sábado, 10 de octubre de 2020

¿Qué pensar acerca del teclado del papa Francisco?

Hablemos hoy de otros tipos de documentos pontificios, además de las Cartas Encíclicas, las Constituciones y las Exhortaciones Apostólicas, y finalicemos esta exposición refiriéndonos a los tres grados de autoridad de las doctrinas pontificias y la cuestión del modo como la conducta moral de un Papa puede o no influir o condicionar su enseñanza. Con todo esto, creo que podremos dar por finalizada nuestra serie de seis notitas acerca del significado de las expresiones Vicario de Cristo y Carta Encíclica.

----------Por lo demás, espero que al menos algunos de mis habituales lectores hayan tomado en serio la sincera sugerencia que les hice en el primero de mis artículos, seis días atrás, cuando aconsejé que, a falta de más tiempo para dedicar a la lectura íntegra de una Carta Encíclica tan extensa y en cierto modo farragosa, como Fratelli tutti, pero con la sincera necesidad de consciencia como católicos de querer hacerlo, podían quizás dedicar un día de la semana para cada uno de los ocho capítulos de los cuales está compuesta la encíclica, y no caer en la tentación de hacer juicios generales tras un simple vistazo general, haciendo zapping en varios de sus pasajes, sin en realidad leer y reflexionar con detenimiento sobre ninguno, de modo parecido a aquel pobre hombre aburrido que no sabe hacer con su vida más que apoltronarse ante la caja boba (TV u ordenador) cambiando con el control remoto los canales o los sitios webs, sin ver ni leer realmente ninguno. Una Carta Encíclica, sea quien sea el Papa que la haya escrito, merece algo más que eso.
   
Los tres grados de autoridad de las doctrinas pontificias
   
----------Para valorar el grado de autoridad de los documentos pontificios, es necesario verificar cual es el grado de autoridad del Magisterio en ellos contenido.
----------1°) Existe, en primer lugar, un grado máximo de autoridad del Magisterio, el de la definición dogmática, grado al cual ya me he referido. Después de éste, están los grados de autoridad inferior, según la ya mencionada Nota ilustrativa de la Congregación para la Doctrina de la Fe en apéndice a la Carta Apostólica de san Juan Pablo II Ad tuendam fidem. No está de más volver a insistir en la necesidad de tener bien presente en la memoria estos documentos magisteriales, para quedar a salvo de enojosas e inútiles discusiones sobre la infalibilidad del magisterio pontificio y conciliar. El Magisterio de la Iglesia ha aclarado suficientemente que la indefectibilidad en la verdad alcanza a los tres grados, no solamente al primero de ellos. El primer grado, recordemos, es el del denominado Magisterio extraordinario; el error contrario es la herejía.
----------2°) El primero de los dos grados de autoridad inferiores al de la definición dogmática, es el que toca doctrinas de fe o próximas a la fe o conexas con la fe, ya sea por motivos históricos o por motivos racionales: doctrinas no dogmáticamente definidas y, sin embargo, definitivas, irreformables y dogmáticamente definibles. El error contrario es el error próximo a la herejía o el error en la doctrina católica.
----------Este Magisterio pontificio de segundo nivel se refiere a verdades que, si bien no son verdades explícitamente definidas, están sin embargo o implícitas en la verdad de fe definida o en el dato revelado, y valores humanos conexos con ellas, tanto que en el futuro la Iglesia podría elevarlas a dogmas. Es el campo del llamado Magisterio ordinario, es decir cotidiano, propio del Papa y de los Obispos esparcidos por el mundo. Se trata de comentarios a la Sagrada Escritura, o a los dogmas ya definidos, doctrinas tradicionales o patrísticas o de santos o teológicamente ciertas, como por ejemplo las de Santo Tomás de Aquino.
----------Por supuesto, este segundo nivel del Magisterio ordinario, puede también contener opiniones personales discutibles del Papa, que habrá que discernir debidamente. Si bien en este segundo nivel magisterial el Papa no pretende definir ni proclamar ningún dogma, sin embargo no se puede sostener que pueda estar equivocado en la doctrina de la fe y que por lo tanto pueda engañarnos en ella, incluso si el lenguaje a veces puede ser imperfecto, impropio, equívoco o ambiguo. Por lo tanto, y siempre en lo referente a contenidos de doctrina de fe de este magisterio ordinario, es necesario interpretarlos in bonam partem.
----------Según la Carta Ad tuendam fidem, mientras las verdades definidas ex cathedra del primer nivel deben ser creídas con fe divina, las del segundo nivel, en cambio, aunque también sean infalibles, deben ser creídas con fe eclesiástica, es decir, con fe en la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio de la Iglesia.
----------3°) El Magisterio de tercer grado, que la Carta Ad tuendam fidem llama Magisterio auténtico, puede abarcar tanto materia de fe como de moral, derecho o pastoral. Aquí la Iglesia nos enseña siempre la verdad de la Palabra de Dios, pero no especifica si, ni dónde, ni cuándo, se trata o no se trata de verdad de fe o de un dato virtualmente revelado o conexo con la fe. Debemos descubrirlo nosotros mismos con una atenta exégesis de los textos, separando lo que es indiscutible de lo que puede ser discutido, criticado o refutado, lo que evidentemente no toca a la doctrina, sino a la praxis o la pastoral. Los errores contrarios en este nivel son denominados con varios apelativos: error, proposición escandalosa, temeraria, peligrosa, que no debe enseñarse, malsonante, ofensiva para los piadosos oídos.
   
