jueves, 15 de octubre de 2020

Falso ecumenismo y verdadero ecumenismo

Días atrás usé una expresión que evoca una experiencia familiar a todo mendocino que alguna vez ha pretendido marchar con su auto sobre ruta con hielo habiendo olvidado ponerle cadenas a sus neumáticos, o a todo llanero de región lluviosa que carece de la pericia de sortear un camino empantanado. Usé la imagen para graficar el actual ecumenismo que desarrollan los católicos: es una máquina cuyas ruedas giran sin ningún control.

----------Pues bien, el descalabro del actual ecumenismo católico, la actual desviación de la sana y tan necesaria obra ecuménica, nace de un enfoque equivocado de la modernidad, que es el mismo erróneo enfoque que sufre tanto el modernismo como el ultra-tradicionalismo, aunque ese enfoque mueva a unos y a otros a diferentes actitudes, que es de aceptación global de la modernidad en el caso de los modernistas, y de rechazo global de la modernidad en el caso de los tradicionalistas lefebvrianos.
----------Efectivamente, el modernismo nace de un enfoque equivocado sobre la modernidad; nace de una veneración ingenua, supina y fetichista de lo moderno como tal. Por su parte, el ultra-tradicionamismo alcanza a ver ese error modernista, pero lamentablemente sin distinguir entre modernidad y modernismo, confunde ambas cosas, y las rechaza en su conjunto. Ahora bien, aunque el modernismo actual es bastante distinto del modernismo de los tiempos de la encíclica Pascendi (1907), en cambio, el ultra-tradicionalismo actual es heredero directo del ultra-tradicionalismo de los tiempos del papa san Pío X [1903-1914].
----------Porque es necesario reconocer que en el modernismo de los tiempos del papa san Pío X existían, aunque en medio de graves errores, también instancias positivas, que no encontraron en ese momento una adecuada respuesta: el asumir los aspectos válidos de lo moderno. Tanto los ultra-tradicionalistas de 1907, como los de hoy, más de cien años después, no distinguen la diferencia entre modernidad y modernismo, y por eso rechazan ambos en su conjunto. Por supuesto, este error no lo sufrió san Pío X, sino quienes no comprendieron al Santo Papa, los ultra-tradicionalistas. El papa san Pío X sabía bien de qué se trataba el sano ecumenismo, y de hecho creó en 1908 la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
----------Lamentablemente, mientras los ultra-tradicionalistas del tiempo de san Pío X y los de hoy, dispararon y disparan al bulto contra la modernidad en su conjunto, faltaron y faltan en los modernistas los adecuados criterios de discernimiento, influenciados como estuvieron y están por los errores modernos. Y de este erróneo enfoque hacia la modernidad, nace el falso ecumenismo, al que se entregan sin discernimiento los modernistas, y al que rechazan frontalmente los ultra-tradicionalistas, como si se tratase del mismísimo Satanás.
   
