralmente neutro de "conflicto armado entre dos naciones". Pero después, ubicándose desde el punto de vista moral, la moral católica siempre ha considerado su deber establecer el criterio para distinguir una guerra justa de una guerra injusta.
----------De hecho, una cosa es el puro y simple guerrear, y otra cosa son las causas, las normas morales y jurídicas, los modos y los fines de este hacer la guerra. La Iglesia no ha sostenido nunca que hacer la guerra como tal sea pecado. En filosofía o teología moral, la cuestión de la guerra es una cuestión similar a la del poseer riquezas. Ser rico, en sí mismo, no significa necesariamente ser un egoísta. Existen ricos generosos y ricos benefactores. Una cosa es el arte, la técnica, y otra cosa es la moral.
----------El arte marcial y la técnica que implica, de por sí no es ni moralmente bueno ni moralmente malo, sino que depende del uso que se haga de él; si se usa para invadir otra nación, será arte moralmente malo; si se usa para liberar a una nación de una dictadura, será arte moralmente bueno. Las virtudes militares, en cambio, conciernen a la conducta moral del soldado como tal, según el código militar; se resumen en la obediencia a los superiores, pero en el respeto del derecho y la ley natural, ya que el propio código militar prevé que una orden contraria al derecho natural es inválida. De no ser así, habría tenido razón Adolf Eichmann [1906-1962], que en Nuremberg se justificó por haber asesinado a cientos de miles de judíos diciendo que había obedecido a sus superiores. Por consiguiente, las verdaderas virtudes militares existen sólo en una guerra justa, porque sólo la guerra justa es respetuosa del derecho natural.
----------Sin embargo, ya a partir del papa san Juan Pablo II, aunque el Catecismo de la Iglesia Católica, citado por el papa Francisco, todavía habla de una guerra justa (n.2309), el Magisterio pontificio, y esto es evidente en el Papa actual, tiene repugnancia a hablar de "guerra justa". ¿Cómo se puede explicar este hecho? ¿Por qué hoy se tiende a utilizar el término "guerra" para referirse a un acto intrinsece malum? La respuesta es simple: porque se parte del concepto de guerra nuclear, si estallara la cual, no habiendo vencedores ni vencidos, se daría destrucción de la humanidad. Sería un suicidio colectivo y el suicidio es pecado.
----------No existe un suicidio lícito. Por lo tanto, nos vemos obligados a encontrar otro término para lo que en el pasado llamábamos "guerra" y quizás el término correcto podría ser "uso de las fuerzas armadas". Pero se mantiene que no podemos referirnos a la guerra nuclear, sino solo a una convencional.
----------Por lo tanto, cuando el papa Francisco condena la guerra como tal declarando la imposibilidad de una guerra justa, no se opone al Magisterio anterior, sino que es necesario tener en cuenta cómo él define la guerra, para darse cuenta de la justicia de su posición, ya que él la define como práctica de la violencia, la cual es por su naturaleza violación de la justicia. Y luego es evidente que la violación de la justicia no puede ser justa, precisamente porque es una injusticia. Y no puede haber una injusticia justa.
----------Una nación, sin embargo, puede lícitamente hacer uso de las armas contra otra, en algunos casos precisos, por ejemplo, si esta última incumple gravemente el deber de la fraternidad, o no acepta ese deber, agrediéndola o usando violencia de cualquier manera, o por cualquier motivo o bajo cualquier pretexto. Si la primera nación, aunque con toda la buena voluntad de comportarse como hermana de la segunda, constata el fracaso de las tratativas y negociaciones para una solución pacífica de la disputa, tiene la facultad y el deber de hacer valer con la fuerza su buen derecho o de defenderse de la agresión enemiga mediante el uso de las armas (recurro al término "uso de las armas", y no al de "guerra").
----------El legítimo ataque armado nacional está regulado por una rigurosa disciplina, y son severamente castigados aquellos militares, incluso de alto rango, que se sustraen a esa disciplina, abandonándose a crímenes de diversa índole, como masacres de civiles, uso de armas prohibidas, venganzas personales, robos, saqueos, represalias, violencia contra la población indefensa y cosas similares.
