sábado, 24 de octubre de 2020

¿Tiene el Papa el deber de arrepentirse públicamente?

A continuación, una rápida reflexión acerca de la última "noticia" ventilada estos días con relación al papa Francisco, aunque tratando de levantar la puntería hacia cuestiones algo más serias. 

----------Los buenos católicos saben (también por amargas experiencias vividas durante el presente pontificado) que para poder escuchar y discernir la voz del Sucesor de Pedro en nuestros tiempos, deben recurrir ante todo a formales documentos pontificios como las encíclicas o las cartas apostólicas, o bien a aquellas ocasiones en las que el Romano Pontífice tiene la intención de explicar la Palabra de Dios, ocasiones que suelen hallarse, por ejemplo, en sus homilías, o en sus catequesis de los miércoles, o en sus breves mensajes de los domingos al mediodía italiano antes de rezar el Angelus. Aquellas amargas experiencias a las que me refiero sugieren a los buenos católicos que no siempre ni frecuentemente encontrarán la voz de Pedro en otras ocasiones, como las entrevistas periodísticas, o los diálogos informales del papa Bergoglio, o sus llamados telefónicos o esquelas personales, o sus improvisaciones; y mucho menos encontrarán la voz de Pedro en un documental en que a todas luces sus palabras son manipuladas para servir a intereses anti-católicos.
----------De modo que con esta nota no voy a sumarme al cotilleo sobre fantasías, basado en prejuicios y falsa información, y mucho menos a la manipulación que de la noticia agitada en estos días vienen haciendo los dos partidos en pugna, el de los modernistas, ensalzando al Papa por haber dicho lo que no dijo, y el de los pasadistas, insultando y burlándose del Papa, también por haber dicho lo que no dijo, e incluso reclamándole, algunos, que se arrepienta públicamente, como le reclamó un par de días atrás un obispo auxiliar kazakho, que en una carta pública ha escrito entre otras cosas: "Todos los católicos (...) lloren y clamen a Dios para que (...) el Papa Francisco pueda convertirse y retractarse formalmente de su aprobación a las uniones civiles del mismo sexo, a fin de confirmar a sus hermanos, como el Señor le ha mandado".
----------Sin embargo, esto último me da pie para tratar una cuestión algo más seria, que puede sernos de utilidad para asumir la cotidiana tarea de mantenernos unidos, como buenos católicos, a la Cátedra de Pedro, distinguiendo lo que haya que distinguir, y sin ser tentados por la propaganda ideológica de los dos bandos en pugna, el de los modernistas (falsos progresistas, porque existe un progresismo legítimo), y el de la amplia galaxia de los pasadistas (lefebvrianos, filo-lefebvrianos, minutellianos, sedevacantistas, y falsos tradicionalistas, porque existe un tradicionalismo legítimo). La cuestión teológica a la que me refiero puede resumirse en la pregunta: ¿Puede un Papa tener el deber de arrepentirse públicamente?
   
Todos tenemos que convertirnos
   
----------Ante todo, digamos que los buenos católicos que tratan de escuchar y prestar atención al papa Francisco en aquellas ocasiones en la que se lo descubre como Maestro de la Fe, saben que él siempre insiste mucho sobre el hecho de que los discípulos de Cristo sienten el peso de la fragilidad humana consecuente al pecado original como todos los hombres, pero que ellos, unidos entre sí en la caridad por un vínculo común de hermandad dependiente del hecho de ser todos hermanos, hijos en Cristo del Padre celestial, tienen por gracia la posibilidad y el deber de perdonarse recíprocamente de sus propios pecados. Es la enseñanza que borda el Evangelio y todo el Nuevo Testamento de principio a fin, y de la cual tenemos un ejemplo en aquella frase de san Pablo en su carta a los Efesios: "Sed más bien amables unos para con otros, misericordiosos, y perdonaos con amor los unos a los otros, como Dios os ha perdonado en Cristo" (Ef 4,32). 
----------Ahora bien, en esta comunidad de todos hermanos, fratelli tutti, que es la Iglesia, hay uno de ellos, hermano entre los hermanos, marcado como todos por las consecuencias del pecado original, y pecador como los demás, pero rescatado como todos por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que ha sido encargado, solamente él, por Cristo, como bien sabemos, para cumplir dos oficios: apacentar su rebaño y confirmarlo en la fe. Es el Sucesor de Pedro, que hoy es Jorge Mario Bergoglio, papa Francisco.
----------Por lo tanto, el Romano Pontífice está llamado, él de modo eminente, a anunciar el plan de misericordia del Padre, plan actuado en Jesucristo y en el Espíritu Santo, plan de misericordia por el cual, teniendo todos la posibilidad de ser perdonados por Dios de nuestros pecados, estamos llamados a nuestra vez a confesar nuestros pecados y a perdonarnos los unos a los otros.
   
