miércoles, 21 de octubre de 2020

La cuestión de la pena de muerte en la encíclica Fratelli tutti

Tras haber reflexionado ayer acerca de algunas ideas que surgen del tratamiento que hace la encíclica Fratelli tutti del tema de la guerra (tema para cuya aclaración sugeríamos cambiar su título por el de "uso de las fuerzas armadas), hoy vamos a analizar algunos aspectos del tema que le sigue, la cuestión de la pena de muerte (nn.263-270), tema que en realidad deberíamos unir al de la legítima defensa personal.

----------Lo primero que hay que decir es que si existe en la historia de las religiones y del pensamiento humano una doctrina que exalta y defiende la vida y el amor, esta doctrina es precisamente la de la Biblia. Sin embargo, bien sabemos cómo la Sagrada Escritura admite la guerra justa y la pena de muerte. Naturalmente, no la mueve a ello el odio por el enemigo, sino siempre un principio de justicia, que quiere precisamente el propio bien del enemigo, porque es en interés mismo del enemigo que se le ponga en grado de no dañar a los demás, y para eso a veces sucede que sea necesario también quitarle la vida física.
----------Pero aún en el extremo caso en que sea necesario quitarle la vida al enemigo, por paradójico que pueda parecer, el enemigo sigue siendo un hermano para quienes lo matan, incluso si el asesinado odia al asesino (al verdugo o a quien tuvo la autoridad para decidir su muerte). Incluso en ese caso el enemigo, reo de muerte, sigue siendo un hermano. Santa Catalina de Siena [1347-1380] sentía como hermano al malviviente Toldo condenado a muerte, aun cuando ella no pidiera que se le perdonara la pena.
----------¿Qué quiere decir, entonces: "no matarás"? "No matar" quiere decir: "no matar al inocente", pero esto no se aplica a quienes ponen en grave peligro el bien o la vida del individuo o de la comunidad social. El quinto mandamiento no excluye el suprimir aquella vida mal vivida a expensas de la vida bien y rectamente vivida. Cuando la Sagrada Escritura dice "no matarás" no se refiere a una vida vivida de cualquier modo, sino a una vida buena. Matar a un santo o a un embrión no es lo mismo que matar a un asesino. Es verdad que Dios prohíbe matar a Caín: "Si alguien matare a Caín, será siete veces vengado" (Gn 4,15). Pero en este pasaje la Biblia no prohíbe la pena de muerte, la cual es ciertamente admitida en otros pasajes, sino la venganza injusta: prohíbe pagar mal con mal. El propio santo Tomás de Aquino demuestra con sólidos argumentos cómo puede existir una venganza (vindicatio) justa (cf. Suma Teológica, II-II, q.108).
----------De modo que el quinto mandamiento, que nos preceptúa "No matarás", quiere decir no matar al hermano; pero esto no contradice que puede ser necesario matar al hermano que se ha convertido en enemigo. Y por cierto, esto no entra en conflicto con el amor evangélico por el enemigo, porque mientras el amor sabe encontrar el lado bueno del hermano, incluso si es enemigo, la muerte lícita del enemigo es la supresión de alguien que ha hecho del odio el eje de su vida, es la supresión de un falso hermano.
----------¿El juez que, aplicando la ley, condena a muerte al reo, es un homicida? ¿Comete pecado? ¿El joyero, que, amenazado con una pistola por un malviviente, dispara primero, comete pecado mortal? ¿Debería ser condenado el soldado o el policía, que mata un malviviente que ha asesinado a su compañero soldado o policía? ¿El militar o el policía que mata antes de que se escape el terrorista que ha matado a treinta personas, es culpable? ¿Debe tolerarse al terrorista que mantiene aterrorizada a toda una sociedad? ¿Un serial-killer que cada año mata a una persona tiene derecho a seguir viviendo?
----------Resumamos la cuestión: ¿la pena de muerte es un homicidio o un acto de justicia? En el pasado se denominaba "ajusticiar", a la obra del ejecutor material de la sentencia del juez, una tarea ciertamente ingrata y no obstante legítima. Pero, por otra parte... ¿Qué decir de la guillotina de la Revolución Francesa o de las purgas de Stalin? ¿Qué decir de las condenas a muerte en China y en los países islámicos? Por tanto, no todas las penas de muerte son equivalentes. No hacemos de todas las hierbas un fajo.
----------Sin embargo, el papa Francisco, como sabemos por la reciente encíclica y por otras expresiones de años atrás que causaron gran revuelo y polémica inútil (en razón de ser mal comprendida la cuestión), declara inaceptable y, por tanto, injusta la pena de muerte. De ahí su esperanza (lo que sabe a precepto moral) de que los Estados la quiten de sus legislaciones. ¿Pero pueden los Estados sentirse vinculados por el parecer del Papa? ¿Puede el Papa ordenar a los Estados como lo hacía Bonifacio VIII [1294-1303]? Hoy no, ciertamente. Por lo tanto, siguen siendo libres de aceptar o no el parecer del Papa. A menos que la prohibición de la pena de muerte no venga incluida en el Estatuto de la ONU.
