jueves, 20 de julio de 2023

Un principio para la conquista de la paz verdadera (4/4)

Actualmente la humanidad en esta tierra se encuentra todavía en el estado de naturaleza caída, y sin embargo redimida por nuestro Señor Jesucristo. Pero, ¿cuántos de nosotros acogemos al Príncipe de la Paz, Quien sin embargo nos ordena tomar la espada para derrotar al enemigo de la paz? Ciertamente, se trata sobre todo de un combate espiritual del espíritu contra la carne, y es la espada de la Palabra "contra las flechas encendidas del maligno" (Ef 6,16). Pero, aún así, se mantiene el deber también del combate en términos del uso de armas que no pongan en peligro la supervivencia de la misma humanidad.

En el presente estado de naturaleza caída, para obtener la paz es necesaria la virtud de la fortaleza
   
----------Dice el profeta Isaías: "Con sus espadas forjarán arados, y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra, ni se adiestrarán más para la guerra" (Is 2,4).
----------Dios ha creado al hombre dotado de un aparato psicofísico apto para agredir a los agentes nocivos y para defenderse de ellos. En el estado de naturaleza caída, los hombres, sin haber perdido del todo la inclinación al amor y a la ayuda recíproca, impresa en ellos por la voluntad del Creador, poseen una tendencia, por soberbia, a arrollarse o a oprimirse entre sí, por el individualismo a aislarse y a dividirse los unos de los otros, a maltratarse y a dominarse unos a otros, movidos por la avaricia a robarse y a perjudicarse unos a otros hasta el punto de llegar, movidos por el odio, a la venganza o la envidia, a actos de crueldad y al homicidio.
----------Así surgen las controversias, las polémicas, los litigios, las querellas, las guerras, las masacres. El deseo y la necesidad de la paz, de la concordia, de la comunión, no ha desaparecido, sino que muchas de estas instancias vienen concebidas de manera equivocada, de modo que, a causa del desacuerdo sobre cuáles son las condiciones para vivir en paz, se termina haciendo la guerra. Condición indispensable para evitar la guerra es, por tanto, ponerse de acuerdo sobre qué es la verdadera paz, cómo se la obtiene y cómo se la conserva, cosas de las cuales estaré tratando en esta parte final de mi artículo.
----------Existen entre nosotros hombres pacíficos, y también hombres agresivos y belicosos. Hay quienes saben lo que es la paz y se esfuerzan por conservarla en sí mismos y en promoverla en su ambiente social. Por el contrario, están los que son llevados por esas malas inclinaciones antes mencionadas, que los empujan a hacer la guerra al prójimo de modo organizado, pueblo contra pueblo, nación contra nación. He aquí, entonces, que los pacíficos, los cuales, si no fueran perturbados, vivirían en paz con todos, se ven obligados a defenderse de los agresores y de los que les hacen la guerra. Por lo tanto, el hacer guerra en la vida presente es una dura y rigurosa necesidad si los pacíficos quieren vivir en paz.
----------La guerra es, por tanto, una acción colectiva organizada teniendo por objetivo el vencer a un enemigo igualmente organizado para la guerra. La guerra es una acción ordenada por la pública autoridad en interés del Estado o de la nación que libra la guerra. De tal modo no llamamos guerra sino más bien sedición o insurrección a una acción colectiva armada en lo interno de un Estado o contra el gobierno o contra una cierta clase de ciudadanos. Dado que se trata de una acción humana colectiva voluntaria, el guerrar plantea el problema del significado moral de la guerra. Ahora bien, cuando se trata de actos morales en referencia a los demás, la virtud humana que tiene competencia en este campo es la virtud de la justicia.
