domingo, 4 de octubre de 2020

Rahner, la teología de la liberación y los Jesuitas (2/2)

Por supuesto, Fr Gustavo Gutiérrez Merino no es jesuita, sino dominico, al menos en el último tramo de su vida, pues desde el año 2001 pertenece a la Orden de Predicadores. En estas dos notitas sólo lo menciono de paso, aunque su importancia es grande, como catalizador en Latinoamérica de las corrientes teológicas que, nacidas en Europa, y habiendo recibido el impulso de los presupuestos rahnerianos y, sobre todo, de la llamada Teología Política de Johann Baptist Metz, se manifestaron en la Teología de la Liberación, del padre Gutiérrez, cuyas derivaciones extremas (marxistas), entre ellas la del franciscano Leonardo Boff (hoy ex sacerdote y eco-teólogo) se difundieron entre los jesuitas latinoamericanos a gran escala.

----------En mi nota de ayer habíamos dejado la reflexión en Metz. La operación que hace Metz frente a Rahner se parece a lo que Marx hizo frente a Hegel. Karl Marx [1818-1883], desarrollando la egolatría cartesiana del Ego sum, factura simiesca de Ex 3,14: "Yo soy el que soy", había llegado, sobre la base de Johann Fichte [1762-1814], a identificar el Yo con Dios; pero el Dios hegeliano no es otro que el hombre divinizado. Marx, en cambio, por sugerencia de Ludwig Feuerbach [1804-1872], advierte esta divinización del hombre y, como consecuencia lógica, ubica decididamente al hombre en el lugar de Dios.
----------Entonces, para Marx, yo no soy más el Yo-Dios de Hegel, sino el Yo-Humanidad del ateísmo. Entonces, si la ética hegeliana es que el yo deviene Dios, la ética marxista es que el yo deviene la Humanidad, de hecho es la Humanidad, el Homo Faber de Fichte, lo que Marx llama el Gattungswesen. Si la ética hegeliana es consciencial, teológica y especulativa, la ética marxista es antropocéntrica, social y política. En Hegel, el hombre es un Dios-hombre que se libera de la alienación espiritual. Para Marx, el hombre es un hombre-Dios que libera materialmente a la humanidad mediante la lucha de clases.
----------Ahora bien, esta impostación que abreva en Hegel y Marx, aparece también, aunque algo velada, en la teología de la liberación, la cual se presenta como teísta y, de hecho, cristiana, pero no reconoce el primado de la contemplación divina sobre la praxis humana. Influenciada por Hegel y por Marx, tiende a identificar el amor de Dios con el amor al prójimo porque tiende a identificar al hombre con Dios a causa de una falsa interpretación de la Encarnación del Verbo, que confunde las dos naturalezas entre sí.
----------Por consiguiente, como lo podemos advertir, en la teología de la liberación, no obstante sus intenciones cristianas, en su lógica argumentativa interna se mantiene la sombra del ateísmo, obviamente no abiertamente declarado, como sucede en el marxismo y, sin embargo, el teísmo no está suficientemente garantizado, porque por explícita declaración de Gutiérrez, el fin último del cristianismo no es la visión de Dios en un otro mundo futuro, sino la edificación del reino de Dios en este mundo.
----------De ahí que la máxima virtud cristiana viene a ser la misericordia, conectada con la construcción del reino de Dios, que es la humanidad feliz bajo el gobierno de Dios. Sí, es cierto que para el liberacionista existe también la justicia, o sea, en el discurso del partidario de la teología de la liberación no sólo se habla de misericordia, sino a la vez de justicia, pero esta última entendida sólo como justicia social, excluyendo aquella justicia cultual, que consiste en dar satisfacción al Padre por nuestros pecados.
----------Por lo tanto, frente a esta impostación fundamental de la teología de la liberación, es para todo teólogo católico una verdadera necesidad y un verdadero deber decir que esto no corresponde a toda la verdad. De hecho, la más alta expresión de la caridad es la caridad divina, que implica el culto, la adoración y la contemplación y no la misericordia. Solo la liturgia, como enseña el Concilio Vaticano II, es la "fons et culmen totius vitae christianae". Sería ridículo pensar que se deba ser misericordioso con Dios.
----------En cambio, es cierto que la misericordia en esta vida es la cumbre de la caridad hacia el prójimo. En cuanto al paraíso, la misericordia ya no será más necesaria, porque allí ya no habrá personas miserables para socorrer, sino personas bienaventuradas. En cambio, la teología de la liberación y el liberacionista dirían si fueran absolutamente coherentes: "Misericordia est fons et culmen totius vitae christianae", precisamente contra lo que enseña el Concilio Vaticano II. Por otra parte, como bien lo sabemos, la caridad divina tiene el primado sobre la caridad hacia el prójimo. En cambio, y corresponde señalarlo en estas notas, desafortunadamente Rahner sostiene que la caridad divina coincide con la caridad hacia el prójimo.