Gracia magisterial y gracia pastoral
   
----------Investido como sucesor de Pedro de este oficio doctrinal, para llevar a cabo dignamente el cual posee del Espíritu Santo un don de infalibilidad (gracia magisterial), el Papa, a fin de hacer más autorizada, persuasiva y creíble la propia predicación, para edificar y guiar eficazmente la Iglesia hacia el reino de Dios y salvar su propia alma, está obligado a poner en práctica él el primero lo que predica y a dar ejemplo, poseyendo a tal fin una especial gracia de estado (gracia pastoral), la cual, sin embargo, no lo convierte en impecable, sino que él siempre la puede rechazar con el pecado y recuperarla con arrepentimiento y enmienda.
----------Está claro que la enseñanza doctrinal del Papa debe ser aceptada de todos modos, porque él es el Sucesor de Pedro; por lo cual aquella enseñanza es válida en sí misma y no deriva su verdad del hecho de que el Papa la ponga en práctica, como creían John Wycliff [1320-1384] y Jan Hus [1369-1415]. Por ello, es necesario aceptar las enseñanzas morales del Papa como una interpretación de la Palabra de Dios, independientemente del hecho de que el Papa las ponga o no las ponga en práctica.
----------Por esta razón, si repasamos con la memoria algunos momentos puntuales en la historia de la Iglesia, los buenos católicos estaban obligados a aceptar las enseñanzas sobre la mansedumbre, aunque les vinieran de un Bonifacio VIII [1294-1303], o aquellas enseñanzas sobre el espíritu de paz, aunque vinieran de un Julio II [1503-1513], o aquellas sobre la castidad, aunque se las expresara un Alejandro VI [1492-1503], o aquellas sobre la sobriedad, aunque provinieran de un León X [1513-1521], o aquellas enseñanzas sobre el desprendimiento del poder, aunque vinieran de un Clemente VII [1523-1534]. Sin embargo, es evidente cuánto mayor atractivo y cuanta más autoridad tienen tales enseñanzas, si provienen de la boca de un Papa santo, o de un Papa al menos coherente con aquello que él enseña y manda a los demás.
----------Por tanto, es evidente que un Papa puede pecar. Por eso también él, como todo pecador, cuando peca, tiene el deber de arrepentirse. Naturalmente, tal deber concierne ante todo a su consciencia, a su intimidad delante de Dios, el foro interno del sacramento de la Confesión, por el cual el Papa, como todo cristiano, está obligado a arrepentirse y purificarse de los pecados ocultos, que sólo él y su confesor conocen.
----------Pero cuando se trata de un pecado externo y conocido por los demás, sobre todo si es grave, con un reflejo social, de modo que afecte a la Iglesia o a una porción de la Iglesia, parece que, al menos en principio, es necesario que él se arrepienta y que remedie públicamente el mal hecho, porque de lo contrario daría escándalo o un mal ejemplo frente a toda la Iglesia, que podría sentirse inducida a imitarlo.
   
Arrepentimiento privado y arrepentimiento público de un Papa
   
----------Sin embargo, el arrepentimiento público de un Papa es una cuestión muy delicada y compleja, muy diferente de cómo van las cosas en la comunidad de fieles. Porque hay que reconocer que las dificultades para un eventual arrepentimiento público de un Papa se suman y superponen: dificultad para disponer de adecuados criterios de investigación y de juicio sobre la supuesta culpa (juzgar a un Papa no es como juzgar a un fiel cualquiera) y, por tanto, juzgar sobre la cosa que exactamente ha hecho, o no ha hecho, o si verdaderamente ha pecado o no, y cuánto, y por qué; si ha sido o no ha sido de buena fe; si es o no es excusable. Y luego está la dificultad de las fuentes de información. ¿Son noticias ciertas y probadas o son fake-news, falsas noticias, o maliciosas, o manipulaciones, o malentendidos?
----------Por lo demás, la experiencia nos indica que especialmente en los casos de personas públicas como un Papa, ciertas cuestiones se aclaran, si es que se aclaran, solo con el tiempo, con el sereno y detenido examen de muchos elementos y testimonios, y después de la muerte del Papa incriminado. Sobre el momento en que el hecho sucede, por lo general, se forman dos partidos: el de los inocentistas y el de los culpabilistas. Y en medio de la tormenta no es fácil saber quién tiene razón.
----------En el caso del Papa presente, lamentablemente, la situación está muy agitada, no sólo ahora y por el caso puntual de estos días (fruto sólo de una manipulación) sino desde hace tiempo (particularmente desde el caso Viganò, en 2018), y se desatan las pasiones, las almas son obstinadas y exacerbadas y falta el diálogo entre las partes, por lo cual se enturbia el juicio y es muy difícil saber dónde está la verdad, distinguir las noticias verdaderas de las que son noticias falsas, distinguir sinceridad de calumnia, distinguir información de difamación. Y aquí se oponen entre sí acérrimamente dos partidos, "el uno armado contra el otro", entrambos miopes y facciosos: los dos partidos ya mencionados, que hoy combaten dañando el cuerpo eclesial, el de los modernistas (los así llamados "progresistas", en realidad pseudo-progresistas), fanáticos exaltadores y aduladores; y el otro el de los pasadistas (los así llamados "tradicionalistas", en realidad pseudo-tradicionalistas) rencorosos, resentidos, arrogantes y despiadados.
   
