domingo, 25 de octubre de 2020

La Iglesia bajo ataque (1/2)

El barullo originado por la declaración que le armaron al Papa esta semana que ha pasado ha tenido algo bueno: ha vuelto a llamar la atención sobre el tema de la castidad y la homosexualidad entre cristianos.

----------A mediados de 2018, el memorial del ex nuncio en USA, mons. Carlo Maria Viganò, reveló lo que no todos conocían, o no al menos en las dimensiones en que se lo revelaba: una corrupción en el clero que iba más allá de la infidelidad a votos o promesas sacerdotales, y que alcanzaba inimaginables vértices de la idolatría del placer sexual corrupto, no sólo en lo que respecta a la sana razón, sino en lo relativo al mismo instinto animal y a su normalidad biológica, contradicción de básicas normas de ley natural. Quedaba así manifiesta la invasión de fuerzas destructivas, que afectan a la Iglesia no sólo en su dimensión sobrenatural y espiritual, sino en su base humana e incluso biológica. Por lo tanto, no se trata de una simple desacralización o secularización de la Iglesia, según el viejo proyecto modernista e incluso el presente neo-modernista, sino una verdadera y propia destrucción física de la Iglesia, en cuanto compuesta de seres humanos entendidos como entidades biológicas. La dimensión preternatural de este báratro me parece obvia.
   