La conducta moral de un Papa no condiciona la doctrina, pero condiciona su pastoral
   
----------Existe, por otra parte, una relación entre el Magisterio de un Papa y la conducta moral de ese mismo Papa. Ahora bien, lo primero que debe decirse es que en su oficio de Maestro de la Fe, es decir, cuando enseña la Palabra de Dios (Escritura y Tradición, depósito de la fe, ambas fuentes tal como han sido interpretadas por el Magisterio bimilenario de la Iglesia) el Papa se beneficia indefectiblemente y a todos los niveles de autoridad (los tres grados, explicados arriba) de la luz de la verdad que Nuestro Señor Jesucristo prometió a Pedro para confirmar a sus hermanos en la verdad. Se trata de la gracia pontificia magisterial, que hace infalible al Papa al enseñar la Fe (repito en todos los tres mencionados grados de su autoridad magisterial). El Espíritu del Señor es indefectible en su asistencia al Romano Pontífice al cumplir su misión de creer y enseñar la Palabra de Dios ("confirma fratres tuos").
----------En cambio, en lo que respecta a la rectitud de su conducta moral personal, con particular referencia a su misión de gobernar la Iglesia ("pasce oves meas"), el Papa dispone por cierto de un socorro especial del Espíritu Santo, una gracia de estado, al igual que en su misión de enseñar, y aquí la llamamos gracia pontificia pastoral; pero, a diferencia del carisma doctrinal petrino, es decir, a diferencia de la gracia pontificia magisterial, que es siempre eficaz, siendo su estado el del Adán pecador como todos nosotros, excluyendo la Virgen (por haber sido concebida sin pecado original), tiene siempre la posibilidad de sustraerse a este divino impulso y de ceder o asentir a su propia fragilidad humana.
----------Por consiguiente, lo que acabo de recordar tiene importantes consecuencias en el modo de recibir los documentos pontificios, incluso los de máximo nivel, como una Carta Encíclica, y de valorar cuál es su contenido vinculante y cuál no. Sucede, o puede suceder que, mientras los documentos doctrinales pontificios, cuya verdad está garantizada por el Espíritu Santo, nos iluminan infaliblemente a todos los niveles  (los tres grados que arriba hemos visto), también aunque más no fuese un tweet, la Palabra del Señor, y nos indican con seguridad la meta celestial a alcanzar, guiándonos, en principio, con certeza sobre el camino a seguir para salvarnos, en cambio, los documentos pastorales, incluso al máximo nivel, como aplicación particular, contingente, detallada, contextualizada a tiempos y lugares, y concreta de los dogmas morales, no siempre están marcados por la impronta de una auténtica justicia, prudencia y sabiduría, en cuanto pueden resentirse negativamente por los defectos morales de su autor, un determinado Papa.
----------Por lo cual, por ejemplo, si un determinado Papa, cualquiera sea ese Papa, es autoritario en su temperamento, toda su vida anterior ha sido autoritario y lo sigue siendo tras su elección como Papa, entonces su magisterio tendrá un tono autoritario; los documentos de su magisterio se resentirán de su autoritarismo. Si un Papa, cualquiera sea ese Papa, es demasiado indulgente, lo ha sido toda su vida anterior y sigue siendo indulgente siendo Papa, entonces caerá en una falsa misericordia, se inclinará a un misericordismo ajeno a la Misericordia que hace pareja con la Justicia de Dios, misericordia y justicia divinas de las que el Papa es Vicario. Si un Papa, cualquiera sea ese Papa, se ha inclinado toda su vida a un partido eclesial más que a otro, por ejemplo ha sido de tendencia progresista, o bien ha sido de tendencia conservadora, se resentirá también como Papa de esta parcialidad. Si ese Papa es negligente en la vigilancia, dejará pasar herejías perniciosas. Si es poco leal y honesto en el hablar, dejará que existan en su lenguaje y expresiones, ambigüedades, duplicidades, subterfugios, malentendidos, equívocos e instrumentalizaciones. En definitiva, un Papa (siendo su magisterio de todos modos infalible al enseñar la Palabra del Señor) en su pastoral, en cambio, se resentirá negativamente de los defectos morales de su autor. Su doctrina permanece recta, su pastoral es defectuosa.
----------De modo similar, si un Papa presta poca atención a la santificación de las almas, su predicación, por temor a la "abstracción", permanecerá a ras del suelo, en lugar de estimular a las almas a desear las "cosas de arriba" (Col 3,1). Si insiste demasiado sobre lo concreto, sobre la diversidad y sobre el pluralismo, y descuida los valores universales y perennes, considerándolos como "rígidas abstracciones" o "legalismo", acabará por favorecer el relativismo, las contradicciones sociales y los conflictos intra-eclesiales.
   