Breve crónica del ecumenismo postconciliar
   
----------En el período inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II [1962-1965], algunos teólogos católicos, en cumplimiento de las directivas conciliares que se referían al ecumenismo, se esforzaron por reajustar o reformular las relaciones entre catolicismo y protestantismo, abandonando las actitudes anteriores de enfrentamiento para resaltar mejor los puntos de contacto entre las dos confesiones cristianas.
----------En esta obra compleja, difícil, pero necesaria y obligatoria, del ecumenismo, se destacaron algunos teólogos. Debo mencionar al respecto a Hans Küng [1928-...], quien había sido perito del Concilio, y que había escrito ya antes del Concilio, en 1957, un tratado sobre la teología de la justificación titulado "La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica", que diez años después fue publicado en español por la editorial Herder, de Barcelona. El libro, efectivamente, gozó del aplauso del teólogo calvinista Karl Barth. También debo mencionar a Otto Pesch [1931-2014], quien publicó en 1965 un voluminoso estudio, también sobre la doctrina de la justificación, en el que sostenía una fuerte convergencia entre santo Tomás de Aquino y Martín Lutero. Sacerdote y teólogo dominico desde 1958, dejó la orden y se casó, en 1972, y desde 1975 a 1998 fue profesor de teología sistemática en la Universidad de Hamburgo, como católico romano en un departamento de teología protestante, o sea, como "teólogo ecuménico".
----------Los dos teólogos que he mencionado sucumbieron, aunque de modo distinto y en diverso grado, al modernismo. Pero no faltaron teólogos católicos que, lejos de asumir actitudes opuestas, no fueron para nada contrarios al ecumenismo promovido por el Concilio Vaticano II. Al respecto, quiero mencionar al teólogo dominico, siervo de Dios, Tomas Tyn [1940-1990], quien también se enfrascó en la tarea de comparar la doctrina de la justificación católica, con la doctrina luterana, emprendiendo ese trabajo no sólo por la legitimidad y la veracidad de la doctrina ecuménica del Concilio, sino por una sana amplitud de opinión y por gozar de un espíritu inclinado a la benevolencia y a la armonía. Sin embargo, Tyn también poseía una gran lealtad y honestidad intelectual y una sutil capacidad de discernimiento, por lo cual bien pronto se dio cuenta del giro equivoco y comprometedor que estaba tomando un cierto "ecumenismo" bajo el pretexto del bien conocido y repetido principio del papa san Juan XXIII: "busquemos lo que nos une".
----------Es que en los años del Concilio e inmediatamente posteriores, estaba emergiendo un ecumenismo que quería conciliar lo que era de hecho inconciliable, forzando la realidad de los hechos y creando confusión, para buscar convergencias que en realidad no existían. Con ello, se estaba perfilando ya en esos años una reinterpretación del catolicismo, la cual, para atenuar su oposición al protestantismo, terminaba por protestantizarse, manteniendo para sí mismo solamente la etiqueta de "católico".
----------Fr Tomas Tyn, así como otros teólogos, se dieron cuenta con lucidez de este engaño, así como de la enorme apuesta en juego y de cómo este encuentro catolicismo-luteranismo se perfilaba cada vez más como uno de los fundamentales si no el fundamental problema eclesial de nuestro tiempo. El encuentro con el protestantismo traía consigo el encuentro con el pensamiento nacido de Descartes, ya que los protestantes bien pronto se dieron cuenta de cómo la filosofía cartesiana, por su subjetivismo y voluntarismo, podía estar de acuerdo y armonizarse con el pensamiento luterano y, como saben los historiadores del pensamiento cristiano, el luteranismo y el cartesianismo, juntos, formaron esa mezcla explosiva que condujo a la Ilustración, al idealismo alemán y de aquí al marxismo y a Nietzsche, hasta Sartre y Heidegger.
----------Pero, una vez más, se trató del intento fallido por parte de algunos católicos, de asumir el pensamiento post-cartesiano, conformando lo que ellos llamaban -abusivamente- "pensamiento moderno". De hecho, ¡el pensamiento moderno no es solo eso! Esta equivocada tarea de asumir el post-cartesianismo había sido intentada ya por algunos teólogos católicos alemanes en el siglo XIX, y luego en una forma aún más compleja por el modernismo, pero, como se sabe, tanto el primer intento como el segundo habían sido condenados respectivamente por el beato papa Pío IX y por el papa san Pío X.
----------En 1879 el papa León XIII [1878-1903] había publicado una poderosa encíclica, la famosa Aeterni Patris, con la cual exhortaba a los teólogos a utilizar a santo Tomás de Aquino como criterio de evaluación en el encuentro con el pensamiento moderno. Pero muy pocos, por no decir poquísimos, siguieron las sabias directivas del gran Pontífice, y nuevamente, como había sucedido anteriormente, los desobedientes al Papa repitieron la operación sin la adecuada preparación tomista, sino enredados en esos mismos errores modernos que habrían debido refutar. Por eso la operación no podía dejar de fracasar, como ya había sucedido con la realizada en tiempos de Pío IX. De aquí, para reparar tal daño, nació la famosa encíclica Pascendi de Pío X.