Castidad y homosexualidad
   
----------No hace falta ser historiador especializado en el origen, crecimiento y desarrollo secular de la Iglesia Católica para tener, si no la plena certeza, al menos la fuerte presunción de que jamás, ni siquiera en los períodos de mayor corrupción clerical y laical, la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo haya sido probada en sus hijos tanto como lo es hoy en el campo de las cuestiones concernientes a la ética sexual y la castidad. Nunca antes el mundo había lanzado contra la Iglesia un ataque a la vez tan violento y sistemático, y al mismo tiempo tan sutil, tan solapado, en cuanto hábilmente enmascarado con pretextos engañosos y la fascinación de la belleza, para poder obtener así numerosos seguidores y partidarios en el interior de la misma Iglesia, incluidos teólogos moralistas, pastores, obispos y sacerdotes, educadores en escuelas y universidades católicas, formadores de laicos en asociaciones parroquiales, y de sacerdotes en seminarios. Este ataque hace palanca en un impulso o interés, al que ninguno de nosotros, salvo que uno sea un trozo de hielo, es insensible o se puede sustraer, porque es el instinto mismo del amor y de la vida: el instinto sexual.
----------Ya no se trata de atacar la moral católica y a los que día a día se esfuerzan por seguir la moral del Evangelio, con argumentos sacados de la vieja tesis luterana, según la cual la concupiscencia es invencible, por lo cual es inútil y, de hecho, dañoso para la salud psíquica luchar contra las tentaciones e intentar resistir las seducciones de la carne. Como sabemos, la tesis luterana dice que es mejor ceder tranquilamente, sabiendo que de todos modos Dios en su misericordia es comprensivo y perdona todo.
----------Con mayor razón, según Martín Lutero [1483-1546], el voto de castidad es imposible de cumplir, solo crea individuos hipócritas y presuntuosos, que quieren aparecer ante los demás lo que en realidad no son, además del hecho que según Lutero, propagar la especie es un sagrado deber de todos, mandado por Dios. Sin embargo, él sólo se refiere al capítulo 1 del Génesis ("sed fecundos y multiplicaos", 1,28) y no considera el capítulo 2, que no habla de procreación, sino sólo de amor ("serán una carne", 2,24).
----------La alarmante novedad de hoy, por el contrario, es una verdadera y propia campaña mediática, una colosal campaña global, favorecida por la técnica digital, con aplicaciones políticas y grandes beneficios económicos, dedicada a la exaltación y a la justificación del placer sexual como un fin en sí mismo, campaña conducida, cuando no prevalece la sugestión emotivista, con argumentos pseudo-científicos o pseudo-filósofos, en nombre de una falsa libertad, que pretende asignar al espíritu humano una creatividad sobre el sexo, que no le compete, para cambiar las reglas y diferencias sexuales naturales en nombre de un falso concepto de la diversidad sexual y en consecuencia de favorecer una falsa libertad de elección de la propia orientación sexual, con toda una serie de engañosos y dañinos sofismas, que tienen un único propósito y conducen a un único resultado: el de exaltar y difundir una libertad y felicidad sexual -significativo es el término gay-, que para la moral tradicional no es más que el vicio de la lujuria, o sea precisamente la frustración de la verdadera libertad y felicidad sexual, es decir, exactamente lo contrario de la castidad, entendida como verdadera y fecunda comunión entre hombre y mujer, mediante la moderación racional del instinto sexual natural, verdadera defensora de la felicidad sexual y realización de la dignidad humana.
----------Algo importante a tener en cuenta para comprender el sentido y la causa del moderno ataque de la idolatría del sexo a la Iglesia y también a la misma convivencia civil, es que el placer sexual puede ser escindido del ejercicio fisiológicamente normal de la sexualidad, que es la normal y natural unión entre el hombre y la mujer. El caso es que el placer sexual puede brotar de actos aberrantes, anormales o antinaturales, como la masturbación, la sodomía, el incesto, la pedofilia o la unión con cadáveres (necrofilia) o con animales (bestialidad). Pero aún admitiendo que no se trata de actos antinaturales o contra natura, sino del coito normal, el placer sexual puede brotar de actos fisiológicamente naturales pero moralmente ilícitos, como el adulterio, la prostitución, la fornicación, y las relaciones sexuales prematrimoniales.
----------Ahora bien, debemos decir con absoluta certeza, siguiendo una sana antropología, que el espíritu debe efectivamente controlar y dominar sobre el apetito sexual y no satisfacerlo en sus tendencias irracionales, desviadas o patológicas, distinguiendo por supuesto las funciones sexuales de las disfunciones, pero sin la pretensión de determinar formas y comportamientos sexuales distintos a los naturales, casi para agregarlos a ellos, como si las funciones sexuales naturales no fueran suficientes o que el hombre, como una especie de demiurgo o de mago, tuviera la facultad y la posibilidad de hacerlo.
----------Existe efectivamente en la ética sexual el momento de la elección, la elección de la pareja, la elección del modo concreto de vivir la propia unión, elecciones en el curso de la convivencia, opciones educativas, opciones económicas, laborales, políticas, amistades, culturales, sociales, eclesiales, etc.
----------Pero la elección, si quiere ser feliz y agradable a Dios, no puede ser hecha ignorando o sobrepasando el abanico de posibilidades preestablecidas, previstas o prefijadas por la naturaleza humana, que es lo que llamamos ley natural, que es expresión de la voluntad de Dios, Aquel que ha creado al hombre y a la mujer a Su semejanza y ha querido que fueran una sola carne.
----------Salir deliberada y obstinadamente del horizonte o de los límites de la sexualidad normal, ya sea por ignorancia, o autoconfianza, o arrogancia y presunción (el "orgullo gay"), ante lo que deberíamos avergonzarnos y deberíamos detenernos horrorizados, insultando la virtud de la castidad y a quienes la practican, atraídos por un ilusorio placer y por un amor egoísta, que no corresponden a lo que el corazón humano desea natural e íntimamente y para lo cual está hecho, es decir, ser hombre y mujer una sola carne en Dios, no es, como creen los sodomitas, jactándose, ser superhombres o ser progresistas, sino que significa ser vergonzosamente expulsados del paraíso terrenal, engañados por la serpiente, significa carecer de la luz de la razón y ser seducidos y oprimidos por la concupiscencia, esclavos de la carne y de las tristes consecuencias del pecado original, ciegos e insensibles a las cosas del espíritu y de Dios, miserablemente implicados en las trampas de la sensualidad y de la lujuria. ¡Otra que libertad! ¡Otra que felicidad! ¡Otra que amor! Necedad, soberbia, miseria, dureza de corazón, amargura, confusión de conciencia, desesperación y condenación final.
   
Mejor Lutero que ciertos moralistas "católicos"
   