----------Por otra parte, aunque el papa Francisco tenga un tono tan perentorio en su llamado a los Estados a que eliminen la pena de muerte de sus legislaciones, él es el primero en saber que condenar a muerte no es en modo alguno un intrinsece malum, como lo es, por ejemplo, el hurto, la blasfemia, la calumnia, la herejía, la sodomía o el adulterio. El Papa es el primero en saber que no es verdad que el juez que condena a muerte cometa siempre y en todo caso pecado. Depende de si su sentencia es justa o no es justa.
----------Es lo mismo que para el uso de las armas o de las riquezas o para la moderación de las pasiones o para la coerción. Puede haber un guerrear justo y otro injusto, un uso egoísta y un uso social de la riqueza, una ira moderada y una ira excesiva, una coerción injusta y una eficaz.
----------Quiero aclarar que no desconozco que a nivel de Ética Filosófica y de Teología Moral existen razones y argumentos a favor de la pena de muerte y existen razones y argumentos en contra; y que se contrabalancean, se equilibran entre sí. Es imposible decidir esta cuestión con certeza, y de una vez por todas. La cuestión cuyo análisis estoy resumiendo de un modo coloquial en esta nota, no es como la pena de muerte para los herejes, doctrina que la Iglesia ha abandonado de una vez y para siempre en el siglo XIX en nombre del principio de la libertad religiosa. Recordemos que la Iglesia, después de siglos de creer que la pena de muerte para los herejes fuese un bien, llegó un momento en que se dio cuenta de estar equivocada y se ha corregido. Bien sabemos que incluso la conciencia moral de la Iglesia, si no se trata de la ley natural y divina, que no cambian, debe estar sujeta a una continua maduración y corrección, a medida que ella descubre siempre mejor las exigencias morales del Evangelio y se libera de los errores del mundo.
----------Pero la cuestión de la pena de muerte para los crímenes contra el bien común temporal, delitos materiales, que podríamos distinguir de los espirituales, todavía previstos por el Derecho Canónico, que llama precisamente "crimen" a la herejía, no se relaciona con un nivel particular de desarrollo o de civilización de la sociedad o de la humanidad en la vida presente, sino que está conectada con el actual estado de naturaleza caída posterior al pecado original, en el cual estado, aunque la humanidad, gracias al influjo del cristianismo, progresa en las virtudes, permanecen las malas tendencias causadas por el pecado original. Y permanecen en todos nosotros, incluso en los más buenos, excluyendo a la Santísima Virgen, Nuestra Señora, como bien lo sabemos. Ahora bien, estas tendencias desordenadas nunca podrán eliminarse del todo en esta vida, como lo serán en el cielo, donde no serán ya necesarios los castigos, las expiaciones, los sacrificios, el ascetismo, la renuncia, la penitencia, los tribunales, las cárceles y los ejércitos, que en cambio son necesarios en esta vida para frenar a los malvados y proteger a los buenos.
----------Es lo mismo que para el voto religioso de virginidad: no era necesario en el Edén y no será necesario ya en la resurrección; sino que es necesario sólo aquí, a fin de vencer la rebelión de la carne contra el espíritu, mientras que en el cielo el espíritu dominará perfectamente sobre la carne, por lo cual ya no será necesaria la represión de la concupiscencia propia de la templanza sexual.
----------Por lo tanto, no caigamos en el error de pensar que cuando el Papa declara inaceptable la pena de muerte está cayendo en la herejía del buenismo rousseauniano: la idea de que la humanidad ya ha progresado a un punto tal en que ella puede resolver los contrastes y las disputas privadas y públicas simplemente con el diálogo y la persuasión, con la buena voluntad, la diplomacia, la buena política y las buenas leyes, en realidad no es una idea cristiana, sino que es la descarada utopía propia de Jean Jacques Rousseau [1712-1778], difundida luego a gran escala por el iluminismo y por la masonería.
----------Y se trata de una utopía peligrosísima, porque en la práctica deja a los ingenuos engañados por los zorros, a los pueblos bajo el yugo de los dictadores, a la virgen violada por el lujurioso, el ladrón que desvalija la casa, el vendedor que estafa al comprador, a la patria invadida por el enemigo, a los buenos a merced de los malvivientes, al comerciante acosado por el mafioso, al inmigrante explotado por el contrabandista, a los oprimidos en manos de los opresores, a las víctimas a disposición de los asesinos, a los débiles a merced de los prepotentes, a los pobres estafados por los ricos, y al bien común saqueado por los egoístas. Sin embargo, en este punto, el Evangelio está en perfecta concordancia con el Corán, que también es consciente de las consecuencias del pecado original, aunque se exceda en la severidad.