¿Qué pensar acerca del teclado del papa Francisco?
   
----------Vengamos ahora a concretar toda la teoría que he tratado de resumir en estas notas, al caso particular del actual pontificado, el que lleva desarrollando desde hace más de siete años el papa Francisco; y tratemos de responder, aunque al menos sea de un modo inicial, a la pregunta formulada en el título de la presente nota: ¿Qué pensar acerca del teclado del papa Francisco?
----------El magisterio del papa Francisco se ha ejercido hasta ahora en una multiplicidad de grados de autoridad, que van desde el grado de la Constitución Apostólica y de la Carta Encíclica, descendiendo por muchos grados, hasta los inferiores, como es el caso de los originales, brevísimos y modestísimos (aunque eficaces) mensajes online, llamados tweets, que significa "gorjeo", que en mi opinión son una especie de renacimiento del estilo de los llamados "apotegmas", es decir, los dichos de los Padres del Desierto. Además de los grados ya citados en notas anteriores, destacamos los siguientes:
----------Homilía, Catequesis y Audiencia General. En estos tres casos el Papa casi nunca pasa por alto comentar específicamente la Palabra de Dios, por lo cual cumple su misión de ser Maestro de la Fe ("confirma fratres tuos"), y por lo cual se hace necesario prestar mucha atención. Es cierto que también aquí habrá que practicar discernimiento (por lo arriba dicho acerca de los eventuales defectos de pastoral) pero en estas ocasiones, por su propia finalidad, encontramos siempre alimento espiritual, aún cuando cada tanto alguna frase ambigua pueda dejarnos perplejos, y necesitemos analizarla, explicarla...
----------Motu proprio. Son disposiciones o directivas prácticas o jurídicas, de carácter contingente, que el Papa toma, como dice la expresión, motu proprio, por iniciativa y decisión puramente personal, sobre aspectos particulares y limitados de la organización jurídica o litúrgica de la Iglesia. La experiencia nos indica que es muy posible que estos documentos puedan, en ocasiones, carecer de la debida prudencia, eficacia, previsión, sabiduría, competencia y oportunidad. Y habrá que discernirlo.
----------Discursos. Son exhortaciones pastorales dirigidas a diversas clases de interlocutores: organismos y funcionarios de la Santa Sede, o familias religiosas, o asociaciones de religiosos y de laicos, o grupos de variado género, o congresistas, o representantes de la Iglesia o de la sociedad civil, o visitantes, o motivados por aniversarios, celebraciones, congresos, y conmemoraciones. Por supuesto, es bien posible que estos discursos, muchas veces realizados de modo coloquial, y frecuentemente dejando de lado el texto preparado y recurriendo a la improvisación, puedan carecer de prudencia pastoral, sentido de las circunstancias, adecuada información, suficiente atención y sensibilidad a las situaciones y necesidades.
----------Encuentros ecuménicos. Creo que debemos considerar la obra del ecumenismo, fundada en el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, tan necesaria en nuestros tiempos como la mismísima obra de la evangelización. Sin embargo, la rueda del ecumenismo hoy parece haberse atascado, empantanado, y estar girando inconteniblemente, descontroladamente, lo mismo también que la rueda sin cadenas de un coche sobre el hielo de la Ruta 7 viajando de Mendoza a Chile. Hay que detener la rueda. Debemos poner freno cuanto antes a la sangría de católicos que permanecen solo sedicentes católicos, católicos sólo de nombre, pero que en realidad se vuelven protestantes, y protestantes que no quieren saber nada de convertirse en católicos.
----------Por lo tanto, es necesario, como espera el propio Concilio Vaticano II (Unitatis redintegratio, n.3), que el Papa, debidamente ayudado por buenos colaboradores, con espíritu de iniciativa y de sacrificio, sin respetos humanos y dejándose iluminar por el Espíritu Santo, encuentre el modo o las vías para estimular y ayudar a los hermanos separados a dar algunos pasos hacia la plena comunión con la Iglesia Romana. Quizás este modo de comunicación, de los encuentros ecuménicos, sea de los que más haya que corregir.
----------Acuerdos y Declaraciones conjuntos. Me refiero aquí, por ejemplo, a la declaración conjunta de Abu Dhabi, a los acuerdos con determinados Estados, como por ejemplo China, o los acuerdos sobre materias concretas, como la Educación o la Economía, tal como habían sido programados con anterioridad a la actual pandemia, y que el confinamiento ha postergado para mejores tiempos. Quizás se trate de una postura demasiado optimista de parte del papa Francisco, similar a los defectuosos optimismos pastorales que se notan en los propios documentos del Concilio Vaticano II cuando se refieren al diálogo con el mundo. ¿Cuánto hay que confiarle a este diálogo? ¿Cuánto hay que confiar de estos acuerdos y declaraciones conjuntos? Por ejemplo... ¿China se abre al cristianismo o quiere dominar a la Iglesia? Son preguntas acuciantes, preocupantes, y hasta dramáticamente vividas por muchos católicos implicados en estos temas.
----------Mensajes. Este modo de expresión del magisterio pontificio está frecuentemente destinado a la comunicación del Papa con el mundo, con los ámbitos seculares. ¿Puede suceder que frecuentemente se tenga la impresión de que son mensajes demasiado humanos? ¿Poca impronta cristiana? ¿Humanismo ambiguo?...
----------Entrevistas. Los reportajes y entrevistas se han inaugurado en los recientes pontificados como forma de expresión del Sumo Pontífice. A nadie se le escapa que en las entrevistas podemos encontrar de todo, y estar necesitados de discernirlo todo. Particularmente el papa Francisco se ha mostrado muy pródigo en este tipo de comunicación, también y sobre todo durante la pandemia que todavía se prolonga. ¿Qué decir de aquellas alabanzas a Lutero? ¿Y de las barbaridades tomadas de las declaraciones de Scalfari?...
   
