Diez días antes de que el papa Francisco firmara en Asís la encíclica Fratelli tutti, se publicaba la Carta Samaritanus bonus, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida; un documento doctrinal y pastoral firme y claro, frente al cual una frase concreta del papa Francisco en su reciente encíclica, resulta problemática.
----------Las expresiones de la Carta Samaritanus bonus, particularmente las indicaciones acerca del consuelo cristiano para la persona que sufre, son realmente valiosas para quienes cuidan de enfermos graves y agonizantes. El documento de la CDF recuerda que el confortador del sufriente debe ser siempre consciente de la paradoja cristiana del sufrimiento. La aparente paradoja consiste precisamente en el hecho de que la fe cristiana armoniza: 1) el rechazo natural al sufrimiento y la lucha contra el sufrimiento con 2) un cierto amor sobrenatural por el sufrimiento, ciertamente no en cuanto tal, que sería pecado, sino cuanto participación expiativa y amorosa en los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo, quien, siendo inocente, por amor a nosotros y para satisfacer al Padre por nuestros pecados, se ha hecho cargo del castigo de nuestros pecados, para expiar en lugar nuestro sobre la cruz y obtenernos la remisión de los pecados y la liberación del sufrimiento. Para expresar en dos palabras la paradoja cristiana del sufrimiento que, en realidad, es divina sabiduría, justicia y misericordia, podríamos decir: el sufrimiento libera del sufrimiento.
----------No me extenderé aquí sobre esta particular cuestión. Sólo diré que una de las mayores virtudes del cristianismo es la de saber dar al que sufre una contención y una consolación que ninguna otra religión, moral, filosofía o psicología puede dar, siempre que exista una condición: que quien padece el sufrimiento esté deseoso de ser curado, crea en Dios y tenga confianza en las palabras del Evangelio. Existe un consuelo simplemente humano, solidario o psicológico, que tiene su utilidad cuando el que sufre no está preparado para comprender la aparente paradoja del discurso de la Cruz. Pero ese consuelo simplemente humano no es el consuelo cristiano. Para que el consuelo cristiano pueda tener su efecto, es necesario que la persona que sufre, iluminada por la fe y animada por la caridad cristiana, viva ya una vida cristiana o cuanto menos esté abierto a la comprensión de lo que le comunica su hermano de fe, ya sea laico o sacerdote. Esto lo deja bien en claro, como no podía ser de otro modo, la Carta de la CDF, la cual ha sido un valiosísimo servicio que ha prestado a la Iglesia el papa Francisco a través de sus representantes.
----------Como dije, no voy a extenderme aquí sobre el tema del consuelo al sufriente, pues para ello debería dedicar varias notas, repitiendo los muchos pasajes en que Samaritanus bonus explica la cuestión y ofrece adecuadas pautas pastorales para los confortadores, todas ellas centradas en la verdad de que el consuelo cristiano al sufriente está fundado en el misterio de la Redención y no es más que una aplicación saludable de este misterio, que supone como condición que el enfermo sabe que su sufrimiento es consecuencia del pecado original y puede ser un castigo divino por sus pecados personales. Por otra parte, obviamente, se supone que el enfermo sabe con exactitud, según el sentido que de ello nos ofrece la Sagrada Escritura, qué cosa es el castigo divino, rechazando un cierto concepto popular y supersticioso del castigo divino, como acto precipitado e irracional de un Dios despótico y rencoroso.
----------Precisamente, es posible que se esté refiriendo al castigo en este sentido, cuando el Papa en la Fratelli tutti dice: "No quiero decir que se trata de una suerte de castigo divino" (n.34). Pero, nos preguntamos... ¿Por qué no lo dice? En medio de todos los equívocos, los prejuicios, las mentiras y la confusión que circulan sobre este delicado e importante tema incluso entre ciertos Obispos, hubiera sido una óptima y consoladora clarificación a la luz de la fe, que el Papa hubiera dicho claramente que las desgracias, como la calamidad del Covid-19, sobrevienen como consecuencia del pecado original y que pueden ser un castigo divino por nuestros pecados personales. Porque si estas cosas no las dice el Papa, ¿quién debe decirlas?...
----------El texto completo del n.34 expresa: "Si todo está conectado, es difícil pensar que este desastre mundial no tenga relación con nuestro modo de enfrentar la realidad, pretendiendo ser señores absolutos de la propia vida y de todo lo que existe. No quiero decir que se trata de una suerte de castigo divino. Tampoco bastaría afirmar que el daño causado a la naturaleza termina cobrándose nuestros atropellos. Es la realidad misma que gime y se rebela. Viene a la mente el célebre verso del poeta Virgilio que evoca las lágrimas de las cosas o de la historia". Por cierto, es una expresión problemática del Papa.