----------Ahora bien, todos sabemos que el guerrar implica el matar al enemigo y la destrucción de infraestructuras militares y, a veces, incluso de estructuras y establecimientos civiles. Surge entonces inmediatamente el problema de la licitud de la guerra, dado el mandamiento divino de no matar y de no dañar la propiedad del prójimo. La respuesta la conocemos: cuando no es posible a un Estado hacer respetar por parte de otro Estado derechos vitales imprescindibles, o cuando un Estado es agredido injustamente por otro Estado, le es lícito al Estado ofendido reivindicar o defender el propio derecho con el uso moderado de la fuerza militar.
----------Uso moderado de la fuerza militar quiere decir: 1. que las fuerzas armadas deben ser suficientes para hacer esperar la victoria; 2. que las fuerzas militares deben ser usadas en el respeto a los derechos humanos, dirigidas únicamente a la neutralización de las fuerzas enemigas y a la supresión del enemigo solo cuando esto sea estrictamente necesario para neutralizar su ofensiva; 3. que deben ser usadas bajo la dirección de las virtudes de la templanza, de la justicia, de la lealtad, de la misericordia, de la prudencia, de la obediencia, del coraje, de la paciencia, evitando absolutamente cualquier forma de crueldad, de ira desenfrenada, de robo, de saqueo, de masacre, de violencia, mientras, como observa con precisión santo Tomás de Aquino, no están prohibidas las insidias o trampas (Sum.Theol.,II-II, q.40, a.3).
----------Santo Tomás sitúa el acto más específico de la virtud de la fortaleza en relación con el peligro de muerte en el cual incurre el soldado en guerra, suponiendo una guerra justa (Ibid., II-II, q.123, a.3). Y hablando del martirio lo parangona con la muerte heroica del soldado citando a san Cipriano que llama a los mártires "soldados fortísimos" (Ibid., q.124, a.2). Esto quiere decir que es necesario ser cautos para comparar la guerra a un horrible crimen. Ciertamente la guerra es una dramática realidad de aquí abajo, que ya no existirá en el paraíso del cielo, mientras que podríamos considerarla eternamente institucionalizada en el infierno, en el odio que los condenados tendrán entre sí y hacia Dios. Pero debemos reconocer el hecho innegable, y que siempre se ha reconocido, que en ocasión de las guerras los hombres pueden dar prueba tanto de las máximas virtudes como de los peores vicios. Sustraerse al servicio militar, si ello puede ser hecho sin grave riesgo, puede ser sabio en una guerra injusta. Pero quien por cobardía elude el deber de defender la patria en peligro, quizás con la excusa de la no-violencia, ciertamente no es digno de elogio.
----------Sin embargo, la cosa notabilísima que todos saben desde los tiempos de la era atómica, es el hecho de que la existencia de armamentos nucleares, de los cuales están dotados los Estados más poderosos del mundo, hoy plantea la cuestión de la licitud del uso, aunque sea oficial de las fuerzas armadas, y en consecuencia ha hecho surgir un concepto de guerra o se da al término "guerra" un sentido negativo de condena sin apelación, como si se tratara de un acto intrínsecamente criminal o insensato. Este es el lenguaje usado por el papa Francisco, aunque él naturalmente sigue admitiendo el uso de las fuerzas armadas en legítima defensa.
----------También está muy claro que esto no debe crear en los miembros de las fuerzas armadas y de las fuerzas del orden o policiales, ni siquiera el mínimo sentido de malestar moral, sino que por el contrario se debe seguir dando a estos miembros de nuestra sociedad toda nuestra admiración y nuestro honor por el precioso servicio que ellos prestan al bien común a riesgo de su propia vida. Y se mantiene de todos modos el hecho de que, evitado el riesgo del uso de las armas atómicas, es siempre necesario el uso de las armas tradicionales conforme a las finalidades lícitas que he mencionado antes, en lo dicho hasta aquí.