Valor salvífico del carisma petrino en un Papa deficiente
   
----------El secreto para tener la actitud correcta hacia el papa Francisco (y también hacia cualquier Papa) y saber valorar su obra, reside en saber combinar con sabiduría su frágil humanidad con la infalibilidad del carisma petrino, reconociendo objetivamente a la vez la una y la otra, sin tener temor por la aparente contradicción, sino más bien comprendiendo el valor salvífico de su paradójica conjunción. Y esto que digo me parece importante. Porque en cierto modo, el carisma petrino aparece más en su sobrenaturalidad en un Papa deficiente, incompleto, imperfecto, que en un Papa santo, porque frente a esa santidad, podríamos ser llevados a pensar que ese carisma es el efecto de su santidad. En cambio, cuando vemos a un Papa que es humanamente menos apto para iluminarnos con la Palabra de Dios, es evidente que esa enseñanza que nos brinda como Maestro de la Fe, que un Papa siempre lo es, no es harina de su propio costal, no es obra suya, sino que proviene de Algo, mejor dicho, de Alguien, superior, que está más alto.
----------Se evitan así los dos extremismos, que consisten o bien en tomar como pretexto la debilidad del hombre para negar el carisma, como ha hecho Lutero y como hacen los ultra-tradicionalistas; o bien en reducir el carisma -pero incomprendido- a las cualidades humanas, verdaderas o presuntas, como hacen los modernistas, sedicentes "amigos del Papa", con la ridícula tesis del "Papa revolucionario" estilo '68. En suma: ver solo al hombre, sea fuerte o sea débil, olvidando el carisma; o bien ver solo el carisma, olvidando al hombre. En cualquier caso, se malinterpreta tanto el carisma como el hombre.
----------Naturalmente, todo Papa puede decir de sí mismo: "llevamos este tesoro en vasos de barro" (2 Co 4,7). Es precisamente la debilidad de lo humano lo que nos hace comprender que, si Pedro es infalible, como lo es siempre cuando nos confirma en la Fe, tal infalibilidad ciertamente no le puede venir de su pobre humanidad, sino que le viene de Dios. Y si lo humano nos escandaliza, recordemos lo divino, así como Cristo nos manda: "Bienaventurado aquel que no se escandalizare de mí" (Mt 11,6).

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