----------Es un dato cierto que Martín Lutero, personalmente, se habrá desesperado de que en la vida presente podamos vencer la concupiscencia, y por ello rechazó el voto de castidad; seguramente habrá sido demasiado indulgente al excusar sus propios pecados carnales y los de los demás; probablemente habrá sido hipócrita al creer que uno puede estar a la vez tanto en gracia como en estado de pecado mortal. Sin embargo, fiel a la Sagrada Escritura como era (bachiller en estudios bíblicos en 1508, y doctor en Biblia en 1512), no soñó jamás, no digo justificar, pero ni siquiera tolerar el pecado de la sodomía, y nunca hizo de la lujuria una virtud, llegando al punto de alabar la misma Virginidad de Nuestra Señora.
----------Basándose siempre en el relato bíblico de la creación, Lutero percibe con total claridad y convicción que Dios ha creado dos sexos y solo dos sexos, con características y finalidades bien precisas y fijas: el varón y la mujer, sobre lo cual, aunque él era independiente en la interpretación de las Escrituras, tan claro es el texto bíblico, respondiendo además a la experiencia humana más elemental, que no le pasa ni siquiera por la antecámara del cerebro el hipotetizar, como hace el padre James Martin, que Dios podría autorizar la elección de otras "orientaciones sexuales", como legítimas alternativas a la pareja hombre-mujer, origen del matrimonio, en el cual Lutero creía firmemente y con gran respeto, como fundamento de la familia y célula de la sociedad y de la Iglesia, aunque no lo aceptase como sacramento, sino sólo a causa de una idea inadecuada del sacramento, en la que no veía el signo productor de la gracia que significaba, sino sólo el signo manifestativo de la gracia ya recibida. A modo de aclaración, añado aquí un pequeño ex cursus: Lutero no reconoce que el ministro del sacramento es causa instrumental de la gracia, cuya causa principal y primera es Dios, que se sirve del ministro. Según él, reconocer al ministro este poder, significaría hacer del sacramento una obra de magia. Pero esto es falso, porque en la magia el mago se arroga un poder divino que no tiene, mientras que en el cristianismo el ministro tiene un poder divino, pero conferido por Cristo.
----------El propio Lutero, como es bien sabido a través de los biógrafos de todas las tendencias, vivió una vida conyugal morigerada, normal, feliz, trabajadora y fecunda, como buen padre y buen marido, aunque obviamente el sacrilegio cometido debe ser severamente reprochado. Él y su esposa, la fiel Catalina, estaban convencidos de que estaban obedeciendo la voluntad de Dios: "creced y multiplicaos".
   
La confusión de lo diferente con lo ilícito
   
----------Digámoslo de modo claro y preciso, para que no queden dudas: la elección moral de fondo en el campo sexual es entre la castidad y la lujuria. La primera es la elección buena y virtuosa, merecedora del premio eterno; la segunda es la mala y viciosa, merecedora de la condenación eterna.
----------Al respecto, es necesario tener presente que la naturaleza humana, varón y mujer, tiene su propia estructura fija, determinada e inmutable, querida por el Creador. Ella precede y orienta el ejercicio de nuestra voluntad, la cual, por lo tanto, no tiene facultad de plasmarla o cambiarla, pero tiene el poder y el deber de realizar su potencialidad y sus tendencias de infinitos modos diferentes.
----------Ciertamente existe una legítima diversidad de elecciones sexuales, que sin embargo no debe suponer la confusión de lo diferente con lo patológico, con lo anormal o con lo ilícito, sino que es legítima en la medida en que permanece en el horizonte y en los límites de la normalidad y es la observancia de la castidad. Repito lo dicho: la opción básica y fundamental en el campo sexual es entre castidad y lujuria, la primera es la virtud, la segunda es el vicio. Por lo tanto, la normalidad es la castidad, vivida en una legítima diversidad de elecciones sexuales, ya sea en el matrimonio como en la virginidad y en el celibato. 
----------Una relación sexual egoístamente buscada solo por el propio placer, con eventual fecundidad física obtenida artificialmente, una relación que no expresa la natural complementariedad recíproca física y espiritual entre hombre y mujer, una relación que no expresa una comunión al menos espiritual, vivida en homenaje a Dios, es falsamente llamada "amor", porque el verdadero amor entre hombre y mujer es encuentro voluntario y unión espiritual entre sujetos afines y entre sí proporcionados y correspondientes, de tal manera que de ellos surge una obra o un compromiso común para toda la vida, en tal caso la generación y educación de la prole.
----------Ciertamente, en cuanto se trata de dos personas humanas, el amor y la fidelidad en las uniones homosexuales no son imposibles; pero se complican y entorpecen por la falta de esa reciprocidad, física y psicológica, que debería constituir su fundamento y su normal actuación.
   