----------Los conflictos y las guerras se producen cuando los contendientes sostienen dos tesis opuestas, sobre las cuales cada uno pretende tener razón en su tesis, por lo cual cada uno exige al otro que la ponga en práctica o la dé por verdadera. La primera exigencia se refiere a las guerras políticas, como por ejemplo una disputa por la posesión de las fuentes de energía, la necesidad de un espacio vital, la liberación de un pueblo oprimido, la defensa de la patria de una invasión enemiga, la sed de dominio sobre otro pueblo, el respeto de un pacto precedente que promete la intervención en auxilio del aliado invadido por el enemigo, y otros motivos; la segunda, las guerras de religión, como la voluntad de difundir una religión contra la difusión de otra o el enfrentamiento entre dos religiones por el primado sobre el territorio.
----------Llegado el caso que uno de los dos contendientes no acepte la tesis del otro mediante la persuasión, para obligarlo a aceptarla, el primero pasa al uso de la fuerza militar, es decir, desata la guerra con la obvia esperanza de vencerlo. La victoria sobre el enemigo es calculada como confirmación de la bondad de la tesis, en nombre de la cual el vencedor ha vencido.
----------Sin embargo, está claro que en el origen de las guerras existe un problema de verdad: ¿quién tiene razón y quién está equivocado? ¿O es que ambos están equivocados? En cambio, es imposible que, si se contradicen, ambos tengan razón, por la contradicción que no lo permite. Sin embargo, es precisamente aquí donde se abre el espacio para el oportunismo y para el doble juego.
----------La teoría sustentada por Romano Guardini, que ya hemos considerado, de la oposición polar o de la dialéctica de los opuestos, al verificarse una disputa o una controversia que viene a oponer dos tesis que se contradicen o excluyen mutuamente, no le da al juez la facultad de evaluar después de atento examen de qué parte está el derecho, pero, suponiendo en la autoridad competente la voluntad de asegurar la paz y la concordia, es conducida a concebir la paz social no como resultado práctico de la puesta en práctica de la tesis del contendiente que tiene razón, sino como efecto del dominio del más fuerte.
----------En efecto, dado que Romano Guardini concibe la vida social como coexistencia dialéctica de la tensión entre los adversarios o coincidencia de los opuestos, el citado juez no se preocupará de examinar y discernir con cuidado quién tiene razón y de qué parte está el derecho, sino que simplemente se contentará con hacer malabarismos deslealmente entre los dos contendientes sin tomar ninguna posición, quizás apelando a los argumentos ventajosos del "pluralismo", de la "diversidad" y de la "libertad".
----------Ahora bien, no hay duda de que la autoridad debe proteger estos valores con todo cuidado (pluralismo, diversidad, libertad). Pero el error de la visión guardiniana es el de relativizar lo que es absoluto, el error es el de subjetivizar lo que es objetivo y el de hablar de dialéctica allí donde debería funcionar el discernimiento moral entre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, el bien y el mal.
----------Como sabemos, el Evangelio propone un método valioso para asegurar la paz en caso de conflicto, al menos en aquel que sufre el agravio. Se trata del famoso precepto del amor por el enemigo, que consiste en combinar el aprecio por los lados buenos del enemigo con la paciencia en el soportarlo.
----------Sin embargo, es necesario distinguir esta magnánima actitud evangélica de la mansedumbre, respecto de la llamada teoría de la no-violencia predicada por Gandhi. Ella puede tener un aspecto válido en cuanto puede ser reconducida a la paciencia predicada por el Evangelio, la cual sin embargo tiene razón de ser en los casos en los cuales el enemigo es demasiado fuerte para poderlo reducir a razón mediante la fuerza, ya que, si la cosa es posible, debe ser hecha, aun a riesgo de la propia vida.
----------Llegados a este punto, lo que entra en juego es la virtud del coraje militar, gracias al cual la victoria sobre el enemigo tiene como efecto la paz del vencedor que ha reivindicado su derecho y la sujeción del enemigo, hecho capaz de no hacer más daño. Al respecto, es necesario recordar la utilidad de la justa ira como ingrediente de la virtud de la fortaleza y medio psicológico para obtener la victoria. Recurrir a la mansedumbre o a la paciencia, cuando es necesario el uso de la justa ira para asegurar justicia y paz, no es sabiduría, no es caridad, sino que es cobardía y pereza.