----------De modo que el rahnerismo produce así dos nocivos venenos: 1) uno directamente, en el campo doctrinal, moral y espiritual, con su hegelismo heideggeriano y bultmanniano. Y 2) otro indirectamente, por la mediación de Metz y de los teólogos de la liberación, en el campo social y político.
----------A partir de la segunda mitad de la década de los años '60, vale decir, desde inmediatamente después de la clausura del Concilio Vaticano II, esta impostación teológica liberacionista, inmanentista y polítizante, adquirió carta de ciudadanía en la Compañía de Jesús, particularmente por el ascendiente  teológico de Rahner entre sus cofrades jesuitas, y a la vez por el ascendiente del padre Arrupe, quien al llegar a Prepósito General en 1966, dio vía libre a esta corriente de pensamiento, malinterpretando al Concilio en sentido filomodernista y a la Conferencia de Obispos de Medellín en sentido filomarxista.
----------Como ya lo escribí no hace mucho en este mismo blog, el papa san Pablo VI, consciente de las grandes empresas de los jesuitas del pasado, tuvo la idea de asignarles como tarea en la cual pudieran emplear su ciencia teológica, su extraordinaria energía, su iniciativa y su heroísmo, de las cuales en el pasado habían dado tantas pruebas, la lucha contra el ateísmo, del cual habla particularmente el Concilio, considerándolo "uno de los problemas más serios de nuestro tiempo". El Concilio recomienda "diligencia" al afrontar este problema, y ofrece una serie de ideas, de indicaciones, de observaciones y de sugerencias útiles para los estudiosos, filósofos, teólogos y pastores. No quiero repetir lo ya dicho. Los lectores ya saben de qué modo los jesuitas traicionaron a Pablo VI, siendo infieles a su conocido cuarto voto, reinterpretando en términos de lucha contra las injusticias sociales ese llamado pontificio a luchar contra el ateísmo.
----------Lo que intento decir es que esta impostación liberacionista (que he tratado de perfilar en sus líneas fundamentales), se difundió ampliamente en la Compañía de Jesús, sobre todo a partir de 1966, al ser permitida por el Prepósito General, padre Pedro Arrupe [1907-1991]. Esto condujo a la Compañía a un áspero enfrentamiento primero con el papa san Pablo VI, y después aún más con el papa san Juan Pablo II, quien, como se sabe, en un momento dado, decidió alejar al padre Arrupe del mando de la Orden, para dárselo al padre Paolo Dezza [1901-1999], quien fue sustituido después de breve tiempo por el padre Piet-Hans Kolvenbach [1928-2016], debidamente elegido por la Compañía. Pero también con este nuevo Prepósito se mantuvo la desobediencia de gran parte de la teología de los jesuitas al magisterio de la Iglesia (manteniéndose sus más vivas corrientes teológicas como rahnerismo vinculado a teología de la liberación. Estos hechos están narrados con abundante documentación en dos libros que recomiendo leer: Malachi Martin, The Jesuits: The Society of Jesus and the Betrayal of the Roman Catholic Church, Simon & Schuster, New York, 1987, y Antonio Caruso, Tra grandezze e squallori, Vivere, Monopoli 2008.
----------La grave cuestión que hoy se plantea no solo para la Compañía de Jesús, sino para la Iglesia entera, en la que la Compañía sigue ocupando un lugar de primer plano y por lo tanto de gran responsabilidad (a punto tal que uno de sus miembros ha llegado al Sumo Pontificado), es la de ir a la raíz del mal, que no es tanto la cuestión moral o política, sino que son los erróneos principios gnoseológicos, metafísicos y antropológicos de la teología de la liberación, la cual hoy ciertamente se ha despojado de una cierta terminología marxista ("lucha de clases", "revolución", "burguesía", "capitalismo", etc.), pero ha mantenido la impostación inmanentista, antropocéntrica y secularista anticristiana. Y efectivamente, estos principios son los rahnerianos, aunque evidentemente no son los únicos.
----------Desde los tiempos posteriores al Concilio Vaticano II, la Compañía de Jesús ha buscado con toda razón encarnar la espiritualidad ignaciana en el hoy, según las peticiones del Concilio. Desafortunadamente para los Jesuitas, como para otras Órdenes, incluida por ejemplo la Orden Dominicana, ha prevalecido una manera modernista de entender la modernización, un modo basado en una falsa interpretación del Concilio.
----------Por eso todos los Papas del postconcilio, sobre todo el papa Benedicto XVI, pero también el actual Pontífice, nos exhortan a aplicar verdaderamente el Concilio Vaticano II, alejado de las visiones rupturistas, tanto de los modernistas como de los ultratradicionalistas, porque sólo de esa manera entonces tendremos en serio, si la Providencia lo permite, ese "nuevo Pentecostés" que estaba en los sueños del papa san Juan XXIII.

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