Una cuestión muy difícil: el caso Viganò
   
----------Así las cosas acerca de un arrepentimiento público del Papa por ciertos escándalos, se entiende lo delicada que es la cuestión. Para entender esto, puede bastar recordar el hecho que en la historia de los Papas no se han registrado nunca gestos de arrepentimiento público por pecados específicos, ni siquiera en los Papas santos y más humildes, sino a lo sumo gestos de genérica penitencia en períodos litúrgicos penitenciales, como por ejemplo la imposición de las cenizas al inicio de la Cuaresma.
----------Según Karl Rahner [1904-1984], el papa san Pablo VI [1963-1978] habría debido reconocer ante toda la Iglesia el haberse equivocado al prohibir los anticonceptivos en la encíclica Humanae vitae, en 1968. Aquella del megalómano teólogo neo-modernista fue una petición absolutamente ilegítima, porque un Papa no puede equivocarse cuando propone en una encíclica una doctrina moral. Rahner debió ser castigado.
----------Mons. Carlo Maria Viganò [1941-....], en cambio, pedía mucho menos en su memorandum de 2018 (y aclaro que sólo me estoy refiriendo aquí al Viganò de aquel momento, no al de sus actuales desequilibrios). Entiendo que aquella vez su petición, en principio, era legítima, porque no pedía del Papa una corrección doctrinal, sino moral: encubrimiento de la corrupción sexual en el clero y favorecimiento de ella por parte de Obispos y Cardenales, aunque es cierto que al mencionar también los nombres de tres Cardenales Secretarios de Estado, Viganò ciertamente no intentaba culpar de toda la enorme realidad del escándalo solo al papa Francisco. Por otra parte, no desconozco que también en aquella declaración, Viganò exhibía ya algunas señales que hacían prever sus actuales desequilibrios, como el reclamar la abdicación papal.
----------Sin embargo, la cuestión sigue abierta: ¿Cómo prueba mons. Viganò sus acusaciones? Y si son ciertas, ¿debería el Papa pedir perdón a la Iglesia? ¿Ha mentido el Papa sobre el asunto McCarrick? ¿Cómo podría repararlo? ¿Podría ser censurado? ¿Está bien hacer silencio? Sobre todas estas gravísimas cuestiones, que requieren un amplísimo y prudentísimo tratamiento, aquí sólo daré una breve, modesta e hipotética respuesta.
   