----------También es necesario saber distinguir cuidadosamente la justa ira respecto de la ira viciosa, que es uno de los siete vicios capitales. Todavía más ridículo aquí sería hablar de misericordia. Ella debe ser usada hacia los oprimidos, no hacia los opresores. Y si no se practica la justa ira hacia los opresores, eso viene a significar que no se tiene piedad y no se quiere hacer justicia a los oprimidos.
----------Por tanto, el pacifismo de Guardini de los opuestos polares y de la polaridad dialéctica, legitimador de las "tensiones", corre el riesgo de dar razón tanto a los oprimidos como a los opresores y de tener piedad de los unos y de los otros. Dios hace llover sobre buenos y sobre malos no porque no sepa distinguir los buenos de los malos, sino porque todos aquí abajo debemos acoger la lluvia de su gracia.
----------La ira viciosa es motivada por el odio y el rencor. En cambio, la justa ira es expresión de la justicia y de la caridad. Y aquí viene el amor por el enemigo. El soldado cristiano que mata al enemigo en guerra no lo hace por odio al enemigo, sino por y con amor a la persona del enemigo, a quien desea la salvación, mientras que es lógico que odie y quiera bloquear la mala acción del enemigo destructiva de la paz.
----------Añadamos por tanto en este punto, que la visión cristiana de la historia de la humanidad, tal como aparece en la Sagrada Escritura, contempla la narración de un combate incesante entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, vale decir, entre Cristo y Beliar. Nuestro Señor Jesucristo ha venido a darnos su paz, pero al mismo tiempo a armarnos en la lucha contra el poder de las tinieblas.
----------Ciertamente, su Reino no es de este mundo, por lo cual sus servidores no usan las armas, pero, tal como el mismo Cristo nos ha dado a entender, aquellos que trabajan por este mundo deben usarlas (Jn 18,36). Las controversias deben normalmente ser resueltas pacíficamente, mediante el diálogo, las tratativas y la persuasión. También es cosa sabia soportar el daño que hace o al menos limitarlo.
----------Pero llegado el caso que el enemigo se obstine en la práctica de la injusticia o desata la guerra, entonces es deber, para quienes tienen las fuerzas suficientes y la autoridad para hacerlo, y mientras no haya riesgo de un agravarse de los males, detener al enemigo con el uso de las armas, a fin de que deje de hacer el mal o para liberar a los oprimidos de su tiranía o para recuperar territorios por él ocupados o bienes por él robados o para defenderse de su agresión y devolverlo a su territorio.
----------El cristiano, por lo tanto, está siempre en paz, al menos interiormente, y está en paz con todos, incluso con aquellos que le hacen sufrir y que le odian, en cuanto está unido a nuestro Señor Jesucristo, y goza del don del Espíritu Santo, pero al mismo tiempo está siempre en guerra contra el pecado, contra los "deseos de la carne que hacen guerra al alma" (1 Pe 2,11), el cristiano libra una batalla que no es "contra las criaturas hechas de sangre y de carne, sino contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en las regiones astrales (en uranóis)" (Ef 6,12), el cristiano combate con el Jinete apocalíptico, atacado por la "Bestia, por los reyes de la tierra con sus ejércitos reunidos para hacer guerra contra El que montaba el caballo y contra su ejército" (Ap 19,19). El cristiano vence con Cristo y en la beatitud celestial ve la derrota de los impíos, como dice el Salmo:
----------"Su brazo es escudo y coraza. No temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a pleno sol. Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado: Con sólo dirigir una mirada, verás el castigo de los malos, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo. No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo. Él ordenará a sus ángeles que te guarden en todos tus pasos. Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes" (91,5-13).