----------En cambio, aquellos actos heroicos en guerra, en el uso de las fuerzas armadas, son justamente recompensados y honrados, también por los cristianos. En el catálogo de los Santos encontramos muchos militares, como san Luis IX [1214-1270], rey de Francia, san Wenceslao [907-935], o santa Juana de Arco [1412-1431]. Tampoco, por otro lado, para actos inhumanos o contrarios a la humanidad o a la ley natural cometidos en guerra, puede el militar aducir excusa de haber obedecido a los superiores, como fue justamente afirmado en el proceso de Nuremberg contra los criminales nazis.
----------Cuando se da el caso deplorable, pero que lamentablemente se puede verificar (pensemos por ejemplo en ciertas naciones africanas) que una nación pone en peligro la seguridad o la libertad de otra nación o le viola en sus derechos esenciales, o bien que un pueblo es oprimido por una dictadura feroz, nada impide que una nación vecina amiga intervenga militarmente en defensa de la nación agredida u oprimida.
----------De todas maneras, lo que sigue siendo deseable es que las Naciones Unidas puedan disponer de un servicio tal de orden internacional, como para constreñir incluso con la fuerza a respetar la ley a aquellos Estados o aquellas naciones que perturban la pacífica convivencia internacional. Es evidente que cuando el Papa condena la guerra no se refiere a este uso de la fuerza que protege a los débiles y reivindica los derechos pisoteados por los violentos. La fraternidad requiere en ciertas circunstancias, también entre los pueblos, los Estados y las naciones del mundo, posiblemente bajo el control de la ONU, utilizar la fuerza militar con prudencia y moderación, cuando, habiéndose agotado todos los medios pacíficos, ella se revela o puede revelarse eficaz para detener al prevaricador y hacer retornar la justicia y la paz.
----------De hecho, el pueblo de Buenos Aires, que liberó la ciudad de las invasiones inglesas en 1906 y 1907 ¿acaso no lo hizo correctamente y con justicia? ¿Acaso el pueblo italiano, que liberó a Italia del dominio austríaco en 1918, no lo hizo bien? ¡Los ejemplos históricos se podrían citar hasta el infinito! Es cierto que el papa Benedicto XVI habló, refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, de "inútil masacre". Pero se refería a los indudables crímenes que tuvieron lugar en su conjunto, no ciertamente al hecho de que los heroicos Alpini, los "hijos de los montes", habían arriesgado su vida al liberar a Italia del extranjero.
----------Al fin de cuentas, incluso el cirujano, cuando opera, no puede evitar derramar sangre. Pero esto no quiere decir que una operación quirúrgica no pueda salvar la vida del enfermo. Por tanto, es necesario tener el sentido de las proporciones y recordar que las grandes conquistas tienen su precio. Si en la guerra quedan involucradas personas inocentes, ello ciertamente no entra en las intenciones del libertador, pero a menudo sucede de modo inevitable si el libertador quiere obtener la victoria sobre el enemigo.
----------¿Acaso no ha hecho bien al ejército estadounidense que en 1945 liberó a Europa de la invasión ideada por un megalómano que quería dominar sobre toda Europa? ¿Acaso no hizo bien el general José de San Martín [1778-1850] preparando su ejército en Mendoza, cruzando la cordillera de los Andes y combatiendo al costo de mucha sangre derramada, para liberar a varias naciones? ¿Acaso la fuerza aérea israelí, que, guiada por un nuevo Moisés, en 1967 destruyó en tierra la aviación egipcia antes incluso de que despegara para bombardear Israel, no logró una hazaña excelente? Y podríamos seguir con los ejemplos.
----------No obstante, el papa Francisco hace bien en recordar que el principio de la fraternidad universal, que obliga a hacer todos los esfuerzos posibles para evitar el enfrentamiento bélico, que es siempre lucha fratricida, es un principio que indudablemente ha sido promovido de modo estupendo y ejemplar por el Evangelio, no solo como principio de la razón y de la ética natural, comprensible a todo hombre razonable, sino también como valor de la divina Revelación y como obligación sagrada del cristiano en cuanto tal, es decir, como hijo de Dios Padre, hermano de Nuestro Señor Jesucristo y movido por el Espíritu Santo, heredero de la vida eterna, miembro de la comunidad o familia de los bautizados que es la Iglesia.

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