Las razones de la abstinencia sexual
   
----------En la diversidad de las religiones que han existido antes y las que hoy existen, tanto la abstinencia sexual como la unión sexual -la así llamada "prostitución sagrada"- pueden ser signos o condiciones de la unión con Dios o, como en el primer caso, significar que Dios es Espíritu, independiente de la carne (un eco de esto en el cristianismo es la castidad consagrada); o bien para significar, como en el segundo, que la unión sexual es creada por Dios y, por lo tanto, puede ser una expresión del culto divino (un eco de esto en el cristianismo es el concepto paulino del matrimonio como signo de la unión de Cristo con Iglesia).
----------La abstinencia sexual, a veces, como en el gnosticismo y en Platón, puede subyacer a la idea de una oposición irreconciliable entre espíritu y cuerpo, como entre bueno y malo, por lo cual, siendo Dios Espíritu, no es visto como creador, sino como enemigo del sexo, visto como origen y principio del mal y del pecado, independiente de Dios o creado, como en el maniqueísmo, por un dios maligno.
----------Por ello, en aquellas concepciones dualistas, que lamentablemente han influido sobre el cristianismo, entendido al hombre no como compuesto de espíritu y cuerpo, sino como puro espíritu, resulta que todo el problema moral se concentra en cómo vencer las tentaciones de la carne e incluso hacer de modo que el deseo sexual se extinga por completo con la muerte, por la cual el alma, finalmente libre del sexo, por estar libre del cuerpo, puede, sin él, gozar libremente y para siempre de la visión de Dios.
----------Es evidente que en esta concepción la perspectiva de la resurrección del cuerpo es totalmente ignorada y, si llega a ser conocida, se la rechaza con desdén como la necedad de quienes aspiran a recuperar ese cuerpo de donde provienen todas las tentaciones y que bloquea el camino del alma hacia Dios.
----------Sin embargo, este espiritualismo no es tan auténtico, como podría parecer a primera vista. En realidad, esta concepción moral, considerando no el espíritu y la voluntad, sino la materia como principio del mal y del pecado, acaba por esconder una sutil y cómoda mentalidad materialista, que abdica de la responsabilidad de la voluntad, la cual, en cambio, a decir verdad, es la primera fuente del pecado, pecado que por consiguiente no es ante todo ese pecado carnal o sexual, no es la lujuria, sino que es el pecado espiritual de soberbia y desobediencia frente a la ley y a la voluntad divina.
----------Por otra parte, si el gnosticismo cree en un Dios tan espiritual e inmutable, pero abstracto y glacial, que desprecia el sexo, la concepción ética opuesta, es decir el epicureísmo, que revive hoy, en los tiempos que nos toca vivir, en el hedonismo, en el freudismo, en el genderismo y en el erotismo, adora a un Dios hambriento de sexo, que no puede prescindir del sexo, un Dios inmerso en la materia, en el mundo y en la historia, un Dios que de espiritual no tiene otra cosa sino el cálculo de los placeres.
----------Está claro que, en este contexto actual, la abstinencia sexual, cuando existe, no tiene ningún fundamento espiritual y nada que ver con la búsqueda de Dios, sino que es una simple convención social, un expediente que asegura buena fama y honorabilidad exterior, una norma de conveniencia o una simple regla de buena educación civil, que impide agredir a una bella mujer que pasa por la calle, pero que luego secretamente puede permitir cualquier desfogue de la concupiscencia. También Sigmund Freud [1856-1939] aconseja e incluso recomienda cosas de este tipo, pero dejando plena libertad para satisfacer la libido, que permanece indomable, y para disfrutar en secreto. Se trata, evidentemente, de fariseísmo en estado puro.
----------Por consiguiente, resulta bien claro que el epicureísmo, por mucho que llegue a apreciar un cierto placer espiritual subjetivo, está todo encerrado en los placeres de la vida presente, ya que no cree en una vida del alma en la ultratumba, y por tanto, mucho menos cree en la futura visión celestial de Dios, dado que no cree ni siquiera en la inmortalidad del alma. Por consiguiente, en el epicureísmo, si existe una necesidad de frenar el deseo sexual (abstinencia), esto no está motivado en absoluto por un propósito religioso, sino solo por convenciones sociales o por el farisaico placer que uno siente al frenar la pasión.
----------Si un Karl Rahner [1904-1984], tan cercano en esto a Epicuro de Samos [341-270 a.C.], habla de "resurrección", no intenta en absoluto referirse a un hecho del futuro después de la muerte, porque para Rahner no existe un "después de la muerte", sino que toda la relación con Dios se resuelve en la vida presente, en cuanto que con la muerte todo el hombre, alma y cuerpo, muere y todo resucita, pero resucita "en la muerte", lo cual es una idea más bien oscura, que parece dar valor a la muerte en sí misma.
----------Por lo tanto, con semejantes presupuestos, debemos preguntarnos: si es que ya ahora hemos resucitado, ¿qué pasa, entonces, con el estado actual de la naturaleza humana caída que es el estado que ha resultado del pecado original, tal como enseña el dogma? ¿No hay, entonces, ya necesidad de la ascesis y de la abstinencia sexual para permitir que el espíritu venza a la carne y se eleve a Dios?
----------De hecho Rahner, siempre demasiado preocupado por enfatizar la unidad de alma y cuerpo en el individuo humano, hasta casi confundirlos, incluso cuando habla de la vida religiosa, como por ejemplo de la vocación ignaciana, nunca en sus libros arroja ninguna luz sobre el voto de castidad. Su antropología monista y su moral liberal, tan aparentemente espirituales por no decir místicas, en realidad no dan un fundamento claro y una razón clara para el voto de castidad. En realidad: porque no pueden darlo. Constatar que las enseñanzas de Rahner hayan influido tanto en estas décadas de postconcilio, permite en cierto modo dar razón del desorden que hoy vive la Iglesia en su mismo seno.

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