----------Guardini piensa que su teoría de los opuestos polares y de la polaridad dialéctica podría resolver todas las controversias y todos los disensos con un simple diálogo. De hecho dice: "La esencia de este procedimiento consiste en el hecho de que el otro no aparece como un adversario, sino como un 'opuesto polar' y los dos puntos de vista, tesis y antítesis, son llevados a la unidad. […] La doctrina de la 'oposición polar' es la teoría de ese contraste que se produce no a través de una lucha con un enemigo, sino gracias a la síntesis de una tensión fecunda, es decir, gracias a la construcción de la unidad concreta".
----------Esta visión de Guardini supone evidentemente una concepción de la sociedad y de la humanidad según la cual la paz y la concordia siempre se pueden alcanzar con cualquiera por medio del diálogo y de la persuasión, sin que sea necesario obtenerla a través de una lucha con un enemigo. Esta visión evidentemente supone que todos los hombres tienen buena voluntad o, si no la tienen, puedan ser persuadidos a tenerla. Por lo tanto, no es necesario que nadie sea obligado por la fuerza a respetar el orden social. No habrá necesidad de matar enemigos que pongan en peligro el bien común. Sino que todos se persuadirán de vivir en paz en el cumplimiento de sus deberes y en el respeto de los derechos de los otros.
----------Según esta visión guardiniana, todos los contrastes y todos los conflictos no dividen a la humanidad, como es indicado por el libro del Apocalipsis y como resulta del buen sentido común humano, en quienes están al servicio del mal y quienes sirven al bien, de modo que la paz solo puede ser alcanzada con la victoria militar de los buenos sobre los malos, sino que sólo reflejan polaridades opuestas sustancialmente resolubles en complementariedades recíprocas o, en todo caso, tensiones polares inofensivas, con sólo que se quiera practicar un diálogo que tenga en cuenta estos presupuestos.
----------Sorprende un tanto en un teólogo como Guardini, por lo demás tan valioso, la enorme ingenuidad de esta visión totalmente irrealista e ignara de la existencia en todos nosotros en la vida presente de una tendencia a la maldad, la cual es ciertamente frenada en los buenos, pero es lamentablemente satisfecha en los malvados. Por eso, si la obra persuasiva mediante medios pacíficos sigue siendo siempre para todos el deber preliminar, el uso de las armas se vuelve necesario en los casos en los cuales el enemigo no sea reducible pacíficamente a mansos consejos. Ahora bien, la lucha contra el enemigo se propone precisamente como finalidad la consecución de esa paz social, que el enemigo perturba con su acción malvada.
----------Por eso el libro del Apocalipsis (Ap 19,11-12) presenta a Cristo como un supremo líder que guía el ejército de los buenos para derrotar a los malos con el resultado de dar a la humanidad predestinada a la salvación, la ansiada paz, con la sujeción de los malos en la cárcel eterna del infierno.
----------Hoy la humanidad en esta tierra se encuentra todavía en el estado de naturaleza caída y sin embargo redimida por Cristo. Pero, ¿cuántos de nosotros acogemos al Príncipe de la Paz, que sin embargo nos ordena tomar la espada para derrotar al enemigo de la paz? Ciertamente, se trata sobre todo de un combate espiritual del espíritu contra la carne y es la espada de la Palabra "contra las flechas encendidas del maligno" (Ef 6,16).
----------Pero continúa el deber también del combate en términos del uso de armas que no pongan en peligro la supervivencia de la misma humanidad. ¿Podrá la contra-ofensiva ucraniana obligar a los rusos a retirar sus tropas? ¿Tienen los rusos que son habitantes en territorio de Ucrania alguna esperanza de ver reconocidos sus derechos? ¿Se decidirán los ortodoxos rusos a entrar en la plena comunión con la Iglesia católica? ¿Se ha detenido el camino hacia la paz, o avanzará, o retrocederá? ¿Estamos hoy cercanos a la profetizada apostasía final y a los dolores que precederán a la Parusía cuando Cristo conducirá finalmente a la Iglesia a la victoria? Estas son preguntas gravísimas, a las cuales nadie sabe dar respuesta por ahora. Solo Dios conoce la respuesta. Estamos al borde del abismo, pero también en el umbral del paraíso.

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