----------El papa Francisco se está refiriendo al infortunio de la actual pandemia del Covid-19, y la explica con estas palabras: "es la realidad misma que gime y se rebela". Aquí tenemos una especie de personificación de la realidad, como si ella fuera una persona a la que hacemos sufrir y que por lo tanto se rebela contra nosotros. Parece por lo tanto que seamos castigados por esta "realidad". Parecería que se tratase de la naturaleza. ¿Podríamos pensar que aquí el Papa se refiere a que esa "realidad" es la naturaleza? De hecho, el papa Bergoglio había dicho recientemente al respecto que "la naturaleza se venga".
----------Sin embargo, esta vez el Papa no lo dice de ese modo, es decir, excluye esa explicación de que "la naturaleza se venga", y es, a su modo, suficientemente claro al respecto cuando dice: "Tampoco bastaría afirmar que el daño causado a la naturaleza termina cobrándose nuestros atropellos". Por tanto, debemos convenir que ahora el papa Francisco invoca una "realidad" diferente a la naturaleza, o más profunda o superior a la naturaleza. Pero se queda a mitad de camino, no nos explica cual sea esta "realidad", tan hostil y poderosa que desde hace un año en todo el mundo ha provocado un peligro tan mortal, que nos angustia a todos y que hasta ahora ni siquiera el compromiso de los científicos de todo el mundo ha podido evitar.
----------Es cierto que al menos el Papa no se ha despachado esta vez como supo hacerlo en alguna entrevista o coloquio casual, refiriéndose a una "naturaleza vengadora". Al menos no se ha referido a ninguna mítica, poderosísima e indefinible realidad malvada o justiciera, que tanto nos recuerda al anti-dios del maniqueísmo o a la diosa Pachamama. Y le agradecemos que nos haya dado el consuelo y la tranquilidad de no decirnos nada de eso; pero, en lugar de todo eso, ¿porqué el papa Francisco, Romano Pontífice, Maestro de la fe, intérprete de la Escritura y Pastor de la Iglesia, no nos dice claramente que esta Realidad que "termina cobrándose nuestros atropellos", o sea nuestros pecados, no es otra que Dios mismo?
----------Si lo dijera, todo sería iluminado y sabríamos bien con quién estamos tratando, es decir con un Padre bueno y justamente severo, pero sobre todo misericordioso, sabríamos por qué somos castigados y Quién nos castiga, a Quién debemos reparar, a Quién debemos rendir cuenta, pedir perdón y misericordia, con Quién debemos reconciliarnos, cómo y en qué condiciones liberarnos de este mal, a Quién pedir luz y fuerza para corregirnos y para superarnos. Por otro lado, ¿por qué razón la pandemia no podría ser el castigo divino por las gravísimas injusticias sociales y económicas denunciadas por el propio papa Francisco precisamente en muchos pasajes de su reciente encíclica? ¡Con ello, todo sería iluminado!
----------De acuerdo, es cierto, como víctimas del Covid-19, también están involucrados un inmenso número de explotados y de pobres en todo el mundo, quienes, además de ser abusados por los ricos, también deben soportar la pandemia. Pero, ¿estamos seguros de que todos estos también son simplemente víctimas inocentes? ¿O no sabemos más bien que cada uno de nosotros es un pecador con una cuenta que debemos saldar? ¿Acaso no sabemos que todos tenemos nuestras responsabilidades, quién más, quién menos? ¡Ayer mismo, en su meditación del Angelus, el Papa ha recordado la necesidad de la reconciliación, y de la gracia, para ingresar al Banquete! ¿Por qué no lo ha recordado en esta encíclica? ¿Acaso porque al mundo no le agrada que se le hable de un Dios justo que "termina cobrándose nuestros atropellos"? ¿Por qué no ha dicho claramente que ese "Cobrador" es Dios, que si no saldamos nuestras deudas nos hecha del banquete, como dijo ayer domingo? Por lo demás, aún en la fantasiosa hipótesis de que fuéramos realmente del todo inocentes -cosa que no es cierta- ¿quién nos impide unirnos a los sufrimientos redentores que ha padecido por nosotros el Inocente Cordero inmolado? Y si no creemos en Dios, ¿no sería esta la ocasión del Papa para sacudirnos y recordarnos que Dios existe? ¿Por qué no lo hace aprovechando esta encíclica dirigida a todo el mundo?
----------Es frecuente confundir obediencia con obsecuencia, y por eso es una tentación para un Obispo o para un sacerdote, "copiar" expresiones o modos de expresión del Papa, sin discernir suficientemente su sentido, e incluso empeorando el sentido de las expresiones del Papa. ¿Acaso, desde el inicio de esta pandemia, no hemos escuchado a varios Obispos argentinos diciendo sin ruborizarse la barbaridad de que "Dios nunca castiga"?...