----------Ahora bien, nuevamente en el postconcilio (¡parece increíble cómo ni siquiera los teólogos pueden aprender de la historia!) se repitió el mismo malentendido de los intentos fallidos del pasado. Y de nuevo, evidentemente, la operación no podía dejar de fracasar.
----------De hecho, el principal representante de este neo-modernismo filo-protestante, Küng, fue condenado (por los santos papas Pablo VI y Juan Pablo II). Sin embargo, como ya lo he mencionado en otras notas, ocurrió un hecho desconcertante: que muchos de los colegas, seguidores y maestros, entre ellos por ejemplo Karl Rahner [1904-1984], han tenido fortuna en el interior de la Iglesia sin que de parte de la Iglesia misma, al menos hasta ahora, se hayan dado significativas o eficaces intervenciones encaminadas a corregir también esta operación, que sustancialmente no difiere de aquellas pasadas, por no decir que es aún peor.
----------Una explicación de tal lamentable situación tal vez pueda ser dada por una mala interpretación de las directivas del Concilio, el cual, como se sabe, fue convocado con el objetivo prevalente de ofrecer al mundo una doctrina constructiva y positiva, moderando las condenas. Pero moderar no debería ser entendido como suprimir del todo. Ya he dedicado una nota, días atrás, acerca de la necesidad retomar al respecto la terminología exacta de las condenas: "modernismo", "herejía", "cisma"... 
----------El caso fue que, en este punto, los neo-modernistas (los así llamados "progresistas"), aprovecharon la oportunidad para sentirse exonerados de refutar los errores de Lutero y, de hecho, para sentirse autorizados a llamar verdadero lo que es falso y ortodoxo lo que es herético.
----------Fr Tomas Tyn, a quien he mencionado como ejemplo de correcta postura, dando muestras de una profunda y exacta lectura del momento histórico que estaba viviendo, comprendió la urgencia de construir una teología ecuménica que reconociera ciertamente "lo que une", como decía san Juan XXIII, pero sin olvidar que al fin de cuentas Lutero es un hereje. Por esto, Tyn inició su actividad como teólogo con una voluminosa tesis de licencia en teología de 340 páginas (en latín, como todavía se estilaba entonces), defendida en 1976 en el Estudio Teológico Académico Boloñés, y titulada: "De gratia divina et iustificatione. Oppositio inter theologiam S.Thomae et Lutheri", en la que no dice nada particularmente nuevo sobre cuanto ya se sabía de Lutero, pero cuyo mérito fue mostrar, sobre la base de una óptima preparación teológica fundada en la doctrina de santo Tomás de Aquino, cómo en realidad, la pretendida concordancia entre el Aquinate y Lutero, aunque sostenida con abundancia de argumentos por el antes mencionado Otto Pesch, no tenía fundamento. No era aquel el modo de llevar a cabo el ecumenismo impulsado por el Concilio.
----------Es lamentable que este claro reclamo del padre Tyn haya sido poco escuchado en gran parte de la praxis ecuménica que se ha desarrollado en estas últimas décadas, contraviniendo por otra parte el mismo documento conciliar dedicado al ecumenismo, la Unitatis redintegratio, donde se afirma explícitamente que el propósito último del ecumenismo es obtener, con la ayuda de Dios, que los hermanos separados entren en la Iglesia católica. Vale decir, no el simple diálogo, sino lo que alguna vez se llamaba "conversión".
----------Y para lograr este objetivo no basta evidentemente con destacar los puntos de contacto, sino que es necesario continuar, aunque con mayor respeto y caridad que en el pasado, mostrando a los "hermanos separados" sus errores, con la esperanza de que quieran rechazarlos. En cambio, lamentablemente, ha ocurrido en muchos casos que no solo algunos católicos no han cumplido esta obra de caridad, sino que han continuado llamándose católicos, pero de hecho habiéndose casi convertido en protestantes.
----------Los católicos necesitamos recuperar aquella tradicional capacidad que han tenido tantos de nuestros Santos, como san Juan Nepomuceno, san Pedro Canisio, san Francisco Javier, o san Francisco de Sales, para conducir, con respeto y caridad, a los hermanos protestantes a corregirse de sus propios errores y entrar en la Iglesia Católica. Hasta que, con la ayuda del Espíritu Santo, no podamos reanudar esta obra de gran caridad, todos nuestros esfuerzos y todas nuestras oraciones al Espíritu Santo no tendrán sentido, porque Dios los juzgará insinceros. La máquina del ecumenismo girará sin sentido como las ruedas de un automóvil sin cadenas sobre el hielo de la ruta 7, de Mendoza a Chile.

2 comentarios:

  1. El giro antropológico cartesiano está bien señalado en esta nota. Pero no todos advierten su importancia para el desarrollo histórico posterior del pensamiento cristiano, y el modo como los católicos asumieron (o no asumieron) los aspectos positivos de la modernidad.
    Padre Filemón, aunque se trate de un desarrollo filosófico, o de historia de la filosofía, haría bien en explicar más en detalle estas cosas, aunque no sea quizás del agrado de todos los lectores.

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  2. Ross: Tienes razón, pero ya he escrito algo sobre ese tema puntual. Tengo unos viejos apuntes sobre la cuestión, parte de los cuales volví a publicar en una nota de hace algunos meses atrás, bajo el título: "René Descartes, frente a Aristóteles. Comparación".

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