La posibilidad de un arrepentimiento público del Papa
   
----------Ante todo, es necesario precisar que no se trataría aquí de ubicarse en el plano judicial y de someter al Papa a juicio, para obligarlo a declararse culpable y someterlo a una sanción penal. Se sabe (y el Código Canónico lo dice expresamente) que el Papa no puede ser juzgado. Pero se trataría de situarse en el plano del Evangelio, aplicando el principio de la corrección fraterna, de modo similar a como san Pablo corrigió a san Pedro o santa Catalina de Siena corrigió al papa Urbano VI.
----------Si un padre, después de haber traicionado a su esposa, se arrepiente, y siendo por ella perdonado, pide perdón a su esposa frente a toda la familia reunida, ¿no es algo bello y noble? ¿Quién no perdonaría a un padre así? Pero si, habiendo cometido adulterio, se niega a responder a los familiares que le piden cuenta de lo que hizo, ¿cómo lo juzgarían ellos? Si un gerente de empresa, acusado de hurto en daño de los dependientes, se arrepintiera restituyendo los bienes robados, y habiéndolos reunido, les pidiera perdón, ¿tal vez lo reintegrarían en su puesto? Y si se quedaba con el dinero, ¿cómo habría sido juzgado?
----------La autoridad que pide perdón a sus súbditos por una culpa cometida, indudablemente aumenta su prestigio, se hace amar, más que temer, los súbditos lo estiman más y se vuelven más fieles a él. En cambio, el Superior que quiere encubrir sus culpas y por orgullo no las reconoce, pierde la confianza de sus súbditos, se vuelve odioso y es mal soportado, mal tolerado, salvo que recurran a la lisonja y la adulación para obtener favores, que en tal caso serían deshonestos.
----------Pero retomemos la pregunta ya planteada: ¿en qué campo un Papa puede y debe arrepentirse? Como bien sabemos, no como doctor de la fe, porque en este campo, cuando actúa como Maestro de la Fe, es infalible. Por lo tanto, no puede pecar en la fe. Por lo tanto, no puede inducirnos a pecar contra la fe. En cambio, puede pecar en todas las demás virtudes. Y puede inducirnos a pecar contra ellas.
----------Intentemos, estimados lectores, pensar sobre todo en un pecado o en un crimen que cause un daño evidente a la Iglesia, una negligencia, una injusticia, una acción imprudente, por ejemplo: el no castigar a los criminales, una reticencia dañina, un lenguaje ambiguo o doble (que podría ser el caso más usual en el actual pontificado), un exceso de ira, un juicio faccioso, un abuso de autoridad, un acto de impiedad, una avidez de poder, un favorecimiento del vicio, una acepción de personas, una mentira, un acto de vileza o cobardía, un favoritismo, un acto de orgullo, una conducta que lleve a despreciar las virtudes y a amar el vicio. En tales casos, el Romano Pontífice debería reconocer el haber pecado, y repararlo, es decir, arrepentirse de él, pedir perdón a Dios y a los que ha ofendido, hacer penitencia y repararlo.
----------Es necesario, por otra parte, comprender las causas de la culpa. Aquel memorial de mons. Viganò en 2018, nos daba un cuadro impresionante, casi increíble, pero corroborado por una avalancha de otros hechos, de la difusión de la lujuria en el clero en sus formas más abyectas, como las de la pedofilia y la sodomía. Al menos la tradicional fornicación y el antiguo concubinato respetan la relación natural hombre-mujer. Pero aquí estamos en el vértice de la idolatría del placer sexual corrupto, no sólo en lo que respecta a la sana razón, sino en lo que respecta al mismo instinto animal y a su normalidad biológica.
----------¿Y cuál es la actitud del Papa respecto a este cuadro impresionante mostrado por aquel documento de mons. Viganò? El Papa no parece preocuparse lo bastante de mantener a distancia o de alejar de sí a estos personajes perversos, sino que se diría que entre ellos se siente perfectamente a su gusto, que los atrae hacia sí y casi que los colecciona. ¿Qué hay detrás de toda esta inmundicia, que incluso roza el trono de Pedro? ¿Cómo es que este cáncer ha invadido la Iglesia? ¿De qué depende?
----------Se trata evidentemente de la invasión de fuerzas destructivas, que afectan a la Iglesia no sólo en su dimensión sobrenatural y espiritual, sino en su base humana e incluso biológica. Por lo tanto, no una simple desacralización o secularización de la Iglesia, según el proyecto modernista, sino una verdadera y propia destrucción física de la Iglesia, en cuanto compuesta de seres humanos entendidos como entidades biológicas. La dimensión preternatural de este báratro me parece obvia.
----------He querido retomar el "caso Viganò 2018" como ejemplificativo respecto a la cuestión planteada en el título: ¿Tiene el Papa el deber de arrepentirse públicamente? El caso Viganò es un caso respecto al cual las noticias de estos días acerca de la manipulación que se ha hecho de las palabras del Papa, en un documental presentado en un festival de cine, quedan reducidas a sólo anecdóticas. Sin embargo, no desconozco que el propio papa Francisco, con su lenguaje plagado de ambigüedades, agravado por su incontinencia verbal privada de toda "estructuración teológica", como hace algunos años dijo el cardenal Müller, no carece de toda culpa en que sea manipulado de este modo, y en causar inevitable escándalo en el pueblo fiel.
----------En definitiva, mi opinión es que para que la Iglesia salga del abismo de perdición en que se encuentra, y que Viganò denunciaba en 2018, es necesario que el papa Francisco, como dicen los romanos, "si dia una mossa", haga un movimiento, es decir, reavive en sí y en el seno de la Iglesia el carisma de Pedro, en modo tal que toda la Iglesia, ofuscada por el pecado, iluminada por el Sucesor de Pedro, y purificada por su servicio de portero o custodio, reencuentre el acceso al reino de los cielos.

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