----------Igualmente, la moral católica siempre ha sabido que el derecho a la vida física no es inviolable como el derecho a la vida espiritual. Si uno hace mal uso de su vida física, despreciando la vida de los demás y su propia salud espiritual, pierde el derecho a vivir. Pero en apoyo del rechazo de la pena de muerte es válido el argumento del primado de la persona sobre el bien común, idea evangélica que nunca ha sido tan clara como lo es hoy. Sin embargo, todavía parece válida en ciertos casos la comparación que hace el Aquinate entre la relación del individuo con el cuerpo social y la relación del miembro enfermo con el cuerpo físico: existen casos en los que es necesario amputar un miembro, a fin de que no se infecte todo el cuerpo.
----------Es cierto que el simple encarcelamiento puede dar al reo la posibilidad de arrepentirse y redimirse; pero también es cierto que la eventualidad de acabar en el patíbulo a menudo disuade al delincuente incorregible, quien podría razonar así: "En suma, es mejor para mí renunciar a mi hobby del terrorismo, si corro el riesgo de que un verdugo legalmente me mate". Si durante el período de 1970 a 1979 el Poder Judicial hubiera podido legalmente eliminar a algunos criminales de las organizaciones que atentaban contra la sociedad en su conjunto, podría muy bien pensarse que Argentina se hubiera salvado de ese período de angustia y terror que todos conocemos. Lo mismo si la Magistratura italiana hubiera podido contar con la pena de muerte durante el terror de las Brigadas Rojas de 1968 a 1985, y así en muchos otros casos.
----------Es cierto que puede ocurrir un error judicial. Pero el error puede verificarse en cualquier circunstancia, en cualquier obra humana: ¿y entonces qué debería hacer el juez? ¿Renunciar a ser juez para no correr el riesgo de cometer errores? Vale tener presente que hay casos en los que el delincuente es de tal modo conocido por toda una comunidad social, que corre el riesgo de ser linchado por la incontrolada turba, la que termina, de hecho, aplicando la justicia que no ha querido el juez aplicar por miedo a equivocarse.
----------En cuanto al parecer de san Agustín reportado por el papa Francisco en el n.265 de la encíclica, vale aclarar que corresponde solo a una primera opinión del Santo de Hipona, quien luego, notando el aumento de la peligrosidad de los herejes, llega a la convicción de que era mejor castigarlos con la muerte. Interesante es en cambio la opinión de Lutero, condenada por León X en la Bula Exsurge Domine (Denz.1483), de que no fuese "voluntad del Espíritu Santo" condenar a la hoguera a los herejes.
----------En resumidas cuentas, si bien existe en cada uno de nosotros una inclinación natural y espontánea a la sociabilidad y a la solidaridad humana, una espontánea apertura hacia todos, pues todo similar ama al propio similar, y esto también sucede entre los animales; sin embargo, lamentablemente, también encontramos en nosotros una tendencia al egoísmo, a la discordia, a la agresión, a la maldad, a la envidia, a la opresión, a la crueldad, que son la triste consecuencia del pecado original.
----------Es una grave ilusión creer que para eliminar estos males bastan la buena voluntad o la simple fuerza humana, individual o colectiva, si no se da el socorro divino de la gracia. Pero es necesario también, a un nivel más alto, el socorro de la luz del Evangelio también para saber con exactitud cuáles son estos males y, por tanto, para delinear un modelo de fraternidad y de justa sociedad, aunque estos valores y defectos ya se pueden individualizar en principio por la simple razón práctica.
----------El concepto de fraternidad se inspira en la comunidad familiar y se aplica a la relación con toda persona humana, como si la humanidad fuera una gran familia, pero permanece el deber amar a los familiares más que a los extraños, así como estamos obligados a amar a nuestra patria más que a las otras.
----------En la reciente encíclica el Papa habla también del valor de la amistad, la cual añade a la simple fraternidad una más estrecha e íntima relación afectiva y de benevolencia, que, a diferencia de la misericordia, que es socorro al pobre y al necesitado, es un don gratuito, independiente de la existencia de una necesidad o de un mérito en el otro, sino por puro amor generoso.
----------La amistad es un amor de predilección. No tenemos la obligación de ser amigos de todos, sino solo de aquellos hacia quienes Dios ha puesto por diversas razones una mayor proporción, afinidad y correspondencia con nosotros. Por ello debemos amar a los amigos más que a los extraños. En virtud de una más profunda afinidad, comunión y comunicación, hacia el amigo se desea espontáneamente dar y recibir, en la certeza de hacer el bien y de hacerlo feliz y de recibir el bien que nos hace felices.

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