----------Conversando de estas cosas con un cofrade, amigo teólogo, tratando de comprender el sentido de esta expresión tan problemática del Papa, encontramos un modo plausible de exonerarlo de la indebida sospecha de querer negar que una desgracia sea un castigo divino. Por cierto, sería lamentable que sucediera (aunque probablemente sucederá) que alguien dijera que el papa Francisco, nada menos que en una carta encíclica, ha dicho o ha dado a entender que los castigos divinos no existen, y que por lo tanto (siendo una afirmación presente en una encíclica) ello podría ser considerada por algún católico papólatra (obispo, sacerdote o laico) verdad de fe, y que, a la inversa, podría ser considerado herético que todavía en la actualidad se afirme que existen los castigos divinos. Sería lamentable que se afirmara todo eso.
----------Una opinión que podemos considerar de hecho razonable, sería decir que el papa Francisco, en esta encíclica, simplemente ha expresado su sensibilidad, su preocupación pastoral y su opinión, y no una afirmación "dogmatizable" por así decirlo. Esto puede inferirse del hecho de que el Papa no ha escrito, por ejemplo: "no es de ningún modo un castigo divino o un modo que Dios tiene para probarnos y para hacernos reflexionar sobre nuestras relaciones con la religión, con Dios, con la Iglesia y con los sacramentos", sino que solamente y correctamente ha dicho "No quiero decir que sea un castigo divino".
----------Es decir, el Papa simplemente se abstendría de afirmar, pero no intentaría ni siquiera negar. Se trataría de una simple elección lingüística contingente o posición personal sin querer hacer ninguna afirmación doctrinal. Sin embargo, este modo de expresarse, prescindiendo de las intenciones del Papa, parece elusivo, y tiene el sabor de la ambigüedad.
Padre Filemón, me parece que esa frase discutible del Papa Francisco podría sentirse a la luz de lo que Ud. explica al principio de la nota, sobre la Carta Samaritanus bonus. El consuelo cristiano pleno, claro, luminoso, al sufriente, sólo puede ofrecerse cuando el sufriente tiene fe, o está dispuesto a tenerla, de lo contrario sólo puede ser consolado humanamente, no cristianamente.
ResponderEliminarEn ese sentido, entiendo que cuando el papa Francisco escribe esa frase problemática (y al escribir toda su encíclica) tiene probablemente ante sus ojos no tanto al creyente, sino ante todo simplemente al hombre, como él dice, de "buena voluntad", no adentrado en los misterios de nuestra fe.
Toda la encíclica es más bien para no creyentes.
Estimado padre,
ResponderEliminarHe leído con detenimiento la encíclica Fratelli tutti. Veo que en ella hay algunas reflexiones interesantes casi en todos los capítulos, pero me parece que los temas se repiten, y están confusamente unidos (además de confusamente expuestos muchos de ellos). Mi impresión es que en el supuesto caso que los fieles puedan armarse de paciencia para leer un texto como este, mi impresión es que no todos ellos están en capacidad de distinguir en Fratelli tutti lo que de todo lo expresado por el Papa tienen que creer por fe (sea divina o eclesiástica) y lo que es una opinión cuestionable, y por lo tanto nos deja libres de compartir o disentir de lo expresado por el Papa. En suma, una vez más nos encontramos con una expresión del Magisterio pontificio actual en donde no podemos distinguir las cosas cosas que pueden considerarse vinculantes según los criterios de la Instrucción Donum Veritatis, de 1990, de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Mi punto de vista personal, es que las cosas vinculantes en Fratelli tutti son muy pocas.
Quizás yo lo voy a expresar de una manera extremadamente simple, pero estoy convencido que no es incorrecta.
ResponderEliminarLo que digo es que un Sumo Pontífice, asistido como está siempre por la gracia del Señor para cumplir su mandado de "confirma a tus hermanos" en la Fe, jamás puede enseñar que Dios no castiga (en el sentido en que la Biblia habla del castigo de Dios, incluyendo los Evangelios). Porque en tal caso estaría negando la revelación, estaría negando, por ejemplo, que Dios es justo.
Por lo tanto, hay que interpretar la mencionada frase del texto de Fratelli tutti, en su mejor sentido.
Capitán, con mi respeto..., pero todas esas expresiones ambiguas, equívocas, confusas, terminan ocultando el mensaje específicamente cristiano.
ResponderEliminarYo comprendo perfectamente que el Papa haya querido hablar ante todo a los no creyentes; pero ¿Y qué hay de los católicos que no se dan cuenta que el católico debe vivir algo más que lo que el Papa dice en esta encíclica?
Tomemos el tema de la "amistad social" como dice el Papa: al fin de cuentas, es un nombre de la CARIDAD. ¿Y qué ha dicho el Papa en esta encíclica específicamente de la CARIDAD tal como la entiende un cristiano, un católico?... Poco y nada, o más bien casi nada. ¿Lo podrán ver esto todos los católicos que lean la Encíclica, o se contentarán con lo que el Papa les expresa a los ateos, a los agnósticos, o a los miembros de otras religiones.
Sobre la Caridad, el Papa Benedicto XVI nos ha legado dos maravillosas encíclicas: Deus caritas est (2005) y Caritas in veritate (2009). Comparen con Fratelli tutti... No hay punto de comparación, lamentablemente.